Muchas veces las cosas ocurren de la forma en la que menos te las esperas. Y cuando eso sucede, no sabes cómo sentirte, que cara poner, o siquiera creer que lo que ves es real.
Estaba en su departamento lamentándose al ver el resultado de la prueba de embarazo, aún dudaba de que aquella sea la respuesta correcta a su estado.
—E-esto está mal, ¿verdad?
Estaba impactada, sus manos temblaban mientras apretaban aquel aparato. Todavía no podía asimilar lo que está pasando frente a sus ojos. “Dos líneas”, para las personas que lo planean y esperan, es una completa felicidad; mientras que para Emma era todo lo contrario, era miedo lo que su rostro reflejaba. Quería asegurarse de que era real, así que una y otra vez se realizó aquella prueba con la esperanza de que arroje negativo.
"¿Desde cuándo desconfió en estas pruebas? Soy una tonta"
Después de un tiempo se rindió, era inevitable, estaba embarazada. Sentada recordó que lo que estaba viviendo ahora, había sido por un suceso de hace dos meses.
El chico dos años menor que Emma dijo emocionado —Me voy a casar.
Emma se puso pálida de un momento a otro y dejó caer la comida que estaba a poco de llevárselo a su boca.
El restaurante era uno de los más lujosos de la ciudad, su estructura tan delicada que encantaba a más de uno, en este solo asisten quienes pueden pagar por su platillo principal.
Andrés Wilson estaba alegre, poniendo una sonrisa ladeada por la expresión de su amiga, era justo como se la imaginaba. Aquel empresario de 25 años no era como el mundo lo tachaba, no era el frío CEO al que todos debían temer, o quizás sí, por sus pesadas bromas.
Tomó un sorbo de agua y preguntó con miedo mientras fingía una sonrisa —¿Es una broma?
Andrés dejó de sonreír y la miró con seriedad al momento de negar lo que Emma preguntó.
—Ella está por venir, te aseguro que no es una broma…
Emma Davies dejó de escuchar lo que su amigo decía, era mucho para procesar para la hermosa doctora. Todos sus sentimientos fueron aplastados con tan solo cuatro palabras.
—Lo siento.
Eran las únicas palabras que pudo susurrar mientras apretaba el pedazo de tela que estaba sobre sus piernas, tenía un nudo en la garganta, su corazón la asfixiaba. Se levantó y caminó hacia la salida, tenía ganas de llorar, pero no lo iba a hacer en público o delante de alguien, ni siquiera en frente de su amigo.
Andrés no entendía la actitud de Emma, por más que lo pensó, no había razón para que su amiga actuará de tal forma.
Estaba siguiéndola, no podía dejarla sola, pero se tomó con su prometida —Mi amor.
—Hola, cariño —dijo la bella mujer de ojos claros.
Andrés no iba a desperdiciar la reserva que hizo y sin pensarlo dos veces disfruto de la comida y compañía, después aclararía las cosas con Emma, no es como si su amistad se hubiera roto.
—Vi a mi hermana, ¿estabas con ella? —preguntó con una sonrisa que no irradiaba felicidad, si no odio y desprecio.
Eun-ji Lee, la menor de las gemelas, no estaba contenta con tener una hermana como Emma. Si pudiera desaparecer con un chasquido, lo hubiera hecho desde el primer día que la conoció.
—Le comenté que “nos vamos a casar”. No pudo quedarse porque la llamaron del hospital. Eso es todo.
Todo lo que le dijo no era más que mentiras. Sea cual sea la razón para que Emma se haya ido, no iba a dañar la imagen de su amiga, él más que nadie sabía de la horrible relación que tenían ambas mujeres.
Después de ello, la cena fue de lo más tranquila, apenas y conversaban de lo que habían hecho.
Cerró la puerta despacio y se dejó caer, no aguantaba más reprimir lo que sentía. Lloro en silencio, mientras abrazaba suavemente a Oreo, su perro caniche de dos años.
Había pasado una semana y Emma seguía adelante, durante aquel tiempo no contestó las llamadas de Andrés, aún no se sentía lista para enfrentar aquella realidad, estaba siendo algo infantil por no apoyarlo.
Una llamada hizo que dejara de pensar en tantos problemas que la atormentaban. Era Kim Lee, su mamá, si así se le podía llamar, después de soltar un enorme suspiró y aclarar su garganta contestó de forma seca. Del otro lado, una voz alegre se escuchó, aquella llamada no duró más de dos minutos, los dos minutos más largos y tormentosos para Emma.
