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!No Toques A Mi Hija!

Felicidades, está embarazada.

—Doctor, ¿qué es lo que tengo? Dígame.

—No se preocupe, señora. Usted no tiene nada malo.

—¿Entonces?.

—¡Felicidades, señora! Usted está embarazada.

—¿Qué? ¿Cómo dice?.

—Lo que escuchó, señora. Usted está esperando un bebé. ¡Felicidades!.

Magdalena estaba muy confundida pero sentía una inmensa alegría al escuchar eso. No podía creer que en su vientre llevara una pequeña criatura.

Pero de pronto, su rostro cambió de semblante. Solo de pensar que tiene una criatura del hombre que le ha hecho tanto daño le da mucha tristeza.

—¿Señora? ¡Señora!.

—Eh, dígame qué pasa, doctor.

—¿Se encuentra bien? La noto un poco pálida.

—Eh, sí, doctor, estoy bien. Solo estaba pensando.

—Bueno, le recuerdo que debe venir continuamente para ver cómo evoluciona su embarazo.

—Sí, doctor.

—Ah, y otra cosa, trate de tener reposo y buena alimentación. Noté que está un poco decaída y eso puede afectar al bebé.

—Sí, doctor, haré todo lo posible.

—De acuerdo, me retiro y que tenga un buen día.

—Igualmente, doctor.

Magdalena tocó su abdomen y comenzó a acariciar, ilusionada con la idea de tener en algún momento a su bebé en brazos. Anhelaba experimentar la satisfacción de ser madre por primera vez y sentir que no estaba sola en el mundo.

Después de un rato, Magdalena salió del hospital muy ilusionada, acariciando su vientre. Sin embargo, en ese instante recordó las duras palabras de su esposo.

—¡Eres una basura! ¡No eres nadie para mí, solo una esclava!.

Esto la hizo sentir muy triste y asustada, pensando en la reacción de su marido al enterarse. Seguramente no querrá que nazca el bebé.

Hace 8 años

Magdalena, con tan solo 20 años, fue obligada a contraer matrimonio con un hombre 15 años mayor que ella, como parte de un intercambio para saldar una deuda de su padre.

Todo comenzó cuando su padre Adolfo cayó en el alcohol y los vicios tras la muerte de su madre. Nunca quiso a Magdalena, tratándola como si fuera basura.

Ella vivía solo con su padre en una familia humilde, lo que llevó a Adolfo a acumular deudas con prestamistas, entre ellos Logan.

Logan, proveniente de una familia multimillonaria, tenía negocios aparte de los de sus padres y se dedicaba a prestar sumas grandes y pequeñas.

Magdalena nunca tuvo la oportunidad de estudiar ni capacitarse, ya que su padre destinaba lo poco que ganaba a sus vicios. Aunque, en sus ratos libres, se refugiaba en la lectura de libros en una biblioteca pública.

En una tarde fatídica, Logan llegó a la casa de Magdalena con hombres de trajes oscuros en busca de Adolfo. Al presenciar la escena, Magdalena se escondió en un rincón, con manos sudorosas y la frente perlada de sudor.

Observó cómo su padre se arrodilló ante ese hombre de aspecto aterrador.

—Espero que tengas mi dinero, Adolfo.

Mientras hablaba, tocaba una mesa polvorienta y la limpiaba con un pañuelo con expresión de asco y desprecio.

—No, señor, aún no lo tengo. He vendido varias cosas, pero no me alcanza. Dame más tiempo, por favor.

—Hmm, creo que mi paciencia se agotó. Debiste pensarlo antes de pedirme dinero.

—Por favor, se lo suplico, deme una espera.

Logan se agacha y mira fijamente a Adolfo.

—Tienes dos opciones: o me pagas, o pagarás con tu vida. Tú decides.

Logan era extremadamente cruel y frío, sin piedad alguna; le complacía ver cómo la gente le suplicaba.

Magdalena estaba aterrada, su corazón latía con fuerza, sin saber qué hacer. Quiso salir para ayudar a su padre, pero al escuchar la propuesta que Adolfo le hizo a Logan, su mundo se desmoronó en un instante.

—N-no, por favor, no lo haga. Yo... yo te puedo ofrecer algo.

