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Te Necesito Conmigo

Prólogo

Isabella Smith es la secretaria personal de el CEO Alexander Arnault, un jefe narcisista, mujeriego, egoísta y nada amigable para los ojos de otros. Isabella Smith ha trabajado seis años para él, asistiéndolo, eligiendo su conjunto de ropa, su menú, terminando por él con sus conquistas actuales, ayudándolo a zafarse de ciertos compromisos importantes y otros no tanto.

Isabella se ha cansado de la rutina que lleva en su vida a los 25 años, asistiendo al hombre mimado que tiene como jefe, tomo una decisión y esa es: renunciar a ser la secretaria de Alexander Arnault.

Alexander hará lo que sea necesario para impedir la renuncia de su secretaria Isabella, la única mujer que ha logrado soportarlo y la única mujer a la que él ha dejado permanecer a su lado por varios años.

Alguien demandante

Analiza con ambos ojos azulados el conjunto que ha elegido en el día para el uso de su querido jefe. Camisa blanca mangas largas de marca al igual que la chaqueta y pantalón azul junto con zapatos Brogue chocolates. Descarto con sus labios fruncidos la corbata gris claro en su mano derecha, a su querido jefe no le gustaba usarlas. Le dejo-como toda las mañanas- su conjunto tendido en el mueble del extenso vestidor de su jefe.

Salió del vestidor y ahora se dirigió hacia la gigantesca cocina, para llegar paso por el cuarto de su jefe, escuchando el agua caer desde el interior del baño, su jefe ya se había despertado.

-Buenos días señora Clara - saludó amablemente ingresando al interior.

-Buenos días señorita Isabella - la azabache se acercó y le saludo con toda la confianza con un beso en la mejilla, haciendo sonreír a la mujer - ¿Él señorito ya se ha despertado?

-Probablemente ya se esté cambiando - respondió y vio el desayuno de su jefe, chequeando que todo estuviera en orden - Seguro ya está cerca de venir a desayunar. Iré afuera y veré si todo está en orden con el chofer. Nos vemos mañana señora Clara - sacó una tostada de la mesada y se retiró hacía el exterior de la gran mansión de su jefe.

Alexander Arnault, su jefe desde que tenía 19 años. Primero lo había asistido cuando él era un simple practicante de la empresa por órdenes de su padre, el magnate y fundador de las corporaciones Arnault's. Cuando su jefe subió de puesto a presidente de las corporaciones, él simplemente pudo escoger a una secretario con muchas más virtudes y conocimientos que ella pero no fue así, Alexander Arnault la siguió eligiendo para que siguiera siendo su secretaria personal.

-Buenos días señor Arnault - saludo Isabella en cuanto vio a su jefe salir por la puerta de su gran mansión.

Lo miro, su elegancia al caminar, pasos largos, firmes y un pie delante del otro siguiendo una línea recta imaginaria, una de sus manos guardada en el interior del bolsillo de su pantalón, el traje se le ajustaba a la perfección, su cuerpo esbelto y notablemente trabajado lo lucia. Su piel trigueña era absolutamente lo atractivo junto con sus ojos de iris doradas.

-Buenos días – respondió sin mirarla-como siempre entró al interior del coche tomando asiento en la parte trasera, la puerta fue cerrada por su secretaria quien se subió tomando su lugar como copiloto aún lado del chofer - ¿Qué tenemos hoy? - pregunto con su voz gruesa y rasposa Alexander mientras tecleaba su Tablet. Isabella sin mirarlo respondió como toda una profesional.

-Al llegar tendrá una junta con el equipo de desarrollo, después deberá de revisar los documentos, acuerdos y proyectos, almorzará junto con los inversionistas franceses, en la universidad dará una charla sobre futuros emprendedores y por último tiene la gala a la cual debe de asistir para obtener como futuros inversionista a los visitantes alemanes - Alexander asentía a cada palabra dicha por su secretaria.

-Espero y estés lista a tiempo, tú me acompañaras a la gala - ordeno aún sin mirarla, Isabella con cuidado de que no la observara, blanqueo los ojos acostumbrada.

-Señor, le recuerdo que su actual novia le acompañara - obligadamente respondió con una sonrisa hacía el frente.

-Me he aburrido, quiero que esta noche termines con ella - Isabella cerró sus ojos, ya lo venía venir.

-Está bien - nuevamente respondió junto con la sonrisa forzada.

Se estaba conteniendo tal y como lo hizo los últimos 6 años. La verdad detrás de aquella sonrisa forzada, era que Isabella solo quería agarrarlo de las solapas de su camisa y zarandearlo de un lado a otro, darle un par de bofetadas, escupirle en sus costosos zapatos y decirle toda palabra que contenía desde que lo conoció y no eran palabras nada agradables.

