Soy Manuel de la Pava, tengo 45 años, soy administrador de empresas y economista. Seré el nuevo CEO de “PavaVision”, empresa de mi familia, especializada en equipos de alta tecnología en vigilancia y seguridad con sede en New York. Soy viudo sin hijos, hijo mayor de Samuel y Mariana de la Pava. Tengo un hermano menor, Gabriel, de 25 años, quien me reemplazará en la sucursal de Miami.
Estábamos en mi presentación como nuevo CEO, y ahí estaba ella, bella como siempre. Hace diez años que no la veía y no ha cambiado nada. Ese vestido rojo le quedaba hermoso, marcando esas curvas que siempre he querido ver al natural. Ella, con su sonrisa, iluminaba todo a su paso. Pero había algo en su mirada, la veía triste. Aunque eso no le quitaba lo bella que era, además de su sorprendente inteligencia. Mis padres la adoran, es la mujer ideal, pero hay un gran problema… está casada.
—Manuel cierra la boca, tranquilo, que a partir del lunes la tienes para ti, sólito —Hunter se acercó al ver mi mirada de tonto, sacándome de mis pensamientos.
Hunter, mi gran amigo de la infancia, el cual también es hacker. Hunter nos ha ayudado con algunos problemas de seguridad virtual de nuestras empresas socias, por eso maneja un bajo perfil siendo el jefe de recursos humanos.
—Idiota, no te niego que está hermosa, pero es casada. —En ese momento llegó mi papá y nos interrumpió.
—Hijo, vamos a donde, Irene, para que la saludes. Ha estado tan ocupada, la pobre, que no ha tenido tiempo para estar con nosotros.
Así nos dirigimos a donde estaba ella. Siempre con su hermosa sonrisa, pendiente de que todo salga a la perfección. Hablaba con nuestros socios, manejando perfectamente sus idiomas, en pocas palabras, “perfecta”.
—Hola, señores, ¿cómo les ha parecido todo el evento? —Nos saludó, preguntando con cortesía sobre la celebración.
—Excelente, hija, como todo lo que tú haces. Veníamos a saludarte, ya que has estado muy ocupada y no habíamos podido hacerlo. —Mi padre respondió con cortesía y yo hablé después de él de manera cortante.
—Hola, señora Irene, todo está bien. Claro que ese es su trabajo, ¿no? —Me miró con enfado, pero lo disimuló.
—Claro que sí, señor de la Pava, es mi trabajo. Ahora, si me permiten, me retiro a descansar. Hoy ha sido un día muy pesado y necesito recuperarme este fin de semana para el lunes hacer empalme con el “nuevo CEO”. Con permiso, señores —Mi padre y Hunter me miraron con asombro ante la forma como me dirigí a Irene.
—Claro, hija, descansa este fin de semana, ya que el lunes debes hacer empalme con el “nuevo CEO”. —Irene, no se deja de nadie. Creo que la vida le ha enseñado a ser así.
—Señora Irene, la espero el lunes media hora antes de mi entrada —“Nuevo CEO”, como si yo no estuviera acá, y lo peor es que mi papá se presta para su chiste.
—Claro, señor de la Pava, hasta el lunes —contestó y se fue caminando de manera elegante y sensual.
💓💓💓
Soy Irene Suárez, asistente personal del CEO don Samuel de la Pava, dueño de empresas “PavaVision”. Tengo cuarenta años y soy relacionista pública con magíster en negocios internacionales. Hablo cinco idiomas, toda una cerebrito. Estoy casada hace 22 años con Fernando Suárez y soy madre de Emmanuel, que está a punto de cumplir sus 22 años e igual tiempo llevo trabajando en la empresa.
Soy hija de los magnates Lancaster, dueños de varias clínicas alrededor del mundo, pero desheredada por ellos por casarme con Fernando. Ahora me considero una mujer hermosa, curvilínea, segura de sí misma, aunque en el pasado fui víctima de bullying, creándome muchas inseguridades.
«Así llegó el día lunes e Irene, como siempre, hizo su rutina diaria. Se levantó temprano para dejar como siempre el almuerzo listo para su esposo e hijo, y para ella llevar al trabajo»
—Despierta, dormilón, para que nos lleves a Emmanuel, a la universidad y a mí, al trabajo —lo desperté dándole besitos en la cara.
—Sí, mi reina, ve desayunando que ya bajo. —me respondió desperezándose en la cama.
