Esta soy yo. Samantha Walas, tengo 18 años y con tan corta edad he vivido lo que muchos pensarán que es una locura.
Todo comenzó en un día de Halloween, como saben, en estas fechas el terror no pasa desapercibido.
Un rumor se había propagado por toda la escuela. Se decía que cada noche de Halloween, exactamente un 31, una joven desaparecía.
Como yo, era la nueva de la ciudad no me encontraba muy informada, así que, corrí a oír de que trataba dicha leyenda.
Astrid mi mejor amiga, era la comidilla y envidia del salón. No sólo por su belleza de tez morena, cabello corto y ojos color avellana, también porque había ganado su puesto de miss terrorífica halloween al relatar las historias más horripilantes de la ciudad.
—Bueno, a según. Muchos dicen que una joven virgen desaparece, cada noche de brujas —explico Astrid— Mi abuela dice que no son solo los 31 de octubre, sino que también toda la semana completa antes de ese número.
—Eso sí que da miedo—dijo una chica pelirroja que escuchaba con atención—Pero… ¿Desaparecen sin dejar rastro?
—Tu misma lo has dicho, sin dejar rastro—Continuó Astrid—Así que les recomiendo que tengan sexo hoy las que son vírgenes, porque estarán en peligro desde hoy.
Todas las chicas se comenzaron a reír y yo la miré seria.
—Tú más mi muñeca—dijo esta señalándome.
De inmediato le lancé la goma de borrar. Mientras reíamos.
La clase había acabado y recogimos todo para ir a casa. Astrid se metió al baño y yo la acompañé.
—Entonces joven virgen ¿Vas a la fiesta de Halloween conmigo? —
—¿Cuándo és? — pregunté.
—Pasado mañana —dijo esta mientras se ponía bálsamo en los labios.
— No lo sé, sabes que mamá no me dejara —recalque.
Ella dirigió su atención en mi, sonriendo pícaramente.
—No te preocupes, de eso me encargo yo, déjalo todo en mis manos —comentó—Para que están las amigas.
No me sentía muy a gusto, sin embargo, podía notar la ilusión en sus ojos para que fuera.
—Está bien, pero sabes que no beberé, ni que tomaré sustancias locas —recalque.
—Eso yo lo sé, tranquila. Yo te cuido —aseguro— Además irá Zack, podrás coquetearle un poco.
¡Zack ooooh Zack!
Era mi Crush, mi amor imposible, mi fruto prohibido. Lo veía como un Dios difícil de alcanzar. Si podía ser una buena oportunidad para acercarme y tener algo de contacto, no obstante sabía bien que muchas chicas serían su centro de atención ese día.
—Sé que te encanta, te buscaremos un buen disfraz y lo impresionaras —dijo esperanzada.
Rodee los ojos y salí del baño junto a ella. Nos fuimos en el bus, Astrid se quedó primero y luego de un largo rato llegué a mi parada. Al cruzar la calle, llegué a casa.
Mamá no estaba, debía estar en el trabajo. Su cargo de jefa de enfermeras le daba muchas complicaciones a su tiempo.
Fui directo a mi habitación y abrí la laptop.
Me tumbé en la cama y empecé a ojear las redes sociales, que para mi sorpresa estaban llenas sobre el mismo tema. “Halloween" "Chicas Vírgenes Desaparecidas” “Tomar precaución” “No salir de madrugada”
—Que estupidez —dije para sí misma.
Me encontraba a punto de cerrar la laptop cuando una llamada por Skype de Astrid me alertó.
—¿Qué sucede? —dije aceptando su llamada.
De inmediato corrió hacia un lado y de una bolsa de regalo sacó un disfraz mega sexy de diabla.
—¿Qué tal? —preguntó.
—Pues... Es bonito, supongo— opiné.
—Eso no es nada —dijo saltando de emoción—mira esto.
Volvió a correr y regresó con otra bolsa, pero cuando sacó lo que contenía me di cuenta de que era otra cosa diferente. En este se hallaba un vestido blanco semi corto, con varios fondos, en la parte inferior era de un color perlado, y detrás traía unas alas que caían muy sutilmente.
