LA PRESTIGIOSA CÁRCEL
«Ven. Llévame del dolor, que está oscuro y no oigo tu voz, solo quiero respirar, que la noche me va a matar»
—¡Me niego rotundamente!
—¡Amara, vuelve aquí! —escucho el grito de mi padre detrás de mi. Me disponía a subir las escaleras para llegar a mi habitación y encerrarme allí el resto de la tarde.
—¡No me hables, papá, lo que haces es muy injusto!
—¡Solo son dos años! —siento que toma mi mano y me hace girarme hacia él— Amara, es necesario que vayas. No tenemos otra opción. Recuerda lo que te platiqué. Si no vas entonces ella... —cierra los ojos por un segundo—, quiero que estes siempre conmigo.
—Es que no me quiero separar de ti —musité muy a lo bajo— ni me quiero ir de mi hogar. Nunca he ido a America.
—Lo sé —me encamina de nuevo hacia la sala principal— piensa que esto es una oportunidad para probar tu valentía.
—¿Mi valentía? —fruncí el ceño.
—Así es. Viajar sola, ser independiente. En Ellite College vivirás con otras chicas así que no estarás del todo sola. Creo que si superas esto eres capaz de todo entonces. Piénsalo.
—Pero las clases están por empezar.
—Lo sé. Es por eso que te digo que lo pienses solo esta noche. El vuelo sale mañana por la tarde —me besa la sien— sé que tomarás la respuesta correcta. Eres una buena niña.
Buena niña.
Papá no me conocía tan bien que digamos.
—Pero, papá...
—Nada de pero. Ahora me tengo que ir porque tengo una reunión muy importante. Espero tu respuesta en la noche —se despide de mi— je t'aime ma fille.
—Je t'aime papa —le respondí. Papá me da una última sonrisa y sale de la casa. Dejo salir el aire que tenía contenido y me dejo caer en el sofá. Sé que papá hace todo esto para que yo esté bien, para protegerme y no quiero decepcionarlo, se ha encargado de mi desde que nací y siempre me he ocupado en no darle tantas preocupaciones. Más de las que tiene. Pero no me quiero ir. No quiero dejar a mis amigos y menos al chico que me gusta.
Pensando en el chico que me gusta...
Saqué mi celular en el momento en que empiezan a llegar notificaciones. Son muchas.
Wow.
Abro la aplicación de Facebook al notar que son notificaciones de esa App, supongo que una de mis amigas me habrá etiquetado en alguna foto. Reviso y noto que fue Jean Paul, el chico que me gusta. Me reincorporo en el sofá mientras abro la foto.
Me quedo helada. Estática en el mismo lugar. Siento que en ese momento todo se detiene a mi alrededor. Escucho lejos los ruidos de cualquier lugar. Mi corazón empieza a latir a mil por hora mientras mis manos empiezan a temblar. No podía creer lo que veían mis ojos.
No puede ser.
No puede ser.
No puede ser.
—No —musité— por favor, no.... —me puse de pie y me llevé una mano al pecho. Habían tres fotos mías que Jean Paul había subido burlándose de mi. Eran fotos mías sin ropa, fotos mías que ayer le había confiado. Fotos mías que se supone que solo quedarían entre él y yo. Habían miles de comentarios y miles de reacciones, tenía más de 5 mil me gusta y más de 7 mil comentarios.
Mis fotos.
Mi cuerpo.
Mi reputación.
Me salí de Facebook y me metí al WhatsApp, busqué el contacto de Jean Paul y presioné en llamar. Repicaba y repicaba pero no contestaba. Me sentía furiosa, me sentía enojada, me sentía sucia. La persona en que confiaba me había traicionado de la peor manera y ahora todos mis compañeros de clases conocían mi cuerpo. Unas lágrimas empezaron a salir de mis ojos pero las limpié de inmediato.
¿Cómo pude ser tan tonta?
—Comment tu vas mon amour? —contestó.
—¡Mira, pedazo de imbecil! Vas a borrar esas fotos ahora mismo o si no...
