NovelToon NovelToon

La Nueva Villana

C1. Evelyne Luna Zenith

—Mueres porque eres débil, inútil. Solo tienes a ti misma para culpar.

Esas fueron las magníficas últimas palabras del padre de Eve para ella, mientras sufría echada en el suelo. El veneno la estaba derritiendo todos sus órganos, ocasionándole un dolor inimaginable.

—Hubieras desaparecido hace mucho tiempo. Hubieras huido o solo te hubieras matado cuando éramos niños. —André, su segundo hermano, se burló de ella a su lado, sonriendo con esa horrible sonrisa y una mirada llena de locura. —No es que importe ahora, de todos modos serás puras cenizas para mañana. Y serás olvidada de nuevo, como el fantasma que siempre fuiste.

En cuanto a su primer hermano, Rodrigo, solo le echó una última mirada antes de desaparecer tras la puerta de ese cuarto polvoso y oscuro. Ni siquiera le dedicó unas últimas palabras, como si no se mereciera que gastara la saliva en su única hermana. La dejó ahí moribunda, sola y traicionada... Pero Eve estaba quemando de rabia y odio hacia esos monstruos que se hacían llamar su familia.

"Si vuelvo a nacer en otra vida... nunca volveré a ser engañada... ¡Ganaré mi propio poder, y mataré a todos aquellos que se atrevan a menospreciarme!"

Y sobre todo, jamás volvería a confiar en el amor.

Cerró los ojos, dejando que la muerte la abrazara con su oscuro y frío manto, hundiéndose en la oscuridad total...

......despierta......

El extraño sonido hizo un cosquilleo en su nuca, haciéndola parpadear apenas.

La oscuridad era total, pesada. La hizo sentir pequeña y débil, como siempre se había sentido. No podía ver nada y parecía como si nunca podría existir nada ahí, y nunca lo haría. Pero, por un momento, algo en la distancia parpadeó. Una luz brilló, débil.

......Ayúdame......

La voz volvió a susurrar la súplica, cosquilleando en su nuca, un poco más insistente. Pero en ese mar de oscuridad, la voz fue como un punto de apoyo. Un ancla de dónde sostenerse.

...Ayúdame... a vengarme...

Eve entonces se sujetó con firmeza de esa voz, como un bote salvavidas, y antes de percatarse siquiera, su mundo se iluminó con violencia. Imágenes de una vida diferente entraron a su mente, fundiéndose en su conciencia como si fueran suyas. Las voces, gritos, golpes, bofetadas y las cuchilladas por la espalda. Todos esos sentimientos la lastimaron como si fueran suyos, lastimandola nuevamente. Y cuando pensó que no podía soportar más, todo se detuvo tan rápido como comenzó.

Abrió nuevamente los ojos ante el silencio y una sombra grisácea iluminó de nuevo la oscuridad frente a ella. Era la débil silueta de una hermosa mujer, con ojos que brillaban de un color rojo con algunos tintes dorados.

—¿Quién eres? —Mi voz sonó rasposa, como si no la hubiera usado en mucho tiempo.

"Mi nombre era Evelyne... Era la única hija de la Casa Zenith, pero fui traicionada por mí propia familia... todo por culpa de mi enemiga, Lady Arthrea." Los recuerdos de lo que hablaba llegaron a mi cabeza como si fueran propios, volviendo a sentir esa traición renovada... similar a mi propia vida anterior.

Al parecer, Lady Arthrea alguna vez fue la mejor amiga de Evelyne en la infancia, prácticamente inseparables... Pero esa amistad se retorció cuando Evelyne se convirtió en la prometida del príncipe heredero, y Arthrea puso a sus hermanos en su contra.

Evelyne desde un inicio se opuso al matrimonio con el príncipe, pero amaba y buscaba tanto la aprobación de su padre, Lord Yurik Zenith, que terminó obedeciendo sus órdenes solo por contentarlo. Lord Zenith lo había hecho todo por derrocar a la familia real, para "tomar el puesto que por derecho le correspondía", pero al final todo falló cuando Lady Arthrea convenció a sus hijos de rebelarse contra él. Padre e hija, terminaron decapitados públicamente por traición a la corona.

