Beijing 2015...
Había sido un largo viaje de 12 horas...
Derek estiro sus largas piernas hasta donde el reducido espacio existente entre los sillones del avión se lo permitía mientras escuchaba la voz del piloto informando que ya podían soltar sus cinturones y prepararse a descender.
Casi siete años habían transcurrido desde aquella vez, cuando había abordado desde aquí su vuelo de regreso a Canadá. En aquella ocasión la emoción que sentía de regresar a su hogar fue una mezcla de dolor, rabia y ansiedad. Aquel retorno abrupto cambió sus planes de vida para siempre.
Volver a Beijing después de tanto tiempo le generaba mucha ansiedad, pero también nostalgia, después de todo, fue en esta ciudad donde pudo ganar la medalla de oro olímpica de natación en representación de su país, fue donde se enamoró realmente por primera vez, donde vivió los mejores momentos de su vida, pero también los más dolorosos y desconcertantes.
El ser un campeón olímpico era la razón de su regreso. Había recibido una invitación del Comité Olímpico Internacional para la inauguración del mundial de natación que otorgaría cupos para las próximas olimpiadas, en compañía de otros campeones.
Había sido una bella época aquella, la escuela, la juventud, los amigos y el amor... pero también representaba enfrentarse al peor dolor que había sentido en su vida, un dolor que a pesar de haber pasado ya tanto tiempo, continuaba presente en su corazón.
Al salir del aeropuerto, Derek se dirigió directamente al Centro Acuático, había escuchado que las piscinas nuevas eran fantásticas y era ahí donde se llevarían a cabo las competencias dentro de algunos días. No podía esperar para ver el lugar y aprovechar, en su calidad de invitado especial, para darse un chapuzón y ponerse en forma para el espectáculo de inauguración. Eran casi las 3 de la tarde, por lo que seguramente la temperatura sería agradable en el agua.
Durante el trayecto desde el aeropuerto Derek observaba la ciudad, había cambiado mucho desde la última vez que estuvo allí, sin embargo algunos sitios permanecían iguales lo que le producía algo de nostalgia.
Al ingresar a la magnifica estructura, sintió la misma admiración por la cultura china que tanto le apasionaba, y la misma emoción de cuando por primera vez ingresó a ese lugar hacía casi 10 años atrás....
Aunque su dominio del idioma local era relativamente bueno, prefirió hablar en inglés a la dama encargada del ingreso a las instalaciones.
Luego de identificarse, la mujer lo guio hacia un salón donde se encontraban varios deportistas veteranos de diferentes nacionalidades. A algunos los reconoció, pero prefirió no acercarse, después de todo, él había dejado las competencias atrás y no se mantenía en contacto con sus colegas.
En las paredes del salón se encontraban colgadas las fotografías de cada uno de los invitados, con cortes de momentos de sus competencias y recibiendo sus medallas. Y ahí estaba la suya. Derek no pudo evitar sonreír con nostalgia.
Salió de sus pensamientos al escuchar la voz del encargado solicitándole que lo acompañara hasta las piscinas. Al acercarse al lugar, podía escuchar las voces y las risas de los niños que a esa hora practicaban, y también los gritos de los entrenadores. Recordó entonces la disciplina que aprendió al entrenar en este país, gracias a la cual pudo llegar a conseguir sus triunfos deportivos.
Derek se dirigió a los camerinos, se quitó su ropa de viaje y tomó una corta ducha para humedecer su cuerpo y ponerse su traje de nadador.
Al mirarse al espejo no vio a ese joven de 19 años que ganó una medalla olímpica. Aunque conservaba un físico excelente, pues aún realizaba su rutina de entrenamiento personal que incluía tiempo en la piscina. Pero sus actividades cotidianas y las actuales responsabilidades que tenía opacaban poco a poco al joven atleta.
Al estar frente a las hermosas piscinas sintió el impulso de lanzarse inmediatamente, pero recordó lo estricto de los entrenadores quienes no permitían la presencia de otros nadadores mientras los equipos estuvieran en el agua, así que decidió calentar trotando alrededor de las piscinas.
Poco a poco se fueron retirando los equipos y solo quedó al final un reducido grupo de niños que no superaban los 10 años, algunos de ellos practicaban sosteniendo la respiración bajo el agua mientras su entrenador les tomaba el tiempo, al finalizar se retiraban y se dirigían a los camerinos.