—¿O si no qué, Amara? —me cuestionó con ese tono francés que tenían todos aquí.
—¡O si no los abogados de mi padre se encargarán de llevarte a juicio y juro que te vas a acordar de mi por el resto de tu miserable vida! —me sentía tan enojada y me sentía estupida por haber caído en la trampa. Sabía que si enviaba esas fotos podía pasar algo pero Jean Paul supo convencerme. Pero era la última vez que un hombre jugaba conmigo.
—Querida, estuviste de acuerdo en enviarme esas fotos. Yo no te obligué. Puedo decir que hackearon mi celular y subieron las fotos sin mi consentimiento. Ya no hagas drama, mi amor, sales espectacular en las fotos. Lee los comentarios, todos quieren contigo ahora.
—¡Eres un...! —jadeé. No leería los comentarios porque sabía que los hombres decían toda clase de vulgaridades y las mujeres me quemaban.
—Nos vemos el lunes en clases, Amara, Adieu —y colgó.
—¡Imbecil! —tiré el celular en el sofá mientras contenía las lágrimas. El celular sonaba y sonaba de tantas notificaciones que llegaban. No quería ni pensar qué pasaría si papá veía esas fotos. No quería ni salir de mi casa porque todos me señalarían y me juzgarían. Mi papá se decepcionaría mucho de mi.
Me puse de rodillas y lloré.
•
Dios, cómo pudo hacer eso?
Es una zorra. No tiene vergüenza.
Sus padres saben de esto?
Muero por verla en el colegio.
Esta buena, la necesito en mi cama esta noche.
Me encontraba en mi cuarto leyendo los comentarios de mis fotos. Jean Paul ni siquiera las borró. Estaba hecha un mar de lágrimas. La luz era tenua así que mis ojos hinchados y rojos no se notaban por si venía mi padre que no tardaba en llegar. Mi labio inferior no dejaba de temblar. Sentía rabia. Y tristeza.
La puerta fue tocada dos veces así que supuse que era mi padre.
—Pasa —me aclaré la voz y apagué el celular.
¿Y si ya vio las fotos?
Una punzada de miedo invadió mi pecho.
Papá entra a mi habitación y se sienta en mi cama.
—¿Pensaste lo de hoy? —me pregunta. Parece tranquilo, un poco cansado pero nada fuera de lo normal.
Eso me tranquilizó un poco.
—Sí. Lo pensé.
—¿Y?
—Iré a ese colegio. Será bueno alejarme un buen tiempo de aquí.
—Querida, eso me consuela. Al menos estaré tranquilo. Prometo que te visitaré en las vacaciones o bien puedes venir aquí. Pero saldremos de esto juntos —se acerca a mi y me da un pequeño abrazo— ¿estás bien?
—Sí, —mentí— solo estoy un poco nerviosa por mañana.
—Tranquila. Eres muy valiente y sabrás defenderte sola. Deberías empacar tus cosas y dejar todo arreglado aquí. Y descansa. Mañana te espera un día agotado.
—Gracias, papá. No te decepcionaré.
—Yo sé que no —me guiña un ojo y sale de mi habitación.
Sí lo decepcioné. Y de la peor manera.
•
A la mañana siguiente tenía todo listo, me despedí de las muchachas del aseo, me despedí de algunos amigos de papá que vinieron a verme antes de irme y me despedí de mi amiga Corinne, fue la única que me habló para decirme lo patan y estupido que había sido Jean Paul. También me dijo que no quería que me fuera y que me prometía que ella se encargaría de vengarme.
Pero no podía resistir estar más aquí. Y menos llegar este año al colegio y dejar que todos me señalen y se burlen de mi. Necesitaba huir. Y eso era lo que estaba haciendo. Papá me llevó al aeropuerto. Será difícil estar sin él, estábamos muy acostumbrados a estar juntos y apoyarnos mutuamente.
—Bon voyage —me dijo mientras me abrazaba.
Me separé de él.
—Je te parle quand j'arrive —le dije.
—J'attendrai ton appel —me respondió.
Dios, lo extrañaría tanto.
