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Elaine

Prólogo

En las historias hay villanos y héroes, prófugos y mártires, cada persona cuenta su historia desde una perspectiva diferente, y nuestra vida es el resultado de acciones que muchas veces se salen de las manos.

Cuando algo malo sucede, algunos caen en el hoyo de la desgracia, pero otros toman ese suceso como un impulso para fortalecer su alma, este último es el caso de Elaine, única hija de un hombre muy influyente en Francia, el Marqués Antoine de Evreux, y su esposa Rania, una inglesa desterrada en la época del rey Azriel por la alta traición de su padre.

La marquesa Rania estaba muy enferma, debido a un brote de viruela que afectó a cientos de personas al norte de Francia, y su esposo, el marqués murió de una rara enfermedad cuando Elaine tenía nueve años.

La vida de Lady Elaine estaba marcada por la tragedia, desde pequeña tuvo que soportar constantes críticas de la gente, ya que todos decían que su mamá no era más que una mujer aprovechada y astuta, por haberse casado con un marqués ya mayor y enfermo. Pero gracias al coraje de su madre para defenderla y afrontar a esa gente pudo forjar un carácter fuerte, y aunque su joven corazón estaba lleno de amargura nunca dejó de luchar por la justicia, se preocupaba por los más débiles, tenia un corazón caritativo.

Su madre, la Marquesa, nunca pudo superar la muerte de sus padres ingleses, después de sus decesos quedó sola, y ningún familiar quiso acogerla por temor a represalias del rey Azriel o del príncipe Basil, así que con sus últimos ahorros huyó de Inglaterra después de la ejecución de su padre, y vivió por un par de meses en la absoluta pobreza en un puerto al norte de Francia, luego comenzó a ganarse la vida ayudando a una mujer en su taberna, hasta que un día el marqués Antoine que pasaba por aquel lugar vio en ella la salida a sus problemas, él necesitaba un heredero para que su hermano no tome posesión de lo que tanto le costó construir y ella necesitaba un hogar que la acogiera.

El trato estaba hecho, ella solo debía quedar embarazada cuanto antes y obtendría el título de marquesa, además, a cambio debía cuidarlo hasta que su enfermedad acabe con su vida, Rania no lo pensó dos veces, se casó con él y un par de meses más tarde quedó embarazada de la bella y dulce Elaine quien llegó a iluminar la vida del marqués y se convirtió en su adoración los últimos años de su vida. Cuando la enfermedad acabó con Antoine, algo murió también dentro de la pequeña niña de ojos verdes y cabello rubio ondulado; desde aquel entonces Elaine creció junto a su madre descubriendo poco a poco la crueldad de la gente a su alrededor.

Cuando Elaine era solo una adolescente ya estaba al tanto de todo lo que su madre había vivido y aquella niña del ojos dulces fue convirtiéndose en una fiera hambrienta de venganza; cuando la doncella vio a su madre la marquesa al borde de la muerte se dio cuenta que estaba perdiendo todo lo que amaba, entonces su mente fue invadida por pensamientos homicidas en contra de quienes habían hecho de la vida de Rania, un infierno, creía que por su culpa la estaba perdiendo.

En la azotea de la gran mansión tenía una habitación secreta, cada noche iba allí y agregaba ideas a su plan, tenía pegados los retratos y nombres de los implicados. Elaine sabía que, para matar a una persona, bastaba con acabar con sus seres queridos. Y una noche mientras sonreía con dolor, marcó con tinta roja el rostro de Basil y Adara, a quienes pretendía herir por lo que más amaban, deslizó sus dedos debajo de sus nombres y ahí estaba el de Edward, su objetivo.

¿Podrá el amor contra la venganza?

