Mi vida, es normal, soy una buena chica, con buenas calificaciones, no me gustan las fiestas, ni el alcohol, ni salir a bares clandestinos, pero amo las compras, y tengo muchas amigas, soy la más popular de la escuela... ¡No! No es así.
No soy la chica perfecta, soy una chica mala, calificaciones más o menos, amo las fiestas, el alcohol, salir a bares, odio las compras, no tengo amigas, no soy popular. Sencilla, nada normal. Creo que eso me caracteriza mucho, no llamo la atención de nadie, nunca he tenido novio, pero si Friends with Benefits.
Me encanta el negro, el blanco y el rojo, amo a Shawn Mendes y a Ed Sheeran, soy hija de un cirujano y de una psiquiatra, me encanta el chocolate, tengo una obsesión con las motos, los autos y las armas, me encantan las películas de tortura, tengo un tatuaje en mi muñeca en forma de corazón pequeño, más bien diminuto, me lo hice un día borracha, no sabía lo que hacía.
Bueno ya basta de hablar de mí, hablaremos de mis crushes... Nah no tengo ningún crush gracias a Dios, o más bien no tenía. Hasta ese día. Nunca se me había ocurrido acosar a alguien...pero Alfred hizo que ocurriera lo imposible.
Me terminé de vestir para ir al instituto, tenía puesto el uniforme, que consistía en una falda azul marino que me quedaba por encima de las rodillas, una camisa blanca, una corbata y un saco del mismo color que la falda, llevaba unas medias pantis negros y de calzado unos botines negros de tacón con agujetas. Mi cabello rubio estaba suelto e ondulado. Me apliqué un poco de labial rojo y listo.
Tomé mi mochila y mi móvil y salí de mi cuarto. Bajé las escaleras, giré a la derecha y entré al comedor donde se encontraban mis padres desayunando.
— Buenos días, hija. — saludó papá.
— Buenos días, Saúl. — contesté. — Buenos días mamá.
— ¿Por qué me llamas Saul y no papá? — preguntó mi padre.
— Porque un padre trata de entender y comprender, sobre todo escuchar a sus hijos. — contesté. — Ahora si me disculpan. — tomé una manzana de la mesa. — Me voy a la escuela.
— ¿No vas a desayunar? —preguntó Mamá.
— No, no quiero echarle vinagre a la herida. — me di la vuelta y salí de allí.
Caminé a la puerta principal y tomé el pomo para luego girarlo abriendo la puerta. Salí de la casa y comencé a caminar a la escuela, puse mis manos en los bolsillos de mi chaqueta, me distraje un poco.
Mi papa y yo no teníamos la mejor relación que digamos, el nunca confiaba en mí, ni en lo que le decía. Me envió a un internado el año anterior por un malentendido, a veces iba a visitarme, pero simplemente decidía no verlo. La escuela quedaba a quince minutos a pie, tenía suficiente tiempo para llegar, pues estaba muy temprano.
Llegué a la escuela, la preparatoria Drew High School, es una escuela muy prestigiosa, pero los recuerdos que tenía hasta el momento sobre esta escuela eran desagradables y me atormentaban. Entré al edificio y caminé hacia la oficina del director Sr Stevens. Toqué la puerta, desde el interior escuché un "adelante". Tomé el pomo de la puerta y entré, el director estaba sentado en su escritorio, tenía las manos entrelazadas, los codos apoyados sobre el escritorio, su rostro tenía expresión seria.
— Buenos días, señorita Rioja. — me sonrió. — Ya extrañaba esa cara tan molesta, espero que este año no me cause problemas, esta vez no seré tan paciente.
— ¿Cree que puede intimidarme con eso? — pregunté desafiante. — Tranquilo, este año no seré tan problemática. Y como es mi último año de prepa, ya no tendré que soportar su molestó rostro acusándome por todo lo que pasa a su alrededor. — me aclaré la garganta. — Supongo que no estoy aquí para escuchar sus quejas por cosas por las que ya pagué. Vine por mi horario de clases y las llaves de mi casillero.
— Veo que estas más optimista que antes. — murmuró.
Una sonrisa torcida se curvó en mis labios. El abrió un cajón y sacó una llave junto con una hoja.
— Bienvenida. — murmuró.