—A ver, ¿qué tiene un viejo miserable como tú? ¿Tu casa? Jajaja.

Adolfo se levanta y se dirige hacia Magdalena, tirando de su cabello.

—A-a ella te la doy a cambio de mi deuda. ¡Puede ser tu esclava!.

Serás mi esposa.

—¡Papá!, ¿como puedes hacerme esto?.

—¡Cállate! —espetó y luego miró al hombre —es lo único que tengo para ofrecerte, Logan, puedes usarla como esclava

—¿Si?.

Logan se acerca lentamente a Magdalena, observándola detenidamente de pies a cabeza mientras admira su juventud y hermosura.

Magdalena posee una belleza singular: cabello pelinegro, ojos castaños y una piel de porcelana cuya hermosura resulta envidiable.

Después de reflexionar por un momento, él acepta sin más preámbulos.

La deuda ha sido saldada a expensas del dolor de Magdalena, quien ahora se ve obligada a convertirse en la esclava de un hombre que ni siquiera conoce.

Logan da la orden a sus hombres para que la lleven inmediatamente.

—¡No, por favor, papá, ayúdame, no lo hagas!.

Magdalena gritaba y resistía desesperadamente, pero sus esfuerzos resultaban en vano.

Su padre nunca se preocupó por ella; solo le interesaban sus vicios y el dinero.

Logan la observaba con ojos fríos llenos de lujuria y satisfacción, planeando divertirse con su nueva posesión.

La llevó a su mansión, ordenó que la cambiaran y alimentaran, para luego encerrarla en una habitación oscura.

—(Mamá, ¿por qué no estás aquí? Estoy sola, llévame contigo) —Magdalena lloraba y en sus pensamientos se comunicaba con su madre.

De repente, escuchó pasos acercándose a la puerta. Aterrada, apretó su vestido sin saber qué le haría aquel hombre.

Se oyó cómo quitaban el seguro de la puerta y la abrían; frente a ella apareció la silueta de un hombre, era Logan.

Logan tomó a Magdalena del brazo y la condujo a su oficina, notando su evidente nerviosismo.

—¿Qué quieres de mí? ¡Déjame! —exclamó ella.

—Quédate quieta o te garantizo que morirás —amenazó él.

Al escuchar eso, Magdalena se quedó fría y pálida, permitiendo ser arrastrada.

—Firma esto.

—¿Qué es?.

—Serás mi esposa.

—¿Qué? ¡No! ¡No lo haré!.

Logan la sostuvo firmemente del cabello.

—Te dije que firmaras, ¿o no me escuchaste? Eres mía ahora, harás lo que te diga, ¡y punto!.

—Pero, ¿por qué quieres casarte conmigo?.

—Verás, eres muy linda y solo me atrae tu belleza. Haré que te cases conmigo por capricho, solamente.Y no solo eso, tú me servirás para atraer a alguien que quiero, no pienses que lo hago porque puedas interesarme, solo eres el pago de una deuda, así que ahora firma.

—No. No soy un objeto que puedas usar.

El hombre en una brusca reacción le dio una bofetada seca en el rostro.

—¿Quién te crees que eres, sucia andrajosa?. O haces lo que te digo, o te mataré con mis propias manos, ¿entendido?. Firma ahora.

Magdalena firmó el papel de matrimonio con lágrimas en los ojos y tocándose la mejilla donde recibió la bofetada.

Ese papel que firmó fue la sepultura de su libertad y la puerta de un largo y doloroso infierno que la esperaba.

Desde entonces, fue tratada como una esclava.

Le tocaba limpiar la mansión, desempeñando labores de servicio. Los padres de Logan no la querían, y cada vez que tenían la oportunidad, la humillaban junto con su otra hija, la hermana de Logan, Lucía, cuñada de Magdalena.

No solo eso, sino que también tenía que cumplir el papel de esposa de Logan, teniendo intimidad con él, quien la trataba con brusquedad y sin compasión hasta que estuviera satisfecho.

Así es como Magdalena tiene que vivir, sujeta a una familia que solo la humilla y menosprecia.

Estoy embarazada.

Presente

Magdalena toma un taxi y se dirige a su casa, pensando en el futuro que les espera a ella y a su bebé. Independientemente de lo que suceda, está decidida a no permitir que nada le ocurra a su hijo.

