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Atrapado En Un Objetivo

Tomás

Cada paso me acerca un poco más a mi destino, a mi razón para vivir.

La puerta del aula aparece por fin a la vista. Esta universidad es más grande de lo que pensé, casi no encuentro la sala de clases. Echo un vistazo por la pequeña ventana que se localiza en la parte superior de la puerta y veo que de hecho la extensión de la Universidad no fue lo único en lo que erré. La sala está a su tope y la clase ya está en marcha.

Un profesor entrado en edad, si es que tomo sus canas y arrugas como un indicativo, se encuentra frente a por lo menos treinta jóvenes, los que están en diversos grados de estupor producido por el aburrimiento, lo que sin duda

quiere decir que no estoy sólo un poco tarde, sino que muy tarde.

Recorro las caras catalogando cada una, tomando especial atención en las mujeres. Busco y no la encuentro, un repaso posterior arroja el mismo resultado.

¿Me habré equivocado de sala?

Reviso mi bolso por el horario que me entregó la jefa de carrera, el cual es exactamente igual al de mi objetivo, salvo un par de clases, pero no está por ninguna parte.

Otra cosa que no está, justo como la chica. Mierda, es mi primer día como agente encubierto y no está saliendo como lo imaginé.

Quizá mi amigo revolvió mis cosas otra vez, pienso. Si yo soy un poquito desordenado, eso es nada comparado con él.

–Ya no podemos entrar, ¿cierto? –pregunta una voz femenina sobresaltándome. Me doy la vuelta para ver quien logró acercarse tanto sin que me percatara y allí está, el objetivo perdido. Una cosa menos, ahora sólo me falta encontrar el horario de clases–. Sabía que no tenía que quedarme hasta tarde, pero bueno, escuché en un programa de cine que esa era una película cambia vida y que todos deberían verla. Así que tuve que verla, pero el punto es que terminó muy tarde y si te soy sincera no creo que fuera tan buena como la pintaban. Aunque puede

que me equivoque porque ya sabes era muy tarde y tenía sueño, lo que me trae hasta este momento, donde después de quedarme dormida y una alocada carrera aun así llegué tarde –termina y toma aire que estoy seguro necesita.

–¿Eh? –Es lo primero que sale de mi boca, aunque no creo que sea necesario más. Esta chica habla demasiado, por ambos.

Levanta su mirada a la mía con una mueca en su expresión y con un sonrojo creciente. Luego de un rápido vistazo, desvía la mirada de vuelta a la ventana.

La estudio concienzudamente ahora que mira hacia otro lado y pienso que esta asignación va a ser más fácil de lo que creí, si suelta todos los crímenes de su padre así como parece hablar, esto será pan comido.

–¿Entonces también tienes clases de Intervención de voz? –pregunto tratando de entablar conversación, mientras me apoyo al lado derecho de la puerta.

Lanza otra mirada en mi dirección mientras se aleja de la puerta. Se vuelve a sonrojar, aunque no podía decir la razón de ello.

–Sí, no te había visto antes en clases –dice más como una pregunta que una afirmación.

Abro la boca para presentarme, pero soy interrumpido por la puerta al ser abierta y una posterior estampida de alumnos, rápidamente huyendo del lugar.

–Mierda –susurro cuando pierdo de vista al objetivo. Intento pasar al otro extremo del rio de personas, mientras veo atisbos aquí y allá de la chica en retirada.

Cuando el grueso de la multitud disminuye, ya es muy tarde. Mi mirada barre los alrededores, pero no está por ningún lado. Y considerando que hay tres salidas posibles en la dirección en donde se dirigía, no hay modo de saber cuál tomó. Sobre todo, cuando no sé hacia dónde va cada una.

Mientras pienso en qué camino tomar, siento vibrar mi celular. Lo saco mientras dejo caer mi bolso, desacostumbrado a andar con uno. Mis tiempos de escuela quedaron atrás hace unos años ya.

–Villa…Castillo –contesto, sin dejar de estudiar la posible dirección de la objetivo.

–¿Qué pasa, viejo? –saluda mi amigo Samuel.

