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El Tiempo Que Pasé Contigo

Cansancio

Mi nombre es Violeta Farrah, tengo 28 años y llevo un par de meses sintiéndome fatigada, he tenido que pedir un cambio en el trabajo para que me permitieran realizarlo desde mi casa, se me ha hecho difícil poder presentarme en la oficina, es por eso que decidí realizarme un chequeo, los resultados no son lo que esperaba, suspiro al tiempo que cierro los ojos, esto nunca lo había visto venir.

Salgo del hospital, los resultados de los últimos análisis en mi mano izquierda, saco el teléfono y marco el número de Marcus al tiempo que camino a la parada de autobús, el frío cala mis huesos y solo me acomodo la bufanda otra vez. El teléfono suena y sigo a la espera de que conteste sin éxito. Vuelvo a mirar los resultados en mi mano, tiemblo ligeramente, arrugo todo y los tiro al basurero, extiendo mi mano haciendo parar el autobús, me subo y me acomodo en un asiento junto a la ventana, intento nuevamente con el teléfono, sigue sonando hasta que salta el buzón de voz, tal vez simplemente debería rendirme, no sé porque me sigue sorprendiendo que no conteste, solo un último intento, el teléfono suena y al fin una respuesta

—Hola

—El invierno ha llegado, el frío ha sido demasiado el día de hoy, tal vez no tarde en nevar— Ni siquiera me molesto en responder su saludo, ya bastante tengo con esperar a que conteste. Escucho como hace callar alguien más antes de seguir

—¿Qué es lo que quieres? Debo trabajar horas extras hoy —Su respuesta tosca no me sorprende, escucho una risa femenina en el fondo

—¿Volverás a casa hoy? Podría preparar tu platillo favorito para la cena —Una lágrima se desliza por mi mejilla cuando escucho la voz femenina del otro lado de la línea, él vuelve a hacerla callar

—Dime que pasa

—… ¿Volverás a casa hoy? Por la ventana puedo ver los copos de nieve que han comenzado a caer, pastas para cenar es una buena opción — Lo escucho bufar, mientras me preparo para bajar pronto del autobús

—No, no puedo. Y no cocines nada, si realmente quieres pasta le diré a mi asistente que te lleve algo. Tengo que colgar, estoy ocupado —La línea se corta, siquiera se despidió o me permitió a mí hacerlo, guardo el teléfono al tiempo que me limpio las lágrimas, toco el timbre y me bajo en mi parada. Estoy en medio de la acera, miro el cielo al tiempo que siento como caen pequeños copos de nieve en mi cara, tal vez y solo tal vez es hora de dejar todo y comenzar de nuevo. Retomo mi camino hacia mi hogar. Al llegar dejo las llaves sobre la mesita al lado de la puerta y me dirijo a la cocina, quizá comer algo me haga sentir mejor. Después de haber estado cocinando pastas me doy cuenta de que no quiero comerlas, no es mi plato favorito, sin embargo, llevo seis años soportándolo porque es el favorito de Marcus, tomo todo lo que había preparado y lo tiro al cubo de la basura, camino a la sala de estar y me recuesto en el sofá mirando el techo, no hay absolutamente nada que quiera hacer en este preciso momento, cierro los ojos y duermo, solo quiero olvidarme de todo.

Me despierta el timbre, no sé cuánto tiempo estuve durmiendo, pero al mirar por la ventana puedo ver que ya ha oscurecido, me dirijo a la puerta y al abrirla encuentro a Harry, el asistente de Marcus, me mira avergonzado y me extiende una bolsa con cosas dentro

—Señorita Violeta, buenas noches, el Señor Marcus me pidió que le trajera pastas para comer, dijo que usted tenía muchas ganas de comerlas y que lamenta no poder venir a cenar esta noche, tiene… Tiene una reunión importante con inversionistas—Lo último que dice lo hace ponerse muy rojo, este chico Harry es un buen muchacho, nunca ha servido para mentir, le sonrío y tomo la bolsa que me ha estado ofreciendo todo este tiempo

—Gracias Harry, eres muy amable. Deberías ir a casa, está helando fuera—Me mira con tristeza, él sabe que yo sé que está mintiendo, pero no se atreve a decir nada—Espera un momento—Le devolví la bolsa mientras giraba de vuelta a la casa,  fui directo a la habitación donde suelo hacer mis pequeños proyectos manuales, al volver en mis manos llevo una bufanda de color verde botella—Ten, recordé que es tu color favorito, justo hoy no llevas una así que creo que no hay mejor oportunidad de dártela—Después de todo, es probable que no haya otra oportunidad en el futro