Personajes

Elaine

Edward

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Giselle

Patrick

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Tany

Arthur

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Minerva

Gabriel

Capítulo I – Francesa en apuros

En la mansión del difunto marqués Antoine Dubois había un silencio absoluto, los sirivientes realizaban sus tareas en completo silencio, a penas se escuchaba el viento que soplaba fuerte contra los ventanales y el ladrido de los perros a lo lejos. El médico que atendía a la marquesa Rania, le dio aviso a Elaine acerca del estado crítico que había alcanzado su madre debido a la enfermedad, puesto que no había cura para el mal que ella padecía, dependía solo de su organismo el vivir o morir; el hombre intento de todas las maneras posibles estabilizar la salud de la marquesa, pero pese a eso no podía insistir en lo que él consideraba era prolongar un tratamiento que no iba a dar resultados, y siendo consciente no le quedaba más que anunciar que ya no le quedaba mucho tiempo de vida, y lo mejor era que su hija aliste los preparativos para el funeral pues difícilmente pasaría de esa noche.

- Creo que no hay salida Lady Elaine\, he hecho todo lo que estaba a mi alcance para ayudar a la marquesa\, pero como bien es conocido pocas personas han logrado sobrevivir a esta terrible enfermedad. – Dijo el médico tocando el hombro de Elaine en señal de condolencia. - Elaine que había visto los últimos días decaer la salud de su madre solo bajó su cabeza en señal de abatimiento\, su mente se estaba preparando para el momento\, claro que nunca es suficiente cuando quien se va es la una de las personas más importantes de su vida.

- Supongo que no puedo hacer nada más doctor... ¿Puedo al menos hablar con ella? - Preguntó la joven con una expresión de tristeza muy profunda\, que cualquiera que la veía podría ver el dolor tan grande en sus ojos.

-  Mi Lady, lo ideal sería que no se acerque a ella, puede contraer la enfermedad y sufrir las mismas consecuencias, es lamentable tener que decir esto pero lo mejor es prevenir.

- ¿Puedo hacerlo desde la puerta? - Preguntó ella casi suplicando.

- Entiendo su dolor Lady Elaine\, se que es difícil asimilar esto\, pero no quisiera que quien fue lo más importante para mi viejo amigo corra peligro. Pero no puedo detenerla y si lo hace es bajo su responsabilidad\, como le explico\, es muy riesgoso estar en contacto con los enfermos. Los médicos lo hacemos con extremas precauciones pues el mal es contagioso.

- Lo haré con cuidado\, lo prometo.

- Bien\, me retiro mi Lady\, si hay alguna novedad puede mandar a buscarme\, estaré unos días más en la ciudad antes de regresar a casa.

- Tenga una buena tarde doctor\, le agradezco en nombre de la casa del difunto marqués Antoine todo lo que ha hecho por mi madre\, no hay manera de pagar su esmero por cuidar de mi madre.

- Yo solo quiero lo mejor para mis pacientes mi Lady\, por favor no se martirice demasiado\, la marquesa dejará de sufrir\, ya ha luchado mucho.

- Mi madre es una guerrera\, ha luchado con todas sus fuerzas.

El médico le brindó una mirada de tristeza y apoyo, golpeó el costado de su brazo levemente con su modo y procedió a salir de la residencia.

Elaine recordó las palabras del doctor, entró despacio a la habitación y contuvo las lágrimas, sus ojos tenían un aspecto cristalizado al verla postrada en aquella cama y con un aspecto tan desgastado, pero no quería preocupar a su madre así que respiró profundo, y la saludó con gracia.

- Madre\, buenas tardes. – Miró a su alrededor y pudo ver la ropa e implementos del médico quemándose en la chimenea del cuarto\, ya que después de usarse estas se debían prender fuego para no propagar la enfermedad. Rania se despertó al escucharla\, y temió que su hija se acerque a ella.

- Hija\, por favor vete\, no quiero pasarte este mal\, no me podría perdonar si algo malo te llegase a suceder.

- No te preocupes mamá\, me quedaré aquí\, solo quiero hablar contigo un poco\, me quedaré cerca de la puerta.

Hubo un silencio en la habitación, pues a Rania le costaba hablar por el dolor que sentía en su cuerpo. - Hija, pronto moriré, mi cuerpo y mi alma están desconectando poco a poco, pero antes de partir quiero que sepas que mi mayor deseo es que seas una mujer feliz, no dejes que nadie pisotee tu nombre, nunca, eres una mujer bella, inteligente eso bastará para que tengas un futuro brillante a lado de un hombre bueno y exitoso.

