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La Muerte De Olivia Müller

Prólogo

Se veía tan hermosa...

La noche en su máximo esplendor es todo lo que necesito justo ahora. 

En este preciso momento siento que estoy siendo abandonada por mi propia conciencia, dejando muy atrás un pedazo de mi propia humanidad... cada pequeño rastro de culpabilidad o tristeza, felicidad o amor, se esfumaron dejando atrás una cáscara vacía de carne y hueso. 

Y todo por culpa de un maldito monstruo que se había obsesionado con sus estúpidos secretos. Como si fuera tan importante para mi revelar cada uno de ellos, habían personas a las que debía proteger. Y lo haría sin importar nada de lo que ese monstruo dijera.

Las estrellas brillaban, dejando un precioso destello en la creciente oscuridad de la noche. 

Los grillos cantaban, las ramas de los árboles y arbustos parecían tener una danza llena de movimientos violentos y rápidos haciéndome estremecer de pies a cabeza. El viento pasando ente las ramas emitía un sonido aterrador y escalofriante, manteniendo mis sentidos en alerta. Casi como si el viento supiera lo que sucedería esta noche y estuviera obsequiándome mi última melodía. 

Tal vez la última que escucharía.

Sin darme cuenta estuve de pie por un largo periodo de tiempo, y este parecía no querer dar tregua a mi inoportuna situación. Parecía no dejarme contemplar mis últimos momentos de vida en esta tortuosa disposición. 

Las doce en punto marcaba el reloj y a lo lejos escuchaba las pesadas campanadas que provenían de la iglesia. Y en ese momento, una dosis de realidad me golpeo tan fuerte... entonces me di cuenta de que eso sería lo último que escucharía antes de enfrentarme a mi destino, las lentas y graves campanadas que se originaban en el centro del pueblo acompañado del rugir que emanaba del río frente a mí.

Justo a mis pies estaba mi salvación, o quizás mi propia condena. 

Desde el borde del enorme puente veía con asombro y miedo la oscuridad del cautivador y profundo vacío que parecía aguardar por mí. El pánico me consumía al darme cuenta de que estaba jugando una tentadora apuesta con la muerte donde el premio era mi vida, y es que yo no podía salir victoriosa de esta aterradora situación por más que lo deseara. El sonido del agua al chocar contra las rocas parecía llamarme en una tétrica y fría tonada. La helada ventisca agitaba con furia mi cabello y mi vestido, causando un terrible temblor en todo mi cuerpo. 

Esto, sin duda alguna, sería lo mejor para mí. 

Todo terminaba aquí.

   — Hazlo —dijo una voz que conocía muy bien—. Salta. Estás a un paso de tu preciada libertad. —escupió con burla mientras sacaba un cigarrillo y lo llevaba hasta sus labios. Entonces entendí que esta apuesta no era con la muerte.

Era con el diablo.

   — Cállate —ordené entre dientes, aún aferrada a uno de los faroles del puente—... puedo hacerlo. —dije tratando de fingir mi valentía, o tal vez lo había dicho para convencerme de que si podía hacerlo. 

Y entre tantas divagaciones, me di cuenta de cuanto odiaba a este hombre. Un odio que me estaba consumiendo de una manera intensa. El sonido del encendedor se distorsionaba en la brisa nocturna, en consecuencia esta no dejaba que la llama se mantuviera encendida dificultando así el proceso de encender el cigarrillo. 

   — ¿Sabes por qué no puedes saltar? —preguntó— Porque eres una maldita cobarde. Y nada va a cambiar eso, zorra. —Y a lo último solo rio.

   — ¡Ya cállate! —me giré para ver el rostro de aquel asqueroso ser, pero me empujó, o tal vez había resbalado.

Todo a mi alrededor se sentía en cámara lenta, casi como si fuera una jugarreta del tiempo. 

Como si el destino se estuviera riendo en mi cara, presumiendo frente a mí lo que había sucedido, dejando muy en claro que la culpable de todo en este momento era yo. De cada acción, cada palabra... yo era la única culpable. El puente se alejaba de mi vista a un ritmo tortuosamente lento, tan despacio que por un momento creí estar levitando. Más allá de eso podía sentir la sensación de vacío a mi espalda y una fuerte descarga de pánico me invadió, liberando de mi garganta un grito desgarrador, casi dejando mi alma en el proceso.

No podía aferrarme a nada...

Finalmente había sucedido.

Mirando el borde en donde una vez estuve de pie, había una silueta que me observaba fijamente y de ella desprendía un aire superioridad. Sabía que estaba riendo, aún y cuando no lograba ver su rostro, podría apostar a ello. Finalmente, obtuvo lo que tanto deseaba. Su pensamiento más oscuro, su anhelo más profundo, todo se estaba volviendo realidad frente a sus ojos. 

Yo estaba a punto de morir. 

Ya entregada a este pensamiento, cerré los ojos y me rendí ante la oscuridad de mi fatídico destino.

Capítulo 1 [Completo]

...Actualmente...

...Olivia Müller...

El pueblo de Orange Fall.

Con una población de solo cinco mil habitantes, era conocido por sus maravillosos paisajes, su variada arquitectura a lo largo y ancho de sus límites, y su hermosa extensión de kilómetros y kilómetros de bosques prácticamente impenetrables, una enorme parte de estos aún escondían grandes y oscuros misterios sin resolver o simplemente seguían sin ser explorados debido a los mitos y leyendas propias de la cultura lugareña que invitaban a dejar el lugar de lado. A mi, me parecía un poco infantil creer en historias de monstruos o fantasmas. Pero si había algo que destacaba a Orange Fall por encima de cualquier otro sitio en el mundo, eran sus preciosos otoños, casi eternos. Durante cinco meses del año los árboles permanecían decorados con tonos naranjas, rojos y amarillos, una preciosa gama de colores cálidos acompañados de refrescantes vientos invernales y lluvias torrenciales intercaladas con suaves lloviznas. 

Así como llovía casi sin cesar, también podía haber un sol abrasador que aparecía sin avisar a cualquier hora del día. Al rededor de un mes entero se mantenía un calor ardiente, Orange Fall se convertía en una entrada al infierno. Las brisas cálidas no ayudaban en nada a refrescar el ambiente, durante todo ese mes las ventanas y algunas puertas de las casas en el pueblo permanecían abiertas de par en par, igual en la mía, pero todos los intentos por refrescarte era inútil, sin importar cuántas duchas tomaras o cuantos helados estuvieras dispuesto a comer.

Dos meses pertenecían por completo a la primavera; las flores, las diversas tonalidades en el ambiente, la diversión de las ferias que venían desde otros pueblos... también era hermosa para crear recuerdos, era una temporada en la que todo el tiempo me sentía bastante nostálgica y sensible. La estación de la juventud siempre fue la época favorita de mamá, supongo que la mayoría de la veces se sintió de regreso en sus tiempos de la adolescencia con aquellos colores y la atmósfera aniñada que se cernía sobre el pueblo.

Sin embargo, lo mejor del año es que el invierno dura al rededor de cuatro meses. Chocolate caliente en las meriendas, sin insectos, calles repletas de nieve para jugar o para arrojarla sobre otros, días libres de escuela por las tormentas que dejaban las vías heladas y cubiertas de un puro y perfecto color blanco, para mi era la época en la que el candor de las almas fuertes salía a la luz...