—Sí, ya Emmanuel está en el comedor con su desayuno —le dije para que se apure; si no, seguro se volverá a dormir.
Llegué a la empresa media hora antes de que sea la entrada del señor de la Pava. Salude a Marcos, el portero, y a Elisa, la recepcionista. Me gusta saludarlos a todos por su nombre, aunque ninguno es mi amigo o amiga, pues no me gusta relacionarme con nadie. Me dirigí al ascensor de presidencia, marqué el piso veinte, donde estaba la oficina del CEO. Justo antes de que se cerraran las puertas, unas manos lo impidieron y entró el señor de la Pava con su guardaespaldas.
—Señora Lancaster, perdón, Suárez, llega tarde. Le fui muy claro cuando le dije que debía estar media hora antes de mi llegada. Espero que no vuelva a suceder. —Me puse roja del coraje, ante lo que dijo el idiota.
—Primero que todo, “buenos días”, señor de la Pava. Segundo, ¿me puede decir Irene para que no tenga problemas recordando mi apellido? Tercero, son las siete y treinta, justo media hora antes de su entrada a laborar —idiota, ¿qué se cree?, no se parece en nada a sus padres.
—Le informo que mi hora de entrada es esta, por lo que usted debe estar a las siete en punto. Ah, otra cosa, este ascensor es exclusivo para el CEO y sus guardaespaldas, por lo que usted debe usar el ascensor para los empleados y visitantes. —En ese momento se abren las puertas del ascensor en el piso veinte y salgo de ahí hecha una furia.
Preparé el café del presidente como todas las mañanas, espero que tenga el mismo gusto que don Samuel. Toqué la puerta de presidencia y esperé a que me autorizara pasar.
—Señor de la Pava, su café —me miró con una mueca al entrar a su oficina y poner el café en su escritorio.
—Señora Irene, yo no tomo café en la mañana —mi cara era un poema. Si las miradas mataran, este hombre ya estaría tres metros bajo tierra.
—Dígame qué toma, yo se lo preparo —Dios mío, dame paciencia con ese sujeto, todo sea por mi Emmanuel y por don Samuel.
—Yo tomo té Chai, pero no creo que usted sepa preparar una bebida tan exquisita. —Como veo, este va a ser un largo día, pero jamás debo renunciar.
—Es verdad, señor de la Pava. Como yo no sufro de estreñimiento, no lo sé preparar. Pero ya le digo a don Fico el mensajero que se lo consiga. — Ja, ja, ja, en tu cara, señor de la Pava.
—¡Ja, ja, ja, qué chistosa! Le dice a don Fico que, por favor, que me lo traiga de Starbucks, gracias. —De una forma muy sutil lo puse en su sitio.
Salí de la oficina vuelta una furia, si no fuera porque necesito el trabajo para terminar de pagar mi casa y la universidad de Emmanuel renunciaba inmediatamente. Además de que se lo prometí a los señores de la Pava, si no ya estuviera pasando mi carta de renuncia. Le debo tanto a ellos, don Samuel me dio trabajo como su asistente, aun sin tener experiencia y además embarazada. Todo esto después de que mis padres me desheredaron por embarazarme de Fernando y casarme a escondidas con él. Yo estaba haciendo mis pasantías en la empresa y Fernando era el conductor de don Samuel, ahí lo conocí y nos enamoramos. Yo, una niña rica que todo lo tenía en cuanto a dinero, y él, un chico pobre, pero muy apuesto, sin estudios, pero que se fijó en mí, la chica gorda, burlada, e insegura de mí misma.
Así pasé el día, haciendo mi trabajo y evitando en lo posible a este señor. Menos mal, no me volvió a sacar de quicio. Ya me estaba preparando para irme cuando llegó don Fico con un ramito de violetas para mí.
Miré la tarjeta que decía:
“Señora bonita: no sé si sean tus flores favoritas, pero sí sé que es tu color preferido”. Espero que te gusten: de tu “admirador secreto”
Wow! Esto nunca me lo esperé, yo con un admirador secreto. Esto es de locos, ¿quién será? No creo que sean de Fernando, pues él nunca ha sido detallista.
En esas salió de la oficina el “CEO gruñón”, y se quedó mirando mi ramito.
—Señora Irene, ¿y eso? ¿Está cumpliendo años? —Esperó impaciente a ver qué le respondía.