- Antes de casarme limpiaré tu nombre mamá\, nunca más nadie podrá hablar de ti con desdén o juzgarte.

- Hija. – Rania interrumpió. - No quiero que pongas en riesgo tu vida\, tienes el poder y confianza del mismo rey de Francia\, puedes lograr grandes cosas\, cuando no esté aquí quiero que el mundo conozca tu nombre por tu grandeza.

- No puedo alcanzar la grandeza\, si el nombre de mi madre es pisoteado por todos.

- Estos últimos días me he arrepentido tanto por pasar mi odio a tu corazón\, y creo que no deberías cometer ninguna locura\, nada de lo que me han hecho vale más que tu vida y bienestar.

- Mamá no hablemos de eso\, sabes que esas personas no tienen el perdón de Dios\, nunca debieron arruinarte la vida… Pero yo me encargaré de ese asunto\, ahora solo quiero que sepas que eres la mujer que más amo en la tierra\, y te doy gracias por hacer de mí una mujer valiente capaz de todo.

- Daría mi vida entera por poderte abrazar una vez más hija.

Cuando Elaine escuchó eso, no pudo contener sus emociones y comenzó a llorar en silencio, tenía tanta rabia y tristeza acumuladas en su corazón.

- Hija necesito que me hagas un favor. – Le dijo Rania con lágrimas en sus ojos\, Elaine solo asintió. - Ve a la tienda de Carlota y pídele que te entregue un encargo que dejé hace tiempo ahí.

- Pero\, madre\, la casa de madame Carlota está a dos horas de aquí\, no quiero dejarte sola tanto tiempo.

- Hija\, es urgente.

- Está bien\, iré\, les diré a los sirvientes que estén pendientes de ti\, por favor espera por mí.

Rania vio a su hija salir apresurada y unas cuantas lágrimas rodaron por sus mejillas, ella sabía que el ángel de la muerte había venido por ella, cuando la enfermedad avanzó, cada espacio de su cuerpo dolía como si hubiese caído un tronco sobre ella, pero desde hace algunos días le dolía más el corazón que el cuerpo, y cuando sintió su ánimo decaer a tal punto en que le costaba respirar supo que su tiempo en el mundo terrenal había acabado, así que cerró los ojos y comenzó a suspirar despacio, las respiraciones se volvieron más lentas con el paso de los minutos, igual los latidos de su corazón, hasta que murió.

Cuando Elaine regresó a casa vio a todos los sirvientes reunidos junto al sacerdote del pueblo, y una gran hoguera se prendió para posteriormente cremar el cuerpo de su madre, ya que cualquier persona que muriese con aquella enfermedad desconocida no podía recibir la santa sepultura.

Fue inevitable que sus piernas flaquearan y que su piel se erizara ante tal escena, su madre había partido y ella no estuvo ahí cuando ella dio su último suspiro, su doncella de compañía corrió a su encuentro, y al darse cuenta de que Elaine estaba a punto de desmayarse la sostuvo, y pidió ayuda.

[No descansaré]

Después de tirar las cenizas de su madre en el mar, volvió a su alcoba. Elaine enterró a su madre, guardó luto un par de meses, después encargó sus bienes con un gran amigo de su padre y tomó uno de los barcos, propiedad del marqués para emprender un viaje junto a algunos de sus sirvientes hacia Inglaterra, específicamente a Londres, donde residía la familia real. La intención de la hija del marqués era quedarse allí un tiempo hasta cumplir con su objetivo, o al menos no regresaría hasta intentarlo pues se lo prometió a su madre.

Llegó a Dover y pasó la noche ahí, su mente estaba cegada de odio, cada día crecía más aquel sentimiento negativo, no dejaba de pensar en su madre y en toda la infelicidad que tuvo que vivir después del exilio, en su pecho latía un sentimiento venganza… Basil y Adara, ellos tenían que sufrir, y su objetivo era acabar de alguna forma con su heredero, Edward.

- Nunca más tendrás paz. – Dijo Elaine mientras quemaba un volante con la cara del príncipe Edward\, uno que encontró en la pared de anuncios de Dover.

