PARTE 1
AMELIA
Cientos de cuerpos empapados en sudor se mueven junto a mí, el ambiente está cargado de tensión sexual. Siento como distintas manos recorren mi cuerpo, estoy absolutamente extasiada. Me muevo entre aquellos que desean tocarme, la música suena alta y clara por los parlantes dispuestos alrededor de la pista, luces parpadeantes que se ubican estratégicamente para hacerte perder el sentido de orientación. Veo a muchas parejas deseosas por quitarse la ropa y devorarse mutuamente como si fuera el fin del mundo. Mi vista se vuelve borrosa debido a todo el alcohol que he consumido en estas horas, pero no pienso detenerme; no quiero detenerme.
Este es el único sitio donde puedo olvidarme de todo, olvidarme de quién soy y de lo que me he convertido. Porque esto es mucho mejor que el mundo real, mejor que la crueldad en que me muevo a diario. Donde permanezco rodeada de personas falsas, que solo te sonríen por el peso que tiene tu apellido y por los millones de dólares que mueves a diario en tus cuentas bancarias. Estoy segura de que, si mi situación fuera otra, ninguno de ellos voltearía ni siquiera a mirarme.
Mi familia ha vivido rodeada de lujos y extravagancias desde siempre, mis antepasados crearon una dinastía en la que el poder y el dinero es lo único que importa. No hay lealtad, ni respeto por los demás; nos movemos en un círculo vicioso, lleno de ambición. Puedo decir con mayor seguridad de que fueron ellos, quienes crearon al monstruo en que me he convertido. Si creen que el dinero lo compra todo... pues déjenme decirles que es totalmente cierto. El dinero ha comprado el silencio de muchas personas y ha mantenido a mi familia lejos del ojo de aquellos que quieren destruirnos o de los que ya lo han intentado, y no se ha vuelto a saber de ellos.
Muchos dicen que soy el fiel reflejo de mi padre: Implacable, cruel, manipuladora y ambiciosa. Pero, que sin duda poseo la belleza de mi madre y por supuesto su inteligencia y talento para dominar al sexo masculino. Ellos hacen lo que yo quiero y cuando quiero.
Continúo moviéndome al ritmo de la música, mientras mis pensamientos destilan odio puro. Dejo fluir la ira y el rencor acoplándome a cada nota, envolviéndome en este mar de personas.
De pronto unas manos fuertes me abrazan desde la cintura y me voltean suavemente, sacudiéndome toda la ira que me embargaba. Esos ojos marrones que conozco a la perfección me observan con preocupación y anhelo.
- Señorita Amelia -aquella voz termina por devolverme a la realidad - Señorita Amelia, ¿se encuentra bien?
- No jodas Rafael ¿Por qué me interrumpes? – me aparto molesta.
- Porque son más de las 3 de la madrugada y mañana tiene una junta importante.
- No te traje aquí para que hagas de niñero, te traje para que te diviertas.
La irritación es clara en mi voz, tengo ganas de asesinarlo. Si no lo hago en este momento, es solo porque sería un desperdicio; este hombre practica el mejor sexo oral que he tenido en mi vida.
- Sabes - digo acariciando sus musculosos brazos - deberías aprovechar de distraerte, olvídate esta noche de que tenemos trabajo o de que tienes una novia esperándote en casa.
Veo cómo el arrepentimiento aparece reflejado en sus ojos. No hago más que sonreír, una sonrisa cruel y malvada, ideal para infiltrarme hasta su alma. Camino frente a él haciendo que retroceda, hasta caer sentado en uno de los sillones ocultos por la oscuridad. Apoyo un pie a su costado, mientras mi vestido se desliza por el muslo dejando ver más de lo debido. Jugueteo con mi cabello y lo observo desde arriba, esta posición me excita. Tenerlo a mi completa merced, me encanta.
- Y dime Rafael, ¿dónde piensa Carmín que estás? - pregunto con un tono de voz meloso.
- Haciendo horas extras en la compañía - responde apartando la mirada, pero sin quitar la mano de mi muslo.
Suelto una carcajada y luego me siento a horcajadas sobre él. No puedo ver muy bien su rostro en este sector del club, pero sé que refleja deseo y culpa; como siempre.
