Mi nombre es Melody Monroe, viví casi toda mí vida en California hasta los doce años que le supliqué a mis padres que me mandaran a un internado para culminar mis estudios. Tengo dieciocho años, mido un metro con setenta centímetros, tengo piel clara, ojos celestes y cabello rubio.
Soy Álex Smith, tengo 20 años y viví en California toda mí vida. Mido un metro con ochenta centímetros, ayudo a mí padre con los negocios familiares aunque mí pasión es la carpintería, algo que mí padre me dijo mil veces que no es un trabajo con el que pueda mantener una familia en un futuro.
Hace doce años la familia Smith se mudó a un vecindario de clase media alta, justo a su lado vivía una pareja que rondaba los treinta años y tenían una pequeña hija de seis.
Ambas familias se llevaron bien de primera y se hicieron inseparables pero con sus hijos ocurrió todo lo contrario. Por más que pasaban juntos hasta algunas navidades ellos no se soportaban y se evitaban a toda costa.
Los niños se llevaban dos años, Alex era travieso e inquieto, mientras que Melody tranquila. Ella prefería pasar sus días leyendo y ayudando a su madre con algunas tareas mientras que su vecinito reparaba cosas a su manera al tiempo que rompía lo que no le pertenecía
El problema es que las peleas de los niños fueron cada vez peores a medida que pasaba el tiempo. Melody era bastante tímida y hacer amistades le costaba mucho pero cuando finalmente alguien se le acercaba salía espantado gracias a Alex. Las venganzas de ella, las bromas pesadas de él eran cosa de todos los meses. Sus padres no tenían paz ni un sólo día pero se empeñaban en intentar acercarlos debido a su amistad
Lamentablemente con el tiempo todo fue empeorando. Cuando Melody comenzó a desarrollar su cuerpo Álex se encargó de hacer de las suyas y ya fue la gota que derramó el vaso. Ese día no sólo ella se convirtió aún más reservada y retraída sino que su venganza fue la peor hasta el momento, quemó algunas de las camisetas preferidas de Alex y le cortó el pelo mientras dormía.
Aún así ella ya harta de todo comenzó a suplicar para irse a un internado a culminar sus estudios pero sus padres no querían que sea alejara. Finalmente aceptaron cuando ella fue llorando a pedirles por favor nuevamente y era tal su angustia que cedieron.
Ella jamás dijo lo que sucedió a sus doce años para que tomara esa decisión y juró nunca decirlo tampoco.
Melody estaba en su habitación con Amy, su única amiga hablando de cosas triviales de niños de su edad. A Amy le gustaba un chico de su clase y estaban conversando acerca del primer beso que planeaba darse con él. Melody era demasiado tímida pero también sentía curiosidad y solo decía que nadie le gustaba, que ese momento para ella aun no llegaría. Alguien estaba escuchando la conversación y comenzó a reír a carcajadas al momento de ingresar a la habitación, era Álex. Amy se fue avergonzada y molesta mientras que Melody se quedó encerrada porque el no la dejaba marchar.
-*Así que pensando en primer beso, ¿Quien lo diría?
-No tienes derecho de entrar aquí, ¿Cuántas veces tengo que repetirtelo? Lárgate de una buena vez y no vuelvas
-No me iré, sácame si puedes mocosa
-Eres insoportable, te odio*- comenzó a empujarlo hacia la puerta para así sacarlo de allí pero él era más grande y por lo tanto más fuerte que ella
-¿*Eso es todo lo que harás? Creí que tenías más fuerza
-Estas gordo, sal de aquí o lo haré yo
-Sal, será un placer revisar que más tienes aquí
-A ver qué haces cuando tus camisetas desaparezcan idiota*
Ella corrió fuera de la habitación con Alex persiguiendola. Antes de que ella pudiera entrar él la atrapó y la acorraló, ambos estaban agitados.
-*Sueltame
-No
-¿Que quieres? ¿Crees que es lindo tenerte tan cerca*?
El se acercó aún más y puso sus labios sobre los de ella quién estaba inmóvil a causa de la impresión. Lo empujó para alejarlo y salir corriendo de ahí pero él la sujetó por el brazo y se rió
-*Deberias agradecerme, ya tienes tu primer beso mocosa
-Muerete te odio*- respondió limpiando su rostro con las mangas de su camiseta
Ese día los padres de ella accedieron a mandarla a un internado al verla tan afectada. El colegio que ella eligió era uno religioso para señoritas.
Los Monroe acabaron mudandose a una casa más grande ubicada en un mejor vecindario. Melody al culminar sus estudios volvió a casa y le dijo a sus padres que consideraba la idea de dedicar su vida a Dios, algo que los aterro completamente y decidieron intervenir...