Cuanto amo el invierno.

Orange Fall era un perfecto y único fenómeno climático y geográfico en todo su esplendor. Pero su mayor atractivo era la cascada Angel Fall, que había sido catalogada como la caída de agua más alta del mundo.

Al año, miles y miles de personas venían hasta el pueblo solo para verla y tomar fotos. Gracias a esto muchos negocios locales podían seguir funcionando y era una maravilla contemplar las calles llenas de vida y diversión, todos los visitantes disfrutando de nuestros hogar y de lo que hacemos. De nuestra cultura.

Pero sólo dos veces al año ocurría esto.

A finales de Agosto e inicios de Septiembre, ya que comenzaba la temporada de la calma y el ocaso, era un verdadero espectáculo poder apreciar el bosque completamente naranja desde lo alto de la cascada. Un hito que pocos lograban. Además del festival de otoño donde se agradecía al dios Divite por la buena cosecha del año, y aparte, eran los bailes de graduación y la escuela Van Gogh siempre preparaba presentaciones increíbles en todas las ramas del arte.

Presentaciones de bailes en cualquier estilo. Exposiciones de fotografías y obras de arte de los estudiantes. Puestas en escenas teatrales en todos los géneros que podrás llegar a encontrar. Lecturas de poemas en cada uno de los cafés del pueblo. Entre muchas otras actividades más.

A diferencia de mi escuela, que jamás hacía nada relevante.

Pero ese no es el punto ahora.

Otro momento en donde el turismo era increíble, era entre los meses de Abril y Mayo. Es algo bastante lógico si lo piensas bien. Todos los árboles, arbustos y plantaciones florecían al mismo tiempo, con esto se hacía el festival de las flores en conmemoración a las madres fundadoras de Orange Fall, las valientes pioneras que forjaron nuestras raíces. Aunque no solo era en honor a ellas, sino también en celebración a todas las mujeres del pueblo.

Era un mes dedicado por completo a la feminidad y fertilidad.

En resumen, Orange Fall es un paraíso terrenal.

Pero mi época favorita era esta.

Otoño.

El crujir de las hojas al pasar sobre ellas inundaba las calles de cada vecindario, plaza o transversal del creciente pueblo. Pero, ¿acaso no era este el sonido más satisfactorio en toda la existencia? La sensación en la planta de los pies al saltar encima de aquellas láminas crujientes era una experiencia única, de una manera inconsciente todos podríamos evocar al menos un recuerdo que incluyera ese ruido particular, sin embargo, el rumor que emitían las gotas de lluvia cayendo sobre los tejados era uno de esos pequeños placeres que lo superaba casi por completo.

Pequeños placeres que la vida, en un arrebato de bondad, nos había regalado

El precioso arte de experimentar la vida con cada uno de tus sentidos. Los olores... los sabores... los paisajes y colores... no tenía precio.

Sin darme cuenta, dependía emocionalmente de estos detalles para mantenerme aferrada a la incipiente vida que al parecer los dioses tenían preparada para mi. Una llena de constantes altibajos y desabridas experiencias que me estaban comenzando a enloquecer de una manera increíblemente veloz y me aterraba convertirme en un ser desconocido, sin esencia o alma.

La uniformidad de mi tediosa vida me llevaba despacio a una irremediable caída, al lado más oscuro del ser humano. Hasta que conocí a mis dos mejores «y únicos» amigos.

   — Mierda... —pisé un pequeño charco de agua y mi calcetín blanco ahora tenía pequeñas manchas de lodo.

Ya no era perfecta.

A lo largo del vecindario donde vivo crece una variedad de arboles muy peculiar, salix babylonica, o también conocida como sauce llorón. Una especie bastante llamativa compuesta por hojas caídas, tronco grueso y ramas torcidas que hace un gran contraste con las casas de estilo victoriano que conforman toda la longitud de la vereda. Todo un desafío a la naturaleza realizado por este ejemplar asiático. Es una experiencia casi mágica al verlos florecer durante los pocos días de primavera que Orange Fall ofrece. Es parecido a un precioso filtro de color rosa cubriera todas las vistas de mi calle, Pines Creek.

Viendo todo esto desde una perspectiva artística, es bastante hermoso.

Sobre todo en días nublados, dónde lo único que quieres hacer es dormir.

Avanzo por la calle de camino al instituto, y en este monótono proceso me dedico a contar las casas de acuerdo con la tonalidad de sus puertas, un hábito que había adquirido hace poco tiempo, pero que disfrutaba de manera plácida. Hay tres casas con la entrada de color rojo, dos de puerta negra, tres con puertas blancas y una de tono vinotinto... es decir, había un total de nueve casas a lo largo de mi recorrido hasta el final de la calle, sin tomar en cuenta las que había subiendo la colina.

Para vencer el aburrimiento, supongo que todo es válido.

Aunque esto lo hacía para liberar algo de ansiedad y tensión.

No era fácil ser parte de la familia Müller.

Si me lo preguntan, llenar las expectativas de los desconocidos o de las personas que apenas y reconocía era algo sin importancia, no era nada. La tarea difícil estaba en satisfacer las aspiraciones del gran Heinrich Müller.

Mi padre siempre ha sido un hombre bastante riguroso y distante, alguien a quien todo el tiempo quise complacer en todas las disciplinas para hacerle sentir orgulloso, pero eso jamás sucedería. Esto convierte en un mal sueño el hecho de convivir con él día tras día.

Mas aún desde la muerte de mi madre, luego de eso Müller no volvió a ser el mismo...

Mi hogar ya no se sentía como uno

Llegando al final de la vereda, me detengo en la entrada del enorme puente Pines a la espera de Kaleth y Bastian, solo tenía la vaga esperanza de que esta vez no llegaran tarde o tendría que dejarlos e irme sola de camino a la escuela y eso no era una buena idea. La vez anterior llegamos cuando la clase de matemática ya estaba terminando y el profesor nos observó con una expresión de reproche e incluso de decepción, recuerdo que ese día tuvimos que realizar tres ejercicios complicados cada uno.

Frente a toda la clase

En la pizarra

«Los odio»

   — ¡Hey, despistada! —gritaron a lo lejos.

Kaleth avanzaba a un paso realmente pausado y podía sentir como mi desesperación aumentaba de nivel un escalón por vez con solo mirarlo. Respiré hondo y, tratando de calmar mi impaciencia, lo observé. No me quedaba de otra mas que soportarlo, es mi mejor amigo después de todo, además de que ya me había acostumbrado a verlo actuar con tal parsimonia.

Pero sabía que lo hacía solo para molestarme.

   — ¡Ya camina! ¡No quiero llegar tarde otra vez!

Aunque si había algo raro

Kaleth jamás se separaba de Bastian.

Los conocía desde muy pequeña, a partir de ese entonces, jamás los he visto separados. Bueno supongo que si hay momentos donde tendría que haber excepciones, no creo posible que Kaleth vaya a una cita en compañía de Bastian. Sería raro.

Pero ese no es el punto ahora.