Rafael es dos años mayor que yo, tiene novia, una casa y hasta creo que un perro, ¿y ustedes creen que me importa? Pues no. Llegó hace tres años a la compañía, buscando una oportunidad mejor de trabajo y yo se la di sin pestañear, sabía que sería de utilidad en algún momento. Es algo tímido a veces, pero en la cama es fuego, todo lo que deseo de un hombre. Su novia llamada Carmín trabaja también en la empresa de mi familia, ni se imagina las cosas que hago con su novio cuando estamos a solas en la oficina. Con su cara de ángel cubre toda la perversión que demuestra en la habitación.
- Muy bien cariñito - digo rozando sus labios con los míos - creo que es hora de irnos a casa. Vendrás conmigo ¿verdad?
- No creo que sea buena idea, señorita Amelia. Además, tengo que llegar a casa o Carmín puede comenzar a sospechar.
En eso tiene razón, pero ¿a mí qué me importa? Si descubre la verdad, solo él se verá envuelto en problemas, aunque si lo pienso bien perderé a mi fuente más cercana de distracción. Y, a pesar de que no quiera admitirlo, Rafael ha sido leal a mí durante todo este tiempo. Es el único en quien confío y eso ya es todo un reto. Tengo muchos enemigos, algunos heredados y otro lo he ganado a pulso; es por eso por lo que me cuesta tanto creer en las personas, pienso que en cualquier momento me apuñalarán por la espalda.
- Está bien, vete a casa. Pero primero tienes que llevarme al departamento - anuncio a la vez que observo mi perfecta manicura.
- Por supuesto - dice sin quitar sus ojos de mi escote.
Antes de levantarme de su regazo, acerco mi rostro y lo beso. Un beso intenso, que refleja lo mucho que deseo sus caricias. Muerdo su labio inferior y escucho como se le escapa un pequeño gruñido y no solo eso, puedo notar el bulto en su pantalón que va creciendo con cada roce. Me refriego contra él, al punto de sentirme aturdida debido a la oleada de deseo que me embarga. Rafael comienza a moverse más rápido, pero me detengo de golpe obligándome a reprimir el impulso de quitarme la ropa aquí mismo. Ambos queremos mucho más, cruzar la barrera de la decencia siempre se convierte en un objetivo para mí; su rostro trasmite la desilusión de dejar el momento a medias, mientras intenta regular su respiración.
- ¿Entiendes ahora de lo que te perderás por ser tan moralista? - digo al mismo tiempo que me levanto y arreglo mi vestido.
- Está bien, entendí el mensaje - responde tenso - si no voy con usted, perderé una noche increíble de buen sexo.
- Ajá... eso mismo. Además, sabes que en la cama es el único lugar donde puedes dominarme y someterme a tu antojo.
Veo cómo sus ojos se oscurecen debido a mi comentario. Sabe perfectamente que es cierto lo que digo, puedo ser una total bruja y arpía cada día, pero en el dormitorio es el único lugar donde permito que me dominen. Intuyo el debate que debe estar ocurriendo en su mente.
- Está bien, si es así, no tengo donde perderme. Voy con usted - dice por fin.
Ahora entienden lo fácil que me resulta manipularlos. Dales un poco de agua y van a querer beberse el vaso completo.
- Sabes que Rafa... si no lo hubieras pensado tanto, quizá no estaría tan molesta. - digo acariciando su rostro - vete a casa, pediré un taxi.
Dicho eso le doy la espalda y comienzo a caminar hacia la salida, no volteo a mirar, nunca lo hago. Es algo que aprendí con el tiempo, jamás darte la vuelta o demostrarás debilidad. Esto es lo que me enseñaron durante años, la mirada siempre al frente, barbilla en alto y desconfiar de todos aquellos que me rodean. Aún la voz de mi padre hace eco en mi cabeza "Eres superior a todos querida, algún día me agradecerás lo que he hecho por ti. El mundo se arrodillará a tus pies" Sonrío ante aquel recuerdo, sin duda fue él quien moldeó en definitiva lo que soy hoy.
Durante el viaje a casa recuerdo cada momento en que mi padre corregía aspectos de mi personalidad, tenía que forjar mi carácter, decía él; para que nunca nadie intentara pasar sobre mí. Cada cosa que me hizo hacer me volvía mucho más astuta y rápida que los demás, pero lo que más le importaba era que nunca me temblara la mano al acabar con un enemigo. Tenía que estar dispuesta a cualquier cosa para sacarlo de mi camino y creo que me he graduado con honores. Cierro los ojos ante aquel pensamiento, creo que perdí mi alma hace mucho tiempo. Continúo el viaje mirando por la ventanilla, observando fijamente cómo luce la ciudad de noche.
