Dereck
En todos mis años como jefe jamás había sobrepasado esa línea que me salté con Gabriela. Actué como un verdadero imbecil tratando de demostrarme a mí mismo, que ella me era indiferente. Tarde, fue muy tarde para darme cuenta que ella me gustaba más de lo que pensaba, y sin embargo, mis confesiones no sirvieron de nada. Es patético dejar en brazos de otro a la mujer que me gusta, y que muy a mi pesar, ese sentimiento no es correspondido. Supongo que aún no llega la mujer indicada para mí. Por donde sea que la mire hay algo que me gusta, no sé si sean sus ojos grises o tal vez es esa manera de fruncir los labios cuando se concentra en su trabajo. Debo dejarla ir, ella no es la mujer que me acompañará el resto de mi vida.
— Sr. Cooper, recuerde que a las dos es la entrevista de la chica que me va a reemplazar — sus mejillas se tiñeron de rojo al ver como la miré tan fijamente —. Su nombre es Jane Wilson, cabe resaltar que su currículum me llamó mucho la atención.
— Bien, Jones. Usted me va a acompañar para entrevistarla, después de todo tiene que decirle en que se basa su trabajo — arrugó la nariz y a regañadientes accedió a quedarse. Serán los últimos días que la veré por aquí.
— Sí, señor — susurró volviendo sus ojos a la pantalla de la tableta en sus manos.
Solté una risa al recordar la estupidez que le dije hace unos días atrás, ¿de donde mierda saqué que según era gay? Quizás fue por el momento tan bochornoso que estaba viviendo. Gabriela Jones, quedará como un recuerdo de algo imposible que no sucedió.
— El que ríe solo de sus diabluras se acordará — sonrió nerviosa —. Iré a preparar la sala de reuniones para recibir a la Srta. Wilson. Permiso.
— Adelante, Jones — sonreí, y salió de la oficina dejándome completamente solo —. Luces encantadora cada que te sonrojas.
— ¡Ya le escuché, Sr. Cooper! — gritó desde el pasillo. Hasta las orejas las tiene grandes...
Sacudí la cabeza ante los pensamientos perversos que estaba dirigiéndose mi mente. No puedo negar que extrañaré ver ese paquete grande, jugoso y suave moverse por mi oficina. Estaba demasiado acostumbrado a su presencia durante el día. Supongo que la creí mía antes sin siquiera tenerla. Me concentré en ver el currículum de la mujer que encontró Gabriela para su reemplazo, aunque como ella ninguna. De nuevo mi mente viaja a esa noche donde la besé. Si no hubiera sido por los tragos demás, no hubiese sido capaz de hacerlo. Ya lo siguiente, sucedió más natural. Sin embargo esas ganas de poseerla me han quedado como el antojo más grande que he tenido en mi vida. Es como ese dulce venenoso para el diabetico.
¡Carajo! No puedo seguir pensado en algo que no fue. Gabriela y Adrián se van a casar muy pronto, y ya no puedo hacer absolutamente nada ante eso. Salí de mal humor hacia la sala de juntas. No estoy para realizar entrevistas en el día de hoy, y creo que nunca. El hecho de que mi mejor secretaria de vaya me pone de mal humor.
Distraídamente choqué con un mapache de frente, y para el colmo, esa persona; sí se le puede llamar así, tiene el descaro de ser tan grosera de no disculparse.
— Fíjese por donde camina, idiota — murmuró levantando una carpeta y varias hojas del suelo —. La caballerosidad se pelea a puño con el gamín, ¿no es así?.
— ¿Disculpa? — levantó la cabeza. No sé qué sea peor, la horrible ropa que lleva puesta o ese maquillaje que no le queda en lo absoluto —. ¿Acaso no sabes con quién estás hablando, niña?.
Sí, a pesar de usar un enorme vestido que no es de su talla, es una niña con la vestimenta equivocada. ¿Qué hace una mujer con poca gracia en mi empresa? ¿Quién demonios la dejó pasar?.