Después de aquella noche siguió su camino y gracias al buen estado de los caminos, en un par de días ya estaba muy cerca de Londres.

*

Edward estaba de cacería cerca de la capital, dos veces al año iba con su amigo Gabriel a los bosques para cazar venados, siempre llevaba consigo a su lobezno, de nombre Ares, el príncipe desde pequeño se encariñó con el animal, y pese a que ya estaba viejo no dejaba de ser una buena compañía. El príncipe tenía algunos pasatiempos entre ellos estaban el coleccionar trofeos de caza, las apuestas en el hipódromo, y las mujeres (como casi cualquier hombre de alta alcurnia) se debe destacar que nunca descuidó sus obligaciones reales, y como hijo era un hombre excepcional que no hacía más que llenar de orgullo a los príncipes herederos de Inglaterra.

Cuando regresaba a casa después de un par de semanas en los densos y fríos bosques, decidió quedarse a pasar la noche en una posada faltando poco para llegar a la ciudad, pues sus caballos estaban cansados y el frío de la madrugada era agobiante, ya había comenzado el otoño y el viento azotaba cada vez más fuerte.

No se podían dar el lujo de elegir una posada con todas las comodidades pues en ese tramo del camino eran escasas y tocaba conformarse con un lugar decente para dormir, así que a penas vieron una bajaron de sus caballos para preguntar por la disponibilidad de habitaciones.

- Buenas noches\, si desean un lugar para descansar\, sean bienvenidos\, tenemos dos recámaras libres. – Dijo la dueña de casa a penas los vio llegar\, no reconoció a Edward\, así que fue algo descortés al saludar.

- Así es señora\, nos quedaremos hasta antes del amanecer. Pagaremos por una buena comida también. - Respondió con un tono amable el joven y apuesto Gabriel.

- Bien\, pasen por aquí.

- ¿Esperan a más personas? – Preguntó Edward al ver llegar un carruaje elegante y al menos tres carretas haladas por caballos con algunos sirvientes a bordo\, y por la apariencia de la caravana parecía que llegaba alguien importante.

- No\, solamente tenemos cuatro habitaciones en la posada\, dos ya fueron pagadas en la tarde y ustedes ocuparán las restantes… Pero no se preocupen no vamos a incomodarlos\, le diré a esa gente que todo está ocupado.

- Bien\, muchas gracias. – Respondió Edward y comenzó a desmontar a su caballo para llevarlo al establo.

El mayordomo y hombre de confianza de Elaine bajó de uno de los carruajes y fue a hablar con la dueña de la posada.

- Buenas noches señora\, necesito que alquile una habitación para mi señorita.

- Lo siento señor\, he de decirle que todas las habitaciones en el mesón están ocupadas.

- Mi Lady viene desde Francia y ha tenido un viaje agotador\, por favor.

- Yo le brindaría hospedaje con todo gusto\, pero le repito todo está ocupado.

Edward escuchaba todo y sintió un poco de pena por la persona que necesitaba una habitación, otra posada estaba a dos horas de camino, el camino hasta ese tramo era algo peligroso, y ya el frío hacía de las suyas.

Elaine no aguantaba más el dolor de piernas y el frío del carruaje, notó que algo no iba bien así que se bajó del carruaje y fue a hablar personalmente con la dueña.

- Buenas noches señora\, soy Elaine Dubois\, marquesa de Evreux.

- Buenas noches mi lady\, lamento incomodarla\, pero como le expliqué al señor no tenemos habitaciones disponibles.

- ¿Hay alguna posada cerca? - Preguntó Elaine con un tono de decepción\, claro sin ser déspota.

- La más cercana está a dos horas de aquí mi Lady. - Respondió amablemente la dueña de casa.

- Le pagaré el triple de lo que vale una noche aquí\, pero bríndeme algún espacio en donde pueda descansar y lavarme\, mi sirvientes también necesitan algo de comer\, y si no es mucho pedir también bríndele agua a los caballos.

- Me pone en una situación difícil Lady Dubois... Tengo una pequeña habitación que uso como depósito\, es lo único que puedo ofrecerle.