AMELIA
El exceso de alcohol de la noche anterior me está pasando la cuenta, la jaqueca que me atormenta en este momento amenaza con enviarme de vuelta a la cama. Camino por el pasillo que lleva directo hacia mi oficina, mientras el sonido de mis tacones al chocar con las baldosas va retumbando con fuerza en mis oídos. Solo espero que las gafas de sol que llevo puestas cubran las horrorosas ojeras que observé esta mañana en el espejo.
Los empleados cuchichean entre sí creyendo que no me entero de nada de lo que hablan, pero están equivocados, yo siempre lo sé todo. Cuando me convierta en la reina de esta compañía, rodarán muchas cabezas. Se enterarán de quién es la verdadera Amelia Moore, en algún momento me convertiré en la bruja que todos dicen que soy. Mientras tanto, continúo alargando la lista de mis posibles enemigos.
En mi oficina Rafael me espera con una taza humeante de café recién hecho, encima del escritorio - como siempre, sobresale en lo servicial - el atuendo que lleva el día de hoy hace que se enciendan todos mis sentidos, se ve realmente guapo esta mañana.
- ¿Cómo durmió? - pregunta apenas crucé la puerta.
- La cabeza no deja de martillarme -digo masajeando mis sienes - Te dije que me detuvieras si veías que se me pasaba la mano con el alcohol.
- Lo intenté... pero usted dijo que no había llevado niñero - responde encogiéndose de hombros.
Me quito la chaqueta y la cuelgo en el respaldo de la silla, el vestido que llevo puesto, marca toda mi figura. Se ajusta a cada curva de mi cuerpo. Siento la mirada de Rafael sobre mí.
- ¿Cómo terminó tu noche? - pregunto después de varios segundos - ¿Tuviste relaciones con tu novia pensando en que era yo?
Se acerca y deja los papeles que tenía en sus manos sobre el escritorio. Toma mi brazo y me jala hasta su cuerpo, me encanta cuando toma la iniciativa. Cubre mi boca con la suya, sumergiéndonos en un arrollador beso, me toma entre sus brazos y me sienta sobre el borde del escritorio, lanzo al suelo todo lo que hay sobre él. Incluido el café.
Lo acerco con mis piernas hasta sentir su erección contra mi centro, que ya está húmedo y listo para recibirlo. Le quito la chaqueta mientras deposito pequeños besos sobre su cuello, permitiéndome sentir como se contraen los músculos de su cuerpo. Cada beso y caricia aumenta los grados en esta habitación. Levanta una mano para tomar mi cabello y enrollarlo, su agarre hace que mi cabeza se incline hacia atrás exponiendo mi cuello. Comienza a mordisquear cada espacio de piel, mis gemidos hacen que su pulso aumente y sus pupilas se dilaten.
Dejo de acariciar su torso para llevar mis manos directo hasta la cinturilla del pantalón, abro el botón y lo bajo junto a su bóxer. Me quita rápidamente las bragas y se posiciona cerca de mi entrada.
- Pídeme que lo haga - dice con voz ronca.
- ¿Quieres que te suplique que me folles? - pregunto jadeando.
- Sí\, dime que lo quieres y obtendrás todo de mí.
Lo observo y sé que le encanta darme órdenes mientras le suplico que me tome. Le gusta llevar las riendas de la situación, tener el control se vuelve su objetivo una vez que estamos juntos.
- Por favor\, te necesito ¡ya!
- Muy bien\, preciosa. Así me gusta.
Y sin esperar más, entra en mí con solo una embestida. Comienza a moverse más de prisa, sus embestidas son brutales, pero me gusta. Nuestras respiraciones van cada vez más en aumento, no dejo de gemir su nombre. Eso hace que ambos alcancemos el orgasmo en cuestión de minutos. Me siento exhausta, pero feliz.
Nos besamos por última vez, mientras sale de mi interior con cuidado.
No me equivoqué con respecto a Rafael, sabía que quería hacer apenas crucé la puerta; todo en él lo delataba, desde su postura tensa hasta la gravedad presente en su voz. Se acomoda la ropa sin dejar de observarme.
