-¡Vamos princesa! No debes tenerle miedo a los payasos, solo son personas disfrazadas que dan alegría a quienes lo necesitan. No pueden hacerte daño ya que papi te protegerá- con una expresión de confianza en el rostro, mi padre mantiene extendida su mano.
-¿Seguro que todo estará bien?- logro articular con mi voz quebrada por el llanto.
-Lo prometo princesa- dice mientras sostiene mi mano y me baja de una rama del árbol del cual no sé cómo lo subí, solo sé que el payaso se me acercó y corrí lo más lejos que pude.
Una vez en el suelo, seco mis manos en el pantalón ya que están sudadas en frío, me siento ansiosa y no puedo dejar de pensar en ese hombre.
-Iremos por un helado y esperaremos a mamá en las bancas del centro. ¿De acuerdo?
-¡Sí!- escucho como el teléfono suena y él contesta en seguida. Miro a mi alrededor, me encanta venir a este parque porque es muy grande y los árboles se convierten en morado por sus bellas flores y eso los convierte en mis favoritas.
-Sé que ya es tiempo pero deben darme un poco más, solo me falta lo mínimo pero ustedes quieren todo y no lo tengo todo… solo me falta una décima parte- se excusa mientras su rostro permanece preocupado. Nunca lo había visto así. Mi padre parece recordar que estoy a su lado, me hace una seña para que le suelte y poder alejarme unos cuantos metros para hablar.
Doy la vuelta para hacerlo sentir mejor y no vea que presto atención a sus palabras pero rápido me vuelvo la vista al dejar de escuchar a mi padre. Un par de hombres lo sostienen de los brazos mientras otro le pone algo en la boca y el último sostiene un gran perro que no puedo dejar de mirar.
-Parece que no sabes acatar órdenes y tendremos que enseñarte como respetarlas de ahora en adelante- ese hombre de barba y gafas oscuras es intimidante, mucho. No puedo hablar, no sé qué me sucede ya que debería estar pidiendo ayuda. Busco a mí alrededor y no hay nadie, absolutamente nadie.
-Papi…- es lo único que logra salir de mi boca en forma de susurro.
-¡Hola pequeña! Creo que no hemos tenido el placer de conocernos pero espero que me recuerdes para toda tu vida y ayudes con eso a tu papi. ¿Sí?- logro asentir pero por miedo. –Tu papi nos debe algo y venimos a cobrarle pero como no ha pagado… cobraremos de una manera un poco distinta y espero que veas todo.
El hombre se coloca atrás de mí dejando su perro a mi lado para ver a mi padre. Con sus manos toma mi cabeza para que no la mueva. Puedo ver a mi padre moverse con gran energía y por primera vez veo lágrimas bajo sus ojos. Veo como golpean a mi padre hasta cansarse mientras grito que lo suelten pero ese hombre me impide correr. Le ponen algo encima a mi padre y acto seguido, el perro corre a él. Sus gritos agonizantes suenan y suenan en mi cabeza pero dejo de escucharlos tan pronto como el perro llega hasta él. Hay sangre por todos lados y mis lágrimas no paran de salir.
-Espero que tengas una buena vida—dice mientras estamos de frente junto con su perro lleno de sangre, lamiéndose y gruñéndome. Comienzo a ver borroso y de pronto, nada. Solo oscuridad.
El sudor corre por mi frente. El único ruido pertenece al segundero del reloj viejo que debo remplazar, la oscuridad abunda en la fría habitación. Me levanto y termino de despertar al mismo tiempo que el frío del suelo atraviesa mi piel.
Abro las cortinas dando llegada a la tenue luz de la lámpara que ilumina la calle. Cambio mi pijama por ropa deportiva donde solo guardo un poco de efectivo y teléfono para salir a correr. No me detengo hasta llegar al edificio donde hoy comienzo a trabajar. Es mi primer día en este hospital, que es uno de los mejores del país. Me detengo en la entrada para admirar el edificio, ver lo impotente que es. Entro a darme una ducha en la sala que es más bien como una casa solo para los especialistas ya que puedes dormir, ducharte, descansar y comer. Abro mi locker y ese color azul rey me alegra el día aún más. Mi primer trabajo… conocer a los pacientes.
-¡Haz tardado cariño…! -dice. No puedo evitar sonreír al escuchar esa hermosa voz.
-Yo también te extrañé Sam- susurro. Digo al darme la vuelva y abrir los brazos.
-Fui a verte a tu antiguo departamento pero me dijeron que te mudaste y no pude contactarte porque perdí mi teléfono y no recuerdo tu número así que decidí esperar a tu regreso- dice riendo.
-¡Gracias! pero… ¿tienes un brillante cerebro para ayudar a tus pacientes y destruir a la competencia pero no puedes recordar el número de tu mejor amiga? eso es insultante.
-Si pero tú hombre me ha dicho que estas bien y eso me es suficiente- cierto, olvidé por un momento a Bernard.
Una llamada de quirófano frena nuestro pequeño reencuentro por lo que salimos corriendo.
-¿Qué tienen?
-¡Atropellado!
