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PÉTALOS (Final De Espinas)

CAPITULO 1

MARCO

Aspiré aire.

Con una gran sonrisa en el rostro la miraba bailar. Me hipnotizaban sus movimientos, me perdía entre sus giros y saltos, su delicadeza y la fragilidad que expresaba me hacía querer correr y atraparla para que no se dañara. No era necesario. Ella tenía una gran fuerza que me dejaba totalmente impresionado.

Junto con sus alumnos bailaba una canción contemporánea, la música era alegre, todos seguían el ritmo, no era una coreografía pareja, cada uno hacia sus propios pasos y movimientos, pero en sí, todos encajaban de una forma asombrosa. Haciéndose ver en conjunto algo hipnotizante.

La canción terminó, cinco segundos pasaron sin que nadie se moviera. Ella se levantó del suelo, se paseó por el salón mirándolos desde sus posiciones en que acabaron la canción.

– ¡Muy bien! – gritó al mismo tiempo que aplaudió

Los chicos se incorporaron y aplaudieron de la misma manera, emocionados por su baile.

–Fue fabuloso

–Me encanta la canción

**

 Un grupo  coreaba la canción que bailaban momentos antes.

Esperé a que Esmeralda terminara por completo, la vi coger sus cosas. Deteniéndome justo en la puerta, esperé a que llegara.

– ¿Tienes hambre? – pregunté tomando su bolso aliviando su carga.

–Sí. ¿Podemos comer pizza? Necesito comer mal. Solo por hoy.

–Tus deseos son órdenes.

..............

Llegando a una pizzería escogimos un buen sitio junto a la ventana para esperar nuestro alimento.

Antes que pudiera decir cualquier cosa, mi teléfono sonó. Ignorando la llamada me enfoqué en Esmeralda.

–¿Qué planes tienes hoy? – preguntó

–Ninguno.

Ella sonrió alegre.

– ¿Significa que te quedarás conmigo el resto del día?

Asentí.

En estos últimos días no había estado muy alrededor de ella. Primero, no quería ser tan agobiante y segundo, mi hermano estaba dando ciertos problemas a mi madre, por lo que había tenido que hacerme cargo de algunos asuntos que antes eran responsabilidad de mi hermano.

Había transcurrido exactamente una semana desde nuestra regresada de la playa. Para Esme y para mí había resultado muy bien. Desde esos días había cierta confidencialidad entre nosotros. No quería etiquetar nada, solo me importaba que últimamente ella pedía verme. Ella era la que me enviaba mensajes, ahora sentía que no era solo yo, ella también participaba.

La vi devorar la pizza con los ojos en cuanto llegó.  Mi teléfono volvió a sonar.

Toda la mañana me había estado molestando. Terminé por contestar poniéndole fin a este martirio.

–Empieza, ahora vengo. – le dije Esme mientras me levantaba para contestar.

– ¡Porque diablos no me contestas! – El regaño de Greco lastimó mi oído. – ¿me consideras tu amigo o un payaso?

– ¿Qué pasa? – dije interesado, aunque ya sabía qué pasaba.

–Necesito tu ayuda, ¡te necesito y en todo el día no coges el puto teléfono!.

 Evité rodar los ojos, con paciencia pregunté.

– ¿Qué quieres que haga?

–No me hables con tu voz condescendiente

Greco era una de las muy reducidas personas que podían sacarme de quicio.

–Greco, habla de una vez. Estoy con Esmeralda, no tengo mucho tiempo.

– ¿Dónde están?

–En la pizzería de la 56

–Estoy ahí en breve

–No – antes de poder terminar la frase, él ya había colgado.

Con frustración regresé a mi asiento.

– ¿Quién era? – preguntó Esme mientras sorbía de su bebida

–Greco. Viene para acá

– ¿Qué quiere ahora?

–Lo mismo.

Ella negó con la cabeza como diciendo no lo puedo creer.

En unos pocos minutos Greco se asomó, inmediatamente nos encontró.

Acercándose se sentó junto a Esmeralda, fue tan brusco y tan junto a ella que pude notar su desagrado, ella se alejó de él en su mismo asiento. Greco no lo notó o le importó.

–Marco dime qué hacer, por favor, – rogó – ella no me hace caso, me ignora, hace como si no existiera. – la desesperación de Greco era evidente.

Esmeralda se atragantó con su bebida, ella intentaba recuperar la compostura al mismo tiempo que sonreía con burla. Greco la mal miró.

–¡Hey! – Dije llamando su atención – ¿qué ha pasado?

