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Una Búsqueda Complicada

Amy Diane

Amy Diane:

Ser la nueva en un colegio donde no conoces a nadie ya es un cliché. Pero hoy me toca a mi pasar por este tan mencionado. Soy extranjera cosa que le agrega un poco de extravagancia a mi situación.

Debo agregar que me he preparado para estar aquí, si no se sorprendan. No, vine a para aquí porque mis padres se hayan mudado o porque tenga algún tipo de intercambio escolar. No me prepare para buscar a mi hermana.

No hace mucho que me entere que tengo una hermana muchísimo más grande que yo. Mi madre estuvo presa en este país por traficar con drogas, si un angelito no es. No voy a profundizar en eso ahora.

La cosa es que mientras cumplía con su condena conoció a quien sería mi padre, un tipo detenido por trata de blancas y otras atrocidades más. No juzgo que se haya quedado embarazada de un monstruo, el corazón de una persona detenida pierde el uso de la razón muchas veces y eso le paso a ella. En fin, actualmente solo cuento con mis tíos que se hicieron cargo de mí. Mi madre murió de una sobredosis y mi padre luego de recibir su condena, pena de muerte, quede bajo la custodia de mi familia materna.

Investigando un poco a mi querido progenitor me entere que tenía una hermana. Ella lleva una vida muy diferente a la que tenía junto al que sería nuestro padre.

Yo en cambio me crie en un habiente algo.... caótico. Mis tíos pensaban que sería buena idea criarme como si fuera un muchacho, me enseñaron distintas artes marciales así también como enfundar un arma, ya sea cuchillos, espadas, ballestas algo primitivo hasta una escopeta. Mi favorita son las dagas, las puedo esconder muy fácil y prácticamente nadie se entera que llevo una.

Con el tiempo mi parecido con mi madre se fue dando de a poco eso a mi familia le causaba nostalgia por eso siempre llevaba un color diferente de cabello. Ahora lo tenía rojo. Mi piel blanca me favorecía mucho con mis tonos casuales. Mi color natural es rubio casi blanco, pero hace tanto tiempo que no luzco mi color natural que si decidiera volver a llevarlo ni yo misma me reconocería.

Antes de venir a este lugar, como dije antes me preparé. Si, estudie el entorno donde vivía mi hermana, mis tíos me ayudaron a conseguir información. Ahora estoy hospedándome en un pequeño departamento casi a las afueras, lo elegimos así para no tener demasiado contacto con la gente de este lugar.

Si bien mi idea es acercarme a mi hermana, no quiero que nadie me conozca. Por lo tanto, aquí me tienen caminando hasta la parada de autobuses escolares para llegar al dichoso establecimiento escolar. Yo no quería asistir, pero mis tíos insistieron en que no pierda mi último año escolar y además que me serviría como coartada asistir al colegio.

Tengo que fingir que soy súper tímida para que no se me acerquen, pero al parecer eso no funciona aquí. No más poner un pie en el instituto y las moscas me empezaron a seguir. Me hacía sentir como carne en descomposición tener tanta gente rodeándome. Sacar mi daga y amenazar a todos para que no se me acerquen no es una opción, así que opto por agachar la mirada y seguir con mi camino.

Otra cosa fea de ser la nueva, es no saber dónde está nada en un establecimiento que parece un hormiguero o un laberinto. Estoy tan perdida, pero mi orgullo me lleva a no preguntar a nadie y buscar por mí misma donde queda la dichosa oficina del director. Cuando encuentro la oficina, suelto un insulto al aire, como una oficina de director estaría tan lejos de la entrada principal. Casi tan escondida que uno pensaría que no existe.

Entro a la dichosa sala y me recibe la sonrisa bonachona de una mujer regordeta con lentes de pasta que me mira como diciendo “la chica nueva”.

—Buenos días, soy Amy Diane Arrubal. Vengo por mi horario de clases —le digo a la mujer que enseguida se pone en movimiento y buscando entre sus cosas saca una hoja y me la da.

