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D&E

Darío

Me despierto buscando su calor. Encantado de percibir su piel contra mí y el aroma de su cabello. Me tranquiliza tenerla a mi lado, pues sé que al abrir mis ojos lo primero que veré será su rostro oculto tras su hermoso cabello de color miel. Mi mano no alcanza a tocarla; solo siento tela. Al mirar, descubro que la soledad es la única que está conmigo. De un solo movimiento, me incorporo en la cama y agudizo mis sentidos para tratar de localizarla. Pero solo hay un silencio ensordecedor. Inmediatamente, me levanto y comienzo a moverme por la casa llamándola. Al final, descubro que se ha marchado sin dejar ni siquiera una nota. Ella ha decidido volver a dejarme, pero no pienso darme por vencido.

Recojo mi teléfono para llamarla y entonces veo el mensaje. Al leerlo, me quedo paralizado. Dios mío, vuelve a ocurrir lo mismo. Esa persona que una vez nos dañó al punto de hacernos separar ha conseguido otra vez su objetivo. Aunque existe una diferencia: esta vez sé perfectamente quién es mi enemigo. A pesar de que no tiene la más remota idea de que lo he reconocido, puede que por el momento haya sido capaz de vencerme en esta batalla. Dado que en una ocasión más he perdido a mi chica, sin embargo, no he perdido la batalla.

En cuanto a la mujer que se ha marchado, lo cierto es que no tuve tiempo de explicarle lo que pasó en nuestro pasado. De decirle que aún la amo con todo mi ser. Estaba asombrado y extasiado porque me había dado una nueva oportunidad de tenerla en mis brazos. Me perdonó sin saber que realmente era inocente, lo cual me decía mucho sobre sus sentimientos por mí. Sin embargo, no hallé el momento de contarle la trampa en la que fuimos lanzados los dos. Movidos como peones en el tablero de un ser egoísta y macabro. Uno al que, sin querer, le permití que entrara en nuestras vidas creyéndola una buena amiga.

Estoy seguro de que, luego de haber leído este texto, porque solo algo así la haría volver a alejarse de mí, ahora volvía a estar confundida y engañada. Es como si la vida se empeñara en que no puedo tenerla junto a mí. ¿Cuántos años han sido desde que empezamos esta extraña relación? Pienso que nuestra conexión comenzó con la primera vez que la cargué y vi sus hermosos ojos. Durante sus primeros abriles la cuidé igual que una hermana; ella y mi adorada Dane eran todo mi mundo, mis muñequitas.

Mi mejor amigo, Xavier, también las adoraba, pero es bien celoso de su hermana. Tanto que cuando ella se hizo mayor de edad, solo mirarla me costó un buen problema con él. Si supiera que ya no había nada que evitar entre nosotros… Angy, como yo la llamo debido a su segundo nombre, fue mi mujer por decisión propia. Me desplomo sobre el colchón, mirando hacia el techo con dolor.

—¿Por qué diablos, Ariadna, tuvo que enviar ese mensaje? —suspiro—. De nuevo vuelve a interponerse entre mi pequeña y yo. Claramente, ella lo malinterpretó y ahora ni contesta su teléfono. Esta vez no va a ser como en el pasado. No voy a rendirme, aunque el destino, la vida, o quien sea se empeñe en alejarnos. Me prometo a mí mismo que no te volverás a escurrir de mis manos, Erika Angeléis Santi. Yo, Darío De la Forte, te haré mi esposa, cueste lo que cueste.

Unos meses atrás:

Estoy saliendo del hospital luego de una operación algo compleja. Esperemos que el paciente evolucione correctamente. Me siento exhausto y aun mi día no termina, pues debo revisar algunos documentos de los negocios de mi padre. Sí, aparte de ser doctor (que no es a tiempo completo, claramente), me veo obligado a llevar parte de las actividades comerciales familiares.