Asentí y salí de allí mirando mi horario. Comencé a caminar hacia mi casillero, me dijo que era el número tres frente al salón de literatura. Abrí la puerta del casillero y saqué mis libros. Cerré el casillero, mis ojos caen sobre dos chicos a cinco casilleros del mío, parecían nerds, la chica era un poco baja, cabello castaño y lacio, morena, ojos miel claro, muy bonita y usaba unas gafas. Pero mi mirada se centró en el chico que platicaba con ella.
Era alto, pelo negro, ojos cafés, tez blanca, llevaba unas gafas de lectura, era muy bonito, y ese uniforme le quedaba divino. Parecían estar hablando de algo emocionante, el chico se quitó las gafas por un momento y sonrió, su sonrisa era genuina, hermosa, la más linda que había visto sin mentir. Levanta la mirada y sus ojos conectan con los míos, me sonrojo al instante.
Me giré apretando mis libros contra mi pecho.
« ¡Oh por Dios! Seguro pensó que lo estoy espiando. Nunca había visto a este chico antes.... sus ojos cafés, me llaman la atención.»
Y por andar pensando en ese chico choqué con alguien haciendo que mis libros se cayeran.
— ¡Oh, Dios! Lo siento mucho. — dijo una voz varonil, pero muy bonita.
Levanté la mirada para encontrarme con unos hermosos ojos azules electrizantes, escaneé al chico con la mirada, era alto, apuesto, rostro muy perfilado, un cuerpo muy definido y unos labios carnosos rosados naturales.
Me agaché para tomar mis cosas del suelo, él se agachó al mismo tiempo y me ayudó a recoger los libros. Nos pusimos de pie al mismo tiempo.
— Discúlpame tu a mí, no quise chocar contigo. — contesté.
— A mí me gustó que chocáramos. — dijo sonriendo como bobo. — Mi nombre es Ethan.
— El mío es Sarah. — estrechamos las manos.
— ¿Eres nueva?
— De hecho, he estado antes en este colegio. — contesté.
— Qué raro, no te había conocido. — me analizó con la mirada.
— Será porque casi no conozco a nadie, a los pocos que conozco hubiera deseado no haberlos conocido jamás. — me encogí de hombros.
— Entiendo, me pasa lo mismo con algunas personas. —me sonrió amable.
— No puede ser. — escuché una voz chillona y muy conocida detrás de mí. Mierda.
Me giré lentamente para encontrarme con la chica a la que más odio en esta miserable vida. Magdalena Horse, la chica que me traicionó cuando yo pensé que podría confiar en ella. Destruyó hasta la última gota de confianza que había puesto en nuestra amistad.
— Mag. —murmuré apretando la mandíbula
— ¿Cómo estas querida Sarah? — preguntó con una sonrisa hipócrita.
— Mejor que antes, gracias. —contesté.
— Veo que ya conoces a mi novio. — se acercó a Ethan y lo abrazó por la cintura él le respondió el abrazo dudando.
— Si, ya nos conocemos. — contesté. — Fue un gusto conocerte Ethan. — miré a Mag. — No me dio ni el más mínimo gusto verte, no te voy a mentir.
— Yo tampoco lo negaré, a mí tampoco me dio gusto. — nos sonreímos falsamente y yo continué mi camino.
La sonrisa fingida, se convirtió en una mueca, que desagradable momento. Para colmo el chico agradable que acabo de conocer es novio de él ser más despreciable que he conocido en mi vida. Entré al salón de Literatura y me senté en uno de los asientos vacíos. Eran en pareja, típico de esta escuela, en casi todas las aulas los asientos eran en pareja, excepto en el salón de música.
Alguien se sienta junto a mí, miró por el rabillo de mi ojo, el chico de los lentes de hace rato estaba sentado junto a mí, no sé porque, pero por una extraña razón ese chico me puso nerviosa. El giró un poco la cabeza, nuestras miradas conectaron. Él me sonríe abiertamente.
— Hola. — agitó la mano en forma de saludo.
Desvié la mirada queriendo sonreír como tonta. Giró la cabeza nuevamente, el continúa escaneándome con la mirada. Le doy una sonrisa sincera.
— Hola.
— ¿Eres nueva? — preguntó.
— Ah, no tanto. — contesté.
— ¿Tienes nombre? — sus mejillas se sonrojaron al darse cuenta de la pregunta estúpida que había hecho. — Oh, que idiota ¿Cuál es tu nombre?
