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Había Una Vez Una Esposa...

soy tu esposa

Entro al baño del bar al que había quedado reencontrarme con mi pasado. Hago mis necesidades y me dispongo a lavar mis manos cuando de pronto escucho ruidos seguido de unas risitas.

—¡¡Shi!!… no hagas ruido —más risas, que vergüenza.

¡Oh mierda! Puedo asegurar que en ese cubículo están por tener sexo, y yo que hace más de un mes que no le veo la cara a Dios.

—¡Oh por Dios que duro que estas! —escucho la voz de la chica, susurrar desde el interior de ese condenado cubículo.

—¿Esta lista preciosa? —pregunta la vos del hombre con cierto acento.

—¡Siempre lista mi capitán! —responde la chica con voz excitada.

Termino de lavar mis manos mientras escucho los gemidos, seguido de los ruidos que se producen cuando te están envistiendo, seguidos de gruñidos roncos que salen de la boca del hombre. Salgo huyendo de ese baño, algo acalorada.

Mi novio es modelo y hace un mes que está de gira por Europa, junto a la compañía para la que trabaja. Por lo tanto, el tiempo sin sexo es notorio en mí.

No voy a negar que el sexo telefónico cubre gran parte de nuestra relación, pero no es lo mismo. Necesito sentir algo más que mi mano en mi cuerpo. Dejando de lado mi vida amorosa, llego donde está la barra del bar y me siento en un taburete y le pido al bar tender que me sirva algo fresco. En esta época del año el calor es insoportable, y más cuando vienes del baño y escuchas cosas que te ponen cachondo.

Sin demora el chico saca un vaso coloca un par de hielos y deja una botella de agua saborizada al lado del vaso, la tomo y la destapo para verter su contenido en el vaso. Le pido un removedor y doy un par de vueltas a la bebida para que se refresque un poco más rápido.

Le doy un sorbo a mi bebida y siento como baja por mi garganta, bien fresca, haciéndome estremecer. Veo a la una chica que sale del baño y que disimuladamente se acomoda los cabellos, su sonrisa amplia me indica que era la dueña de los gemidos que escuche con anterioridad. Debo admitir que es muy bonita y su cuerpo lleno de curvas debe ser un manjar para los hombres.

Sigo disfrutando de mi refresco y vuelvo a ver hacia la puerta del baño y me encuentro con que sale el hombre que le arrancaba los gemidos a la joven que salió anteriormente. Al verlo mejor trago en seco mi bebida ocasionando que me ahogue con ella, comienzo a toser y mis ojos se llenan de lágrimas, el camarero en frente mío me mira preocupado y yo atino a ver hacia arriba así se me pasa más rápido el incomodo ahogo. Cuando ya soy capaz de controlar mi respiración veo hacia donde se ubicó el tipo y me mira.

La primera vez que lo vi casi se me caen los calzones, dueño de una mirada intimidatoria, una boca carnosa y un físico para comer de a poco. Casi no podía creer que semejante escultura seria mi esposo. Lo conocí el día de la boda, aunque ya lo había visto antes en la oficina de su abogado, no fue nada especial, todo estaba arreglado solo tenía que dar el sí. Su español era muy limitado para ese entonces y cuando quise entablar una conversación con él, solo me miro con desprecio y casi me escupe cuando me dice —vine para que firmes un papel no para hacer amistad.

Así de frio y calculador, pero este señor no sabía que yo podría llegar a ser igual que él. Lo único que necesitaba era su dinero, nada más. Aunque podía entender su desprecio, hace cinco años atrás digamos que mi aspecto no era muy encantador y cualquiera hombre frente a mi podía salir espantado.

Ahora no me considero una belleza, pero gracias al trabajo que tengo me mantengo en forma.

Desvió la mirada disimulando un bufido y por el rabillo de mi ojo lo veo acercarse, toma asiento casi al lado mío. Puedo asegurar que desde la última vez que lo vi, esta como, decirlo sutilmente, ¿Mas apetecible? Si esa es la palabra, si antes me lo comía despacio ahora creo que me daría el tiempo suficiente para disfrutar semejante bocadillo. Suerte que no lee mis pensamientos. Con su mirada felina siento que me desnuda, será descarado no hace ni quince minutos que estaba follando y ya veo que sigue con su levante. ¿Sera un enfermo por el sexo? No quisiera saber la respuesta, me muevo incomoda en mi lugar. Miro de nuevo hacia él y me está mirando, aprovecha que lo miro y me sonríe. Junto todo el coraje del que sé que soy capaz para enfrentar mi realidad de una vez por todas cuando escucho que comienza hablar.

