—¡Tienes veinticuatro años! ¿Cómo es posible qué alguien tan joven tenga alma de vieja? —Kate regañó a su amiga, era sábado por la noche, y la chica solo quería ver Netflix e irse a dormir.
—De verdad no tengo ganas de ir —respondió aburrida. Para después acomodarse en el sofá.
—¡Tienes que ir!
—No, ahora por favor déjame tranquila.
—¡Michelle eres una ñoña!
—Quizás, pero no me importa —respondió con simpleza.
—Es un evento muy importante. Asistirá la familia Pomeroy —mencionó Kate ansiosa.
—¿Y? —preguntó sin interés.
—Michelle, eres una insensible, sabes lo qué significa para mi carrera periodística tener tan cerca a esa poderosa familia.
—Kate, ni siquiera tienes un trabajo de periodista.
—No, pero lo tendré si logro entrevistar a alguien en ese lugar.
—No puedes hacer eso, se supone que es un evento donde no permiten prensa.
—Pero tú lo has dicho, no soy prensa como tal.
—Ramsés jamás me dejará ir a un sitio así. —Michelle soltó un resoplido, recordando la última discusión de esa mañana con su esposo.
—¿Siguen juntos? —cuestionó Kate con asombro.
—¡Claro que estamos juntos!
—Disculpa, pero después de la horrenda discusión de hace unos días imaginé que… —Detuvo su oración, antes de decir algo que lastimara a su amiga.
—Estamos solucionando las cosas. —Michelle se sentía avergonzada, la mayor parte de su círculo de amigos se enteró de los comprometedores mensajes que encontró en el celular de su marido.
—Bien. —Kate se sintió incómoda y se arrepintió de haber preguntado.
—Le diré —dijo rápidamente Michelle tratando de disipar toda esa incomodidad—. Para acompañarte.
—¡Gracias!
Michelle tomó su celular y se dispuso a marcarle a su esposo.
—¡Te dije que estoy ocupado!
Se escuchó al otro lado de la línea.
—Ramsés, lo sé. No te marco por eso —susurró la chica.
—¿Entonces? Entiende que estoy en el trabajo —espetó grosero al teléfono.
—Solo quiero avisarte que acompañaré a Kate…
—Sí, está bien, con cuidado —interrumpió Ramsés de forma brusca y cortó la llamada.
La mujer suspiró hondo, tratando de calmar la sensación de ese vacío formándose en su pecho.
—¿Estás bien?
—Sí ¿Qué me pondré? —preguntó Michelle con una risa fingida.
—Veamos, tienes cabello castaño, dicen que los colores rojos, hacen lucir perfecto ese cabello. Unas sombras coloridas en esos ojos marrones, o qué tal un vestido azul eléctrico para que resalte tu tono de piel, amo como luce ese color en morenas claras, eres bajita así que con un vestido arriba de la rodilla te verás fenomenal.—Kate miraba de arriba abajo a su amiga.
—No soy tan bajita.
—Solo cinco centímetros debajo del promedio. —contestó burlona y Michelle rodó los ojos.
—Veré que tengo—le dijo levantándose de su lugar para ir al closet.
—Pero apresúrate o llegaremos tarde. —Kate comenzó a tronarse los dedos.
—¿A qué hora es el evento?
—Muy pronto, así que arréglate. —Después de escuchar las indicaciones de su amiga, Michelle supo qué ponerse o eso creía.
Veinte minutos después, Kate terminó de ducharse, se estaba poniendo su despampanante vestido de gala entallado, color rosa palo, que hacía lucir su esbelta figura y el escote en la espalda mostraba su blanca piel.
—Te ves muy bien —dijo Michelle.
Kate dejó de peinarse su rubia cabellera y volteó a ver a su amiga.
—¿¡Qué traes puesto!? —la miró de pies a cabeza.
—Un vestido.
—¿De quién es? ¿De tu abuela?, ¡por favor Michelle! No me digas que a tan importante reunión iras así.
—A mí me gusta, es elegante y discreto.
—Te ayudo a elegir algo mejor.
Michelle soltó un fuerte suspiro. En sus seis años conociendo a Kate, sabía lo provocativa que era al vestirse.
《Eres una anticuada en el sexo》 Recordó las palabras de su esposo.