-Encárgate de comprarle algo costoso así no hace tanto escándalo – a Isabella la actitud mujeriega de parte de su jefe le crispaba, odiaba que jugara con los sentimientos de una mujer. Alexander Arnault solo las usaba para satisfacerse a él mismo.

El coche se estaciono frente al gran edificio de las Corporaciones Tecnológicas Arnault's. Un valet desde afuera le abrió la puerta del lado de Alexander Arnault haciendo que con toda galantería saliera y empezara a caminar hacia el interior de su edificio, mientras que Isabella desde atrás lo seguía.

Todo personal que se encontraban en el camino del gran jefe se hacía a un lado, con temor a las consecuencias si no lo hacían. Toda persona que haya trabajado o si quiera le haya dirigido unas cuantas palabras, conocía el mal genio que tenía su jefe. Así que, lo mejor, era no interponerse en su camino.

La mayoría del personal admiraba a Isabella, la única persona que había logrado lidiar con el mal genio y particular comportamiento del primogénito de su antiguo jefe. Algunas mujeres le envidiaban por permanecer a su lado pero después recordaban lo que ella estaría viviendo y se les pasaba. Alexander Arnault lograba intimidar solo con su mirada ambarina.

Ambos entraron al elevador, exclusivo solo para él, Isabella y gente importante de la empresa. Su oficina era el último piso, a Alexander Arnault le gustaba sentirse superior a todo y todos. Aceptaba que era un poco egoísta, un poco mimado y un poco de todo.

Su mantra de todos los días era: "Soy perfecto".

Mantra que Isabella lo sabía de memoria, ya que lo escuchaba todos los días, mayormente en las mañana o cuando estaba con su jefe mientras que él no dejaba de ver su reflejo en el espejo de su habitación, de alguna tienda o... no, no importaba, lo escuchaba siempre que su jefe veía su reflejo en algo.

-Trae mi té de manzanilla junto con las galletas - ordeno tomando asiento en detrás de la mesa de junta, Isabella asintió y salió de la gran sala dejando al equipo de desarrollo como carnada fresca para su jefe.

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Miro su conjunto para la dichosa gala tendido en su cama, un vestido rojo largo de un solo hombro, pegado a su silueta, a sus caderas y cintura. Busco unos zapatos de punta negros no tan altos en su cajonera. Asintió orgullosa de su combinación, ya había encontrado los accesorios perfectos para la noche.

Retiro la toalla que tenía en su melena azabache y empezó pasándose el cepillo, el secador de pelo, se hizo unas definidas ondas en las puntas, se recogió solo un lado de su melena. Un maquillaje suave y nada cargado. Tiro la toalla que cubría su desnudes, no pudo evitar correr al espejo del baño y verse de pies a cabeza tal y como dios la trajo al mundo.

Estaba satisfecha con el cuerpo que tenía, unos pechos bien formados no chicos ni tan grandes, perfectos, sus caderas y cintura definidas, su trasero firme y en forma de corazón, las piernas torneadas al igual que sus brazos, y su vientre plano. Al parecer ser la secretaria de Alexander Arnault algo bueno podría tener. Correr de un lado para otro, subir y bajar escaleras, tener un horario específico de comida.

Deslizo el vestido rojo por sus piernas, paso su trasero empezando a cubrirlos, de apoco su desnudes era cubierta por la refinada tela del vestido rojo, que por cierto, Alexander Arnault se lo había regalado en una anterior ocasión para que la usase en otro tipo de gala, pero ella de testaruda no lo había hecho. Se colocó sus zapatos negros y se miró en el espejo. Estaba satisfecha con lo logrado.

Al instante escuchó su celular vibrar, prácticamente corrió hacia el desbloqueándolo, un mensaje de su jefe.

De: Jefe A.

\=Sal, ya estoy afuera\=

No pudo evitar decir la palabra...

-Demandante - dijo con sus labios fruncidos. Cogió su bolso de mano, se hecho una colonia en los lados de su cuello, en sus muñecas y salió de su apartamento.

Presiono el botón del ascensor para que la dejase en la planta baja.

Isabella suspiro en cuanto vio su reflejo en las paredes del elevador, tenía 25 años y desde que ha dejado de estudiar lo único que había hecho en su corta vida fue solo, trabajar con Alexander Arnault, fue su asistente personal, su selectora de vestimenta, su huida de cualquier compromiso a la que el niño mimado de Arnault se negaba a asistir, ella era quien se encargaba de los rompimientos con sus conquistas. Estaba cansada de todo aquello. Ella ya no quería que su vida siguiera ese rumbo.

