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Abstinencia

Sinopsis

No tuvo la menor idea de lo que hacía.

Mentira, era una experta en mentir. Si lo supo, su llegada la sabía la mayoría de la población y la idea estaba allí.

Ella misma mantenía su objetivo principal aunque le costase recordarlo.

—¡¡Khione!! —los gritos de una persona sobresalieron y retumbaron por todo el lugar.

Fue su culpa, nadie merecía lo que solo él debía, debió muchas vidas pero mas la que ella vengó. Su dolor ya no estaba, desaparecía a medida que el recuerdo de sus ojos, que se confundían, allí sobresalían dos pares, y dudó mucho que le mirasen con cariño.

—Descuida, Khio, ya vendrán a curarte, solo… no cierres tus ojos ¿si? —susurraron sobre su oído, una mano temblorosa se había posado en las heridas frescas que tuvo—. Demonios, son varios.

Pero él fue su sebo, debía serlo, se cruzó en su camino y fue inevitable. No quiso pero era su obligación, abstenerse a tener sentimientos hacia él…

Esto no estaba pensado, estaba escrito, ya predestinado.

—Escúchame, no puedes dejarme —miró a aquellos ojos con la poca fuerza que le quedaba.

Si no era en ese instante, sería a más tardar, semanas, meses pero no mucho. Al fin y al cabo perseguida siempre  van a estar.

Quiso ser alguien segura de lo que iba hacer pero no se preparó lo bastante como para mirar el cielo y no sus ojos, si supiera a lo que había llegado en esta ciudad, su vista no estaría llena de lagrimas.

La decepción siempre estaría presente, tanto en su interior como en los demás al mirarle.

Episodio Uno

...Ciudad, Los Santos....

El azote de la puerta de un coche se escuchó, ruido seco y un poco fuerte. Los constantes giros de unas cuatro ruedas acompañaron al silencio mientras los suspiros daban lugar para el descanso.

—Dios, espero que sepas bendecirme con una muy buena suerte, maldita sea —la voz baja de una femenina hizo presencia.

Sus dos manos estaban ocupadas, una estaba sosteniendo la valija y la otra con un tapado pesado. No había revisado el clima que tendría Los Santos, ni mucho menos se imaginó que el calor la estaría sofocando de la manera en que lo hizo.

Su cabello corto estaba atado en una coleta, su gorra le daba sombra en su rostro y, el mojar los labios ya se estaba haciendo costumbre.

Buscó en su bolsillo su móvil y al sentir este vacío se confundió.

—¿Dónde…? —no tuvo que pensar mucho, antes de viajar lo había tirado en un tacho de basura, rompiéndolo antes del acto.

Con un poco de nervios, se movió para adentrarse al edificio de departamentos, manteniendo apretado su brazo con la carpeta de documentación.

—¡Buenas tarde! Usted debe ser la señorita Khione Takidashi —un señor de mediana edad se le acercó al escuchar el ruido de la puerta.

Elevando su rostro, la chica pudo describir al señor y al lugar, con mucha elegancia y limpieza, no faltaba nada y se notaba que estaba lo justo.

—Buenas tardes, si soy yo —intentado liberar alguna mano, se disculpó con su mirada al ver que no podía.

—No se preocupe, le ayudaré en lo que precise, si me permite.

El señor, no muy anciano, sostuvo de la maneja la maleta gris. Regalando una sonrisa de amabilidad, buscando una cierta confianza. Al ver que Khione no se quejó, prosiguió a moverse y dirigirse al elevador.

—Disculpe, ¿Usted sabe dónde puedo conseguir alguna faena? —con curiosidad y duda, le consultó tranquilamente mientras salían hacia un pasillo.

—Oh, claro que si, queda un poco lejos pero es el ayuntamiento que queda en el centro de la ciudad —explicó mientras colocaba la llave en la puerta y dejaba paso luego de dejar la valija en el interior, alzando su brazo para que ella entrase—, desde luego que hay taxistas que pueden acercarte.

—¿Acaso este edificio no esta localizado en el centro? —su confusión le causó un poco de risa al señor.

—Lamento decirle que no, señorita Khione, este edificio se encuentra un poco en el norte de la ciudad. Es una zona de sociedad alta, que descanse —y cerrando la puerta con amabilidad, se esfumó con un suspiro.

Confundida, Khione giró a mirar el apartamento donde se quedaría un largo tiempo.

—¿Pero qué...? —en voz baja, casi un murmullo, dejó caer su abrigo encima del sofá largo.

El ventanal dejaba ver el lado derecho del edifico, donde por suerte dejaba a la vista el hermoso mar que muchas personas estaban disfrutando.

El espacio era bastante agradable para ella, como si fuera una persona con un sueldo elevado, lo cual no era verdad. Tampoco supo cómo pagaría luego que pasase el mes, lo cual pasaría rápido para Khione.

Todo era de colores blancos, celestes, azules y negros. Cada objetivo era de un material distinto pero en su mayoría, de vidrio.

—Vale, que te jodan.

Maldijo al recordar que no llevaba ningún objeto de tecnología, por culpa de una persona que tenia nombre y apellido, aunque en realidad no le echaba ninguna maldición que no sea por enfado mínimo.

Al no saber que hacer, decidió salir a buscar lo esencial sosteniendo todavía su portafolios.

—¿Dónde dijo que quedaba? Joder, creo que no dijo calles —bufando, solo recordó que estaban un poco al norte.

Saliendo del edifico sin haber visto una mosca, ni las puertas hacían ruido. Comenzó a caminar leyendo los nombres de las calles, el señor había tenido razón, el edificio lucia bastante bien, lujoso y costoso, le dolería muchísimo tener que pagar la cantidad que no sabia.

—¡CORRE, ROBERTO, CORRE! —se escuchó gritar atrás de ella.

Iba a pie, era su primer día en la ciudad y no veía la necesidad de robar algún coche que tuviese cerca, ya bastante con que los policías que les habían parado a ella y al taxista no revisasen las maletas.

Los pasos fueron rápidos, pesados y constantes.

—¡APARTA! —le dijeron con desesperación.

Un poco tarde.

Un muchacho con un jersey a cuadrille naranja, se había chocado con ella en el instante en que Khione se había vuelto a mirar.

—Joder, lo siento, lo siento, tía, de verdad —cayendo encima de Takidashi, se levantó con rapidez para admirar la expresión de dolor que ésta estaba teniendo en aquel instante.

Su gruñido y el punzante dolor en su espina dorsal no la dejaban concentrarse en lo que estaba sucediendo. El chico estaba nervioso y no sabia que hacer, Khione además de caer de una manera fea, se golpeó su cabeza, por lo que comenzó a sangrar, desesperando mas al chico.

—Oh no, mierda —murmuraba en busca de una solución—, oye, ¿Me oyes? ¿Qué carajos hago?

Khione se colocó de costado con ayuda de su brazo derecho, sintiendo un liquido caliente recorrer su cuello. Gruñendo mas, se levantó apoyándose con sus manos para luego golpear al chico.

—Hijo de perra, ten más cuidado —insultó para comenzar a caminar y alejarse de aquel.

—¡Hey, debemos ir al hospital, chica! —los pasos la persiguieron.

Los mareos se estaban presentando y tambaleaba al caminar, siendo sostenida por aquel muchacho.

