Antes de terminar la clase de hoy, la maestra Katty notifica lo siguiente:
Alumnos presten atención:
«"Tienen un mes para presentar una historia creada por ustedes; no hay un número determinado de páginas, pero tampoco puede ser muy corta.
Se evaluará de acuerdo a la temática que elijan así como también una muy buena redacción, excelente ortografía, presentación, trazado de márgenes, y por supuesto, un trabajo completamente impecable.
Pueden ser ayudados por un adulto, eso sí, la idea principal tiene que ser de su propia inspiración ya que después con sus propias palabras cada alumno relatará como fue que surgió la historia.
Ya lo saben cuentan con un mes de plazo, pueden realizarlo en su tiempo libre"»
A continuación suena el timbre indicando que ya podemos retirarnos a nuestras casas. Por el camino mientras mi madre conduce, le participo la tarea que nos asignó la maestra, mi mami dice, :
—"Bueno hijo, ve pensando en la idea, por supuesto te ayudaré en lo que pueda. — Tu puedes Jaime, eres muy inteligente. Así que utiliza tu tiempo libre".
Como si fuera tan fácil, si yo en mi tiempo libre lo que hago es mi pasión favorita qué es elevar cometas, y los fines de semana juego béisbol. Aún así tengo que pensar que trabajo voy a hacer, me da rabia con ésta maestra que si me supo embromar, ya que siento que a pesar de que tan solo tengo diez años, me ha complicado la vida con ese trabajo. Así mismo es.
Ha pasado una semana y no se me ha ocurrido nada, bueno, tampoco es que he puesto mucho esfuerzo en pensar. Sigo como todas las tardes después que regreso del colegio. Voy al acampado que queda cerca de mi casa a elevar cometas, mi abuela qué es quién nos cuida mientras mi mamá trabaja, me da permiso ya que sabe que en ese sitio no hay ningún tipo de peligro, y además, lo que yo hago es pasar un momento divertido.
Uno de éstos días, disfrutaba ver mi cometa remontada en lo alto del cielo, me distraje tanto, que imaginaba lo divertido que sería si yo fuese una cometa que elevada por los vientos me llevara a recónditos lugares dónde desde las alturas podía verlo todo, absolutamente todo. Inmediatamente pensé, que ésta podría ser la historia que la maestra nos pidió, pues bajé la cometa y después de acomodar todo me dirigí corriendo a mi casa antes de que la idea se esfume, busqué un cuaderno, un lápiz y comencé a escribir.
Bueno, la historia trata de un niño que pidió un deseo de poder elevarse en el firmamento tanto como una cometa. Su deseo fue cumplido y sencillamente se convirtió en una cometa que alguien elevaba hacia el cielo desde dónde podía observarlo todo. Sin embargo, se elevó tanto y tanto, que se adentró en el interior del firmamento dónde solo había nubes y nubes. Siguió más allá, y encontró la casa del sol y de la luna. Con temor entró en la casa del sol, pero sus fuertes rayos la invadían molestando la vista al punto que cegaba la visión y además hacía un calor insoportable que casi quemaba, un poco atribulado salió y se dirigió a la casa de la luna, esta tenía una luz más suave casi como cristalina y muy tolerable. Siguió al interior de la casa, entonces la luna muy amable le ofreció algo de comer, pero sintió un poco de temor, se preguntó
¿Qué podrá comer la luna? y prefirió decirle que no quería nada, la luna insistió y le dió un vaso con un líquido que parecía agua y le dijo:
««"Puedes tomarlo con confianza, te ayudará a poder enfrentar con inteligencia las situaciones difíciles que se te presenten"»»
Después entró por otra puerta, y vió muchas estrellas, le extrañaba que ya tan rápido era de noche si él llegó hace apenas un rato comenzando la tarde, y preguntó por qué pasaba ésto, las estrellas le dijeron que era normal ya que había transcurrido muchas horas desde su llegada aunque creyera que no era así. Le dieron un polvo cristalino y muy fino para que cuando estuviese atravesando penas y tristezas lo regara por su cuerpo y eso le ayudaría a mejorar su estado de ánimo. Eso sí, tenía que usarlo sólo para eso, si lo usaba para realizar cosas indebidas no le va a funcionar.