Al irse todos, Derek se dirigió a una de las piscinas más profundas para realizar su rutina de nado. Durante 15 minutos nadó de lado a lado, en diferentes modalidades, hasta que se sintió agotado.
Al momento de salir sintió el sonido ocasionado por un cuerpo ingresando al agua. Salió de la piscina y volteó para ver de quién se trataba, pero la poca luz no le dejaba observar bien. Mientras secaba su cabeza con la toalla, las luces del centro acuático fueron encendidas. Fue entonces que vio casi en el fondo de la piscina una pequeña silueta tratando de subir.
Sin pensarlo se arrojó al agua y rápidamente llego hasta el cuerpo de un niño, lo tomó por sus brazos y lo sacó de la piscina. Casi a punto de ahogarse el pequeño tosía y respiraba con dificultad. Derek recordó que cerca de las piscinas siempre hay botones de alarma en caso de ahogamientos, así que presionó el botón para que el personal de emergencias se hiciera presente, mientras ayudaba al pequeño a recuperar su respiración.
El personal de urgencia llegó muy rápido y se encargaron de tomar al niño y llevarlo a la enfermería. El médico de turno lo revisó, mientras el pequeño decía que se encontraba bien. En su pequeño rostro solo se veía una vaga sombra de temor y su mirada reflejaba más frustración que miedo. Derek los había seguido hacia la enfermería interesado en saber si el pequeño se encontraba bien.
Luego de comprobar que el chico se encontraba en buen estado, el personal médico se fue retirando y una enfermera mencionó que llamaría a la madre del pequeño para informarle la eventualidad y que pasara a recogerle.
Cuando se encontraban a solas Derek se acercó al pequeño y en mandarín le habló:
-Uff- dijo, -tremendo susto hemos pasado-....
>>¿Por qué saltaste a la piscina?- Preguntó.
El pequeño bajó la mirada y en voz baja dijo
-No me he asustado.... solo quería mejorar mi tiempo bajo el agua...
Derek se admiró ante la respuesta del pequeño quien volteo para mirarlo y le preguntó:
-¿Eres Derek Grant, cierto?
Derek se extrañó de que un niño tan pequeño lo reconociera, y respondió
-Si soy yo...
El niño dijo
-Tengo un poster tuyo en mi habitación.
-¿En serio?- dijo Derek sonriendo mientras el pequeño asentía con su cabeza.
Derek decidió quedarse al lado del chico para acompañarlo mientras su madre llegaba; transcurrieron algunos minutos cuando a lo lejos se escuchó el sonido de unos tacones y una mujer joven apareció desde los camerinos corriendo hacia ellos, hablando en mandarín al pequeño mientras lo abrazaba, Derek entendió que se trataba de su madre.
La mujer volteó a mirar al hombre que se encontraba al lado de su hijo, su rostro palideció y sus ojos se llenaron de sorpresa y dijo
-¿Derek? Eres tu....
El corazón de Derek dio un vuelco en su pecho
-Mei.. Mei-Ling...- dijo el hombre muy asombrado...
La mujer bajó su mirada y rápidamente acomodó el bolso del pequeño a su espalda y lo tomó de la mano para rápidamente salir del lugar.
Derek caminaba muy rápido detrás de ella, se encontraba descalzo y aún en traje de baño
-Mei-Ling... Mei-Ling!!-
La llamaba mientras trataba de alcanzarla, pero al llegar a la salida de las piscinas, el vigilante le impidió salir señalándole su ropa.
La mujer bajó las escaleras muy de prisa, mientras Derek regresaba corriendo a los camerinos para vestirse y recoger su equipaje. Lo más rápido que pudo se cambió y tomó su maleta. Corrió en dirección hacia donde la mujer había ido, bajo las escaleras casi saltando y al llegar a la calle miró con desesperación a todos lados mientras halaba la parte trasera de su cabello.
Resignado a no encontrarla, cruzó la calle hacia el otro lado para caminar unas cuantas cuadras hacia el hotel donde se alojaría. Se registró y subió a una pequeña pero muy cómoda habitación decorada tradicionalmente. Sintió una gran nostalgia y sus ojos se humedecieron.
-Mei-Ling... Mei-Ling... -decía, -por fin te encontré...
Se preguntaba quien sería el padre de ese niño, quien sería su esposo, seguro estaba casada... Por supuesto, ella nunca tendría un hijo sin casarse.
Al pensar en esto sintió un nudo en su estómago y una desesperación que no sentía hace mucho tiempo. Miles de recuerdos se agolparon en su mente.