—Vamos, te llevare —y sin resistencia, se dejó ayudar—. Espera aquí, cogeré prestado un coche.

Dejándola sobre un poste de luz, caminó hasta quedar en el medio de la avenida para bajar a una persona y golpearla, robando el vehículo.

—Ven, te desangraras si no te subes —negándose, la punzada esta vez fue en su nuca.

Metiéndose en el interior del auto, se sentó con cuidado sobre el asiento, sintiendo el aroma a vainilla que en el interior se sentía, sometiéndola a una decisión complicada, si cerrar sus ojos o aguantar un poco mas. Al chico no lo conocía pero había robado un coche para llevarla al hospital, solo que había dos cosas que preocupaban, la primera era que no conocía donde quedaba el hospital y la segunda, si se quedaba dormida, podría llevarla a cualquier lado que no sea para curarla.

La avenida parecía ser eterna para Khione, sus manos temblaban y su cuello ya tenia la sangre seca, provocando picor.

—No, no te rasques, te infectaras la herida y será mucho peor, joder, macho —se quejó en el momento que vio como ésta alzaba su mano para hacer aquel acto.

Con una velocidad que seguro dejaría alguna que otra multa al dueño, dobló hacia la derecha para luego hacerla hacia la izquierda y meterse en el callejón, dejando ver dos puertas de cada lado, de emergencias.

Con sus ojos entrecerrados, no pudo salir del vehículo, Khione lo único que había escuchado había sido el grito del muchacho.

—¡Necesito ayuda! ¡Doctores! ¡Tengo a una chica sangrando, por favor! —su tono había sido desesperado, en realidad no quería que la muchacha la pasase peor.

—¿Qué le ha sucedido? —un doctor con prisa se acercó, junto con una enfermera y un hombre de seguridad.

—E-eh chocamos mientras… y caí encima de ella, creo que se ha golpeado la cabeza y debe de dolerle su espalda o cadera, peso bastante —contestó con preocupación y viendo como el profesional colocaba sus dedos limpios sobre el cuello de Khione.

—Tiene pulso, llevémosla a una sala para revisarla —informó mientras traían a mas personal para colocarla sobre la camilla.

—Disculpe, chaval, ¿Podría decirnos vuestros nombres? —un oficial se había acercado para ver la situación ante la alteración que estaba teniendo el chico.

Notando que este estaba teniendo una crisis emocional al notar de quien se trataba.

—Oh, si, puedo decirte mi nombre pero no conozco a la chica con la que he chocado. Mi nombre es Seguismundo García —colocándose recto, miró a su costado para ver como se llevaban a la muchacha—, ¿Estará bien?

—Así que usted es Seguismundo, al que estábamos persiguiendo hace unos minutos atrás, antes de perderle de vista. ¿Ha chocado con la muchacha por despistado? —el oficial cruzándose de brazos, notó el vehículo que estaba obstruyendo el espacio que había en la entrada—, ¿El coche es de alguno de los dos? ¿Has noqueado sin querer a la chica para robarle el coche?

—¿Eh? ¡Pero qué dice, agente! Se está pasando, no es mío ni de ella —con una expresión de temor, apoyó su mano sobre su pecho al sentirse ofendido.

—O sea que es robado, vale. Le haré una multa y podrá seguir con su vida, pero no se olvide de pagarla —demandó sacando su libreta anotando también en la web.

Al dejar el papel sobre las manos de Seguismundo, este corrió hacia el interior del hospital para buscar a Khione.

—¿Saben dónde han llevado a la muchacha con la que he llegado? Quiero saber si se encuentra estable —les preguntó a unos doctores que se encontraban disponibles en la entrada del lugar.

—Buenas tardes, la chica está estable, solo se encuentra anestesiada. Se le ha hecho unos puntos por lo que he escuchado, y se le dará de alta por la mañana —dio a conocer, tranquilizando al chico.

Bien, ahora él tenia el camino ya libre, dejaría a la chica allí, porque su responsabilidad solo había sido llevar a la herida al lugar para que sea curada. Si estaba estable, nada podría sucederle, ¿No? Por lo que decidió irse por donde había entrado.

—¿No debería quedarse hasta saber que despertó? —se preguntó un medico en el oído del cual había hablado antes.

—Cada quien con sus preocupaciones, la nuestra es la joven, y la de él… no lo sé.

Las sirenas no paraban de sonar, se escuchaban hasta en la habitación donde Khione por fin había dado señal de vida, abriendo de a poco sus ojos. Notó el techo blanco, el ruido constante de la maquina de latidos y las punzantes agujas que daban contra su cuerpo en cada movimiento que hacia.

—Veo que en realidad, aquel chico, si pesaba bastante —el doctor se había quedado vigilándola, era una desconocida y ni su nombre sabían.

No había a quien llamar, en la ropa de ella no encontraron identificaciones ni mucho menos algún móvil con el cual comunicarse con familiares.

—Dime, ¿Cómo te encuentras? —incentivó a hablar.

—¿Hace cuánto estoy aquí? —su voz salió rasposa, dejando saber que quería agua.

—Unas doce horas como mínimo, te ha traído un chico con el que supuestamente te has chocado, ¿Es así? —anotando como la chica estaba entendiendo todo, analizó que no se movía.

—N-no recuerdo bien-

—No hemos encontrado ninguna identificación, puede decirme usted cómo se llama, por favor.

—K-khione Ta-takidashi —logró vocalizar mientras movía su cuerpo lentamente por los lados.

—Bien, en el sistema no hemos encontrado ninguna persona con cuyo nombres, ¿Eres nueva o solamente eres turista? —siguió anotando en la planilla la información—, si te duele mucho tu cuerpo, puedo darte sedantes.

—S-soy nueva, traía conmigo mi portafolios, no esta-

—Con usted no venia ningún portafolio —dijo el medico, arqueando una ceja, abrió lentamente la puerta y dejó pasar a un oficial—. ¿Sabe usted, señorita Khione, dónde ha perdido aquel portafolio? ¿Algún color con el que se pueda identificar?

—N-no conozco la ciudad, no recuerdo donde lo perdí, sé que lo llevaba conmigo. No pude haberlo perdido, joder, es de color celeste, llevo muchas cosas importantes allí —desesperada, movió su mano derecha para sacarse el suero con violencia y colocarse de pie en segundos.

Su cuerpo dolía, si bastante pero no era un dolor que no pudiese soportar, había pasado por cosas peores que la habían dejado postrada por días en una camilla.

—Señorita, no podemos dejarla ir, todavía debe recuperarse-

—Joder, que llevo cosas importantes, ¿No me ha escuchado? Recéteme lo que necesite, quiero pirarme de aquí —con seriedad, sostuvo su ropa en brazos para colocarse de a poco y con lentitud—, por favor.

Al sacarse su bata, el oficial y el doctor notaron los hematomas que tenia sobre su piel, estaban muy morados y algunos llegaban a estar un poco negros, preocupando a los demás. Se había colocado su pantalón primero y luego darse la vuelta para darles aquella vista, su espalda.

—¿Dónde se encuentra el imbécil que me ha dejado aquí? —preguntó luego de atarse su cabello y colocarse bien sus prendas, miró a los ambos hombres.

—Se fue —dijo el médico.