— Pues no sé quién es usted y tampoco me importa saberlo — acomodó cada hoja ordenadamente, y se puso en pie —. Tengo mejores cosas que hacer, que perder el tiempo con un ciego e idiota que no es capaz de disculparse. El egocentrismo le brota por cada poro, ¿qué se puede pedir?.
Enarqué una ceja viéndola de arriba abajo. El vestido negro parece ser de su abuela. El labial rojo está seco en esos labios tan partidos. Las sombras de color azul no combina para nada con esa raya mal hecha que tiene en los ojos. ¿Será que no tiene espejos en su casa?.
— Tendré que comprarle uno — dije en voz alta, y frunció el ceño. Lo único de atractivo son esos ojos avellana que brillan muy intensamente. De resto le cortaría todo el cuerpo quedándome solo con la cabeza.
— ¿Qué? — subió la voz un poco —. Cómo sea, voy tarde para la bendita entrevista. No tengo tiempo para perderlo en un hombre que se cree superior a los demás.
Asimismo como apareció frente de mí, desapareció hacia la sala de juntas. Entonces la chiquilla mal vestida será mi secretaria. Eso sí que no. No voy a tener un mapache defectuoso trabajando conmigo. Esta es una empresa de modas, no un circo para presentar los shows de los payasos. Caminé hacia el interior de la sala, donde Gabriela muy profesional le realizaba varias preguntas rutinarias.
— Oh, Sr. Cooper. Adelante. Ha llegado justo a tiempo. Ella es la Srta. Wilson — la chiquilla giró la cabeza hacia mí, y sonreí ladeado al ver como palideció en una fracción de segundo. Me divertiré un poco con ella.
— Buenas tardes, Srta. Wilson — me senté junto a Gabriela, y sonrió nerviosa con el rostro más rojo que un tómate —. Cuénteme, ¿qué haría usted para presentar un evento muy importante de moda? ¿Iría vestida de esa manera o insultaría a cada uno de los asistentes como hace unos instantes allá fuera?. Quiero oír de sus propias palabras la razón del por qué ha decidido trabajar con nosotros.
Se me quedó viendo apenada, sin saber dónde meter la cabeza. Pero su respuesta me dejó sin palabras.
— Sr. Cooper, sé que no empezamos con el pie que era; pero, ¿no cree usted que tengo razón al decirle que por andar de distraído no se fijó en mi presencia? Lo entiendo, no luzco como una profesional, hermosa y recatada. Esta ropa es hasta prestada — miré de reojo a Gabriela quien la escuchaba atentamente —. Le pido que me disculpe y entiendo si el puesto de trabajo no es para mí. No hace falta que me lo diga, con solo ver su rostro; sé que me dirá que no por mi aspecto. Es normal, he causado una muy mala impresión al venir vestida de esta manera tan ridícula. Gracias por la oportunidad, Gabriela. Permiso.
Se levantó, acomodó la silla y se fue dejándonos con la palabra en la boca.
— Siga buscando, Jones. Esa niña irrespetuosa no será mi secretaria.
— Pero ella es la más calificada para el puesto — respiré profundo —. No tiene de otra que aceptarla, Sr. Cooper. También tengo mi trabajo y lo estoy descuidando por buscar el prospecto adecuado de secretaría, además que no hace falta ser tan grosero — se marchó de la oficina de mal humor. Me niego rotundamente a contratar a un payaso en mis oficinas. Ahora salí a deber.
Jane
No sé en qué carajo estaba pensando al ponerme este vestido tan ridículo, no debí hacerle caso a mi hermana cuando me dijo que me veía bien. Ahora no solo he perdido una gran oportunidad de trabajo, también he quedado como una idiota frente a mi posible jefe. Sí sigo a este paso, no me quedará de otra que volver a casa con mis padres y seguir haciéndome cargo de una productora que extraño con cada fibra de mi ser. No obstante, los recuerdos de ese día de Connor con aquella chica se reproducen en mi mente una y otra vez. Aún sus gemidos y sus cuerpos desnudos en la oficina del que era mi prometido me retumban en la cabeza, torturando esa fuerza de voluntad que tengo para no volver a ese lugar nunca más. ¿Qué más hago? Dónde puedo hallar un trabajo. Ya estoy cansada de pasar entrevistas sin existo según por mi aspecto, y el día que decido cambiar mi imágen, pasan infortunios con el propietario del lugar. Más salada no puedo estar.