—Aquí tienes tu horario, luego de clases pasa por aquí así confirmamos bien tu ficha escolar.

Asiento y salgo de la sala, me detengo a observar el papel que me paso y me encantaría que tenga un plano con lujo de detalles de todo el establecimiento así no me pierdo, aunque creo que necesitaría más bien un GPS.

Miro la hoja y dice que tengo clases de historia con la profesora Robert, perfecto ¿Dónde será dicha clase? En eso estaba rascando mi cabeza y pensando en volver a la oficina del director cuando escucho unos chicos conversar.

—Che, Del Re ¿Qué clases tienes ahora? —le pregunta un chico moreno a otro de cabello negro que esta de espalda a mí, es altísimo y mi vista se queda clavada en su trasero.

—Historia, con la Sra. Robert —prefecto seguiré a estos extraños.

Ellos emprenden su camino hacia la dichosa clase y yo los sigo disimuladamente mientras reviso mi celular y de vez en cuando el trasero del chico Del Re. Redondito con un balanceo que te trastornan las hormonas. Levanto un poco la mirada y veo que por la manga de su camisa se asoman algunos garabatos, seguro tiene algún tatuaje. O más de uno porque cuando veo su nuca también se puede ver el vestigio de otro. Mmm... que linda combinación. Entran a un aula y supongo que es la esperada.

Me quedo parada para estudiar el lugar y otra vez las moscas me miran, mierda espero que mañana sea diferente. Tendría que haber pintado mi cabello de negro a lo mejor así pasaba más desapercibida, tarde para arrepentirme.

—Buenos días señorita.... —dice la mujer mirándome.

—Amy Arrubal —digo y ella me sonríe.

—Puede sentarse en.... ahí —me señala un lugar libre.

—Gracias —respondo y sigo mi camino hasta llegar al lugar libre, por suerte los pupitres son para una sola persona y el mío casualmente esta al fondo.

Sigo mi camino y todos me miran menos el chico al que seguí que está enfrascado en una conversación con el chico de antes. Me siente en el pupitre y mientras la clase avanza alterno mi mirada con su nuca. Desearía que se voltee para verle la cara.

La clase es entretenida y la profesora muy buena, la clase transcurre sin alteración. Casi cuando falta unos minutos para que la clase termine veo que una chica le tira algo al objetivo de mi visión.

—Audin...—lo llama esta, es bonita tiene el pelo negro y largo.

Con que Audin... nombre raro. Al voltear para mirar a la chica me atraganto. Bueno si tuviera algo en la boca eso pasaría. Dioses del olimpo, acaso me morí y resucité en el paraíso de los papi chulos. Si mis tíos escucharan mis pensamientos me mandaría a entrenar cinco horas seguidas. Siento mis ojos abrirse más de lo habitual al ver semejante adonis compartiendo el mismo oxigeno que yo.

—Mama pregunta porque la ignoras —dice esta y creo que hasta respiro más tranquila se trata de su hermana.

—Estamos en clases Sylvana, ¿Cómo le voy a contestar ahora? —responde el con obviedad.

—Pues respóndele, que si no se alterará —dice ella con tranquilidad y se concentra en su a miga del lado que le muestra no sé qué en su teléfono.

Antes de voltear, el antes nombrado chico adonis me mira. No sé qué sentir bajo esa mirada seria que me dedica. Pero más raro aun es el color de sus ojos, ¿estoy loca acaso? pero sus ojos son uno azul y otro ¿violeta? Agacho la mirada a mi cuaderno y justo suena la campana, junto mis pertenencias y me dedico a estudiar la hoja y tratar de adivinar mi siguiente clase donde carancho estará.

Otra vez escucho como alguien dice que su siguiente clase es Matemáticas con el profesor Benedetto, miro por el rabillo de mi ojo y me percato que se trata del adonis nuevamente hablando con su amigo. Bien he adquirido un GPS de carne y hueso. Por lo tanto, los sigo.