-Seguro se casó con él....
Dijo Derek para si mismo, mientras se sentaba sobre la cama y sostenía su cabeza con las dos manos.
-0-0-0-0-0-
La mujer corría lo más rápido posible mientras el niño le decía
-¿Por que corres mamá?, no lo saludaste y es él, el que está en el poster de mi habitación...
Lagrimas abundantes corrían de sus ojos mientras ella pensaba que había dejado su auto estacionado muy lejos. Sabía que Derek saldría a buscarla y si caminaba hacia el parqueadero probablemente el la alcanzaría.
Decidió entrar a un café justo en la otra acera, alzó a su hijo en brazos y cruzó esquivando el tráfico. Se sentó en una mesa, pidió un té y una bebida para su niño. Desde el lugar ella podía observar cuando Derek saliera.
Unos minutos después lo vio. Miraba de un lado a otro, buscando. Le pareció que el podría verla en la posición en la que ella y su hijo se encontraban, por eso se levantó rápidamente y se ocultó junto al muro, mientras lo veía alejarse.
La mujer pagó rápidamente la cuenta y se dirigió muy rápido hacia el lado opuesto al que Derek había ido.
Al llegar al parqueadero buscó de prisa su auto y subió mientras su pequeño se acomodaba en el asiento trasero.
-Mamá, ¿Qué te pasa?- preguntó el chiquillo, -¿por qué lloras? -insistía.
-Ponte el cinturón hijo.
Fue la única respuesta de Mei-Ling...
Encendió el auto y no pudo evitar romper en llanto mientras inclinaba su cabeza sobre el volante. Su pequeño hijo soltó su cinturón y se pasó al asiento del pasajero al lado de su madre, se arrodilló y la abrazo mientras le decía
-No llores mamá...
Ella giró hacia su hijo y lo abrazó con fuerza mientras continuaba llorando.
-Ahora, dime Martin... ¿Qué pasó en esa piscina?-
-No pasó nada mamá- dijo el chico.
-¿Nada? No es nada terminar en el fondo de una piscina profunda hijo- dijo ella
>>¿Qué hacías allí?
-Nada mamá- dijo cruzando los brazos-, los otros chicos se rieron por mi tiempo bajo el agua, yo solo quería practicar un poco más para poder ganarles....
-Pero hijo, tu no tienes nada que demostrarle a nadie, solo a ti mismo- dijo ella, -además me moriría si te pasara algo- agregó
-Pero no me pasó nada- dijo el chico, -ese hombre me sacó.
-¿Quien?- preguntó la mujer.
-El de mi poster, Derek Grant- respondió el chico.
Mei-Ling llevó su manó a su boca y no pudo evitar que su llanto aumentara, se acomodó en el asiento del conductor y soltó el freno de mano.
-Vuelve a tu puesto hijo y abrocha tu cinturón...
-Lamento haberte hecho llorar mamá- dijo el chico.
Mei-Ling lo miró a través del retrovisor y dijo
-Lo sé cariño...
En el hogar de la familia Shu se respiraba a diario un ambiente de paz y felicidad. A pesar de ser una familia relativamente acomodada, su casa era de detalles muy sencillos, con todo lo necesario para vivir bien, pero sin exagerar en lujos o gastos innecesarios.
Los señores Shu eran padres de dos pequeños Mei-Ling de 7 años y Xiang de 3. Alternaban su tiempo entre permanecer al cuidado de sus hijos y atender lo pertinente a su pequeña pero muy productiva empresa de confección de lencería para el hogar. Un negocio heredado por la señora Shu de sus padres, quienes lo heredaron a su vez de los suyos.
La madre, Shu Fan, era una hermosa mujer de finos rasgos asiáticos, con hermosos ojos claros que revelaban su ascendencia europea. Era una experta en bordar a mano, por lo que su labor era muy reconocida y valorada en el medio. Aprendió desde muy niña el arte directamente de su madre, quien lo aprendió también de su abuela.
En esta línea de ascendencia, cabe decir que la abuela de la señora Shu estuvo casada con un negociante inglés llamado Martin Spencer, quien la llevó a vivir a su país, donde aprendió las costumbres occidentales durante los años que permaneció ahí.
Sin embargo al fallecer su esposo y sin contar con el apoyo de la familia de éste, decidió regresar a China con la herencia que recibió y establecer una sucursal de la compañía que el hombre fundó en Londres, y que ahora era la pequeña empresa que dirigían los Shu.