"Fui una tonta... Sabía que mi padre no me amaba, que solo me estaba usando por sus razones egoístas..." La voz de aquella Eve parecía rota, completamente devastada. Sentí su dolor, sus penas, aquel deseo y búsqueda de amor que su familia jamás le daría. "Pero lo hice. Hice todo por el amor que les tenía... Y ahora, ese amor solo me trajo mi miserable muerte. Así que te lo suplico... Cambia mi destino. No puedo hacerlo yo porque incluso ahora sigo amándolos, pero tú no. Has tenido una vida similar a la mía y sin embargo tú has aprendido."

Los recuerdos de mi vida volvieron a mi, lastimándome de nuevo, pero en vez de sentir aún amor por aquellos por los que había trabajado, solo sentí odio y resentimiento. Jamás volvería a darle una segunda oportunidad a aquellos que me traicionaron. Jamás.

"A cambio de mi vida... Te ofrezco otra oportunidad de vivir... Un nuevo inicio. ¿Me ayudarías?"

Yo ya era un fantasma... un alma perdida. No pude obtener mi propia venganza, ¿pero por alguien que había pasado casi lo mismo que yo?, ¿y solo debía obtener venganza en su lugar? Estaría loca si no aceptaba aquel trato.

—Lo haré.

Aquella otra Evelyne sonrió... y la luz me rodeó por todos lados nuevamente. Era su último abrazo, su primer y último regalo: su anterior vida. Sentí entonces una energía sorprendente correr por mis venas, haciéndome apretar los dientes por la extraña y fuerte sensación que me ocasionó. Era como si yo fuera un globo y alguien estuviera llenándolo de agua a presión... pero en vez de agua, era magia.

Lentamente, volví a sentir cada parte de mi cuerpo, desde la punta de los dedos hasta los hombros. Mi fantasmal piel se llenó de nuevo de huesos y sangre –siendo un proceso doloroso, por cierto–, hasta llegar a mi corazón y al primer latido... respiré con fuerza. Mis nuevos ojos se abrieron de par en par, soltando un mudo grito de sorpresa cuando volví a sentir la vida. ¡Qué maravillosa sensación!

¡Estaba viva!

Una lágrima se deslizó por la esquina de mi ojo, por la sien hasta mi cabello. De nuevo sentía mi piel. La muerte se había sentido eterna, pero también se había sentido como si solo hubieran pasado unos minutos. Pero en esos momentos estaba viva y respirando, y eso es todo lo que importaba.

Me senté en la cama de inmediato, buscando desesperadamente que el aire entrara en mis pulmones y tosiendo de inmediato lo último de la muerte fuera.

Después de superar los primeros segundos de esa reencarnación, noté lo doloroso que era vivir de nuevo. Tenía la boca más seca que el papel y mi cuerpo se sentía terriblemente dolorido por todas partes. La punta de mis dedos cosquilleaba dolorosamente y sentía el estómago hecho una licuadora, aunque sabía que si vomitaba, no saldría nada de mi estómago, pues no había comido en días.

A pesar de que mi habitación estuviera rodeada de oro y muebles negros de apariencia costosa, me sentía atrapada en una jaula.

Con dificultad, salí de la cama, caminé hacia mi espejo al otro lado de la habitación y observé mi triste reflejo...

No pude creer lo que veía. Quizás estaba un poco baja de peso, con los brazos y piernas llenas de moretones, y luciera como si no hubiera dormido bien en días, pero... bueno, era hermosa, no había otra manera de describir mi reflejo. Incluso si solo tenía 12 años.

Cabello blanco, sedoso y largo hasta mi cintura, con labios rojos como la fresa más madura y piel pálida pero de un suave color durazno. Mi figura era un poco más delgada de lo saludable para ser un niña por la falta de alimento, pero incluso a esa edad comenzaba a notarse la figura irremediablemente femenina y atractiva. Con una buena alimentación, vestidos adecuados y un poco de cuidados, esa niña se transformaría fácilmente en el centro de atención...

No, YO me transformaría en el centro de atención.