–La he ido a ver,  ella simplemente no quiere verme, no sé lo que he hecho mal.

–Tal vez solo es tu cara – dijo Esmeralda con burla.

Greco la fulminó.

– ¿Estás seguro de que no sabes lo que hiciste? – Pregunté – te haces al estúpido.

En los últimos días, Greco intentaba acercarse a Evelyn como sea y ella lo ignoraba por completo. Esto lo volvía loco. Aunque esos dos siempre andaban peleando, Evelyn siempre gustaba de andar a su alrededor y era porque tenía fuertes sentimientos hacia él.

Hace unas semanas ella se lo confeso y él…. La ignoró. La hirió diciéndole que jamás se podría enamorar de una chica simple como ella. Le  dijo que no era suficiente mujer. Y bueno… desde eso Evelyn ha hecho todo por evitarlo. Me alegraba por ella, no merecía tal trato.

Ahora Greco la buscaba. Qué ironía.

– Yo… no sé que hice – Era un estúpido – ayer se vio con un hombre mayor. ¡Por dios! ¡Le llevaba diez años!

– ¿Cómo sabes que se vio con alguien? – preguntó Esmeralda.

La mirada de Greco bajó avergonzado

– La seguí. – Su vergüenza duró un instante  – la reprendí delante de él. Ella me abofeteó.

Esmeralda tocó con brusquedad su barbilla buscando algún rastro de su historia.

Río fuerte en cuanto encontró la marca

– ¡Bien por Evelyn! Eres un idiota.

Greco se llevó las manos en la nuca con frustración

– Ella… me gusta. Pero no sé cómo acercarme a ella.

– Si ella no quiere que te la acerques, hazle caso. Siempre has sido un idiota con ella. ¿Qué? Ahora solo porque ya no recibes su atención, ¿te has dado cuenta de que la quieres?

Greco me miró con cara de pocos amigos

– No me gusta lo que dices.

– Soy tu amigo. No tengo que decirte lo que quieres escuchar.

– ¡Deberías estar de mi lado!

– Evelyn también es mi amiga. Si quieres que te haga caso, haz algo por ella. Demuéstrale que le quieres.

– No sé hacer esas cosas. – se vio derrotado  –  Esme – la miró de soslayo – ¿tú qué  dices? Qué ha hecho este imbécil  – me señaló  – para ganar tu corazón.

Esmeralda masticaba tu pizza. Hasta que terminó de tragar habló.

– Disculpen – Esme hizo ademán de quererse levantar, por lo que Greco se levantó haciéndole espacio.

Greco le siguió con la mirada.

–Se fue con Renata.

Me giré un poco alcanzando con la vista su espalda, me fijé también en Renata, estaba rodeada de tres chicos.

La conversación murió. Esperaba la respuesta de Esmeralda, ansiaba saber si había ganado ya su corazón.

– ¿Qué hace? – le pregunté con cautela a Greco que tenía mejor vista.

Con los ojos fijos en ellas, Greco me contestaba.

–Nada, parecen solo estar hablando.

– ¿En buenos términos?

–Sí.

Un minuto después, Esmeralda regresó.

–Lo siento, debo irme.

Me levanté de inmediato

– ¿A dónde?

–Voy con Renata – ella se apuró a tranquilizarme – está bien, solo hablaremos de unas cosas. Te veo en mi casa en dos horas.

No esperó a que contestara si estaba de acuerdo o no, no lo necesitaba. Ella, ya se había ido.

.....................................

ESMERALDA

– ¿De qué quieres hablar?

Renata me miraba con atención y con una mirada afligida, la tenía frente a mí. Yo estaba sentada en el asiento de copiloto de su auto, con las piernas cruzadas y el cuerpo entero hacia su dirección, ella manejaba.

–Selena, me ha contado tu reconciliación con Marco. – Esperé a que continuara – solo quería decirte que tú me caes bien, es a Marco a quién no soporto.

–Tus problemas con él no me importan, siempre y cuando no me metas en ellos.

–De acuerdo, quiero ser clara contigo. Marco me interesa – me miró estudiando mi reacción – no me gusta compartir con nadie mis cosas, jugaré limpio contra ti, sé que Marco tiene un espacio en su corazón para ti, quiero advertirte que los disfrutes porque no será por mucho. Él es mío.

Quería contestarle que Marco no era una “cosa” era una persona. La antigua Esmeralda diría que lo regalaba con todo y moño, no le interesaría estar en medio de un triángulo amoroso para nada. Y buscaría otro hombre con el cual divertirse. Ahora, la Esmeralda actual, no renunciaría. No a él.