Kaleth parecía caminar cada vez mas lento, entonces que me dediqué escuchar el relajante y precioso sonido del río fluyendo con fuerza y rapidez a través de las enormes rocas. Si tan solo el día de hoy pudiera ser así de tranquilo.

Estúpido viernes

   — Al fin llegas —dije en cuanto el chico estuvo frente a mí.

   —Si ya sabes como soy ¿Por qué te estresa? —pasó una mano por su cabello para arreglarlo y comenzamos a caminar a través del puente. Sintiendo le manera en la que los zapatos se torcían cada cierto tiempo debido el desnivel de las rocas.

Siendo Orange Fall -en cierta parte- colonial, era lógico que todo el puente todavía estuviera hecho de grandes rocas. Para ser honesta, se veía muy bien estando cubierto por algunas plantas o musgo debido a la humedad del río.

   — ¿Y Bastian? —pregunté luego de un rato.

   — Dijo que no se sentía bien —se encogió de hombros, como restando importancia al asunto—. Comentó que seguramente faltaría hoy.

   — Es raro verte sin él.

   — Si... se siente raro —una sonrisa melancólica escapó de sus labios—. No le digas, pero si lo extraño.

Ver a Kaleth era casi como observar a Bastian

Los mismos ojos tan oscuros como la noche. Las mismas facciones atractivas y varoniles, pero además definidas y delicadas. Usaban el cabello de una manera bastante similar, lacio y despeinado, de un bonito color café que al estar debajo de la luz del sol se volvía rojizo. La misma estatura, o tal vez Kaleth era unos centímetros mas bajo que Bastian. Su estilo de caminar también era parecida, de ese modo tan particularmente relajado y despreocupado de lo que suceda en el mundo.

Siendo gemelos era casi mirar una copia o como ver doble.

Todo el tiempo tuve la teoría de que eran dos versiones de una misma persona, y que los dioses al crearlos no se decidían por una sola versión.

Pero había alguna manera de diferenciarlos. Por lo menos Kaleth, siempre tuvo una mirada mas intensa y sensual, llena de una picardía y viveza tan sagaz que cualquiera caería a sus pies en cuestión de segundos. Añadiendo a eso su sentido del humor con el cual constantemente lograba ser el centro de atención donde sea que estuviera presente. El menor de los Laurent era el punto débil de toda chica que sueña con un chico extrovertido. Un joven alto, divertido y placentero a la vista, lleno de astucia y desenfreno, sin temor al que dirán y capaz de realizar cualquier hazaña para disfrutar la vida, con un muy atractivo francés fluido y una voz tan sexy... ¿cómo no desplomarse ante él?

Por otra parte.

Bastian era mas calmado. Con una mirada fuerte, colmada de misterio y astucia al igual que su hermano. Una actitud fría en compañía de una inteligencia abrumadora, el perfecto estratega de un imperio en crecimiento. El chico era capaz de leer a las personas como si de un libro abierto se tratase, era imposible ocultar algo de los dotes que los dioses le habían dado. Añadiendo a todo esto, una voz particularmente ronca que dominaba un impecable y fluido francés.

Bastian Laurent sí me parecía perfecto.

Con aquella complexión atlética y músculos levemente marcados en señal de un estado físico muy bien cuidado

Ese chico sin dudas había sido sacado de mis fantasías mas profundas.

   —Deja de sonreír como idiota —pidió Kaleth.

   — Déjame en paz.

°°°°

Una vez en el centro del pueblo, decidimos dar algunas vueltas.

Por alguna extraña razón tenía la leve sospecha de que llegaríamos tarde.

Otra vez.

Nos detuvimos en la pastelería mas conocida en todo Orange Fall. Era popular por cierto rumor de magia y hechicería que corría acerca del dueño, Ángel, quien casualmente era primo de Kaleth. Según las malas lenguas del pueblo, los panecillos de esta panadería estaban conjurados y podías pedir un deseo, solo si a cambio ofrecías aquello que mas atesorabas. Otros decían que el propietario del lugar era un demonio que cazaba personas durante las noches para consumir su sangre o atrapar sus almas.

Personalmente, no creía nada de eso.

Un reclamo de parte de Daniel me hizo volver a la realidad.

   — ¡¿En serio me vas a dar esto?! —exclamó mientras sostenía un pastelillo en la mano y miraba a un chico rubio frente a él— Viejo, lleva como tres días en el mostrador, lo vi ayer cuando pasé por aquí —el pastelito de chocolate corría un gran riesgo de salir volando si Kaleth seguía agitándolo de esa manera.

   — Kaleth, ya deja de joder y llévate el pastelillo de una vez —el joven rubio parecía que comenzaba a quedarse sin paciencia, y lo entendía a la perfección. A veces el chico de cabellos café podía ser una espina en el culo—. Están frescos, yo mismo los acabo de sacar.

   —¡Pfff! mas frescos están los restos de mi abuelo Jean Paul —colocó el pastelillo de regreso al aparador—. Bien, los llevaré —dijo mientras suspiraba y buscaba la billetera—. Pero si muero quedará en tu conciencia Angie.

   —A ver... ¡Es Ángel, no Angie! —reclamó el chico rubio mientras sostenía el puente su nariz con los dedos— Ahora vete antes de que cometa un crimen.

   —Como digas —Kaleth levantó los hombros en señal de indiferencia, tomó la pequeña bolsa de papel con los pastelillos y avanzamos hacia la salida. Antes de salir se giró— ¡Gracias por todo, Angie!

   — ¡Pour l'amour du ciel...¡ * —Y no escuchamos el resto.

Una vez fuera del local nos detuvimos junto a unas mesas cerca de la salida.

A través del cristal de los mostradores podía ver a Ángel hablando con un chico bastante apuesto, y al parecer estaba descargando el estrés con él. Pero volviendo al tema, Kaleth sacó los pastelillos de la bolsa y me ofreció uno, el cual acepté sin ningún problema. Sabía bien.

Muy bien de hecho, sabía mejor de lo que esperaba.

Ahora comprendía porqué se hacían aquellas filas interminables para comprar por las tardes o a medio día.

   —¿Quién lo diría? —comentó Kaleth— Sí están frescos.

   — Eres de lo peor.

Atravesamos la plaza Atrix y avanzamos camino a la escuela.

°°°°

Deep Creek High School

Es la institución de estudio mas completa en educación de la economía global y nacional de todo Orange Fall, especializada en relaciones exteriores, idiomas y marketing. La mas alta en el ranking de enseñanza en el país, justo a la par con la escuela Van Gogh, un instituto especializado en instrucción artística y la mas variada en su especialidad. Rodeada de arboles altos, un castillo y con pasillos me voy para dónde y cuentan que hay un muro donde cuelgan poemas y pensamientos que sus estudiantes escriben de puño y letra. Un lugar bastante idílico a mi parecer.

Para ser honesta, me hubiese gustado estudiar allí y no en este lugar

Pero aquí estamos.

Aunque, no todo aquí es tan malo si lo observas bien.