–Nada bueno, perdí de vista a mi asignación y ahora no se hacia dónde se pudo ir –le cuento, aunque se supone que es una investigación secreta, con Samuel hemos pasado por mucho como para ocultarle algo. Además, aunque su desorden es monumental, es alguien confiable.

Escucho un resoplido exasperado en respuesta a mi declaración, pero decido ignorarlo.

–Ese es el punto central, Tomás, tener la vista sobre ella, no perderla nada más conocerla. Pero no me extraña, si no puedes ver la bruja que tienes como novia, mucho menos a otra mujer.

–No empieces con eso. –Samuel tiene un odio jurado contra mi novia, y no hay nada que yo pueda hacer, sobre todo porque es reciproco y se originó el primer día en que los presenté.

–Dime mejor, ¿está caliente tu pequeña escurridiza? –pregunta sonando entusiasmado.

–No puedes intentar nada con ella, ya lo sabes –le recuerdo mientras rebusco por mi horario de clases, cayendo por fin en la cuenta de que mi objetivo seguramente se dirigió a su siguiente asignatura.

–Sí, tío. No la quiero para mí, sino para ti.

–Si tienes que saberlo, es atractiva, pero es la hija de un poderoso delincuente, la maldad hecha hombre y ella también debe serlo. Como dicen la manzana no cae muy lejos del árbol.

–Pero sería una manzana bien sabrosa y jugosa –dice con picardía y casi puedo imaginarlo moviendo las cejas.

–Tengo novia, olvídalo. Oye, ¿estás en casa?

–Sí, ¿por?

–Porque no puedo recordar donde es mi próxima clase y no encuentro el horario que me dieron, ¿puedes ver si logras encontrarlo?

–Claro, pero me debes– me dice antes de cortar.

Revuelvo otra vez mi bolso sin éxito y trato de recordar donde pude haber puesto ese papel. Luego de unos cinco minutos llama una vez más Samuel, esta vez para decirme que lo encontró debajo de la mesa de la cocina y me manda una foto del horario perdido.

Cuando tengo el número de la sala y pregunto dónde queda, me apresuro en su dirección, temiendo llegar con retraso una vez más.

Esta vez, sin embargo, la chica no sabrá que la golpeó. Seré su confidente en menos de lo que canta un gallo.

Prepárate, Alicia, que este round no ha hecho más que empezar.

*****

Pensarlo es una cosa, hacerlo es otra. Las clases fueron una tortura, no entiendo como alguien puede pasar por esto todos los días. Me aburro, necesito acción.

Debido a que no me interesa aprobar los ramos, dediqué mi tiempo en clases para observar a la objetivo, haciendo notas mentales de su comportamiento o cualquier cosa que me pueda servir. Se le hace una “v” entre la frente y la

nariz cuando está concentrada, hace anotaciones regularmente en su cuaderno, todos los hacen menos yo, nada extraño ahí. Me entretiene cuando lleva el lápiz a su boca cuando está distraída, apoyándolo en su generoso labio inferior, eso no es importante para anotar en el papeleo que le tengo que entregar a Bernales, pero me llama la atención. Es sociable, habla con sus compañeros y camina con ellos hacia las siguientes clases, se ríe y habla mucho. Eso es bueno, cantará como un gallo.

Tendré a El Emperador en la cárcel, antes de que termine el semestre. Sonrío al pensar que seré yo, quien capture a uno de los hombres más peligroso de Chile y como eso se verá en mi currículo. Me emociono al pensar en el reconocimiento que tendré y mi muy esperado ascenso. Necesito que Bárbara esté orgullosa de mí, siempre ha visto en menos mi trabajo, necesito demostrarle lo que valgo.

Llego al casino, la veo comiendo con un grupo muy diverso de personas, necesito que esté sola. Pido mi almuerzo, hago una mueca cuando lo pruebo, se parece a la comida que hace mi novia, es asquerosa. Tiro la comida ofuscado, ya comeré en casa.

Salgo del casino, ya que es imposible acercarme ahora, y no quiero tener conversaciones infructuosas con niños jugando a ser adultos. Cuando estoy afuera veo a dos sujetos que aparentan estar leyendo sentados en unas bancas bajo un arce japonés, demasiado adultos para ser estudiantes y demasiado peligrosos para ser profesores. Encontré a sus sombras.