— ¡Jane, espera! — me detuve al escuchar a alguien llamarme.
— ¿Sí? — Gabriela venía casi corriendo detrás de mí. Es una mujer muy formal además de hermosa.
— Te quiero ofrecer una disculpa por lo que ha dicho el Sr. Cooper, él es un tanto difícil de llevar pero es buen jefe — sonrió ladeado —. Ahora bien, el puesto de trabajo es para ti. He visto miles de chicas y ninguna tiene tal experiencia que tienes tú. ¿Te parece sí hablamos del contrato y en lo que se basa el trabajo en la oficina?.
— Está bien — murmuré.
Me quedé totalmente impactada por lo que me estaba diciendo. No me la creía que era conmigo. ¿Qué les ha hecho cambiar de opinión? Me pregunté siguiendo sus pasos hacia una oficina muy diferente a la que estábamos hace un rato.
— Jones, ¿qué le dije? — enarcó una ceja ese hombre tan peculiar, y todo dentro de mí se removió. De nuevo me está dando una mirada que me pone con los nervios de punta.
— Al parecer no he sido clara; recuerde que usted me dijo que la buscara a mi gusto y eso hice; Jane será su secretaria a partir de este momento — no sé porque me dio la impresión de que ellos tuvieron algún tipo de relación. La manera tan confiable en la que hablan me da a entender eso —. Lee muy bien el contrato, Jane.
Extendió una carpeta blanca en mi dirección y la recibí con el brazo tenso. Por qué sigue mirándome de esa manera tan fija. No me hace sentir para nada cómoda.
— Gracias — mi boca floja me hizo decir cosas en un principio que no debía. No quiero que este hombre me saque a patadas de su empresa, suficiente tengo con la mirada llena de odio que me está dando.
Gabriela ya me había hecho una entrevista por medio de una computadora, además que en ella me preguntó todo lo estipulado en el contrato. Supongo que en esta ciudad es diferente la contratación del personal a como lo es en un pueblo. Leí lo que puede, el Sr. Cooper no ha dejado de observarme. Sus ojos queman de mala manera mi piel. Es evidente que no le agrada el hecho que sea su nueva secretaria. Luego de firmar el contrato, Gabriela me llevó a conocer mi lugar de trabajo. Me dio la agenda personal del Sr. Cooper, y me explicó detenidamente cada una de mis obligaciones.
— Srta. Wilson venga conmigo — avisó el hombre cruzando por el pasillo, como rayo le seguí el paso hasta que llegamos al ascensor del edificio —. Le dejaré dos cosas en claras, ¿bien? — asentí hecha un manojo de nervios por dentro —. Primero, no quiero volver a verla vestida ni maquillada de esa manera tan inadecuada, no es vestimenta para una secretaria. Luce como payaso mal pago de circo. Segundo, al primer error que cometa será despedida. Por si no se ha dado cuenta, no estoy para nada conforme con la decisión que tomó Gabriela al momento en que la contrató, pero ni modo, supongo que todos merecen una oportunidad. No la desaproveche, Srta. Wilson.
— Entiendo perfectamente, Sr. Cooper. Puedo preguntar algo — asintió con la cabeza, viéndome desde las alturas de reojo —. Sí no está de acuerdo con que trabaje para usted, ¿por qué permitió que me quedara? Después de todo, usted es el jefe, ¿o me equivoco?.
Agachó la cabeza para mirarme por completo. Ay, mamá, ahora sí estoy muerta. Esos bellísimos ojos verdes se clavaron en los míos. Su dura mirada solo provocó que el pulso se me disparara a mil. Maldije mi boca por no permanecer callada.
— Parte de su trabajo no es hacer preguntas tan estúpidas, Srta. Wilson — dejé de respirar ante su tono duro —. Salga, no tengo todo el día para enseñarle a vestir como una verdadera mujer profesional.
