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Tal Vez En Otra Vida

Prólogo

Alma 196 tuvo varias vidas. Es una de las primeras almas y la más antigua sin haber encontrado a su alma gemela ni una sola vez.

Tuvo ayuda de los ángeles para hacer su vida en la tierra más amena y, en cierto modo, sencilla en su tarea pero todo le salió al revés.

Un alma bondadosa que en cada una de sus vidas dejó huellas.

Un ser puro y bondadoso que solo ha visto la bondad a través de los años en el corazón de las personas y así la responsable de reunir almas gemelas, pero que jamás ha sentido ninguna de las tantas emociones que le han detallado que se siente al encontrar su complemento.

Su última vida en la tierra le dejó una profunda tristeza pero también la felicidad de haber podido unir a dos parejas pero también el sentimiento de no querer volver a intentarlo nuevamente y preferir así no volver a vivir.

Amó muchas veces a las familias que tuvo, a los hijos que nacieron en algunas de ellas y hasta trajo nuevas almas al paraíso pero no sintió esa mágica conexión que nace entre dos almas gemelas. Aquella dónde manifiestan entenderse sin palabras, aquel amor tan profundo capaz de soportar cualquier adversidad.

Todas esas vidas han ido haciendo que su luz deje poco a poco de brillar y el nacimiento de una profunda pena que día a día se hacía mayor.

Cuando llegó al paraíso producto de la unión de dos almas puras poderosas poseía una luz blanca brillante que resplandecía en el más oscuro rincón del cielo. Una luz cegadora pero también llena de esperanza que con el tiempo se redujo y fue apagándose poco a poco.

Capítulo 1

En Mí Vida Anterior

Nací en una familia de clase media muy conservadora. Soy la hija mayor de Eleanor y Phillip, un matrimonio sólido que fue concertado como todos aquí en la época. Ellos se aman profundamente y hacen todo juntos.

Mí madre es una mujer que lo acompaña a mí padre en diversas cenas que tienen en busca de posibles accionistas o al menos prestamistas para poder hacer crecer su pequeña fábrica

-Hija necesito que te vistas decente porque tendremos invitados a cenar

-Si madre

Estábamos criados para no desobedecer a nuestros padres. Es una época muy conservadora y recta dónde las mujeres nos casamos con quién nuestros padres escogen.

Con el tiempo muchos acaban enamorados o bien permanecen con su pareja porque no son muchos los divorcios o más bien los valientes para decidir algo así.

La cena se llevó a cabo y los invitados eran los amigos de mis padres quienes venían con su hijo Francisco quien es alguien que aprecio y considero un amigo. Tenemos muchas cosas en común y hemos coincidido en muchos sitios donde hemos sostenido charlas muy amenas y hasta divertidas

-Hija ya estás en edad de casarte y tomamos la decisión de que sea con Francisco para así poder hacer crecer los bienes de ambas familias y unir nuestras empresas

-Necesito ir al jardín un momento

-Francisco acompaña a tu prometida

-Como ordenes padre, con permiso

Francisco vino a mí lado al jardín donde se sentó conmigo en un banco de hierro a contemplar la noche de luna llena

-Francisco yo no deseo casarme y se que tu tampoco lo haces pero no tenemos opción más que obedecer porque es lo mejor para nuestras familias

-Yo tampoco lo deseo Ana

-Mi cariño por ti es por amistad y se que eso jamás cambiará pero quiero que me prometas algo

-Yo también deseo que seas solo mí amiga y por esto no será un mal matrimonio

-Tenemos la suerte de conocernos pero por esto mismo deseo el divorcio cuando conozcas a una buena mujer de la cual puedas enamorarte, sabes que aquí no habrá amor de por medio más que un inmenso cariño. Yo no te ataré a una vida sin amor a mí lado pero ruego contar con tu sinceridad

-Jamás faltare a mí palabra, soy un hombre de honor y principios, prometo serte fiel y que si en algún momento conozco la mujer ideal te pediré el divorcio y no te dejaré desamparada

-Gracias, volvamos adentro para planear la boda

Fuimos dentro y escuchamos con atención los planes de boda y luego los de la futura empresa que tendría lugar de la fusión de ambas compañías.

No me sentía mal ni triste tampoco, más bien era una de las pocas mujeres afortunadas quien se casaría con un buen hombre que además me ofrecía una bonita y sincera amistad. Muchas mujeres no contaban con una suerte así.

La boda fue celebrada pocas semanas después y todo marchó muy bien. Las demostraciones de afecto no eran demasiado normales en público así que mientras fuéramos de la mano o del brazo nuestro matrimonio era todo lo creíble que podía ser.

Pasaron cinco años de matrimonio rápidamente sin que nosotros hayamos consumado nuestra unión pero yo ya tenía veinticinco años y muchas mujeres de mí edad tenían sus hijos bastante crecidos.

Comencé a sentirme mal, me llevaba realmente bien con los niños, tenía un gran don con ellos y siempre en mis brazos encontraban paz.