—¿Estas esperando a alguien, linda? —por lo visto no me ha reconocido, será prostituto.

—En realidad sí, pero ya llego —lo veo repasar el lugar y luego mirarme de nuevo sin entender. Pobre medio faltito me salió el tipo.

—Pues no veo a nadie —rodeo los ojos y lo miro con media sonrisa.

—Te estaba esperando a ti.

—¿A mí? —su mirada se ilumina, si definitivamente es un enfermo por el sexo.

—Por lo visto ya ni me conoces —digo por lo bajo y tomo un sorbo de mi bebida.

—¿No será que la confundida eres tú?

—No mi AMOR —remarco esta última palabra con comillas invisibles— soy tu esposa.

Shiloah

Zafiro

propuesta

Seis años atrás...

Estoy emocionada, hoy comienzo mis estudios en la universidad, mi especialidad Derecho. Hace una semana me mudé al campus, tuve mi orientación y ahora me toca comenzar con todo. Soy becada por lo tanto estudiar es mi prioridad.

No cuento con una familia que respalde mis estudios, por lo tanto, debo trabajar. En la universidad conseguí un puesto en la biblioteca y me queda como anillo al dedo ya que puedo combinar mis estudios con el trabajo.

Me levanto emocionada, salgo lista para mi primera clase. El profesor que dicta la asignatura es muy riguroso y salgo del salón con un dolor en mis manos de tanto tomar apuntes. Tendré que aprender a definir qué es lo importante para no terminar con una tendinitis en la primera semana.

Luego de asistir a todas mis materias del día y con una buena cantidad de tareas por realizar me dirijo a la biblioteca.

El trabajo es entretenido, puedo hablar con muchos y aprender de ellos. Pero tratar de hacer la tarea mientras trabajo es un tema muy difícil de llevar a cabo. Soy persistente y no me dejo vencer, trato de hacer todo lo mejor posible.

Llevo ya un mes en esta carrera en el buen sentido de la palabra ya que mi vida se ha convertido en una carrera, desde asistir a mis clases, tomar apuntes, hacer la tarea y trabajar. Esto último me desestresa un poco, pero también me atrasa en algunos aspectos.

Un nuevo día me espera y con ella la mala noticia de aumentos tanto en la renta como en el arancel de la cuota de la universidad. Lo que saco como bibliotecaria no me alcanza, pero tratare de encontrar otra forma.

No contar con una familia que apoye en mis proyectos me desespera. Me han contado que puedo postularme para encontrar un Sugar Daddy, pero cuando me percaté de que trataba desistí de intentarlo. Prácticamente tenía que ser la prostituta de un tipo mayor y eso me da asco, sin contar que todavía soy virgen y mi aspecto es... como decirlo, anticuado.

Si soy anticuada, y no por elección sino porque no me queda otra, mi ropa la consigo en centros comunitarios, también mi calzado. Mi peso no es el indicado ya que cuento con algunos kilos demás. Y bueno mi cabello es algo que tiene vida propia. Casi siempre lo llevó recogido en una coleta o trenzado ya que me cuesta peinarlo, es tan rizado.

Salgo de mi trabajo frustrada porque nunca me atrase con una cuenta y ya llevo tres meces que no puedo ponerme al día, un mes pago la renta y otro pago la universidad. Si no consigo dinero rápido tendré que abandonar mis estudios y es algo que no estoy dispuesta hacer.

—Hola Zafi —veo que me saluda Nico, un amigo que estudia economía.

—Hola Nico ¿Qué cuentas?

—Acá con mucho estudio, pero te estaba buscando.

—¿A mí? —Pregunto extrañada.

—Si, me entere de algo que te vendría de maravilla con tu problemita de dinero.

—La verdad estoy desesperada, ¿De qué se trata?

—Mira acá esta toda la información, léela tranquila.