—No, señor de la Pava, me lo envió un admirador secreto —. Le contesté muy contenta con mi regalo.
—¿Usted con un admirador secreto? Ja, ja, ja. —Se burló de mí.
_ Sí, ¿es que no puedo tener un admirador? —¿Este quién se cree para decirme si puedo o no tener quién me admire? ¿Es que cree que soy fea?
—Pues que yo sepa, usted es casada, eso no está bien visto y mucho más si su admirador es alguien de la empresa —Me puse como una fiera por lo que me dijo este idiota.
—Sí, estoy casada, pero eso no quita que alguien me admire en secreto. Y si trabaja en la empresa, eso no lo sé, no ve que es “secreto”. —Quien no lo conociera diría que está celoso, ni que fuera mi marido.
—Bueno, la verdad es su problema. Mañana nos vemos, y recuerde ser puntual —se dirigió al ascensor, después de lanzar su veneno.
—Claro, señor de la Pava, hasta mañana —Que se vaya de una vez este pesado, mala leche.
Un rato después salí de la empresa y ya estaba mi esposo esperándome en mi camioneta.
—Hola, mi reina, ¿cómo te fue con el nuevo jefe? —Me saluda y ve que traigo el ramito de violetas en la mano, pero no le presta atención.
—Hola, mi rey —le di un beso —Uy, ni me acuerdes de ese gruñón, nada que ver con don Samuel. Pero más bien, dime: ¿cómo te fue con Eduardo, si pudiste cuadrar algún reemplazo con él? —Mejor le cambié el tema.
—Sí, mi amor, hoy hice uno, pero me lo pagará la otra semana —El mismo cuento de siempre, ¿pero qué le vamos a hacer?
—Bueno, mi cielo, el dinero sirve cualquier día —no lo quería hacer sentir mal.
Fernando no tiene estudios y, además, al tener ya cuarenta años, le ha sido muy difícil conseguir trabajo. Aparte, es poca la experiencia que tiene, pues después de que nació Emmanuel, se salió de trabajar para cuidarlo a él y su mamá enferma. Se decidió así, pues yo, como asistente de presidencia, ganaba más que él.
*Manuel...
Otra vez en mi apartamento solo, antes tenía una familia y de un momento a otro ya no tenía nada.
Por eso es que no pienso volver a intentar tener una familia nuevamente y que vuelva a pasar una tragedia, además de la promesa que le hice a mi pequeño Ángel.
Me casé con Bella hace trece años, no porque la amara, sino porque estaba embarazada de mi pequeño ángel. La verdad no la soportaba, era solo una amante ocasional, para quitarme las ganas. Bella quedó embarazada para atraparme, y lo logró, pues yo, pensando en mi hijo, le pedí matrimonio para que él naciera en un hogar constituido.
Grave error, por eso ocurrió la tragedia y mi esposa e hijo pagaron las consecuencias. Después de lo que pasó, me enfoqué en mi trabajo. No quise volver a New York, pues acá fue donde ocurrió todo. Hasta que mis padres me rogaron que tomara la presidencia de la empresa para que ellos disfrutaran la vejez y viajaran por el mundo. Además de que mi hermano Gabriel ya estaba preparado para ser mi reemplazo en la sucursal de Miami.
Fui al minibar y me serví dos dedos de whiskey, y me quedé pensando en ella, mi señora bonita.
💓💓💓
*Irene…
Llegue a la empresa faltando cinco minutos para las siete de la mañana, después de ir a Starbucks por el dichoso té chai de míster estreñido. ¡Con razón es tan amargado! Salude como siempre y me dirigí al ascensor de servicio. Llegué a la oficina, dejé su té en el escritorio, arreglé los pendientes,
Y actualicé la agenda del día. Media hora después llegó don gruñón y me saludó con un simple movimiento de cabeza. ¿Este qué se creyó? Grosero e impertinente.
—Buenos días, señor gru… de la Pava, su té chai, y le tengo el orden del día.
A las diez de la mañana tiene reunión en la sala de juntas con los socios de Alemania, posterior a eso, almuerzo con el CEO de “Patrimonium” con reserva en el restaurante “Quintillo” y a las cuatro de la tarde videoconferencia con sus socios de Francia.
Acá están los documentos requeridos en las tres reuniones, ya están revisados, solo es que les dé el visto bueno. Si no es más me retiro —Espere sus indicaciones.