Estaba decidida, esta noche renunciaría a ser la secretaria del gran Alexander Arnault.

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¡¡¡Hola!!! espero que les guste esta historia y me den su apoyo...

Renunciar

Llegaron a la gala, Isabella como de costumbre-agarrada del brazo de su jefe, él con un traje de etiqueta y ella con su implacable vestido rojo que solo cubría un hombro. Subieron las escaleras de entrada y sonrieron automáticamente al verse rodeados de gente. Isabella entonces se zafo del agarre pero siguió al lado de su apuesto jefe.

Las miradas femeninas eran demasiado evidentes, miraban al apuesto Alexander Arnault, Isabella solo imploraba mentalmente que dejasen de mirarlo sino elevarían su gran ego.

-Los inversionistas alemanes han llegado señor - Informo Isabella en un susurro en cuanto vio a un par de hombres blancos, cabellera rubia, con trajes similares y corbatas rojas. Alexander le siguió con la mirada y asintió.

-Iré a hacer magia. Espérame - ordeno Alexander mientras decidido y a paso firme se marchaba en dirección a los alemanes. Isabella lo miro, esta sería la última noche con él.

Dio media vuelta y se acercó a la barra pidiendo un Martini, al recibirlo se lo tomo de un solo trago ¿Por qué se sentía de esta manera al querer dejar de trabajar con su arrogante jefecito? Debería de estar saltando de la alegría al saberse casi libre ¿Entonces porque no lo hacía?

-Con calma preciosa – se giró hacía la voz que sonaba a sus espaldas, un hombre muy apuesto estaba con una copa de champagne en su mano y le sonreía. Ella le devolvió la sonrisa amablemente - ¿Qué es lo que ocurre para que te tomes un Martini de esa manera? - pregunto acercándosele aún más.

-Ando un poco estresada - respondió Isabella, hace tanto que no dialogaba con otro hombre fuera de lo laboral - ¿Con quién tengo el placer de dialogar?

-Solo soy un simple arquitecto, Samuel a su servicio - Isabella lanzo una pequeña carcajada al ver como Samuel le reverenciaba - ¿Y usted bella dama?

-Isabella, soy una simple secretaria - se presentó la azabache.

-Simple pero hermosa - le guiño un ojo coqueto mientras se acercaba más a la azabache - Es muy lindo tú nombre, Isabella es algo original y único.

-Muchas gracias Samuel - Isabella también le dirigió una sonrisa coqueta.

-Isabella es hora de irnos - la voz fría y mirada nada amigable de su jefe detrás del hombre apuesto, congelo y confundió a Isabella.

Alexander Arnault mientras negociaba con los alemanes a la distancia observaba a su secretaria, que estaba coqueteando con un recién conocido. No supo el porqué de aquellos sentimientos posesivos que empezaba a sentir al ver tal escena. Su mandíbula tensa, sus ojos afilados en la nuca de aquel hombre y también en el comportamiento de su secretaria, hermosa secretaria.

-Entonces será un placer hacer negocios con usted señor Arnault - dijeron los alemanes en inglés, habían sido convencidos por las palabras del gran magnate.

Una vez estrecharon sus manos y quedaron en una reunión, a paso veloz y esquivando a cualquier mujer se acercó a su secretaria y al parecer a la conquista de ella. Se había dirigido por su nombre, lo que, claramente Isabella sabía, era su advertencia de estar molesto.

Isabella frunció su ceño y obligadamente se despidió de su posiblemente novio, en cuanto vio al hombre marcharse suspiro sonoramente no importándole la presencia de su jefe.

Alexander se molestó aún más. ¿Acaso ella estaba decepcionada por no estar con aquel hombre? ¿Pero porque? Él estaba ahí con ella ¿Por qué estar decepcionada cuando tienes en frente de ti a un verdadero dios griego?

-¿Pudo hacer negocios? - pregunto Isabella interesada mientras bajaban las escaleras y se dirigían al coche, Isabella se subió primero en la parte trasera y después le siguió su jefe, quien ocupó el lugar de al lado.

-Pude. Tendremos una reunión en dos días - aún un poco molesto consigo mismo respondió.

-Yo... quería hablar de algo con usted señor Arnault - Alexander frunció su ceño y giro su cabeza observándola, ella también lo miraba sin pestañear.

-Habla - murmuro Alexander, tontamente hipnotizado y lo peor, no sabía porque.