Solté una risita.
— Mi nombre es Sarah, mucho gusto.
— El mío es Thomas, todos me dicen Nerdi. — contestó.
— ¿Nerdi?
— Es algo difícil de explicar. — contestó.
La maestra entró al aula anunciando su entrada, por lo que nosotros solo guardamos silencio y no continuamos hablando durante toda la clase.
(....)
El día de clases terminó, esta era mi parte favorita del día, pues tenía la costumbre de ir a McDonald a tomar chocolate mientras escribía una que otra historia. Al salir de la clase, como a unos metros de mi vi a Thomas caminando junto a la chica con la que conversaba en la mañana.
Ese chico me daba tanta curiosidad, no sé por qué ¿No les pasa que sienten una curiosidad por alguien y quisieran saber más sobre esa persona? Ustedes dirán ¿En serio? ¿El nerd?
Pues hay cosas que sencillamente no tienen explicación.
Comencé a caminar al mismo ritmo que ellos, pero a una distancia prudente. Salimos de la escuela y comenzamos a caminar no se adónde.
— ¿Y vamos a la librería? — preguntó Thomas.
— Claro que sí, pasamos por el libro que me recomendaste y luego entramos al McDonald que está en frente.
«Ósea que no tengo que seguirlos. Bien por mí.»
Comencé a caminar más rápido pasándoles por el lado a la chica que estaba a la derecha de Thomas. Saqué mis audífonos de la mochila lo antes posible para hacer como que no escuché, los conecté a mi móvil y comencé a escuchar Thumbs de Sabrina Carpenter. Amo a esa chica. Continué caminando disimuladamente con dirección a McDonald, pero recordé que mi amiga Chantal del Internado me recomendó una muy conocida escritora llamada Agatha Christie. Agsh, odiaba leer, pero si son cosas sádicas estoy en primera fila.
Además, una idea macabra se cruzó por mi mente, miré por mi hombro por que sentí que alguien me observaba y era Thomas, pero continuaba conversando con su amiga la Nerd, aunque su mirada estaba perdida en mí.
La biblioteca más reconocida y completa del pueblo no quedaba muy lejos de la escuela, solo a cinco minutos, además había un Mc Donald en frente. La ciudad de Shelton era una ciudad muy fría, aunque no siempre llovía mayormente estaba nublado. Subí los escalones y tiré de la puerta de la biblioteca hacia adentro para entrar. Me quité los audífonos. Me encaminé a la barra donde estaba la bibliotecaria Conocía a la mujer, era mi tía Ros.
— Hola tía. — saludé cálida. Ella puso su dedo sobre sus labios índice indicándome que bajara la voz, yo solo susurré. — Perdón, vine por un libro que me recomendó una amiga.
— ¿Del que me hablaste por teléfono ayer en la noche? — Asentí. — Yo creo que...
— Tía tengo 17 dentro de poco 18, creo que puedo leer cosas como esas, además no son nada, no leeré por eso, es por el suspenso. — contesté.
Ella achicó los ojos.
— Está en la sección de novelas policiacas y suspenso, supongo que sabes leer. — la miré mal por lo que soltó una risita.
Mi tía era dueña de la biblioteca por lo que no era tan pública. Pero tenía el mismo sistema que las bibliotecas públicas. Al girarme para ir a buscar mi libro, veo a Thomas y a la castaña de lentes caminar hacia esa dirección. Actué natural, como si nada mientras buscaba mi libro en la estantería, ellos estaban a unos metros de mí.
Tomé La Casa Torcida entre mis manos y comencé a ojearla disimuladamente.
— Alfred. — murmuró la chica.
— Hum.
— ¿Puedo hacerte una pregunta?
— ¿Sí?
— ¿Quién te gusta? —preguntó ella.
El soltó un suspiro
— Nadie. — se encogió de hombros. — ¿Y a ti?
— Se llama Marco Warsberg. — contestó.
Abrí los ojos como platos, Marco Warsberg era sobrino de mi Madre, efectivamente éramos primos. Waw.
Pero que mal educada y chismosa eres Sarah
Rodeé los ojos ante el reproche de mi conciencia, me concentré en leer el prólogo de la novela, era super interesante. Me dirigí a la barra donde estaba mi tía.
— Me llevaré esté. — dije.
