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Deseos Letales

Capítulo 1.

SEGUNDA PARTE DEL LIBRO: "Deseos Latentes"...

..._________________________...

Los días han pasado de manera tan lenta, es como si el tiempo no deja cerrar esa herida. Tratar de olvidar a Débora no ha sido tarea fácil, ¿y cómo iba a ser si se trata de la única mujer que amo? Ya dos años desde su desapareción, mi cabeza estalla cada que recuerdo sus últimas palabras. Nos íbamos a casar, íbamos a ser felices, pero la vida se empeñó en hacerme un maldito infeliz que llora día y tarde por su desaparición.

Tomo entre mis manos el anillo de compromiso que una vez le entregué con intenciones de hacerla feliz.

—Soy una vergüenza, ¿no, Débora? — agarro su fotografía —. No te cuide como prometí hacerlo.

No derramare una lágrima más, ¿de qué me sirve llorar por alguien que hace más de dos años no está conmigo, y que de seguro lastimaron?

—¡Maldito hijos de puta! — el retrato se quiebra en el piso al segundo de lanzarlo con esta rabia y desesperación invadiendome —. Me haces falta, Débora — entrelazo los dedos en mi cabello —. Te necesito, mi amor.

—¡Patrón! — uno de mis hombres entra de golpe a mi habitación.

—¡Les dije que no me molestaran en un momento de privacidad como este!

Luce atónito, y por alguna razón "importante" sostiene un sobre en sus manos mientras sigue parado en media puerta.

—¡Habla ya antes de que pierda la maldita paciencia!

Me entrega el sobre amarillo.

—¿Qué es esto?

—Son los resultados de las investigaciones que mandó a realizar desde hace dos años, jefe.

—¿Investigaciones? — varias fotos se liberan del sobre, viendo fuzgamente fotografías de una mujer elegante —. ¿Quién es esta mujer?

—Su nombre es Hera, hija de un hombre poderoso. Para nadie es secreto que ella se dedica a la mafia, de hecho, es conocida como la reina de la mafia. Una mujer intimidante que a sus 27 años, es respetada por todos, una asesina sin escrúpulos y a sangre fría.

Observo a la rubia mujer con gafas de la foto, y justo la imagen de Débora se cruza por mi cabeza.

—Jamás he escuchado hablar de ella, ¿y esta mujer qué tiene que ver conmigo?

—Ha sido ocultada por su supuesto padre por años, y los negocios que maneja lo hace desde sus tierras europeas en Italia. No quisiera seguir molestandolo, señor. Pero no puedo irme sin que vea esto — me enseña una fotografía de la mujer en la que se encuentra sin gafas, entrando a una lujosa camioneta —. Se la tomé en un viaje que realicé a Italia, ahí fué dónde la conocí. ¿No le parece conocida esta mujer, jefe?

—No... —mi cabeza está repleta de recuerdos con Débora, de su sonrisa que se asemeja con la rubia de la foto —. ¡No! ¡Quita esas fotos de mi presencia!

—Pero señor, esta mujer se parece mucho a la Srta. Débora.

—Débora está muerta, eso es imposible.

—En una situación nerviosa como en la que se encontraba su prometida, es muy probable que su cabeza haya quedado en blanco.

—¿Qué quieres decir?

—Hay una probabilidad de que esta mujer y la Srta. Débora, sean la misma persona. Tan solo que...

—¿Que qué?

—Pudo perder la memoria después del atentado en aquel hospital.

Capítulo 2.

Mi rostro se esconde entre mis manos, mientras las lágrimas se escurren sin tomar medidas.

—Señor, ¿se siente bien?

—Tráeme toda la información de esa mujer. Si es cierto todo lo que dices, si esa mujer en verdad es Débora, no la dejaré ir por segunda vez.

—Hera Santoro; una mujer con 27 años de edad. La reina de la mafia italiana, llevando en poco tiempo un cargo tan importante en el que se ha ganado el respeto de todos. Muy poco se sabe de ella, pero lo necesario como para saber que su "padre" es un sobreprotector — Luciano deja unos documentos sobr la mesa —. Eso es todo lo que pude investigar, jefe.

—Muy buen trabajo — giro mi cabeza viendo a Matt.

—¿Tú crees que ella sea mi hermana?