—¿Y tú siendo oficial lo has dejado ir? Bonita forma de dejar ir a los delincuentes, eh —se quejó con enfado, quedándose con el rostro de los dos.

Viendo el momento perfecto, abrió la puerta con rapidez y comenzó a caminar con prisa por los pasillos de allí. Escuchando como el doctor la llamaba, perdiéndose un poco al no saber dónde quedaba la salida, localizó un cartel que decía “salida de emergencia”, probando ir por allí.

El médico bufó, deteniendo su caminar al ver como aquella chica testaruda se iba fácilmente, notando como el oficial caminaba despacio y sin preocupación.

—¿No debería de perseguirla? Se está yendo del hospital sin receta médica —con un poco de enfado, se dirigió hacia él, dándose la vuelta como tal niño encaprichado.

—Bueno, no estaba bajo mi cuidado, solo observo. Además, no creo que se vaya muy rápido, ira caminado —cruzándose los brazos para mirar al médico.

—¿Tienes fe de que no robará ningún coche? —alzando su ceja incrédulo, le preguntó.

Éste sin más salió por las puertas, localizando la patrulla en la que su compañero se encontraba apoyado mientras fumaba y esperaba por su regreso.

—¿Ha sucedido algo? —fue lo primero que dijo su compañero.

—No, solo que tenemos que irnos a buscar a alguien que se acaba de ir por allí —señaló con su dedo índice la avenida.

Khione se encontraba desorientada, no fue ella quien había elegido aquella ciudad, nunca había sabido de este lugar ni mucho menos lo buscó por el GPS por si las moscas. Se podría decir que estaba completamente perdida y, eso le frustraba bastante.

Se sentó en una especie de parque, vio que en algunas esquinas habían paradas de autobuses pero lo que mas pasaba por allí eran vehículos, muchos. El parque tenia un enorme edificio que dudó mucho si era el lugar que el señor le había dicho.

—Si es, el ayuntamiento, demonios, si no hubiera perdido la carpeta ya tendría la vida resuelta —recordó mientras maldecía al muchachito que la había empujado—, se la vera conmigo cuando lo encuentre.

Comenzó a caminar para adentrarse allí y buscar ayuda para encontrar a algún trabajo acorde con ella. Los que había no era muchos y, por lo que decía allí, el sueldo no le ayudaría a no ser que haga horas extras.

—No sé cual está peor, si el minero o el basurero —lo dijo en voz alta.

—Creo que los dos, señorita, aquellos son los más atentados en la ciudad por los delincuentes —lastimosamente, esa voz Khione supo de quien se trataba, del Oficial que no había hecho mucho por no dejar ir a su agresor.

—Pues elegiré basurera, presiento que me ira mejor —resentida contestó, firmando unos papeles en recepción para luego salir sin mirar al policía.

—Mi nombre es Gregorio Rodríguez y mi compañero es Levi Jenner-

—No le he pedido que se presenten —sentenció al darse la vuelta para mirarlos a los dos—, a no ser que tengan mi carpeta, ahí sí podéis darme vuestros nombres, pero noto que no lo tenéis.

Gregorio era un hombre con una barba bastante voluminosa, con un perfil que se dejaría notar como vikingo, su porte un poco ejercitado dejaba aquella imagen. El que se llamaba Levi era un moreno, no llevaba rastas pero si un cabello afro, con un porte bien recto y ejercitado pero no llegaba a ser grandulón.

—Si supiéramos donde usted perdió su portafolios, podríamos llevarle hasta allí y asegurarnos si sigue en la zona —habló su compañero, caminando cerca de Gregorio.

—Es una avenida que separa dos barrios, del barrio rico —dejó saber, no pudo recordar los nombres que había leído cuando estaba caminando, se sentía tan agotada que lo único que deseaba era tener aquello en sus manos e irse a trabajar.

Ganar dinero era lo principal en todo esto.

—Vale, creo que te refieres a la avenida Olympie Fwy, es la principal por así decirlo —comentó con desván esperando una respuesta de la parte de la muchacha.

—No lo sé, no conozco la ciudad, Oficial Rodríguez —confesó mirando a los dos mientras quería morirse del hambre que estaba llevando—, pero primero quiero ir a comprar algo para comer-

—En la guantera tenemos comida, siempre hay —avisó con rapidez Levi, intentando ir directo al lugar para no dar tantas vueltas.

Ésta sin fiarse, giró su andar hacia la patrulla, la cual buena pinta mucha no tenia pero fue fan en aquel momento del modelo del vehículo.

Al adentrarse al coche, el silencio hizo presencia, el oficial le había dado la comida que había, kebab poco tibio pero lo dejó pasar.

—¿Sabe a qué altura fue lo sucedido? —consultó Rodríguez al llegar casi al final de la avenida.

—Podría guiarme, aquel es el edificio donde vivo, juraría que hice cuatro cuadras hacia allí —les indicó señalando la parte trasera, provocando que éste girase el volante—. Oye, casi me atraganto, Oficial.

Se escuchó su queja, y el copiloto no pudo disimular su risa, se había tentado por la confianza que por un momento hubo.

Lastimosamente la carpeta no la encontraron. El Oficial Rodríguez fue amable en darle las recetas y las pomadas que el doctor le había dejado a él para cuando se cruzase con Khione.

—Por lo menos no tuve que pagar por esto —bufó colocándose algunas de ellas para luego caminar un poco más hacia el puesto de basureros, que había del otro lado de la ciudad.

Varias veces se le había cruzado por la cabeza querer robar un coche, no podía quedar tan lejos. En realidad, dentro de los dos que había nombrado, ningún trabajo quedaba más cerca que éste.

Por allí no cruzaba ningún muerto, se notaba que era muy temprano para que las personas fuesen a trabajar. Duramente se colocó sus guantes de tela y el chaleco, viendo un camión disponible, decidió elegir aquel vehículo para comenzar a ganar dinero.

La ruta ya estaba marcada. El sol empezó a estar en su punto de bronceado, pasando por calles que quedaban cerca de las playas, pudo admirar el amanecer. Las bolsas pesaban como nunca y sus músculos quedaban tensos ante el esfuerzo de un momento a otro.

Tarareando una canción, siguió su camino, no era muy largo pero si cansador, sus guantes estaban sucios y aquel gorro que llevaba la vestimenta comenzaba a picarle.

Pitando fuertemente la bocina del camión para que los trabajadores se corriesen de la entrada. Había mucha peña y todos vestidos igual que ella, guardó con calma el vehículo, que sin gasolina se quedó y fue a recoger su recompensa.

—Que este es el nuestro, deben seguir la ruta esta para que nos tomen el trabajo, tío, entiende —se escuchó entre todo aquel bulto, llamándole su atención.

Conocía esa voz, varonil y chillona.

—¡Hey! —gritó al ver ese cabello negro que ni el gorro podría tapar—, ¡Tú, chaval!

Algunos giraron a mirarle, este lo primero que hizo cuando sus ojos se cruzaron fue levantar su mano en un saludo amigable.

—Veo que te encuentras bien, que golpe te había metido —soltó cuando estuvieron cerca.

—Si y abandonada, perdiendo mis pertenencias —le dijo seria, elevando su brazo para sostener el cuello de este, acercándolo mas—, ¿Dónde mierda está mi carpeta?