— Fecha de entrega. — tomó un bolígrafo y se posiciono para escribir.
— Dentro de dos semanas. — contesté.
Ella escribió una fecha específica, me dio una tarjeta.
— Chaosito, tía. — le lancé un beso, ella rodo los ojos.
Comencé a caminar a la salida, pero antes de cruzar la puerta un cosquilleo se sintió debajo de mi nariz por lo que me salió un estornudo. Todos me miraron y yo solo salí de allí sonriendo. Bajé los escalones y crucé la calle hacia McDonald. Luego de hacer mi pedido (café y papas fritas), me senté en una mesa apartada junto a los ventanales del local. Conecté mis audífonos mientras escuchaba Las Vegas de Aitana.
Comencé a leer mientras comía de mis papas fritas. Levanté la mirada para ver a Thomas y a su amiga entrando al local, ella se sentó mientras el hacia el pedido. Continue con mi lectura disimulada. Me sentía como una espía, porque cada cinco minutos subía la mirada para observar al chico.
Luego de un buen rato, la chica se puso de pie y se fue despidiéndose de él, pero yo continuaba leyendo hasta que el decidiera irse.
Me quité los audífonos para sentirme más cómoda. Diez minutos después cuando él se puso de pie yo también me paré dejando una propina sobre la mesa y tomando mis cosas. Crucé la puerta y comencé a seguirlo a una distancia prudente para que no se diera cuenta.
El no daba la impresión de que era un chico de muchos amigos, más bien parecía de poco ambiente y pocos amigos, pero agradable, sin embargo, se veía muy tímido. Aunque cuando nos presentamos no me pareció verlo así. Pero según mis estadísticas mentales la mayoría de los nerds son tímidos, por lo que me parece sorprendente. De pronto comenzamos a caminar por una calle solitaria lo cual me pareció extraño.
De pronto todas mis alarmas mentales se activaron.
¿Será que él supo desde un principio que yo lo seguía y quería llevarme a un lugar solitario para abusar de mí, porque es un nerd pervertido?
Eres tú la que lo está acosando.
Mi consciencia me dio una cachetada mental. De pronto de un callejón salieron unos chicos, parecían una banda callejera. Unos tenían cigarrillos y otros tatuajes.
— Mira que tenemos aquí. — dijo uno de ellos.
Ahora si estaba asustada, no era a mí a quien acorralaban, era al nerd. Yo estaba lejos.
Thomas continuó caminando como si nada, eso me hizo sonreír, era como si quisiera impresionar a alguien de lo "valiente" que era. Pero uno de ellos tiró de su sudadera haciéndolo retroceder metiéndolo al callejón.
Eso si me dio miedo, em acerqué un poco más.
— ¿Crees que estoy jugando? Dame todo lo que tienes. — dijo uno de ellos. — Todo.
— No, déjenme ir. — suplicó el pobre nerd.
— No, es más, ya que no quieres colaborar, nos divertiremos un rato contigo, preciosa. — dijo otro de ellos.
Yo estaba detrás de la pared escuchando todo. Una serie de imagines crueles cruzaron por mi cabeza y me asusté tanto que se me retorció el estómago del asco.
Ay no, van a abusar de él.
Salté inmediatamente empujando al chico de algunos 19 que lo tenía atrincherado contra la pared.
— ¡Déjenlo en paz! — espeté apretando la mandíbula.
Lo que sentía en ese momento nunca lo sentí antes. Era la necesidad de protegerlo.
Los cuatro chicos frente a mí se miraron entre sí y comenzaron a reír. Sentía como si conocía al chico que amenazó al nerd, el mismo que lo tenía acorralado. Su sonrisa se desvaneció cuando sus ojos negros me miraron.
— ¿O qué? — su voz sonaba retadora.
Ok, repasemos la situación, estaba enfrentándome a cuatro tipos armado, y solo éramos yo y el nerd, que obviamente no iba a poder defenderse. En serio debía estar loca para meterme en líos por un chico al que apenas y se su nombre de casualidad.
— Oh terminaras con el rostro destrozado. — contesté.
— ¿Quién lo dice? — preguntó el chico dando un paso más hacia mi amenazante.
— Yo.
— ¿Y quién eres tú? — preguntó uno detrás de él.
— En serio no querrían saber quién soy yo. — alcé un poco ambas cejas.