Debo agregar que seguir semejante combinación de movimientos nalgaticos se pueden convertir en la parte favorita de mi día. Alguien que me tire un pañuelito para la baba.

¡Mierda! Amy estas aquí para averiguar de tu hermana no para volver locas tus hormonas de adolescente cachonda. Aunque al estar lejos de mis tíos sobreprotectores me puedo dar un airecito y aunque sea mirar el trasero espectacular del adonis.

La mañana transcurre de lo más bien, para la hora del almuerzo un moscardón llamado Sylvanas, si la hermana del adonis se pegó a mí y prácticamente me llevaba de acá para allá. Por un lado, me da cierta tranquilidad no tener que estar adivinando donde debo ir, pero por otro lado no sé cómo actuar.

Ya mencioné lo sobreprotectores que son mis tíos, bueno de hecho nunca asistí a un colegio. Mis estudios eran con profesores particulares desde el confín de la mansión que para agregarle un poco de practicidad al asunto estaba lejos de todo, en la colina de una montaña. Si, parece salido de un cuento tétrico, pero esa es mi realidad.

Puedo decir que es la primera vez que interactúo con gente de mi edad, porque claro contar como amigos ratones y gallinas no cuenta.

Mis días eran cargados de responsabilidades, por la mañana clases y por la tarde entrenaba como si me prepararan para la guerra. No sé bien a que se dedica mi familia, pero no creo que sea nada limpio ya que mi madre fue detenida tratando de ingresar drogas a este país. Eso me da una perspectiva de lo que puede ser y por eso tanto alboroto con mi entrenamiento.

La chica es muy ocurrente y en ocasiones me hace reír. En cambio, su amiga me mira con desdén y puedo agregar con odio, si le doy con mi daga en el ojo ¿se lo tomaría mal?

La mejor hora del día es gimnasia estoy acostumbrada a entrenar a diario y hacer deportes me ayudara a calmar esa parte de mí. Lástima que aquí no de arte marciales o boxeo, o la anticuada esgrima.

—¿Saben de alguna clase más...? no sé cómo describirlo peleas o cosas por el estilo —le pregunto a mi nueva amiga, esta me mira sorprendida.

—¿Hablas de peleas clandestinas? —sugiere.

—Si, puede ser.

—Valla no te hacía de esas, se de algunas que se dan, pero hasta últimamente no dicen la ubicación.

Eso no me sirve necesito entrenar más seguido, pruebo de nuevo con otra pregunta.

—Y ¿Algún lugar donde se pueda entrenar o apuntarse a clases? —la veo pensar y luego saca su celular y me apunta un número de teléfono y una dirección— Gracias.

Nos terminamos de alistar para la clase de gimnasia y al salir al patio me preparo calentando mis músculos para que no se me atrofien, algunas me miran raro ¿Acaso nadie sabe que tienen que hacerlo?

—Bien, al fin alguien que sabe lo que hace —dice la profesora y nos manda a trotar alrededor de la pista. Bien para comenzar me gusta la idea.

Termino mis vueltas y me voy a estirar un poco mientras espero a que las estiradas estas terminen de hacerlo, la profesora se me acerca y me pregunta sobre mi entrenamiento.

—Mmm... estoy acostumbrada, desde niña se me impartieron distintas disciplinas y hacer esto es muy común en mis días diarios —la profesora se me queda mirando como si tuviera un bicho en la cara, se recupera y me vuelve a preguntar.

—¿Qué clase de disciplinas? —pregunta con cierto tono de precaución.

—¿Kung fu? —le digo ya que su cara de susto es evidente y me parece que si le digo que se cómo matar a una persona con una mano no creo que le agrade mucho.

Al terminar las clases recibo la llamada de mi tío Federico, luego de contarle como me fue en mi primer día de clases salto con las quejas.

—Tío necesito un lugar donde entrenar, un lugar que pueda hacer lo que hacía en casa.