—Se-señorita Violeta yo…—Me mira otra vez avergonzado, resulta que también es bastante tímido, sonrío mientras lo insto a ponérsela

—Debes cuidarte, sino quien ayudará a tu madre después, recuerdo que la última vez dijiste que ella no estaba muy bien de salud—Me mira y sus ojos se llenan de lágrimas

—Usted… No debería seguir perdonando este tipo de actitudes, es demasiado buena—Sé a lo que se refiere, pero hoy en día no tengo a nadie más. Mis padres murieron cuando era muy joven y luego lo conocí en la escuela y después fuimos juntos a la universidad, hemos estado juntos desde entonces, primero como amigos, luego como pareja

—Que tal si te llevas la pasta y la comes con tu madre, hace poco fue que cené y ya no tengo apetito, sería una lástima que se desperdiciara y mañana tengo una reunión a la hora de almuerzo con mi jefa, será imposible para mi comerla—Me mira sin saber que decir—Vamos, no diré nada si tú tampoco lo haces

—Muchas gracias, me retiro entonces. Que tenga buena noche…—Se gira para irse, pero se queda parado, se devuelve y toma mis manos—Si alguna vez necesita algo… Lo que sea, por favor no dude en llamarme—Puedo ver la sinceridad en su mirada

—Muchas gracias Harry, lo tendré en cuenta—Le sonrío mientras lo veo marchar

Desilusiones

La noche pasó rápidamente, sentí que solo fue un abrir y cerrar de ojos, efectivamente Marcus no llego a dormir, pero no es algo que me importe ya. Me levanto y cuando voy a desayunar algo siento náuseas y corro al baño. Debería comenzar el tratamiento lo antes posible, quizás buscar otros médicos para ver tratamientos alternativos ayude o tal vez solo debería hacer lo que quiero cuando aún tengo tiempo. Después de pensarlo un poco me decido, tomo el teléfono y le marco a mi jefa, al segundo timbre me contesta de inmediato

—Violeta, que bueno que me llamas, debo decir que el último informe que me enviaste me sirvió muchísimo en la reunión, me encanta que seas tan eficiente—Sonrío al escucharla tan emocionada

—Miranda, buenos días a ti también. Me alegra que te haya gustado mi informe, crees que podamos reunirnos a la hora del almuerzo, hay algo que me gustaría conversar contigo

—No me digas que te irás a la competencia—Su sugerencia me hace reír

—Jamás podría dejarte, eres la mejor jefa de todas—La escucho reír al otro lado de la línea

—Bien, nos vemos a las 13.30 en el Restaurante Sol de Medianoche, sé que te encanta ese lugar, yo invito

—Ahí nos vemos, adiós—Cuelgo y me voy a la habitación donde están mis proyectos, saco una bufanda de color púrpura, es el favorito de Miranda, tiene una flor amarilla en la punta, tomo otra bufanda, esta vez de color azul, es para Eric su precioso hijo, espero que le guste, mientras guardo ambas bufandas preparo mis cosas para poder tomar un baño, escucho la puerta principal y me asomo un poco, Marcus entra sin preocuparse por nada, deja su chaqueta en el piso junto a su maletín, me giro y sigo haciendo mis cosas, no estoy con ganas de verlo y sentir el aroma de otra mujer en su ropa. Tomo mi ducha tranquila, una vez termino salgo de vuelta a la habitación para vestirme, Marcus está mirando la ropa que había dejado

—No sabía que saldrías—Dice molesto

—Hola a ti también. Lo sabrías si hubieras llegado a casa como corresponde—Me acerco a tomar mis cosas para comenzar a alistarme

—Pudiste haberme llamado—Volteo mis ojos con molestia

—Claro, con lo mucho que respondes cuando lo hago

—Pareces enojada, ¿acaso Harry no trajo la pasta que tanto te gusta? — Suspiro con resignación, si supiera algo sobre mí sabría que esa comida nunca me ha gustado

—Sí, la trajo y eso qué?