— Yo si quisiera, bonita. — el chico de ojos negro acaricio mi mejilla. haciéndome darle un manotazo.
— Cerdo asqueroso, no me toques. — espeté.
El hizo un mohín.
— ¿Por qué no? Chicos tenemos doble cena hoy.
Dos de ellos sostuvieron a Thomas por los brazos. Nos iban a comer y eso solo abundaba mi miedo.
— ¡Déjenme bastardos! — gritó Thomas un poco asustado, pero con el pánico evidente en su forma de hablar, con rabia.
Por un momento me distraje con él, no me gustaba verlo tan asustado, quería decirle que saldríamos de esta y que todo estaría bien, y me daba rabia ver como lo sostenían como conejillo de indias.
— Les dijo que lo dejen. — grité mirando a Thomas con frustración.
Alguien me dio un golpe en el brazo haciéndome soltar la pistola y caer al suelo. Si no es porque tengo mucho reflejo y puse mis manos en el suelo mi cara se hubiera estrellado con este.
Ok, si, sé qué dirán que me creo muy valiente, pero me encantan los problemas y los nuevos retos, además tenía que salvar al nerd de que su primera vez fuera con unos pandilleros de cuarta.
— ¿Por qué? ¿Son pareja o algo así? — preguntó uno de ellos detrás de mí. — Hay dos de nosotros que son Gay, y los otros dos heterosexuales, lo cual nos da la ventaja para divertirnos con esta pareja.
Si mi sexualidad fuera la opuesta me daría vergüenza de admitirla. No es que discriminara a nadie por su sexualidad, pero... prefiero no tocar el tema.
Hice una mueca de disgusto. Un escalofrió recorrió mi espina dorsal.
— Entreguen todo lo que tienen. — dijo el chico que estaba en el lado derecho de Thomas.
Thomas iba a sacar su celular de su bolsillo, pero lo miré negando.
— Como quiera, si morimos, al menos no dirán que no luchamos. — él se quedó inmóvil, sin mover un musculo.
— ¿Quieres morir? — preguntó uno de ellos apuntándolo con un cuchillo, el pobre nerd, temblando, negó con la cabeza. — Entonces hazlo.
— Thomas no seas cobarde, no lo hagas. — espeté irritada.
Sonaba irónico que le dijera que hiciera lo contrario a algo que podía salvar nuestras vidas.
— ¿Me estás diciendo cobarde? Yo no soy un cobarde, solo temo por mi vida, estoy muy joven para morir.
— Eres una fresita.
— ¡Y tú, una huesuda! — contestó.
— ¡Idiota! — grité.
— ¡Mal educada malcriada! — espetó.
— Cuatro ojos.
— Y con ninguno te miro. — contestó.
Abrí la boca indignada achicando los ojos mientras movía mi mandíbula.
— Eres un desgraciado. — arrastré las palabras.
— Vampirina. — canturreo.
— Idiota presumido.
— Al menos soy inteligente. — la arrogancia era evidente en su voz.
— Pero ¿De qué te sirve la inteligencia si eres un grosero de cuarta? — pregunté.
— Al menos tengo futuro, y no soy estúpido. — se defendió.
— Tienes razón. — dije tomando mi barbilla. — Creo que no eres un tonto.
— ¿Por qué crees que me dicen nerdi? — preguntó obvio.
— Eres más inteligente de lo que pensé. — una sonrisa torcida se curvó en sus labios.
Si, pareciera como si estuviéramos discutiendo de verdad, pero el plan era distraer a los tipos con nuestra pequeña discusión. Ya cuando los persuadimos, le di un codazo al que estaba detrás quitándole el arma.
Le di un trancazo en la cara al que me apunto anteriormente con la pistola y Thomas se encargó de los que estaban sosteniéndolo. El chico era inteligente. Les piso los pies a cada uno.
Solté la pistola y le indiqué que fuera saliendo, pero él se negó. Me agaché donde estaba el cabecilla a susurrarle algo.
— Ese nerd. — señalé a Thomas. — ¡Es mío! — grité en su oído.
Tomé la mano de Thomas y comencé a arrastrarlo lejos de allí mientras corría. Continuamos corriendo hasta que estuvimos lo suficientemente lejos y ya no dábamos a basto. Nos detuvimos respirando forzado.
— Eso...estuvo cerca... — traté de respirar normal.