Mi parte favorita es el paisajismo diseñado para la escuela. El camino de la entrada era completamente de ladrillos rojo, que sí se ve realmente hermoso, pero los muy malditos hacen que resbales cuando llueve, no se a que clase de persona se le ocurre emplear un material tan inútil como ese en un lugar donde la mitad del año es solo lluvias, aún así, ¿Quién soy yo para juzgar? Las cercas son de un lindo color verde esmeralda y estas evitan el paso hacia el pequeño bosque que rodea la institución, en este puedes encontrar enormes pinos, otras especies que no conozco aunque se puede admitir que se ven muy bien todos juntos extendidos por la enorme planicie.

Pequeños arbustos adornan el camino tras la cerca y están junto a las farolas con los botes de basura.

Hasta esos se ven bonitos.

Las sombras de los arboles le dan al camino un aspecto bastante fresco y relajante. Aunque el frío viento y el murmullo de este al pasar entre las ramas dejara una sensación terrible de misterio y suspenso.

Aunque mi vida ya tenga una constante dosis de suspenso, nunca termino de acostumbrarme a esto.

   — Entonces... —inició Kaleth— ¿qué tal está tu padre?

   — Bien, supongo —ciertamente no quería hablar mucho acerca de mi padre, no es como si tuviéramos la mejor relación del mundo—. ¿Y tu madre? ¿Qué tal está?

   — Bien, esta mañana salió a —se detuvo para mirar su celular—... ¡Mierda! ¡Corre, Oli! —exclamó mientras me tomaba del brazo y arrancaba a correr.

   — ¡¿Qué?! ¡¿Por qué?! —pregunté mientras trataba de seguir el paso que llevaba.

   — ¡Qué vamos tarde! ¡Joder!

Mierda, mierda, mierda...

No otra vez. ¡¿Qué acaso nunca podíamos llegar a tiempo a ninguna clase?!

Corrimos entre los estudiantes y profesores que se atravesaban en el camino. Recibimos insultos, gritos y quejas, aunque poco me importaba, justo ahora solo quería llegar a mi clase de... no recuerdo que, pero debía ir.

   —¡Pedazo de enana! —me gritó un chico en el pasillo.

   — ¡Jirafa anoréxica! —respondí.

Subí las escaleras a tropezones y casi dejo mis dientes en el suelo, pero seguí. Corrimos hasta el final del pasillo.

   — ¿Müller?

   —¡Presente! —dije en la puerta. Justo a tiempo.

   — Adelante, tomen asiento.

°°°°

   —... entonces, la ecuación patrimonial ampliada es usada para determinar... —la profesora hablaba con tantos ánimos, que me impresionaba seguir despierta.

¿Y por esto venía tan apresurada?

¡¿Por esto recibí insultos por todo el corredor?!

De ningún modo lograba entender algo, ni aunque la diosa Idus estuviera aquí frente a mi explicando. Cada una de las palabras que la profesora decía, parecían diluirse en el aire, tal como si nada de lo que dijera tuviera sustancia o coherencia. Al menos para mi no lo tenía, nunca lo tuvo. En esta clase sentía que el tiempo pasaba desgraciadamente lento, y al parecer no era la única que lo percibía de esta manera. El ánimo era realmente tedioso, la melancolía se deslizaba por las paredes del aula y navegaba entre los escritorios llenando las almas presentes de un oscuro aburrimiento; bastante exagerado lo sé, pero incluso se reflejaba en el rostros de la profesora. Quién siempre tenía una clara expresión de fastidio y arrepentimiento, como si lamentara todas las decisiones que había tomado a lo largo de su vida.

Y no podía acusarla de nada, ser profesora no parecía un trabajo muy divertido.

   — ¡Pss...! —escuché a mi lado y no hizo falta que me moviera para saber quién era—... Olivia... —dijo Kaleth en un susurro, que de susurro no tenía nada.

   — Señorita Müller, joven Laurent —dijo la profesora y todos se giraron para vernos, «trágame tierra»—. Si no están interesados en la clase pueden retirarse.

   — Bien -Kaleth se levantó de su asiento y tomó sus cosas para guardarlas en la mochila—, que tenga un buen día, profesora —y posteriormente, salió.

La verdad, todo en esta clase me parecía tan increíblemente aburrido, que el hecho de quedarme cinco minuto más era un completo desperdicio de tiempo.

Y de oxígeno

   — Con su permiso, profesora —me levanté de mi asiento, tomé mis cosas y colgué la mochila a mi espalda—. Me retiro, que tenga un buen día.

Los murmullos no se hicieron esperar, la verdad, no me importaba. Si ellos querían malgastar parte de su día «y de su vida» escuchando una clase que vimos hace un año, era su lío. De igual manera dejé de escucharlos cuando llegué a la mitad del pasillo.

   — Aquí estoy —Kaleth estaba apoyado en la pared con el teléfono en la mano. ¿De verdad me había estado esperando?

   — Pensé que no vendrías —dijo al tiempo que levantaba la vista de la pantalla—. ¿Qué quieres hacer ahora, señorita rebelde? —preguntó mientras tanto avanzábamos por el pasillo hasta las escaleras.

   — No lo sé. Aún tenemos dos clases mas.

   — Esto es una tortura -una vez estuvimos al pie de las escaleras caminamos por el pasillo principal para llegar a la cafetería del instituto.

   — Lo dice el que tiene uno de los mejores promedios de la clase —me burlé.

   — ¿Qué puedo decir? Soy un prodigio —respondió mientras arreglaba su cabello con una cantidad excesiva de presunción.

   — Aish... ser egocéntrico es pecado ¿Sabías? Los dioses te van a castigar.

   — Castigarnos, linda —corrigió.

Seguimos caminando por el largo y solitario pasillo de aquel antiguo lugar

Las paredes altas y los grandes ventanales le daban una sensación de estar afuera sin necesidad de salir.

El espacio usado para que la escuela funcionara, era un castillo antiguo de hace cien años más o menos. Este perteneció al duque Salazar próximo al año mil ochocientos cincuenta, lo cual es bastante cerca de la fecha de fundación del pueblo, por lo tanto se cree que fue uno de los principales precursores de la creación de Orange Fall.

Solo voy a decir, que ese señor tenía buenos gustos.

Entramos a la cafetería y nos sorprendimos al darnos cuenta de que había más chicos fuera de clases. Al menos cinco mesas estaban llenas, ahora veo que no somos los únicos que se aburren.

Al parecer Kaleth conocía a varios de los que estaban por allí sentados, así que nos acercamos a una de las mesas.

   — Hola chicos —hizo una pausa—, y chicas. ¿Qué hacen por aquí? ¿Los echaron de la clase?

   — A mi si me echaron —comentó un chico bajo y pelirrojo.

   — Nosotros no, sólo nos salimos porque era muy aburrida la explicación —dijo un chico de los que estaba allí sentado.

Quién, por cierto, estaba bastante guapo.

Tenía un cuerpo con músculos grandes y bien definidos, se notaba incluso por encima de la camisa blanca del uniforme. Llevaba la corbata un poco floja y el saco sobre su hombro. El cabello largo hasta las cejas, negro como la noche y bastante despeinado. Detallando más su apariencia, varios tatuajes se asomaban por la parte posterior de su mano, uno de ellos era una rosa, al parecer.

Dioses, necesitaba sacarle camisa.

Cabe destacar, que sólo es para observar mejor los tatuajes. Yo aprecio mucho el arte en todas sus formas ¿bien?