–No creo que él se interese por ti – traté de sonar lo más segura que podía.

–Me he encargado de saber ya muchas cosas sobre ti Esmeralda. Tú y yo sabemos que Marco es un hombre con un gran corazón ¿Crees ser lo suficiente buena para él?

–Eso es decisión de él, no tuya.

–Déjame contestar. – giró hacia la dirección de mi casa – No veo futuro a su relación, en cualquier momento te aburrirás de él, y yo estaré ahí esperando el momento en que lo lastimes. Yo recogeré esos pedazos y los uniré para mí. Es inevitable, le harás daño. Hazle un favor y aléjate antes que le rompas el corazón.

Terminó su discurso en el momento que paro en mi casa.

Me bajé sin decir nada a cambio.

No tenía como responderle, lo mismo que dijo era lo que rondaba por mis pensamientos. Todos los días anteriores, estar y hablar con él se sentían tan bien que me asustaba tanto el momento en que yo haría o diría algo que lo lastimara. Estaba consciente del poder que tenía sobre él. Estaba segura de que dentro de mí crecía algo distinto, al no saber nada de él por varias horas tenía la necesidad de llamarlo y saber de su estado. Esto jamás me había pasado con nadie más. Algo era diferente. Pero… no estaba segura y eso diferente era suficiente.

CAPITULO 2

ESMERALDA

Pasaron cuatro horas hasta que se dignó a aparecer en la puerta de mi casa. Se había cambiado de ropa por lo que vi desde la ventana.

Esperé hasta que timbrara para abrirle aunque confieso que ya estaba detrás de la puerta segundos antes que lo hiciera.

-Haz tardado - no tuve miedo a reclamarle.

-Lo siento, Greco me ha entretenido.

Quería decirle que tambien había perdido tiempo en cambiarse de ropa, pero lo dejé estar. Me vería muy mal si seguía controlándolo.

Me hice a un lado para que pasara.

Sentados en los sillones de mi sala cogí de nuevo el libro que leía antes de su llegada.

-Mi madre quiere invitarte a cenar – no despegué la vista de mi lectura.

-¿Para qué? – pregunté

-Mmm…- dudó - no hay ningún motivo, solo supo que te vería y me dijo que te lleve a cenar.

-No sé si quiera ir – confesé aun sin apartar la vista de mi lectura. – No hay ningún motivo. O ¿le has dicho algo?- lo miré por encima del libro.

-¿Qué sugieres qué le expliqué? A caso, ¿hay algo que deba decirle?

Con su pregunta flotando en el aire regresé la vista a mi libro.

Entendí muy bien su pregunta, ninguno de los dos se había atrevido a ponerle una etiqueta a nuestra relación. Yo tenia miedo de la responsabilidad que pudiera conllevar. Reflexionándolo, tal vez eso sucedió la primera vez que lo acepté. El catalogar lo nuestro tan rápido. Necesitaba tiempo. Él por su parte consideraba que tambien tenia miedo, tal vez de presionarme y asustarme o tal vez de perder de nuevo. Prefería no ponerle ningún nombre. Quería mantenerlo así. Por lo menos ahora.

-No hay nada - contesté después.

Traté de enfocar mi entendimiento en el párrafo frente a mi, pero no podía. Re leí tres veces sin conseguirlo. Alcé de nuevo la mirada. Encontrándome con sus oscuros ojos me quedé quieta cautivándome.

-¿Me acompañarás? - no lo iba dejar pasar.

No sé que hubo en su mirada que simplemente me hizo aceptar con un leve movimiento de cabeza.

Una gran sonrisa se le ensanchó.

Si aceptar la cena era a cambio de ver esa sonrisa, comería con su madre todos los días .

Se levantó del sofá y se sentó en el mismo donde yo estaba. Sentándose en el rincón me atrajo hacia él.

-Sigue con tu libro. Yo te cuido.

-¿De qué me cuidarás? – pregunté divertida

El leyó la cubierta del libro que tenia en mano

-Estas leyendo Barba Azul de Charles Perrault, ¿cómo puedes dormir después de leerlo?

-Más que miedo, me llena de adrenalina.

-Es perverso.

-No. – dije en descuerdo, levantando un poco el libro dije – es genialidad escrita, que simples palabras en conjunto pueda erizarte la piel y acelerarte el pulso es único.

-Prefiero leer cosas más sutiles.

-¿Cómo cual? – me interesé – ¿no me digas que te van más las historias románticas y fantasiosas?. – A mi igual me gustaban, pero quería burlarme un poco de él.