Bernales me advirtió sobre esto. Me observan por un momento, pero luego siguen leyendo, seguramente no me consideran una amenaza con mi jeans y zapatillas viejas, y un horrible sweater de Game Of Thrones. Yo odio ese tipo de series, lo mío son las series policiales, de acción real, no de fantasía. He visto The Walking Dead, mi placer culpable, pero el líder fue un elemento policial pre–apocalipsis, me gusta ver como lidera a su grupo bajo circunstancias tan extremas. Aunque Game Of Thrones no me atrae para nada, supuse que, a Benjamín Castillo, el nombre que uso para mi primer trabajo encubierto, le van todo ese tipo de series, también le van los videos juegos y películas como StarWars y StarTrek, un geek de tomo y lomo.

La objetivo sale con sus compañeros, como una pequeña manada. ¿Es que nunca está sola? Me siento frustrado, llevo toda la mañana en este maldito lugar y ni siquiera hemos tenido una conversación decente. Y mi trabajo es lograr ganarme su confianza. Bernales estará furioso. Mierda.

Las sombras dejan su actuación de estar leyendo y siguen a la manada de estudiantes, mantienen una distancia prudente con la objetivo. Debo darle unos puntos a esta chica, es una excelente actriz, ni siquiera los miró, ni un asentimiento. Si no conociera mejor la clase de personas que son su familia, creería que ella no está involucrada. No me engañará. Su cara de ángel es su disfraz, como el mío estas ridículas ropas.

Mientras sigo a la manada pienso en mi rancho, mi casa. Como extraño mis tierras, el aire puro y el silencio. Aparte de mi familia, lo que más extraño es a Butt, mi caballo. Como corre ese demonio, por eso es mi caballo favorito, se mueve antes que haga un movimiento con las riendas, es como si leyera mis pensamientos, anteponiendo sus poderosas patas a mis deseos.

Sonrío al recordar lo que Bárbara odió mi casa y animales, pero es que esta mujer los repele tanto que ellos se dan cuentan y atacan, si hasta el cerdo de mi hermana intentó morderla. Después de eso me hizo jurarle que nunca la llevaría de nuevo, cuando accedí, me lo compensó y de qué forma. Bárbara es muy talentosa en la cama, me enloquece, debe ser por eso que hemos durado tanto, a pesar de ser tan distintos. Me gustaría que nuestra relación se basara en algo más que el buen sexo, pero no me quejo. No se puede tener todo en la vida.

Voy detrás de la manada, de hecho, voy detrás de sus sombras, observando sus movimientos. La chica se despide de su grupo y vuelve corriendo hacia mi dirección, su pelo castaño claro se mueve en sincronía perfecta con sus

piernas. No sé cómo lo hace, pero parece que estuviera filmando un comercial de shampoo, no me sorprendería si alguien dijera corte en cualquier momento.

Me pasa y sigue corriendo en dirección a la biblioteca, sus sombras se miran y vuelven sobre sus pies, casi como si se les hubiese olvidado algo también. Sí, estoy seguro, son sus guardaespaldas. Al parecer su papi necesita que su princesa esté protegida. Estoy seguro que es una de esas niñas consentidas de papá, una malcriada insoportable, que está acostumbrada a conseguir lo que quiere manipulando a su padre con una sonrisa. Y con esa cara de ángel que tiene, ¿qué hombre no cedería a sus caprichos?

Decido revisar mi bolso, haciendo una muy mala actuación golpeando con la palma mi frente, para aparentar que se me olvidó algo. Luego de mi escena, que seguramente me hará merecedor a un Oscar, vuelvo sobre mis pies hacia la biblioteca.

Mientras los hombres de negro se quedan afuera, yo entro revisando mi mochila y despotricando sobre lo idiota que soy, por haber olvidado el libro.

La busco con la mirada, pero no la encuentro en las mesas donde hay varias islas de estudiantes, con sus caras sobre algún libro. Recorro los estantes, como si buscara un libro y nada. Cuando comienzo a desesperarme, la veo sentada frente a un computador, mirando la pantalla muy concentrada, con esa v que se le forma. Me acerco a la mesa, pero no me oye.