Elaine lo pensó por unos segundos, mientras tanto Edward observó todo con su amigo desde atrás bajo el cobertizo del establo que estaba a lado de la casa, Gabriel sintió lástima por la mujer, así que se adelantó y saludó a Elaine.

- Buenas noches señorita\, perdón por ser entrometido\, he escuchado la conversación sin querer\, soy uno de los huéspedes de la posada\, le puedo ceder mi habitación\, por algo de dinero a cambio.

Elaine se sorprendió al verlo, y no supo que responder. Edward no pudo contener la risa al ver a su amigo, tan “caritativo”, y además aprovechó la situación para obtener dinero, sin duda era un soldado con alma de comerciante.

- Bien… Le pagaré el doble de lo que cuesta la noche en la posada\, claro sigue en pie mi ofrecimiento con usted señora. - Escuchar las palabras de Elaine alegró tanto a Gabriel como a la dueña de casa.

- Es un trato entonces. Señora indíqueme el camino hasta el depósito\, tomaré mis cosas y las llevaré hasta ahí.

- ¿De verdad estará bien ahí? Es un lugar pequeño.

- Como soldado del ejército real he dormido en peores lugares.

- Bien\, entonces vamos.

Elaine suspiró con gran alivio, aquel hombre 'cayó del cielo' para ayudarle, siempre estaría agradecida por eso. Después de unos minutos ella se instaló en la habitación, que estaba a lado de la de Edward, y con la ayuda de su sirvienta personal se bañó y vistió con ropa cómoda.

Después de dar de comer y beber a los caballos Edward y Gabriel fueron a comer, saciaron su hambre comiendo como si no hubiese un mañana, y el nieto del rey aprovechó para molestar un poco a su amigo.

- ¿De verdad te vas a quedar en esa habitación?

- Claro que sí\, la doncella me va a pagar\, además\, el sueldo que gano como soldado no me alcanza para mantenerme. Edward esto se llama sobrevivir\, algo que tú no conoces porque tienes todo el oro del mundo para gastar. - Dijo Gabriel con evidente sarcasmo.

- Siempre exageras todo Gabriel\, si tanto te afecta ser soldado\, le diré a mi padre que te suba el sueldo\, pero antes él hablará con el general para saber qué opina de tus palabras.

- Mi padre no tiene que saber eso. – Dijo el chico con una mueca\, y le dio un golpe en el brazo; Gabriel era hijo de Abel y Trista\, grandes amigos de los príncipes herederos.

- Yo creo más bien... - Hizo una pausa. - Que te gustó la señorita de Francia\, por eso de repente nació tanta amabilidad de tu ser.

- De hecho es bastante atractiva\, tienes que verla de cerca\, es una mujer muy bella; pero\, aunque no lo creas no hay segundas intenciones\, solo quise ser amable.

- Bien\, creeré lo que dices.

- No tienes otra opción querido amigo\, además\, ¿Cuándo te he mentido? - Gabriel alzó los hombros como respondiendo a su propia pregunta\, ya que jamás lo había hecho. - Voy a dormir\, no olvides darle de comer a Ares\, o tu pierna puede volverse su merienda.

- Ya vete\, vete\, por supuesto que le daré de comer a Ares\, el sueño te provoca decir sandeces.

Gabriel salió del comedor y se fue a dormir en la pequeña habitación, y Edward esperó a que regrese la dueña de casa para agradecerle por la comida.

- Joven\, sigue aquí.

- Si\, deseaba agradecerle por las atenciones que hemos recibido\, nos iremos temprano antes de que el sol salga\, tal vez no nos podamos despedir.

- Siempre será un placer para mi esposo y para mí recibirlos en casa.

- Creo que regresaremos en algún momento\, por cierto\, deseaba pedirle carne para mi lobo\, debe estar hambriento\, no ha comido todo el día.

- Sabía que necesitaría carne para su 'pequeño'\, aquí hay un poco de cordero crudo.

- Dejaré el dinero del pago por sus servicios en mi recámara.