—¿Las clases de educación física no te bastan? —pregunta y resopla.

—Si correr y jugar con un balón lo llamas entrenar. ¡NO, claro que me es poco, mi ritmo es otro! —grito frustrada.

—Veré que puedo hacer —dice para tranquilizarme— ahora a lo importante te mandare un correo con la ubicación de un lugar donde en unos días te pondrás en contacto con una persona que dice tener información.

—Ok, al fin.

—Solo te pido que seas precavida —tanteo mi daga y sonrió.

—Siempre lo soy.

tu nombre

Llego al colegio y apenas pongo un pie en el establecimiento escucho que me llama la voz chillona de Sylvanas. Resoplo y me concentro en ser gentil, su hermano será un pastel de cumpleaños, pero ella es... artante. La saludo con la mano y una falsa sonrisa y se acerca a mí con su amiga cara de culo, todavía no es el nombre o será que me mira tan mal que ni lo recuerdo.

Su hermano viene tras ella hablando con el chico de ayer, me acerco al grupo más para saber dónde queda la clase que tengo hoy que por otra cosa, si una interesada total. Al mirarla mejor noto que tiene un color raro de ojos acaso veo bien ¿Son violetas?

—Sylvanas ¿Tu color de ojo es violeta? —pregunto extrañada.

—Si, ¿Por?

—Valla nunca vi ese tipo de color de ojo es raro.

—Nos lo heredo mi madre —me cuenta y se cuelga de su hermano y toma su cara para apuntarla a mi— Pero acá mi gemelo tiene uno de cada color, azul de papa y violeta de mama.

—Deja de molestar —le dice este zafándose de ella. Me mira y la frialdad de sus ojos me estremece.

—Eso si el carácter de mierda lo saco de mi mama —dice ella y ríe como loca, ¿Le hará falta un psicólogo? — ¿Te acompañamos a tu clase?

—Si, tengo... —miro la hoja con el horario— Biología con...

—Nosotros tenemos esa clase —me interrumpe la vos oscura del Adonis, ¿Cómo sería que te susurre en el oído?

—Entonces te vas con ellos, nos vemos luego —me empuja hacia su hermano y sale dando saltitos arrastrando a su amiga.

Me freno antes de chocar con el muro de su pecho y me la quedo mirando, enserio le vendría bien un loquero. Enfrento al tempano de hielo que me mira con una sonrisa, valla que paso ahí. Mi entrecejo se frunce.

—Es así todo el año —dice este y suspiro, él y su amigo se ríen.

—Puede ser pesada, pero tendrás una amiga fiel —me dice el otro chico que creo que se llama Scott.

—Y tu una bala entre ceja si la sigues mirando así —eso sí llama mi atención.

—No le temo ni a tu padre —le dice y me mira— Su padre es agente y este sabe mucho de armas.

—Valla —digo de verdad sorprendida.

—Deja de llenarle la cabeza que después me asocian con boludeces que no tengo nada que ver —lo escucho decir.

Llegamos a la dichosa aula y antes de separarnos lo tomo del brazo y hago que me mire.

—¿Sabes de algún lugar donde se pueda entrenar? Ayer le pregunte a tu hermana y me paso la dirección de una clase de yoga.

—¿Qué tipo de entrenamiento? —se cruza de brazos y me mira con una mueca en la cara.

—Emm... no se. En mi casa entrenaba distintas disciplinas y luego practicaba con mis armas. Pero eso no sé si sea...

—Legal —termina el por mi— si te animas puedes entrenar en mi casa.

—No sé qué me estas insinuando, pero no soy de esas —le digo irritada, se le cayó todo lo lindo que podía llegar a tener.

—Ya sé que no lo eres solo te digo donde podrías entrenar, el gimnasio de mi casa está preparado para luchas extremas. Si te interesa pregúntale a mi hermana —dice y se va a su lugar enfadado diría yo.