—¿D-de qué hablas, tía? Ni tu nombre sé, qué sabría —agarrando la muñeca de Khione en un intento de zafar el agarre, no lo logró.

—Era celeste y la llevaba mucho antes de que me atropellaras —sentenció, asombrando a los demás por saber lo que este había hecho.

Mirando a su alrededor, negó varias veces, nunca había visto una carpeta como ella estaba describiendo. Podría decirse que Seguismundo era un muchacho bastante despistado que nunca se daba cuenta de lo que sucedía en su entorno.

—Joder, te matare y-

—¡¡Arriba las manos!! —gritaron varios hombres enmascarados, sostenían armas de fuego y habían rodeado a los dos.

Las demás personas había corrido del lugar por miedo, sin salvar la vida de alguno de los dos.

Khione se había quedado pasmada, no cuadraba que justo en ese instante, quisiesen secuestrarlos, ¿Cuánto valían?

—¡¡Ustedes dos, meteros dentro de la furgoneta, ya, rápido!! —apresuró uno de mascara oscura.

Extrañamente vestidos de unas camisas floreadas y coloridas, calzados de Nike y manos con guantes, lucían como modelos al venir caminando, lo cual desesperó a la joven.

Los pasos de los hombres se hicieron mas rápidos poniendo mas insegura a Khione, acercándose para encerrarlos en un circulo pero no solo se escucharon venir de frente, si no que al mirar hacia al muchacho del cual seguía sosteniéndolo del cuello, éste solamente levantó sus manos y se quedó callado.

Un frío metal sintió en su nuca, recordándole muchas escenas vividas en el pasado y hace menos de unas horas antes. Provocando que se irritase mas de lo que estaba.

—Lentamente iras dejando al chico y juntos irán al vehículo, ya mismo —se escuchó decir en un susurro un tipo detrás de ella, en total unos cuatro o cinco debieron haber, ya que cabía la posibilidad que alguien estuviese en los edificios.

O eso pensaba Khio.

—¿En serio debemos ser nosotr-

—¡¡¿No has escuchado?!! —volvieron a gritar con desesperación, agarrándola bruscamente del brazo para meterlos a la fuerza.

La extraña sensación no se fue, pasmada estuvo, no podía creer que le estaba pasando esto y que se dejaba estar. El susto lo seguía sintiendo, su corazón no paraba de latir con muchas ganas, queriendo salirse del cuerpo.

—¿Cómo os llamáis? —preguntó el acompañante, su mascara era china de alguna manera, se notaba de lejos que a ese tipo le gustaba el rojo.

—Seguismundo García —habló el chico sin miedo a lo que sucediese, corriéndose a un lado al sentir cerca a un chico de ellos.

Incomodo.

—¿Y tú? —con un humor extraño, aquella voz demandaba mucho.

—Que mierda te importa, si al fin y al cabo nos mataran —soltó con rabia, escuchando una risa por parte del conductor.

—Por algo he preguntado, quiero saber quienes sois por si las moscas, o por si debo llamar a algún familiar vuestro luego de esto —encogiendo sus hombros, volvió a mirarla.

—Khione Takidashi —murmuró con temor, no pudo creer que le estaba sucediendo aquello, si tan solo hubiera ignorado a Seguismundo, no estaría embarcada en esto.

—Ala, una japonesa —asombrados, giraron a mirarla e inspeccionarle—, pero no tienes nada de japonesa, tía.

—Mis… ¿Por qué mierda les tengo que estar contando esto a vosotros? —arqueando su ceja, miró a su alrededor.

—Bueno, decías... —intentó que ella siguiese con lo que había comenzado.

—Pero… que mis abuelos lo son, solo mantengo el apellido —bufó para no seguir hablando de ello.

—Extraño —terminó de decir para luego girarse y mirar hacia delante.

—Tío, ¿Puedo irme? Ya me habéis quitado todo lo que llevaba encima, mi dinero y el móvil que pude comprarme —comenzó a chillar, harta de la ruta larga que estaba haciendo el conductor.

El silencio hizo su lugar, ignorando lo que la muchacha había dicho.

—Capullos —murmuró cansada—. Aunque sea dejadme las pomadas, que el idiota de atrás me atropello y duelen mucho los hematomas.

—Luego —le respondió el conductor.

La furgoneta no era muy espaciosa, Seguismundo no dejaba de intentar apartarse del muchacho al igual que Khione, solo que ella iba en el medio de dos hombres bastante grandotes.

—No quiero ir a comisario, tío, que todos ellos son unos imbéciles —sonó suplicante mientras zapateaba y golpeaba los pies de los demás, quiénes le gruñeron en modo de respuesta.

—Pues me importa una mierda, deja ya de hablar —el conductor giró bruscamente, provocando que Seguismundo se golpeara la cabeza con un enmascarado.

Los dos se miraron y gruñeron por el dolor, sin prestarle atención a lo parlanchina que se encontraba la muchacha.

—Tía, deja de moverte, molestas —refunfuñó uno a su lado derecho.

—Ni de lo digas, dejadme aquí, chavales, me quiero ir a mi casa. ¿Sabéis que os vais a meter en problemas si la policía llegase encontrarme? —arqueando su ceja, mirando a los cuatro secuestradores, también recordando su expediente si diese su nombre verdadero.

—Genial, valdrás más como rehén, tenemos una delincuente, cada quien trabaja de lo que quiere en esta maldita ciudad —volvió a girar el coche, provocando devuelta el mismo golpe entre los dos muchachos del fondo.

—¡Oye, conduce despacio, macho, me saldrá un hemorragia grave y os podre una denuncia! ¡eh! Es agresión a un civil —se quejó el joven mirando a los enmascarados un tanto resentido.

Khione bufó en busca de otra acción que irritase a los muchachos, su foco se encendió al darse cuenta que se sentía muy incómoda y si hablaba más, el aire se volvería espeso. Ninguno de ellos llegó a tocarla ni nada por el estilo, quería lucir irritante para que por lo menos la tirasen antes de participar en algo como había dicho.

—Oiga, conductor, ¿Podría parar y cambiar los asientos? Soy una mujer en medio de dos hombres, venga que no es para nada cómodo —comenzó su chantaje.

—¿Te crees que por ser mujer esto no es incómodo para mí? —Seguismundo soltó resentido por aquellas palabras, el fanático del rojo quien era uno de los secuestradores, giró a verla, la muchacha tenía razón.

Los hombros de está estaban totalmente hacia delante, sus piernas cruzadas y un tanto levantadas, ya que el espacio era escaso.

—Es verdad, ¿Dónde-

—Al baúl por no dejar de hablar, no hay más espacio y aquí nadie pone primero a nadie por su género —comunicó con voz demandante el conductor, interrumpiendo al que más empatía tenía.

Seguismundo no pudo evitar soltar una risa, ocultando un poco de ella por si las dudas.

—Y si tú te sigues quejando, se cambiarán los lugares, mira que en el baúl hay lugar hasta para tres, si quiero podremos levantar a alguien que sí quiera meterse en el baúl con vosotros —amenazó el hombre mirando a Seguismundo desde el espejo retrovisor, este llevaba una máscara negra con líneas blancas y una sonrisa bastante larga, dejando unos agujeros para sus ojos.