—Adieu —me giré y me encaminé lejos de él. Me esperaban muchas horas de vuelo. Horas en las que intentaré tranquilizarme. Aunque al colegio que voy es un internado, servirá para no salir un buen rato de allí. Del aula de clases a mi habitación. No tenía ganas de interactuar con nadie. Solo esperaba que este año sea tranquilo y me venga algo de paz. Estaré muy lejos de Francia y muy lejos de las fotos que causaron polémica.
O eso era lo que esperaba.
•
Cuando el avión aterriza en tierra americana, salgo y voy por mis maletas. Hago todos los trámites para salir de allí súper rápido y poder llegar a la cárcel llamada escuela. Afuera hay un auto esperándome como me había dicho mi padre. El chofer era un hombre joven, bastante atractivo la verdad, tenía un papel en su mano en el que decía Amarantha Chevallier.
—Soy Amarantha —le dije.
—Mucho gusto, soy Francisco y la llevaré al colegio. Permítame sus maletas —el chico tomó las maletas y las metió en la cajuela del coche. Yo me monté en los asientos traseros a esperarlo.
Cuando había metido todo, Francisco se monta al asiento principal y arranca.
—¿Está muy lejos el colegio? —quise saber.
—A dos horas nada más.
—¿Dos horas? —no podía ser. Era Sábado ya, estaba cansada y me moría de sueño.
—Sí, puede dormir mientras tanto. Se ve cansada.
—Si, gracias. Creo que eso haré. Me avisas cuando lleguemos.
Me acomodo en los asientos dispuesta a dormir un rato aunque sea.
•
—Señorita, señorita, despierte —escuchaba una voz a lo lejos. Me removí en mi lugar, gruñendo— señorita, llegamos —alguien me movía. Abrí los ojos lentamente, lo primero que vi fue la cara de Francisco muy cerca.
Me exalté.
—¿Qué haces?
—Lo siento. Pero llegamos.
Me tranquilicé un poco y bostecé. Estaba cansadísima. Tenía sueño y todavía tenía que pasar por la dirección de este lugar. Me bajé del coche dispuesta a conocer el lugar. El sol me golpeó la vista. Pero me quedé algo asombrada por todo lo que tenía frente a mi. Era un lugar enorme, de tres pisos creo. Era todo de lujo. Habían algunos chicos saliendo y entrando de este colegio. Usaban ropa normal, papá me había dicho que tendría que usar informe. Supongo que hasta el lunes que empiecen las clases.
Lo que me sorprendió es que estábamos rodeados de bosque. Al parecer era un lugar un poco alejado de la ciudad y eso me pareció un poco extraño.
—Señorita Chevalier, la estábamos esperando —un señor mayor se acerca a mi. Usa traje y lentes.
—¿Y usted es...? —quise saber.
—Soy el director de esta prestigiosa institución. Su padre personalmente me pidió que la recibiera y la llevara a su habitación para que se instale. —explicó— lleven las maletas de la señorita —les dice a dos señores de seguridad— sígame, por favor.
Empezamos a caminar dentro de la institución.
—Como verá, esta es una de las más prestigiosas instituciones del país por lo tanto hay ciertas reglas que tenemos que cumplir —me va diciendo. Habían algunos chicos a nuestros alrededores, platicando— está prohibido salir en días de semana sin permiso y solo se le dará permiso si es una emergencia —subimos unas escaleras— los fines de semana los tienen libre. Es obligatorio el uniforme. Por cierto, he dejado sus uniformes en el cuarto. Compartirá habitación con otras tres chicas. El cuarto es bastante grande así que no tendrán problema. También he dejado su horario de clases en su cama. Tendrá su propio locker el cual ya tiene su nombre y en donde me encargué personalmente de dejar sus libros.
—Pues gracias, qué amable —dije con sorna. Este director me parecía muy raro, es decir, sé que me daba este trato por ser hija de mi padre pues. A veces eso me resultaba tan incomodo.
—De nada. Es algo que hago por todos mis alumnos —sonríe algo fingido.