- ¿Quieres quedarte con mis bragas? -sonrío a la vez que las quito del escritorio para sostenerlas con un dedo.
Su respiración se acelera mientras se acerca nuevamente a mí, pero debo detenerlo, no tenemos tiempo para un segundo asalto; hay una reunión importante a la que asistir. Meto la diminuta prenda en uno de los bolsillos de su pantalón y lo beso una última vez, antes de que el teléfono interrumpa.
- Señorita Amelia -escucho la voz de Teresa al otro lado de la línea -Ya todos están aquí\, solo la esperan a usted para dar inicio a la reunión.
- Voy enseguida - digo mirando a Rafael que está recogiendo los documentos esparcidos por el suelo.
Me acerco hacia el espejo que está al final de la oficina para apreciar mi aspecto, tengo las mejillas sonrosadas y mis labios están levemente hinchados por la brusquedad de los besos. Mi piel está radiante como siempre después del sexo. Si alguien me viera en este momento se daría cuenta enseguida de lo que he hecho, pero eso es exactamente lo que quiero que vean. Una sonrisa aparece en mi rostro. Mi padre me lo agradecerá luego.
Rafael me espera ya en la salida, ambos sonreímos y nos dirigimos hacia la sala de reuniones.
Al ingresar tengo todas las miradas sobre mí, miradas que se trasladan desde mis ojos hasta el resto de mi cuerpo; creo que este vestido fue la mejor opción, estarán concentrados en otra cosa mientras juego con sus mentes.
- Señores - digo al acercarme a la mesa rodeada por los hombres más poderosos y ricos del país.
Camino hasta situarme en la cabecera de la mesa, justo al lado de mi padre, que mantiene una mirada de diversión en su rostro. Sabe el efecto que su hija causa en los hombres y siempre se ha beneficiado con ello. Los últimos negocios se han concretado únicamente gracias a mí y mi gran habilidad para manipular.
Mi padre es el hombre más despiadado y cruel que he conocido nunca, a veces creo que no tiene escrúpulos; acaba con todo aquel que considera enemigo en un abrir y cerrar de ojos. Pero, sé perfectamente que soy su favorita, me lo demuestra a su manera.
Me he pasado toda la vida tratando de obtener su aprobación, mientras mi madre se la pasa viajando y conquistando al mundo -como suele mencionar cada vez que regresa de uno de sus viajes - mis hermanos son su reflejo, ninguno ha estado tan interesado en esta compañía como lo estoy yo. Ninguno ha querido pelear la cabecera de esta dinastía y eso es muy bueno para mis planes.
Me siento y esbozó una sonrisa cargada de arrogancia, mi padre se recuesta en la silla y esa es la señal para que comience el juego.
- Bueno\, me alegro de que todos estén aquí - menciono aun sonriendo.
- No estamos todos - dice Guillermo Blas\, quién se ha incorporado recientemente a este círculo “Un nuevo rico” como se conoce - Falta Joaquín\, ¿no es así? - pregunta\, esta vez mirando al resto de los presentes.
- Mr. Thompson... ha tenido algunos problemas últimamente\, problemas que solo nos traerán dolores de cabeza. Ni siquiera se ha dignado a aparecer por su casa y darle cuentas a su mujer - respondí sin inmutarme.
- ¿Y no le vamos a brindar ayuda? - pongo los ojos en blanco mientras centro mi atención nuevamente en él.
- Aquí no hacemos caridad. Si tú quieres entregarle tu dinero a ese "pobre hombre"\, adelante. Pero\, ten presente que lo jugará y tomará en cuestión de días. Las apuestas lo llevaron a esta situación\, situación en la que ninguno de nosotros quiere verse involucrado.
Su mirada es perpleja, en realidad no sé qué esperaba que hiciéramos. Pero, si cree que alguno de nosotros moverá un solo dedo para ayudar, está totalmente perdido. Joaquín no ha sido nada más que un impedimento para avanzar hacia nuestros objetivos, que son: tomar el control de la ciudad e incluso del país. Sus vicios y afición por el juego nos pondrán a todos en el ojo público. Varios de los hombres sentados aquí, trabajan en el gobierno y son dueños de empresas tan prósperas como la de mi familia. Dueños de casi todo el continente. Eso perjudicaría enormemente a su imagen.