—Gracias señora Irene, por favor ten listos a los traductores para las reuniones. Por el momento no es nada más, se puede retirar —Espero que vea que soy muy eficiente.
—Señor de la Pava, no se necesitan traductores —veo su cara de asombro, se hunde en su silla y acepta que no se necesitan.
—Se me olvidaba que usted es poliglota, ¿pero alemán? —Espera a que le confirme que también hablo alemán.
—Alemán, francés, italiano, portugués y mandarín. Sin contar con el inglés y el español, que son mis lenguas maternas. Además, estoy aprendiendo ruso, ya estoy en último nivel —le enumeré uno a uno orgullosa.
—Ya veo porque mi papá la admira tanto, eres una cajita de sorpresas —Por fin me dijo algo sinceramente.
—Es gracias a él que he aprendido tantos idiomas. Ya mismo voy a alistar la sala de juntas para la primera reunión —Salí de la oficina para seguir con mi trabajo.
Al llegar a mi escritorio vi una hermosa caja, la abrí y hay una bolsa de café de Colombia, mi favorito, galletas y un hermoso pocillo con una nota:
“Señora bonita, sé que le gusta empezar el día con un café, espero lo disfrutes, con amor tu admirador secreto”
«Vea, pues, qué detalle», me dije y segundos después sonó mi celular con un mensaje de un número desconocido
📱Espero que te haya gustado mi regalo, señora bonita.
Inmediatamente respondí
📲¿Quién eres?, quisiera darte las gracias —mi curiosidad le gana al miedo de que sea un acosador.
📱Soy tu admirador secreto, pero si quieres saber mi nombre, mucho gusto me llamo Jafet.
📲Mucho gusto, Jafet, a mí me puedes decir Liz —En realidad no estoy mintiendo, Liz es mi segundo nombre. Aunque casi nadie lo sabe, soy Irene Liz Lancaster.
📱Hermoso nombre como la dueña 😍
📲¿Cómo sé que usted no es un acosador?
📱¿Está viendo mucho Netflix, señora bonita?
Ya no le respondí más, y minutos después salió de la oficina, don gruñón, con cara de pocos amigos, y me dice:
—Señora Irene, ¿y esa sonrisa? ¿Por lo que veo ya debe tener todo listo para las reuniones? —Se me borró inmediatamente la sonrisa.
—Claro, señor de la Pava, todo está listo. ¿Ya le dio el visto bueno a los documentos que le pasé? —Es un ogro malgeniado, no lo puede ver feliz a uno.
—Si Claro, acá los tiene. Está todo bien, no hay nada que corregir —Me los entregó debidamente firmados.
Y así pasamos el resto del día entre reuniones y reuniones. Esta semana será muy pesada, ya que el nuevo CEO se está empapando de las empresas socias. El señor Manuel, a pesar de haber trabajado en la sucursal de Miami, es diferente, puesto que en la de New York es donde se hace el cierre de las negociaciones con las empresas socias.
💓💓💓
*Manuel…
Llegó el fin de semana y no quiero esperar a que sea lunes para volver a ver a Irene, por lo que en complicidad con mi amigo Jean Delacroix, socio de mi filial en Francia, inventé una reunión de última hora este fin de semana.
📠 Irene, ¿puedes pasar a la oficina, por favor?
📠Ya mismo, señor de la Pava.
—¿Dígame, señor? —me preguntó entrando a mi oficina.
—Irene, necesito que hagas tu equipaje para viajar ahora en la noche a París. Surgió un problema de última hora en la sociedad de Francia y se debe corregir de manera urgente. —Vi que se angustió con lo que le ordené.
—Pero yo no he llegado a viajar con el CEO cuando estaba don Samuel. Eso no está en mi contrato —¿No quiere viajar?
—Señora Irene, va a viajar conmigo de ahora en adelante. No se preocupe, se le hará un otrosí a su contrato y se le hará un aumento de sueldo. Yo no manejo muy bien el francés y me queda muy claro que usted lo domina a la perfección, por eso necesito que viaje conmigo. —Espero convencerla.
—Pero… —interrumpí lo que iba a decirme.
—Irene, puede irse ya a su casa para que haga su equipaje. No se preocupe por el contrato, el lunes lo tendrá actualizado, y por lo de este fin de semana le haré un cheque. —La observé indecisa.
—No es por el dinero, no es por el poco tiempo, es porque ¡yo tengo fobia a viajar en avión! —Por fin pudo decirlo.
