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PAIN: In The Inferno

AVISO

Escribo este apartado para aclarar ciertos temas que engloban la historia. 

 La historia tiene una sola protagonista, en este caso sería Leice Donner. Por lo que muchos esperan encontrarse con narraciones desde su punto de vista, sin embargo, he decidido cambiar esto, por lo que los capítulos no solo serán narrados por ella, sino también por los antagonistas y personajes secundarios. 

 Dejo esto claro para que no surjan las preguntas "¿Por qué Leice casi no narra?" "Ella es la protagonista debería hacerlo" etc. 

 Otra cosa de la que quiero hablar, es acerca de los temas que se tocan dentro de la historia. La historia en sí es para mayores de 18. El contenido que escribo no es para nada cliché, puede que en circunstancias sí, pero no de un todo. Y sin importar lo que lean entre las líneas, ninguna de las acciones llevadas a cabo por los personajes son dignas de normalizarse. NINGUNA. 

 

Es una historia de ficción, es justo y correcto que lo dejemos allí sin necesidad de llevarlo a la realidad. 

 Si en algún punto de la historia sientes que necesitas dejar de leer, hazlo. Nadie te obliga a continuar con la lectura. 

 La historia tiene mucho contenido adulto (sexual, explícito, violento, entre otros) por lo que les recomiendo leer bajo su propia responsabilidad. 

 Sin más que decir, ¡Bienvenidas a la lectura! 

Capitulo 1

Leice Donner 

 La espléndida vista de Manhattan se cierne ante mis ojos. 

 La ciudad iluminada en su totalidad, acompañando a la noche fresca que nos abrazó de repente.

 Las muñecas me duelen haciéndome bajar la mirada. Las cicatrices toman por completo mi atención alejándome de los cristales. 

 Me dejo caer sobre el sofá con la poca iluminación de la lámpara. 

 Nunca he recordado cómo me las he hecho. Si he sufrido mucho en el proceso, pero allí están. Adornando mis dos muñecas que siempre van cubiertas por pulseras diseñadas a mi estilo.

—Termina de estudiar. —escucho y levanto la mirada encontrándome con mi hermano mayor— Debes culminar con tus exámenes antes de la boda. ¿Has tomado los medicamentos?

 Me limito a asentir y se marcha por el pasillo que conduce a la salida del departamento. 

 Me levanto cuando escucho el cerrar de la puerta y camino hacia la habitación donde tomo mi teléfono. 

 Observo a través de las cámaras como Aedus se marcha y me cambio de ropa por algo más cómodo y abrigado.

 Me cubro las muñecas con la tela de la chaqueta y salgo del departamento tomando las escaleras de seguridad. 

 Diviso a la rubia dos pisos más abajo, sentada en las escaleras y me apresuro hasta ella que se incorpora al escucharme. 

—Vamos. —me toma de la mano— Claus va a retener a David hasta las 23. Tenemos dos horas. 

 Salimos del hotel abordando el auto que nos esperaba afuera. He dejado mi teléfono en el departamento para evitar que me rastreen.

—No es la mejor de las opciones, Leice. —mi mejor amiga me toma de la mano— Podemos buscar más…

—Quiere hijos. —la interrumpo— Y yo también, pero no con él, Kaila. 

—¿Y sí se da cuenta? —susurra con temor.

—Para entonces ya terminaremos lo que empezamos. 

 Aprieta mi mano y asiente dejando caer la cabeza sobre mi hombro.

 El chófer sale de Manhattan adentrándose en las zonas poco concurridas de Brooklyn, donde la gente disfruta en las calles con la música alta mientras comparten bebidas y risas. 

 El auto se estaciona frente a una vieja casona, aparta de las personas que hemos visto en el camino. 

—Mamá y papá van a matarme por esto si se llegan a enterar. —dice Kaila abriendo la puerta.

 Salgo tras ella y el pulso me late a mil. Tomo aire por la boca y atrapo la muñeca de mi amiga, pidiendo que me espere. 

—¿Segura? —se voltea con los nervios a flor de piel.

 Asiento preguntándome si es posible que mi mejor amiga esté viviendo más está situación que yo. 

 Da tres golpes a la puerta y vuelve a mi lado a la espera de que nos reciban.

 La puerta se abre segundos después dejando ver a una señora de avanzada edad que nos sonríe luego de detallarnos por un breve momento. 

—¿Las señoritas de Manhattan?—pregunta con la voz entrecortada y asentimos.

 Nos hace pasar al interior que no pierdo tiempo en observar buscando el peligro que no hallo.

—¿Desean tomar algo? 