Consciente de que sus hijos y nietos debían estar en contacto con sus parientes ingleses, la aún joven viuda Spencer había tomado en ese entonces, la decisión de que sus hijos viajaran esporádicamente a Inglaterra para no perder el lazo familiar, costumbre que siguió practicando la familia.
Por esta razón la señora Shu había realizado sus estudios en Inglaterra y contemplaba dentro de sus planes que sus hijos también lo hicieran cuando llegara el momento.
La pequeña Mei-Ling era una chiquilla muy audaz e inteligente. Desde muy pequeña aprendió a nadar y participaba en competencias escolares de su categoría, las cuales siempre ganaba, sin embargo su madre no había podido lograr que le encontrara el gusto al bordado.
Mei-Ling siempre comentaba entre seria y bromeando que su pequeño hermano Xiang tendría que aprender a bordar o conseguir una esposa que lo hiciera, porque ella iba a ser campeona olímpica de natación.
A sus 15 años Mei-Ling se había convertido en una hermosa jovencita. De regular estatura y delgada, con su cabello negro recortado hasta los hombros y ojos claros, nunca se maquillaba, decía que era muy complicado desmaquillarse antes de entrar a la piscina y que todos esos químicos contaminaban su preciada agua.
Sin embargo siempre lucía bien, pues su belleza necesitaba realmente muy poco para ser resaltada, y ella en verdad deseaba pasar desapercibida.
Sus padres decidieron enviarla de intercambio a una escuela en Londres, con el fin de continuar la tradición de mantener contacto con sus parientes ingleses. Se suponía que durante su estadía se alojaría en casa de éstos, sin embargo al llegar al aeropuerto no encontró ningún familiar esperándola.
En reemplazo de eso su tía abuela Annette había enviado a su chofer, Robert, a recogerla para que la llevara al alojamiento para chicas que quedaba dentro de las instalaciones de la escuela.
Al comienzo Mei-Ling se sintió muy humillada y su estado era tan notorio que el chofer le comentó:
-Señorita Mei-Ling, créame cuando le digo, que ir al dormitorio escolar es lo mejor que le puede pasar en estos momentos. Su familia no está pasando por buenas circunstancias y seguramente la harían sentirse incómoda. Así que es mejor que disfrute con señoritas y jóvenes de su edad su estancia en la ciudad.
Robert la dejó instalada en el alojamiento de chicas de la escuela y se despidió no sin antes dejarle su número telefónico para cualquier cosa que necesitara. Esas habían sido las instrucciones de la tía Annette.
Además de haber ganado una beca por sus logros con el equipo de natación, Mei-Ling llegó con excelentes referencias académicas para sus profesores, por lo que inmediatamente logró adaptarse al ritmo de la nueva escuela.
No podría decirse que fue la mejor época de su vida, porque no es fácil ser una adolescente en un país extraño, pero el ser una chica aplicada y el hecho de ganar cada competencia en la que participaba le permitía ser parte del grupo de chicas populares de la escuela.
No es que haya hecho grandes amigas, pero una de ellas Linda Sultán, quien se encontraba de intercambio también, procedente de Turquía, se convirtió en su mejor amiga y confidente.
Tenían muchas cosas en común, ambas procedían de hogares conservadores y sus padres se dedicaban al mismo negocio, así que fue muy fácil que se llevaran bien.
El año escolar transcurrió muy tranquilo, entre logros académicos y deportivos, una que otra escapada al centro de la ciudad en las que contaban con Robert para que las llevara y estuviera pendiente de su seguridad.
Lo más cercano que tuvo a un hogar mientras estuvo en la ciudad eran Robert su chofer, su esposa Susan y su amiga Linda.
Algunos fines de semana que tenía libres los pasaban con ellos. Iban de paseo al campo, a conocer algún museo o a cenar en algún restaurante. En algunas ocasiones se quedaban a dormir en la pequeña casa que ocupaban dentro de la propiedad de la tía Annette, pero Robert se encargaba de llevarlas muy temprano a la escuela para evitar que los parientes de Mei-Ling se dieran cuenta.
Éstos definitivamente eran una familia muy complicada.
Poco antes de finalizar el año escolar Mei-Ling le solicitó a Robert le preguntara a la tía Annette si ella podía visitarla, pues no quería regresar a Beijing sin siquiera haberla conocido.
