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Deseos Latentes

#1: La prometida.

¿Alguna vez te has sentido perdidamente atraída por un hombre, y que éste ha sido tu mejor amigo de la infancia? Bueno, ya sabes por dónde va ésta historia.

Con solo 14 años he puesto mi vida entera a los pies del atractivo Ángel Howard; mi confidente y mejor amigo. No sé desde cuándo surgió éste sentimiento, pero es algo latente que nadie sabe, de lo que no me he atrevido a contárselo ni a mi propia madre. Tal vez piensen que estoy loca, aunque sí un poco. No tengo esperanzas con él, solo me ve como una niñita mimada de papi y mami, y aunque estoy llena de riquezas lo único que quisiera es estar siempre a su lado. Pero, ¿por qué nada sale como quiero? Se supone que debe estar siempre conmigo, no?

—Llegamos— con unos ojos cargados de litros de lágrimas, me quedo en el auto mientras solo mi madre es la que baja a despedirse de sus amigos; los padres de Ángel, que por lo que se supone, la familia Howard hoy realizará un viaje a Rusia por algunos años.

Detesto las despedidas porque es sinónimo de un no volveré. Una mocosa tonta como yo no aguanta tanto en su corazón.

—¿Qué sigues haciendo aquí, niña?— los brazos de Ángel son apoyados en la ventana baja del auto. Con un orgullo estúpido no lo miro, siguiendo con los brazos cruzados —.¿No piensas despedirte de mí?

—Jodete.

—Yo no tomé la decisión de hacer éste viaje, Débora, fueron mis padres.

—Podrias haberles dicho que querías quedarte.

—Tengo 14 años y aún siendo menor de edad, no puedo decidir en mi vida.

—Como sea. Ya lárgate.

—Volveré, te lo prometo.

—No te creo, y si es así tienes que hacerme una promesa.

—...tus peticiones nunca son las mejores, pero estoy dispuesto a cumplir tus deseos.

—Prométeme que cuando regreses nos casaremos.

Frunce el ceño, con una cara de estúpido que tarda en procesar mis palabras.

—¡Ángel, ya nos vamos!

Descanso mi cabeza en el asiento. Se incorpora, dándose la vuelta.

—Te lo prometo, niña tonta.

Solo una sonrisa es suficiente para matar la amargura de hace un momento y, aunque sube al auto, solo lo miro con unos ojos brillosos.

—Mamá, ¿cuándo creés que regresen?

—En unos años, esperemos que no sean muchos.

...«Pase el tiempo que sea, te esperaré Ángel»...

......DIEZ AÑOS DESPUÉS......

—¡Terminamos!

¿Tarea difícil? Tarea difícil es matarme casi a diario al hacer el papel protagónico en una película. Ya casi que se oculta el sol y por fin puedo respirar después de tan estresante día en el que lo único que puedo pensar es en escribirle una carta más a Ángel como todos los días.

Sentarme, tomar un papel y un bolígrafo, es mi rutina diaria. Lo que creí un amor de niña tonta, ha tomado vida que ni yo puedo controlar. Lo amo con la misma intensidad con la que lo extraño. Diez años, más de 3650 cartas, y ni una respuesta. Acaso, ¿Ángel se olvidó de mí? Mi corazón se hace bolita de solo imaginarlo. Con 24 años, yo; Débora Moretti, ha rechazado a todos los chicos guapos solo por esperar a un idiota que nunca se ha comunicado conmigo.

—¡Ey, que es todo ese ruido!— mamá me sorprende al entrar a mi cuarto.

Miro mis manos donde están todos mis retratos con Ángel que sin percatarme, he estado destruyendo.

—Yo...solo estaba...haciendo limpieza. ¿Le puedes decir a la sirvienta que venga a recoger toda esta basura?— me refiero a las fotos de Ángel.

—Pense que Ángel era tu amigo.

—"Era" tú lo has dicho, no pienso ser amiga de un hombre que por respeto ni siquiera ha contestado las malditas cartas que me mato escribiéndole— con mis manos las tiro en el bote de basura más cercano.

—Es una lástima, porque justo venía a decirte que Ángel acaba de llegar a México.

Abro los ojos de par en par.

—¿Qué dices?

—Claro, de hecho está abajo. Quiere verte.