Corro a ver las pupilas pero…
-¡Pupilas arreactivas! Un taladro- grito al residente.
Estabilizo el cuello y rapo una parte de la cabeza. Tomo un bisturí, abro y separo el cuero cabelludo. -¡El taladro!- perforo y cuando saco el instrumento, sale la sangre y coloco gasas, el hombre reacciona y todos entramos un tanto aliviados por ello. Está completamente irreconocible, siempre he detestado los accidentes automovilísticos solo por el hecho de que es más difícil encontrar a los familiares e identidad del paciente sin algún tipo de identificación.
Todos hablan al mismo tiempo sobre quien iniciara primero pero decido dejarlos hablar mientras yo hago lo mío pero de pronto hay un silencio y me vuelvo a ver qué sucede.
-¿Qué haces? -dice una colega con tono molesto.
-¡Arreglar la epidural!— digo volviendo a mi trabajo.
-¿Eres la nueva cierto?- dice moviendo la cabeza en forma de negación. Al ver que no contesto comienzan a tomar sus puestos, en realidad no sé porque están relajados cuando el paciente puede morir. Además de que lo que me espera no será fácil con esa mujer por lo que veo.
Al salir de la operación me indican que ha vuelto a tener hemorragia y tengo que intervenir de nuevo. ¿Qué carajos sucede? ¿No tienes ganas de vivir?
-¡La presión baja! —la voz de la enfermera me trae de vuelta.
El tiempo pasa lento y eso no me gusta, me siento bajo presión cuando eso sucede y no es bueno… nunca es bueno, es como una mala señal que advierte que todo irá mal.
-Presión intracraneal en 30, 70 de manitol y oxígeno —no… ¡no!- ¡No puede ser! — solo dejo los instrumentos en su lugar y me quedo calmada pero veo que el pequeño interno tiene cara de confusión. Todo pasó demasiado rápido.
-¿Qué? ¿Qué pasa? —dice asustado y confundido.
-¿Estas tonto o qué? ¡Ya no hay nada que hacer! — le grita esa estúpida doctora. Sé qué tipo de persona es y creo que nunca podremos llevar una buena relación de colegas.
-Sufrirá acidosis e hipotermia —digo tranquilamente tomando su hombro. –Llévenlo a terapia intensiva —digo tirando el uniforme desechable a la basura y saliendo del quirófano.
Todos piensan que nosotros como doctores no tenemos sentimientos, que somos de hielo y que para eso somos entrenados. Pero siempre se equivocan, el hecho de que no reflejemos nuestras emociones y sentimientos al paciente y familiares no quiere decir que seamos robots; al contrario, no saben lo que se siente el saber que somos las últimas manos responsables de su vida, las últimas personas a quienes ven y les hablan… los responsables de su vida o muerte. Vemos la muerte a cada minuto y tratamos de enfrentarla con nuestras mejores armas, eso es lo que hago.
Mi turno finalmente llega a su fin y mientras me dirijo a la salida, me encuentro con una figura familiar. Llego hasta su lugar solo para sonreírle.
-¿Qué haces aquí? -digo muy sorprendida por tal gesto, me mira y estira la mano para chocarlas ya que es como nuestro saludo personal.
-Sam me dijo que hoy llegabas y quería recibirte también. ¿Vamos? -dice sonriendo.
Caminamos a su auto pero me detengo.
-¿Estrenando?
-Es un regalo de mi padre.
-¿Y eso?
-Es por ganar mi tercer año consecutivo al mejor chef del país.
-¡Wow! ¡Muchas felicidades! Eso es increíble- digo mientras le doy un abrazo.
-Sí, aunque es la tercera vez… esto ya es aburrido -me indica subir. Él no es como los demás que abran la puerta para dejarte subir primero, él es quien sube primero y yo siempre quedo como estúpida esperando que haga ese gesto que nunca pasará por lo que subo finalmente.
Bernard es mi amigo desde la preparatoria y todo el tiempo en que estoy con él, fuera de pensar en que llevo años enamorada de él; pienso y recuerdo que no pertenecemos a la misma sintonía del amor. Él es hijo de un grandioso y muy reconocido chef y su madre es maestra de primaria. La primera vez que conocí a sus padres y su familia, yo estaba muy nerviosa y no sabía cómo comportarme con ellos.
Finalmente nos detenemos en la entrada de un restaurante. Salgo del auto y me quedo mirando fijamente la entrada
-¿Te gusta? -dice colocándose a mi lado.
-Me gusta el efecto que crean las luces, parece na…
-¡Navidad! -dice con una gran sonrisa mientras los ojos se le iluminan cual niño le regalas un dulce, esa característica es la que más me gusta de él.
-Es cálida, me gusta. ¿Es tuyo? -digo, pero en realidad sé que lo ha abierto recientemente porque he visto constantemente su red social.
-Sí, es nuevo y espero una buena reseña de todo -verlo sonreír es como un golpe de energía que me reinicia la vida, es como si solo existiéramos nosotros por un pequeño momento.
-Pues ya puedo decir que la comida es deliciosa.
-No puedes decir hasta probarla.