- Pero... - Vuelve a mencionar Guillermo.
- Lo que la señorita Moore quiere decir\, es que nadie moverá un solo dedo para salvar el culo de Joaquín. - dice Alexander Christou apretando los dientes.
Me mira una vez y sé exactamente lo que me costará su intervención. Le sonrió abiertamente, mientras me dispongo a explicar con exactitud porque los hemos citado tan prontamente.
Las palabras fluyen a través de mí, con una voz melosa que los va envolviendo poco a poco. Me levanto de mi silla y voy recorriendo el espacio que nos separa, mirándolos a cada uno a los ojos; muchos de ellos miran mis labios o incluso su mirada baja hasta mi escote, algunos son más atrevidos y miran directamente hacia mis piernas o el trasero. Puedo sentir la rabia que emana de Rafael, pero continúo hablando y detallando con claridad cada norma y ley que debe cambiar para nuestro beneficio.
Al terminar la reunión, todos se despiden sabiendo perfectamente cuál será su tarea en las próximas semanas. Hay mucho dinero invertido y ninguno quiere perder ni un céntimo. Observo como van saliendo de la sala uno a uno, después de despedirse con un apretón de manos.
Alexander es el último en irse, su mirada está cargada de insinuaciones. Es un hombre muy guapo y uno de los más poderosos del estado, como senador de la república tiene mucho poder; las personas se derriten por él, al igual que las mujeres. Lanza una última mirada en mi dirección antes de marcharse.
- Estuviste espléndida - menciona mi padre\, levantándose de la silla y caminando hacia mí - Me haces sentir orgulloso.
Esas simples palabras hacen que se me hinche el pecho, se posiciona frente a mí y besa mi frente.
- Espero verte en la cena\, hay algo de lo que debemos hablar.
Asiento una vez y se gira para salir de la oficina, dejándome sola con mis pensamientos.
AMELIA
Al salir de la compañía fui directo a la casa de mis padres, un silencio abrumador se extiende por las paredes de cada habitación y eso me pone nerviosa. Por lo general siempre hay sirvientes moviéndose de un lado para otro, o alguna que otra voz se alza en alguna otra parte, nunca ha existido el verdadero silencio aquí. ¿Dónde está todo el mundo?
Me dirijo hacia la cocina para ver si encuentro a alguien que me explique lo que está sucediendo, en el pasillo me encuentro a mi hermano Kyle que viene desde esa dirección.
- Hola hermanita - dice sonriendo mientras le da un mordisco a una manzana.
- ¿Sabes dónde están todos? -pregunto con los ojos fijos en él.
- Terminando los preparativos para la cena o arreglándose\, antes de que lleguen los invitados.
- Invitados - repito recordando lo que mi padre me dijo antes de salir de la sala de reuniones.
Mencionó que debía hablar conmigo, pero no en medio de una cena con invitados, ¿o sí?
- Eso dije - me pasa por el lado y se dirige hacia las escaleras - Apróntate\, porque creo que esta noche será inolvidable.
Mientras lanza una carcajada, me quedo pensando en sus palabras, ¿a qué se refiere? La verdad es que con Kyle nunca se sabe, es el menor de la familia y siempre ha hecho lo que quiere, a veces sus palabras no tienen ningún significado; pero otras tienen todo el sentido del mundo. Nunca ha tenido que esforzarse demasiado para obtener las cosas que desea, es muy bueno haciendo que la gente lo haga por él. Además, sabe lo que pasa antes de que todos nos enteremos y la verdad es que envidio eso de él.
Cada integrante de mi familia tiene una característica que lo identifica, algo en su personalidad que lo hace único. A pesar de todo, creo que mi padre está conforme con eso; le da igual que no se interesen por la compañía, para qué molestarse si me tiene a mí, que soy calcada a él y estoy dispuesta a seguir sus pasos. Sinceramente, creo que tiene otras cosas más importantes por las que preocuparse.
Subo a mi habitación para darme una ducha y cambiarme de ropa ¿quiénes serán los invitados? Deben ser muy importantes si mi padre se tomó el tiempo y la molestia de organizar una cena para ellos, continúo dándole vueltas al asunto durante mi larga estancia en la bañera. Puede que esta noche cierre un nuevo trato o quizá absorbió una nueva compañía a punto de irse a quiebra, al fin y al cabo, es bueno en eso. Estoy terminando de arreglarme cuando llaman a la puerta.