–¿Cómo se llama la película? –Se incorpora de forma brusca en un segundo–. A lo mejor logras cambiar mi vida.

Tomás

Me mira y por un segundo me pierdo en el verde de sus ojos, me recuerda al color del pasto de mis tierras y de los árboles del bosque que hay detrás de mi casa.

–¿Tú?

–Yo –le respondo sonriendo.

–Estaba pensando en ti hace un rato. ¿Cómo es que entraste a mitad del semestre en cuarto año? –pregunta muy seria.

Mierda. Se me olvida que esta chica fue criada para desconfiar de los demás.

–Una historia larga –consigo decir después de un rato.

–Tengo tiempo. Además, me encantan las historias de los demás. Mi vida es aburrida en comparación con la mayoría de las personas, así que disfruto con cualquier pedazo de vida que los que me rodean compartan conmigo –dice con una sonrisa sincera, que ilumina su cara de ángel.

–No sé por qué, pero no creo que tu vida sea aburrida –le digo. Mocosa mentirosa, ¿con quién cree que está hablando? Conozco a tu familia y tus sucios secretos, cariño. ¿Vida aburrida? Ja, no caeré en tus juegos–. Mi historia lo es, estudié en una universidad en Temuco, me mudé y convalidé los ramos, eso es todo. ¿Ves? Aburrido, te lo dije.

–Claro que no es una historia aburrida, yo siempre he vivido en el mismo lugar, la misma casa. Nada pasa nunca. Me encantaría tener que mudarme, conocer personas nuevas. Tienes suerte…disculpa, ¿cuál es tu nombre?

–Mi nombre…Benjamín Castillo. –Espero que no haya notado mi titubeo, pero es que no me acostumbro a mentir sobre mi nombre–. ¿Y el tuyo? –pregunto, sintiéndome como un idiota porque ya lo sé. Sé todo de ella.

–Alicia González –dice sonrojándose. González como el hijo de perra que tienes como padre, me gustaría decirle, pero me callo.

–No te escaparás de esta, ¿cómo se llama la película?

–El resplandor de una mente sin recuerdos. No la veas, no sé cómo a alguien le puede gustar ese tipo de películas. El director trata de darle un toque romántico a algo que no lo es...Si una persona te hace tanto daño como para

querer borrar todo recuerdo de ella, deberías haber terminado con eso en cuánto notaste el daño que te provocaba. Si me preguntas es idiota estar al lado de una persona así, que te lastima y que merma tu autoestima. Creo que la película debería llamarse El resplandor de una mente masoquista. En serio, todo ese sufrimiento, estar con alguien que no te valore, siempre intentando hacer lo que crees correcto, esforzándote en superar las metas que tiene esa persona sobre tu vida, para luego descubrir que nunca estarás a la altura…No lo entiendo, nunca lo haré. Deberías cortar por lo sano en cuánto te das cuenta…aunque sea tarde. Además, él en el proceso de remover cada recuerdo de ella se arrepiente y trata de conservarlos. En fin, una pérdida de tiempo…–La miro en shock. Esta chica nunca sabrá que acaba de describir mi relación con Bárbara. No, no puede ser, estamos bien juntos, es la mujer para mí, divertida, pasional. Trato de pensar en otras virtudes, pero no encuentro. Miro a Alicia seguir con su monologo y encuentro otra virtud de Bárbara, ella no parlotea tanto y eso es un alivio, no podría estar con una mujer que no calla nunca–. Benjamín, ¿estás bien?

–Sí, claro. Estaba pensando en la película –miento.

–Me asustaste, por un segundo te pusiste pálido. ¿Estás seguro que estás bien?

–Sí, estoy seguro. Entonces, ¿no me la recomiendas? –pregunto tratando de volver a la conversación y dejar de analizar cosas que no tienen sentido. Estoy aquí para trabajar y es lo único que debe preocuparme.

–Muy segura. Si no quieres perder tu tiempo te recomendaría que pasaras de ella. Hay muchas buenas películas que en realidad merecen ser vistas. Por mi parte no vuelvo a seguir las recomendaciones del programa, que para empezar ocasionó que llegara tarde a clases –termina con una mueca de fastidio, pero me es imposible saber si es por su discurso o por la película en sí.