— Gracias...Sarah...fuiste muy valiente. — dijo al fin recuperando la compostura.
— No hay de que, para eso estamos. — le sonreí.
Si supieras que te estuve siguiendo.
— ¿No es una causalidad tremenda? Nos vimos al salir de la escuela, en la librería, en McDonald, y por último el destino te puso en mi camino para que me salvaras la vida. — sentí mis mejillas arder.
— Dice una frase: "Las casualidades no existen, cada cosa sucede por algo". — palmee su hombro. — Ahora, señorita damisela en peligro, lo voy a acompañar a su casa, para asegurarme de que esos chicos no lo vuelvan a molestar.
— Oye, me estas ofendiendo. — dijo indignado.
— Soy Sarah. — dije obvia agitando mi mano como saludo.
El rodo los ojos.
— Pero eso no te da el derecho de ofenderme.
— Adiós cuatro ojos. — continué mi camino.
— Y con ninguno te miró. — me detuve y me giré sobre los tacos de mis botas para encararlo.
— No necesito que me mires, ni deseo que lo hagas, dulce tarde. — me volví a girar y seguir mi camino.
— Oye, no dejaré que te vayas sola. — dijo trotando para comenzar a caminar junto a mí.
— Pensé que yo era la valiente y tú el cobarde, no se me va a olvidar que arriesgué mi vida para salvar la tuya, me debes una. — contesté.
— ¿Ahora me lo hechas en cara? Yo en ningún momento pedí tu ayuda. — reprochó.
Lo ignoré y saqué mis audífonos.
— Ahora me vas a ignorar. — lo miré por el rabillo de mi ojo y noté como cruzaba los brazos sobre su pecho y hacia un puchero haciéndolo ver más Sexy.
El único nerd Sexy que he conocido en mi vida...
Me sonrojé ante ese pensamiento. Me coloqué los audífonos y puse música desde mi I phone. Alguien arrebató el celular de mis manos y desconecto los audífonos. El nerd.
— ¿Oye, que te pasa? — pregunté eufórica.
— Nada, solo llamando la atención. — contestó casual.
Lo miré mal, intentando sacarle mi celular de las manos. Él sonreía divertido.
— Dámelo. — pedí.
— Nop.
Y así se echó a correr, tomé un impulso para luego comenzar a correr detrás de él, si soy la única que puede correr con zapatos altos. Soy muy polifacética.
Casi lo alcanzaba cuando giró a la derecha tomando el camino por mi calle.
— ¡Nerd decrepito devuélveme mi celular! — le grité al borde del colapso.
Cruzamos por el frente de mi casa, mientras yo lo perseguía.
— ¡Idiota de quinta devuélveme mi teléfono! — grité deteniéndome totalmente cansada.
Él se detuvo al ver que no lo perseguía. Se giró sobre sus pies y comenzó a caminar hacia mí con pasos lentos como si el mundo no se fuera a acabar pronto...aunque nadie sabe cuándo.
Se paró frente a mi mirándome directamente a los ojos. Por un momento fui tan ingenua, y pensé que me regresaría el celular, pero no.
—Nos vemos a las nueve en mi casa. — y me cruzó por el lado.
Me giré viéndolo alejarse, le caí atrás toda yo, hasta alcanzarlo. Iba a protestar, pero alzo la mano haciendo que cierre la boca.
—Si lo quieres, ve a mi casa a las nueve sino entonces, lo perdiste, se lo regalaré a uno de los niños del orfanato. Puntual sarita.
Y así cruzó a un lado de la calle, y entró a una casa que precisamente estaba junto a la mía. Ahora no tenía celular.
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Nada me decía que el iba a hacer lo que dijo, solo era un chantaje para que fuera a su casa. De todos modos, tenía que ir a recuperarlo, así que mentalmente me dispuse a calmarme y a prepararme mentalmente para ir mas tarde, ya que ahora debía ir a mi casa refrescarme con una buena ducha, era estresante pensar en que él tenía mi teléfono.
Caminé a mi casa y entré, subí las escaleras, supongo que mis padres estaban en el hospital trabajando. Entré a mi cuarto y me dejé caer sobre la cama. Miré mi reloj de muñeca, aun eran las 6. Suspiré frustrada.