-¿Qué tiene de malo la fantasía? Rick Jordan es un buen escritor.

-Los héroes del Olimpo y percy Jackson son muy buenos. ¿Cuál es tu libro favorito? - Pregunte después. Podías conocer a una persona atraves de su libro favorito

-No tengo ningún libro favorito más que otro. Cuando leo uno nuevo digo que es mi nuevo favorito. Pero si tuviera que decirte uno, se me viene a la mente “Memorias de un amigo imaginario"

Mi posición acurrucada me hizo levantar la barbilla para verle.

¿Memorias de un amigo imaginario?

Esa historia era inocente, melancólica y real. Tal como él. Es un muy buen libro para identificarlo.

-¿Lo has leído? – preguntó curioso.

-Si, el epílogo me ha confundido un poco.

Sonrió como recordándolo.

-No quiero atrasarte con tu lectura, continua con lo tuyo.

Regresando mi vista al libro continué. Leía con sus brazos a mi alrededor, era tan reconfortante que me vi viviendo esta vida todos los días.

……

Con la mirada al frente y las manos bajo la mesa inexplicablemente me encontraba nerviosa.

Mis dedos se jugaban entre si. Sentía las manos sudorosas.

La cena ya estaba servida, estar aquí me recordaba a aquella vez que Marco me dijo por primera vez que me amaba. Se sentía tan lejano.

La señora Floyd por fin se sentó.

-Hace tiempo que no te veía, desde la fiesta de Marco – su madre sonreía con hospitalidad.

Di una media sonrisa sin saber qué decir.

La mano de Marco se unió a la mía por debajo de la mesa. Con ese acto relajaron mis nervios.

-Espero que te guste lo que he preparado.

- Oh, usted es una gran cocinera – alabé.

- Tonterías - dijo con una mano - ¿haz probado la comida de Marco?

Lo miré de reojo.

-Si, sus habilidades las heredó de usted.

-No. – dijo – de su padre. Estoy segura que llegaste a probar su comida.

Indagué en mi memoria.

-Recuerdo una barbacoa y a él dirigiendo a todo mundo.

Marco rio al igual que su madre.

-Le encantaban las barbacoas. Siempre buscaba un pretexto para reunir a todos y hacerlas ¿ recuerdas hijo?

-Si mamá, lo recuerdo.

Las sonrisas que tenían los dos. No eran de melancolía, eran de felicidad.

No recuerdo mucho de esos momentos de mi niñez, pero podía imaginar la clase de familia que eran.

Tenia muy vagos recuerdos del señor Floyd. El que mas llega a mi mente es de una vez que yo lloraba detrás de la casa, junto a unos rosales, mis padres se habían ido, yo había protagonizado una rabieta para que no me dejasen de nuevo aquí, como siempre no habia funcionado.

Esta gran casa no me gustaba. Cuando era pequeña la sentía como un castillo donde yo la princesa la encerraban.

En esa ocasión me fui a llorar atrás junto a los rosales, después de un buen rato la señora Floyd fue a buscarme, me llevó unos juguetes y trató de convencerme a que entrara y jugara con Marco. No me gustaba jugar con él. Así que me quedé en el mismo lugar. Despues de otro rato, el señor Floyd fue por mi. Me habló con paciencia y ternura, no recuerdo su rostro, pero tengo el recuerdo de que era reconfortante mirarlo.

Me llevó a la biblioteca que tenia en su estudio y me dejo leer lo que quisiera. Desde ahí recuerdo que cada vez que venia me quedaba leyendo. Luego esos días acabaron. Siempre pensé que los señores Floyd se cansaron de cuidarme todos los días y mis padres al no tener alternativa de donde dejarme me llevaron al internado.

Aun así no les tenia ningún tipo de rencor a los Floyd, no era su responsabilidad cuidarme, era de mis padres.

La comida continuó con varias anécdotas divertidas del señor Floyd. Yo tambien reía al ver lo feliz que era Marco, el ambiente era idóneo. Podia ver el tipo de familia que anhelaba Marco para su vida.

De un instante a otro interrumpí.

-Disculpen ¿puedo usar su baño?.

-Claro que si - contestó amable la mamá de Marco – ya sabes donde está, es tu casa.

Mascullé un gracias antes te dirigirme al sanitario.

Cerrando la puerta apoyé todo mi cuerpo en ella. Mi corazón latía con fuerza. Quería salir de mi pecho.

No. No. No.

Respiré profundo controlando mi respiración, traté, pero los pensamientos se arremolinaban abrumándome, no dejándome pensar con claridad.

