Entra Pablo con elegancia al salón. De un traje negro que contrasta con su hermoso cabello blanco. Tras el traje se puede ver casi la forma en cómo sus músculos se marcan, sus labios perfectos, y rosados, esos ojos como púrpura, y su belleza es demasiado exagerado para su edad que no lo aparenta. Coffee al verlo se queda estupefacta, la sangre corría por sus venas, sentía calor, sentía que sea ahogaba, pues había contenido la respiración sin darse cuenta, y para entrar en si, se dio un pellizco ligero para reaccionar y que sus nuevos amigos no se dieran cuenta de lo que estaba ocurriendo, y cuando pensó que no había belleza tal fue cuando entró ella, como un Angel dócilmente, como si apenas tocara el suelo con cada paso que daba, se puso junto al hombre perfecto, ella tenía una belleza que para Coffee no era de este mundo, cabello largo a la cintura, de un color casi rojo como una manzana o más bien como una hoja de maple en otoño, uno ojos perfectos, enormes ojos, que hacían juego con su vestido escotado casi revelador que cubría su piel blanca como el mármol con un suave encaje traslúcido que se pegaba a su perfecta piel, sus ojos eran como azulados, verdes, y con motas de púrpura, sus labios eran rojos como el carmín puro en su esencia. Si ella pensaba que tenia un pechos grandes, las de ella doblaban el suyo, tanto que Coffee se sintió un poco aliviada, era una mujer perfecta, las curvas perfectas. Y sus compañeros al igual que ella estaban encantados con la belleza de ella y de él.