Me pasa una carpeta con varias hojas y se despide. La guardo en mi mochila y me dirijo a mi departamento. Llego y me preparo algo para cenar, estoy tan cansada. Como algo simple y me dirijo al baño a darme una ducha. Al salir con mi pijama ya puesto, tomo mi mochila y saco la carpeta y colocando mis anteojos me siento sobre mi cama en posición de indio y me dispongo a leer de que se trata.

Luego de leer muchas veces la cifra que ofrecen me quedo pensando. El documento se trata de matrimonio, el solicitante necesita la ciudadanía. Todo está arreglado solo tengo que poner la firma y nada más. Lo más importante del trato que no exige buena apariencia solo que acepté las condiciones. Las cuales consisten en verse en el momento que se llevara a cabo el enlace y luego prácticamente olvidarse de dicho enlace. Me viene como anillo al dedo, ya que con mi apariencia no atraigo ni las moscas y por otro lado no pide más que una firma de mi parte. En especial no pide una noche de bodas.

Me duermo pensando en que ya tengo mis problemas solucionados. Me despierto y desayuno ligero, con lo poco que como no sé porque no bajo un gramo. Salgo rápido para buscar a Nico. Lo encuentro entrando al área de economía y lo detengo.

—¡Nico! —lo llamo

—Zafi, buen día.

—Buen día, leí lo que me disté y la verdad que me viene más que bien.

—Perfecto, cuanto antes quiero que me des una especie de carta de presentación —asiento— El tipo está desesperado, ya casi tiene la fecha cerca para irse del país y está iniciando un negocio que no quiere dejar.

—De ser así que raro que no lo pueda hacer tranquilo.

—Larga historia, pero lo único que te puedo decir es que la única forma de poder quedarse en el país es casándose.

—Pues que suerte para mí.

—Bueno, Zafi te dejo que tengo clases.

—Si, gracias —se da la vuelta y da unos pasos cuando lo paro de nuevo—¡Nico! Una cosa mas

—Dime.

—¿Tú crees que con mi aspecto no se arrepentirá? —me mira de arriba abajo.

—La verdad no sé, de todos modos, no necesita que te veas bien solo que firmes aceptando ser su esposa.

—Bien gracias.

Se marcha y yo me dirijo a mi facultad, antes de entrar a mi clase me dirijo al baño y me miro al espejo.

Lo único lindo que tengo es el color de mis ojos de un azul turquesa, pero mi pelo rojizo es indomable encima lo llevo largo con tantos rizos pequeños que parezco el rey león. No soy muy alta mido uno sesenta y ocho, por dos centímetros no mido uno setenta. Y mi cuerpo es regordete, aunque mi pecho siempre fue abundante.

Salgo del baño algo desconforme con mi apariencia. Llego al gran salón y me siento. No tengo idea de que se trató el tema del día mi cabeza iba desde mi aspecto físico y como se verá el supuesto novio.

Una semana después y Nicolás me llama y me cuenta que me aceptaron, tengo que reunirme con el abogado del tipo para ultimar los detalles en el despacho del mismo.

El tiempo vuela últimamente, tuve que acomodar mi cita con el abogado en un horario que no interfiera con mis estudios y mi trabajo, y si piensan que con todo el dinero que me pagaran dejare de trabajar, ni loca.

Llego corriendo luego de bajar del autobús que me dejo a dos cuadras del edificio donde está el despacho del abogado. Mientras corro mis pechos se tambalean y hacen doler mi espalda, llego agitada, tomo asiento en un cantero que está en frente del lugar y con un papel me abanico. Justo hoy tenía que hacer un calor de locos, siento húmedo hasta lugares que no puedo ni ver.

Ya con el aire recuperado entro al edificio y me dirijo bien confiada al ascensor y marco el piso donde me espera el abogado. Al llegar las puertas se abren y mientras veo a ciento de modelos pasarse en frente de mí y mirarme con desprecio, llego al mostrador donde está un chico más rosa que Barbie y luego de relajearme me indica la puerta donde se encuentra el abogado esperándome.

Entro a lo que parece una sala de juntas hay una enorme mesa con más de ocho sillas y en el fondo un tipo con canas que me mira de manera neutra.

—Buenos días, tu debes ser la señorita Mits —me tiende su mano mientras me saluda y se la estrecho.

—Buenos días, Zafiro Mits.

—Ahora entiendo el significado de tu nombre —dice y me sonríe.