—Como que eso qué. Deberías estar feliz, te mandé lo que querías comer, ¿sabes qué? tuve una noche difícil con los inversionistas, deberías venir y complacerme—Marcus pasó su lengua sobre sus labios en un intento de ser provocativo, Violeta lo miró sintiendo repulsión, tomó sus cosas y se metió de vuelta al baño, Marcus la miró molesto, corrió tras ella tratando de alcanzarla, pero Violeta había cerrado la puerta y puesto el seguro—¡ABRE LA PUERTA! —los gritos iracundos iban acompañados de fuertes golpes que hacían temblar todo —SI NO ABRES LA MALDITA PUERTA AHORA DESPUES SERA PEOR—Marcus seguía golpeando la puerta, dándose cuenta de que pronto la abriría. Violeta retrocedió, alejándose todo lo que pudo pero no sirvió de mucho, un par de golpes más y la puerta cedió ante la violenta acción del hombre—Ahí estás pequeña perra—Marcus respiraba agitadamente, ante él Violeta estaba acuclillada en la esquina más alejada del baño, como un cervatillo asustado antes de ser cazado, una sonrisa cruel se formó en su rostro—Jamás podrás irte de mi lado—Marcus entró con pasos firmes y pesados, se acercó a ella tomándola de la muñeca y arrastrándola de vuelta a la habitación, allí la tiró bruscamente sobre la cama y de un rápido movimiento le quitó la toalla que envolvía su cuerpo, una pequeña exclamación brotó de los temblorosos labios de Violeta, se hizo un ovillo tratando de ocultar su desnudez

—Así no, Marcus por favor así no—Su voz temblorosa reflejaba el claro terror que sentía

—Yo te diré cuando, como y donde—Marcus tomó una de sus piernas y la arrastró por la cama para que dejara la posición en la que estaba, se ciñó sobre su delgado cuerpo y a pesar de que ella trataba de luchar él pudo más y la obligó a separar las piernas, repartió besos por su cuello sin prestar la más mínima atención a sus temblores y llanto—Vamos perra, sé que te gusta, sabes cómo ponerme caliente— Marcus reía mientras una de sus manos fue a su pantalón para desabotonarlo y bajar el cierre, solo liberó una parte de su anatomía y la embistió sin ninguna preparación, un jadeo placentero brotó de su garganta, comenzó a moverse solo para su deleite, mientras apretaba con fuerza la cintura, los senos y las piernas de Violeta, sin preocuparse en absoluto por la joven que yacía bajo él—Sí Nena—Violeta cerró sus ojos y solo pensaba que faltaban solo un par de embestidas más para que todo acabara y así fue, Marcus dio dos embestidas rápidas y con fuerza antes de gemir al culminar, se giró para dejar caer su cuerpo y peso sobre la cama—Eres la mejor, siempre sabes cómo complacerme. ¿No ibas a salir? Se está haciendo tarde—Violeta se sentó y corrió lo más rápido que pudo al baño, se volvió a duchar al tiempo que volvía a llorar, no sabe en qué momento todo cambió y se volvió así. Cuando terminó se vistió en el cuarto de baño, sacó unos analgésicos y se los tomó

—Voy tarde, nos vemos después—Iba a salir rápidamente, pero Marcus la tomó del brazo deteniéndola

—Que tengas buena reunión cariño, de verdad lamento no haber llegado anoche, pero los inversionistas fueron difíciles—Marcus la acercó a él y la abrazó con fuerza—Te amo—Violeta lo miró, sus palabras parecían sinceras, pero a ella ya no le quedaba tiempo para descubrirlo

—Nos vemos después—Se deshizo del abrazo y se fue lo más rápido que sus piernas se lo permitieron

Estás conmigo

Si hubiera podido correr, Violeta habría salido corriendo de su casa, pero después de lo que Marcus le había hecho, su cuerpo estaba adolorido, tenía el cuerpo magullado y moratones en distintos lugares, cuando se duchó después tuvo que limpiar la sangre que había corrido entre sus piernas, sacudió la cabeza, debía dejar de pensar en eso. Siguió su camino con destino al restaurante Sol de Medianoche donde la esperaba Miranda.