—Estamos con el tiempo contado. —habla Kaila— Podría hacerle saber al señor Park que estamos aquí. Por favor. —continúa casi en súplica.

—Le haré saber de inmediato, aguarden un momento. 

 Señala los sofá frente a nosotras y la ansiedad puede respirarse en el ambiente, por lo que decido tomar asiento buscando no entrar en crisis como la rubia que se desordena el cabello.

—No vayas a escoger a un hombre feo. ¿Ok? —se arrodilla frente a mí haciéndome soltar una risa. 

—Ya siéntate ahí. —le señalo el sofá— No pasara nada. 

—Papá siempre ha dicho que tu familia es una mierda, hoy le estoy dando la razón. —murmura cabizbaja y se levanta tomando asiento— Solo tendrías que estar siendo feliz, estudiando, divirtiéndote porque eres joven ¿Sabes? No perdiendo tiempo en vestidos de boda, ni en arreglos, ni en detalles y toda esa mierda. —se lleva la mano a la nariz quitando las lágrimas que le dificultan respirar— Ni mucho menos pensando en hijos que aún no planeabas tener…

—El señor Park las espera. 

 Nos levantamos dejando que la anciana nos guíe por el pasillo que culmina en otro.

—Nada va a cambiar. —atrapo su mano— No voy a dejar que pase. 

 Le doy un corto beso en la frente, agradeciéndole internamente por su apoyo incondicional. 

 Nos detenemos frente a una puerta de metal que la anciana abre dejándonos libre el paso.

 Le agradezco y nos sonríe retirándose. 

—Señoritas Donner y Dagger. 

 Un hombre alto y musculoso nos recibe, sus ojos felinos verdosos claros se fijan en mí y me es imposible no detallar la belleza y visualidad que porta. Tiene el cabello grisáceo corto peinado hacía atrás y sonríe. 

—El tiempo vuela al igual que mi calzón… —susurran a mis espaldas y me rasco el puente de la nariz. 

—Buenas noches. —saludo extendiendo la mano que no tarda en aceptar.

—Es un placer conocerla. Tome asiento, por favor. 

 Kaila me sigue con las mejillas ardiendo. 

—Según la información que me entregaron, he seleccionado a cuatro personas. —explica extendiendo una carpeta hacía mí— Los cuatro están dispuestos a ser progenitores desde el anonimato. Solo usted y su acompañante podrán saber las identidades de los mismos, sin embargo, ambas deberán firmar un acuerdo de confidencialidad como lo han hecho ellos. 

 Abro la carpeta encontrándome con cuatro fotos de los hombres que han donado sus espermas. 

 Los cuatro son atractivos, dos de ellos destacan en elegancia con rasgos finos, el tercero es el pelirrojo que aparenta ser el más joven de todos, pero si hay uno que llama mi atención, es el cuarto. No tiene la típica imagen de hombre bueno y piadoso. Sus rasgos son fuertes, su mirada felina destila poder y peligro, tiene el cabello grisáceo largo, sus hombros son voluminosos y termino por levantar la mirada hacia el doctor. 

 No hay duda que encuentro el parecido, sin embargo, la mirada y las facciones del rostro no son muy similares para pensar que se tratan de familiares. 

—¿Algunos de ellos han impuesto algún requisito que deba saber de antemano? —preguntó pasándole la carpeta a Kaila. 

—Sí. —se cruza de brazos— Por lo menos los tres primeros solo han impuesto depositar la debida manutención para el bebé, sin embargo, el cuarto no solo está dispuesto a pasar manutención sino que también quiere estar presente en la vida del bebé. Por ello le recomiendo que lo descarte.

 Frunzo el ceño cruzando miradas con mi amiga que se encoge de hombros. 

—El rubio está muy lindo, puedes escogerlo a él. —señala la foto, sin embargo, hay un problema.  

 <>. 

 David ha heredado los ojos marrones de su padre, y los míos son verdes. No puedo arriesgarme a que el bebé herede los ojos azules de los dos primeros. 

—Oh, los ojos. —se exalta la rubia— Entonces… Descartamos al rubio y al pelinegro. Ambos son muy bonitos. ¿El rubio tiene novia? —le pregunta al doctor que curva los labios en una sonrisa.

—No estoy seguro, señorita Dagger. —la mira por largos segundos antes de desviar la mirada hacía mí.

—Ojalá que no. —murmura— Si lo ve, dígale que estoy disponible. 

—Tengo otra pregunta. —hablo para evitar reírme— ¿Qué tan segura está nuestras identidades en su mano? 

—No me he especializado en exponer a las personas que me visitan, señorita Donner. Puede quedarse tranquila con respecto a eso. 