Me acerco un poco más a ella apoyando una mano sobre la mesa y la otra sobre su silla, logrando que se remueva nerviosa. Sorprendentemente disfruto que sea un poco tímida, Bárbara por el contrario es de esas mujeres que toman el toro por los cuernos y que probablemente no tenga ni un hueso de timidez en el cuerpo.

Idiota, deja ya de compararlas.

Sacudo esos pensamientos lejos y me concentro en Alicia.

–Dime, ¿qué película cambia vidas entonces me recomendarías? –pregunto.

–Yo…he…–balbucea, mientras que ese maldito sonrojo, que la hace ver tan vulnerable, irrumpe una vez más. Me pregunto que habrá pasado con todas esas palabras que brotaban de ella sin cesar. Me inclino un poco más, complacido por cómo está saliendo esta conversación a diferencia de la anterior, cuando su nombre es llamado desde varios metros de distancia.

–¡Alicia! –Nos volvemos hacia el sonido y me alejo con un gemido de frustración, cuando veo a cinco personas acercándose. La manada una vez más al ataque.

Tres hombres, una chica y el último es un espécimen raro, tanto que no pondría mi dinero si me pidieran declinarme por un género en específico. No sé si se supone que es un hombre o una mujer. Hay personas asexuales, ¿cierto? o quizá es sólo un mal corte de pelo y genes aún peores.

Los demás integrantes de la manada se ven bastante normales, la mujer es una de esas chicas que, aunque no son tan hermosas, tienen encanto y deslumbran de una manera diferente. Mientras que los hombres vienen en una variedad de alturas y colores de piel. Uno de ellos, sin embargo, se diferencia de los demás por su expresión de enojo mientras me mide. Es el típico chulito de playa, con su piel tostada, pelo rubio y cuerpo atlético.

Me levanto en toda mi altura y dejo a mi envergadura hacer el trabajo. Este pequeño niño no es nada al lado del entrenamiento de la PDI [1]  y si piensa que me estoy metiendo en su territorio, todavía no ha visto nada.

Le envío una mirada para hacerle ver que no me impresiona, mientras pienso si es que cabe la posibilidad de que sea la pareja de Alicia, lo que sería una complicación inesperada. Sin embargo, lo descarto, la investigué y estoy casi seguro que no tiene compromisos.

–Te estábamos buscando, si no nos vamos ahora no vamos a llegar a tiempo al taller –dice la chica, mientras toda la manada llega a nuestra altura.

–Lo sé, pero recordé que tenía que buscar una información para la clase siguiente. Y odio cuando me llaman la atención por no llevar lo que piden.

Los demás se integran a la conversación, pero ya no me interesa. Retrocedo mientras están distraídos y doy un rodeo por detrás de unos estantes llenos de libros, fastidiado por no haber podido hacer más progresos. Molesto también con cara de ángel por decir que no soporta que le llamen la atención, cuando se quién es y todos los crímenes que se rumorea ha cometido su familia.

Cuando estoy lejos de ellos en el otro extremo de donde me encontraba, los observo. Barajo la opción de integrarme a su grupo de amigos, ya que puede que sea más fácil hablar con ella y ganarme su confianza, pero lo descarto. Quizá hubiera sido una buena idea si el tipo que cree que Alicia es suya no fuera parte del grupo y yo tuviera el ánimo para aparentar ser un idiota. Pero mi límite termina en la ropa de perdedor que llevo.

Veo a Alicia darse la vuelta y pasear su mirada en mi búsqueda, sin mayor éxito. Y cuando se da por vencida, creo ver una expresión de decepción en su cara, pero lo más probable es que sea una equivocación debido a la distancia.

Doy media vuelta y salgo de la biblioteca sintiéndome ansioso por no haber hecho los progresos que esperaba, pero no importa. Más temprano que tarde voy a conseguir que El Emperador termine tras las rejas, donde pertenece y de paso le demostraré a Bárbara lo que valgo.

Hecho una última mirada en dirección a la objetivo antes de perderla de vista y me sorprende otra vez lo normal y agradable que parece, pero no me engaña y no lo hará.

–¡Hey cuidado! –Escucho y me sobresalto.