Les comentó que tenía que regresar a su casa y no sabía como hacerlo, ellas lo llevaron a una puerta muy grande dónde un hombre del espacio dormía, pero al sentirse observado despertó y lo miró fijamente, no sintió miedo ya que no lo vió como un ser malo, al contrario un ser lleno de bondad, entonces, le dijo:
—Sé qué te quieres ir a tu casa, no te preocupes te ayudaré a regresar con esto, y le dió una soga dorada muy pequeña diciendo:
"Tómala con tus dos manos con fuerza, levanta los brazos y te lanzas al vacío" — el dudó de sus palabras, si es que era una soga muy pequeña, ni siquiera de medio metro, aún así, y aunque dudando de las palabras del hombre lo hizo y así fue que logró descender.
Llegó a un lugar totalmente desconocido. Solamente los árboles le recordaba que formaban parte del sitio donde estaba su casa; sin embargo, su casa no estaba, solo edificios con locales comerciales donde vendían automóviles, en otro local había un gran supermercado.
Preguntó extrañado qué era todo esto, y le dijeron que hacía más de diez años ellos estaban instalados allí.
¡Oh no puede ser! — si hace solo unas horas salió de su casa.
¿Qué ha pasado?
¿¡Cómo es eso que ha transcurrido diez años!?
No entendía nada, si precisamente es esa su edad, y recuerda muy bien que en este mismo lugar ha estado ubicada su casa donde ha vivido con su familia.
Cabizbajo, lloroso y con una tristeza infinita
finalmente se dió cuenta que al parecer había transcurrido todos éstos años..
No logro entender nada.
¿Cómo es posible que ha pasado diez años? — Si es que, precisamente ha sido ésta tarde en que pasó todo.
¿Que poder endemoniado pudo haber cambiado el tiempo? — Bueno, sin embargo tomo la decisión de investigar lo sucedido, ya que tampoco entiendo sí ha pasado tantos años porque yo aún sigo siendo un niño de diez años tanto física como mentalmente. Me dispongo a caminar por el lugar, entro al supermercado que ahora está justo donde estuvo mi casa, detenidamente observé todo, buscando algún detalle, o no sé qué, la verdad que ésta situación me tiene desconcertado.
Salgo de allí sintiendo mucha tristeza y melancolía, es que no sé cómo es posible que anoche nada menos dormí en mi casa y amanecí en ella y en menos de veinticuatro horas todo haya cambiado y no exista nada, lo más preocupante es que no tengo ni siquiera donde dormir. Me siento en una esquina, no pude evitarlo y comencé a llorar, llorar, y llorar, ¿Qué puedo hacer, cómo resolveré esto? — Es que no sé dónde buscar a mi familia. Aparte que siento tanta hambre, que no me deja pensar. Busqué en mis bolsillos a ver si por casualidad tenía algo, una galleta o un trozo de chocolate, pero que va, solo encontré el polvo que las estrellas me dieron, recordé que dijeron que podía usarlo por todo mi cuerpo cuando alguna situación difícil me agobiara, pues lo abrí saqué un poquito de polvo, lo puse en mis pequeñas manos y lo pasé por todo mi cuerpo, incluso por encima de la ropa, después de eso no sentí nada, seguía con la tristeza y sintiendo mucha hambre y desesperación.
De repente ya no sentía nada, solo un deseo enorme de encontrar a los míos. Así que envalentonado, comencé a buscar por todas partes.
Llegué hasta una iglesia que nunca había visto, encontré al sacerdote sentado en uno de los bancos, sin más ni menos, le pregunté si necesitaba que lo ayudase en algo, me dijo:
—"Solo barrer toda la iglesia si quieres, pero niño, no tengo con qué pagarte, ni siquiera puedo ofrecerte un plato de comida porque tampoco tengo"
— No se preocupe padre, tan solo necesito donde dormir ésta noche, ya que no tengo dónde hacerlo. Me observa preocupado y me pregunta:
—¿Has huido de casa?