Su hijo, Ruben, se mostró bastante reacio ante esta idea, pues su madre ya era mayor y no le permitían tener muchas visitas con el pretexto de guardar su salud.
Sin embargo Rose, su hermana, no consideraba que fuera un problema, después de todo ya faltaba muy poco para que la chica terminara su tiempo en la escuela y regresara con su familia a Beijing.
Por esta razón le dijo a Robert que Mei-Ling podría visitar a la tía el siguiente fin de semana.
Cuando llego el día de visitar la casa de sus parientes Mei-Ling estaba muy emocionada pero también nerviosa. No sabía si su familia tan estirada la recibiría de buena manera, pero ella no podría estar tranquila si se marchaba de Londres sin haber entrado a esa casa y saludar a la tía, y de paso demostrarle a sus primos que ella eran tan familia como ellos.
Robert la recogió en la escuela y llegaron a la casa alrededor de las 4:00 pm. Mei-Ling acomodó su falda mientras Robert abría la puerta y la hacía pasar a un recibidor pequeño con un armario enorme para dejar los abrigos. La chica se retiro la chaqueta y la puso lo más alto que alcanzaba.
Una joven doncella se acercó a ella y le dijo
-Sígame señorita, su tía la espera en la sala del té.
Mei-Ling siguió a la joven mientras contemplaba la casa disimulando su asombro. Era una casa enorme y muy hermosa a pesar de ser antigua. Las paredes se encontraban adornadas con cuadros y en algunas el papel de colgadura se encontraba muy bien conservado a pesar del tiempo.
Hermosas y antiguas lamparas colgaban de los altos techos y a la mitad del enorme hall descansaba una hermosa escalera acaracolada.
La doncella le señalo un salón al final del pasillo y Mei-Ling entró cuidadosamente. Era un salón de regular tamaño, con una pequeña biblioteca en el fondo. Una mesa para servir el té se encontraba en el centro del lugar y dos sillones antiguos al lado y lado de la misma.
La tía Annette se encontraba de pie mirando por uno de los enormes ventanales detrás de un hermoso biombo antiguo con labrados orientales; al escuchar el sonido de la puerta giro hacia donde se encontraba de pie Mei-Ling.
Era una mujer mayor, seguramente pasaba los 70 años, pero aun así se notaba que había sido una mujer muy hermosa.
-Buenas tardes tía Annette- saludo Mei-Ling inclinando un poco su cuerpo.
La anciana se acerco con pasos lentos hacia la chica mientras decía
-Oh querida, acércate...
Mei-Ling se acercó a la mujer y ésta le dio un abrazo
-Eres una linda jovencita, ven siéntate conmigo y tomemos un té- decía mientras la doncella servía dos tazas.
-Has tardado en venir a visitarme querida- dijo la tía en tono de reclamo, -pero lo entiendo, mis hijos no son fáciles y los problemas por los que pasa la familia no ayudan a que sean más amables- añadió.
-Lo siento tía Annette- dijo Mei-Ling, -no quería ser inoportuna y además pensé que no querías conocerme- expresó.
-¿Por qué no querría hacerlo?- preguntó la tía algo extrañada la mujer.
>> Ohhh\, entiendo...-exclamó -es por haberte enviado al dormitorio escolar... pero no querida\, no pienses eso... -decía la mujer mientras sorbía su té.
>> Este ha sido un año muy difícil\, estuvimos a punto de perder esta casa y eso hubiera sido la muerte para mi.
>> ¿Sabes?- dijo la anciana- ésta ha sido la casa de mi familia por 200 años.
>>Mis padres\, celebraron su boda en ese jardín- mencionaba mientras se ponía de pie y le hacía señas a Mei-Ling para que la siguiera a una repisa con varias fotos antiguas.
La abuela señaló una foto de la boda donde estaba toda la familia y señaló a un hombre junto a una mujer asiática.
-Este es el tío Martin Spencer, tu bisabuelo y ella su esposa, Jia-Li.
Mei-Ling se acerco para observar mejor la fotografía.
-Era hermosa- dijo la chica -y él era muy guapo...
-La familia no estuvo muy de acuerdo con ese matrimonio y cuando el tío Martin falleció repentinamente, no fueron muy amables con Jia-Li- continuaba la dama, -no consideraron que estaba embarazada cuando le pidieron que regresara a China -expresó mientras regresaba a su asiento.