Ese es el precio que tuve que pagar para que mi papá me apoyara en salvar el centro médico donde trabajo, de ir a la bancarrota. Además, me dio la posibilidad de crear un espacio para mis investigaciones, lo cual adoro después de ser cirujano.

Me dirijo a casa de mis padres. He vuelto a mudarme allí sin que se den cuenta. Mi madre insiste en que es hora de asentarme y formar una familia. Cree que debo casarme con mi novia de hace cinco años y sí, no lo niego, también tuve esa idea. Pero algo me enseñó que nunca conoces realmente a las personas, ni siquiera a esa que vive contigo por un largo tiempo.

No quise decirle a mamá que había terminado esa relación. Ella tenía a Ariadna en un pedestal. De hecho, en casa, la única que la detestaba era mi hermanita, así que tenerlas juntas en un mismo lugar era una mala idea.

Pero volviendo al asunto de mi antiguo noviazgo, puedo decir que cada día fue más difícil mantener esa conexión entre nosotros.

Últimamente, había conocido lados de esa chica que no me agradaban para nada. Sus cambios de fases, como la luna, me tenían totalmente decepcionado. Pasaba de víctima a ser la que ataca en minutos. Era capaz de decir cosas que dolían. Más de una vez provocó en mí deseos de gritarle sin control. No me gustaba la persona que me había vuelto a su lado.

Le encantaba manipularme en público con su exceso de cariño y preocupación por mí. Varias veces me hizo sentir en esas grandes fiestas, a las que debíamos ir por su trabajo en la empresa de mi madre, como un muñeco usado por conveniencia.

Es modelo de grandes curvas y esa fue una de las cosas que me atrajo de ella cuando traté de no verla más como amiga. Dos de los amores de mi vida son así: hermosas y con curvas. Aunque ninguna es tan manipulativa como Ariadna. Siento que trataba de rellenar sus complejos con falsas características. Durante nuestra relación, más de una vez la vi tener una crisis por su cuerpo e inseguridad. Cuestión que demostraba pocas veces frente a los demás y solo ante mí cuando discutíamos.

Darío y su novia

La verdad, era como tener dos personas distintas en una. En casa era esa chica tímida y buena; en la empresa era la versión de Úrsula. Sé que muchas la detestan en el trabajo y, sin que lo sepa, he sido testigo de su comportamiento. Por esto he tratado de dejarla, pero siempre logra remover mis sentimientos de lástima y no logro irme. Aunque esta vez fue demasiado lejos y ya no pienso regresar.

Separación:

—Bebé, ¿dónde estás? —Sé lo que se acerca por su voz melosa.

—¡Estoy aquí, Ariad!

Se acerca vestida de forma sensual. En otros tiempos hubiese despertado algo en mí, pero últimamente no lo hace. Se sienta sobre mí a horcajadas y solo pongo los papeles a un lado para poder seguir leyéndolos.

—Quiero estar contigo, bebé. Hazme caso.

Recorre mi cuello con su nariz y no sé por qué un recuerdo invade mi mente. Hubo una mujer en mi vida que con solo ese gesto me hacía perder la cordura. Cierro mis ojos tratando de alejar esa memoria. No puedo hacerle eso a Ariadna, no es justo. En eso, mi teléfono suena y al observar quién es, sonrío. Suelto los papeles y tomo la llamada mientras acaricio el muslo de mi novia.

—¿Qué pasa, hermano?

—Hey, loco, qué bueno que respondes. ¿Viste el correo que te envié?

—Sí, Dae. Ya envié mis medidas para el traje, no te preocupes tanto, hermano.

El cuerpo de Ariad se pone rígido. Al mirarla, veo que está enojada y su semblante se ensombrece.

—¡Qué bien! Entonces sabes que es sumamente vital que todo quede perfecto. Además, debes comunicarte con Xavier, René, Gerbi y Robert para la fiesta de soltero.