El chico me miró y sonrió.

Al principio me ardieron las mejillas porque sentí que tal vez habría adivinado lo que estaba pensando, aunque eso era improbable. Esa sonrisa me contrajo ridículamente el vientre «ni Bastian había logrado algo como eso» pero mantuve la compostura y le devolví el gesto. El arito que adornaba la comisura de su labio inferior lo hacía más atractivo a la vista.

Sólo había una palabra para este chico

Sexy.

Con todas y cada una de las letras. Incluso le haría falta.

Algo como, sssseeeexxxxyyyy

   — ¿Tienes hambre, Oli? —preguntó una de las chicas, sacándome de aquellos impuros pensamientos.

   — Un poco, si —respondí apenada.

   — Ven siéntate —sonrió y sus ojos rasgados se convirtieron en dos líneas, como dos pequeñas sonrisas—. La cocinera me sirvió demás.

   — Gracias Jia, pero estoy bien. Al rato busco la mía —a pesar de estar fuera de clases ahora, ninguno de los presentes eran malas personas.

La campana sonó, anunciando la hora de almuerzo.

Corrí directo a la barra para buscar mi comida, porque una vez que todos vinieran a la cafetería la fila sería infinita y entonces me quedaría sin comer. Para mi eso era algo inaceptable.

Kaleth hizo lo mismo y ambos esperamos a que nos entregarán las bandejas.

   — ¿Quién es él? —pregunté señalando con el mentón en dirección al chico.

   — Él, es Atlas Grey —incluso el nombre sonaba sexy, me recordaba a cierto personaje que leí una vez—. Es nuevo en el pueblo, su familia se mudó hace poco. Dicen que tiene más dinero que tu ascendencia y la mía juntas.

   — Interesante...

   — Hey, tu ya tienes a Bastian Laurent, mi hermano ¿recuerdas? —respondió a modo de regaño.

   — Mirar no me hace daño.

   — Si, pero la curiosidad mató al gato.

   — ¡Uffff! Entonces que me mate —me abaniqué con la mano, y Kaleth me miró mal—. Está bien, está bien. Me controlo.

Recibimos la bandeja y nos sentamos de nuevo con el grupo de antes.

°°°°

   — No sé quien diablos le colocó letras a los números pero lo odio.

   — Lo odiamos —le dije.

Las clases ya habían terminado por el día de hoy.

Eran las tres de la tarde y el clima comenzaba a nublarse.

Tal vez era una señal del mal presagio que me perseguía desde que desperté esta mañana.

La fuerte brisa agitaba mi cabello y la frescura del día hizo que una sensación de ensoñación invadiera mi cuerpo. Los días nublados en Orange Fall eran buenos para leer un buen libro en compañía de una taza de chocolate o té caliente, y permanecer envuelto en una cobija gigante y esponjosa. Aunque también era bastante bueno para ver películas de suspenso o terror con una cantidad industrial de golosinas y bocadillos para así aprovechar la atmósfera oscura del pueblo.

En lo personal, solo vería las películas de día. Así cualquier cosa, no me asustaría tanto.

   — ¿Qué planeas hacer cuándo llegues a casa? —preguntó Kaleth con la vista en el suelo y el saco del uniforme en el hombro.

   — Nada. Lo de siempre —traté de restarle importancia al asunto. Pero la verdad es que estaba muriendo de miedo; mis manos sudaban y mis piernas tenían un leve temblor, cada vez se hacía mas intenso y era insufrible tratar de esconder mi nerviosismo. La idea de llegar a mi destino me mantenía con el alma colgando de un hilo.—. ¿Y tú? ¿Qué planeas hacer?

   — Seguramente, fastidie a Bastian hasta que se harte de mi presencia y se arrepienta de haberme extrañado —soltó una sonrisa ligera y me miró—. Realmente espero que descanses, siempre te estás cayendo del sueño por todas partes.

   — Si... yo también espero poder descansar.

En realidad hoy estaba muy lejos de lograr descansar. Cada paso que daba en dirección a mi destino solo aumentaba más mis niveles de ansiedad. Esta noche, sin duda, sería una de esas tantas que desearía poder desvanecer de mi mente, se convertiría en una de todas esas que trato de dejar muy en el fondo de mi subconsciente y no recordarlo jamás.

Dejarla en la parte más oscura de mi mente.

   — Hasta aquí te acompaño —nos detuvimos en la entrada del puente donde ambas calles se unían—. Au revoir ma belle* —me abrazó y yo le regresé el gesto.

   — Nos vemos después —respondí con cariño.

Nos soltamos del abrazo y el avanzó de regreso a su hogar.

Un nudo se formó en mi garganta, pero traté de relajarme. Me giré para caminar de regreso a mi casa, si es que así se le podía llamar. No podría seguir ocultando algo de esta magnitud, «o tal vez si...», no me parecía honesto fingir una vida normal cuándo la verdad es que no puedo señalar nada de esto como una vida. Veía poco justo carecer de ese calor, afecto y amor que se supone un hogar debería tener, me sentía tan sola...

Y no podía decir nada.

De lo contrario todo se complicaría para mi.

A medida que avanzaba, la sensación de miedo crecía. La latente incertidumbre de lo que me esperaba no me dejaba respirar con normalidad, así que traté de relajarme, pero fue imposible. La impresión permanente de estar en peligro me estaba matando, miraba hacia todas partes. A cada una de las casas con sus puertas de diferentes colores.

Todas una al lado de la otra.

A lo largo del vecindario donde vivo crece una variedad de arboles muy peculiar, salix babylonica, o también conocida como sauce llorón. Una especie bastante llamativa que hace un gran contraste con las casas de estilo victoriano que conforman toda la longitud de la vereda.

Avanzo por la calle, y me dedico a contar las casas de acuerdo al color de sus puertas. Hay tres casas con la puerta de color rojo, dos de puerta negra, tres con puertas blancas...

Y una casa con la puerta de color vinotinto..

Es decir, había un total de nueve casas a lo largo de mi recorrido.

Me detuve frente a la entrada de mi casa, y sin siquiera tocar ya habían abierto la puerta.

   — Señorita Müller, la estábamos esperando.

La sonrisa de aquel tétrico hombre me helaba la sangre

No quería hacerlo.

No de nuevo

¡Hola, hola!

¿Qué tal la historia hasta ahora?

Se que este primer capítulo estuvo bastante cargadoL de descripción del ambiente y el entorno de Orange Fall, pero mi idea es dejarles un poco en claro como es el pueblo, de aquí en adelante todo será más "ligero".

Ahora.

Puedo suponer que todos quedamos flechados por el chico de la cafetería ¿No? Aunque, lamentablemente, no estoy segura de que vuelva a aparecer en otro capítulo o en el resto de la historia.

Pero como recompensa, les dejo la traducción de las partes en francés:

Pour l'amour du ciel: En francés, Por el amor al cielo. Es lo más cercano a por el amor a Dios.

Pero en Orange Fall creen en dioses, por lo tanto, por el amor al cielo queda un poco mejor.

Au revoir ma belle: Adiós, linda.

Capítulo 2 [Completo]

...Bastian Laurent...

Solo me dediqué a correr.