-He trabajado para usted desde que tengo casi 19 años, le agradezco internamente que me haya vuelto a elegir como su secretaria cuando subió de puesto. Hay muchas cosas de la cual tengo que agradecerle, el que me halla enseñado hablar chino, japonés, español y coreano. Me ha enseñado de una manera muy hiriente pero aun así lo hizo y le agradezco mucho. También que por usted he aprendido muchas cosas - Alexander asentía, las palabras de la azabache le elevaban el ego - Lo considero una gran persona y durante mucho tiempo usted fue un gran modelo a seguir en lo laboral. Señor Arnault, voy a detenerme aquí, voy a renunciar a ser su secretaria...

...****************...

Voy a renunciar a ser su secretaria... voy a renunciar... voy a detenerme aquí... renunciar, renunciar.

Las palabras daban vueltas en la cabeza de Alexander como interminables ecos ¿Había escuchado bien? ¿Isabella Smith ya no quería asistirlo? Parpadeo más de diez veces probando que fuera una pesadilla, pero no, esto pasaba de verdad. Con lentitud volvió su mirada hacía Isabella, ella lo miraba sin ningún sentimiento de por medio. En cambio el la miraba aterrorizado y con desesperación.

-¿Qué? - soltó con brusquedad y un poco alto - ¿Por qué? No renunciaras sino me das una buena razón - Isabella frunció su ceño, razones tenía varias, pero no se las diría o muy posiblemente Alexander le llevaría consecuencias. Al ver que su aún secretaria no contestaba agrego Exacto, no tienes razones ¿Por qué tendrías problema alguno si trabajas conmigo? – Isabella volteo los ojos fastidiada.

-Ya no quiero seguir trabajando para usted. Tengo 25 años y no tengo una vida personal muy personal, asistirlo toma todo mi tiempo y eso me impide a conocer personas. Quiero tener una pareja, conocerlo, casarme y tener hijos, pero yo siento que no podré hacer todo eso si sigo a su lado.

-¿Quieres dejar de trabajar conmigo... porque quieres casarte? - pregunto incrédulo.

-Así es.

- ¿Y tener hijos?

-Correcto señor.

-¿Por ese tipo de cosas quieres dejar de trabajar conmigo? ¡Es ridículo! - exclamo harto de la situación.

-Tal vez para usted sea ridículo, para mí, no lo es. Me encargaré de buscar mi reemplazo, mañana voy a ir directo a la empresa señor.

-¡Sabes que! Haz lo que quieras.

-Así lo haré señor - Alexander abrió su boca indignado y la miro otra vez.

Isabella Smith había trabajado junto a él desde que ella tenía 19 y él 22 años, siempre había sido una chica simple y corriente sin mucho conocimiento y en cierto momento eso le irritaba tanto que le gritaba e insultaba en su cara, los primeros meses que trabajaron juntos él le había visto llorar más de tres veces y eso no le gustaba para nada fue en esos momentos en donde se prometió a no ser tan duro y a no volverle a gritar en la cara por estupideces. Entonces, Isabella gracias a esos gritos se había motivado a saber todo lo que su jefe sabía y todo lo que le rodeaba. Nuevos idiomas, nuevas materias teorías, todo aquello había aprendido y más en los años como su asistente.

Isabella Smith ahora tenía 25 años y era una mujer extremadamente guapa, su rostro inocente en el tiempo en que la conoció había desaparecido, dejando en su mirada los conocimientos, determinación y seguridad. Tal vez ella pensaría que no había notado su gran avance, su evolución... pero no, él siempre estuvo atento a sus expresiones y a sus movimientos.

Nunca imagino, ni siquiera pensó en el día en que Isabella quisiera dejar de trabajar a su lado. Ni siquiera la imagino fuera de su vida y ahora viene ella diciendo que ya no quiere seguir a su lado ¿¡Por qué la azabache era así!?

-Nos vemos mañana en la empresa señor Arnault bajo del coche en cuanto se estaciono en frente de su departamento.

Alexander bajo la ventanilla del lado de su puerta y la vio dirigirse a la entrada del edificio de apoco, alejándose de él.

-¡Detente! - exclamo Alexander en cuanto noto que su chofer empezaba a poner en marcha el coche. Miro al frente con sus cejas negras fruncidas - ¿Qué piensas de lo que acaba de pasar? – cuestiono a su chofer.

-He, bueno señor...

-¡No, no respondas! - volteo su rostro nuevamente hacia la ventanilla - Llévame a casa - ordeno.

- ¡Oh por Dios! - se escuchó el grito aterrador de Alexander al verse en el espejo de su habitación.

...ΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩ...

Espero que les este gustando está historia, les agradecería si me dan su apoyo...

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