—¿Con qué cenar?
Emma se sintió desilusionada, recostándose en su silla por su mente, solo cruzaban las palabras esplendorosas de su madre dirigidas a sus medias hermanas.
“Se va a casar nuestra hermosa Eun-ji”
“Eun-yeong vendrá de visita, apuesto a que luce mejor ahora”
“Eun-yeong y Eun-ji son mis preciadas hijas a las cuales quiero”
“Deberías salir y conocer a alguien, no querrás envejecer sola”
—¿Eso es lo único que tienes para decirme, madre?
No había más que un sentimiento de nostalgia y arrepentimiento. Si tan solo su padre no hubiera muerto, si tan solo su padrastro no la hubiese salvado. Todo sería distinto, todo.
Una cena en donde solo el delicado toque de la vajilla era escuchado por Emma. Mientras que el resto platicaba con alegría de lo que habían hecho, Emma solamente quería que todo acabara lo más pronto posible. Incluso fingía debes en cuando una sonrisa por su padre y hermano.
—Vamos a la sala, mi invitado está por llegar —comentó Eun-ji con malicia.
Todos sabían de quién se trataba, no era un secreto que Andrés formaría parte de la familia Lee, todos eran conscientes, todos menos Emma. Siempre dejada a un lado, como si no existiera. Era un capricho de Eun-ji que Emma no supiera, con una falsa excusa que todos creyeron de manera ilusa.
Seung Lee se acercó a su hija Emma y le susurró—Mantente firme, lo siento, debí habértelo dicho.
No entendía aquellas palabras, hasta que Andrés cruzó la puerta con un ramo de flores violetas y vio como Eun-ji perdió los modales y se aventó hacia él.
“¿Cómo…? ¿Cuándo se conocieron?”
Por su mente solo pasaban preguntas a las que ella conocía las respuestas, pero se negaba a aceptarlas.
Dos horas fingiendo una sonrisa no era para nada difícil, según Emma. Ya en el cuarto de huésped que le brindaron pudo dejar de pretender ser alguien que no es. Aunque sin previo aviso, la mayor de la gemela entró, queriendo atormentar la mente y el corazón de la hermana menos deseada.
...Gracias por leer mi nueva historia, espero que sea de su agrado. No olvides dejar tu comentario y me gusta, eso me motiva y ayuda....
...Y sin más......
...¿Qué les pareció este prólogo?...
Amalia Smith no es alguien a quien le gusta molestar a sus amigas, pero se sentía preocupada desde hace mucho. Por más que invitaba a Emma a salir, esta última la evitaba y eso la ponía de mal humor a la pelirroja.
Tocó delicadamente la puerta, pero no obtuvo respuesta, así que esta vez fue más dura de lo normal.
—Ya voy —dijo la desorientada Emma, que aún no salía de su trance.
Recordar lo mal que la pasó hace dos meses la hacía no pensar de manera racional.
—Hola. ¿Cómo así? —preguntó mientras sonreía de forma nerviosa.
—No contestas mis llamadas, así que aquí me tienes. Oye, por cierto, vi-
Amalia dejó caer las compras que había hecho en cuanto vio las pruebas de embarazo de su amiga, todas ubicadas en la pequeña mesa que estaba aún lado del escritorio de dibujo.
—¿Qué es esto? No, sé lo que son —dijo en medio de la conmoción que había. Emma corrió a taparlas con una manta sucia de pintura roja que estaba tirada en el suelo. Mientras se moría de la vergüenza, trato de explicar lo evidente.
—Son tuyas, eso es más que obvio.
Hubo un silencio incómodo, Amalia trató de juntar las piezas, ¿Cómo era posible que su amiga está embarazada si no tiene pareja?
—¿Y quién es el padre?
No había nada de intromisión en ello, solo preocupación. Había conocido a Emma desde hace doce años, así que estaba preocupada.
—No… no lo sé.
—¿Qué? —gritó con todas sus fuerzas, lo cual hizo que los pajaritos que estaban en el árbol de afuera salieran huyendo.
Al ver la expresión de preocupación de su amiga, decidió no armar un alboroto. No era algo tan importante conocer quién era el padre, si no cómo se sentía Emma al respecto, cualquiera que sea la decisión de ella, la ayudaría a ojos cerrados.
—Necesito ir al hospital y confirmarlo.