Después de unos minutos, llega a su destino, se baja del taxi y entra a la casa. Aparentemente, todo está normal; no hay nadie alrededor. Suspira aliviada y da pasos suaves para subir las escaleras.

De repente, escucha una voz que le grita desde un rincón de la casa.

—¡Detente! ¿A dónde crees que vas?.

Al escuchar esa voz dominante y fría, Magdalena detiene sus pasos, quedando fría y sin habla. Apreta fuertemente su vestido, sin saber qué hacer. Su corazón late tan rápido que parece querer salirse de su pecho. Cierra sus ojos por unos segundos y luego los abre, girando lentamente su cuerpo hacia el lugar donde se escuchó la voz.

Mira y allí, en la esquina de la sala, está sentado Logan en un sillón con una copa de vino en la mano.

Él no la miraba directamente, sino que centraba su atención en la copa de vino, frotando su dedo alrededor de ella.

—¿Dónde estabas y con el permiso de quién saliste? —preguntó Logan con una voz fría y un rostro terrorífico que infundía miedo con solo mirarlo.

—Yo...

—¡Habla! ¿Dónde estabas?.

—Yo solo me sentía un poco mareada, y como no había nadie en la casa, decidí ir al hospital, eso es todo —respondió Magdalena, asustada y temblando de miedo.

—¡Mentirosa! De seguro estabas revolcándote con otro, ¿verdad? Eres de esa calaña.

—No, te lo juro, Logan. Solo fui al hospital.

—A ver, ¿y qué tenías?.

—Yo...

—¿Lo ves? No puedes responder porque es mentira.

Logan se levantó del sillón, dejó la copa de vino a un lado y se dirigió hacia Magdalena.

Ella estaba pálida, no sentía sus piernas, tragó un poco de saliva y empezó a sudar.

—Umm... Yo no quiero hacer esto, pero tú me das motivos, pequeña zorra.

—N-no, Logan, por favor, no lo vayas a hacer, te lo pido.

—Sabes que no sirve de nada que pongas esa carita de mosca muerta.

Magdalena lentamente dejó correr sus lágrimas por sus delicadas y suaves mejillas. Retrocedió lentamente, dando pasos hacia atrás.

—No, Logan, por favor...

Logan se acercó rápidamente y la agarró fuertemente de su frágil cabello.

—Te dije que no puedes salir sin mi permiso, pero tú no obedeces —le da una bofetada y ella cae al suelo de inmediato.

—Logan, no, por favor, no me pegues.

La levanta y nuevamente le da una bofetada bruscamente, haciendo que su labio sangre.

Logan se detiene por un momento para decirle:

—Eso es para que sepas que, aunque te estés muriendo, no puedes salir sin mi permiso. ¡Pedazo de basura!.

Magdalena está tirada en el suelo, tocándose su rostro ensangrentado. No se atreve a decirle que está embarazada por miedo a que la vaya a matar.

Pero Logan sigue golpeándola hasta que Magdalena no puede más y le confiesa todo.

—¡Logan, detente! ¡Estoy embarazada!.

Todo queda en silencio por un momento, y Logan se detiene.

—¿Qué dijiste?.

—Que estoy embarazada, el doctor me dijo que esos mareos que sentía son porque estoy esperando un hijo tuyo.

—¡No! No te creo, es otra de tus mentiras para que dejara de golpearte, ¿no es cierto?.

—No, te lo juro, es cierto. En la carpeta están las pruebas.

Logan rápidamente toma la carpeta que está en el suelo y la abre, leyendo los documentos que están adentro. Deja caer los papeles al piso y ve a Magdalena tirada en el suelo. La sostiene del brazo y la levanta.

—¿Por qué no te cuidaste? ¿Esto lo haces para atarme a ti, verdad?.

—De qué hablas, Logan. Yo siempre me cuidé, no sé qué pasó, además, ¿por qué atarte a mí si de todas formas soy tu esposa? —inquirió Magdalena entre lágrimas y con el rostro sangrando.

En ese instante, entraban los padres de Logan.

—¿Qué está pasando esta vez, Logan? —pregunta la madre de Logan con desconcierto.

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