—Venga, ni de por tus muertos podéis mandaros una fiesta allí dentro, no os preocupéis, sé apañármelas sola —soltó Khione—. Es mejor que estar golpeándome el cerebro con una cabeza de… ¿Quien eres, idiota?

—Ten más respeto hacia tu mayor —soltó dolido el muchacho, colocando su mano sobre su pecho en modo de ofendido.

—¿Mayor? Pero si pareces un puto niño con esa máscara de Shrek —contestó un tanto divertida Khio, intentando burlarse y ofender hasta el punto de ser expulsada del coche.

—Uuuhh, lo que te ha dicho —metió púa Seguismundo, quien se mantenía totalmente apretado entre el otro hombre.

—Por lo menos no soy la secuestrada —comenzaron a discutir entre los dos.

—Tampoco llevo mi voz distorsionada, imbécil, hacedlo sin ello, no tenéis huevos. Quedáis como niños intentando salir del colegio a escondidas, capullos —giró su rostro mientras su mano jalaba su cabello hacia atrás, chocando con el mascara de Shrek, pero sus ojos cruzaron con uno de otra mascara.

—Venga, al baúl —paró el coche mientras el que se encontraba a su lado bajaba del vehículo, harto de la voz femenina.

Seguismundo en primer lugar carcajeó, pero al ver la situación en modo de escape para ella sola, se desesperó, intentó pasarse de asiento pero el que se encontraba a su lado no lo dejó.

La chica no la pensó mucho, ninguno de los dos secuestradores la había sostenido con los brazos cruzados, por lo que se aventuró a salir corriendo.

“¡Mierda!” pensó apenas hacer unos kilómetros, los disparos se fueron escuchando. Más los gritos del hombre que había mandado a que saliesen del coche, gritó para que ella no siguiera corriendo, además de ordenar a que fuesen a por ella antes de que la pierdan de vista. Claro, Khione no pensaba estar en un atraco como rehén, cruzarse con los policías no estaba en sus planes pero algo le decía que irse por ese camino, no le iría para nada mal.

Aunque podríamos apostar.

Sus piernas comenzaron a temblar, el vehículo la seguía, en todo ese transcurso el destino iba a ser a las afueras de la ciudad, donde se encontraba un banco, el cual era el blanco perfecto para los cuatro hombres que querían a Khione.

Además de que la muchacha ya sabia un poco de ellos, al fanático del rojo no se le había pasado de mano de que Khione les había fichado desde que se acercaban, ella tenia en su mente los tatuajes en los dorsos de sus manos, las mascaras y la persona que llevaban en el coche.

—Venga, tío, dejen que se vaya, conseguiremos a alguien por aquí —refunfuñó el muchacho que había discutido con ella.

Las manos del conductor se encontraban con fuerza sobre el volante, su ego intentaba hacerse a un lado, dejar que se le haya escapado una niña como ella, no lo iba a aceptar.

—La dejaremos, pero si os la cruzáis, me la entregáis viva —comenzó a disminuir la velocidad del coche a medida que cambiaba su humor, le echó una última ojeada al cuerpo de Khione, mas su rostro, para grabárselo y nunca perderla.

—Vamos, hay un grupo más tocho en la central —comunicó el de la mascara china al mirar su móvil.

La desesperación que mantenía Khione era bastante, le asustaba mas aparecer por comisaria que los que la estaban persiguiendo. Por aquel sentimiento, en los últimos diez minutos no giró a ver si todavía la seguían, todos que pasaban de ella se quedaban un poco impactados, nadie en esta ciudad correría de esa manera en un clima tan caluroso.

Sus pasos fueron bajando al ver que se acercaba a la comisaria, sus palmas comenzaron a sudar mas que nunca, mas que la vez que se había acostumbrado a ir como si fuera su escuela. Los autos iban pintados con un azul muy oscuro, y la bandera del país como representación, del orgullo que muestran hacia él y el respeto.

Modelos de autos que a Khione le llamaban mucho la atención, “¿Cómo un puesto como este os puede ofrecer tremendo monstruo? Tío, ojalá poder tener uno” pensó con fervor al verlos de lejos.

Aunque sus pasos cesaron mas cuando vio un grupo de policías, no mas al llegar en frente de la puerta. Su respiración intentó regularla, no había ganas ni de querer seguir caminando, su calzado no era apto para tremenda corrida echada.

Intentó verse normal, pero una mano puesta en su hombro la asustó, colocándola en modo de defensa. Una muy buena defensa que sorprendió tanto a la persona que había apoyado la mano como a los que se encontraban en la lejanía.

—¡Oh, perdón! —le dijo Khio al soltar rápidamente el brazo que torció.

Asustada se alejó, todos miraron hacia su dirección, girando con sorpresa por la manera en la que Khione se intentó defender. Aunque la muchacha no podía ver el rostro de ninguno, ya que todos parecían que se fuesen a una guerra. Chalecos, armas tanto en sus manos como en sus espaldas, intentó volver a hablar pero una voz se interpuso.

—¡¿Pero qué te pasa, joder?! —preguntó el enmascarado hacia su dirección, Khione con muchos nervios, intentó de nuevo.

—Y-yo-

—¡Que me sacas el puto brazo, bruta! —replicó enojado, intentado llegar a ella pero una persona interrumpió su caminar.

—¿Qué mierda ibas a hacer tú, Leónidas? —la voz un tanto gruesa sobre salió de aquella espalda ancha que tapaba a una Khione un tanto intranquila.

Al mirar a los demás, notó que el auto que la había seguido, donde teóricamente tendría que encontrarse los cuatro hombres con Seguismundo, solo estaba el conductor, el cual no se había quitado la mascara, estacionado en una esquina.

Con desesperación, Khione no supo como actuar, debía estar vigilada por ellos, por lo que suponía que habría alguien apuntándola de alguna parte, asustándola mas, odiaba las armas.

—D-disculpen —se metió entre las miradas un tanto enojadas que se daban entre los dos—. No estoy aquí para ver peleas de agentes, sinceramente me aburren. Venia por-

—Rodriguez, deje ya a Leónidas, los problemas personales están fuera del ámbito laboral —volvió a hablar una voz masculina—. Perdón, señorita, debió pasar un mal momento al presenciar tal atrocidad.

—Oh, por eso no se preocupe, he pasado por muchas cosas peores que estás, no sé si esto se consideraría algo atroz comparando con lo que-

—¿Eh? ¿Perdone? —el hombre al escuchar el palabrerío que soltaba la chica, comenzó a prestarle más atención, se le notaba relajada, para nada nerviosa ya que su mirada iba entre ellos tres y sus manos.

Dando indicios que les costaba un poco vocalizar, estaba bastante claro el por qué. Temía decir lo que le había sucedido por miedo a que piensen que estaba loca, no creyó que fuese normal decir que unas personas enmascaradas le secuestraron.

—Nada nada, falacias que suelto cuando… estoy nerviosa, solo eso —soltó una risa tensa al sentir como los tres, al igual que los demás, ponían su atención en ella—. Bueno, a lo que venia, ¿O me iba?

—¿Disculpe? —cuestionó el policía que la había tratado con amabilidad.

—Pero-

—Recién llega la chavala, ha venido corriendo e intenté hablar con ella pero-

Se interrumpieron entre los otros dos comisarios, ya que las palabras que estaba soltando Khio les estaba confundiendo bastante.