Miro mi pijama, siendo recién las siete de la noche me he puesto tan horrible. Saco varios vestidos de mi armario tirandolos a mi cama.

—¿Cuál creés que me quede bien?— pego uno de ellos a mi cuerpo, fijándome en lo que me dice al espejo.

—¿En realidad te sientes bien, Débora?

—Nunca antes me había sentido mejor, madre.

Termino de recoger las fotografías de Ángel que dejo sobre mi cama. Cepillo mi cabello y más rápido que la luz empiezo a bajar las escaleras.

Los años le han acentado tan bien, no queda pizca de aquel niño que pasaba molestandome a diario.

Mi hermano le hace una seña a Ángel que suelta la mano de una mujer para mirarme.

No pasan los segundos que ya estoy lanzandome a su cuerpo, con un par de tontas lágrimas brotadas lo abrazo.

—Pense que nunca regresarias— su pulgar limpia mi lágrima. Su sonrisa ladeada es la que nunca cambia.

—Lo bueno tarda, tonta. Aquí estoy.

—Son muchas las cosas por las que no hemos pasado juntos, necesito contarte detalle a detalle cada cosa— sonrío, sin creer lo que sucede.

—Estoy listo para escucharte. Antes quiero presentarte a alguien muy especial.

Pone a su lado a la misma mujer que sostenía su mano. Por cortesía y educación aclaro mi garganta para hablar primero.

—Soy Débora Moretti, la mejor amiga de Ángel.

—Eres más bonita de lo que me había hablado Ángel. Soy Tiffany, la prometida de Ángel. Un gusto.

#2: ¿Y te amas a tí misma?

Con una cara de póker, echo un vistazo a las cuatro personas que me rodean. Para no quedar como una tonta, me trago un grito y las lágrimas para no parecer como un mapache frustrado. ¡Me quiero morir!

—Su...¿"prometida"? — guardo mi mano en el bolsillo del vestido —. Wow, eso sí que es una real sorpresa.

—Diez años sin vernos, no Débora? Te extrañé tanto.

Me extrañó... claro que le voy a creer, me extrañó tanto que ni una llamada me hizo; ¡me extrañó tanto que después de diez años llega con prometida y todo!

—Pasen, ya prepararon la mesa — si no fuera por la educación de mi madre, los sacaría a patadas —. ¿No estás feliz por la llegada de Ángel, Débora?— peina mi cabello cuando la parejita entra al comedor entre risas con mi hermano.

—Me siento mal —muerdo mis labios, el vientre se me contrae por la rabia —. Me acostaré a dormir. Discúlpame con las visitas.

—¿"Visitas"? Se trata de tu mejor amigo. ¿Tantos años sin verlo y te irás a tu habitación a encerrarte...?

—Tu no entiendes, mamá. Nadie entiende nada— me tumbo a la cama al pisar el piso de mi habitación.

El hombre que amo...

Diez años esperándolo...

Hicimos una promesa...

¡Está comprometido!

Despojo las sábanas y almohadas de mi cama. Tomo un vaso de la mesa para tirarlo al espejo que cae ello trizas al suelo.

—¿Débora, estás bien?— mamá insiste tocando la puerta.

No contesto y continúo con una amargura de nunca acabar en el baño. Mirando mi reflejo amargado en el cristal.

—¿Por qué será que tienes tan mala suerte, Débora Moretti?— dejo abierta la llave del lavamanos, aprovechando el ruido para gritar—. ¡Mierda! ¡Maldito, imbécil, mentiroso!

El gritar e insultarlo por varias horas, me dejaron afónica. ¿De qué me sirvió esperarlo si de todas maneras no cumplió una promesa que creí sagrada? ¿De qué me sirve seguir sufriendo cuando acabo de enterarme que en seis meses se realiza la estúpida boda de mierda?

—Los negocios que heredé de mi padre me han tenido desconectado casi de todo el mundo.

—Que bien — con esfuerzo suelto dos simples palabras cortantes.

—Ayer tu madre me dijo que te sentías mal y por eso no cenaste con tus "visitas"— ríe, tomándose un tiempo para dejar de manejar y mirarme —¿Estás molesta conmigo, Débora?

—Nunca contestaste mis cartas.

—¿Cartas?