—Y si alguien con el suficiente poder para enfrentarlo viniera queriendo información sobre los pacientes a los que ha asistido, ¿Nos vendería?

 Él médico lleva los codos al escritorio juntando las manos y sonríe.

—¿Existe una persona capaz de enfrentarme, señorita Dagger? —trago saliva y noto que Kaila hace lo mismo mirándome. 

—Creería que sí. —tartamudea— Pero solo supongamos. 

—En el caso de existir, mi silencio respecto a las intervenciones que llevo a cabo en mi consultorio es perpetuo. Estaría fallando a mi ética como profesional si divulgara información de mis pacientes. 

—Perfecto. —digo recibiendo la carpeta de Kaila quien se ha quedado muda— ¿No hay forma de quitarle los derechos del hijo por nacer? 

—Normalmente los donantes de esperma firman un consentimiento para quitarle esos derechos, sin embargo, la persona que me contacto descarto por completo los donantes que habían firmado este consentimiento. —lo miro confundida— Los últimos cuatro fueron los únicos que se ajustaron a las condiciones que requerían. 

—¿Pero qué diablos? —espeta Kaila. 

 Debería esperar, debería buscar más opciones, pero no tengo tiempo. Temo que los medicamentos que he tomado para producir óvulos hagan su efecto estando con David… 

 Termino escogiendo la foto de la persona que tengo en mente y el médico me pide que vaya a prepararme. 

 El consultorio tiene el espacio perfecto para la privacidad donde me apresuro en colocarme la bata. 

 Kaila mira hacía otro lado cuando me acomodo sobre la camilla ginecológica.

—¿Qué te ha sucedido en las muñecas? —me pregunta el médico y me encojo de hombros. 

—No estoy segura. No lo recuerdo. —respondo dejando que tome mi mano para que la vea con más detalle— Me dijeron que me las hice en un accidente de auto. 

 Frunce el ceño mirándome y asiente.  

—Vamos a comenzar. —dice dejando ambas manos sobre mis rodillas—¿Estás segura de que quieres hacer esto? ¿Estás lista? 

 Asiento dándole el permiso para comenzar con el proceso. 

 No me siento mejor persona haciendo esto, pero nada de eso quita las decisiones apresuradas que he tenido que tomar por no poder oponerme a las decisiones de terceros. De las cuales nunca han pedido mi consentimiento para llevarlas a cabo… 

 

Capitulo 2

Leice Donner

 El auto acelera sin cuidado por la autopista, el cinturón de seguridad no hace bien su trabajo haciendo que nuestros cuerpos se vayan de un lado a otro con las curvas que hace al esquivar los vehículos. 

—Ya no se puede respirar que pasan como cinco horas. —se queja Kaila mordiéndose las uñas— ¿Te sientes bien? —pregunta con la preocupación reflejada en sus orbes azulados. 

 Asiento sonriéndole sin ganas. A decir verdad, el sueño me ha azotado de la nada y los párpados me pesan tanto que si no fuese por el poco control que se puede tener de uno mismo dentro del auto, ya estaría durmiendo. 

 El proceso de inseminación no ha durado mucho, aún así debo presentarme nuevamente en la semana para hacer un control más detallado. 

  El vehículo ingresa al hotel derrapando en el intento y me pego a la puerta siendo la primera en salir.

 Kaila echa a correr tras de mí y me empuja hacía el ascensor exclusivo de su familia. 

—¿Te volviste loca? Nos van a ver. —me asusto tomándola del brazo.

—No hay tiempo para esperar el otro. —respira con dificultad—Dos minutos para que llegue al hotel…

 Me saca del ascensor hacia mi departamento donde me empuja ayudándome a despojarme de la ropa. 

—Ve a ducharte, te dejare ropa de dormir sobre la cama y me voy. 

 Le tiro un beso con la mano prometiendo que mañana hablaremos bien y me voy bajo el agua. 

 Siento incomodidad en la pelvis, un dolor se acentúa a la vez que se desvanece y salgo de la ducha mientras me cubro con el albornoz. 

 Salgo hacia la habitación encontrándome con David. 

 El pulso se me acelera cuando me observa con los brazos cruzados. 

—¿Has salido? —pregunta con el fruncido y niego.

—No, me duche porque me dolía un poco la cabeza. —miento tomando el camisón que Kaila ha dejado sobre la cama. 

 <>

 Suaviza la mirada acercándose y extiende los brazos acurrucandome en su pecho. 

—¿Quieres que te prepare algo? 

—No, vete a bañar. Debes estar cansado. —le sonrío trazando círculos en su mejilla. 