—No exactamente, es una historia muy larga e increíble — dije.
Por supuesto no voy a contarle nada, a ver si cree que estoy loco y me encierra en un manicomio. Y es que la verdad es lo que parece una historia de locos. Aunque tenía hambre me conformaba con tener donde pasar la noche.
Al cabo de unos cuarenta minutos, tocaron a la puerta del despacho parroquial, el señor cura hace un gesto de extrañeza, observa el reloj en la pared, y se dirige a la puerta. Una vecina llegó trayendo un envase con comida suficiente como para alimentar a varias personas y una jarra con agua de avena. El sacerdote le agradece y la bendice, la vecina se marcha contenta.
Bueno, fue tan maravilloso, ya que cuando creía que me iba a acostar sin comer, resulta que no fue así.
Después que cenamos, el sacerdote tan amable, me ofreció una colcha y un camastro donde dormir.
Esa noche dormí profundamente, y soñé que transitaba por una calle empedrada, era sumamente estrecha, pero a la vez muy concurrida, en lo que volteo la mirada, puedo ver a mi madre, de la alegría de verla corro hasta ella y comienzo a llamarla, pero pareciera que no me escucha, apresuro el paso, y me le planto enfrente, la saludo efusivamente rodeando su cintura con mis pequeños brazos, ella me mira extrañada, y le digo:
—¡Mami soy yo, tu hijo!.
—Me mira extrañada, y dulcemente me dice:
—¡Ay niño disculpa, pero yo no tengo hijos pequeños, ya los tres que tengo son grandes... Creo que estás confundido!
—¿¡Quuuéééé!? — ¡Claro que es mi madre!
¿Cómo voy a estar confundido si la conozco bien?.
Ella da media vuelta y se marcha, dejándome con el corazón destrozado. Intento seguirla pero es como si se hubiese esfumado. No la vi más.
Llorando desperté del sueño, bueno, para mí fue como una pesadilla, porque eso de que tu madre no te reconozca realmente es una pesadilla.
Arreglé sobre el camastro la colcha que el sacerdote me había ofrecido en la noche. Cuando salí, no estaba por todo el lugar, entonces tomé un lápiz y un papel y le escribí una nota de agradecimiento, y rogando me diera su bendición, abandoné el lugar.
No hallaba para dónde ir, sentí que caminaba en círculos, por eso consideré que no debía quedarme allí, no estaba solucionado absolutamente nada. Aunque no sé cómo solucionaría.
Cuando ya llevo más de dos horas caminando muerto de hambre y sed, me siento en una banca de una plaza con la mirada perdida. En eso una viejecita hermosa que vendía dulces, me ofrece uno, niego con la cabeza y le agradezco, insistentemente se sienta a mi lado, y no se de dónde salió un trozo de pan y un envase con chocolate caliente y lo pone en mi mano, y tan solo me dice:
—Ahora vamos a desayunar!
En tan solo unos minutos devoré todo el desayuno y con el dorso de mi mano limpié mi boca, de una vez agradezco a la dulce viejecita, ella suavemente se levanta y me dice:
«"Pronto saldrás de esta situación, pero aún te hace falta mucho por aprender, no te decaigas, y sigue así de valiente"»
Besando mi mejilla se marcha. La veo alejarse con su lento caminar.
No entiendo nada, si lo que estoy haciendo es precisamente tratando de encontrar a mi familia, y eso de decaer no lo creo, ya que me siento con fuerza a pesar de ser un niño y estar solo.
Con más ánimo comienzo a recorrer las calles, aunque la impotencia no deja de acecharme ya que sigo sin ningún tipo de orientación que me indique por dónde empezar, me siento totalmente a la deriva.
De tanto y tanto caminar llegué a la playa, había adultos y niños disfrutando el momento, no pude evitar pensar en las veces que también así solíamos divertirnos en familia.