Después de decir eso, comenzó a caminar por el pasillo de la casa, cuando de repente escuchó un grito femenino, él se alarmó y enseguida corrió, cuando llegó al pasillo que lo dirigía a su habitación vio a una mujer en el piso y a su lobo ladrándole ferozmente.

- ¡Ares!

Capítulo 2 – Una extraña

Elaine sintió mucha sed, no quería molestar a su sirvienta, así que decidió dejar la cálida habitación para ir a buscar un poco por su cuenta. Cuando salió vio a lo que parecía ser un perro lobo durmiendo en la puerta de lado, sintió mucha ternura al verlo, así que quiso acercarse para acariciarle, nunca tuvo uno en casa y la curiosidad la invadió, pero en su intento, lo asustó y el lobo por instinto se tiró encima de ella y comenzó a ladrarle con un aspecto feroz. Edward llegó a tiempo, y le gritó, el perro a penas lo escuchó, se sentó y se volvió un dulce cachorrito de mirada tierna.

- Lo siento señorita\, mi lobo no es agresivo\, no entiendo que ha sucedido ¿Se encuentra bien? - El lobo permaneció sentado moviendo la cola\, mientras él intentaba ayudarla.

Ella ni siquiera lo miró bien y se aferró fuerte a su torso con ambos brazos, no pudo soltarlo hasta calmarse. Edward la contuvo hasta que se tranquilizó, y sin tener intención puso sus ojos en sus piernas estilizadas que quedaron a la vista debido al vestido levantado por encima de las rodillas. - ¿Se encuentra herida?

Cuando el sobresalto pasó, ella se alejó rápidamente y respondió. – No, estoy bien, solo me asusté… - Su impacto fue el doble al ver de quien se trataba, de repente su temor se volvió odio, el hombre que tenía en frente era Edward, lo sabía porque vio aquel volante con su retrato, la expresión de su rostro era hostil y Edward lo notó.

- ¿Puedo ayudarle en algo? - Dijo Edward confundido por su actitud sin entenderla.

- No\, dije que estoy bien.

Dio media vuelta y a grandes pasos entró de nuevo a su habitación. Edward la vio irse y en sus adentros creyó que era una mujer 'bastante extraña', después se puso en cuclillas para acariciar al lobo, que seguía con las orejas abajo después de aquel grito que pegó el príncipe.

- ¿Qué sucedió Ares? ¿Esa loca mujer te hizo algo? No vuelvas a asustar a la gente\, ven te daré de comer.

- ¿Sucedió algo mi señor? Escuché un grito. – Preguntó la señora de casa\, con tono de preocupación en su voz.

- No\, nada de qué preocuparse.

- ¿Y el grito?

- Al parecer la señorita de la habitación de a lado se asustó al ver a mi lobo.

- Bien\, entonces iré a ver si se le ofrece algo.

Cuando Edward entró a su habitación, se desvistió por completo y se acostó a dormir, pero su mente no dejaba de cuestionarse acerca de la mujer que dormía en la habitación de al lado.

- ¿Por qué una marquesa de Francia viene a Inglaterra? No sabía que mis padres iban a recibir a alguien de esa nación. – Cuando una persona extranjera con título noble llagaba a Inglaterra\, eran la familia real quien la recibía\, formaba parte de un protocolo de amistad con los países vecinos.

Después de unos minutos de pensar el sueño lo invadió y se quedó dormido; después de descansar plácidamente, se levantó y con los primeros destellos de luz cabalgaría hasta el palacio para llegar temprano y poder saludar a sus padres antes de ir a entrenar con los soldados, era el único de sus hermanos que se interesó por los temas bélicos, aunque parecía que más que un interés lo hacía por obligación, ya que además de ser el segundo en línea de sucesión al trono quería ser un buen soldado.

[El preferido]

Cuando Edward llegó al palacio, su madre casi corrió a abrazarlo, todos estaban reunidos en el comedor, era la hora del desayuno y la familia real comía junta por primera vez en meses.

- Llegó el hijo pródigo. – Bromeó su hermano\, Patrick era un joven de apariencia dominante que había heredado los ojos oscuros de su padre; ellos no tenían una buena relación\, porque sus personalidades chocaban mucho. Así que no era de extrañarse que él hable con desdén de Edward.