–Mierda, lo siento –me disculpo de inmediato con la persona que casi arrollé por desviar la vista. Me paso una mano sobre el pelo y me reprendo por llamar la atención de esa manera. Porque además de los estudiantes cercanos, también capte la atención de los guardaespaldas de Alicia. Lo último que quiero.

Bajo mi cabeza, saco mi celular y pretendo que estoy respondiendo algún mensaje, mientras salgo rápidamente de allí, esperando que se olviden de todo el asunto.

Cuando dejan de mirarme, me relajo. Ya es malo, que en mi primer día como encubierto, no logre hacer avances con la objetivo, pero sería terrible que me convirtiera en sujeto sospechoso para las sombras de Alicia. No querría tener que darle esa información a Bernales. El hombre ya tiene muchos problemas con su operación para atrapar a Carrasco, para que yo le añada más mierda a su trabajo.

Consulto mi horario y es una de las clases que no tengo con la objetivo. Después no tengo más clases. Maldición, perdí mi oportunidad para lograr acercarme. Me dirijo enojado hacia la sala de estudio. No pienso entrar en esa clase, si no está cara de ángel, no me sirve. Prefiero avanzar en mi informe. Saco mi notebook, lo enciendo y abro el programa de Word para comenzar.

Después de 20 minutos, la hoja sigue en blanco, no tengo nada importante que informar, porque la realidad es que este día no ha sido productivo en absoluto. Un recuerdo de Alicia sonrojándose me asalta, bueno casi nada productivo, pero no puedo decirle a Bernales que la objetivo se ruboriza sin motivo aparente, me lo tirará en la cara. Decido que debo adornar la realidad, para que se vea más impresionante y no me saquen de la operación.

Después de otros 20 minutos y usando mi creatividad al máximo, hice un excelente primer informe. Si sólo la mitad de lo que escribí fuera verdad, sería el mejor agente de la brigada, a lo mejor debería renunciar y ser escritor, claramente se me da mejor contar historias ficticias.

Resoplo enojado.

Necesito hacer bien esto, quiero el reconocimiento de mis colegas, de mi familia, pero sobre todo de Bárbara. Me gustaría que, por sólo una vez, se sintiera orgullosa de mí y de mi trabajo. Recuerdo el monologo de Alicia y me desanimo. ¿Siempre será así con nosotros? ¿Siempre intentaré impresionarla y ella continuará mirando en menos mis logros, a mi familia y amigos? Espero que no. La haré sentirse orgullosa aunque sea lo último que haga.

–¿A qué objetivo estás siguiendo? ­–Me sobresalto al escuchar a cara de ángel a mi espalda.

Mierda, mierda, mierda.

[1] Policía de Investigaciones. La Policía de Investigaciones de Chile es la policía civil investigativa de Chile, creada oficialmente el 19 de junio de 1933

Tomás

Cierro el notebook lo más rápido que puedo. ¿Por qué me puse hacer el informe aquí, cuando existe la posibilidad de que alguien me descubra?

La miro, y sus ojos verdes me exigen que le dé una respuesta.

–¿No me vas a responder? –pregunta. Mierda.

Tomás dile algo.

–Me asustaste. –¿En serio? ¿Eso es todo lo que le vas a decir? Esta mocosa correrá a contarle a su papá, estarás fuera del caso esta noche. Y quizá muerto mañana. La miro, directo a los ojos, me levanto de mi silla y me acerco a ella. Se sonroja y le tiembla el labio. Bien, ponla nerviosa. Me acerco más, y un aroma evocador me llega. Dulce, a pera dulce. Recuerdo el kuchen de peras de mi madre y se me hace agua la boca–. Es una larga historia –le digo para ganar tiempo.

–Bueno…–titubea, mientras me mira a los ojos–. Tengo tiempo. Mis clases acabaron –dice mientras baja su mirada. Esta chica es tímida.

No, no lo creo, la mocosa es una buena actriz.

Tengo que ser convincente con mi historia.

–Te lo diré, si juras que me guardarás el secreto. Es algo vergonzoso –le digo y veo un brillo de curiosidad en sus ojos.

–Benjamín, no le diré a nadie. Puedes confiar en mí.

Mentirosa, le quiero gritar, pero me comido.