—Es para ti —gritó.
—¡Que! ¡No! —dije alzando la voz
Ella rodeó los ojos y dijo decidida.
—Te lo pondrás lo quieras o no — y colgó.
A veces Astrid, se pasaba de intensa. Cerré la laptop y me dejé caer en un profundo sueño.
Después de unas cuantas horas, sentí las manos de mi madre sobre mi rostro.
—Ya llegué cariño —informo—Traje cena.
Le sonreí y la abracé.
—Perfecto ¿Cenamos mientras vemos una peli? —sugerí.
—Lo que sea con tal de que no salgas —
¡Oh por Dios! Mi madre creía en esa tonta leyenda.
—¡Mamá es en serio! —exclamé—No me digas que también crees en esa estúpida leyenda.
—Hay que mantenernos precavidas, además no conocemos muy bien del todo esta ciudad —informó— Que sabes tú si detrás de esta leyenda, existe una verdad más oscura.
—¿Qué verdad oscura puede existir? —dije observándola incrédula.
— Que si desaparezcan las jóvenes, pero que en vez de que sean monstruos sean maleantes que se aprovechen de estos días para sembrar el caos y el miedo —
Bueno, de cierto modo, no había fallas en su lógica.
—Así que todos estos días no saldrás —concluyó abrazándome.
¡Adiós fiesta! Dije en mi mente.
En clase le comenté sobre el asunto a Astrid, que de inmediato me puso una mano en mi hombro en señal de calma.
—Tu tranquila, que tengo todo controlado —
En serio que su optimismo no me abarcaba, y ni al caso, si no me dejaban tampoco me quejaría. No era muy fans de las fiestas, y mucho menos la de disfraces.
Me disponía a oír al señor Murray cuando note algo extraño.
Olivia Witers, la peli roja que escuchaba con nosotras la historia, no se encontraba en su puesto habitual.
Astrid notó lo mismo y murmuró por lo bajo.
—Olivia no llegó, es la que menos falta a clases —susurro—demasiado raro.
—Solo es una coincidencia —comenté.
—Escéptica —dijo en tono sarcástico.
La clase continuó, hasta que llegó la pausa para comer.
En el comedor nos esperaba una larga cola, y entre murmullos de quienes esperaban con ansias su comida, nos enteramos de que varias chicas de otras secciones habían faltado a clases. Entonces me entró algo de miedo. No obstante cuando regresamos al salón nos llevamos una gran sorpresa.
Olivia se encontraba allí, pero no en su puesto de costumbre sino en el último puesto del salón. Cargaba una sudadera, un poco sucia, su pelo caía como telaraña por toda su cara. Se le notaba cansada, puesto que, sus ojeras marcaban toda la palidez de su rostro.
¿Que le había pasado?
Nos acercamos, pero ella no hizo ningún gesto al vernos. Solo observaba por la ventana.
—Hola Fresita —Saludo Astrid—¿Qué pasó? ¿Por qué llegaste tarde a clases?
No contestó, parecía no importarle la preocupación de Astrid.
Me senté frente a ella, tomé parte de la maraña que caía sobre su cara y lo coloque detrás de su oreja.
—¿Estás bien Olivia? —pregunté delicadamente.
Está vez, me miró y sin decir nada se levantó y salió del salón.
—¿Y a esta que bicho le pico? —dijo Astrid mirándome, mientras yo le devolvía la misma mirada de incredulidad.
Luego de ese momento tan incómodo no volvimos a verla el resto de la clase.
—Tal vez este enferma y le da vergüenza admitirlo —opino Astrid mientras íbamos en el bus de vuelta a casa.
— Si, a lo mejor, se le notaba muy decaída —comente.
—Si verdad… Mejor cambiemos de tema —sugirió—Mañana es el gran día.
—Por supuesto —dije con pocos ánimos.
Astrid me abrazó.
—Vamos tonta no seas aguafiestas, todo saldrá bien —
—Solo, no me vayas a dejar sola — supliqué.