Hablamos por el tiempo exacto de una hora, Carlos Rodríguez, el abogado es una persona muy cálida y comprensiva. Me explicó todo con lujo de detalles y yo afirme que estaba dispuesta a cumplir con todas las condiciones. Me hizo firmar una especie de contrato donde confirmaba mi conformidad y cuando estábamos por hablar de la fecha del enlace nos interrumpió una voz masculina.

—Carlos, ¿Ya firmó el contrato la estúpida que será mi esposa? —Ahí estaba mi respuesta a la cálida persona que sería mi supuesto esposo.

La pregunta del tipo que acababa de entrar me llevo a hundirme en la silla y no querer verlo.

—Shiloah, lo acaba de hacer —y puedo ver que me señala con la cara.

—Bien —dice y se escucha un portazo.

—Simpático el chico —murmuro.

—Es buen chico solo esta dolido por lo que le ha hecho su padre.

—No importa, solo lo veré una vez en la vida no necesito encariñarme con él —Lo veo asentir.

—Que me dijiste que estas estudiando.

—Abogacías —digo y sonrió.

—Serás buena abogada —declara— Cuando inicies tus prácticas no dudes en venir.

—Gracias.

Me levantó y me despidos luego de apuntar la fecha y hora del enlace que será dentro de dos días a las once de la mañana en este mismo despacho.

Al salir veo la espalda de un tipo que le habla a una de las tantas modelos que se desfilan por este lugar, continuo mi camino y puedo adivinar como me miran y se burlan de mí.

Entro al ascensor y sin mirar a ningún lado en especial disco el numero de la planta baja, cuando la puerta se está cerrando mis ojos dan con el tipo que habla con la chica y puedo afirmar que me quedo sin aliento.

confusiones

Llega el día de la boda y no puedo decir que estoy emocionada, solo lo veo como una transacción monetaria. Lo que, si traté de arreglarme lo más que pude, con tantas modelos desfilando por esa oficina no quiero sentirme cohibida.

ME puse un vestido blanco que encontré en el centro comunitario, parece esos vestiditos que usaba Lady Di. Por lo menos no me veo tan mal a mi parecer. Mi cabello es el único problema, no tengo forma de mantenerlo amarrado, mis rizos piden ser liberados de sus presillas y me cuesta mucho tenerlo amarrado.

Como maquillaje solo coloque un poco de labial y bueno mis infaltables gafas que me hacen ver como una nerd. Todo en mi grita perdedora, pero no me importa. Todo lo hago porque para mí, mi estudio es muy importante. Quiero salir adelante, quiero ser alguien. Mis padres no pudieron darme un futuro, pero me ocupare de dármelo yo misma.

Se que no es la forma, siento que le vendo mi alma al diablo, pero si quiero llegar a ser una gran abogada deberé de aprender a ser así.

Llego al gran edificio donde me espera mi futuro y seguridad económica. Entro y me meto en el ascensor, presione el piso indicado y espero hasta llegar al lugar. Las puertas se abren y los ojos caen sobre mí, me sonrojo inevitablemente y salgo mirando el piso. Llego al mostrador y me anuncio con la chica que está ahí, los murmullos se escuchan y ya saben a qué vengo, pero trago fuerte levanto la barbilla y entro dejando mi alma afuera de esas puertas.

Al ingresar ya están todos y me ubico en una de las sillas que me indican, al cabo d unos segundos entra el chico que había entrado aquella ves y que luego vi coquetear con una de las chicas de la oficina, me inspeccioné y me mira con una expresión de asco en su cara.

Me levanto de mi silla le sonrió y estiro mi mano a la cual mira, pero no acepta.

—Hola me llamo Za... —no logro terminar ya que me corte la palabra.

—Vine para que firmes un papel, no para hacer amistad —dice en modo seco y yo bajo mi mano, estúpido arrogante.

Todo pasa rápido, no volvimos a cruzar palabras. Luego de eso él se retiró y yo me quede conversando con el abogado de él, el hombre me agrada.

—Bueno muchacha, aquí tienes la tarjeta bancaria en esta cuanta podrás encontrar el dinero acordado —asiento tomando la tarjeta entre mis manos.

—Gracias por todo.

—Recuerda que cuando tengas tus pasantías vuelve para hacerlas aquí.