–Ok, esto es difícil –digo, bajando la mirada como ella lo hace, para parecer avergonzado–. ¿Prometes no reírte?

–Te lo prometo –susurra.

–Mi amigo y yo…Bueno, nosotros. –Me callo, como para dame valor, casi como si estuviera a punto de confesar un delito–. Mi amigo y yo estamos escribiendo un libro –digo en una carrera.

–Un libro, ¿en serio?

–Sí, llevamos meses tratando de cuajar la historia, pero por ahora son solo trozos. No somos buenos –le contesto bajando la mirada, como si me sintiera avergonzado.

De pronto me toca el brazo. Mi cuerpo reacciona como si estuviera en medio de un tiroteo. Mi sangre empieza aumentar la velocidad con la que circula por mi cuerpo, mi piel, se siente tensa, tirante y mis músculos se flexionan listos para la acción. Estoy en estado de alerta.

–No te avergüences. Yo…–Baja su mirada y luego me mira. Me congelo, sus ojos brillan. Sus ojos se ven como las hojas de los árboles cuando le dan la luz del sol, me pierdo en ellos por un segundo–. Yo creo que es muy valiente, lo que tú y tu amigo hacen. Me gustaría poder hacer algo así, pero no sirvo para eso… ni para nada en realidad…–Sé que es tonto, pero no me gusta que hable así de sí misma. Es una mujer con muchas cualidades, sociable, respetuosa, empática, eso sin considerar lo bella que es…¿Qué estoy pensando? No me debo dejar engañar. Está jugando conmigo. Debo agregar buena actriz a sus virtudes–. Sólo digo que se necesita valentía para hacer algo así. No te rindas, tú y tu amigo lo lograrán. Ya verás cómo sin darte cuenta acabarán con el libro.

–Vaya, gracias –le digo.

Demonios es buena actriz, parece muy sincera y tan dulce. Ese olor, me está volviendo loco. Me alejo un paso. Necesito aire, para pensar claramente.

–De nada. ¿Cómo se llama tu amigo? –pregunta.

–Samuel –contesto rápidamente. Demonios, no pude pensar en otro nombre.

–Cuando terminen, y si a Samuel no le importa…–Vuelve a bajar la mirada. No puedo soportarlo, necesito ver ese brillo en sus ojos y sentir su aroma, me recuerda a mi hogar. Pongo mi dedo en su mentón y alzo su cara hacia la mía, por un segundo me maravillo en la suavidad de su piel. Un rubor vuelve a cubrir sus mejillas–. Sólo si se puede me gustaría leer el libro.

–Claro –le respondo de inmediato. Sus ojos vuelven a brillar, pero esta vez de felicidad. Me regala una sonrisa que ilumina su cara de ángel.

–¿En serio? –pregunta, como si no se lo creyera.

–Claro, es más, me encantaría saber tu opinión y creo que a mi amigo también.

–Gracias, por lo que vislumbre sé que será una buena historia. Objetivo me suena a policía. –Me tenso–. Persecuciones, caza recompensas. Como una película del viejo oeste… con vaqueros –dice y ríe. Su risa, es como una campana, tan musical–. Seguramente no estoy ni cerca.

–No te puedo decir hasta que esté terminado –le digo–. Pero confieso que también me gustan las películas del viejo oeste.

–Sí, son las mejores. Ver a esos hombres andando en caballo, tan seguros. Lo que más me gusta es cuando las mujeres cabalgan. Se ven tan valientes, como si nada pudiera dañarlas. Debe ser genial –dice y suspira.

–Si quieres te puedo enseñar.

–¿Hablas en serio? –pregunta ansiosa.

–Sí, aprendí a montar a los 5 años, mi abuelo y mi padre me enseñaron. –Sonrío ante el recuerdo–. Es lo que más me gusta hacer. No hay una sensación como esa. Deberías experimentarlo.

–No quiero importunarte –dice y vuelve a mirar al suelo. Aprovecho su movimiento para volver a tocarla, necesitando sentir la suavidad de su piel. Levanto nuevamente su rostro, para que me mire.