La puerta de mi cuarto se abrió dejando ver a tres chicos insoportables que conocía perfectamente. Resoplé tratando de no salir corriendo.
— ¡Que honda pitufina! — chillaron los tres irrumpiendo en mi tranquilidad y en mi cuarto.
Tenía mucho sin verlos, pero son tan insoportables que me ponen al borde de los nervios.
Marcos, mi primo se sentó junto a mí en la cama y tiró de mi mano haciendo que yo me reincorporara. Me abrazó por los hombros tiernamente, ese era el más tranquilo, pero fíjense, que llegaban mi hermano Nick y mi primo Samy y se inquietaba.
—Te extrañe ¿Sabes? — beso mi cabello.
—Yo más my favorite crazy. — lo abracé por el torso.
—Hey, falto yo. — nos interrumpió Samy jalándolo para que se quitara.
Se sentó junto a mí y abrió los brazos para que yo lo abrazara, pero solo me puse de pie y camine hacia Nisni (Nick), el extendió sus brazos, terminando de atraerme a él y me abrazo.
En sus brazos siempre me he sentido tranquila, él es el tipo de persona que a pesar de que es inquieto tiene un aura que te da paz y calma. A pesar de que solo tiene 19 años tiene mucha madurez, y me ha ayudado a salir de situaciones extremadamente difíciles con tan solo un consejo. Heredó eso de mama.
—También te extrañé chiquita, estas últimas 72 horas sin ti han sido un desastre emocional para mí. — beso mi cabello.
Si, también podía ser un poco exagerado.
— ¿Y qué tal viste a Mirella? — pregunté separándome de él.
— Pues, está bien, dice que vendrá pronto de Guadalajara, pero que el instituto la tiene un poco atareada. — contestó.
— ¿Y Faby?
—Está excelente, la vi bien, aunque un poco rara a lo igual que al tío Fabian y a la tía Melanie. — contestó simple.
Suspiré. Miré mi reloj de muñeca que marcaba las 6:50.
—Si les cuento. — me senté en la cama entre Marco y Samuel.
—Suelta la sopa chiquita. — exclamó Samuel.
Comenzamos a platicar sobre cosas triviales del internado, sobre mi nueva amiga Chantal, del internado, y sobre mi reencuentro con Mag. Las horas pasaron volando entre risas y anécdotas graciosas.
Miré repentinamente mi reloj de muñeca.
7:00.
— ¡Mierda! — exclamé poniéndome de pie.
— ¿Qué pasa? —preguntó Nick.
—Sáquense, tengo que bañarme y cambiarme.
— ¿Para? —indagó Marco.
— ¿Estarías dispuesto a comprarme otro teléfono? — pregunté.
—Mis padres me castigaron, no tengo money. — contestó.
-Ah, pues no indagues mucho y sáquense, necesito privacidad.
—Samuel, revisa la ventana. — ordenó Nick.
Samuel, levantó la persiana de cristal y miró a ambos lados.
—No hay nada. — informó Samuel.
Rodee los ojos. No podían ser mas idiotas.
—Asegura la ventana. — ordenó Marcos.
Samuel cerro la ventana con seguro. Los miré achicando los ojos.
— ¿Creen que metería un chico a mi cuarto? Me conocen muy poco, mi habitación es mi territorio sagrado.
—Es mejor prevenir que lamentar. — dijeron al unísono.
—Son unos idiotas ¡Largo! — los empujé a los tres fuera de la habitación.
—Te tenemos en la mira. — dijo Nick haciendo un gesto con los dedos de sus ojos a mí.
Rodeé los ojos y cerré la puerta golpe. Entré al baño, tomé una ducha, luego salí, me vestí con unos jeans oscuros, un suéter mangas largas de cuello y una chaqueta jean oscuro. Me puse unos botines bajos y peiné mi cabello en una cola alta dejando mi pollina fuera cayendo por mi frente.
Abrí la puerta, tres individuos cayeron al suelo dentro de la habitación. Los miré incrédula y ellos sonreían inocentes.
—No puedo creerlo, a lo que llegan los chismosos-empuje la mano de Samuel. — quítate.
Salí de la habitación y corrí escaleras abajo, llegué al primer piso y me dirigí a la puerta. Al abrirla me encontré con alguien que no esperaba ver en mucho tiempo.
El me miró de arriba a abajo y me sonrió.
—Derek. — susurré sorprendida.
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