—Las casi cuatro mil que te escribí desde que te fuiste.

—Nunca recibí una de ellas.

—Como sea, nunca me enviaste señales de vida siquiera, Ángel.

—Te juro que yo...

—Llevame a casa. Ha sido un día agotador, quiero descansar.

No quiero siquiera mirarlo a la cara, tengo miedo de estallar y gritarle sus cuantas cosas a la cara.

—Tu hermano me dijo que no has tenido novio.

Novio...maldito, cómo podría tener novio después de...aquella promesa.

—Eres hermosa, me encantaría oír un porqué.

—El tener una cara bonita, un cuerpo estupendo; no es sinónimo de entregarme a cualquiera.

—Lo siento si te molesté.

—Hace diez años fué la última vez que nos vimos, Howard. ¿Recuerdas las últimas palabras que te dije?

—¿Lo de casarnos?— ríe —. Es un día inolvidable, como no recordarlo. No querías ni hablarme, tenía que ceder a los deseos de una dulce niña mimada. Por un momento creí que te gustaba, luego recordé que desde niños nos habíamos criado como primos y volví en sí. Me hiciste el día con tu broma, Débora.

Broma...eso era lo que pensaba, que se trataba de una estúpida broma de una niña mimada.

—No me digas que te la creíste — tontamente me quedo congelada, solo negando con mi cabeza para apreciar nuevamente una sonrisa— Años sin vernos...los recuperaré, ¿mañana nos vemos?

—Vale— salgo del auto—. Adiós.

—¿No te despediras con un beso como antes?

—Lo que pasa es que cambié mi forma mimada de ser. Los años pasan, lo sabes Ángel? Todo cambia, y yo ya lo hice — le hago la mano —. Que tenga un día perfecto— volteo—. Ojalá se te dañe el puto auto, cabron.

Mi padre realizó un viaje, duele estos largos días sin él. Es el único que me escucha, mi amigo fiel al que le puedo contar todos mis secretos, hasta el de mi amor platónico.

Mi madre...bueno, por su genio es un reverendo milagro que mi padre la aguante. No tengo la máxima confianza para hablarle de mi sufrimiento.

—No noté cuando llegaste.

—Quiero estar a solas en mi habitación, mamá. Cierra la puerta al salir.

—Es que yo no saldré hasta que me cuentes porque ayer escuchaba como gritabas entre insultos. Esta mañana encontré tu habitación hecha una mierda. Tú no eres así, Débora. ¿Es por la prometida de Ángel? ¿Por su llegada? ¿O porque tus esperanzas de estar en una relación con él se fueron al caño?

—¿Cómo lo sabes?

—Hasta el más pendejo se da cuenta.

—¿Débora está enamorada de Ángel?— un sorprendido Matt nos mira desde la puerta—. Esto está interesante.

—Si abres esa boca, tomaré una pistola y te daré un disparo, imbécil. Pues sí, en verdad estoy tragada con él. ¡Hicimos una promesa en la que nos casaríamos! ¡Me la creí, de verdad lo hice! ¡Pero me dijo que solo me ve como su prima! ¡He rechazo a todos solo por esperar a ese cabron que regresa comprometido! ¡¿Te das cuenta, mamá?!

—Claro. Me estoy dando cuenta del tiempo que estás perdiendo llorando por un hombre que capaz ni tiempo se toma para pensar en tí. Soy cruel, lo sé, pero también sincera. Y si piensas que te quedarás sola, no es así. Por favor Débora, tienes 24 años y te comportas como una de 18. Sabes que casi todos los hombres son unos imbéciles.

—Menos yo.

—Pero lo amo, mamá.

—¿Y te amas a tí misma? Hace mucho tiempo mi mano no golpea a alguien, sabes a donde quiero llegar. Toma un pañuelo y secate esas lágrimas. Demuéstrale a Ángel que aquella tonta niña quedó atrás. Enséñale la belleza que se perdió por jugar contigo. ¿Quién eres?

—Soy Débora Moretti Petrov. Una mujer que no tiene porqué llorar por un hombre que se burló de una promesa. Alguien que no volverá a llorar a partir de hoy.

#3: ¿Qué sucede con él?

Fácil de decirlo, pero, ¿será igual de fácil realizar lo que le prometí a mi madre?