—¿Estás bien? —preguntó Kate, mirando como Michelle tenía los ojos llorosos.
—Sí. Vamos, para que me ayudes a elegir algo más apropiado.
—Bien. —Kate sabía que algo estaba perturbando la cabeza de su amiga, pero no quería forzarla a hablar sobre ello, así que prefirió ir al armario y hacer como si no pasara nada.
Quince minutos después de mirar todo, llegó a la conclusión que el soso vestido, blanco, corte princesa, era lo más alocado que tenía su amiga.
—Bien, llevátelo, pero si nos ven juntas haré como que no te conozco —dijo señalando el vestido. Michelle le dedicó una amplia sonrisa y se volvió a poner su adorado vestido blanco.
Cuando las dos estuvieron listas, salieron del lugar, pero una duda crecía en la cabeza de Michelle.
¿Dónde rayos era ese evento?
—Kate, recuérdame a dónde vamos exactamente. —le dijo cerrando la puerta de su casa con llave.
—A un evento para entrevistar a la familia Pomeroy —respondió con simpleza, mientras se miraba en su espejo de bolsillo.
—Pero ¿Dónde está eso? —trató de ser más directa.
—Por ahí. —Kate se encogió de hombros y comenzó a caminar a paso firme hasta su auto.
—¿A qué distancia de aquí? —volvió a cuestionar una curiosa Michelle, a las espaldas de su amiga.
—A ochen… Cinco. —balbuceo Kate.
—No entendí.
—A una hora… y veinte minutos —respondió.
—¿¡Qué!? ¡Por Dios! Eso es muy lejos, son las ocho cuarenta, llegaremos muy tarde. —Detuvo su paso, con toda la intención de regresar a su casa.
—Michelle, por lo que escuche tu marido va a llegar muy tarde, así que no habrá ningún problema. —Volteó a ver el rostro desencajado de su amiga.
—Kate, no se trata de mi marido, se trata de que no quiero ir a un lugar tan lejano.
—Estamos listas, por favor, dijiste que irías conmigo. —suplicó Kate, poniendo su mejor cara de tristeza mientras su rubia melena se movía con el viento.
—Entremos al auto. —Michelle había perdido de nuevo, no podía negarle nada a su amiga cuando ésta le ponía esa cara lastimera.
—¡Gracias!
Y así, después de que los detalles omitidos salieron a luz, las chicas se encaminaron al gran evento.
—¡Esta noche será la mejor de nuestras vidas! —declaró Kate, emocionada y completamente segura de que esa noche obtendría una gran entrevista.
—Muero de alegría. —Michelle no compartía el sentimiento, pero las amigas están para apoyar las ideas más locas.
—Repítelo, pero esta vez intenta sonreír. —le reclamó Kate a su amiga.
Michelle hizo el esfuerzo por sonreír como le pidió Kate, pero su mueca, dibujó la sonrisa más fingida que alguna vez se haya visto.
—Eso es… terrorífico —observó Kate con tono perturbado.
—Sí, así soy yo, como una especie de Joker.
—Más bien chuky, por el tamaño —bromeó.
—¡Qué graciosa!. —La miró con fingida indignación.
—Sabes que no es verdad, eres hermosa. —Kate la miró de reojo, para no desconcentrarse del camino.
—¡Qué hermoso paisaje! —Kate, miraba la ventanilla del auto.
—Sí, bares de mala muerte y gente ebria ¡Es arte!
—Eres una amargada. —dijo entre carcajadas Kate. La mirada de Michelle denotaba que esas palabras la habían lastimado.
—¿Todo bien? —preguntó preocupada. Su amiga no era precisamente la más sensible ante ese tipo de bromas.
—Sí. —Michelle aguantó las ganas de llorar, esas horribles e interminables peleas con su esposo, la tenían muy mal.
—Te ves, algo estresada…
—Estoy muy estresada. —afirmó Michelle. —Las cosas están, asquerosas.
—Michelle, sé que como tu mejor amiga, debo decirte que le eches ganas a tu matrimonio y todas esas tonterías. —Kate detuvo el auto y miró detenidamente a la mujer a su lado— Pero, solo te puedo decir que mandes a la mierda a ese tipo.
—¡Ya! —suplicó Michelle, sabiendo a donde iba toda esa conservación.