Salí primero en cuanto las puertas del ascensor se abrieron. Su sombra cruzó por mi lado y seguí caminando detrás de él. Este trabajo será temporal, no creo soportar tantos malos tratos de ese hombre. No estoy acostumbrada a recibir órdenes, pero todo sea por ahorrar lo suficiente para irme lo más lejos posible de este estado.
— Mariela busca un uniforme con la talla de la Srta aquí presente — ordenó a una mujer mayor quien se acercó para tomarme medidas en el cuerpo —. También quítale esos feos garabatos que tiene en la cara.
Es grosero, pedante, egocéntrico, con un humor de los mil diablos; qué estaré pagando para que me sucedan estas cosas a mí.
— Toma, puedes cambiarte en el baño del fondo — asentí recibiendo la ropa en mis manos.
— Gracias — la mujer sonrió amable y fui directamente al baño, antes que el ogro de cara bonita dijera algo.
— ¿Cómo se supone que me coloque esto?.
Le di vuelta a la mínima falda en mis manos y negué con la cabeza. La blusa blanca se veía demasiado pequeña y el chaleco igual. No hay manera que me vista con ropa tan ajustada al cuerpo, esa no soy yo. Sin embargo quité el vestido y empecé a poner una a una las prendas. Como me lo esperaba, el uniforme me queda muy ajustado. Mis piernas están a la vista de todo el mundo y la blusa me hace ver lo que tanto odio mostrar, se quieren salir de su lugar. Es más, nunca las había visto tan grandes y eso que veo mi cuerpo a diario.
— ¿Ya acabó? No tengo todo el día, ¿o es qué el uniforme no es de su talla? — no sé qué demonios pasó, pero al momento en el que, el Sr. Cooper abrió la puerta, me quedé quieta con las manos acomodando mis pechugas, pues no me esperaba que fuese a entrar de repente y verme en esta situación tan incómoda —. ¿Qué carajos está haciendo?.
Dereck
— ¡Salga del baño! ¿Es ciego o nada más se hace? — exclamó minutos después con las mejillas encendidas de rojo. Su voz me sacó del trance en el que me había quedado. Su cuerpo casi desnudo esta frente a mí, de algún modo no pude apartar la mirada de sus pechos pequeños, redondeados y firmes. El color café de su pezón me causó un hormigueo en todo el cuerpo —. ¡Que se salga, imbecil!.
— Discúlpeme, pero tampoco hay mucho que ver — es cierto. He visto mejores pechos que esos y, ¿entonces por qué me hicieron pasar saliva? —. Vístase rápido y deje de jugar. Ese tipo de cosas hágalas en su casa, Srta. Wilson. En la privacidad de su habitación y no en horas de trabajo.
Sus mejillas, su cuello y en efecto toda su piel se volvió roja, al tiempo que sus ojos salieron de su órbita. No sé sí de pena o de rabia. No me dijo nada, solo se dio vuelta y volví a cerrar la puerta con una sonrisa que ni yo mismo sé porque está plasmada en mis labios. Al cabo de varios minutos salió y me quedé viéndola. Ahora sí luce muy bien. Ese vestido tan grande y horrible no dejaba ver el buen cuerpo que se le marca con ese uniforme bien ajustado.
— Después de todo no luce tan macho — dije, y respiró profundamente.
¿Dónde han quedado mis modales con las mujeres? Este no soy yo, ni en lo más mínimo. Supongo que en cierto modo quiero hacer que renuncie por su propia voluntad, ya que no puedo hacer nada para despedirla. Gabriela ha hecho el contrato por un año, pequeño detalle que no leí por estar mirando a una mujer sin gracia ni belleza.
— Sr. Cooper, le voy a pedir el favor que deje de hacer ese tipo de comentarios e insultos, si no es de su agrado mi presencia solo dígamelo y yo procuro no aparecerme ante sus ojos. Pero por favor, le pido respeto — desvió la mirada —. ¿Necesita que cambie algo más de mí aspecto o ya puedo ir a realizar mis deberes? — inquirió sarcástica.
— Ya puede volver a su puesto de trabajo, Srta. Wilson — se me quedó viendo por pocos segundos, y luego de asentir se perdió por el ascensor. Su mirada no mostró nada más que no fuera rabia.