—Pero nada —carcajeó nerviosa, interrumpiendo al que seria Leónidas—, solo era un trote, nada más.

Intentó irse, pero la atención de todos la volvía paranoica, giró su vista sobre el edificio alto que se encontraba frente a la comisaria, la razón la tenia ella. Aunque el tirador no iba hacia Khio.

En el edificio de el frente, un tirador se encontraba posicionado en su zona A, temiendo mas por lo que podría suceder. Giró su rostro para ver al de la furgoneta, quien se había dado cuenta de lo que había visto, por lo que negó hacia su dirección.

Volvió a girarse para mirar a los tres que seguían con las máscaras, poniéndole difícil el saber quien le había hablado.

—¿Quién… tiene un puesto mayor de ustedes tres? —los señaló poniéndose pensativa—. ¿Número uno, dos o tres?

Con su mano los señaló poniéndoles como nombres números, ya que al estar todos de negro, los pasamontañas y los grandes anteojos, era difícil saber quién era Leónidas, Gregorio y el muchacho que le había tratado bien.

—Nosotros dos no, aunque-

—La atiendo, señorita, pase-

—¿Podréis quitaos el pasamontañas? Se me hace difícil saber quién es quien —volvió a replicar sin poner atención a los demás y al palabrerío del muchacho.

El número uno hizo una seña con su mano, provocando que cada uno de ellos, hablando también de los de alrededor, se quitaran sus protecciones de cabecera.

—Wow, ¿Pero de dónde tanta belleza, hombre? Si fuera por mí, estaría en comisaría todos los días, aunque tampoco queda descartado la posible chapa-

—¿Disculpe? —el hombre que tenia la espalda bastante ancha habló un poco indignado al ver cuan charlatana se había vuelto la joven.

Éste tenía una barba abundante, su color de cabello era un tono marrón/negro bien cortado y peinado hacia atrás. El número tres era un rubio, lo cual le hizo pensar por qué había hecho con ella tal drama allí afuera. Y por último, el que mas le impactó, el número tres; el único que se comportó con ella, contenía un cabello gris y una piel un tanto de bebé.

—Dije que sois guapos, bueno, a lo que venia-

—Pase, señorita, estas cosas se hablan dentro del estableci-

—Es que-

—¿Qué, tía? Joder, no cuesta nada que muevas tus piernas y calles hasta llegar a la sala —regañó Leónidas.

—Por está vez, Leo tiene razón —incitaron más.

Khione movió su rostro hacia los dos lados donde el peligro era mucho, dudó en si seguirles a los policías o hacer algo, aunque las molestas ganas de tener acción no le faltaban. Comenzó a pensar más de la cuenta y sin darse cuenta…

—Hay un francotirador en la azotea —soltó cerrando sus ojos para no ver lo que podría pasar.

—¿Pero qué di-

Los tres la miraban curiosos, no podían creer que estuvieran perdiendo el tiempo con un chica que ya titulaban como loca.

—Está loca —soltó riéndose Leónidas.

—¿Dónde está? —el de cabellos grises no separó la vista de Khione.

Ésta entreabrió los ojos y notó que los de su alrededor estaban tranquilos y sin alarmas, solo el que había preguntado se encontraba más serio.

—Allí, detrás mía, hay un hueco que deja ver una-

Y lo que no quiso ver ni presenciar, el disparo había ido directo hacia una chica de cabellos celestes chillantes, en el cuello específicamente.

Todos aturdidos y protegiéndose entre ellos, una mano pasó por la muñeca de esta para tirar de ella. Había sido dos manos distintas quienes la había sostenido, o ese fue el intento de hacerlo, porque el de cabellos grises no puso envolver con fuerza su mano con la de Khione.

Una bomba de humo había sido explotada en ese momento y es por ello que nadie notó su ausencia hasta que el humo haya disminuido.

—¿Dónde se ha ido? —preguntó el de cabellos grises.

Khione se encontraba mal, atormentada y asustada, no pudo creer lo que había ocurrido. De alguna manera, ella pudo haber evitado eso.

—No fue un buen trabajo para ellos —se escuchó decir al conductor.

La persona que la había traído de nuevo a aquel vehículo había sido el de rojo, quien si se había quitado la mascara.

—¿Fuisteis vosotros? —incrédula de preguntó, acariciando sus piernas.

—No, han sido otros, nosotros no nos arriesgamos tanto —respondió el pelirrojo, este si tenia las mismas facciones que recordaba de china.

—¿Por qué han matado a aquella chica? —intentando buscar algo, consultó aquello con sus manos temblando.

—Pueden tener muchas razones pero más que nada… la traición es una —esta vez habló el conductor.

—¿Para qué me quieren? ¿Dónde está el otro chico? ¿A dónde me lleváis? —dejando lugar a su intriga, su miedo y desesperación, comenzó a preguntar bastante.

—Tranquila, he visto un poco de potencial en ti, en una escena particular —comenzó a hablar el único enmascarado—, quiero que sepas que te pondré un ojo encima por si llegas a hacer algo, y por si dudas, también puedo dejarte como le han dejado a la muchacha esa. No eres nueva en esta ciudad y lo sabes.

El motor del vehículo paró y la puerta trasera se abrió, dejándola en la parte trasera de comisaria.

—Hasta más tardar, Khione —saludaron ambos al verla fuera del coche para irse sin mirar.

Quedándose allí, sintiendo la fría noche en su piel, se quedó viendo como desaparecía la furgoneta.

—¿Señorita? ¿Dónde ha estado? —la voz de un policía la volvió en aquel instante.

—¿Eh? Corrí hasta aquí y me escondí allí porque tenia miedo —colocando una mueca en su rostro, señaló las zonas.

—¿Podría acompañarme? El Oficial Rodríguez me ha dejado saber que usted perdió una carpeta que fue entregada en la tarde —informó abriendo las rejas del estacionamiento trasero.

Ésta no pudo evitar tener miedo, aquella carpeta era su todo y a la vez su perdición, si le llegase a pasar algo, seria Khione la víctima.

Episodio Dos

...Pistola...

—Espero que no hayan hurgado en mis pertenencias —nerviosa, caminó por los pasillos de la comisaria siguiendo al policía.

—No tendemos a hacer ese estilo de cosas pero no puedo asegurarlo, señorita —el muchacho lucía igual que ella pero no había razón para que lo estuviera.

Era verdad que habían encontrado la carpeta, lo que en ella había era lo que tomaba por curiosidad a la mayoría de los policías que pasaban por allí y veían algo celeste guardado.

—Es de muy mala educación hacer ese tipo de cosas, ¿Puedo hacer una denuncia? —dijo en el momento en que llegaban a la parte principal del lugar.

Era la recepción, el policía se colocó detrás del mostrador, agachándose en busca del portafolios. Toda la comisaria estaba vacía, no había ni gente de las dos partes.

—No es denunciable, es un objeto extraviado, lo único que podemos hacer es revisar las cosas por si se encuentra un nombre o número del dueño —contestó mientras seguía buscando, hasta que vio lo celeste en un montón de cosas oscuras—, aquí está, todo suyo.

Las manos de Khione temblaron un poco al recibirlo, la duda y el miedo de que hayan visto lo que allí guardaba seguía estando, a pesar de que el policía se mostrase tranquilo.