Llorar por Ángel, ¿a dónde me llevará? Él es un idiota que está comprometido con una mujer patética que de lejos se nota lo ridícula que es.

Yo soy Débora Moretti, hija de uno de los narcotraficantes más buscados de todo México, mínimo tengo que heredar algo de mis padres.

Mi estrés aumentó ayer cuando mi padre regresó de su viaje, y adivinen qué, el negocio que ha llevado por años lo dejó en mis manos. No puedo ni cuidarme a mí misma y quiere que ocupe su lugar en los negocios. Con tanto estrés ni cabeza tengo para pensar en como hacer que Ángel se arrepienta de burlarse.

—Sé que dejarte como sucesora es una buena elección. Eres mi orgullo, Débora.

—Papá, ¿por qué no se lo dejas a Matt?

—Sabes que él está llevando el puesto de tu madre. Por años he estado enseñandote todo esto de las mercancías, sé que tienes la capacidad de hacer un buen trabajo. Y no acepto un no, más te vale.

—¿Tendré que dejar mi carrera de actuación?

—No, puedes hacer las dos cosas al mismo tiempo. Tu hermano hizo un viaje ésta mañana, pero alguien se ofreció a enseñarte a usar esto— me pasa una pistola.

—¿Quién?

—Ángel.

—Papá, sabes que ni soporta que se me acerque.

—Una cosa son los asuntos sentimentales, y otra los negocios de la mafia. Así que Débora, deja tu orgullo y deja que Ángel te enseña lo necesario, con el tiempo ya aprenderás.

—¡Papá!

—¿Cuántos años tienes? Madura por favor — besa mi frente —. ¿Quién mi muñeca?

—Yo —me da un guiño, señalandome a Ángel que acaba de llegar.

—Vengate, pero primero piensa en tu verdadero objetivo —se retira.

—¿Qué tal, Débora? Creí que seguías molesta ya que no me has hecho ni una llamada — aunque su sonrisa sea lo que acelere mi corazón, soy conciente de que no debo alocarme —. Como ya te habrá dicho mi tío, hay cosas que te enseñaré. Nos divertiremos en este proceso.

Aunque nací y me he criado en este mundo peligroso que huele a armas y a droga, no me siento ser yo misma. Por órdenes de papá, he tenido que aguantarmelo Ángel, si no lo conociera diría que es todo un ángel caído del cielo.

—Llego la hora, Débora.

—¿De qué?

—De que realices tu primer negocio con uno de los jefes del cártel más buscado de Norteamérica. Quiere conocerte ésta noche.

—Wow, no creí que esto sea así de simple.

—Y no lo es. Estuve conversandole acerca de la buen mercancía que se cocina en grandes cantidades, está interesado en comprar una cantidad algo grande. Pero no es seguro, el plan es convencerlo. Será el paso inicial para que te quites esos nervios e inseguridad. Para que aprendas a asimilar que tanto tú como yo, somos parte de este bajo mundo.

—No tienes que recordarmelo. Pero aunque odie eso, me estoy acostumbrando. Pasar de actriz a narcotraficante, nada fácil es, créeme.

Me preparé para un primer encuentro con el señor misterio del que hasta ahora, no me han hablado nada.

—Te estás tomando muy enserio lo de sorprender a éste hombre, no? — camino al lado del idiota-atractivo. No había soltado palabra en el camino, pero ahora que estamos caminando para encontrarnos con el hombre misterioso, su expresión está cambiante.

—No sé de qué hablas— digamos que tomé ropa de mis actuaciones, y está claro que fué un vestido corto y elegante.

—Lo sabes.

—Estabas tardando, Ángel — la voz del hombre lo calla. Pues cambió mis expectativas, creí que me encontraría con un viejo pero mi sorpresa es otra al estar ante un hombre de unos 40 años más o menos, guapo y elegante—. Veniste con la hija de Marcel y Jade. No te había visto nunca antes, Débora. Pero he escuchado maravillas de tí, eres una mujer tan hermosa.

—Agradezco sus palabras de halago, señor...?

—Fabricio, mi nombre es Fabricio — toma mi mano, y supongo que por educación y elegancia la besa.

De reojo miro a Ángel, de momento a otro está tan serio mirando fijamente a Fabricio. ¿Qué sucede con él?

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