— Ese tipo te trata como su tonta.
—Lo sé ¡Sé que soy una gran tonta! ¿Ok?
—No, tú no eres una tonta, dije que te trata como si lo fueras.
—Kate ¿Podemos cambiar de tema? —El rostro de Michelle estaba ruborizado. ¿No bastaba con sentirse humillada por su familia? Ahora hasta su mejor amiga le decía qué hacer en su fallido matrimonio.
—Sí, mejor disfruto la hermosa vista de borrachos y bares. —Contestó Kate, un tanto exaltada, mientras se acomodaba el cabello detrás de la oreja. Después de mirar a la nada por cinco minutos, puso en marcha el auto.
Michelle, sabía que esa gran etiqueta de "Idiota" que su esposo, había puesto en su frente, la perseguiría toda la vida.
Un gran silencio reinó en lo que restaba de camino.
—Según el Google maps, hemos llegado. —Kate miraba por la ventanilla del auto, tratando de localizar con la mirada el lugar de tan importante reunión. Mientras tanto, Michelle se ponía sus zapatos de tacón y soltaba el aire que no había notado que estaba conteniendo.
Cuando ambas salieron del coche, se miraron con confusión. Eso parecía de todo, menos un punto donde gente importante se reunía.
—¿Segura que es aquí? —cuestionó Michelle.
—Sí. —Kate, miraba por todas partes. —Según Marco, este es el sitio donde será la reunión.
Michelle ahogó una mueca de fastidio. ¿De verdad Kate podía tomar en serio algo que dijera Marco? El tipo se la vivía tomándole el pelo.
—¡Ahí está! —dijo emocionada la futura periodista.
Michelle regresó a ver donde su amiga señalaba.
"LIBIDO" se podía leer en un pequeño letrero luminoso, color azul, con letras mayúsculas. Tenía la fachada de un bar de los años ochenta, se veía fino, pero discreto, era como si los dueños hubieran hecho todo lo posible por hacerlo lo menos llamativo.
—Kate, eso parece más un prostíbulo costoso, que un lugar donde famosos se reúnen.
—Es solo para desviar la atención. —La chica parecía un supervillano a punto de darle el golpe final al héroe.
—¿Estás bien? —preguntó Michelle un poco preocupada por la sanidad mental de su amiga
—Más que eso —dijo con una sonrisa de oreja a oreja. Por su mente pasaban cientos de imágenes de sí misma contoneando sus caderas mientras entraba a las más prestigiosas editoriales y era invitada a cientos de programas donde la proclamarían como la mejor periodista.
—Kate ¿estás ahí? —le preguntó Michelle, para traerla a la realidad.
—Sí, vamos. —se dirigió a paso rápido al sitio.
—Espera —Michelle le dijo sin aire, mientras sostenía el antebrazo de la chica, tratando de detenerla—. Kate, es una locura ¿Y si no nos dejan entrar?
—Vamos, apresúrate.
Era lógico que al Kate ser ocho centímetros más alta que Michelle y pesar seis kilos más, tenía más fuerza, así que en lugar de detenerla, ese acto solo sirvió para que Kate la arrastrará hasta el sitio. Cuando estaban en la puerta, Kate soltó un gran suspiro y abrió la puerta corrediza de vidrio.
Los ojos de Michelle estaban a punto de salir de sus cuencas. El lugar no era escandaloso o indecente, sino todo lo contrario, la música estaba únicamente para ambientar y la luz era amarillenta.
Había como sesenta personas con antifaz ahí dentro, esparcidas en pequeñas mesas, como en un restaurante de lujo.
—Me siento como en un capítulo de cincuenta sombras de Grey. —susurró Michelle, mientras veía como al parecer el "hostess" de ahí se acercaba a ellas.
—Buenas noches, bellas damas, al parecer han omitido una importante regla de este club swinger— les dijo extremadamente educado, mientras con su dedo índice acariciaba su antifaz dorado.
Kate tragó saliva, por su parte Michelle parecía haber sido abandonada por su alma.
—Club Swinger. —Kate acarició cada sílaba, y sonrió con picardía. —Sí, con mi pareja hemos sido algo descuidadas, pero apuesto que tú, puedes ayudarnos.