–No lo harás. Es más, disfrutaré un montón. Estar con caballos, es mi paraíso personal –confieso–. Prepararé todo. Mañana te digo dónde y cuándo –le digo, ya que debo averiguar dónde existe un lugar donde se pueda ir a montar en esta ciudad, si es que existe algo así por acá. Cuando le dije a mis colegas en Santiago, que me trasladarían a Chillán, se burlaron de mí, diciéndome que vendría al campo. Ellos no sabían que yo vengo de uno. Lo más gracioso es que esta ciudad es todo menos campo, está lleno de cemento, en vez de pasto, edificios en vez

de terrenos abiertos y tiendas comerciales en vez de bosques. Hay campo, pero como en toda gran ciudad, tienes que alejarte a la periferia de la misma.

–Gracias –dice entusiasmada y me abraza.

Me congelo, mi cuerpo reacciona violentamente. Tanto, que alejo mi cadera de ella, para que no se dé cuenta. Me siento culpable, nunca me había pasado algo así y no debería, estoy con Bárbara y la quiero, es mi mujer. Pero no es ella la que está en mis brazos ahora. Es Alicia, un ángel. Me invade su calidez y aroma. Mi hogar. Me recuerda tanto a mi casa, que me concedo disfrutar del momento tan solo unos segundos, pero antes que tarde, se aleja.

Tomo sus hombros, ella se sorprende, yo más. No quiero que se aleje, quiero retenerla tan sólo unos segundos más. Quiero sentirme en casa, sólo unos segundos más.

Nos miramos, ambos sorprendidos por mi comportamiento, pero eso no impide acercarnos. Cara de ángel mira mis labios y yo los de ella. Siento la necesidad de probarla, saber a qué sabe. Necesito saber si su sabor también me recuerda a mi hogar. A pesar, de que es un error, quizá el peor error de mi vida, me acerco a ella. Tomo su hermoso rostro entre mis manos y acaricio su mejilla con mi dedo índice. Siento como se estremece bajo mi tacto. Percibo su calor, ahí donde su cara se cubre de rubor. Con mi pulgar acaricio su generoso labio inferior y ella ahoga

un suspiro.

La necesito, me acerco más.

Estoy a punto de besar sus labios, casi apreciando su sabor cuando lo escucho.

–Alicia, ¿qué demonios estás haciendo? –Una fuerte voz masculina nos hace separarnos.

Nos volteamos hacia la fuente de esa voz. Maldición. Es el tipo que hace un rato me decía con lenguaje corporal, que me alejara. El chulito de playa. ¿Será su novio? Me sorprende lo que me molesta la idea.

–¿Yo?...–pregunta avergonzada y vuelve a bajar la mirada. Ese idiota la está haciendo sentir mal. Pero, ¿quién se cree que es? Me acerco con la intención de romperle su cara por hablarle así a Ángel.

–Alicia, vamos. Nos queda una buena caminata y estoy agotada –le dice la chica morena.

–Sí, Ali, ya quiero llegar a casa. Este día ha sido agotador –le dice la mujer, bueno ahora puedo afirmar que es mujer por su suave voz.

–Claro. Sí, vamos –dice. Me mira avergonzada, creo–. Adiós, Benjamín, nos vemos.

–Nos vemos –le respondo.

Veo como se acerca a la manada y para empeorar la situación, ese idiota se acerca a ella y pasa su brazo por sus hombros, se gira y me da una mirada de advertencia.

Oh, niño, no sabes con quién estás tratando.

Una vez que se van y que puedo librarme del calor y aroma de Alicia, me doy cuenta en la estupidez que estuve a punto de cometer. Y lo peor es la indignación que siento por la interrupción. Si no hubiesen llegado, en este momento estaría probando el sabor de esa boca. La culpa me agobia, estuve a punto de engañar a mi novia, ella no se merece eso. No, claro que no se lo merece. Ninguna mujer merece eso.

Debo tener cuidado, la mocosa me ganó este round. Lo bueno de todo esto, es que encontré la manera de acercarme a ella y ganarme su confianza.

Seré su instructor, le enseñaré a montar. Por lo menos, ahora puedo agregar algo al informe que es cierto, hice avances hoy. Una sonrisa parte mi cara, seré su profesor, le enseñaré todo lo que sé y disfrutaré con esta nueva tarea.

Espero que sea una buena idea.

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