Emma sabía bien cómo hacerse una ecografía, pero no se sentía con ánimos para hacérsela. Se vistió con lo primero que encontró en su armario y fue a un hospital diferente. Mientras esperaban el turno, conversaron un poco de lo que sucedía, Amalia solo asentía, dejo que Emma se expresara libremente; era su forma de brindarle apoyo y no presionarla.
—Fue simplemente una aventura de una noche, no hay mucho que pensarlo —comentó nerviosa.
—Entiendo.
—También f-fue mi p-pri-primera vez —dijo tartamudeando al punto de sonrojarse.
—¿Te acuerdas como lucia?
Absolutamente no, por más que intento recordar aquel día, no podía. Ligeramente, negó con la cabeza, no sabía cómo sentirse, había sido tan irresponsable aquel día, dejarse llevar por el alcohol era de lo peor para ella.
"¿¡Acaso tenía mucho deseo sexual...!?"
—Puedes dejar de meterte en mi vida, no soy un niño.
Emma dirigió su mirada hacia aquella voz conocida, entre la multitud del hospital logró ver a Noah Jones, un amigo de su hermano. No le agrado la expresión de enojo de él, así que se acercó. Amalia se apresuró a seguirla, tenía miedo de que se tropezara.
Lo tomó de la mano, al mismo tiempo que dijo su nombre —Noah, ¿te encuentras bien?
El chico de 17 años se puso tímido, por el disgusto no se dio cuenta que había alzado su voz —Si, es solo que no soporto que mi hermano me acompañe a recoger mis resultados de unos exámenes —. Dijo luciendo algo tierno e inocente, lo cual es completamente diferente a como es en verdad.
Al darse la vuelta para observar al hombre que estaba acompañando al chico se quedó inmóvil.
—Tú…
Ella recordó donde vio aquel rostro guapo, y no solo eso, también como lucía sin ropa. Su corazón comenzó a latir aceleradamente, sus mejillas se tornaron de un color rosa, sus manos sudaban y temblaban. Sin dudas, era él, el hombre con el que pasó una noche extraordinaria.
—¿Estás loca? ¿Cómo puedes correr de esa manera?
—Lo siento, con permiso —dicho ello trato de esconder su vergüenza detrás de su amiga.
—Doctora Davies, ¿se encuentra bien? —preguntó Noah preocupado.
Emma no pudo responder, su turno para pasar al consultorio fue anunciado. Se moría de la vergüenza y aun así caminó con la frente en alto, como siempre lo ha hecho.
Después de la revisión la obstetricia Lilia Bruce confirmó las sospechas de Emma. Efectivamente, la más amable doctora del hospital W, estaba embarazada.
—Así es, señorita Davies. Tiene ocho semanas de embarazo.
Emma se sentía incómoda, conocía a la persona que la estaba atendiendo, así que de forma respetuosa le dijo que no fuera tan formal con ella. Lilia se rio, hace mucho tiempo que no veía a su vecina de la infancia, así que creyó que debía mantener la distancia.
—Lo siento, es increíble volver a verte. ¿Felicidades?
—Aún no creo que esté embarazada.
Lilia la conocía bien, sabía del sufrimiento de Emma, así que midió sus palabras, no se perdonaría lastimarla. Le entregó la ecografía que le había hecho y la dejó irse, después con más calma hablarían.
Amalia estaba a pocos pasos de la puerta, esperando ansiosa los resultados de su amiga.
—Estoy embarazada.
Amalia no sabía cómo reaccionar, así que preguntó —¿Qué debo hacer?
—¿Qué crees?
Emma sonreía de una forma hermosa, no había vacilación en la mirada de ella, así que Amalia se tranquilizó. Incluso si después hubiera dudas en la futura madre, estaría ahí para apoyarla.
La abrazó y susurró —Felicidades.
—Doctora Davies. ¿Cómo le fue?
La revisión de Noah había terminado satisfactoriamente, los resultados que tanto le habían pedido sus padres los tenía y por suerte todo estaba en orden.
—Bien.
—Es bueno saberlo.
El joven estudiante se sorprendió, en todo el tiempo que la lleva conociendo jamás la había visto sonreír de una manera cálida, siempre eran forzadas.
“A Lucas le encantaría verla así, apostaría por ello”
—Noah. ¿Qué tal si nos presentas? —habló su hermano, quien, aunque no lo parecía estaba más nervioso que el resto.