Michelle salió de ese trance, trataba de oponerse ante lo dicho por su mejor amiga, pero lo único que parecía poder salir de su boca eran incoherentes balbuceos.
—Claro, preciosas. —el hombre parecía estar acostumbrado a ese tipo de coqueteos. —Esperen un momento. —Se dirigió hasta una pequeña puerta al fondo del lugar, que tenía la leyenda "solo personal autorizado". Ni cinco minutos pasaron cuando el sujeto del antifaz dorado había regresado, llevaba en su mano una pequeña bolsa de celofán transparente, con lo que se veía a simple vista eran antifaces.
—Muchas gracias. —Kate sonaba como esas personas famosas que tratan de aparentar ser "buenas" con sus fans. Miró la bolsa con algo de asco, se colocó el antifaz gris que estaba adornado con pequeños dibujos de flores plateadas y le pasó el otro a su acompañante, quien se lo colocó con manos temblorosas.
—Vamos a retocar nuestro maquillaje —en cuanto Kate mencionó esas palabras el hombre, le indicó donde se encontraba el baño.
Al entrar, Michelle soltó todo el aire que había contenido.
—Estás demente —susurró aún sin poder creer que eso estaba pasando—. Estamos en un club swinger, fingiendo ser pareja.
—Vamos, no es tan malo —respondió restándole importancia —Creo que he visto al señor Pomeroy.
—¿¡En serio no te has dado cuenta!?
—¿De qué? —le preguntó Kate, acomodándose el antifaz.
—Esta, es una estúpida broma de Marco.
—Shtt. —tocó los labios de la chica con el dedo índice para hacerla callar—. Sé que esto es alocado, pero vamos, hazlo por mí
—Kate, no puedes creer esa locura que esa gente importante, está aquí en un club de swinger.
—Cariño, recuerda que la gente famosa es promiscua, los mortales somos promiscuos.
Michelle reflexionó sobre las palabras de su amiga.
—Quedémonos a averiguarlo ¿Qué tenemos que perder? Yo estoy soltera, tú tienes un horrible marido. —Le extendió la mano—. ¿Qué dices?
Michelle, lo pensó por un momento, recordó los alocados relatos que había leído sobre los intercambios de parejas. Ella era una adulta, no era como si alguien la obligara a hacer algo en contra de su voluntad.
—Una hora, si en una hora no encuentras a alguien famoso a quien destruirle la carrera, nos vamos —respondió apretando la mano de Kate, sellando su trato.
—¡Bien! —respondió entre risitas, acto seguido se miraron al espejo, se acomodaron el cabello, se retocaron el labial y salieron del baño.
Michelle se repetía mentalmente que era una mujer casada, no importaba cuán horrible fuera su matrimonio. Si Ramsés era un asqueroso infiel, ella no sería igual a él.
—¿Desde cuándo entraron a este mundo?
Escuchó que una pelirroja con un antifaz color vino, le preguntó a Kate.
—Somos novatas.
—Vaya, entonces déjame invitarte el "trago especial" para animarlas.
—¡Claro! —Kate era tan efusiva y a la vez alzada que Michelle, llegó a creer que todo ese tiempo le había mentido en cuanto a su personalidad.
—Siéntense con nosotras —invitó coqueta, señalando una mesa donde otra chica de melena oscura, saludaba con una amplia sonrisa.
—Yo tengo tres años en esto, pero es la primera vez que asisto a este club —confesó.
—Nosotras tenemos seis meses —mintió Kate, y Michelle se sorprendió aún más, por lo buena "actriz" que resultó ser su amiga.
—Interesante, pero vamos. —La chica hizo un ademán con la mano, para volverlas a invitar a su mesa. Kate y Michelle, asintieron y a paso ridículamente lento se dirigieron hasta ellas.
Al llegar, se pudo reafirmar que las personas que estaban en ese tipo de club, no iban a hacer "amigos", ya que las chicas comenzaron a relatar lo que les gustaba a la hora del coito.
Hasta Kate, quien se creía bastante liberal sobre temas sexuales, se sonrojó más de una vez.
—Es su turno —dijo la chica de cabello oscuro.
Entonces Kate, se valió de toda su imaginación, o eso quería pensar Michelle, para relatar un apasionado encuentro.