—No sé si es la ilusión de tenerla conmigo, pero pienso que Débora está viva. Para responder tu respuesta se necesita tener cara a cara a dicha mujer, y así poner las piezas en su lugar. Pero, ¿cómo nos acercaremos a ella?

—Tú por eso no te preocupes, hombre — los tacones de Tiffany se aproximan —. ¿Para qué crees que me tienes contigo?

—Ni de loco permitiré que viajes a Italia. Eres mi amiga, no un animal al que quiero poner en riesgo.

Arregla el cuello de mi camisa.

—Se trata de mi amiga, ¿me escuchaste? Si el cáncer no me mató, mucho menos ella.

—No asegures algo que no se sabe.

—He esperado tanto un reencuentro con Débora; si moriré, será dando todo como mi familia me ha enseñado — golpea mi hombro, tomando los papeles —. ¿Cuándo viajamos?

—Esto no es tan fácil, Tiffany. Ni siquiera hemos pensado en como llevar a cabo esto.

—Si me disculpa hablar —Luciano interviene en la conversa—. Escuché hablar de un lugar que frecuenta la mujer; Hellqueen, ella es la dueña absoluta del lugar.

—Hellqueen —murmura Tiffany—, me gusta como suena. ¿Listo para empezar con el plan, Ángel?

...TIFFANY...

Un día después...

Me acostumbré contemplar a un amargado Ángel, desde que alejaron a Débora de su vida es otra persona.

—¿Cómo quedé? —me presento ante Matt y Ángel con un corto vestido, unos lentes de contacto color verdes y una peluca negra.

—Vas a hacerte pasar por otra persona, no seduciras a nadie —Matt ha sabido molestarme, por lo que le saco el dedo corazón.

—El caso aquí es que puedas tener un acercamiento con Hera — Ángel me pasa mi nueva identificación falsa—. A partir de hoy te llamas Beatriz.

—Me gusta — sonríe.

—Matt lo eligió.

—Está pésimo el nombre — sonríe ladeada mientras disfruto la amargura de Matt; es mi amigo, pero digamos que le estoy haciendo pagar el año que estuvo fuera del país, yéndose sin despedirse de mi.

—No vayan a comenzar a pelear, por favor. Se hace más de noche, entra. Luciano estara cuidándote en el interior del club. Ten precaución, no podemos confiarnos en nadie.

—Claro lo tengo — les hago la mano cuando paso por las puertas del lugar.

Sabía que no me beneficiaría tanto estar con un vestido tan corto como el que tengo, hace tanto frío que me siento ir volando con el viento.

No veo a nadie más que a hombres apostando, mujeres bailando en barras, pero no a la bendita mujer de la foto.

Un grande mano da un leve apretón en una de mis nalgas, haciéndome saltar del susto; un alto y rebusto hombre ha aparecido tan de repente.

—¡Oiga, que le pasa! — mi mano se deja llevar por mi Tiffany interior y ya golpeo su rostro con una cachetada.

Aprieta mi brazo.

—¿Sabes en el puto problema en el que te has metido al levantarme la mano, pequeña zorra?

—¡Suéltame! — silenciando mi boca con su mano me lleva a rastras al segundo piso, caminando por un pasillo oscuro —. ¡No me toques! ¡Suéltame, imbécil!

Me lanza a una esquina. Una pequeña cantidad sangre que ha salido de mi nariz, entra a la comisura de mis labios.

—Te enseñaré a respetar a tus mayores, hija de puta... —sus palabras no se completan y no entiendo la razón por la que ahora sangre cae de su cabeza. Al instante en el que el hombre cae de rodillas al suelo, me deja a la vista a la mujer de la foto; Hera, que sostiene una pistola plateada.

—¡Quiten a este hijo de su perra madre de mi presencia y desenlo como comida a los perros!

Su presencia descontrola mi manera correcta de respirar. Su rostro, su mirada, su voz; ella es Débora. El color castaño de su cabello ha cambiado por uno rubio; sus cortos vestidos han cambiado por faldas de cuero y blusas pegadas a su cuerpo del mismo material.

Sus botas de tacón avanzan hasta quedar enfrente de mí, con una sonrisa me extiende su mano.

—¿Te sientes bien? ¿Te lastimó? —la impresión no me deja tomar su mano—. Soy Hera, ¿puedo ayudarte en algo?

Capítulo 3.

...HERA...

Parece estar en un estado de shock, y por lo mismo no recibe mi mano que ha quedado extendida; eso fue humillante.