—No lo puedo creer, ¿usted la mujer empoderada con miedo a montarse en un avión? Señora Irene, las fobias y los problemas se vencen afrontándolos. No hay que temer, viajaremos en mi jet privado, es nuevo, estarás conmigo y la tripulación, y lo mejor de todo es que conocerás París. —Le expliqué y bajó un poco la guardia.
—Está bien, me convenció, señor de la Pava. Entonces salgo ya para mi casa a empacar maletas —Es verdad, debe dejar ese miedo a un lado.
—A las seis de la tarde, envío a mi chofer a su casa. Debe estar lista, salimos justo media hora después. —Le doy indicaciones.
💓💓💓
*Irene…
Llamé a Fernando para ver si podía venir por mí a la empresa, pero no contestó, por lo que tomé un taxi.
Me llegó un mensaje de mi admirador secreto acompañado de una canción.
📱Te dedico esta canción, para que pienses en mí todo el fin de semana. Nos hablamos el lunes, mi señora bonita. Espero que te guste.
🎵Señora bonita..
Hay algo en su boca.
Tiene algo su cuerpo
Que al verla que cruza
Amor, amor me provoca🎵
🎶Señora bonita.
Usted me castiga.
Y aunque no me quiera
Le digo mil veces, que Dios
Que Dios la bendiga🎶
🎵Señora bonita..
Su cara es dulzura.
Mis brazos le ofrecen
El discreto instante
De una aventura 🎶
🎶Señora bonita…
Yo siempre la sueño.
Mira qué ironía
Yo amándola tanto
Y usted tiene dueño🎶
📲Me encantó, es la primera vez que alguien me dedica una canción. Ni mi esposo lo ha hecho.
📱Entonces, de ahora en adelante te voy a dedicar muchas canciones, mi bonita, hasta el lunes.
📲Esperaré el lunes con ansias.
Ya en mi casa empaqué mi maleta, me puse algo cómodo para el viaje. Le he insistido a Fernando en el celular, pero me envía al buzón de mensajes, por lo que le envió una nota de voz explicando el motivo de mi apresurado viaje. Antes de la hora acordada para que llegue el chófer, llega mi hijo. Le explico lo del viaje y que no me he podido comunicar con su papá.
—Emma, ¿le explicas a papá lo del viaje? Dile que lo estuve llamando y me enviaba al buzón. Cuando llegue a París, lo llamo, que esté pendiente de mi llamada. En la nevera quedan tuppers con los almuerzos del sábado y domingo. Le dices que lo quiero mucho y los voy a extrañar. —Le decía de prisa para estar a tiempo cuando llegaran por mí.
—Ya, mamá, estate tranquila y disfruta París. Relájate en el avión y así vencerás tu miedo a volar. —Sé que me lo dice para que deje un poco el acelere.
Abrí la puerta que da a las escalas de la entrada, para esperar al chófer del señor de la Pava, y vi que se acercaba un auto.
—Hijo, llegó por mí el chófer de mi jefe. Un beso, te quiero mucho, juicioso —le di un beso y él me da un abrazo.
—Chao, má, te cuidas y disfruta —sabe que estoy nerviosa, pero tengo que dejar mis temores atrás para poder disfrutar de este viaje.
Vi que la puerta del auto se abre, pero no es ningún chófer el que sale de él, es el mismísimo señor de la Pava en persona.
—¿Lista? —Lo miré sorprendida.
—Claro, ya bajo mi maleta. —Aún no creo que sea mi jefe en persona el que haya venido por mí.
—Tranquila, yo la bajo, no te preocupes —guardó mi maleta en el portaequipaje, luego me abrió la puerta del copiloto.
—Gracias —Me subo al auto y él se portó como todo un caballero.
—Tienes una casa muy bonita —me habló para romper el hielo —. ¿Es propia?
—Sí, la estoy pagando hace ya casi 15 años. Ya me falta poco para terminar y que sea mía, bueno de mi pequeña familia —dije orgullosa.
—Qué bien, Irene, eres una mujer muy trabajadora, decidida y luchadora —Estoy sorprendida, ya no soy señora Irene, solo Irene.
Mientras tanto, Manuel se pierde en sus pensamientos: «quisiera que Irene fuera mía, solo mía… por Dios, Manuel, qué piensas, recuerda que es casada, aunque no le veo en su mirada que sea feliz, pero creo que son cosas mías por el deseo que le tengo».