De repente, la puerta de mi habitación se abrió sin ningún aviso, dándole paso a mi única sirvienta que cargaba un viejo y sucio vestido azul en las manos. Su mirada me buscó en la cama, pero al verme levantada frente al espejo, una ceja se levantó en su rostro y un bufido de burla salió de sus labios.

—Ah, ¿logró levantarse sola? Me sorprende. Pensé que no podrías ni levantarte después de la broma del joven amo...

Busqué en mis nuevas memorias el nombre de esa grosera mujer y lo sucedido.

—Mona. —La mujer me observó con una mirada desdeñosa, aunque al notar que no me encogía de miedo, una sombra de duda cruzó por su rostro por un milisegundo, lo suficiente para tomar mi oportunidad.— ¿Cómo me llamo?

—¿De qué hablas?

—Te pregunté cómo me llamo. —Insistí una vez más. Mona se congeló por un instante sin comprender quizás de dónde venía tanta valentía, dándome solo un segundo de satisfacción, pero volvió a aparecer su cara de fastidio y lanzó el vestido a la cama.

—¿Es que te has vuelto loca tras beber esa porquería del otro día...? Cómo sea, ya se te hizo tarde para el desayuno hoy... —En un solo segundo, Mona voló hasta la pared contraria con un violento golpe a su cabeza, haciéndola chillar de dolor solo por un instante antes de que una oscura mano de sombras tapara su boca. Pronto comenzó a temblar de terror, buscando quitarse sin éxito la mano de la cara que la aprisionaba. Caminé hacia ella con tranquilidad, con rostro impasible.

—No me hagas repetir mi pregunta una tercera vez, sirvienta.

La mano oscura bajó de su boca hacia su cuello, dejándola hablar.

—¿C-cómo...? P-pero nunca... no tenía... —Tartamudeó incoherencias sin orden, con ojos desorientados pero llenos de un repentino miedo hacia la niña que la veía. —El amo había d-dicho que... —Levanté un dedo hacia ella y la mano oscura volvió a presionar su cuello, callando su horrible voz en el acto. Mona volvió a patalear y luchar contra la sombra, pero fue inútil.

—Una palabra más y tu lengua será comida para los cerdos. —La sirvienta se calló y calmó en el acto, comprendiendo rápido incluso con su suministro de oxígeno cortado. —Y si aprecias tu insignificante vida, no volverás a hablar hasta que te lo permita, incluso si es algo tan pequeño como de qué sabor voy a querer mi té, ¿entendiste? —Su cabeza tembló en un intento de asentimiento, aunque la falta de aliento comenzó a afectarle, poniendo su cara roja y los ojos blancos poco a poco. Sostuve un momento más la presión en su cuello, en parte disfrutando su sufrimiento mientras recordaba lo molesta y cruel que había sido esa mujer con una niña... Conmigo.

Según las memorias de Evelyne, esa mujer había comenzado su maltrato desde el día en el que el Lord Zenith le había dado la espalda a su hija por el pobre uso de su magia.

En realidad, Evelyne era una de las hechiceras más poderosas de su tiempo según una prueba de magia que se le hizo tras un desafortunado incidente ocurrido en el futuro, pero debido a los fuertes traumas que cargaba desde su nacimiento por el maltrato y tortura en su niñez, suprimió su magia al punto de casi no poder usarla. Pero ahora no era la misma Evelyne de antes. Sí, tenía sus propios traumas, pero al contrario del pobre carácter y fuerza de voluntad que tuvo la antigua dueña de ese cuerpo, ella era mucho más fuerte. Recurrir a la magia le fue casi tan natural como respirar.

Relajé la presión a su cuello, provocando una violenta tos de la mujer que buscaba aire con desesperación.

—Bien, si no quieres tener una horrible muerte en el futuro cercano, te dirigirás a mi con el debido respeto, con rapidez y te mantendrás callada cuando no necesite tu opinión, ¿Entendido? —Solo pudo asentir, con las sucias lágrimas corriendo por su rostro. —Perfecto, entonces, responde mi maldita pregunta.

—E-evelyne Luna Zenith... ese es s-su nombre, milady. —Sonreí entonces, como si nada hubiera sucedido. Quizás eso aterrorizó más a la pobre mujer.