Ella se sacudió en su asiento, y se puso una mano en el corazón.
—Jamás te dejaré sola, te lo prometo —
Reímos mientras la abrazaba.
Como es costumbre llegué a casa y mamá no estaba. En su lugar se encontraba una nota de algunas tareas que me había asignado.
Sin perder tiempo las hice y me fui a mi habitación. Saqué mi laptop y abrí las redes.
Miles de comentarios rondaban en Instagram y Facebook acerca de lo sucedido hoy. "Clara no llegó a clases" ¿Alguien vio a Daisy Hoy? ¡Cristina también faltó, y hoy presentábamos un examen importante!
Me llegaba la imagen del rostro de Olivia pálido, ojeroso, y se me llenaba la mente de miles de supersticiones.
Decidí no agobiarme más y ponerme a estudiar.
Después de una largas horas de estudio, me percaté que ya había anochecido. Mamá llegó y cenamos, mientras lo hacíamos me comentaba sobre su día.
—Hoy fue un día muy estresante —
—¿Por qué? —pregunté.
—Llegaron varias pacientes, féminas la mayoría, con una especie de Shock postraumático —dijo dando un sorbo a su té—Palidez, piel fría, sus madres se encontraban desesperadas además de que tuvimos que estabilizar sus temperaturas y hacer varios exámenes.
Al describir eso, recordé a Olivia y le hablé sobre su caso.
—Parecía Ida, también estaba pálida y algo sudorosa. De hecho nos ignoró y se fue como si nada —
—Ha de ser un nuevo virus que está en el ambiente, por más razón Samantha te prohíbo salir —recalcó— De clases a casa y de casa a clases.
Y seguía con esa idea, aún no entendía como le haría Astrid para sacarme permiso para mañana.
En fin, luego de esa charla tan alucinante me fui a dormir hasta el día siguiente.
La alarma sonó retardada; sin embargo, llegué a tiempo.
Al entrar al salón me percaté que varios asientos se hallaban vacíos. Según el profesor Murray varias chicas se encontraban muy enfermas y en sus casas, pero que no nos preocupáramos, ya que, la mayoría se recuperaban como es debido.
—No creo que la fiesta se haga con toda esta pandemia ¿Verdad? —le comenté a Astrid mientras íbamos de camino a la cafetería.
Ella se detuvo en pleno pasillo mostrándome su teléfono.
—Mira... Ashley aún sigue en pie con la fiesta y vamos a ir, ninguna gripe nos va a detener —dijo con entusiasmo.
Definitivamente, a Astrid no la vencía nadie.
La clase terminó con lentitud y antes de salir del instituto, mi amiga e inventora de las más grandiosas mentiras, llamó a mi mamá.
—¡Hola! Buenas tardes, señora Sandra ¿Cómo está?. Oh me alegro. Mire aquí estoy con Sam, sí… Ya vamos a casa solo que… Quería pedirle permiso para que se quede en mi casa, ya que haremos un trabajo muy importante y necesitamos terminarlo. Es para mañana ¿Será que puede por favor? ¡Le prometo que no saldremos! —Se hizo una pausa y continuó— Muchísimas gracias, no se preocupe la mantendremos informada... Bye.
—¿Y? —dije ansiosa.
—Pues... ¡Vas a tener que ponerte el disfraz de Ángel! —
—¡En serio dijo que si! —dije sin poder creerlo.
—Por supuesto amiga —dijo dando saltitos—Sabes que mis mentiras nunca fallan.
La casa de Astrid era grande, y como la mía también la soledad la habitaba.
Cuando se hicieron las seis de la tarde, empezamos a arreglarnos. Me coloqué el vestido y ya me sentía incómoda.
—Creo que es muy corto —comenté.
—Creo que exageras —protestó— Te ves hermosa, si quieres impresionar a Zack, deberás dejar tus Inseguridades a un lado.
Afirme con timidez y me puse las alas. Astrid onduló mi cabello y me adorno con varias estrellas de cristal.