—¿Quién lo creyera, señor de la Pava, que usted esté dándome tantos calificativos? ¿Está enfermo? —Este es bipolar definitivamente.
—Ya llegamos, Irene —me cortó bruscamente. Irene tiene razón, últimamente no me he portado muy bien que digamos con ella, y nos espera un largo viaje hasta París.
*Manuel…
Llegamos a París después de más de siete horas de vuelo. Irene no quiso pasar a la habitación del jet a descansar, se quedó en el sillón incómodo, pero se debe a su miedo a volar. Mientras tanto, estuvo organizando los documentos que le dije que íbamos a necesitar en la reunión y dormía a intervalos cortos.
En el aeropuerto nos esperaba la limusina de nuestro socio y llegamos al hotel a casi a las ocho de la mañana. Decidimos desayunar para luego descansar un poco hasta la hora de la cena que es la reunión.
—Irene, te iba a proponer algo. Si quieres, nos vemos en el lobby del hotel a las cuatro de la tarde para que salgamos a conocer algo mientras es hora de la reunión —le comenté mientras nos dirigíamos a la recepción por nuestras llaves.
—Claro, señor de la Pava, me parece genial y así puedo recordar la última vez que visité París con mis papás. Fue hace 25 años, ¡Dios creo que ha cambiado mucho, ja, ja, ja! —le agradó la idea.
—¿25 años? Entonces que sea un motivo para recordar y ver qué ha cambiado. —Me alegra verla tan feliz.
—Entonces, hasta las cuatro de la tarde, jefe —confirmó la hora y recibimos las llaves para subir al ascensor.
*Irene…
Llegué a mi habitación y lo primero que hice fue llamar a Fernando. No importaba la hora, quería que supieran que había llegado bien.
📲 Hola, mi amor, ¿te desperté? Era para que supieras que ya llegué a París, te estuve llamando toda la tarde, pero se me iba la llamada al buzón.
📱 Hola, mi reina. Sí, qué pena, es que se me descargó el celular. Cuando llegué a la casa, Emmanuel me dijo y también escuché tu mensaje, ¿cómo te fue?
📲 Bien, mi amor, sin contratiempos. Un poco estresada por mi fobia, pero ya llegué, eso es lo importante. Amor, ya es hora de que vayas cambiando de celular, mira que a cada rato te quedas sin batería.
📱 No, mi reina, no hay forma. Además, ¿yo para qué quiero otro celular?
📲Voy a tener que regalarte uno a ver si dejas de poner excusas.
📱No, Irene, hay cosas más importantes que gastar dinero en un celular. ¿Y ya descansaste?
📲No, apenas llegamos, nos fuimos a desayunar y acabé de subir a la habitación a dormir. Como la reunión es a la hora de la cena, en la tarde vamos a hacer un recorrido por París.
📱¿Y cuándo regresas?
📲Mañana, según cómo nos vaya en la reunión. Ahí definimos si viajamos en la mañana o en la noche.
📱 Bueno, mi reina, te dejo para que descanses. Te quiero mucho.
📲 Yo también.
Dormí hasta las dos, y de ahí ya no fui capaz de dormir más. Me levanté, me duché y me arreglé para recorrer París. Elegí un outfit muy cómodo, no tan abrigado, ya que está llegando la primavera a la Ciudad de la Luz.
Bajé al lobby del hotel a la hora acordada y mi jefe ya estaba ahí esperándome. Se veía muy guapo, con sus gafas y esa barba. ¡Por Dios, Irene, eres casada! ¿Cómo tienes esos pensamientos con tu jefe?
—Hola, señor de la Pava —volteó y me miró de arriba a abajo.
—Hola, Irene, fuera del horario laboral, ¿me puedes decir, Manuel? —Me sonrojé con lo que dijo —. Además, somos casi de la misma edad.
—Pues no es debido, yo le debo respeto porque es mi jefe —le dejé en claro.
—Dejemos los formalismos, si es porque soy su jefe, entonces le ordenó que fuera del horario laboral me diga Manuel, ¿estamos? —Me tocó aceptar, pero creo que no es debido.
—Sí, está bien… Manuel —Qué incómodo.
—Gracias, Irene, ¡ahora vamos a recorrer París! —Me encantó cómo se escuchó su nombre en mis labios.
Así pasamos el resto de la tarde y llegamos al hotel justo para prepararnos para la cena con los socios franceses.