Dos chicos pasaron frente a nosostros discutiendo.
—¡Clayton, Tanner, dejen de pelear como niños chiquitos y póngase a limpiar los baños! —les grita con otro tono más grotesco.
Los chicos fingieron que no peleaban y se alejaron de nosotros.
—Como le decía, este colegio se destaca por comprender a los alumnos y por ayudarlos con mucha paciencia a que dejen de ser rebeldes y que puedan ser personas de bien. Aunque creo que con usted no tendré problema —me dice.
Por ahora.
Nos detenemos frente a una puerta.
—Bueno, aquí está su habitación. La dejaré que se instale y después le enviaré a una alumna para que le de un recorrido por el colegio. ¿Tiene alguna duda?
—No. Estoy bien. Gracias, señor director.
Los dos hombres terminaron de meter mis maletas al cuarto y se fueron.
—Pase buenas tardes —me da una última sonrisa y se va.
Rodé los ojos y me adentré al cuarto. Al fin se había ido. Qué insoportable. Me pareció un poco hipócrita más bien. El cuarto era grande como había dicho y habían cuatro camas. No estaba tan mal. El final de la habitación había una ventana enorme. Una ventana que daba al bosque. Me acerqué a ella y me deleité con el. Se miraba lindo. Desearía salir y dar un paseo por allí.
En el momento en que me iba a girar para desempacar, noté una figura moverse entre los arbustos. Agudicé mi vista para intentar descifrar qué era, pero lo único que pude notar fue algo fugaz. Era un animal obviamente.
¿Hay animales salvajes aquí?
Y están cerca de las instalaciones del colegio.
Por Dios, han de ser lobos salvajes o osos enormes.
¿Qué clase de seguridad hay aquí?
No puede ser.
———
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DECLARANDO LA GUERRA
—¡Bon dia, gente! —una chica entra al cuarto con una sonrisa en su cara. Trae una maleta color verde junto con una mochila.
—Hola —le digo. Estaba sentada en mi cama viendo alguna revista. Me estaba muriendo del aburrimiento aquí.
—Oi —saluda.
—¿Eres... de Brasil? —quise adivinar. Hablaba portugués así que dudé si era de Brasil o Portugal.
—Si, lo siento —se disculpa tomando la cama junto a la puerta— Me llamo Flavia y olvidé que aquí no hablan mi idioma —empieza a desempacar.
—Soy Amarantha. Y soy de Francia —me presenté.
—Francia —se queda pensativa— ¿Has ido a la torre Eiffel? —me pregunta con curiosidad.
—Si, muchas veces.
Mi padre y yo íbamos a pasar navidad y año nuevo con mis abuelos en Paris y siempre íbamos a la torre Eiffel, nos tomábamos fotos etc. Era uno de mis lugares favoritos. La ciudad del amor.
—Wow es increíble. Siempre he querido ir a Paris a la torre Eiffel —suspira.
Flavia era tez blanca, cabello rojizo y tenía varias pecas en su cara. Era muy bonita a decir verdad. Me sentí insuficiente a su lado.
—Algun día lo harás.
—Este lugar está más o menos bien. Mis padres decidieron enviarme aquí porque dicen que será algo mejor para mi futuro y bla bla bla —Flavia roda los ojos mientras guarda su maleta abajo de la cama. —¿Qué hay de ti?
Me tensé al tener que explicar el por qué vine aquí. No le diría que el chico que me gusta publicó fotos de mi desnuda en redes sociales.
—Mi padre también quiere un mejor futuro para mi —miento.
—Así son los padres —dice yendo y viniendo del ropero. Estaba guardando su ropa. La mía la había guardado hace unas horas. —¿Y si salimos de aquí? Me gustaría conocer el lugar —dice.
En eso la puerta se abre y una chica entra. Es pelo negro, baja y usa lentes.
—Hola, soy Mell y el director me envió para darles un recorrido por las instalaciones —dice.
—Genial —me puse de pie—Me moría del aburrimiento.
—Justo a eso íbamos —se une Flavia.