—Claro. Doctora Davies, él es mi hermano, Liam. Ya sabe de lo que a veces le hablo. Liam, ella es Emma Davies, doctora en el hospital W.
Emma se sonrojó, no podía creer lo pequeño que es el mundo o mejor dicho la ciudad.
Noah no era alguien que se interesara en los asuntos de los demás, pero ver a la hermana de su amigo y hermano juntos era algo inusual y que demandaba muchas preguntas.
—Voy a hacer directo, ¿¡El hijo qué estás esperando es mío!?
Liam estaba completamente seguro, durante dos meses había estado buscando a la mujer con la que pasó la mejor noche de su vida. Y aunque no la había encontrado, no se dio por vencido.
“¿Quién hubiera imaginado que el destino nos uniría una vez más?”
Tal como ganar la lotería, la noticia de ser padre hacía que su corazón latiera aceleradamente sin que pudiera calmarlo.
Sentados en una banca a la orilla del río, la ligera brisa golpeaba el rostro de Emma, ¿cómo decirlo?, no sentía temor por decirle la verdad al hombre que tenía a un lado de ella.
—Así es, es nuestro hijo.
Un hijo que nadie había planeado estaba en su vientre, con su pequeño corazón latiendo, deseando ser amado por sus padres.
—¿Qué deberíamos hacer?
Emma no entendía la interrogante del guapo hombre de ojos verdes, tez bronceada y cabello oscuro.
—No voy a forzarte a que tengas un hijo que no quieres, incluso si yo lo quiero. No soy nadie para hacerte pasar por algo que no quieres, incluso si yo fuera tu pareja te lo hubiera preguntado, ¿quieres al niño que está creciendo en tu vientre?
“¿Qué si lo quiero?”
No era nada raro que Liam preguntara sobre ello, todas las mujeres con las que se había involucrado siempre querían algo, dinero.
Incluso cuando una de ellas quedó embarazada, lo primero que hizo fue abortar de forma clandestina, lo que ocasionó la muerte de ambos. Ella pensó que era lo mejor, solo era sexo casual, no imagino que Liam era un hombre que la apoyaría, y desafortunadamente aquella mujer se lanzó sin mirar atrás.
Así que sin importar cómo sucedieron las cosas, él se iba a asegurar que si él dejaba a una mujer embarazada la apoyaría en su decisión, sea cual sea esta.
Había algo diferente esta vez, Emma no era como el resto de mujeres, es más si no hubiera quedado embaraza, él quería seguir a su lado.
—Amo a la persona que está en mi vientre.
No había dudas de ello, pero aun así tenía miedo después. Conocía muy bien su estado mental, pero haría lo que fuera por ser feliz sin importarle ello.
Aún no comprendía las verdaderas intenciones de Liam, a diferencia de su mente, su rostro no demostraba ninguna emoción, tan raro eran los CEO.
—Debo atender unos asuntos, pero hablaremos después con más calma. No quiero presionarte a elegir algo que no quieres.
Liam tenía inseguridades muy grandes con respecto al tema, pero aun asi el pensó con seriedad y certeza “Incluso si lo quiero, no te forzaré. Lo prometo”
Ni el mismo se entendía.
"¿A quién amo? ¿Es interés o amor?"
Emma dejó que Liam se fuera primero y después de que desapareció de su vista, ella se dirigió a donde se encontraba su amiga.
—¿Ese era el padre del feto? —Amalia se sintió intrigada, había viajado por muchos países, pero jamás se había topado con alguien tan guapo.
—Sí. Es tu tipo, ¿verdad?
—Sí y no.
Una pequeña risa provino de ambas, era raro hablar de los gustos de ambas.
—¿Señor Liam, dónde estuvo?
Lo que más detestaba era que lo interrogaran, quería estar solo y reflexionar, pero era imposible si su asistente aparecía cuando menos lo esperaba.
—Deja las formalidades, solo estamos los dos.
Isabella negó una y otra vez, mientras miraba a Liam en la pequeña mesa que había en la oficina dejó dos tazas de té.
—Has estado inquieto durante más de dos meses, ¿Qué pasó?
—Me voy a casar en tres meses —decir aquellas palabras hacia que sus orejas se tornaran rojas.
Aquella respuesta hizo que Isabella escupiera el té que tenía en la boca, de inmediato cogió unas servilletas y limpio el desastre que hizo. Era algo impresionante, la familia Jones sin duda amara aquella noticia.