Me siento en el banco que encuentro libre y mientras la clase se da a lugar escucho como algunas chicas dicen cosas de Audin que estoy segura no tiene nada que ver. La clase de biología pasa y cuando estamos por salir me acerco de nuevo a los chicos y detengo nuevamente al Adonis para disculparme.

—Discúlpame, no quise ser grosera.

—No pasa nada —dice y unas chicas pasan por nuestro lado diciendo en vos baja que había matado a un tipo y que se yo que otras burradas, me da risa, pero me contengo.

Lo miro y sus ojos se oscurecen y sale disparado para afuera seguido de su amigo. Miro a las chicas cuando salgo y me dan ganas de apuñalarlas.

El día termina y gracias a Dios no me cruce nuevamente con la voz chillona de Sylvanas, de hecho, no he visto ni siquiera a su hermano y Scott andaba solo. Me extraño, pero no le di importancia.

Cuando salgo del colegio recibo un mensaje de mi tío con la dirección de quien tiene información de mi hermana. El lugar de encuentro es en una cerca del centro. Decido salir rumbo para haya caminado, de paso conozco un poco más este lugar. Verlo desde fotos y planos no es lo mismo que verlo en vivo y directo. Llevo un rato caminando y cuando llego a cierto punto estoy desorientada, donde debería haber una plaza hay un edificio. Miro a mi alrededor por si alguien me puede guiar y veo que una mujer está sentada en la entrada de lo que parece un restorán. Me acerco para preguntarle la ubicación del local.

—Hola, buenas tardes —saludo con una tímida sonrisa.

—Hola, de veras que es una hermosa tarde —me responde la señora y al verla a los ojos me sorprende el color violáceo de sus ojos.

Que pasa en esta ciudad, ¿Todos tienen colores raros de ojos y se han juntado en este punto del mundo?

—Estoy buscado la cafetería... —miro en mi teléfono el nombre— “Calentitos”.

—A si, tienes que seguir caminando dos cuadras hacia el norte luego giras a la derecha y una cuadra más tarde encontraras una plaza la cruzas y sigues una cuadra más por la peatonal que veras —dice y se queda pensando—. Mmm... creo que era dos cuadras más..

—¡Mama! Papa quiere...— una voz nos interrumpe y yo inmediatamente me sonrojo, justo me lo tenía que cruzar ahora.

¡Espera Amy! Me digo en mi mente, estoy hablando con su madre. Con razón se parecen. Ella sigue ablando, pero no entiendo nada de lo que dice. Luego se calla me mira y mira a su hijo y sonríe, creo que esa sonrisa me da miedo, más bien lo que pueda decir luego.

—Lo siento creo que me he desorientado de nuevo —le digo mirando mis manos, me da vergüenza mirarla pensando en que casi abofeteo a su hijo.

—Mira si no te parece mal, aquí mi hijo, te puede acompañar —levanto la cara, lo miro y sonrió, claro que quiero que me acompañe, asiento—. Vamos Audin, sé un caballero y acompaña a la joven.

El aludido se acerca a su madre le da un beso en la mejilla que ella recibe dichosa y sale caminando y yo por detrás de él siguiendo sus pasos. Una cuadra más tarde la lengua me pica por quieres sacarle información, pero no sé cómo comenzar.

—¿Tienes alguna cita? —me pregunta de pronto rompiendo el mutismo.

—Algo así, estoy buscando a mi hermana —respondo y me mira.

—No sabía que tienes una hermana —dice mirándome con sus ojos raros y bellos.

—Yo tampoco, hace poco me entere —cuento sin detallar nada, espero que no pregunte por mis padres—. Luego de la clase de Biología nos los vi más a tu hermana y a ti, tampoco.

—Mi hermana, Franchesca, fue mama —dice—. Fuimos a la clínica apenas nos dijeron, con el permiso de la directora claro.

—Mmm... —no sé qué más decir— Felicidades, eres tío —digo y lo miro, está sonriendo.