A lejos diviso a un grupo de adolescentes que están elevando sus cometas, de cierta manera me emocioné, y pienso que si me acerco a ellos puede ser que quién hizo que mi deseo se cumpliera estuviese por allí, y me ayude a resolver esta situación.
Llegué al lugar donde está el grupo de jóvenes, me siento en la arena para tan solo ver las cometas multicolores en el cielo, y así disfrutar también de este espectáculo que tanto me gusta hacer. Pasan las horas y aún estoy en el mismo sitio aunque muy acalorado. Y entonces entro a la playa para refrescar el cuerpo, lo estoy pasando fenomenal dentro del agua, tanto así que por unos instantes olvido mi triste situación y hasta en donde me encuentro, en eso una ola bastante alta se levanta arrastrándome con ella.
¡Ay no! — ahora sí es verdad que llegó mi fin, en un minuto recordé mi breve tiempo en esta vida, pensé en mi familia, y mentalmente me despedí de todos. Al abrir los ojos, una luz muy suave ilumina el lugar. Poco a poco recuerdo lo que pasó, y entonces me pregunto si esto es el cielo, ya que indudablemente debí haberme ahogado en el mar. Veo una dama hermosísima que parece una virgencita me sonríe, y pienso:
¡Aaaayy! esto sí es el cielo, estoy viendo a la virgen
Pues bueno, también tímidamente le sonrío.
Se me acerca y me pregunta:
—¿Cómo te sientes?
le respondo con otra pregunta:
—¿Estoy vivo?
ella riendo fuerte me dice:
—¡Claro que estás vivo! — te rescatamos en alta mar, el médico de abordo te examinó, te reanimó y te administró tratamiento para rehidratarte ya que al parecer pasaste varias horas flotando. La miré sorprendido por lo que me dijo, entonces pregunté:
—¿Donde estoy?
—Estás a bordo de un barco. — Vuelvo a preguntar:
—¿Usted quién es?
—Mi esposo es el capitán de este barco, navegamos disfrutando las vacaciones. Pero niño, dime:
—¿Cómo te llamas?.
—Tus padres estaban contigo al momento de tu accidente?
Sin esperar siquiera mi respuesta a sus preguntas, continuó hablando...
—Debemos ubicarlos para avisarle que estás bien.
No le respondí, solo le dije que tenía sed, salió del lugar y en un instante regresó con un vaso de agua y me ayudó a tomarlo. También entró un médico que me examinó, para finalmente decir:
— "ya estás bien, después de dos días prácticamente inconsciente despertaste sin problema, menos mal"
O sea — pensé — ¿estuve dos días casi que durmiendo?. —La virgencita dijo que me rescataron en alta mar, y entonces:
¿Cuántos días ha pasado desde que estuve en la playa viendo elevar las cometas?
La virgencita me trae comida y ropa limpia, entonces me vuelve a insistir con lo de mis padres, no me quedo otra opción que mentir y decirle que era un niño de la calle sin familia, mirándome me abrazó y besó mi mejilla, pude ver en sus ojos lágrimas asomarse.
Pasaron los días ya estaba totalmente recuperado. Trataba de colaborar en todo lo que pudiese en el barco. Debido a mi buen carácter y buena disposición me gané el aprecio de todos que me trataban con mucho cariño.
Una noche en qué todos estábamos en la cubierta disfrutando el momento, me recosté en una tumbona mirando la luna y las estrellas, y no sé si fue idea mía, pero vi como si la luna me miraba solo a mí y hasta pude escuchar cuando me decía:
«"Mañana regresas a casa, y no vuelvas a intentar cambiar el curso de tu vida pidiendo deseos locos"» Asombrado volteé para todos los lados por si alguno de los presentes se dió cuenta, pero no, todos seguían charlando y riendo. Me incorporé, traté de caminar aunque me temblaban las piernas, sin embargo como pude dómine el paso hasta llegar al camarote a dormir.
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