No me había dado cuenta de cuánto deseaba ser madre y al verme alicaída Francisco me preguntó que me ocurría, decidí sincerarme

-Me encantaría ser madre pero nosotros no somos un matrimonio real

-Ana, yo también quiero tener hijos. Los años pasan para los dos por igual, es mí deseo al igual que tuyo

Me sentí más apoyada, comprendida y tranquila porque no era la única que se sentía mal

-Si estás de acuerdo podríamos intentarlo- propuso

-¿Estarías conmigo? Sabes que yo jamás estuve con nadie

Hablamos y fuimos a la alcoba y nos paramos frente a frente mirándonos. Él me besó y si bien no era lo que imaginaba tampoco se sintió mal. Comenzó a quitar mí vestido, primero desatando mí corset y él mismo se quitó su ropa.

Teníamos plena confianza pero despojarnos de nuestras ropas era algo que excedía los límites que creímos nunca traspasar.

Nos acostamos y sucedió nuestra primera experiencia que repetimos una vez al mes en busca de engendrar un niño o niña

Tardamos unos meses en concebir a la niña que meses más tarde llegó a iluminar nuestro hogar con su sonrisa y a traernos felicidad a nuestros corazones.

Capítulo 2

Cuando Esperanza ya tenía doce años fuimos al mercado los tres juntos y la vendedora que nos atendió se fijó en Francisco.

Sentí una sensación de paz y los ojos de los dos brillaron, se quedaron mirando sin ser conscientes del tiempo que transcurría en un estado casi hipnótico.

Era una mujer sencilla, trabajadora y muy amable. En mí corazón supe que pronto me divorciaria y estaba en paz de que al menos uno de los dos encontrara el amor.

El tiempo fue pasando y Francisco comenzó a llegar tarde a casa y a verse más feliz que en años anteriores.

La conversación que nos debíamos vino después de un tiempo cuando ya Esperanza tenía trece años.

Los tiempos habían cambiado y ahora año a año la sociedad era más liberal. Los divorcios ya no eran tan raros y las mujeres que comenzaban a valerse por sí mismas tampoco.

-Ana, ¿Podemos hablar?- supe de que se trataba

-Esperanza hija, ¿Puedes ir a jugar al jardín?

-Si mamá, ya voy- Fue corriendo al columpio dónde tanto le gustaba estar

-Se que quieres el divorcio y te lo daré

-¿Cómo lo sabes?

-Cuando vimos en el mercado a esa mujer comprendí que era cuestión de tiempo que las cosas sucedieran- comenté mientras miraba a nuestra hija jugar a través de la ventana

-Perdoname Ana, me enamoré de ella pero no quisiera dejarlas

-Es lo correcto, es lo que pactamos antes de casarnos y sabes que me alegro mucho por ti y por ella, se nota que es una buena mujer

-Gracias Ana, quisiera que conocieras también al hombre que pueda hacerte feliz como mereces, eres una gran mujer y una buena amiga

-Mi gran amor es nuestra hija Francisco. No necesito nada más

Nos dimos un abrazo que nos emocionó hasta las lágrimas. Acordamos tomarnos un tiempo para separarnos y que así nuestra hija estuviera más adaptada a la situación pero al irse su padre ella ya no volvió a ser la niña feliz que lo amaba.

Se llenó de rencor por su partida e interpretó aquello como un gran abandono.

Vivimos cómodamente las dos por los años posteriores hasta que comencé a sufrir dolores estomacales muy fuertes lo que nos llevó a sufrir ciertos cambios.

Comencé a cuidar más mí alimentación y a tomar té de hierbas naturales de diversos tipos buscando alivio. Fui a muchos curanderos pero seguí sin mejorar hasta que fui al médico.

Los estudios arrojaron que tenía cáncer de estómago. Tener menos de cincuenta años y sufrir una enfermedad incurable me preocuparon.

No había en aquel momento muchos tratamientos disponibles pero intenté al menos hacer todo lo que me ofrecían. Sabía que ésta enfermedad agotaria mí vida y que solo era cuestión de tiempo pero no podía dejar a mí hija desamparada.

Leonardo siguió mí caso y me proporcionó todo lo disponible para curar mí cáncer. Siempre supe que él estaba enamorado de Esperanza, Ricardo quien es su padre es un buen amigo de Francisco así que nos conocíamos muchísimo.

-Leo se que me queda poco tiempo, solo dime cuánto

-Ana no digas eso, saldrás de ésta enfermedad

-No me mientas, te vi crecer solo dímelo

-Máximo un año, lo lamento mucho Ana- tomo mí mano y lo vi derrotado al borde del llanto

-Sabia que esto ocurriría, no te sientas mal, no es tu culpa. La muerte es parte de la vida después de todo

Me fui del médico con un peso en mí corazón. No quería dejar a mí hija sola, debía prepararla para mí partida pero no sabía cómo.

-Mamá llegaste, he preparado el almuerzo aunque no me salió tan bien como a ti, ¿Cómo te fue en el doctor?

-Muy bien hija, debo seguir yendo para hacerme unos estudios pero no hay nada por lo que debes preocuparte

Se que hice mal en callar pero no quería destruir la vida de mí única hija y que mis últimos meses los pasé viéndola sufrir. Ella debía vivir, merecía ser feliz.

-Hija me gustaría que hicieras algo por mí

-Si mami ¿Qué necesitas?

-Quiero que pases tiempo con tu padre y su mujer, ella es buena y deberías conocerla

-No mamá, el nos abandonó por ir detrás de esa mujer que no respetó que él era un hombre casado

Sentí dolor por sus palabras pero acordamos Francisco y yo jamás revelarle la verdad de nuestro matrimonio a Esperanza y no podía faltar a eso.

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