Melody llegó a su hogar donde sus padres la recibieron con mucho cariño y emoción luego de tanto tiempo pero eso duró poco
-*Hija ya tienes dieciocho años, nos gustaría que elijas seguir nuestro camino y seguir el negocio familiar pero apoyaremos lo que tú decidas
-Mamá, papá, me gustaría ser diseñadora de interiores aunque lo que más deseo es entregarle mi vida a Dios*
Su madre se desmayó y su padre por poco lo logra. ¿Como su única hija podría considerar convertirse en monja? Ellos querían nietos, una vida normal para ella, verla casarse y ser feliz.
Melody fue a desempacar porque la charla acerca de su futuro ya demasiado había provocado en un solo día. Sus padres fueron a su dormitorio para poder hablar tranquilamente ya que el de su hija quedaba lejos
-*Algo debemos hacer, ella no puede dedicarle su vida a Dios. Acepté ese colegio porque la ví demasiado angustiada y decidida, aquí no estaba feliz pero jamás creí que pudiera tal solo pensar en seguir ese camino
-Cielo cálmate, no se que haremos pero debemos hacer que considere otras opciones, quiero nietos joder*- exclamó su padre cabreado
-¿*Que haremos con el viaje con los Smith? Lo planeamos mucho tiempo pero no podemos dejarla sola aquí
-Eres una genia por eso te amo*- le dió un sonoro beso mientras apretaba sus mejillas ganándose una mirada de confusión de su esposa
-*No pienso cancelarlo, lo que sea que se te ocurra no arruinará nuestras merecidas vacaciones de ninguna manera
-Piensa bien querida: ¿Quien es la única persona capaz de hacer que nuestro ángel se comporte como una persona completamente normal? Él no irá al viaje, podría quedarse con ella. Seguro con un mes a su lado se le olvida hasta como rezar un padre nuestro
-¿No sé matarán aquí? Además ella es capaz de vivir debajo de un puente con tal de no estar con él
-Se lo diremos tarde, además no olvides que él no podrá quedarse en su casa porque habrá gente tratando las termitas y haciendo reparaciones. Es la oportunidad perfecta
-No se, no creo que sea una buena idea*
Llamaron a los Smith y hablaron directamente con quién sería el niñero temporal de su hija. Todos aceptaron y en menos de una semana debían ir al aeropuerto
El día del viaje
-*Hija cuídate por favor y comportate. Ah antes de que lo olvide, vendrá alguien de nuestra entera confianza a quedarse contigo
-Papá no necesito un niñero
-Da igual, estaremos más tranquilos, además tiene su casa en reparación. Tienes todo lo que necesites para este mes pero en caso de extrema urgencia puedes llamarnos
-¿Con quién me quedaré?
-El llegara pronto, ya tiene llaves por si sales. Ya vino el remis a buscarnos, te amamos*- le dieron un beso cada uno y salieron con sus maletas
Melody estaría sola en casa pero no dejaba de pensar quien sería su niñero. Se enojaba solo de pensar que sus padres no confiaran en ella lo suficiente para dejarla a cargo de la casa a ella sola pero ya habían hablado en un tono que no daba derecho a replicar. Solo rogaba que no viniera ningún viejo vecino a cuidarla porque todos eran jubilados y moriría de aburrimiento
Ella se preparó un bocadillo y fue a su habitación para leer un libro mientras comía, sus padres no aprobaban que comiera en la habitacion pero ellos no estaban para reclamarle nada
Escuchó movimiento en la planta de abajo y salió de su cuarto para finalmente conocer a quien sería su concubino durante los próximos treinta días y su sorpresa no fue nada grata
Pudo sentir una fragancia masculina que era bastante agradable y al dirigirse a la cocina vió un hombre de espaldas que no parecía anciano a juzgar por su cabello y vestimenta.
-*Hola, soy Melody ¿Quién...
-Un placer volver a verte
-¿Que haces aquí? Estoy esperando alguien, vete y no regreses
-Eso será una pena porque tengo las llaves y el pedido de tus padres para estar aquí*
Melody corrió escaleras arriba para llamar así a sus padres y comprobar que quien se encontraba en su casa era un intruso pero le dijeron que no, que él es responsable y se quedará y es su última palabra
-¿Comprobaste que viviremos juntos?- él se cruzó de brazos en la entrada de su habitación y la miró triunfal
-*No me molestes y por nada en el mundo entres aquí. Éste es mi cuarto, mi espacio personal privado
-Como quieras, de todos modos luego pediras que duerma contigo
-Eso jamás sucederá
-Como tú digas*
Melody seguía sin poder creer su mala suerte, luego de todo lo que había ocurrido entre ellos ahora tendría que convivir con el estúpido de su ex vecino. Lo peor de todo es que ahora había crecido y era guapo pero seguía sin madurar...