—¿Qué te pasa, Irene? Te veo triste, ¿no te gustó el paseo? —Qué vergüenza, notó que estaba triste.
—No, al contrario, ¡me encantó! Solo que nos faltó visitar la torre Eiffel, no nos alcanzó el tiempo. —Confesé que se debía mi tristeza.
—Tranquila, te aseguro que no te irás de París sin visitarla. Mañana vamos antes de viajar a New York. —Me encantó la idea, sonreí dando brinquitos como una niña.
—¡Qué bien! Me voy a alistar para la cena, nos vemos a las ocho en el restaurante. Yo estaré antes para ir recibiendo a los socios. —Estoy feliz, veré la torre Eiffel.
—Listo, Irene, a esa hora nos vemos —vi que su semblante se alegró al verme feliz con su propuesta.
*Manuel…
Subimos a las habitaciones y ya quiero volver a ver a Irene. Me la paso tan bien en su compañía, con ella el tiempo se pasa rápido. Es muy agradable, habla sobre cualquier tema sin problemas, tiene un nivel de cultura general muy alto, sin dudas una genio. Ella es diferente a las demás mujeres que he conocido, y mucho más que Bella, que solo hablaba de dinero, de modas, de viajes, de cirugías, pero hueca de cerebro. Lo único bueno fue que me dio la alegría de ser padre, aunque haya sido por poco tiempo.
Bajé al restaurante e Irene ya estaba allí, hermosa como siempre, con una gran sonrisa y con un vestido rojo que le quedaba de infarto. De ahora en adelante, ese será mi color favorito.
—Hola, señor de la Pava, ya están ubicados en la mesa el señor y la señora Perrault, el señor Delacroix y los señores Macron —. Está muy sonriente, así se ve muy hermosa.
Nos dirigimos a la mesa
—Señores, gracias por venir. Cenemos primero y después hablamos del tema por el cual nos reunimos. Por lo que veo, mi asistente ya les adelantó algo —Salude a mis socios.
Mientras que hablaba con mis socios, Irene les traducía en un francés muy fluido. Eso tenía asombrados a los presentes. La reunión concluyó con la solución del inconveniente que se presentó, por lo que nuestra estadía en Francia podía darse por concluida. Nos despedimos de mis socios franceses y nos dirigimos juntos en el ascensor.
—Irene, viajaremos mañana después de medio día, porque lo prometido es deuda y, en premio al gran papel que cumpliste en la reunión, te llevaré a visitar la torre Eiffel. Te espero a las ocho de la mañana en el lobby del hotel. —Me encantó la cara de felicidad que puso.
—Claro, señ… Manuel, hasta mañana entonces — salió del ascensor hacia su habitación y volteó a mirarme para decirme —. Gracias, este viaje siempre lo recordaré.
—Hasta mañana, Irene —No veo la hora de que sea mañana.
«Llega la mañana, y como Manuel le había prometido, se dirigieron a la torre Eiffel. Irene parecía una niña, eso tenía a Manuel asombrado, pues era una mujer sencilla, la cual se ponía feliz con estas pequeñas cosas, aún más sabiendo que era una chica que lo tuvo todo a sus pies»
«Luego de ir a la torre, fueron a comer algo ligero, para encaminarse nuevamente a la rutina de New York»
—¿Qué te pasa, Irene? ¿Estás otra vez triste? —Nuevamente veo sus ojitos apagados.
—Sí, la verdad es que la pasé genial y no quisiera irme. Pero como lo bueno no dura, ahora tenemos que volver a nuestra rutina, además de que me tengo que montar otra vez en el avión —suelto una sonora carcajada.
—Irene, pensé que tu miedo a volar había sido superado. ¿Te confieso algo? Yo también la pasé genial en París. De pronto volvemos a alguna reunión o evento de las empresas socias —Vi que su carita cambió de semblante. Esta mujer es un tesoro, es única, se pone feliz con cosas sencillas.
*Irene…
Llegó nuevamente el lunes, y con el inicio de la semana la misma rutina en casa: levantarme, hacer desayuno y dejar el almuerzo hecho, arreglarme, mi esposo llevándome al trabajo y dejando a mi hijo en la universidad.
Llegué al edificio de PavaVision, saludé como siempre, estoy feliz. Este fin de semana en París cargó mis energías. Le llevé el té chai a mi jefe y organicé el orden del día.