—Gracias —me responde y me mira con su mirada de arco iris dejándome casi nula de pensamientos coherentes, tiene que ser tan... lindo—. ¿Tengo algo en la cara?

—No —respondo rápido— solo que me gustas —y ahí está mi lado poco coherente de la ecuación que es mi cerebro.

—Valla, eso es nuevo —dice y mira para adelante con algo parecido a una sonrisa.

—¿Nuevo? —no puedo evitar preguntar.

—No creo gustarle a mucha gente —dice y lo miro extrañada—. No me mires así, escuchaste los comentarios que me rodean, a quien le gustaría escuchando ese tipo de cosas.

—Cosas que no tienen sentido —digo, me mira.

—¿Cómo sabes que no es cierto? —indaga alzando una ceja.

—Solo lo sé, además que tenga la apariencia de un matón no te hace un matón.

Llegamos a la dichosa cafetería y en una de las mesas veo a una mujer con una carpeta, supongo que es el contacto que tiene información de mi hermana. Miro a Audin y le agradezco que me haya acompañado.

—¿Quieres que te espere? —pregunta y me quedo mirándolo, de verás que es lindo.

—Gracias, está bien hasta aquí —respondo y me acerco para dejar un beso en su mejilla—. Nos vemos mañana en clases.

Me alejo de él, adentrándome al local y parándome al frente de la mujer que tiene información de mi hermana.

—Buenas tardes, ¿Eres Camila? —pregunto frente a ella.

—Si, tu debes ser Amy —dice y me indica la silla para que me acomode en frente de ella.

Abre la carpeta que tiene en frente suya y saca una foto de un hombre, una mujer que es mi madre y otra de una chica.

—Como sabrás tu padre —dice señalando la foto del hombre— era una mala persona, le decían “EL Diablo” y no le quedaba chico el sobrenombre. Tuvo una relación corta con tu madre que dio de resultado tu llegada.

—Si, pero yo quiero saber de mi hermana —digo marcando la foto— ¿Es ella?

—Si, es ella —dice y suspira—. Ella no sabe nada de ti.

—Lo sé, hace poco me entere yo, ¿Cómo sabría ella de mí?

—Si, puede ser. El caso es que ella vive en esta ciudad, está casada y actualmente tiene dos hijos —dice y yo sonrió, yo también soy tía — Su nombre es María de los Ángeles.

querida

Luego de salir de esa cafetería vuelvo a mi residencia mirando cada tanto la foto que me dio Camila. La mujer que veo y es mi hermana, me deja una sensación de pertenencia. Al fin no estoy sola, aunque no sepa de mi me saca una sonrisa.

Mis tíos me criaron y sería una hipócrita si dijera que nos los quiero, son mi familia. Pero tener algo que me une a otra persona de una manera diferente como lo es esta hermana, es definitivamente diferente.

No sé cómo presentarme ante ella, tampoco sé cómo se llevará la noticia de que su padre dejo otro eslabón en este mundo tan jodido.

Mientras camino me choco con un cartel con la palabra “Gim” y tiene unos guantes de boxeo dibujados muy grandes. Definitivamente este es mi día. Guardo la foto en mi chaqueta y entro al “Gim”.

 El lugar, esta algo oscuro. Pero a medida que me adentro escucho el murmullo de la gente y el ruido de puños al golpear, inconscientemente sonrió. El pasillo se termina y me encuentro con chicos de diferentes edades sudados, sin remera mostrando sus tablas para lavar ropa y brazos musculosos, esto es el paraíso...

Mi paraíso se oscurece cuando un viejo barbudo se para en frente de mí y me mira frunciendo el entrecejo, me muevo para seguir admirando tanta testosterona en el ambiente, pero nuevamente el viejo me bloquea, bufo y centro mi mirada en él.

—Creo que te has perdido, niña —me dice.

—NO, quiero entrenar —digo confiada y me paro firme como si así ganara más altura.