—Lo sé, Dae. Ya hemos estado hablando y no te preocupes, esa fiesta será inolvidable para ti. —Ariadna se levanta molesta—. Espero que tengas mi cuarto listo para cuando llegue a tu casa.

—Claro, hermano, estoy super nervioso por esta boda. Pero a la vez estoy emocionado, porque al fin nos vamos a reunir y celebrar tu cumpleaños.

—Así es, pero tranquilo, todo va a salir bien. Esa es la mujer que amas y todos estaremos para apoyarte ese día. Ahora te dejo, cuídate.

Cuelgo y, dejando el teléfono a un lado, veo lo que me da la espalda. No sé por qué, cada vez que hablaba con alguien de la familia de Erika, ella se ponía así; era un odio irracional.

—¿No piensas llevarme a esa boda?

—Por supuesto que pensaba invitarte.

—Ella estará allí, ¿verdad?

Respiro con fuerza. Ahí vamos con el elemento que provoca la explosión entre nosotros. Nunca he entendido su necesidad de tocar continuamente el pasado. Con eso no me ha dejado olvidar ni sanar en paz.

—Supongo, es su familia. ¿Y?

—¡¿Y?! Que estoy segura de que cuando la veas saldrás corriendo a sus brazos. Al final, ¿por qué seguirías con alguien como yo, con este cuerpo?

Me aprieto la sien. Ya empieza con su manipulación.

—Ariadna, no me pongas en ese papel. Tú sabes bien que yo no veo feas a las mujeres con curvas. ¿Cómo podría, si mi madre y hermana son así? Lo otro, ¿por qué saldría corriendo hacia ella después de lo que pasó con nuestra relación? ¿Y cómo es que siempre te haces la víctima? Y, por último, ¿por qué traes el pasado entre nosotros?

—¡Porque te conozco! ¡Sé que eres tan imbécil que la perdonarás por su desliz!

Ahí está, el cambio radical de su persona. Yo ya no podía más. La verdad, ya no la quería. ¿Cómo puedes dejar que alguien ocupe tu corazón siendo tan mezquino? ¿Recordándote en cada pelea que te hirieron? ¿Cómo la mujer que has amado con todo tu ser te traicionó? Sus comparaciones entre ellas. Siempre de un lado o del otro, rebajando a su persona o la de Angy.

Mi peque, a quien recuerdo siempre luego de estas discusiones. No hay manera de no pensar en ella. De no volver a esos archivos escondidos en mi móvil con sus bellas fotos sonriéndome. De hecho, en casa de mi madre tengo una foto en un cuadro colgado en mi cuarto. Si Ariadna llegara a saberlo, ya estaría muerto. Aliso mi frente con mis dedos; la cabeza comienza a dolerme. Ya no puedo seguir viviendo así. Entre mi loco presente que no me da paz y mi pasado que no me abandona.

En esta boda es cierto que pretendía hablar con Erika, para enterrar de una vez por todas nuestra historia de amor. Quería dilucidar algunas cosas que nunca me quedaron claras, como el porqué de su traición. Ella no era así. Pero ahora mismo lo primero era separarme de lo tóxico. Ariadna era una chica magnífica, pero sus complejos la han convertido en algo horrible a mi lado. Quizás si ambos nos alejamos, vuelva a ser esa gran amiga. Esa dulce mujer que siempre me apoyó y se mostraba tan segura de sí misma.

—Ariadna… esto no da para más. Lo siento, pero esta relación ya es dañina. Te agradezco todo…

—¡No te atrevas a decirlo! ¡No vas a dejarme! ¡Hemos pasado muchas cosas juntos!

—Por eso mismo, por respeto a ese tiempo juntos, es mejor dejarlo hasta aquí. No nos hagamos más daño. Voy a irme a casa de mis padres; puedes quedarte con el apartamento.

