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Una Sorpresa Para El Jefe

Fiesta

—Miranda ya vamonos. No quiero llegar tarde.

—Tan solo déjame terminar este documento. Ya me falta poco.

—Dijiste eso mismo hace media hora.

—Sabes que no puedo irme sin terminar esto. No quiero tener que lidiar luego con el mal genio del señor Ashford— No sé como puede quejarse tanto, yo también quiero salir de aquí tanto como ella pero no pienso arriesgarme a tener que manejar el carácter de los mil demonios que se carga mi jefe.

—Listo, esta todo hecho.

—¡Por fin!— Hoy es la fiesta de fin de año de la empresa, es casi como una tradición. Cada empleado o jefe, desde el más alto rango hasta el más bajo asiste, es una gran celebración y por lo general siempre logran tirar la casa por la ventana.

—No exageres Eugenia. No tarde tanto— Ella me lanzó una mirada asesina y luego señaló todo el lugar. Éramos las únicas aquí, todos se habían marchado hace mucho tiempo.

—Lo siento. Prometo que la pasáramos tan genial esta noche que olvidarás que llegamos tarde.

—Eso espero Miranda, eso espero.

Ambas nos apuramos en salir de la empresa y dirigirnos al club reservado para la fiesta. Al llegar por suerte no tuvimos que perder más tiempo al hacer fila, tan solo tuvimos que mostrar nuestras credenciales de la empresa y nos dejaron pasar.

Al entrar al lugar, el ambiente estaba de lo más animado, aunque claro, la separación de clases nunca puede faltar. Nuestros jefes estaban como en una especie de área VIP separados de los simples mortales como lo somos sus empleados.

Eugenia me tomó de la mano y me guió directamente a la barra en donde no tardó en pedir unos tequilas bien cargados.

—Empecemos la noche como Dios manda— Tomé mi copa y una tras otra fui haciendo desaparecer su contenido, el cual me hacía cosquillas mientras se deslizaba por mi garganta, después de varias copas, ya estábamos lo completamente idiotizadas como para liberarnos en la pista.

—Vamos a bailar— Tuve gritarle a Eugenia cerca de su oído para que pudiera escucharme debido a la fuerte música. Ella asintió y nos adentramos a la pista.

El ambiente estaba caluroso, escuché la música y dejé mi cuerpo llevarse por el ritmo. Debo admitir que siempre he sido muy mala cuando se trata de beber, mi cuerpo absorbe muy rápido el alcohol, por lo que en este momento mis sentidos están tratando de mantenerse en completo orden.

Deslizó mis manos por la fina tela del vestido verde que elegí especialmente para esta noche y las hago recorrer todo mi cuerpo despacio.

De repente, el movimiento de mis manos se vio interrumpido al sentir como alguien apartaba mi cabello a un lado y dejaba un pequeño beso en mi cuello.

Abrí mis ojos y me di cuenta que Eugenia había desaparecido, algo alarmada me di la vuelta y me encontré con unos intensos ojos grises observándome.

—¿Te asusté?

—Señor Ashford, es usted— Dije algo aliviada, aunque no entiendo porque si de todas formas fue demasiado ¿Invasivo? ¿Inapropiado? sea cual sea, no estuvo bien.

—Estás muy hermosa hoy, Gonzales.

—Siempre lo estoy señor Ashford. Es solo que usted no se detiene nunca a apreciar la buena vista— Quisiera culpar al alcohol por mis palabras...de hecho, sí, eso voy a hacer. Le estoy hablando al bloque de hielo de mi jefe sin ninguna timidez, ni en sueños tomaré el crédito.

—Que no lo admitiera en voz alta no significa que nunca le haya dado un vistazo en secreto— Sus manos rodearon mi cintura y me pegaron bruscamente a él.

—¿Debería preocuparme el hecho de que mi jefe me esté observando en secreto?

—Tal vez deberías preocuparte un poco— Lo poco que puedo ver de su rostro y a juzgar por el hecho de que su frangate colonia ha sido mezclada por el olor del Wisky puedo deducir que el está en la mismas circunstancia que yo o quizás él esté un poco peor.