—Aquí no se da yoga, querida —dice burlón y se ríe de mí, mi mirada se oscurece y si pudiera le mordería.

—Ya lo sé, y no soy su querida —mi vos suena justo con entonación intimidante que quiero dar y escucho la risa de algunos de los presentes.

—Mira “Querida” —dice burlonamente, y yo rechino mis dientes—, acá se entrena para pelear. Ahora si tú quieres romper tus uñas no quiero reclamos, pero antes quiero que me muestres lo que tienes —ante sus palabras miro mis uñas cortadas prolijamente al Raz y luego enfoco mi mirada en el viejo para hacer una mucha.

—Bien, luego te disculparas conmigo si condigo serrar tu boca —digo segura de mí.

—Yo me disculpo cuando quiero, pero recuerda que estas en mi casa “querida” —responde y se gira para mirar al grupo de testosterona que está muy pendiente de nosotros—. Gastón, ven —escucho que llama a alguien.

Ese alguien se acerca acomodando sus vendas en las manos, dios esto parece un lugar de exposición de buenos físicos. Creo que ya me arrepentí, esta tan jodidamente lindo que me da pena tener que lastimarlo un poco, un poquito nada más.

—¿Si, entrenador? —pregunta el chico que mirándolo bien parece un muñeco de exposición con sus cabellos dorados, ojos azules y una tableta de chocolate blanco como pecho ¿Sera que se puede morder?

—Acá nuestra “Querida” niña insiste en entrenar —el susodicho me mira de arriba abajo y sonríe con galantería—. Serás que le puedes demostrar porque no entrenan mujeres acá.

Gastón hace una mueca y mira a su entrenador como buscando la burla en sus palabras, pero al ver la seguridad en sus facciones este niega rotundamente.

—Yo no peleo con mujeres —dice y en cierta forma me agrada escuchar eso, solo un poco, porque el machismo me enferma.

—¿Tienes miedo a que te humille? —mi voz suena en medio de sus silencios y ambos me miran y para mi pena comienzan a reír.

—No, linda, no quisiera que tu lindo rostro se estropee —menciona colocando sus manos en su cintura.

—Justamente yo pensaba lo mismo de ti —respondo cruzándome de manos sin amedrentarme en ningún momento.

La sonrisa de ambos se borra de sus rostros y luego de una plática muda, Gastón, me mira asiente y sale caminando hacia donde estaba antes.

—Bien te recomiendo que te cambies, si no tienes ropa puedes hacerlo en....

—Hay una tienda de deportes en frente enseguida vuelvo con lo necesario —digo y salgo casi corriendo.

Cruzo la calle y me adentro a la tienda, saludo al chico que atiende y pregunto donde se encuentra las calzas. El chico me señala el pasillo donde poder encontrarlas. Rápidamente me pierdo entre tantos estantes y encuentro lo que busco. Tomo uno de esas calzas que parecen calzones de lo pequeños que son, pero cómodos para la tarea. Luego hacia un costado veo colgado en diferentes perchas los sostenes deportivos como los que suelo utilizar para entrenar, tomo uno de mi talla y paso en frente de las musculosas para tomar una rosa fosforescente, a propósito, claro. Ya le voy a demostrar lo que esta “Querida” puede hacer.

Ya con la ropa llego a caja y recuerdo que mis zapatillas no son adecuadas y pido un par de mi talla en color negro para que combine con mi ropa. Bueno, después de todo soy mujer y en algo tengo que parecerlo...

Salgo de la tienda con las bolsas en la mano me adentro al gimnasio y pregunto por los vestidores, que de paso no hay para mujeres. Debí de imaginarlo ya que fueron claro que mujeres no. Me encojo de hombros y me cambio lo más rápido que puedo para que no me sorprendan en paños menores.

Recojo mi cabello y procedo a colocarme las vendas en las manos para no lastimar mis nudillos, pero presento que durara poco el raund.