Salimos de los dormitorios mientras Mell empezaba a decirnos un tema aburrido sobre cómo se originó este colegio y por todo el prestigio que ha pasado. Miraba a Flavia poner cara de aburrimiento y yo estaba igual.
—Aquí los chicos juegan hockey sobre hielo.
Estábamos pasando por un enorme campo de hockey que estaba cubierto sobre hielo tal y como Mell lo dijo. Wow, tenían su propio campo de hocke sobre hielo y además que habían barandas alrededor. De seguro hacen algunos partidos. Que cool.
—Súper. ¿Recibiremos clases de eso? —inquiere Flavia.
—No, en realidad es como un deporte más para varones. Es algo así como un pasatiempo. Claro, hay torneos en los que participan varios colegios. Las chicas también juegan con los chicos. Pero solo a veces.
—Me gustaría probar —le digo. Me llamaba la atención ponerme patines y patinar allí. Fue una sensación nueva. Es como si el campo me llamara.
—Tendrías que hablar con el capitán del equipo. Y no creo que te deje entrar. Su grupo está completo y Gina es un poco... complicada.
—¿Quien es Gina? ¿La capitana?—quise saber.
—No. Es prima del capitán del equipo. El Capitan del equipo es Elder William. Y es...
—Mell, a ti te estaba buscando. Ven, necesito que me hagas este trabajo urgente —llega un chico con aires de grandeza y me pasa empujando para llegar donde Mell.
—¿Por qué no te fijas? —espeté— Dios, en este colegio deberían enseñar modales.
El chico me daba la espalda. Era mucho más alto que yo y usaba una chaqueta de cuero. Flavia y Mell se quedaron calladas justo en el momento en que el chico se dio la vuelta hacia mi. Parecía que no le hizo nada de gracia que lo haya ofendido.
Jesus, qué guapo es. Tenía el cabello negro despeinado, era tez blanca y era muy lindo.
—¿Y tu quien eres? —se rió.
¿Le hacía gracia?
—Soy Amara —me crucé de brazos— A quien pasaste empujando hace unos segundos.
—Amara —juega con mi nombre— Seguro eres nueva. Es comprensible —dice— Mell, ¿acaso no le dijiste las reglas? —le pregunta a la chica sin quitar su vista de mi.
—No tuve tiempo. Amara, él es Elder William—responde Mell en un tono más tímido.
—Yo me encargaré de ti —me dice Elder acercándose peligrosamente a mi— Primera regla: no me hables porque no somos iguales. Segunda regla: el que manda en este colegio soy yo. No ese inepto que tenemos de director. Yo. Y tercera regla: en este colegio se hace lo que yo diga. Así que vete con cuidado, Amara, sino quieres vivir en un infierno. Haré como que lo que me dijiste no sucedió. Por ser nueva —me guiña un ojo.
Me reí en su cara.
—Por Dios, ¿quien te abandonó de pequeño? ¿Por qué tienes esos aires de dios si no eres más que un simple chico común y corriente? Así como tú tienes tus reglas, yo tengo las mías—lo enfrenté, mirándolo a los ojos y retándolo. Dandole a entender que conmigo nadie podía. Juré que ningún hombre me humillaría jamás— Primera regla: yo le hablo a quien se me da la gana porque quiero y porque puedo. Segunda regla: no obedezco órdenes ni de ti ni del inepto a quien tenemos como director. Y tercera y última regla: en este colegio todos pueden hacer lo que tú digas pero yo no. A mi no me mandas. Mejor ve y manda a los perros de tu casa, Eider —le sonreí maliciosa para después tirarle un pequeño beso en el aire. —¿Nos vamos, chicas? —pasé a su lado y me encaminé por los pasillos con las chicas. A pesar de que había enfrentado a ese chico me sentía un poco nerviosa.
—¡Amara! ¿Que hiciste? —me dice Mell cuando giramos hacia otro pasillo.
Elder se quedó sin decir nada.
—Eso fue genial, me encantó —Flavia aplaude orgullosa.
—Solo hice lo que sentí que tenía que hacer.