—Muchas gracias, que tenga buen servicio —le agradeció abriendo de a poco el portafolio y sentándose en las butacas que había—. ¿Podría tramitar mi documentación?

—¿No es ciudadana? De hacerlo, podremos —pacientemente y un poco más tranquilo al ver la reacción de ella, la miró.

—No, me mudé hace un día e iba hacia el ayuntamiento antes de que Seguismundo me choque-

Paró de hablar al darse cuenta de una cosa, y esa era que tenia el momento perfecto para poder informar sobre el secuestro que había tenido y de aquel hombre. Pero… ¿Le pasaría lo mismo que la mujer policía de antes?

—¿Señorita, se encuentra bien? —y está vez reaccionó bien hacia el tacto de la palma del joven hacia ella.

—S-si solo me había quedado pensando un poco, quiero hacer mi documentación ahora, si no es de mucha molestia. Así a este portafolio no lo usaría mas y tampoco lo perderé —soltando una risita, giró a mirar bien al muchacho.

Ojos marrones, alto y un poco flaco, lucía pálido y su tono de cabello había llamado la atención de Khione. Un policía platinado.

—Claro, solo que en este momento la persona que se encarga de ello no esta. El comisario Volvo es quien puede ayudarte en estos momentos, creo, déjeme preguntar —rascándose su nuca, volvió a recepción en el momento en que entraron mas civiles.

—Desde luego —dijo para quedarse sentada mientras que los demás gritaban las denuncias que querían hacer.

Algunos eran por robos y algunas peleas callejeras.

—¿Señorita Khione? Pase a mi despacho, por favor —aquella voz un tanto gruesa se escuchó en el momento que la puerta de comisaria se abría.

El comisario que llevaba una camisa gris le abrió la puerta que los llevaría a un pasillo y luego una sala. Con sillones individuales y una variedad de cafés, la guió hacia la izquierda, donde una oficina un tanto apagada residía en el momento.

Todo era de madera, hasta la pared lo era, raro porque nunca había quedado con la estética que tenia la comisaria completa.

—Veo que no le ha sucedido nada grave, tome asiento —demandó mientras cerraba la puerta detrás de ella.

—Por mucha suerte que tenga… si, me encuentro un poco bien —regalándole media sonrisa, se sentó en una de las sillas que había frente al escritorio.

—Bien, me han informado que quieres hacer tu documentación en este momento —habló en el mismo momento en que corría la silla para sentarse cómodamente y mirarla desde allí.

—Si, me quedare por un buen tiempo y para quedarme en el trabajo que tengo, necesito ser residente de aquí-

—Supongo que ya tienes donde quedarte, debes darme tu dirección y demás datos —le interrumpió, colocándose derecho, comenzó a teclear en su ordenador.

—Claro, es aquí —buscando los papeles del apartamento donde se quedó, sacó una fotocopia del contrato, donde allí se encontraba la mayoría de información.

—¿Es usted sola, cierto? —preguntó mientras seguía tecleando.

—Así es —cruzando sus dedos entre ellos, miró toda la oficina.

—¿No tiene familiares, señorita Takidashi? —alzando su ceja derecha, dejó a un lado el papel.

—Tuve pero se fueron hace bastante tiempo, mis hermanos se quedaron en mi ciudad natal y sé muy poco de mis padres, no tengo buena relación con ellos —y sin darse cuenta, des ventiló una parte de su vida.

—Vale, ¿Tiene antecedentes? Es raro encontrarse una chica con un apellido japonés en esta ciudad —intuyó sin mirarla.

—Bueno, que sepa, no he hecho nada malo. Por el momento no tengo vehículo y estoy fresca en esta ciudad —soltó con una mueca, que mas que nada había querido salir como una sonrisa pero por lo que se vio, el comisario no estaba para ello—. Disculpe, ¿Podría saber su nombre? Sé su apellido pero-

—Con que sepa usted de mi rango y mi apellido está conforme —como si fuera un instinto de defensa en su sistema, esquivó bastante bien la pregunta.

Khione asistió en silencio, no podía creer que se encontraba en la oficina de un comisario tan frívolo, y eso que su rostro no se mostraba como lo fue.

—Vale, ya estas ingresada al sistema, de ahora en adelante eres parte de esta ciudad por lo que si cometes alguna falta, podrían buscarte por la web de ciudadanos y colocarte las multas que hayas cometido. Su DNI llegara a su domicilio en unos diez días hábiles, se necesitará de una firma y una foto suya pero eso no es aquí donde se hace, es en el ayuntamiento —paró de hablar para escuchar los murmullos que fuera de la oficina se decían, cosa que en su rostro se mostró la mera confusión—, como decía, ya conoce la comisaría, ante cualquier emergencia, ya puedes ir-

—¡Oscar, tío, que puto asco! —interrumpieron en la sala un par de voces chillantes—, Oh, que Volvo está ocupado, será mejor irnos.

—No, descuiden, ya terminamos, fue un gusto y le agradezco por esto —rápidamente, Khione se levantó con prisa sosteniendo con fuerza su carpeta, alzando su mano para estrecharla con el comisario.

Quien en su rostro tenia una duda al igual que el otro agente. Los tres muchachos que habían interrumpiendo en la oficina no hicieron mas que asistir con su cabeza para despedirse de la muchacha.

—Oscar, que estaban solos en la oficina —susurró uno de ellos en el momento en que Khione ya no se encontraba allí.

—¿Qué queréis? —bufando los miró, intentando olvidarse de la chica.

—Hombre, que venimos en son de paz, ¿Por qué ese humor? —se escuchaba que cuestionaban al comisario.

Khione por su parte, se perdió por los pasillos, casi todas las puertas las mantenían cerradas y no había ningún policía que por allí pasase. Por lo que se quedó unos minutos hasta ver que de las dos partes, tanto del exterior e interior, venían oficiales.

—¿Qué hace usted aquí? ¿Esperaba al comisario Volvo? —le cuestionó uno de los muchachos que habían interrumpido en la oficina del nombrado.

—¿Disculpe? ¿Acaso usted no ve que la puerta está cerrada y no pasa ni un muerto? —exclamó sorprendida ante las vueltas que el rubio le estaba dando.

—Que olor a zorra  —murmuró al que se podría identificar como Oscar.

—Pero-

—No deberían de estar aquí —la voz gruesa que antes Khione había escuchado la pudo recordar.

—Gracias por abrir la puerta, estuve esperando como veinte minutos —agradecida y sin haberle tomado mucha atención a lo que el hombre había dicho con anterioridad, se giró para cruzar el umbral.

—Perdone, señorita, pero me gustaría hablar con usted. Si no es mucha molestia, en una sala de interrogatorio ante lo previsto —el hombre con buena barba, alzó su mano para guiarla, incitándola a moverse y volver por donde había querido salir.

—Eh, bueno, me gustaría irme a casa lo más rápido posible —arqueando su ceja, miró a todos tomándose su tiempo para pasar por delante suya—, el olor que hay aquí es más de corrupción que de zorra para su información.

Susurró, asombrando a los que habían tenido la posibilidad de escucharla provocando un poco de risas nerviosas entre ellos.

—¿Qué debo decirles? —preguntó en el momento en que se sentó en la silla que daba contra la pared y mirar tranquilamente a los agentes.