- Hijo\, estaba preocupada\, que bueno que estás de regreso. – Su madre Adara le abrazó cariñosamente mientras le tocaba el rostro con gran alegría.

- Buenos días sus majestades. – Saludó Edward\, mientras abrazaba a su madre.

- ¿Gabriel viene contigo? – Preguntó el príncipe Basil.

- No\, él fue a casa de sus padres para saludarlos también.

- Hizo bien\, Lady Trista debe estar preocupada por él.

- Iré a vestirme adecuadamente\, y desayunaré con ustedes… - Antes de retirarse se acordó de su abuelo. – Por cierto\, ¿Dónde está el abuelo?

- Se siente indispuesto\, está en su habitación. – Respondió su madre.

- Bien\, entonces iré a saludarle primero.

Cuando salió del comedor, sus hermanos se miraron el uno al otro e hicieron muecas imitando su forma de actuar.

- Ustedes dos\, nunca se cansan de molestar a Edward. – Dijo Basil enarcando una ceja.

- Perdón padre\, olvidamos que es tu hijo preferido. – Le respondió Arthur con sarcasmo.

- Me retiro padre\, he terminado de comer. - Dijo Patrick con enojo\, y Arthur que era como su cola\, también se levantó y fue tras él\, por actitudes como esas era que cualquiera se daba cuenta que eran mellizos pese a que no se parecían físicamente\, pues Patrick tenía el cabello y ojos negros como la noche\, mientras que Arthur era rubio de ojos verdes.

Después de que ambos se retiraran Basil no respondió nada, pero se sentía hervir su sangre cada vez que sus hijos se rebelaban o hacían comentarios imprudentes.

- Tranquilo cariño\, ellos lo dicen de broma\, en el fondo quieren mucho a su hermano\, eso tenlo por seguro. – Adara acarició su mano y le brindó una cálida sonrisa.

- No debí permitir que mi madre los criara con tantos mimos\, ahora los desconozco\, no respetan ni siquiera a su padre.

- Ellos son buenos chicos Basil\, solo les falta madurez\, y eso se soluciona con el tiempo.

- Eso espero princesa\, eso espero.

Adara siguió acariciando su mano sobre la mesa y no dejaba de sonreír, a Basil enseguida se le pasó el enojo, la miró con ternura, tomó su mano y la besó; pese a que los años pasaron para ambos el amor que sentían solo se volvió más fuerte, pasaron de ser dos jóvenes pasionales a ser dos príncipes responsables de tres hijos a los que criaron con amor, sobre todo a Edward, pues no querían que sienta demasiado el peso de ser el heredero.

*

Después de vestirse, Edward fue a la habitación de su abuelo, pero apenas abrió la puerta escuchó que él hablaba con alguien en la habitación así que con algo de indiscreción se quedó estático mientras escuchaba detrás de la puerta entreabierta.

- Así es\, quiero que el decreto sea publicado lo más pronto posible\, siento que mis últimos días han llegado\, y antes de morir quiero ver a mi hijo coronado como rey.

- Su majestad\, si se salta el protocolo\, el consejo real puede tomar medidas que perjudiquen al príncipe Basil.

- Por favor secretario real\, mi poder como rey está por encima del deber del consejo real\, además el papa vendrá pronto\, y él no se opondría a mi decisión pues le tiene gran aprecio a Basil\, ante eso el consejo ni siquiera podría discutir mi decisión.

Edward escuchó aquello con gran asombro, pensó que no era un buen momento para interrumpir, así que cerró la puerta y volvió al comedor con sus padres.

- Perdón por la demora.

- Por favor hijo\, siéntate. - Le dijo su madre.

- ¿Saludaste al rey?

- No su excelencia\, él parecía ocupado\, decidí no interrumpir su reunión con el secretario real.

Basil se sorprendió, pero no dijo nada al respecto.

- Padre\, debo hacerte una pregunta…

- Te escucho hijo.

- ¿Esperas la visita de una marquesa de Francia?