—Permíteme un momento, mi "amo" me busca —se disculpó la chica pelirroja, mientras se acomodaba el antifaz al levantarse de la mesa. Por el tono de su voz, esa interrupción no había sido grata.
—¿Hace cuánto se conocen? ¡Ay perdón! Disculpen si he sido muy tonta, ya me repitieron como mil veces que no debo hacer ese tipo de preguntas. —La chica de cabello negro, parecía muy avergonzada.
El camarero llegó con los tragos que previamente había pedido la pelirroja.
Michelle lo tomó con desesperación, deseando que el alcohol mitigara todas las molestias causadas por las locuras que se le habían ocurrido a Kate.
—Tómalo, con calma —susurró la chica.
Kate regresó a ver a su mejor amiga, quien parecía querer ingerir todos los tragos del lugar.
—Me permiten. —La futura periodista se levantó de la mesa, dispuesta a buscar carne fresca que la hiciera ascender en su carrera.
Michelle asintió de mala gana, tomó la copa de su amiga e ingirió la mitad del trago que quedaba en esta.
—¿Sé nota que estoy nerviosa? —cuestionó la chica de cabellera oscura—. Mi nombre es Rose. Lo siento, no debí decir eso.
—No te preocupes, tu secreto está a salvo conmigo —le dijo Michelle, como si fuese Batman quien le hubiese confesado su identidad secreta y no una chica random en un club swinger.
A lo lejos se podía ver a Kate flirteando con un par de chicos, que, a su juicio, parecían ser del medio del espectáculo.
—Está haciendo mucho calor —mencionó Michelle.
—No te preocupes, es solo el efecto del "trago especial" la primera vez que lo tome, sentí que me había transportado al infierno, no es que haya estado en el infierno —explicó, Rose.
—¿No es tu primera vez aquí? —cuestionó algo indignada, por la mentira de una desconocida.
—Sí, es solo que en los clubes swingers a los que he ido acostumbran dar ese tipo de tragos, para ambientar la cosa —confesó la chica.
—Entiendo —le contestó una sofocada Michelle. A lo lejos pudo ver como la glamorosa chica de cabello rojo, que las había invitado a la mesa, regresaba, pero esta vez una figura masculina la acompañaba por el largo pasillo.
—Que guapo —pensó en voz alta.
—Sí. Un hombre muy atractivo. —Escuchó responder a Rose, y se reprendió a sí misma.
—¿No creen que hemos platicado mucho? —inquirió la mujer pelirroja, volviéndose a acomodar su antifaz color vino.
Pero en ese momento, pareció que todo el mundo a su alrededor se detuvo, cuando las miradas de Michelle y el acompañante masculino recién llegado se cruzaron, una especie de conexión se formó entre los dos, ambos podían sentir cómo la chispa del deseo y la atracción se encendía entre los dos. La chica no podía saber a ciencia cierta el color de sus ojos, pero sí podía sentir el quemar de su imponente mirada, su cabello oscuro, sus labios delgados, pero carnosos.
Su cuerpo se veía bastante atlético, y sobre todo ese peculiar antifaz de cuervo.
《Un hombre muy atractivo》Recordó las recientes palabras de Rose. Y si que le daba la razón ese hombre era muy guapo.
La pelirroja bufó con burla.
—¿Le gustaría acompañarme a un lugar más privado? —El chico fue directo.
Michelle sentía que comenzaba a salivar demasiado, como si frente a ella estuviera el buffet más apetitoso que jamás imaginó poder comer.
—Yo… —balbuceó un poco, tenía miedo, no sabía si era el "trago especial" haciendo de los suyas en su cuerpo, pero sentía un deseo incontrolable por el hombre frente a ella.
—Claro —por fin contestó, se levantó de su asiento y fue detrás de aquel desconocido, sin mirar atrás.
Mentiría si dijera que no tuvo "choques de realidad" cada hombre por el que pasaba de camino al lugar más "privado", le recordaban en cierta forma a su esposo, ignoró todo eso y siguió a paso lento pero seguro aquel apuesto hombre.
《Quizás, cuando abra la puerta de ese cuarto, entre en razón》reflexionó Michelle.
Pero nunca estuvo más equivocada.
Cuando por fin entró al cuarto y miró cómo se desvestía aquel hombre, el fuego en su interior creció.
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