Necesitaba una descarga de adrenalina urgentemente. Y la cinta en el gimnasio era mi mejor amiga en ese momento.

River de Brkn Love retumbaba en mis auriculares una y otra vez sin parar. Al escucharla no podía pensar en otra cosa que no fuera Olivia Müller.

Olivia...

Aquella chica tan linda, dulce y amable que había conocido hace años. Con un corazón tan noble y bondadoso, carismática, que se ganó mi corazón desde el primer momento. Tan llena de poder y carácter, era una chica que también tenía su lado salvaje y que pocas veces dejaba salir a la luz. Cargaba con una inteligencia que la hacía ver tan jodidamente sensual, casi tanto o más de lo que se veía cuando hablaba en alemán. Como me encendía escucharla hablar en su idioma, se veía tan atractiva y sexy... era por mucho más baja que yo, pero tenía unas curvas que me llevaban a la locura, siempre que podía observarla con el uniforme de la escuela, lo hacía. Era un pecado culposo, lo acepto. 

Astuta hasta la médula y eso se notaba cuándo la escuchabas discutir con su padre acerca de estrategias comerciales para la empresa. Una larga melena rubia hasta la cintura, unos preciosos ojos tan claros como el cielo acompañados de una tez clara y delicada con pequeñas pecas que adornaban todas sus mejillas. 

Perfecta en toda la extensión de la palabra.

Una notificación sonó en mi teléfono y me detuve para verla.

De: Jean Pierre

Para: Bastian

«Cuándo termines de entrenar ven directo a casa.»

«Tendremos una pequeña reunión con los Müller.»

Y con esos dos simples mensaje mi día ya estaba resuelto.

Ya era feliz.

Que mis padres organizaran una reunión con el señor Müller era sinónimo de ver a Olivia un fin de semana, y esos momentos no los cambiaría por nada en el mundo. Ver a esa chica era como devolver el oxígeno a mi cuerpo, su presencia era totalmente necesaria en mi día a día para llenar mi panorama de colores. Tenerla cerca era como consumir una droga por primera vez, y luego necesitarla a cada momento, siempre quería más y más.

Ella es el divino escape de mi agotadora realidad.

   — ¿Leíste los mensajes de papá? —preguntó Kaleth apoyado en el marco de la puerta.

   — Sí —bebí un poco de agua y coloqué la botella junto a mi mochila.

   —Cuándo termines, date una ducha. No queremos que la joven Müller caiga en tus brazos, pero por los efectos de tu olor —y rió sonoramente.

   — Cállate, idiota —me reí, dejé mi teléfono dentro de la mochila y volví a la cinta para correr— ¿En serio Oli va a estar en la reunión? —pregunté con ilusión, volviendo a entrar en calor sobre la cinta.

   —Sí, justo estaba hablando con ella —dio varios pasos y se detuvo para quedar frente a mi en la cinta que estaba usando—. Dijo que quería verte.

Tropecé y casi caigo, pero logré mantener el equilibrio.

   —Esa chica es tan linda —dije casi sin aliento.

   —Aish, no te soporto. Voy a ducharme —caminó hasta la puerta de la sala y se detuvo antes de salir—. Nos vemos después, Romeo.

   —Está bien.

Mi ritmo cardíaco se aceleraba en demasía, la presión en mis pulmones se volvía cada vez más fuerte y mis pantorrillas dolían.

Ya no podía más, así que lentamente fui bajando la velocidad de la cinta y respiré profundo. Ya iba siendo hora de abandonar esta burbuja de absurda tranquilidad, tenía que volver a la realidad impuesta por mi padre.

Debía usar la careta, o tendría que decir adiós a todo lo que me había costado tanto conseguir. Vivir de este modo me estaba agotando, física y mentalmente, pero no había nada que pudiera hacer para evitar mi decadencia.

Nuestros destinos nos guían a donde debemos estar, pero ¿qué sucede cuando no quiero aceptar el mío? ¿Tengo que desafiar lo que fue escrito para mi?

¿O solo debo aceptar que esto es lo que debo ser? 

Aunque estos pensamientos me agobiaran a diario, no podía dejar que tomaran el control de mi rutina, entonces terminaría postrado en mi cama tratando de entender que diablos hice mal para merecer algo como esto. No podía permitir que algo como eso sucediera o estaría mas jodido de lo que estoy ahora.

Aún con una sonrisa en mi rostro, tomé mi mochila y salí del salón directo a las duchas.

°°°°

Terminé de colocarme la camisa y me miré en el espejo.

Cabello más desordenado de lo normal, ropa oversize para mayor comodidad, y adornando mi rostro, un par de ojos cansados.

Aunque parezca algo poco probable, el agua de las duchas en el gimnasio sale bastante cálida o fría según tu quieras, y pensar que casi caigo en los mitos de Kaleth al decir que el agua de las duchas era helada. Hoy había quedado muerto en el entrenamiento, así que solo tenía ganas de llegar a casa, recostarme en mi cama y dormir hasta el año siguiente para descansar un poco.

Y aunque es agotador, un buen día de entrenamiento luego de haber tenido un día de mierda era todo lo que necesitaba.

   —C'est l'heure d'y aller, Roméo ! —gritó Kaleth y me giré para verlo.

   —Deja de gritar ¿quieres? —ahora ya estaba claramente irritado, a la mierda la relajación— Estoy a punto caer rendido.

   —Pobre bebé ¿Te hicieron esforzarte mucho hoy? —preguntó entre risas.

   —Oui... —sonreí, tomé mi mochila y ambos caminamos hasta la salida.

No sabía como sentirme, estaba a solo minutos de ver a la chica más hermosa de todas. La única que era capaz de hacerme sentir nuevamente como un niño o como un completo idiota a su merced. Pero también debía lidiar con el fastidio de mi hermano, aunque lo mejor que podía hacer ahora era ignorarlo y seguir enfocándome en lo que me espera al llegar a casa.

   —Se que te mueres por verla —comentó Kaleth mientras movía las cejas de arriba a abajo—. Pero ya deja de sonreír como idiota, por favor.

   —No estoy sonriendo como idiota —la verdad es que si lo estaba haciendo.

Parecía un completo estúpido, debo admitir.

   —Sí, claro. Hermano cuida un poco tu dignidad ¿sabes lo que te pasaría si las chicas se enteran que andas por ahí sonriendo como un niño enamorado? —Finalmente habíamos llegado a la salida. 

El viento helado me hizo temblar un poco.

   —Pero sí estoy enamorado. Además a mi no me interesan las otras chicas, solo me importa Olivia. —Caminamos hasta el auto donde Roger nos abrió la puerta. Entramos y a los pocos minutos ya estábamos camino a casa.

   —Que c'est joli! ¡Mi hermanito está enamorado!

   —Kaleth —lo miré fijamente— Fermez-la!*

Para ser sincero, si estaba muriendo por ver a la chica de mis sueño.

Sentía cada célula de mi ser clamando por su presencia, su voz, su sonrisa... si no le veía pronto seguramente mi corazón estallaría en mil pedazos.

Mi cuerpo reaccionaba de solo pensar en su intensa mirada buscando en la mía los misterios de mi alma y los secretos que guardaba con recelo en mi corazón.