—Pero retaste a Elder William, ¿no sabes lo que significa? —Mell estaba pálida.
—No. No le tengo miedo a ese tipo —suspiré aliviada.
—Así como es de mandón y grotesco es guapo y sexy, ¿o me lo vas a negar? —me molesta Flavia.
—He conocido mejores —apresuramos el paso— ¿que nos vas a enseñar ahora? —le pregunto a Mell.
—Estoy procesando lo que acaba de pasar —me dice.
Flavia y yo reímos un poco.
Elder William no me va a intimidar, a pesar de saber que quizás se vengará de mi yo estaré muy atenta y preparada. No sé por qué sentía que le había declarado la guerra al diablo.
SU MIRADA OSCURA ME PENETRA
Cuando iba caminando por las enormes instalaciones de este colegio, no me había percatado de que me había perdido en realidad. Mell y Flavia se habían quedado en la cafetería pidiendo algo para comer, Flavia me había dicho que desde que vino no había comido nada y que se moría de hambre. Yo no tenía nada de hambre justo ahora, lo que quería era distraerme un poco para dejar de pensar en todo lo sucedido en Francia.
A todo esto ¿en donde estoy? Venía tan sumida en mis pensamientos por estos pasillos que no me percaté del camino. Genial. Lo único que me faltaba. No sé exactamente en donde estaba, pero habían unas escaleras para bajar a algún lado, una especie de sótano quizás. En la puerta decía exit, así que supuse que tenía que haber una salida por ahí.
A pesar de que estaba muy oscuro me adentré, era todo como de miedo. No le puse importancia y seguí bajando. Desde hace mucho que no me asustaban muchas cosas. El lugar era como una especie de bodega, habían algunas estanterías de libros llenos de polvo y varias puertas. Había una enorme puerta que me llamó la atención. Decía excit. Pero esta vez con c lo cual me pareció raro porque estaba muy mal escrito. La curiosidad pudo más que conmigo porque decidí ir.
La puerta estaba cerrada con llave.
Genial.
Me di por vencida y decidí irme por el mismo lugar por el que vine porque definitivamente aquí no encontraría nada. Sin embargo, escuché cosas que me dejaron quedarme quieta en el mismo lugar.
Gemidos.
Me puse en alerta y volteé para varios lados, ¿de donde venía ese sonido?
—¡Ah! —escuché de repente. Parece que venía de una de las puertas. Avancé a una puerta que estaba al otro extremo de la otra silenciosamente. —Si, Elder, por favor —gemía.
Me tensé al escuchar el nombre del tipo ese.
Me debatí en si asomarme o no asomarme. Me decidí por lo primero porque la verdad necesitaba ver que estaba pasando allí dentro. Tomé el pomo de la puerta y la abrí con cuidado. Solo la medio abrí para poder ver desde una hendidura.
Por Dios.
Lo que vi: un cuarto rojo, una jaula en medio y dentro de ella estaban dos cuerpos teniendo relaciones.
Elder y otra chica. Estaban completamente desnudos. Elder estaba encima de ella mientras ella gemía de placer. Creo que la pupila se me agrandó. ¿Por qué están en una jaula? Elder era muy salvaje con ella.
Tapé mi boca cuando el chico le dio una cachetada.
¡Dios! Este lugar es... no tengo palabras para describirlo.
Y entonces pasó: Elder voltea y me mira. Pero no me muevo y me quedo allí. ¿Por qué no me muevo joder? Será porque Elder tampoco se inmutó de verme, sino que sonrió de lado mientras penetraba a la chica. Sus ojos eran oscuros y ellos transmitían placer, dominio, excitacion, control y oscuridad. Sus ojos hacían que los míos no se despegaran de ellos, ni siquiera un parpadeo. Era como si me imnotizaran.
Elder parpadeó y yo salí de mi trance. Supe entonces lo que estaba pasando. Supe que tenía que irme de allí. Cerré la puerta y salí corriendo escaleras arriba.
Tremenda imagen que tenía en mi mente ahora.