—Lo estoy. —ríe de medio lado bajando la mirada hacía mi busto cubierto por la tela— El estúpido de Claus me ha retenido tanto por una estupidez. 

—¿Dagger? —pregunto intentando no llegar al silencio. 

—Los únicos estúpidos en el mundo son los Dagger. —contesta repartiendo besos por mi mejilla— No por nada le asesinaron a una hija. 

 La sangre me hierve haciendo que lo empuje hacía atrás con tanta fuerza que cae deslizándose sobre el mueble.

—Te dije que no te perdonaría otro insulto hacía su familia, Wilson. —me acerco amenazante y ríe levantándose—Lárgate de mi departamento. 

—¿Vas a echar a tu futuro esposo? —pregunta incrédulo y no doy el brazo a torcer.

—Lárgate. —repito ahogándome en el enojo. 

—Bien, me voy. —levanta las manos en son de paz.

 Me doy la vuelta suspirando mientras me llevo las manos al rostro cansino y todo se torna negro con el golpe que recibo a mis espaldas. 

Brais Dagger

 El filo del cuchillo se desliza en la piel de aquella persona que gruñe con la mordaza la cual le impide implorar por ayuda. 

—¿A quién seguías? —vuelvo a preguntar. 

 Ethan le quita la mordaza y el rostro del hombre se desfigura del dolor cuando mi compañero remueve el cuchillo en la pierna. 

—A la señorita Leice… —exclama con la voz entrecortada— El señor Wilson me pidió que lo hiciera… Por favor créame… 

 Implora llorando y Ethan saca el cuchillo acercándolo a la yugular. 

—¿Le hiciste saber de su destino? —le pregunta y niega. 

—No pude llegar, señor… —musita— Alguien estaba siguiéndome…

—¿Quién? —insiste.

—No lo sé… Era un auto Mercedes Benz de los últimos modelos que han salido este año… —le tiembla la voz cuando no termina de contentar a Ethan— Tuve que desviarme del camino y regresar…

—No m…

 Ethan se incorpora dejando sus palabras a medias, la mirada se le pierde dejándola en un punto fijo de la pared al que sigo confundido. 

 No entiendo que mira, sin embargo, sufre un arranque de la nada, arrojándose al hombre al que arremete con puños cargados de una ira que no he visto antes.

—¡No la toques! —repite dejándome inmóvil— ¡Déjala! ¡Suéltala! 

 Paso saliva observando como la vida de aquel hombre se desvanece y me voy a hacia atrás chocando contra la pared.

—¡Suelta a mi hermana! —grita desgarrándole la garganta con las uñas y me apresuro al teléfono de la sala. 

—¿Hola? —escucho tras la línea. 

—Papá… —susurro entrecortado— Leice… Búscala…

—¿Brais?

—Búscala… Algo pasó…

 Dejo caer el teléfono cuando Ethan se me viene encima y busco la manera de quitarmelo, pero tiene tanta fuerza que me derriba sobre una de las sillas y me levanto como puedo arrinconándolo. 

—¡Detente! ¡Maldita sea, Ethan! —gruño.

 Las lágrimas cubren su rostro asustandome, el collar que carga en el cuello parece estar quemando su piel dejando la piel enrojecida y de un rápido movimiento se lo quito.

 Me empuja hacía un lado y lo veo caer hacia adelante. Se abraza a sí mismo botando sangre por la nariz y bajo la mirada hacía el collar que tengo en las manos. 

—¿Señor se encuentra bien? —levantó la mirada viendo a uno de mis hombres.

 No me faltan las ganas de levantarme a golpearlo por su lentitud, aún así, extiendo el collar que no duda en tomar extrañado. 

—¿Qué mierda es eso? —pregunto llevando la mano temblorosa a mi cabello— Hizo que Ethan se descontrolara por completo, no se calmo hasta que se lo he quitado. 

—He visto un collar parecido antes. —dice observándolo con detalle— Parece tener un sensor de movimiento en la gema. Sí cumple las funciones que he visto antes, al tener contacto con la piel, puedes sentir la temperatura, los movimientos y dolores que pueda sentir la persona que tiene implantado el chip que hace que el sensor se active. 

—¿El sensor se activa solo? —pregunto no queriendo recibir la respuesta que ha formulado mi mente.

—No señor. —extiende el collar en mi dirección— Generalmente se activan ante situaciones de peligro en las que el cuerpo de la víctima no reacciona. El que porta el collar es el guardián del portador del chip. 

 Me ayuda a incorporarme dejándome con la mente vuelta un lío y el ver a Claus cruzando el umbral me hace caer en seco sobre la silla que se da vuelta dejándome de nuevo sobre el piso.

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