>>Mi padre por el contrario\, no estuvo de acuerdo con el actuar de la familia\, quienes dilataron la lectura del testamento del tío Martin hasta cuando Jia-Li se hubiera ido de Londres. Por eso el hizo un cálculo de cuanto dinero podría haber dejado su hermano a su viuda y se lo entregó junto con las escrituras de dos propiedades en Beijing.
>> Mis padres apoyaron a Jia-Li en su regreso a su país y se prometieron que estarían en contacto y que procurarían que sus descendientes también lo hicieran- dijo la anciana mientras se recostaba al espaldar del sillón\, -es por eso que estás aquí\, en Londres.
Mei-Ling se sentía muy agradecida con la tía Annette por contarle esa parte de la historia de su familia.
-Ellos son mis hijos Ruben y Rose. No han tenido hijos... Rose nunca se casó y Ruben enviudó muy rápido y jamás volvió a casarse -dijo la anciana tristemente, -así que tu eres lo más parecido a una nieta -mencionó con una sonrisa.
Mei-Ling sintió ternura por esta dulce anciana y se conmovió ante la soledad que la rodeaba. Se levantó de su sillón y acercándolo hasta la mujer le dijo
-Siento mucho no haber venido antes tía Annette, y lamentó haber mal interpretado el que me hayas enviado a los dormitorios de la escuela,- dijo Mei-Ling con algo de culpa en su voz.
>> Pero aún me quedan dos semanas de escuela\, prometo visitarte el próximo fin de semana para despedirme como es debido- dijo la chica con una sonrisa.
Mei-Ling escuchó pasos que se acercaban al estudio y volteó para ver la puerta abrirse. Una mujer ingresó y dijo
-Oh madre, tienes visita -mientras observaba a Mei-Ling con una mirada despectiva.
-Rose querida- dijo la anciana- ven entra, conoce a Mei-Ling.
-Hola- saludó secamente la mujer.
-Mucho gusto- respondió la chica poniéndose de pie.
-No es necesario que te levantes- expresó Rose -no me quedaré mucho...
-Madre -dijo la mujer dirigiéndose a la anciana- recuerda que debes evitar las emociones, por tu salud- añadió la mujer mientras salía del salón y cerraba la puerta.
La anciana se percató que la actitud de Rose había afectado a su invitada, por lo que dijo
-No le prestes atención a Rose, siempre ha sido muy poco emotiva.
Mei-Ling y su tía continuaron conversando por un rato más, hasta que Robert llamó a la puerta para informarle que ya era hora de regresar al dormitorio escolar.
La chica se levantó y abrazó a la tía Annette, prometiéndole que el siguiente fin de semana volvería a visitarla.
Y así lo hizo. En esa ocasión la tía abuela la recibió en el hermoso cenador que se encontraba en el jardín posterior de la casa.
Se notaba que el aire fresco le sentaba muy bien. Tomaron el té, conversaron y Mei-Ling le contaba anécdotas de la escuela que hicieron reír a la tía Annette.
Poco antes de despedirse la abuela tomó una caja que se encontraba colocada en la mesa al lado de la tetera. Sacó una pequeña llave que llevaba colgada en un collar en su cuello y abrió la caja. Sacó un hermoso camafeo de plata y lo abrió.
-Quiero que le entregues esto a tu madre- dijo mientras extendía su mano hacia la chica.
Mei-Ling lo abrió y dentro había una foto de sus bisabuelos Martin y Jia-Li.
-Jia-Li lo dejó olvidado en la habitación que ocupaba en esta casa. Estoy segura que siempre quiso recuperarlo, y creo que es tu madre quien debe tenerlo.
-Es hermoso...
Dijo Mei-Ling, mientras lo cerraba y apretaba con fuerza en su mano.
La chica se acercó a su tía y le dio un fuerte abrazo y un beso en la frente. Conversaron un rato más hasta que llegó el momento de despedirse. Esa sería su última semana en Londres.
Al momento de marcharse de la escuela, Mei-Ling se despidió de sus compañeras más allegadas, especialmente de su mejor amiga Linda. Ambas se despidieron con mucha tristeza y prometieron estar siempre en contacto y hacer todo el esfuerzo para volver a encontrarse.
Mientras se dirigía en el coche hacia el aeropuerto no podía evitar sentirse triste por la tía Annette y por despedirse de su amiga Linda.
Mei-Ling regresaba a su país llevando consigo el mejor premio que hubiera podido obtener durante su estadía en Londres, la recomendación de un miembro del Comité Olímpico para ingresar al equipo de su país que participaría en las próximas olimpiadas.