- ¿Una marquesa? No\, no tengo idea de quién me hablas. ¿Cuál es su nombre?

-  Alana, ese es su nombre.

- ¿Alana? – Preguntó su madre.

- No\, ya recordé\, su nombre era Elaine\, dijo que era la marquesa de Evreux.

- No tengo idea de quién se trata.

- ¿Es una jovencita? – Preguntó Adara.

- Sí\, se veía joven para ser una marquesa.

- Bueno si te pareció linda\, tal vez la vuelvas a ver en unos días\, en el baile que se celebrará en honor al rey. - Su madre le guiñó un ojo.

- Mamá\, por favor\, no tengo ningún interés en esa mujer\, era simple curiosidad porque me pareció extraño\, además es bien sabido que si ella tiene el título de marquesa es porque seguramente está casada con un marqués\, no me fijaría en ella ante ninguna circunstancia.

Basil mostró una risa burlona, pues recordó cuando él conoció a Adara y le preguntó al rey Azriel por ella.

- De verdad no se puede con ustedes\, creo que iré a hablar con el general\, las nuevas armas llegan hoy desde el imperio oriental.

- Cuídate hijo\, y si ves a tus hermanos\, por favor diles que no se alejen de palacio sin avisar.

- Está bien madre. – Se despidió con una reverencia y salió de ahí.

- ¿Crees que tenga algún interés en esa señorita? – Preguntó Adara.

- Tal vez sí\, o tal vez no. Hace tiempo que no nos hablaba de una mujer\, pero tiene razón si la doncella es marquesa seguramente debe estar ya casada.

- O podría ser viuda... Parece que a Edward le afectó mucho ser rechazado por aquella doncella\, pues nunca más se fijó en nadie.

- Después de lo que sucedió\, él nunca quiso hablar de eso\, pero creo que sí… Cuando el rey se enteró quiso ejecutarla\, de verdad fue un lío\, pero sería bueno que él se relacione con señoritas de buena familia\, debe comprometerse pronto pasa afianzarse como heredero al trono.

- Nuestros hijos se casarán con buenas mujeres\, ellos tienen mi ejemplo\, no pudo haber mejor madre que tú.

- Te amo Basil.

- Yo te amo más mi princesa\, y nunca bastarán las palabras para demostrarte.

*

Elaine alquiló una gran casa en el centro de Londres, la gente que vivía cerca la miraban curiosos. No era común que una señorita de buena familia se mude y viva sin sus padres, y menos con tantas personas a su servicio. Los rumores no demoraron en surgir, decían que ella era una fugitiva de la justicia francesa, otros decían que era una prostituta que hizo suficiente dinero para hacer su vida lejos de su tierra natal, nadie se imaginaba el poder que tenía.

- La gente no deja de mirarme con ojos de horror\, debo parecer una criminal peligrosa o algo así. Aunque una de las sirvientas dijo que escuchó decir que parezco una mujer de la mala vida.

- No tome en cuenta esos detalles\, después de un tiempo los rumores\, serán solo eso\, rumores. - Le dijo su doncella.

- Espero que no me hagan enfadar\, no quiero cometer una locura tan pronto\, a penas hoy llegué aquí.

Elaine entró a una cafetería con su doncella de confianza, se sentó en una mesita cerca de la ventana y llamó a la mesera.

- Por favor\, una tarta de naranja\, y un té verde sin endulzar.

La mesera tomó la orden y se retiró. Elaine se dio cuenta que unas mujeres que estaban en la mesa del frente la miraban extraño, ellas tal vez pensaron que mirándole con desprecio iban a intimidarle, pero ella contrario a bajar su mirada, se llenó de orgullo y las miró fijamente con un rostro desafiante.

Las mujeres al final cedieron, y se sintieron ofendidas, tomaron sus pertenencias y salieron del lugar, haciendo gestos desagradables.

- Creo que vivir en Londres será interesante. – Dijo Elaine mientras jugaba con sus dedos sobre la mesa.

La sirvienta, rogaba en su interior que la señorita Elaine no se enfade, porque sabía que su Lady no dudaría ni un segundo en demostrar que nadie podía amedrentarla.

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