•
Cuando entro a la cafetería y busco a las chicas, me siento un poco desorientada y shockeada. Es decir, había visto a una mujer desnuda, enseñando sus enormes pechos y su intimidad; y había visto también a Elder completamente desnudo, viendo cómo su miembro salía y entraba del de la chica. Además de que Elder me vio y en vez de decirme algo o taparse se quedó allí, viéndome, retándome. Fue todo tan extraño y tan raro que no se qué pensar.
—¡Amara! —Flavia eleva la mano desde el otro lado de la cafetería y me hace señas para que vaya. El lugar estaba medio vacío. Me acerco a ellas y me siento—¿que te pasa? Parece que viste a un fantasma —me dice.
Mell me escanea.
—Es solo que... me perdí y me preocupé un poco.
—¿En que parte te perdiste? —me pregunta Flavia.
—No lo sé, era un lugar muy raro —miro a la mesera— ¿me traes un té de manzanilla por favor?
—Claro —y se va.
—¿Te de manzanilla? —inquiere Mell— ¿pues qué viste? —inquiere un poco nerviosa.
¿Por qué está nerviosa?
Vi a Elder William teniendo sexo.
—Como les dije, entre un poco en pánico al no encontrar la salida y así. Pero ya estoy más tranquila —medio sonreí para que dejaran de preguntar— ¿el lunes empiezan las clases? —le pregunto para cambiar de tema.
—Así es. Espero estén listas ya —comenta.
—Como sea, es como un colegio normal.
—Bueno, —murmura Mell— como es fin de semana solo esta una pequeña parte de alumnos en el colegio. Son demasiado los que están en realidad aquí. Lo que pasa es que la mayoría está de viaje o en sus casa. Pero por lo general vienen mañana domingo o el lunes. No los han conocido a todo y no todos son amables.
—Qué idiotez —dice Flavia.
—¿Por qué habríamos de tener miedo? Mell, lo dijiste como con temor —la miré.
—Es solo que yo no soy tan popular aquí que digamos.
—Mell, ¿como no puedes ser tan popular aquí si el supuesto chico más popular te habló y hasta que quería pedir un favor? —le dice Flavia.
—Por eso —suspira— soy como su juguete. Me piden cosas como que les haga la tarea o los cubra con alguna mentira o que les ayude con algunas cosas etc.
—O sea que eres como su chacha —Flavia se lo dice así sin más.
—Flavia —le hago una mueca para que tenga un poco más de tacto.
—No, está bien. Es la verdad —se encoge de hombros.
—¿Qué crees que te pediría el idiota de Elder? —quise saber.
Tenía curiosidad sobre ese chico. No en plan de gustarme ni nada de eso, solo que sentí una vibra extraña con el. Una vibra que jamás en mi vida había sentido con nadie. Siento que ese chico oculta algo. Y algo muy peligroso.
—Suele pedirme que lo cubra en los almacenes cuando quiere estar con una chica. Ya ves que cualquiera puede entrar y ver algo... extraño —toma de su jugo.
Ah, con que era eso. Y entonces fue cuando yo lo encontré con esa chica. Quería que Mell lo cubriera para que mirones como yo no lo interrumpieran. Entonces ¿por qué no me echó de inmediato cuando me vio? ¿Por qué se quedó en el mismo lugar, haciendo lo que estaba haciendo, y mirándome? ¿Acaso era un reto, una amenaza? No, ¿acaso piensa que yo no soy una amenaza?
—Chicas, hoy habrá una fiesta, ¿quieren ir? —nos dice de repente.
—Aquí está tú te —me dice la chica, poniendo la tasa de té frente a mi.
—Gracias —le digo— ¿fiesta de que?
—Es un lugar secreto. No cualquiera puede entrar, solo los chicos con más influencias. Pero yo tengo tres pases gratis y quiero ir con ustedes dos. ¿Que dicen? ¿Una fiesta antes de entrar a clases? Hoy hay luna llena y van a estar todos los alumnos importantes de este colegio. Claro, hay varios que se cuelan pero... les juro que estas fiestas son para morirse.
Eso fue sarcasmo, ¿verdad?
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