-Pero sé que el chef es muy talentoso -le doy una linda sonrisa. Comienzo a avanzar y puedo decir que el lugar es bellísimo, es espacioso con naturaleza en lugares bien pensados que elevan el estándar haciendo que no me equivoque ya que en verdad es cálido y con sensación de que en este momento tu vida marcha muy bien aunque sea lo contrario, por lo que será casi una adicción frecuentarlo.
El hecho de que digamos cosas parecidas hace que me sienta especial en la vida de él. Mientras Bernard va a la cocina por los platillos, yo me dirijo a una pared donde hay fotos de su adolescencia, incluso veo una donde estamos juntos con unas sonrisas llenas de vida.
-Quise poner algo más personal que fuera diferente al resto.
-Y lo es, es hermoso.
-Ven, vamos a cenar -dice sentándose. A veces las pequeñas cosas me regresan a la realidad.
-Cuéntame ¿qué has hecho los últimos años? -digo rompiendo el silencio de la cena.
-He trabajado duro, casi sin tiempo para descansar y a veces pienso en renunciar ¿y tú?
-¿Ya encontraste alguien que te guste? -digo con sonrisa traviesa y esperando lo peor mientras cambio el tema.
-¡Claro! Pero no sé si me haga caso… es una amiga aunque hemos hablado muy poco.
-Debes apresurarte antes que te la ganen.
-Ella tiene novio con el que ha estado por tres años.
-¡Wow! Eso si no me lo esperaba -digo sorprendida pero por el hecho de que se fije en alguien con pareja.
-Están mal por el momento y…
-Quieres aprovechar eso, bien pensado -en realidad no sé qué pensar de eso.
-Él nos vio hablar y no quiero pensar que es mi culpa, no quiero romper su relación por algo que el hizo en su cabeza pero si eso me da la oportunidad debo aprovecharla.
-Eso si -siempre digo eso cuando no sé qué decir, además de que… quiere cambiar la verdad.
-¿De dónde es o la conozco? -digo para parecer interesada en el tema pero ya no quiero saber nada de ella.
-Ammm la debes conocer ya que trabaja en el mismo lugar que tú.
-¿Enserio? -no puede ser, ahora esa mujer me recordara lo miserable y patética que soy.
-Se llama Nahomy del departamento de traumatología -dice alegre.
-¿Y su novio?
-Trabaja ahí mismo.
-Que complicado tu caso amigo -¿Por qué tenía que complicar mi trabajo?
-¿Al menos dime quien es para no meterme en problemas? Das miedo.
-Es el ortopedista.
-Oh ya.
-¿Los conoces?
¿Cómo le digo que quizas no me llevé bien con su futura pareja porque ella fue la que quiso meterse conmigo y trató mal a mi interno en mi primera intervención justamente en mi primer día?
-No, creo que aún no me los he topado.
-Ojalá que todo vaya bien y que ya tengas pareja por fin -eso es algo que deseas a alguien que no ves con otros ojos más que de amistad. Duele.
Después de esas palabras dejamos de hablar para finalizar la cena. Me llevó a casa… mi antigua casa, no quise corregirle y fingí entrar para solo llamar un taxi. Al llegar a mi departamento me acosté en la cama para comenzar a llorar, aunque sabía que algún día el me contaría de alguien, no pensé que fuera pronto. Así que como solo me importa su felicidad, espero lo sea con ella. Mi llanto dura al menos un par de horas incluso después de mi aceptación, cuando ya estoy harta de lo patética que soy, saco a la mejor mujer que se ha propuesto no llorar a un hombre y dejar ir a… su amigo, el chico que me gusta. Me decido a dormir pronto y descansar muy bien para mañana aunque me cueste conciliar el sueño.
Me levanto tarde y no me da tiempo tomar mi desayuno, tomo el auto y salgo directo al hospital donde llego justo a tiempo.
-Llegas tarde, ¿se te durmió el gallo? -Sam ríe.
-Mi alarma no sonó -me quejo mientras me acerco a un residente.
-¿Podrías traerme un té por favor? -Le digo casi suplicante.
-¡Doctora Grey! -me vuelvo para ver quién me llama y ¡oh sorpresa!... ella.
-¿En qué le ayudo doctora Spencer? -digo amablemente.
-Sé que eres nueva pero debes aprender que en cada lugar hay reglas y lo que hiciste ayer las contradice así que no pienso permitir eso en mi quirófano -dice molesta.
-¿En serio? ¿Quién lo dice? Porque en el reglamento y normas que me dio el jefe no decía algo sobre que usted mande o que los quirófanos sean de usted, sobretodo no puedo evitar hacer algo que beneficie a mis pacientes así que yo tampoco permitiré que me mande alguien que está a mi nivel o por debajo… solo hago mi trabajo y solo pienso obedecer a mis superiores así que ni modo… -digo para darle la espalda y alejarnos.
Debo aclarar que soy de las personas que clasifican a los demás de acuerdo a la primera impresión, ¿es correcto? No, ¿alguna vez me he equivocado al respecto con alguien? Jamás. Me agradas, te detesto o simplemente ni me vas ni me vienes.
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