Cuando estoy por salir del vestidor el viejo viene caminando.

—Valla, pensé que ya habías recapacitado y te habías evaporado —dice con sarcasmo.

—No soy una cobarde —digo y paso por su lado.

Llego donde se encuentran todas las testosteronas andantes y se quedan mirándome como si nunca hubieran visto una chica. Esquivo las miradas y me pongo a calentar un poco, veo que el rubio esta todo sudado de tanto pegar en una de las bolsas, se me seca la boca. Entrenar sola en el confín de la mansión solo con mis tíos solo me hace pensar en todo lo que me e perdido en mi vida.

Mas mi adolescencia que siempre fue confinada a la mansión ya que nunca me dejaron salir mas que una ves al mes y con alguno de mis tíos. Lo veía normal a eso, pero ahora veo que solo me sobreprotegían y no me dejaban crecer.

Aunque les debo agradecer que me hicieron fuerte porque nunca repararon en si me lastimaban con cada golpe que me daban. Se que no suena dulce pero la vida no lo es. Gracias a como me trataban, más allá de ser una mujer, estoy segura de que el golpe que le daré al rubio lindo les quitara toda duda de que también una mujer puede golpear fuerte.

—Bien linda sube al ring —escucho al rubio hablar y le hago caso.

Todos los que entrenan a nuestro alrededor dejan de hacer lo que hacen para concentrarse en nosotros. Me posiciono en una de las esquinas del cuadrilátero y observo como Gastón tira unos golpes al aire mientras se mueve marcando sus pasos eso me demuestra que es derecho y me da una fácil iniciativa de como atacarlo.

Mientras lo observo él se me acerca y me llama con su dedo me arco a él y me pongo exposición defensiva.

—¿Boxeo? —pregunta, yo sonrió, pero no respondo.

Tiro mi primer golpe solo para tantear su técnica, el mi lo devuelve y comenzamos una danza de tiros y esquives midiéndonos a cada uno. Yo estudio sus movimientos y cuando estoy segura que ya lo tango escucho que dice con fanfarronería.

—¿No que eras más ruda? —pregunta desde su lado del cuadrilátero y se ríe mira hacia el público gran error amigo.

Desde mi posición me agazapo y cuando me mira le sonrió y salto hacia él, enrosco mis piernas en su cuello me tiro hacia atrás haciendo que caiga en proceso. Rápidamente tomo su brazo derecho para retorcerlo mientras que con mi pierna sostengo su cabeza, su mano libre busca de liberarse, pero con otro movimiento mi otra pierna termina sobre ella y así lo inmovilizo en el piso.

Ajusto el agarre en su brazo derecho y cuando suelta un quejido más lastimero de los que viene dando, doy un sato hacia atrás y caigo sobre mis pies me vuelvo a agazapar esperando para un nuevo ataque, cuando el chico me mira su cara esta sorprendida, pero se tira para atrás como asustado.

—¿Esa técnica de donde la sacaste? —lo escucho decir agitado.

—Una chica tiene sus propias técnicas —admito y me coloco de pie, firme y miro al viejo que me mira con la boca abierta al igual que todos a mi alrededor— ¿Puedo entrenar?

—Primero dime que fue todo ese baile inicial —dice el chico a mi lado.

—Estaba estudiando tus movimientos, eres derecho, tienes que trabajar tu lado izquierdo —digo mirándolo a los ojos.

—Ok, si puedes entrenar aquí —dice el chico y yo lo miro como si tuviera un tercer ojo—. Soy el dueño, él es mi entrenador.

—Mmm... ok... —ahora la sorprendida soy yo— ¿Cuándo cuesta la cuota? —pregunto con la vista pegada a la tableta de chocolate blanco.

—No hay cuota, esto es un proyecto para el vecindario.

—Ok —digo y me hace pensar que algo raro debe haber de tras de todo eso, pero no me importa, tengo un lugar nuevo donde entrenar y no es yoga.

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