Lo que confesó Marco en la playa que me quería a mi como su esposa y madre de sus hijos, me atemorizó. No me había caído el veinte hasta hoy. Verlo aquí feliz con su mamá recordando a su padre. Viendo lo perfecta que era su familia. Lo envidiaba de una buena forma. Esto es algo que yo nunca tuve y nunca tendré.

Y si no lo tenía ¿Cómo diablos podía dárselo? Yo no era la mujer qué el necesitaba. Yo no era suficiente buena para él.

En este momento me di cuenta de los muchos demonios que Marco me había dicho que andaban conmigo. Hoy me di cuenta que caminaban de mi lado. Hoy fui consciente de ellos.

Los miré rodeándome, me sentí como si estuviera en la punta de una roca alta y bajo de mi, un gran abismo. Mirando hacia abajo, una sensación de vértigo me inundó. Miraba mis pies y lo único que veía era un profundo abismo tan negro, tan oscuro que mi único agarre para no caer era sostenerme con mis uñas a una fría madera.

Toc, Toc, Toc.

-¿Es? – La dulce voz de Marco llamaba - ¿Estás bien?

Concentrándome en su melodiosa voz me obligué a calmarme.

-¿Esmeralda?

-Estoy bien- mi voz salió ahogada. Rogué por que la puerta me hiciera el favor de suprimir las emociones y Marco no se diera cuenta – ahora salgo.

No escuché pasos alejándose.

Con una toalla limpia que encontré en el armario, mojándola un poco refresqué mi rostro. Cuide que el maquillaje no se manchara. Cuando decidí estar normal me aventuré a salir.

Marco estaba recargado en la pared de enfrente.

-¿Estás bien?

Me miraba con cautela como si estuviera esperando algo de mi. No podía saber que pensaba ¿se dio cuenta de lo que me ocurrió?

-Estoy bien – confirme más para mi misma.

-¿Quieres irte a casa? – me pareció escuchar que su voz temblaba, pero de inmediato lo descarté, era yo la que estaba inestable.

No quería arruinar la noche, pero tampoco me sentía muy bien.

-No, terminemos de cenar.

El asintió tomándome de la mano, la apretó dos veces.

La cena terminó sin mas anécdotas y con una conversación casual.

…….

-¿Quieres entrar un rato? – pregunté antes de bajarme de su auto.

Negó con lentitud.

-No puedo, tengo que hacer unas llamadas.

Asentí, sabia que últimamente estaba muy ocupado con los negocios que su padre había dejado. Tenia varias inversiones, anteriormente su hermano era el que se encargaba, pero su madre había tomado la decisión de que Marco se responsabilizara de la mitad.

-¿Mañana nos veremos? - pregunté

-Te envío mensaje ¿si? Todavía no sé como estará mi día, pero intentaré hacer lo posible.

Después de despedirme de él, esperó a que entrara a mi casa, cerrando la puerta aparragada en ella escuché el motor alejándose.

No sé porqué, pero tenia la sensación que él huía de mi.

De estar solos. No habíamos tenido intimidad hace muchísimo tiempo. Mi cuerpo lo necesitaba, yo lo necesitaba, ¿Él? Parece que no.

No me había intentado tocar. Todo era candoroso.

Para mis Lectores

A partir de aquí los dejaré solos.

Espero que me odien y me amen al mismo tiempo.

Hubo un momento a mitad de cuando escribía la primera parte de Espinas, que simplemente escribí sin darme cuenta de lo que escribía, hasta que al final pasó. Leí. Y ya había escrito el final.

Escribí este final antes que terminara el primer libro.

Así que a pesar de saber cómo iba a acabar seguí escribiendo amando estos personajes.

Créanme que me ha dolido. Tanto como para Esmeralda como para Marco y para todos también.

Lo considero un buen final. Puede que algunos no esten de acuerdo o puede que otros si. Las opiniones son diversas.

Solo quería hacerles saber que traté de escribir otro final, tal vez uno mejor para ustedes. Pero no salió. Ya lo había escrito. Y no podía imaginarme otro final que no sea este.

Ámenme u ódienme.

Pero sientan algo.

Es lo que importa.

Me esforcé por darles profundidad a mis protagonistas No sé si lo hice bien. No soy experta, pero espero que aunque sea un párrafo los haya hecho sentir algo.

Gracias por leerme.

Si esta historia les gusta por favor recomiéndela para que a más personas también les guste. Y podamos todos platicar del odioso o amado final.

Sientanse siempre libres de darme su opinión.

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