Y antes de que su primo y jefe le dijera una sola palabra, ella le informó que ya había reservado la Wave Hill y que esperaba que la novia participará en la elección de los arreglos.
—Tan eficiente como siempre.
—Gracias.
Isabella era dos años menor que Liam, pero ya estaba casada y era madre de una niña, así que escuchar de la vida del resto era uno de sus pasatiempos. Cada palabra que decía el CEO era algo que la “reservada” mujer no podía creer.
“¿No te estás apresurando?”
Había cierto temor con relación a si en verdad él había logrado enamorarse de alguien, después de todo su vida había sido muy dura todos estos años.
Amalia decidió acompañar a su amiga durante su gestación, sabía que Emma iba a tener momentos complicados, conocía lo insegura que se puede poner de un momento a otro y no quería que sufriera por ello.
Sin previo aviso, la hermosa mujer de cabello castaño salió muy temprano de casa a la mañana siguiente, quería y se sentía responsable de darle la noticia a su madre.
A pesar de la mala relación que había lo diría.
—Vaya sorpresa, hermana mayor —dijo rechinando los dientes como un animal a punto de atacar.
Eun-yeong detestaba a más no poder la presencia de su hermana, volver a verla después de la cena de compromiso era de tan mal gusto. Y estando a nada de aventar la puerta para que se vaya, Lucas se acercó y abrazó a su hermana mayor.
—Mi dulce Emma, Te extrañé.
Emma se sorprendió, no importa cuánto pasará, Lucas siempre iba a actuar tierno con ella.
—Yo también te extrañe.
—Entra, estamos a punto de desayunar.
Emma no pudo negarse, tenía hambre y como ahora tenía a un bebé en su vientre con más razón debía hacerlo.
—Adelántate, yo te sigo atrás.
—Vale, no tardes.
Lucas dejó que su hermana mayor se dirigiera hasta el comedor, de pronto su sonrisa dulce se convirtió en una expresión de desprecio hacia Eun-yeong, esto hizo que ella retrocediera.
Tenía 18 años, aun así, era más alto que sus tres hermanas. Su actitud era tierna con todos, pero Eun-yeong no esperaba que se rebelara contra ella de esa forma.
—Deja de actuar infantil—fue lo único que dijo, a pesar de que quería ponerla en su lugar, no debía perder más tiempo discutiendo con alguien que no entiende.
El corazón de Eun-yeong latía aceleradamente, las palmas de sus manos sudaban, un viento frío había recorrido su espalda. Tenía miedo, como nunca antes, ella sentía miedo.
La cena fue entretenida gracias al joven, pese a eso se respiraba amargura entre los presentes.
Emma después de hablar con Lucas, fue donde su madre se encontraba —Madre, puedo tener un minuto de tu tiempo.
El tiempo parecía haberse detenido con tan solo unas cuantas palabras, después de todo Emma dejó de llamarla “madre” desde hace mucho tiempo.
En cuanto a Kim, ella se mordió sus labios que temblaban con sutileza, soltó un pequeño suspiro y se dio la vuelta para afrontarla.
—Di lo que tengas que decir y vete.
Nada había cambiado en diecisiete años. Las gemelas que miraban de lejos sonreían victoriosas, amaban ver como madre e hija destruyen lo poco de su relación.
El estudio de la casa era silencioso, no se escuchaba ningún ruido de afuera, Emma no sabía cómo comenzar, se sentía mareada, tenía ganas de vomitar. La señora de cabello oscuro como la noche y ondulado como las olas de mar encendió un cigarrillo sin tener en cuenta los sentimientos de su hija, estaba nerviosa.
—¿Podrías apagarlo, por favor?
Kim negó, era lo único que la mantenía cuerda y con la boca cerrada como una tumba. Debía seguir así o todo se vendría abajo.
Emma retrocedió lo suficiente como para que el olor no llegara a ella y preguntó algo que hace mucho quería saber —¿Por qué me tratas así? ¿No soy tu hija?
Aquello hizo que Kim estuviera a nada de soltar el cigarrillo de su mano y abrazarla como cuando Emma apenas tenía cinco años.
Fingió despreciarla y sin indiferencia dijo —Te di la vida, ¿Qué más quieres? ¿Crees que todos los hijos son deseados?
Mientras suplicaba perdón hacia Emma.
"Lo siento, hija..."
El corazón de Emma se aceleró, cada palabra dicha por su madre era como cuchillas que la cortaban una y otra vez sin parar.
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