Antes de que empezara con sus gritos, recogí los papeles y mi teléfono. Fui rápido hacia la habitación. Saqué una maleta y puse mis cosas como pude. Cuando empezaron sus súplicas y ataques, ya estaba cerrando el zíper. Tomé mi mochila con la laptop y mi equipo del hospital. Di una última ojeada al cuarto y salí. Ella venía detrás gritándome, tratando de tomar mi equipaje. Incluso se atravesó en el camino.

—¡No te vas a ir! ¡No voy a dejar que vuelvas a ella! ¡No después de todo lo que ha pasado!

No sé de qué diablos estaba hablando. Esta vez sus ojos estaban llenos de odio y quizás… miedo. Traté de llevar las cosas lo más tranquilo que podía, pero era imposible. Terminamos en un forcejeo por quitarme la mochila, que terminó con ella revolcada en el piso. Antes de que pudiera ponerse en pie, le pedí disculpas y salí a grandes pasos. No se detuvo.

Por suerte, el elevador se cerró evitando que entrara. Pensé que al fin estaría a salvo. Pero fue un error; cuando ya me montaba en mi carro, la vi salir por las escaleras de emergencia como una loca. Casi la atropello, pues fue capaz de lanzarse delante del carro.

Poniendo los puntos sobre las i

Darío

No miento si digo que daba miedo. Eran como las mujeres enloquecidas en las películas de terror. Puse el carro en dirección a la casa de mis padres y hasta el día de hoy, no ha parado de perseguirme.

Llevamos ya dos meses de separación y solo faltan dos más para la boda de mi amigo. Es necesario que toda la familia vaya. Mi hermana debe llegar hoy. Interrumpió su trabajo en otro país, tan solo para eso. En este instante, la estoy recogiendo del aeropuerto. Aún no la he visto salir, hasta que oigo su voz chillona.

—¡Tata! Mi hermanito viene a recogerme. ¿Qué bueno es?

Nos abrazamos fuertemente. Incluso se encarama en mi cintura y me hace reír a carcajadas. Cuando logro bajarla de encima de mí, le contesto para molestarla.

—Por supuesto, soy el único que tienes. ¿Quién más podría quererte como yo?

—Mi novio.

—¡¿Perdón?!

—Ja, ja, es broma. No hay ninguno.

—Más te vale, o papá te colgará. Lo sabes, ¿verdad?

—Sí, ambos son celosos y posesivos. No entiendo cómo nuestra madre los aguanta.

—A mi modo de ver, es mejor que sea de esta manera.

Me quedo paralizado en el lugar. No puedo creer que haya venido detrás de mí. ¡Qué mujer más persistente! Ya estoy hasta los mismísimos de ella. Debo reunir el valor necesario y terminar de decirle a mi madre que ya no estamos juntos.

—Hola, Ariadna. ¿Cómo estás?

Mi hermana la saluda con un tono claro de desaprobación. Nunca la soportó, por más que traté de que se llevaran bien. No estoy enterado de lo que ocurrió entre ellas, pero parece imposible que se pongan de acuerdo. Además, tampoco me cuentan nada ni la una ni la otra. Es un secreto, el motivo, aunque no el cómo se sienten una respecto a la otra. ¡Mujeres!

—Bienvenido a casa —la voz de mi ex es algo despectivo.

—Gracias. —Mi hermana no se queda atrás.

Y hay que ver el tono que usan la una con la otra. Se ha terminado el ambiente agradable. Bienvenidos a la era del hielo. Dane, de buenas a primeras, se vuelve muda. No habla más hasta que entramos a la casa y me ignora todo el camino. Ya que, por desgracia, Ariadna iba en el auto. Según ella, mi madre la esperaba para almorzar. Sin duda le dijo a mi mamá cualquier excusa para ir.

Como era de suponer, intentó acercarse a mí. Se sentó en el asiento del copiloto e hizo que mi hermana se sentara en la parte trasera. Alcé una ceja, algo molesto, pero Ari me dijo que la dejara. No obstante, no le permití avanzar de ahí. Estaba siendo serio en mi decisión de no volver a su lado.