Preparé mi café que me regaló mi admirador secreto, y me quedé en mi oficina a esperar a mi jefecito mientras saboreo mi café.
*Manuel…
Llegando a mi oficina, vi que ya estaba todo organizado. Las carpetas con documentos que necesito y mi té chai en mi escritorio. Muero por ver a Irene, por lo que la llamo para que pase a la oficina. Dios, esta mujer me tiene loco. Pero no me puedo enamorar, ella está casada, tiene un hijo, y además, si no fuera por eso, yo hice una promesa de no volver a formar una familia.
📠 Señora Irene, en cinco minutos en mi oficina —le hablé por el intercomunicador.
📠 Buenos días, señor de la Pava. Ya mismo voy… «¿Este amaneció de malas pulgas o qué?» —Alcancé a escuchar antes de colgar la llamada. Un rato después tocó la puerta, y ni esperó la autorización para pasar.
—Bien pueda, adelante —Sueno serio, sé que Irene odia que no salude, pero prefiero poner distancia.
Y ahí está ella, una diosa de grandes curvas, y hace que me olvide lo de poner distancias. Mi mente me transporta a querer ver bien esas curvas, me la imagino desnuda encima de mi escritorio y húmeda solo para mí. Con solo pensar eso, mi amigo se despertó, y lo que menos quiero en este momento es que Irene lo note, por lo que me siento bien en mi escritorio.
—Irene, dígame el orden del día —Qué momento más incómodo.
—Con mucho gusto, señor de la Pava, le voy a hacer “el favor” de decirle el orden del día —sutilmente me hace ver lo grosero que soy.
«Mientras tanto, Irene piensa: Dios, ¿qué le pasó a mi jefe, el que fue a París conmigo? ¿Lo secuestraron los extraterrestres?»
«Irene le dio a Manuel el cronograma del día. Se aseguró de que todo estuviera en orden, pero su jefe no entendió nada de lo que ella le habló»
—Ya se puede retirar, señora Irene. Por favor, vaya al archivo y busque los contratos con Europa del año pasado. —Le pedí después de hacer lo posible por entender el orden del día. Por fin pude tomar aire cuando salió de la oficina.
*Irene…
Vi a mi jefe un poco extraño, sumado a que volvió a ser el señor gruñón. Nada que ver con el jefe de este fin de semana, confirmando mis sospechas de que es bipolar.
Al volver a mi oficina, después de ir al archivo, vi en mi escritorio un dibujo asombroso: es mi rostro hecho en carboncillo. Lo tomé y vi a su lado una nota:
“Señora bonita, este fin de semana la pensé mucho, tanto que quise plasmar mi pensamiento en una hoja de papel. Con amor, de tu admirador secreto”
Inmediatamente, sonó mi teléfono con un mensaje de Jafet, y yo solo sonrío como una tonta adolescente.
Definitivamente, no es mi esposo, él ni siquiera sabe dibujar, y este dibujo está espectacular.
📱Hola, señora bonita, espero que hayas tenido un buen fin de semana, y espero también que te haya gustado mi regalo. Fue un fin de semana en el que me inspiré pensando en ti.
📲Hola Jafet, está divino el dibujo, es la primera vez que hacen un retrato mío y este fin de semana me fue muy bien, estuve en París en un viaje de negocios con mi jefe, la pasé genial, además este fin de semana mi jefe parecía otra persona, lástima que hoy volvió a ser el mismo señor gruñón de siempre.
📱Me alegra que la hayas pasado muy bien. Te dejo, mi señora bonita. Un abrazo.
📲Adiós, admirador secreto.
Cuando terminé de escribir el mensaje, me asusté al ver a mi jefe parado en la puerta de la oficina.
—Eh, señor de la Pava, me ha asustado —Del susto se desdibujó mi estúpida sonrisa.
—La veo muy entretenida, señora Irene. Hace rato, estoy acá parado y usted ni enterada. Por lo que veo, ya hasta se chatea con su admirador secreto. ¿No le da miedo que sea un acosador y un día llegue y la secuestre? —Que amargado y además chismoso.
—No lo creo, y si así fuera, ¿qué puedo hacer yo? Él me genera confianza, no, la verdad es que no creo que sea un loco, o un acosador. —Eso espero.
—Irene, eres muy confiada. Y ese dibujo, ¿quién lo hizo? —Señaló a mi escritorio.
—Él mismo… mi admirador secreto.
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