—¿Solo un poco?— Nada pierdo con seguirle la corriente. Probablemente mañana ninguno de los dos recordemos nada de esto.

Se acercó a mi oído y en el momento en el que su aliento acarició mi oreja un escalofrío recorrió mi cuerpo. —Creo que deberías correr o no podré detenerme.

—Estos tacones no están hechos para correr— Le dije llevando mis manos a su cuello. —Y tampoco quiero que te detengas— Supongo que mis palabras le dieron luz verde, quitó mis manos de su cuello y me arrastró hasta las afueras del club.

Abrió la puerta de una camioneta negra y me ayudó a subir a pesar de que él parecía necesitar más ayuda que yo.

—No puedes conducir así.

—No tengo que hacerlo— Señaló al asiento del piloto y me di cuenta de que no estábamos solos.

—¿A dónde señor Ashford?

—A mi casa.

—¡No!— Lo detuve. —Vayamos a la mía.

Dormido

Llegamos a mi casa casi llevándonos todo por delante, desde que nos subimos al auto había atacado mis labios ferozmente y no parecía tener intención de alejarse.

—¿Dónde está tu cuarto?— Lo agarré de su corbata y lo guíe hasta mi cuarto en medio de la oscuridad.

—Quería hacer esto hace mucho tiempo— Me recosté en la cama sin apartar la mirada de él mientras se quitaba la ropa.

Demonios, si que es jodidamente sexy. No voy a mentir, este hombre está como el pan pero se que nada bueno resulta de enredarse con él, por eso siempre había tratado de mantener muy alejada de él. Él es un completo energúmeno, mujeriego y sin sentimientos. Esos definidos brazos, ese abdomen de Dios griego, ese cabello negro revuelto, nada de eso va a ser que me distraiga. Esta noche el está en mi territorio, no pienso dejar que crea que el tiene el control de esto.

Cuando al fin logró deshacerse de su ropa clavó esa mirada que de seguro debe tener a muchas en este momento llorando por él en mí. Me jaló de las piernas hasta acercarme a él y se posicionó en medio.

—No planeas quitarme mi vestido— Dije dejando caer uno de los tirantes de este a propósito. Él acercó una de sus manos lentamente a mi hombro y retiró el otro tirante, estaba por acercarse a mi cuello pero enrede mis piernas en su cintura, lo atraje hacia mi y le di la vuelta dejando que cayera en la cama. Aproveché su sorpresa levanté mi vestido y me subí sobre él.

—Apuesto que estás acostumbrado a tener siempre el control, ¿no es así, Ashford?

—Tengo todo lo que quiero cuando quiero— Empecé a mover mi cintura en círculos sobre él y no tengo ni idea si en verdad lo estaba haciendo bien pero por su rostro podría decirse que si.

—Es algo aburrido si no tienes que esforzarte un poco— Detuve mi movimiento en cuanto sentí lo muy duro que estaba.

—¿Por qué te detienes?

—Porque puedo y quiero— Llevó sus manos a mis caderas intentando que volviera a moverlas pero me hice a un lado.

—No, no, no. No piensas dejarme así ¿o sí?

—¿Tu que crees Ashford?— Sus ojos se oscurecieron, tomó mi vestido por un extremo y lo rompió develando mi cuerpo cubierto tan solo por mi fina ropa interior de color negro.

—Creo que estás tan dispuesta como yo— Hizo a un lado mis panties y deslizó un dedo por mi intimidad. —Ya vez. Tan dispuesta como yo.

—Entonces, ¿Qué estás esperando?— Deslizó mi ropa interior por mis piernas dejándome completamente desnuda bajo su vista.

Acercó su rostro al mío y primero me dio un corto beso, se detuvo y retiró su bóxer dejándo expuesta ante mi su erección.

—No quiero ser gentil está noche— Volvió a posicionarse sobre mí y unió nuestros labios desviando mi atención a la prominente erección que se abrió paso entre mis piernas.