Cuando llegamos, mamá las recibió a las dos, muy contenta en la entrada. Ariadna, como siempre, se quejaba de mí cada vez que me veía. Por suerte, hoy mi madre no le hizo mucho caso. Abrazó con fuerza a mi hermana y entramos. Ella, al comprobar que no la atendían, vino detrás murmurando y ni la miré. Poco me importaba lo que la molestara.

Tan pronto como mi padre vio a mi hermana entrar en la casa, la arrebató de los brazos de mi madre. Yo me reía de cómo mi madre lo regañaba. Era la consentida de la casa. La habíamos extrañado, nunca se había alejado tanto tiempo de nuestro lado. Nuestra familia es muy unida. Papá siempre exigió eso: unión y estabilidad.

Bueno, eso es algo que ahora mismo no consigo con mi ex tan cerca. Aunque al menos lo intento por el bien de la familia. Así que, entre risas y bromas, pasamos a disfrutar del almuerzo. En la mesa me senté al lado de Dane. De hoy, no podía pasar la conversación con mi madre. Mi hermana me miró asombrada, pero no dijo nada.

—Cariño, ¿ya tienes el vestido para la boda de Dael?

—Sí, mami. Espero poder ir.

—¿Por qué no vas a poder ir?

—Es que esa misma semana sale un valioso contrato, así que posiblemente deba viajar otra vez.

—Pero acabas de llegar, hija.

—Lo sé, papá. No obstante, la sucursal de allá va tomando al fin un buen camino, así que no puedo dejarla sola.

—Ella tiene razón. No quisiera que fuese así, pero los negocios son negocios, amor. —Mi madre como siempre, calmando a mi padre con su dulce sonrisa.

—¡Um!… Tú tendrás que llevar mi regalo, hermanito, y entregarlo.

—Yo lo haré por ti, cuñada.

La cara de Daneris cambió por completo. Miró a Ariadna y luego a mí.

—Dime que es una broma. No piensas llevar a esta mujer a casa de Erik, ¿verdad?

—Dane, escucha…

—¿Y por qué no iba a llevarme? ¿Quién eres tú para decirle qué hacer?

Mi hermana se levanta molesta de la mesa, haciendo sonar la silla en su retroceso. Su mirada enojada se posa en mí mientras me señala con un dedo. Nunca la había visto hacer eso.

—Fíjate bien en lo que voy a decirte, Darío De la Forte. Si llevas a esta mujer a esa fiesta, puedes irte olvidando de que tienes una hermana.

—¡Daneris!

Mi padre alzó la voz.

—¡Hija! Pero, ¿qué dices?

—¡La verdad! Con permiso.

Con eso se retiró y solo oímos la puerta de su cuarto cerrarse con potencia. Respiro con fuerza. Qué harto estoy de esto, de estar en medio de tormentas.

—Ariadna, creo que es mejor que te retires. —Digo agotado y a punto de perder la poca calma que me queda—. Por favor, no vuelvas más.

—Hijo, pero… ¿Qué sucede?—Me mira con asombro y luego busca apoyo en mi padre para entender qué pasaba—. ¿Amor?

Este, al no saber qué sucede, solo niega mientras se centra en lo que pasa. Por supuesto, que la perseguidora no sale sin formar su obra de teatro. Me mira dolida y solo dice que me ama para luego salir llorando. Pongo los ojos en blanco mientras gruño. Mamá trata de ir detrás de ella, pero se lo impido, diciendo:

—Hace dos meses que terminamos y ella no para de acosarme. Así que te pido, madre, que no la trates más como mi pareja, ya no lo es.

Mamá quedó con la boca abierta y papá permaneció perplejo. No los culpo; no parecía que nuestra relación fuese a terminar. Era buen actor. Con eso me disculpé y subí detrás de Dane. Estaba curioso por todo su comportamiento. Tendría que decirme por qué detestaba a Ariadna. Sé que es odiosa cuando lo desea, pero no para ese desprecio.

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