- ¡Adelante! – Grito sin voltearme.
Mi padre entra dirigiéndose hacia mí con movimientos elegantes, se detiene hasta quedar justo en mi espalda, puedo vernos a ambos reflejados en el espejo. No importa los años que tenga, sigue siendo el causante de los suspiros de muchas mujeres.
- Estás preciosa\, querida. -Dice mientras me ayuda a peinar el cabello - Siempre supe que tú conquistarías el mundo.
Me da la vuelta y me observa con un dejé de orgullo en su rostro, sé qué hay algo que está tramando y un nudo comienza a formarse en mi estómago. Solo me habla de esa manera cuando quiere algo.
- ¿Pasa algo? - pregunté sin sonar tan exigente y ansiosa.
- Nada de lo que preocuparse por ahora\, solo quiero que sepas que todo lo que hago es por ti.
¿Por mí? Mi padre jamás ha hablado de esta manera, nunca ha dejado ver algún tipo de sentimiento hacia ninguno de nosotros. Dice que la demostración de afecto solo te hace débil, el blanco perfecto para aquellos que quieren lo tuyo. Esto ya está comenzando a preocuparme de verdad y odio sentirme así, odio no poder controlar la situación.
- Esta noche vendrán personas muy importantes -continúa mientras sus manos se mantienen en mis hombros - Quiero que los conozcas y hagas lo que sabes hacer mejor\, cautivarlos es tu misión esta noche.
- ¿Qué se supone que debo lograr?
- Lo sabrás en su debido momento\, solo asegúrate de que queden tan embelesados por ti\, que les sea imposible olvidarte -dice acariciando mi mejilla - Ahora apresúrate que deben de estar por llegar.
Se gira para salir de la habitación, en serio que esto fue muy extraño. Mi padre acaba de comportarse como un padre o eso es lo que creo. No tengo muchos recuerdos donde él haya sido cariñoso conmigo, excepto cuando era pequeña y me aterraba dormir con la luz apagada; recuerdo que se quedaba a mi lado hasta que me dormía y entre sueños lo oía decir que me quería, aunque ahora creo que solo fue producto de mi imaginación. Termino de arreglar mi cabello y me dispongo a maquillarme, me veo espléndida con mi vestido rojo y los tacones a juego; la abertura de la espalda me hace ver y sentirme sexy.
Bajo los escalones sintiéndome aún extraña, tengo un mal presentimiento. Avanzo hasta el salón donde se reciben a los invitados, solo me encuentro a Kyle y a mi hermana mayor Sofía, sentada al lado de su nuevo esposo Thomas. La verdad es que no pensé que estaría aquí esta noche, creí que tenía mejores cosas que hacer que asistir a una cena de negocios. Kyle solo me observa, ¡maldición! Él sabe lo que está pasando, pero antes de poder sacarle la información, mi padre entra en el salón acompañado por nada más ni nada menos que mi madre.
Dejo de respirar por un momento, ambos se ven estupendos. Siempre he pensado que están hechos el uno para él otro. Mi padre, con su traje negro, su porte y su cabello de un tono ligeramente gris, es el prototipo de hombre que anhelaría cualquier mujer. Pero sin duda mi madre es la reencarnación de una diosa, es sencillamente hermosa; lleva un vestido azul tan ajustado que se convierte en una segunda piel. A pesar de que pareciera que están distanciados, sé que ambos aún sienten cosas el uno por el otro. Puedo sentir la electricidad que corre a través de ellos cuando se miran.
- Amelia - dice mi madre acercándose a mí y besándome ambas mejillas - Te ves radiante.
- Gracias madre\, no sabía que regresabas hoy.
- ¿Cómo no iba a regresar para un acontecimiento tan importante?
Junto el entrecejo, porque no tengo idea de lo que está hablando. Mis hermanos me observan con una sonrisa malévola en el rostro, esperen ¿por qué me miran así? Siempre he sido yo la que se burla por la dirección que llevan sus vidas o las estúpidas decisiones que toman, pero esta vez es como si se regodearan en lo que va a suceder.
- ¿Se puede saber qué está pasando? - pregunto al borde de la frustración.
- Ya lo sabrás - declara mi padre - pero ahora prepárense\, nuestros invitados acaban de llegar.
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