Siempre que me observaba parecía leer cada pensamiento que cruzaba por mi mente para después desentrañar uno a uno y enamorarme en el proceso. Esos ojos que parecía guardar miles de estrellas en su interior, tan llenos de vida y luz. Si tan solo pudiera ser para ella poco más que solo un amigo... solo con una pequeña muestra de cariño me conformaría. Una mirada, una sonrisa... Algo de su parte.

Solo con eso sería feliz por el resto de mis días.

«Demonios, Müller... ¿qué me has hecho?»

El camino a casa se estaba haciendo extremadamente tedioso, incluso más que de costumbre.

Solo veía arboles pasar a mi lado y eso me desesperaba un poco. Quiero decir, ¿quién diablos había llegado a este lugar y dijo que construirían un pueblo? ¡¿Justo en el centro de un maldito bosque?! ¡¿en serio?! pero bueno. No soy quien para criticar a nadie.

Llegando a casa, el auto de los Müller estaba aparcado un poco más adelante de la entrada a la casa, casi en la puerta del garage. Y sin querer una sonrisa escapó de mis labios dejando al descubierto lo emocionado que estaba por todo eso, ¿que diablos me estaba pasando? ¿así que esto se sentía al estar enamorado?

Antes de bajarnos Kaleth me miró con complicidad, casi como si el también hubiese sentido mi corazón acelerarse.

   —¡Basta! ¡Verte enamorado es tan molesto! —exclamó al tiempo que pasaba sus manos por todo el rostro en señal de frustración.

   —Vamos, aquí dentro hace calor —una vez Roger detuvo el auto, bajé de este tan rápido como pude.

No planeaba seguir soportando a mi hermano. O tal vez era que no planeaba seguir soportando el nerviosismo que recorría mi cuerpo.

   —Calor... sí, claro... —Bufó mientras atravesamos el porche hasta la puerta principal.

Mi mano temblaba sin control alguno, no podía girar la perilla y Kaleth tuvo que hacerlo en mi lugar, no sin antes dedicarme un muy preciado comentario lleno de burla y sarcasmo. Al adentrarnos en la casa un murmullo llenó el ambiente, entonces supimos que todos esperaban en la cocina.

Atravesamos toda la sala de estar hasta la fuente del sonido.

   —Si te casas con Olivia, ¿puedo ser el padrino? —una sonrisa burlesca llenaba el rostro de mi hermano y me miraba con sorna.

   —Kaleth... Cállate si no quieres que te mande a dormir sin sueño.

   —Uish... perdón florecita ¿te lastimé? —su voz se había vuelto graciosa y levantaba sus manos de una manera ridículamente amanerada.

   —Kaleth... —lo tomé de la camisa y estaba a punto de levantar el puño para dejarle un precioso recuerdo en su ridículo rostro.

   —¡Chicos! la voz de nuestra madre resonó en toda la estancia— Hay visitas.

Detrás de mi madre logramos ver a mi padre en compañía de los dos integrantes de la familia Müller observándonos con una expresión de sorpresa y diversión en sus rostros. Mi hermano y yo rápidamente nos colocamos de manera decente para no dar una peor impresión de la que ya habíamos dado. No podía haber una situación mas bochornosa que esta.

Gracias al cielo los Müller ya nos conocían bien.

   —¡Hola familia! —como era costumbre, Kaleth fue el primero en romper el hielo. Por así decirlo— Hola mamá —caminó por toda la cocina saludando a los presentes, cada saludo peor al anterior— Hola papá, ¿como está señor Müller? —e hizo una reverencia frente a este, trágame tierra- ¡Oli!

   —¡Kaly! —los dos se abrazaron como si la vida se les fuera en ello— Hace siglos que no te veía.

   —Sí ¡sentí que pasaron décadas sin verte! —mientras ellos se dedicaban a hacer... lo que sea que estuvieran haciendo, me apoyé en el marco de la puerta a ver como mi hermano si podía disfrutar de los abrazos de cierta chica.

Siendo honesto, si estaba un poco celoso de él en este momento.

   —Pero si se vieron ayer —dije en un tono burlón.

   —Es que para nosotros un día es como un año —comentó Olivia.

   —No lo escuches, Oli. Solo está celoso.

   —¡Pfff! Obvio no.

«Obvio si»

   —Mientes —dijo Kaleth.

   —Y ustedes exageran —observé al resto de los presentes—. Hola mamá, hola papá, ¿como está señor Müller? —caminé por la cocina para sentarme en uno de los bancos frente a la isla.

   —Estoy bien, gracias por preguntar. ¿Y tú como estás, Bastian? —el padre de Olivia siempre tenía un tono de voz helado y lejano. De hecho me sorprendió que respondiera mi saludo.

   —Estoy muy bien, señor Müller —el aire de misterio y peligro que desprendía su ser siempre me causaba un poco de intriga.

Heinrich Müller pocas veces reía o sonreía. Cargaba con una mirada realmente abrumadora y dominante, te hacía creer que conocía todo acerca de ti o de cualquiera en el lugar —donde sea que estuviera presente— y justo ahora entiendo porqué la mayoría de las personas que trabajan para él o para mi padre le tienen cierto grado de respeto o temor.

La madre de Olivia sin duda era su complemento perfecto.

Todo lo opuesto a él.

   —Y bueno, ¿que vamos a hacer hoy? —preguntó Kaleth.

   —Afuera está la parrilla encendida —habló mi padre—. Solo hay que llevar todo, pero estábamos esperando por ustedes.

Mi madre se levantó del banco y fue hasta la nevera para sacar la carne ya lista para cocinar, mi hermano se levantó de su silla para ir con ella y ayudarle a llevar todo lo que pudiera.

La verdad, no quería levantarme del banco. Sentía que podía caer desplomado en cualquier momento.

   —Gracias, cielo —pasó una mano por el cabello de Kaleth y luego me miró—. Bastian, ¿podrías ayudarme con eso de allí? —no era de extrañar que fuera un poco más severa conmigo. De hecho no era de esperar que me viera con superioridad. Siempre la he admirado y siempre he presumido de ella, pero nunca he tenido ni un poco de su atención.

¿Injusticia?

Tal vez.

Mi madre salió por la puerta trasera, y con ella todos los que estaban en la cocina.

Excepto por Olivia.

   —Eso fue... ¿intenso? —comentó con cierto aire de diversión.

   —Demasiado —sonreí y ella me devolvió el gesto.

No pude evitar sentir un pequeño temblor en el centro de mi pecho.

   —¿Quieres que te ayude? —la chica se levantó del banco y se acercó a mi— Es solo esto ¿no?

   —Sí... solo eso... —tenerla cerca me estaba haciendo fatal, pero tampoco quería alejarla.

Tomamos lo que quedaba sobre la mesa y nos dirigimos hacia la puerta que daba al patio trasero. Al salir, el olor a humo inundó mis fosas nasales y se me escapó un estornudo, cabe destacar que tengo un olfato bastante sensible y este tipo de cosas me matan.

Aunque no de una manera literal.

Dejamos las cosas sobre la mesa junto a la parrilla, y la vos de Kaleth no se hizo esperar.

   —Tórtolos, ¿van a comer?