Mientras tanto Alex estaba encantado en tener un mes para estar con Melody, quería ver hasta donde llegaría su santidad y perfección. Ella siempre había sido guapa pero ahora podría dedicarse al modelaje. Su cuerpo había madurado aunque aún conservaba su rostro angelical; poseía unas curvas con las cuales un hombre podría ofrecerle el cielo y hasta el infierno con tal de hacerla suya. El único problema es que ella no caería a sus encantos así como las demás mujeres, todo en ella implicaba un desafío que estaba dispuesto a probar. Si no la hacía suya se divertiría sacándola de sus casillas
Ella se colocó unos auriculares y se fue al patio, se tumbó en una reposera con vista a la piscina y simplemente se relajó allí olvidando que tenía compañía. Él la miraba desde la ventana de la habitación del segundo piso que era la que ahora tenía. Estaba vestida con una musculosa con tirantes finos y un short de color blanco que se adhería a sus curvas como una segunda piel, su cabello estaba peinado en una coleta. Se quedó observandola por varios minutos, tal como un acosador deseando que la temperatura subiera unos quince grados para verla quitarse su ropa y tirarse al agua e ir con ella.
Luego de esperar de pie en su habitación por algo que no sucedió se fue a su lado. Pudo ver qué el libro que tenía en sus manos era nada más y nada menos que la Biblia y quiso morirse ahí mismo. ¿Sería cierto que deseaba entregar su vida a Dios? Cuando se lo comentaron sus padres se rió creyendo que era un chiste pero ahora pensaba que podía ser verdad y le revolvia el estómago.
-¿Que haces mocosa?- silencio, ella siguió leyendo sin notar su presencia- ¿*Es eso una biblia?
-¿Que decías?- preguntó retirando sus auriculares, pero cuando él iba a contestar siguió hablando- ¿Sabes que? Vine aquí para no verte, no me gusta que invadan mi espacio personal. Quédate aquí si quieres*
El la vió marcharse, no lo quería cerca, le daría espacio pero se dijo "éste es apenas el primer día mocosa, aún tenemos veintinueve más". En el aire pudo sentir su fragancia y al verla de espaldas caminando mientras movía sus caderas deseó enterrar sus dedos en su piel. ¿En qué momento había crecido tanto? ¿Así son todas las futuras monjas? De saber que eran tan sexys no dudaría en ir a la iglesia cada semana o al infierno por corromper alguna creyente
La hora de la cena llegó y aún no la había visto, fue a su cuarto e intento entrar pero no pudo. Golpeó la puerta frustrado para que fuera a comer con el.
-¿*Que quieres?
-Vamos a comer, pedí una pizza
-Come tu, luego buscaré una porción y vendré aquí
-De ninguna manera, odio comer solo. ¿Quieres comer aquí? Pues bien, busco la pizza y comemos aquí
-Ushhh*- cerró la puerta resoplando y bajó a cenar
-Dios bendice estos alimentos...- Bendijo la cena ante la atenta mirada incrédula de él
-¿*Que haces?
-Estoy comiendo ¿No me ves?
-No eso, ¿Desde cuándo rezas?
-Desde que me fui a estudiar y planeo seguir haciéndolo, ¿Te molesta?
-No, pero ¿Planeas seguir un camino así?
-Quiero dedicar mi vida a Dios
-No puedes hacer eso
-¿Tu lo impediras? Te recuerdo que puedo hacer con mi vida lo que desee
-Y yo que creí que todas las mujeres deseaban enamorarse, casarse y tener hijos
-Ya verás que no es así. Buen provecho*- lo dejó solo y fue a su habitación donde rezó y se acostó a dormir
Mientras ella dormía plácidamente con un rosario en su mano, él daba mil vueltas en la cama pensando en ella y lo que cree que es su habitación. Comenzó a recordarla cuando era apenas una niña que en apariencia no rompía un plato pero en el fuego interior que desataba cuando era molestada. Su mente volvió al día de cuando la besó por primera y única vez.
Se había enfurecido, no quería que ella pensara en chicos, no podía soportarlo, si quería un beso él se lo daría. Verla a punto de llorar luego de sentir sus dulces labios lo enojó más y lo entristeció a partes iguales. Había comprobado su aliento y estaba bien, no comprendía su reacción. Deseaba volver a besarla aunque sea brevemente pero ella lo evitó hasta que un buen día dijeron que se había ido y se sintió un poco responsable de su partida.
Algunas mujeres habían pasado por su vida, nada serio hasta el momento pero ahora toda su atención estaba puesta en aquella futura religiosa. Era toda una mujer y él un hombre dispuesto a desnudarla y arrancarle los deseos de entregarse a Dios con besos, caricias atrevidas o como diera lugar, solo debía encontrar un método para bajar sus barreras y sacar a relucir ese fuego interior que sabía aún poseía en algún lugar de su ser. Con todos estos pensamientos se sumió en un profundo sueño.
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