Siendo uno de ellos, Rodríguez.

—¿Sabia usted sobre lo que sucedería con anterioridad luego de llegar corriendo a la entrada de la comisaria? —preguntó sin escrúpulos.

—Claro que no —exclamó horrorizada, temiendo que por si sus palabras implementadas no fuesen las correctas.

—Entonces, ¿Por qué llegó corriendo con la condición que tiene? —sosteniendo una libreta en su mano, comenzó a anotar.

—¿Condición? No sé a lo que usted se refie-

—Has salido del hospital desesperada y tuve que buscarla para entregarle, en primera persona, sus pomadas y receta. La caída fue fea y que haya corrido bastante como para agitarse, significa que lo hacia por una razón, ¿No cree?

—La verdad, para serle sincera, comisario Rodríguez, corrí hasta aquí porque me habían avisado que habían encontrado mi carpeta —dijo mientras ponía en evidencia su portafolio celeste.

—La carpeta la encontraron recientemente —diciéndoselo a si mismo, lo anotó en su libreta sin que ella se diese cuenta—, ¿Tan importante es?

—Pues si, hombre, esta mi acta de nacimiento, donde vivo, papeles de mis familiares. ¿Qué se piensa usted? ¿Qué tengo contratos ilegales? —indignada, comenzó a hablar bastante, al sentirse un poco herida por lo que el policía decía.

—No, no he dicho eso. Al caso, es extraño que usted se haya dado cuenta del francotirador en el edificio antes que nosotros, por lo que dudar es un bien, tengo mis motivos, usted es mujer y cabe la posibilidad de que haya conocido a la oficial y haya intentado matarla o salvarla de alg-

—¿¡Pero qué dices!? —sosteniéndose su sien, miró hacia abajo suspirando en el proceso—, a esa chica ni la tenia de vista, no la conozco, le he dicho que llegue ayer a la ciudad, he pasado por todos los controles y ni ciudadana soy. Dudar de esa manera de mi, cuando en mi historial no hay nada, me hace pensar que usted es el que busca un culpable en donde no hay.

—¿Quién más se hubiera dado cuenta de aquel tirador, señorita? —entrecerrando sus ojos, la miró detalladamente

—Vosotros estabais muy confiados al estar de trajes y fuera del establecimiento, cuando en realidad debieron haber estado en sus vehículos y hacer una fila hasta ir al lugar que debían ir, no esperar fuera. ¿O usted sabia lo que iba a suceder y es por eso que dieron la orden de esperar de aquella manera?

Sus ojos estaban en guerra, no se podían creer lo que el otro creía de la otra, era impresionante como daban vueltas y no concluían nada.

—Bien… el comisario Volvo intentó sostenerte de la muñeca, al mismo tiempo que la bomba de humo empezaba a segar pero te escabulliste y no alcanzó en hacer algo para detenerte —haciendo una pausa para tomar agua y carraspear su garganta, apoyó los dos brazos sobre la mesa, quedando frente a ella, mostrando sus músculos marcados—, ¿Dónde te habías ido con tanta rapidez?

—Mis padres me enseñaron que ante cualquier peligro, debo esconderme donde lo vea conveniente, no sé si quedarme en la comisaria seria la zona más segura en aquel instante, sepa usted que asesinaron a una policía, ¿Qué hubiera pasado si de aquel fierro saliese otra bala dirigida a alguien más, y con otras intensiones?

En la mayoría, Khione tenia razón pero la duda seguía estando.

—¿Eligió, como zona segura, la parte trasera de comisaria? —alzando su ceja, siguió soltando su curiosa pregunta.

—Bueno, no hay edificio por el que me mutilen, solo es una zona poco transitada, ¿Qué hay de malo? —encogiéndose de hombros, soltó un bufido.

—Que la mayoría de las personas hubieran corrido para cualquier dirección y nunca se les ocurriría volver —y está vez se sentó, relajando su cuerpo en el asiento.

Las cámaras funcionaba con normalidad por lo que superiores y demás personas, centrados en las cámaras de seguridad, podrían haber estado  escuchando aquella conversación

—¿Entonces qué hará conmigo? Veo que la duda sigue en usted y mis palabras sigue sin creérselas —encogiendo sus hombros y acurrucándose más en la silla, apoyó su cuello sobre el respaldo—, puedo denunciarle, me esta encerrando en una sala sin evidencias ni delito que haya cometido.

En la misma posición, los dos se volvieron a mirar.

—¿En serio corriste de esa manera hasta aquí? No te veías tan contenta cuando Leónidas había intentado llamar tu atención —volviendo al principio, nunca dejó la libreta.

—Mire —acercándose mas a la mesa, los susurros empezaron a salir por su boca—, no llegue corriendo a la comisaria por esto, tenia miedo porque… unos monos habían querido secuestrarme y ante mi insoportable carácter, logre escapar sin daño alguno pero seguía un poco paranoica por lo que seguí corriendo hasta llegar aquí. No sabia que me quedaba un poco lejos la comisaria pero… eso es todo, comisario.

Y ahora si la historia tomaba un ritmo poco inocente, lo que no cuadraba era el tirador. Ella no podría haber notado aquello, había dicho que de lejos mucho no veía. A no ser que estuviera mintiéndonos.

—Vale, por el pasillo debe estar el oficial Matthew, fue un gusto conocerla, señorita Khione —levantándose, elevó su mano para darle un apretón a la suya.

—Para esto estoy, no me es de ninguna molestia resolver sus dudas, comisario —dijo abriendo la puerta y cerrándola con lentitud.

Caminó por donde recordaba un poco donde quedaba la salida, o por lo menos la trasera, ya que se cruzó con las celdas.

—¿Disculpe, usted es Matthew? —le paró del brazo a un oficial, quien cerraba la reja de un prisionero en el momento.

—¡Ostia, que susto me has pegado! No, soy Jonny, él si es Matthew —señaló a otro que se encontraba guardando unas cajas en un cuarto—. ¿Necesitas ayuda?

—Oh, Rodríguez me ha dicho que un tal oficial Matthew podía guiarme hasta la salida, soy nueva y me pierdo un poco —sonriendo para mostrarse adorable, este asistió.

—Oye, Matt, la chica necesita que la acompañes hasta la salida, ¿Llevas un poco de apuro? Es un poco peligroso ir a esta hora por las calles, los secuestro han aumentado un tanto —gruñendo por no poder girar la llave, resopló luego de hablar.

—Buenas noches —saludó un rubio con ojos celeste, era impresionante la cantidad de rubios que había en la comisaria—, ¿No te sabes la salida y quieres irte sola? Es muy mala idea, te pediremos un taxi asi vas mas segura.

No enamoraba pero su forma de hablar y no solo era eso, de analizar, su inteligencia en un mínimo momento con ese tono, había provocado la guerra dura.

—Vale, como vosotros digáis —cansada y sin ganas de dar vueltas como había hecho en todo el día, se dejó estar.

—Bien, así nos aseguraremos que puedas irte con comodidad —dijo Matthew mientras le quitaba las llaves a su compañero para terminar de cerrar la reja por completo.

—¿Y por qué no me lleváis vosotros? —cuestionó, haciendo que los oficiales se parasen en sus lugares.

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