   —Teniendo en cuenta que eres tu quien cocina, no gracias. No quiero —respondí con burla. Pero en realidad si planeaba comer, jamás rechazaría una carne a la parrilla, incluso si Kaleth era quien cocinaba.

   —Yo sí, Kaly —comentó Olivia en un tono bastante dulce.

   —¿Ves? ella si confía en mi —me miró y en un gesto infantil me sacó la lengua—. ¿Por qué tú no?

   —Porque ella es tu mejor amiga. Yo soy tu hermano.

   —Más razones para confiar en mí.

   —No te engañes, sabemos que me cambiarías fácilmente por un caramelo.  

Entorné los ojos y caminé hasta las mesas que estaban frente a la piscina. En una esquina no tan lejana pude ver a mi padre y al señor Müller hablando tranquilamente y riendo, bueno, más mi padre que el otro hombre. Parecía haber un ambiente tranquilo entre los dos.

Escuché unos pasos detrás de mi.

   —¿A dónde vas? —preguntó Olivia cuando estuvo junto a mi.

   —A una de las mesas —señalé— ¿vienes, Oli?

   —Sí... —caminamos tranquilamente y en silencio por el pequeño paso de ladrillos rojos que travesaba el patio hasta la piscina junto a las mesas y cuando finalmente nos sentamos, dijo— Tu padre me contó que estabas entrenando antes de venir, entonces... te sientes mejor ¿no?

   —Bastante, de hecho. Lo de ayer fue solo una jaqueca, tengo que hacer un examen de la vista —una pequeña risa escapó de los labios de Olivia—. ¿Qué? ¿Te divierte mi ceguera?

   —No, para nada.

   —¿Te parece divertido que tenga que usar lentes de por vida? eso es cruel, eres mala.

   —No, creo que te verías bien con lentes

Y justo allí se me olvidó como respirar, pensar, hablar... ¡voy a morir!

Mi corazón se aceleró y podía sentir como ardían mis mejillas. Una sonrisa de idiota se dibujó en mi rostro, no podía resistir más.

Solo un beso, aunque fuera en la mejilla.

Solo uno.

   —Por cierto, ¿está bien que Kaleth maneje la parrilla solo? —preguntó mirando en dirección a mi hermano al otro lado del patio. Al parecer se había dado cuenta de mi ataque de pánico.

   —Mientras tenga cuidado, supongo que está bien. No queremos correr a un hospital por quemaduras de segundo grado.

   —Eres cruel.

   —Lo dice la que se burló de mi ceguera —la miré severamente y ella solo sonrió.

¿Que acaso no tenía idea de lo idiota que me vuelve su sonrisa? Alguien debería advertirle de lo peligroso que es que ande por el mundo mostrando su precioso hoyuelo. De verdad deseaba hacerla reír más seguido solo para contemplar esa obra de arte.

   —¡A comer damas y caballeros! —llamó Kaleth desde la mesa de madera que teníamos precisamente para estas ocasiones— ¡Tórtolos vengan a comer!

   —A veces de verdad que no lo soporto —comenté mientras me levantaba de la silla.

Olivia y yo caminamos tranquilamente hacia la mesa mientras observábamos como uno a uno tomaban asiento para comer.

Una vez que llegamos, nos sentamos contiguamente.

Todos nos tomamos de las manos y agradecimos por la comida del día de hoy.

Una vez que terminamos, nos quedamos sentados frente a la mesa.

   —... Y entonces le pedía a Olivia que nos ayudara a planificar una estrategia comercial más factible y que nos diera un impulso para salir de los números rojos —mi padre no paraba de hablar—. Y ella nos dijo que podríamos firmar un acuerdo con un puerto chino... ¿Cómo se llamaba, linda?

   —El puerto de Shanghai, señor Laurent —la chica bebió un poco de jugo y luego continuó—. Ya que actualmente es uno de los primeros en la lista de los más... ¿exitosos? A nivel mundial.

   —¿Y eso que tiene que ver? —preguntó Kaleth.

    —China es uno de los países con una tasa de impuestos por exportación menor a la establecida en otros lugares, esto lo hace un blanco perfecto para la oportunidades comerciales. Además de que ofrece productos muy variados por si en un futuro planeamos una expansión —respondí.

   —Exacto, y al ser uno de los más concurridos también es perfecto para dar a conocer nuestros servicios y así poder ampliar nuestro portafolio de clientes —el señor Müller colocó una mano rodeando los hombros de Olivia y ella se tensó—. Gracias a esta chica, nuestro portafolio se amplió un tres por ciento en los últimos dos años. Es un logro maravilloso.

—Solo hago mi trabajo —sonrió—. Si me permiten, volveré en unos minutos —la chica se levantó de su asiento con una sonrisa tensa y entró a la casa.

Algo le había incomodado. Se notaba.

Pero si solo la habíamos halagado... ¿Por qué irse de la mesa así como así?

   —Me encanta cuándo se entienden así de bien. Y se nota que les gusta lo que hacen —comentó mi madre.

   —Sí... Es bastante entretenido —respondió Kaleth.

El señor Müller se levantó de la silla y vio a mi padre por un momento, como teniendo esa clase de conversación que solo se entendía a través de las miradas. Y luego dijo.

   —Lo siento Jean Pierre, debo retirarme. Pero todo estuvo maravilloso, gracias por habernos recibido en tu casa —mi padre también se levantó de la silla.

   —No es nada, Heinrich. Sabes que pueden venir cuándo quieran.

Una vez dada por terminada la conversación, todos nos dirigimos a la puerta principal para despedir a los Müller. Mi padre y el señor Heinrich se dieron un cálido apretón de manos, Olivia por su parte, nos abrazó a todos.

Incluso a mí. ¡Soy Feliz!

Cuándo Heinrich y Olivia se fueron, Kaleth y yo fuimos hasta la cocina en búsqueda de algo para beber y comer y después subir directamente a mi habitación.

Encendimos la consola y nos sentamos en mi alfombra a jugar.

Después de todo, no hay nada divertido que hacer un sábado. A parte de compartir con los Müller.

   —¿Por qué crees que Olivia se levantó de la mesa? —inquirió Kaleth.

   —Quien sabe —dije pensativo—. ¿Por qué el señor Müller se levantó para irse luego de que Olivia lo hiciera?

   —Quien sabe...

...|•••|...

...Olivia Müller...

Los árboles pasaban junto al auto, pero su aspecto sería un poco más poético si tan solo la oscuridad no los hubiese consumido.

También serían más poéticos si mi padre dejara de reprochar tantas cosas.

Todo por un estúpido error que cometí.

   —No debiste levantarte así de la mesa —su tono distante y calmado era lo peor de todo—. No queremos que los hermanos Laurent se enteren de nada. Mover esas dos piezas ahora sería un jaque mate frente a frente, justo ahora nada puede moverse en el tablero. ¿Entiendes?

   —Sí...

   —Si... ¿Qué?

   —Si, señor.

Heinrich Müller le teme a los gemelos Laurent...

Interesante.

Entonces alguien debería mover las piezas para espantar a los monstruos ¿no?

Oui: Si

Que c'est joli!: ¡Que lindo!

Fermez-la!: ¡Cállate!

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