Regreso a mi postura anterior, mirándola desde el suelo.

—¿Cómo te llamas?

—Soy... Beatriz.

—¿Qué haces en un lugar como este? — me fijo en su ropa.

—Yo no soy una prostituta — lo niega antes de que hable.

—No pensé en eso, tranquila. Estás temblando. Vamos, dame la dirección de tu casa, yo te llevo.

—No tengo casa.

—¿No?

—Yo... — peina su cabello al segundo de levantarse —, me escapé de casa y no quiero volver.

—¿Ok...? Hagamos algo, ven a mi casa mientras piensas en como regresas a casa. Es tarde y hace demasiado frío que podrías enfermarte — me pasan un abrigo largo el cual se lo entrego.

—Como usted va a hacer eso, ya me ayudó en que este hombre no me violara...

—Insisto, soy responsable de lo que sucede dentro de mi club. Hora de irnos, me urge descansar.

Con unas gafas puestas salgo del lugar en compañía de los guardaespaldas y de la mujer; antes de subir al automóvil, freno al sentir el peso de una mirada en un punto no tan lejano. Mi piel no evita tensarse y mi cabeza doler nuevamente.

—Señorita, ¿se encuentra bien?

—En lo que cabe — respondo, buscando al responsable de esta sensación extraña pero no veo más que a un carro negro estacionado en un callejón —. Vámonos ya — me monto en el vehículo, cerca de la ventana donde no pierdo de vista a aquel carro negro.

—Gracias — mi mirada se situa en la chica que ha abierto su boca.

—No hay de qué — le sonrío con la mirada.

Me parece extraño que no se haya asustado cuando presenció la muerte del imbécil que quería violarla; ¿desde cuándo ver a alguien morir es normal? Tal vez deba hablar con ella luego.

—¿La chica despertó? — inquiero, dándole una ojeada a mi hombre de confianza que me acompaña en la sala de juegos.

Como todas las mañanas, en mi mano se encuentra un taco de billar. Me posiciono en un lugar perfecto para empujar la punta del taco a la bola que gracias a una buena puntería, se ha metido en el hueco correspondiente.

—No, aún no ha despertado. ¿Quiere que la llame?

—Déjala dormir, debió estar cansada. Mantenganla vigilada; y si pide algo, desenlo. ¿Mi padre llegó?

—Tuvo un negocio a última hora, sigue en New York; la que sí llegó es su hermana.

—Esa zorra no es mi hermana, no lo vuelvas a decir.

Dejo la sala para subir a mi habitación y darme un baño; sin embargo, me detengo cuando la mirada de Payton me atrapa.

—Hello, ¿me extrañaste, Hera?

—Como no te imaginas — digo irónica —. ¿Qué tal tu viaje? ¿Te cogiste a algún hombre sin que papá se diera cuenta?

La dejé tiesa, apuesto a que le di en el punto.

—Lo que haga con mi trasero no es de tu importancia.

—Oh, ¿ahora te lo dieron por atrás? —rio con intenciones de molestarla.

—Sigo sin entender que pasó por la cabeza de papá cuando te dió su apellido, apellido y cargos que me corresponden a mí como su hija de sangre.

—Confórmate con ser la malquerida, hermana. Ya eres una vergüenza para esta familia, ¿cuál es la necesidad de seguir mostrandolo más?

—Algún día te quitaré de mi camino, hija de puta. El día en el que te asesine, será mi mayor deleite.

Mi navaja que se escondía en mi pantalón queda en su cuello, mientras que la presión de mi cuerpo en el suyo la estampa en la pared.

—Me detestas, yo te odio; me quieres ver muerta, yo deseo verte en el infierno; tienes ganas de matarme, y yo de cortarte este cuello de perra. Un pajarito me contó acerca de una visita que hiciste en la casa del enemigo de nuestro padre, ¿qué? ¿Traicionaste al hombre que te dió la vida por una cogida? Ganas no me faltan para enviarte con el diablo, así que habla ya.

—Y si es así, ¿qué? ¿Me matarás?

—Si lo hago, te puesto mi vida a que papá estará más orgulloso de mi.

—Como que muy superior, ¿no, imbécil? Eres una hija de puta a la que muy pronto eliminaré con mis manos.

La presión de la navaja en su cuello a hecho un corte ligero en su cuello.

—Por ahora resignate a envidiar a la mera reina; yo.

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