—Preciosa —dijo cuando finalizó mi maquillaje.
Me miré en el espejo, el maquillaje que había utilizado era sutil. De colores cremas y no tan exagerado algo que me gustó muchísimo.
Al terminar de arreglar sus cuernos y su cola, llamó un taxi, que nos vino a buscar y en quince minutos ya estábamos en casa de Ashley.
¡Feliz noche de brujas! Decía cada disfrazado que nos veía.
Nos ofrecieron bebidas algo que yo rechace de inmediato. En cambio, Astrid se veía feliz, puesto que, en cada mesa agarraba un vaso diferente.
Había mucha multitud, entonces me vi en la obligación de agarrarme de ella. No sabía a dónde íbamos, solo me dejaba guiar.
En el centro del salón había solamente un sofá vacío y Astrid me guio hasta allí.
—Quédate aquí, vuelvo enseguida —
—¡Qué! Dijiste que no me dejarías sola —proteste.
—Tranquila, únicamente iré por ponche y una soda para ti —aseguró.
Astrid desapareció entre la gente, y yo no pude evitarlo. Me sentía incómoda, indefensa y torpe. Una torpe Ángel que no debió ir a esta fiesta.
De pronto sentí que me observaban, y buscando me encontré con la mirada de Zack. Esté lucia su disfraz de piloto de fórmula Uno, se acercó sentándose frente a mí.
—¡Wow! Pero que bonito ángel me he encontrado en esta fiesta—
¡OMG! Esto en verdad parecía un sueño.
—Gracias —dije con timidez.
—Es un placer. Eres Samantha ¿no? Creo que estamos juntos en estadística —
¡No puede ser! ¡Sabía de mí!
—Sí, es correcto —
El paso una mano por su cabello para luego decir algo que me causó nervios y alegría al mismo tiempo.
—¿Te gustaría bailar conmigo? —
Mire alrededor en busca de Astrid, tenía miedo de no hallarla después. Por suerte, ella venía con la soda y el ponche. Cuando noto la situación me hizo un guiño con el ojo y acepte la invitación de baile de Zack.
Me llevó al centro de la pista y coloco sus manos en mi cintura para luego seguir la música que sonaba.
—Te ves bellísima con ese disfraz —
Sentí mis mejillas cálidas, sabía que me había sonrojado ante su comentario.
¡No puede ser! ¡En verdad esto estaba pasando!
De pronto, sentí sus labios agrios sobre mi boca y sus manos en mi trasero. Todo su encanto se había desvanecido, y me llené de decepción. ¿Qué se creía este? ¿Qué era una fácil?
Me aleje de su agarre y me fui en búsqueda de Astrid, que para mi mala suerte ya no estaba en el lugar en donde la deje.
La llamé y no contestaba, salí al patio y tampoco la hallé. Vi a Ashley y esta me comento que la había visto subir las escaleras con un chico.
Corrí y me encontré que después de las escaleras venían como veinte dormitorios. Toque puerta por puerta, pero no todos se abrían, hasta que halle uno semi abierta.
Entre y sin percatarme me llevé la sorpresa de que ahí estaba. Sentí vergüenza al verla sobre una mesa con las piernas enrolladas en la cintura de un sujeto mientras él salía y entraba dentro de su ser.
Mi presencia ahí le causó tanta incomodidad y disgusto.
—Vete de aquí y cierra la maldita puerta Samantha —
Sentí un gran enojo, no solo por haberme dejado sola, también por su reacción. ¡No debí venir! ¡No debí hacerle caso!
Tome mis cosas y salí de la casa. El enojo me hacía caminar más y más rápido.
Llegué a la parada más cercana y traté de llamar un taxi; sin embargo, mi teléfono no marcaba señal.
—¡Rayos! ¡Rayos! ¡Maldita sea! —maldije desesperada.
—No deberías estar a estas horas por aquí —
El corazón me latió a millón por el susto de haber escuchado una voz desconocida.