—No creo que sea posible, sabiendo que tiene de cliente a … —como lo llamo ¿Mi esposo?

—Si lo sé, pero puedo encargarme de que no se crucen.

Asentí y salí del lugar, casi corrí por las calles para meter la tarjeta y sacar el dinero para pagar lo que debía de renta y de la universidad.

Ya con el dinero a mi disposición me fui derecho a la universidad, pagué lo adeudado y agradecí la paciencia que me han tenido.

Volví a mi apartamento y le page al casero lo que debía de alquiler más un mes por adelantado, el tipo me miraba extrañado, pero no dijo nada.

Los días pasaban y como ya tenía dinero podía trabajar tranquila y estudiar más aun, mi comida paso a ser más sana de lo que era en su momento y me anote a un gimnasio para poner mi cuerpo en forma.

No es para pensar que lo hago por la mirada de asco que me dirigió, pero bueno si lo admito es por él. Él y su arrogancia. Tarde o temprano hare que se coma sus palabras junto con sus arrogantes miradas de superioridad.

Mi amigo Nicolás me ayudo a invertir parte de mi dinero para con el tiempo obtenga grandes beneficios.

Obvio que invertí una buena cantidad en ropa, pero esto lo hice con mesura ya que me encontraba en régimen y mi cuerpo estaba cambiando. Mi apartamento paso a tener mejores muebles luego de un año de estudios y cuando mi carrera ya cursaba el tercer año comencé mis pasantías en aquella oficina.

El día que me presente en la oficina de Carlos y me volvió a ver, se quedó impresionado por mi cambio. Nadie se acordaba de mí solo él y lo agradecía. Eso me ayudaba a pasar desapercibida.

Inmediatamente comencé a trabajar y haber mis pasantías, prácticamente era la mano derecha de Carlos y cuando Shiloah se presentaba en la oficina yo prácticamente me escondía para que no me viera.

Trabajar en la biblioteca, estudiar y venir hacer mis pasantías me ayudaron a bajar de peso, más todavía, y mirándome en el espejo sonreía mirando mi pequeña cintura. Lo único que mis pechos seguían siendo demasiados grandes y bueno mi trasero no se quedaba atrás, mi cuerpo tenía la forma de reloj de arena. Los hombres comenzaron a fastidiarme, cosa que me molestaba.

Puedo decir que mis días se convirtieron en carreras, correr para llegar a la universidad a tiempo, correr para llegar a la biblioteca y que decir para llegar a la oficina. Hasta que en la oficina comenzaron a pagarme deje de lado mi trabajo como bibliotecaria.

Pero eso no bato para que mis horas en la oficina aumentaran, así que, en resumen, corría y correr con tacones es todo un mérito.

Mis notas en la universidad eran de las mejores y hacer mi pasantía junto a Carlos me ayudo a aprender muchísimo, no sé cómo haría para pagar todo lo que hace por mí.

El día de mi graduación el me acompaño como si fuera mi padre, él concia bien mi historia, sabía que era huérfana y que mi familia, como mis abuelos y tíos, no se quisieron hacer cargo de mí. Por eso le quería mucho.

—¡Felicitaciones pequeña! —me dijo ni bien volví junto a él con mi diploma en mano.

—Gracias, no sé qué hubiera sido de mi sin tu apoyo —le dije abrazándolo y dejando caer algunas lágrimas de mis ojos.

—Vamos hoy te invito a cenar para celebrar tu graduación.

Salimos del campus y fuimos a cenar a unos de los restoranes que hemos asistidos a lo largo de mi carrera. Muchas de las veces que vinimos aquí fue para cenas con clientes y cosas así, pero era un lugar acogedor y se había vuelto especial con el correr de los años.

En medio de la cena lo veo dirigir su mirada hacia la entrada y su cara cambia inmediatamente, volteo y lo veo. Cada vez que lo veo me roba el aliento, es un hombre enigmático y tengo que admitir que muy sexy. Miro de nuevo a Carlos sonrió y me levanto para esconderme y no me vea.

Salgo dispara al baño, me quedo ahí lo que parece ser una eternidad, ya cansada decido volver a ver si ya desapareció. Me acerco a la mesa que compartía con Carlos y lo veo sentado junto a él y a una mujer que se le cuelga prácticamente de las piernas rozándolo con descaro.