— ¿Qué son esos modales, mi niño? — inquirió Mariela —. Dime, ¿tu abuela y yo que te enseñamos tratar así a las personas? Sí tu madre te escuchara hablarle así a una mujer, muy probablemente te quedes sin descendencia. Ve y te disculpas, Dereck.
— Lo haré y me disculpo, pero esa chiquilla no me baja ni con agua — sonrió.
— En el primer día de trabajo — negó con la cabeza —. Lleva unas pocas horas y ya la quieres sacar, eres igual a tu padre. En fin, la colección ya está lista para que realices el evento. Recuerda que debes enviarme a tus asistentes para que les tome las medidas de los vestidos que llevarán ese día.
— No se me olvida — sacudió la mano y se marchó tras el llamado de una de las modelos.
Volví a mi oficina para ultimar los detalles de la presentación de la próxima colección. Mis pensamientos se desviaron a esos dos botones que me dejaron con la garganta seca. ¿Cómo es posible que esté pensando en los pezones del mapache, cuando en realidad no debería estar pensando en ellos? La falta de cuerpo femenino me está haciendo alucinar con cosas que no son para nada de mi agrado. Fiorella se ha marchado en definitiva para Italia, y no puedo negar que la he echado mucho de menos.
Jane
Deseaba golpearme la cabeza contra una pared. Entre todos los hombres del mundo precisamente tenía que ser el idiota de mi jefe quien viera mis pechugas por primera vez. No puedo hacer nada ante eso, la vergüenza aún está esparcida por todo mi rostro. Lo que me dolió fueron sus palabras. ¿No soy para nada atractiva, ni un poco? Las lágrimas se acumularon en mis ojos al recordar las palabras de Connor hace un tiempo atrás.
**No eres hermosa, no tienes ningún tipo de atractivo, Jena. No generas nada en mí. Alexa tiene lo que un hombre busca de una mujer; pasión, deseo, atracción, belleza pura y viva. Tú pareces un muchacho con esos pantalones anchos y esas camisetas de tus hermanos. Dime, ¿creíste que en verdad planeaba casarme contigo?**
Una lágrima traicionera bajó por mi mejilla. Ese día me dijo cuan defecto encontró en mí. Nunca me había sentido tan humillada frente a muchos de mis empleados, quienes en silencio se burlaron de mí. No soy juguete de nadie. Connor llegó a mí solo por dinero y la riqueza de mis padres. Mi corazón lo destruyó en sus manos. Desde entonces me he convertido en una mujer que no se deja de nadie, pero este egocéntrico de mierda me lo ha recordado a él. Parecen la misma persona, las mismas palabras y la misma sonrisa burlona en sus rostros. Malditos.
— ¿Estás bien? — preguntó Gabriela al verme frente al espejo del baño de mujeres —. ¿Por qué lloras?.
— Estoy bien, no es nada — limpié todo rastro del maquillaje que con tanto esfuerzo me había hecho en la mañana —. Me ha caído pestañina en el ojo.
— ¿Segura?.
— Sí, muy segura — sonreí —. Gracias, Gabriela.
— ¿Por qué?.
— Gracias a ti es que se me ha permitido quedarme en el puesto. Aunque por lo visto el Señor me hará la vida imposible. Si cree que por tener dinero, belleza y ser el dueño de la empresa, me dejaré amedrentar de él, se equivocó conmigo.
— ¿Te dijo algo? — negué recordando al ser vista por él —. Puedes decírmelo, yo lo pondré en su lugar. El Sr. Cooper cree que debe tener todo en sus manos y no señor.
— No dijo nada, Gabriela — estrechó los ojos —. Me iré a revisar los documentos que me has dicho — eché un puñado de agua en mi cara y me sequé con el vestido.
Al salir del baño me encontré con el Sr. Cooper frente a mi lugar. Su rostro solo muestra el disgusto al verme o esa es mi impresión.
— Srta. Wilson, a mi oficina, ahora — será el día más largo y horrible de toda mi patética existencia.
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