—Argh— Él creciente dolor de algo rompiéndose dentro de mi me devolvió a la sobriedad. ¿Qué demonios estaba haciendo? ¿Perder la virginidad con su jefe? Pero a quién se le podría ocurrir algo así.

Con cada movimiento suyo el dolor se hacia más y más tolerable, hasta que ya solo podía sentir el placer recorrer cada centímetro de mi cuerpo.

—Gonzales, te deseaba tanto— Su voz ronca abrumada más mis sentidos, mi espalda se arqueó para recibir el liberador clímax que poseyó mi cuerpo y en respuesta él suyo también hizo lo mismo.

Ambos nos recostamos uno junto al otro mientras acoplabamos nuestras respiraciones.

—Señor Ashford— Estaba a punto de pedirle que se fuera pero sus ronquidos me dejaron muy en claro de que no había forma de sacarlo del sueño en el cual se había sumergido.

Prevenir que lamentar

No pude pegar ni un solo ojo anoche. Lo último que se me ocurrió hacer fue darme una ducha fría que me quitara los últimos signos del alcohol y por simple aburrimiento y a la vez algo de preocupación por el hombre, alias mi jefe que estaba en mi cama, me puse a limpiar la casa.

Ya al amanecer decidí hacerme una buena taza de café, no tenía resaca por suerte pero nunca está de más un poco de café en las mañanas.

De pronto la silueta de un hombre a medio vestir sosteniendo sus zapatos en las manos y caminando de puntitas por mi sala llamó mi atención.

—Buenos días señor Ashford— El horror en su mirada al verme me dejó muy claro que no recordaba con quien había pasado la noche.

—Miranda tu y yo...anoche...

—Si, lo hicimos.

—Yo...de verdad lo siento mucho. Perdóname si te force a alguna cosa, o más bien si te sentiste obligada tan solo porque soy tu jefe...

—No se preocupe— Lo interrumpí. —Todo lo que ocurrió anoche fue consensuado— Pareció aliviarse un poco con mi declaración. —Y esto no tiene porque ser nada incómodo entre nosotros— Me acerqué a él brindándole una taza de café. —Si me lo permite, continuaré trabajando para usted y ambos podemos hacer como que nada ocurrió— No es como imaginé que sería la conversación después de que perdiera mi virginidad pero se que podría ser mucho peor.

—Yo no estoy seguro de haberme cuidado anoche.

—No se preocupe, yo estoy tomando pastillas— Es una mentirita piadosa ya que más tarde iré por una pastilla a la farmacia.

—Creo que usted ya debería irse— No solo porque de por si es bastante extraño verlo en mi casa sino porque también se perfectamente que su chófer estuvo toda la noche esperándolo fuera.

—De verdad me alegra que las cosas no se hayan arruinado entre nosotros, Gonzales. Odiaría no verla más en la oficina.

—No se preocupe, señor Ashford. Necesitará de métodos más extremos para lograr deshacerse de mí.

Me devolvió la taza y finalmente se dirigió a la puerta algo dudoso y se marchó.

Tan pronto estuve sola, busque mi teléfono como loca y marqué el número de Eugenia, pero claro que no iba a contestarme. Quién sabe a que hora pudo haber llegado a su casa anoche y posiblemente no lo hizo sola.

Tan solo le dejé un mensaje y aproveché para ir a la farmacia y comprar una pastilla del día después. Más vale prevenir que lamentar, ya de por si había cometido muchas estupideces en una sola noche, perder la virginidad con mi jefe, listo, tachada de lista imaginaría de cosas imposibles que no deberían pasar en la vida.

¿Por qué tienes que ser tan jodidamente sexy e irresistible muergano sin sentimientos?

Sea como sea lo hecho hecho está, tan solo me queda disfrutar mi fin de semana y prepararme para regresar al trabajo después de las fiestas. Lamentablemente como secretaria del jefe debo entrar antes que los demás ya que él amable caballero no se toma vacaciones ni siquiera cuando está enfermo.

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