Al llegar, uno de los garzones la guio al segundo piso, ella estaba espléndida en una mesa en la terraza, se veía preciosa

—Miranda, que bueno poder encontrarme contigo—Miranda se giró apenas escuchó la voz de Violeta, se levantó y la abrazó con fuerza, pudo sentir el ligero temblor en el cuerpo de ella ante esa acción

—¿Mi niña estás bien? —Violeta la contempló, había tantas cosas mal en su vida que una más no estaba haciendo la diferencia

—Sí, es solo que ayer me quedé dormida en el sofá y mi cuerpo tiene las consecuencias de una mala postura—Trató de sonreír, pero le costó, Miranda la abrazó aún más fuerte

—Lo que necesites, siempre, siempre puedes contar conmigo. Eso incluye cavar una tumba—Lo último lo dijo tan serio que Violeta con lágrimas en los ojos comenzó a reír agradecida de tenerla en su vida. Después de otro abrazo y muchos mimos de parte de Miranda, ambas mujeres se sentaron y ordenaron su comida

—Miranda, quiero agradecerte por todo, pero lamentablemente no podré seguir trabajando para ti—Violeta creyó que lo más sensato sería disfrutar lo que le quedara de vida

—¡De qué hablas, dijiste que no trabajarías para la competencia! —Miranda la miró confundida, sabe que eso era mucho más grave que simplemente irse a la competencia

—Tengo… Tengo cáncer Miranda… Me estoy muriendo—Violeta la miró mientras sonreía beatíficamente, sintió como la mujer a su lado tomó su mano con fuerza

—Buscaremos los mejores doctores, debe haber un tratamiento que te sirva, ya pasaste por esa mierda una vez y lo superaste. Lo superaremos nuevamente juntas—La firmeza en que decía todo eso le rompió un poco el corazón

—Ya no hay vuelta atrás Miranda, los chequeos demostraron que ya hizo metástasis en todo mi cuerpo—Violeta dio un apretón de vuelta mientras seguía sonriendo—Decidí que quiero vivir tranquila lo que queda, quiero… Quiero hacer todo lo que después no podré—Una sonrisa tímida surcó sus labrios al tiempo que con su mano libre tomaba la bufanda que le había tejido—Espero que te guste… Y que me recuerdes con ella cuando ya no esté—Miranda la miró en shock, esa pequeña niña frente a ella estaba aceptando la muerte estoicamente mientras le pedía que la recordara con una bufanda—No llores, debes cuidar a Eric, que no se meta en problemas, también tejí una para él—Miranda se tocó la cara, no sabe en qué momento comenzó a llorar. A pesar de que la diferencia de edad entre ellas dos era solo de cuatro años, Miranda se había casado joven, tuvo a su hijo y poco después perdió a su esposo en un accidente automovilístico, Violeta apareció poco después en su vida, se hicieron amigas y comenzaron a trabajar juntas. Su hijo Eric veía a Violeta como su tía y la trataba como tal

—Niña tonta, claro que me encanta, Eric estará feliz de lo que su querida tía Vi le tejió. D-debes prometer que si necesitas ayuda para alguna de las cosas que quieres hacer me lo dirás—Violeta sonrió ampliamente

—Por supuesto, sabes que siempre quise conocer el mar, podríamos ir los tres juntos y estar allí unos días. No existe persona en el mundo con quien quiera conocer el mar además de ustedes

—¿Qué dijo Marcus? ¿No te ha persuadido para que tomes tratamiento? —Ante la mención de Marcus Violeta apartó la mirada sin decir nada—Él no lo sabe… No se lo has dicho

—En estos momentos está enfocado en su empresa, es difícil y complicado—Miranda la miró, nunca le hizo gracia ese hombre para su amiga

—Te dije que mi primo Bastián era mil veces mejor, tal vez… Si hablamos con él encuentre una solución…—Miranda la miró esperanzada, Bastián era médico, dos años mayor que Violeta, se habían llevado de maravilla cuando ella los presentó, lastimosamente ella ya estaba con Marcus y no dio esperanzas falsas a Bastián. Violeta suspiró

—Estoy segura de que si llego a negarme no me dejarás tranquila, está bien. Veré a Bastián, le llevaré mis resultados—Miranda sonrió ampliamente al tiempo que la abrazaba

—No puedo simplemente dejarte sin buscar opciones, eres mi mejor amiga y ya superaste esa mierda una vez, estoy segura de que podrás volver a hacerlo—Violeta sonrió, tuvo cáncer mucho antes de conocer a Marcus, se manifestó poco después de que sus padres fallecieron, fue gracias a que las personas encargadas del orfanato que lo detectaron a tiempo y el tratamiento ayudó a que ella se recuperara. Le contó a Miranda todo lo que sufrió con la quimio, lo difícil que fue para ella esa época donde estuvo sufriendo una enfermedad horrible sin ningún familiar que la apoyara, estaba segura que era por eso que Miranda se esforzaría por demostrarle que ahora podía contar con ella. Estaba realmente feliz de tenerla en su vida

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