Mire hacia uno de los asientos de la parada y vi a un chico pálido, de cabello negro azabache con apariencia de gótico - rockero - loco.
Este fumaba un cigarrillo, mientras miraba hacia la carretera desierta.
—Lo siento, pensé que estaba sola ¿Eres de la fiesta? —
—¿Cuál fiesta? — dijo este sin mirarme.
—Olvídalo —dije mientras rezaba para que un taxi pasara, mire la hora ya se pasaban de las doce de la madrugada—Emm... ¿Sabes si a esta hora pasan algún taxi o bus?
Este puso toda su atención en mí, y vi su rostro. Realmente era guapo, sus rasgos, el color azul de sus ojos, tenía tatuajes en su cuello y así mismo en sus brazos.
En otras circunstancias lo hubiese catalogado como un aspirante modelo de revista.
— A esta hora, no hay nada por aqui —informo —¿Donde vives?
Jamás le diría a un desconocido mi dirección, aunque fuese muy hermoso.
—Lejos —
—¿Lejos? Te puedo llevar, mi auto está a la vuelta de la esquina —
En un auto con un desconocido, había visto muchas películas de terror en donde la chica era secuestrada y asesinada solo por haberse subido al auto de alguien que no conocía.
—No gracias yo espero —
Este comenzó a reírse, mientras encendía otro cigarrillo. ¡Pero qué idiota!
—Solo decía, porque parece que va a llover, aparte que se escucha por ahí un rumor de qué...—
—Si, que las jóvenes vírgenes son asesinadas, ya estoy harta de esa leyenda — lo interrumpí.
—O sea que no le tienes miedo —intuyo.
—Hay más cosas de que temer, que esa absurda leyenda —
—De acuerdo —dijo este levantándose, llevándose el doble de mi estatura—Bueno... Suerte.
—¿Te vas? —dije temerosa.
—Por supuesto, solo pare para tomar direcciones —
Esté caminó, y por intuición di tres pasos hacia su dirección.
Él me miró y metió ambas manos en sus bolsillos.
— Mi propuesta aún sigue en pie, la aceptas ¿Si? O ¿No? —
Observe de nuevo la hora, y el teléfono aún seguía sin señal. No tenía otra opción, sería muy peligroso irme caminando.
—Sí, está bien acepto —
Hizo una seña con su cabeza para que lo siguiera y lo hice, eso sí, cuando estaba distraído, tomé varias piedras y las guarde en mi cartera.
En el cruce de la esquina nos esperaba un mustang negro, ni siquiera me abrió la puerta como hacen los caballeros. Lo que tenía de bonito lo tenía de anticuado y odioso.
Subí y cerré tras de mí. El auto desprendía un aroma muy peculiar, un olor que ya me parecía haberlo olido alguna vez.
Cuando encendió el auto, también lo hizo la radio. Y con música de AC/DC dio marcha.
—Entonces... ¿Me dirás donde vives? —
—Solo déjame en la calle Astalon —
—No, pero dime la dirección exacta y te llevo hasta tu casa —
Está insistidera de saber donde vivo me ponía nerviosa.
—No es necesario gracias —
—¿Qué? Piensas que por decirme tu dirección voy a acosarte todos los días ¡Por favor! —dijo en burla —Ni siquiera tienes lo que se necesita para ser acosada.
Realmente este sujeto sí que era engreído.
—¿Quién te crees que eres? —
— Max ¿Por qué? —dijo deteniendo el auto de un golpe.
—Tu ego no servirá para impresionarme —le recalqué.
—¿Quién dijo que te quiero impresionar? — dijo mirándome fijamente.
Por un momento me perdí en su mirada, pero recordé que debía llegar a mi casa y olvidarme de todo esto.
—Solo llévame al lugar que te dije y listo, se acaba esta pesadilla —
Este se quedó un rato estático como si buscará alguna explicación.
—¿Entonces? —
—¡Por qué no funciona! —
—¿No funciona que? —pregunté con su mismo tono de desesperación.
De repente sin permiso, me tomo de las mejillas, robandome un beso intenso y apasionado.
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