No voy a negar que me enferma ver eso, carajo es mi esposo y él ni siquiera se ha digna a saber de mi en todo este tiempo.

Le miro y aprieto la mandíbula y mandándole un mensaje a Carlos decido salir del lugar. Salgo afuera y recuerdo que me deje mi abrigo en recepción, vuelvo a entrar al restorán y lo pido. Mientras espero mi mirada no deja de ir hacia donde se encuentra mi querido esposito manoseando a la zorra que se le restriega y Carlos los mira avergonzado.

En ese momento en que mi cara de vergüenza ajena se hace presente, el decide mirar para donde estoy no aparto la mirada, sé que no me reconoce. La chica trae mi abrigo y dándole una última mirada, cosa que no lo veo más en su lugar, salgo disparada al frio de la noche. Subo al primer taxi que para y me monto en el cuándo termino de acomodarme lo veo salir afuera y mirar hacia los costados. ¿Será que me ha reconocido? No, ni en mil años lo hará.

Él es un tipo que solo tiene ojos para cuerpos esculturales y eso me he dado cuenta con el paso del tiempo al trabajar junto a Carlos.

Mientras tanto en el restorán...

—¿Carlos viste a esa mujer? —Pregunto dudando, ¿Sera la muchacha esa que ni su nombre recuerdo?

—¿Qué mujer, muchacho? —me contesta con otra pregunta.

Me levanto de mi lugar ya que creo que saldrá del restorán, pero cuando llego hacia la zona de recepción veo que no está. Salgó afuera y miro hacia los lados. Me quedo parado ahí, haciendo el ridículo. Lo único que recuerdo de esa mujer es que era gorda, y eso me llevo a pensar que se casó solo por el hecho de que sería la única forma de conseguir un matrimonio, aunque no existiera.

Las mujeres son así, quieren vivir en un mundo de fantasía. Donde las rodeen de lujos y bienestar. Sino basta mirar a la chica que me acompaña, la cual ya olvidé su nombre, para saber que lo único que quiere es que las mantengan.

No soy estúpido obtengo lo que quiero y cuando ya no las necesito las desechó por la siguiente. Mi lista es larga, todas quieren pasar por mi cama y a mí eso no me molesta siempre y cuando obtenga lo que quiero.

Meto mis manos en mis bolsillos y vuelvo al calor del restorán, para ser verano está bastante fresca la noche. La mirada penetrante de esa mujer se posa en mi mente y estoy seguro que no tiene nada que ver con aquella loca que acepto casarse con un desconocido.

—Shiloah, ¿Dónde andabas, cariño?  —pregunta la rubia que me acompaña.

—Creí haber visto a alguien, pero solo me confundí.

Me ubico a su lado y rápidamente siento las manos inquietas de la rubia sobre mis piernas. Carlos se disculpa y nos deja solos.

—Mañana paso por la oficina.

Le digo antes de que se valla y decido que es el momento de subir a mi habitación. Este restorán es parte del hotel que está casi pegado a él. Por eso vine escapando de mi país, quería mi propio inicio lejos de mi padre que solo quería ponerme una correa y manejarme a su antojo.

Una vez que mi matrimonio con la gordita se hizo realidad, también comencé con mi proyecto. Este es parte de él. Soy chef, amo cocinar y aunque no lo crean este es mi lugar. El hotel le da ese toque de comodidad ya que puedo vivir en él.

Nadie sabe esta faceta de mí, todos creen que soy un empresario hotelero que se lleva a los mejores monumentos a la cama, lo cual es verdad, pero soy un simple chef que trabaja anónimo. Nadie sabe quién es el chef del lugar y a todos los empleados les hago firmar un documento de fidelidad para que no divulguen mi verdadera identidad, sino la demanda que deberán pagar es más grande que lo que ellos ganarían en su vida de trabajo.

A esta altura mi padre debe estar revolcándose por no lograr que vuelva junto a él. Me puso miles de trabas, pero en este país lleno de corruptos me fue muy fácil establecerme, claro los billetes nunca faltan por debajo de la mesa.

Ahora que estoy en mi habitación con la rubia ahogándose con mi entrepierna, no puedo dejar de fantasear con aquella mujer, y me vengo en su boca pensando en ella.

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