A sus 17 años Derek tenía todo lo que un joven de su edad pudiera desear o necesitar, era guapo, popular, exitoso y un deportista destacado, pero carecía de algo muy importante a lo que le restaba importancia: disciplina y compromiso.
Su padre, David, era un hombre muy trabajador. Dirigía una compañía explotadora de madera, que a veces funcionaba muy bien económicamente y otras no tanto. Por este motivo el dinero era algo que al hombre le preocupaba constantemente, razón que lo hacía sentirse enojado cada vez que su hijo abandonaba alguna actividad que le hubiera representado invertir dinero en vano.
Él procuraba que a Derek no le faltara nada; su niñez no había sido fácil y muchas veces su familia pasó por grandes necesidades a causa de la falta de dinero, por eso trabajaba con ahínco para lograr que en su casa todo funcionara de la mejor manera.
Su esposa Louise, era una hermosa mujer italo americana, de piel blanca y cabello oscuro, a quien había conocido en un recorrido turístico por Europa. El se había tomado un año sabático después de enfrentar algunos problemas personales y familiares generados por el alcoholismo que ya había superado. Ella pasaba una temporada en Italia, a dónde había viajado para conocer mejor la cultura de su familia y para superar su divorcio reciente.
Ya no eran unos jovencitos y al conocerse y enamorarse perdidamente no dudaron en casarse e iniciar una vida juntos. Louise se mudó a Canadá cuando su esposo decidió retomar los negocios de su familia.
Ambos se esforzaban en llevar lo mejor posible su hogar, tener una buena casa, auto y darle a su hijo todo lo que necesitara, alguna veces corriendo el riesgo de malcriarlo, después de todo era su único hijo y lo habían tenido después de varios intentos fallidos pues eran algo mayores cuando Derek nació.
Desde pequeño Derek había sido un buen deportista, baseball, socker, hockey, pero nunca permanecía mucho tiempo en un equipo, a causa de su falta de compromiso. Sus padres habían intentado muchas maneras de mantenerlo motivado, sin embargo al final siempre decía que estaba aburrido.
En lo único que Derek había mostrado un interés verdadero era en sus clases de natación. A los 10 años ingresó al equipo infantil de la escuela. Su primer entrenador notó enseguida el potencial de Derek, por ello instó a sus padres a que lo enfocaran por ese camino.
Al ingresar a la secundaria, Derek se había convertido en un joven muy guapo, con el cabello oscuro de su madre y unos profundos ojos azules heredados de su padre.
Se inclinó más a la práctica de la natación, en la que se manejaba, literalmente, como pez en el agua. Se volvió un poco más dedicado y responsable, participaba en cada competencia, y lo mejor de todo, siempre ganaba.
Sin embargo al relacionarse con sus compañeros de escuela e interesarse más en la vida social, las chicas y las fiestas, su tendencia a la indisciplina regresó. El ser del tipo atlético y guapo lo hacía popular entre las chicas, y esto era una enorme distracción para su disciplina.
Estando a puertas de una competencia estatal tuvo que ser apartado del equipo, lo cual significó para él un duro golpe.
Su entrenador, el señor Ming, era experto en preparación para competencias de clasificación para encuentros internacionales, y sabía que Derek podría ganarse cualquier medalla que quisiera.
Pensando en explotar todo su potencial, le propuso a sus padres enviar a Derek de intercambio a Beijing, donde se vincularía a un equipo de natación, con uno de los mejores entrenadores del país.
Al comienzo Derek no estuvo de acuerdo, no podía imaginarse estar en otra escuela, lejos de sus amigos y de su familia, en un país con una lengua diferente y muy difícil de aprender. Su padre tuvo que ponerse firme con él.
-Durante años he tolerado muchas cosas de ti hijo- le dijo su padre, -pero si continuas así, dejando todas las cosas que inicias a medias no vas a lograr nada en la vida-, añadió.
>>Míranos- decía mientras señalaba a su esposa sentada a su lado.
>>Tu madre y yo no tuvimos las oportunidades que tu tienes y nos ha costado un arduo trabajo y mucho sacrificio lograr lo que tenemos y brindarte los medios para que seas mejor que nosotros- decía su padre en tono exhortativo.
>>Tu eres un joven inteligente\, no te cuesta aprender y además eres un deportista muy capaz\, pero tu falta de disciplina y compromiso puede llevarte al fracaso- decía el hombre mientras lo miraba con algo de decepción.
>>Así que tienes dos opciones\, aceptas ir a prepararte para los olímpicos en China o entras a la escuela militar- sentenció antes de levantarse y dejarlo a solas con su madre.
A Derek no le desagradaba la idea de la escuela militar pues en alguna oportunidad había considerado la opción de irse al ejercito, pero sabía que eso le destrozaría el corazón a su madre, así que tendría mucho en que pensar.
-Será sólo un año hijo- dijo su madre mientras acariciaba el cabello oscuro de Derek, -verás que el tiempo pasará rápido y regresarás preparado para ir a las olimpiadas y ser todo un campeón.
El chico al final tomó una decisión y optó por el viaje a China. El entrenador se había encargado de convencerlo mostrándole las grandes oportunidades que se le abrirían de participar en las siguientes olimpiadas, además podría conocer un país con una hermosa y milenaria cultura. Así que con grades expectativas Derek comenzó a organizar su viaje a la gran China.
Durante el tiempo que restaba para terminar ese año escolar se registró en clases de mandarín, no quería llegar a Beijing y no entender nada de lo que le hablaran, aunque sabía que los asiáticos aprendían inglés en las escuelas y muchos lo dominaban. Después de todo como buen canadiense hablaba dos idiomas, inglés y francés, y había tomado clases intensivas de italiano, le encantaba escuchar a su madre hablarlo y le parecía que era un hermoso idioma.
Además ya había comprobado que hablar italiano era una herramienta efectiva cuando de atraer a las chicas se trataba.
Louise, se encargó de gestionar todo lo necesario para que el intercambio de Derek con la escuela en China se llevara a cabo sin ningún inconveniente. Por esta razón se había tomado el trabajo de contactarse con la familia con quien su hijo se hospedaría, y quienes al mismo tiempo enviarían a su hija a alojarse en su casa.
A riesgo de parecer una madre sobre protectora, Louise realizó una lista con todas las actividades que Derek debía realizar para organizar su viaje a China. Pero el chico confiaba en que su madre haría todo lo necesario y por eso prefería pasar el tiempo que le quedaba antes de viajar, con sus amigos quienes le hicieron varias fiestas de despedida.
Llegó el día de su viaje y Derek se preparaba para enfrentar la aventura más grande de su vida, lejos de sus padres y de todo lo que conocía, en un país lejano y muy distinto al suyo, en el que había vivido siempre.
Sería un largo viaje hasta su destino. Los padres de Derek no pasaban por el mejor momento en lo económico, por eso no pudieron costear un vuelo con menos escalas.
A él le hubiera gustado viajar directamente de Montreal a Beijing, pero esa era la opción más demandada, por consiguiente la más costosa, así que abordó su vuelo con destino a Nueva York-Londres-Moscú-Beijing.
Al menos tendría la oportunidad de conocer varios aeropuertos, pensaba mientras se dirigía en compañía de sus padres al aeropuerto.
Louise, no dejaba de hablar, dándole consejos de qué hacer y qué no durante el viaje, cómo comportarse durante la estancia, y le rogaba que por favor aprovechara todo el tiempo y se enfocara solo en prepararse para las olimpiadas.
Su padre, por el contrario, conducía el auto en silencio, y de vez en cuando lo miraba a través del retrovisor. A veces parecía que iba a decir alguna cosa, pero luego respiraba y miraba hacia el camino.
Al llegar al aeropuerto, algo retrasados, apenas si tuvieron tiempo de que Derek realizara su check-in. Su madre comenzó a llorar y lo abrazó muy fuerte mientras le decía
-Te amo hijo, te voy a extrañar muchísimo.
Derek la abrazó con fuerza y dijo
-Yo también te amo mamá.
Su padre sostenía las maletas mientras Derek se despedía de su madre. Al entregárselas, no pudo evitar que las lagrimas se asomaran a sus ojos, tomó con fuerza a su hijo por los hombros y le dijo:
-No importa lo que suceda, siempre serás mi mayor orgullo hijo, te amo...
Derek abrazó con fuerza a su padre y le dijo con la voz entrecortada
- Gracias papá\, también te amo... Haré que te sientas orgulloso de mi...
Derek tomó su equipaje y se dirigió a la sala de abordaje, giró su cabeza para mirar a sus padres y decirles adiós con la mano y no pudo evitar sentir un nudo en la garganta mientras subía por las escaleras eléctricas.
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