—Correcto, ¿y quién es mi padre, Mona?

—Lord Yurik Zenith, Señor de las Tierras del Norte, milady. —Mantuve mi falsa sonrisa por su respuesta, estirando la mano hacia su rostro haciéndola saltar del susto cuando tomé su mentón para hacerla verme a los ojos.

—Correcto de nuevo. Entonces, si no eres una completa idiota, ¿por qué entraste a mi habitación sin tocar, sin mi permiso, me hablaste como si fuera tu igual y aún más te atreviste a responderme como si tuvieras el derecho?

A ese punto, no sabía si sostenía a un humano o un celular en vibración... ah, cierto, esos no existían ahí.

—P-por favor, pido perdón, señorita... n-no era... no era mi intención faltarle el r-respeto... —La mejor parte de esos momentos, es que yo solo era una preadolescente. Si podía causar ese terror en una mujer casi diez años mayor que yo, ¿qué tan prometedor podía ser mi futuro?

—Muy bien... solo porque amanecí de buen humor dejaré que te mantengas con vida por ahora, pero si vuelves a hacer el mismo error dos veces... —Hice mi mejor sonrisa inocente y tierna que pude hacer, algo que en parte debería ser sencillo ya que solo tenía 12 años y era hermosa. Y obtuve el resultado que esperaba, hundiendo el rostro de esa mujer en un nuevo nivel de terror.— ...ya no seré tan amable, ¿entendido? Solo mueve la cabeza por ahora, no tengo ganas de volver a escuchar tu voz en un par de días. —La mujer asintió rápidamente, callada como un muerto.— Bien, entonces ahora ve a preparar mi baño y busca un mejor vestido que ese trapo que llamas ropa. Y apresúrate, que tú misma lo has dicho... llegaré tarde al desayuno si no me apresuro.

Capitulo 2

Mientras me bañaba, intenté reunir y resumir toda la nueva información que mi cabeza pudo procesar sobre este nuevo mundo.

Primero que nada, este lugar era el Reino de Andrade. Era un orgulloso imperio creado hace casi 1000 años dónde la magia era una cualidad más o menos común entre su gente.

Al ser una sociedad que giraba en torno a una monarquía mágica, el estatus era mayor conforme más magia corriera en la familia. Era un mundo amable con los hechiceros y hechiceras que existían, pero podía ser brutal con el humano promedio.

Ahora bien, tener magia no era una cualidad estrictamente hereditaria ya que había casos de hechiceros que nacían espontáneamente de familias sin magia, pero tener padres hechiceros aumentaba increíblemente las probabilidades de que naciera un ser mágico de su unión. Sin embargo, existía una escala secundaria que además de medir tu nivel y tipo de magia, medía la pureza del maná que uno portaba. Pero la verdad, no lograba comprender mucho del tema debido a que las memorias de Evelyne al respecto eran confusas. Nunca le había prestado mucha atención a la magia, ya que nunca había logrado controlarla bien y le daba miedo usarla.

Pero algo estaba claro; la magia iba muy ligada a la aristocracia y la forma de gobierno, siendo un punto crucial para su funcionamiento y era el centro de todo.

Esencialmente, la magia era diferente según la persona y la familia donde nacía. Es decir, si un hechicero nacía de una familia sin magia, podía tener cualquier tipo de magia: podía ser telequinesis, piroquinesis, podía hablar con los animales, ver el futuro, controlar objetos, transformarse en bestias... incluso algo tan inútil como solo doblar cucharas o hacer aparecer jabones de la nada. Era una total lotería, y a ese tipo de magos los solían llamar "Mago Libre"... o bien, mago sin nombre, para referirse a ellos de forma despectiva.

La diferencia de un "Mago con Nombre", era que un hechicero o hechicera provenía de una gran familia ya conocida por sus dotes. Es decir, la nobleza y aristocracia.

Aquí entraba ya lo medianamente complicado. Andrade estaba dividido en 5 grandes poderes: Las Cinco Casas.

Helios, Hylian, Demetrya, Molten y Zenith.

Cada una tenía un importante rol qué cumplir en la sociedad y mantener el equilibrio entre todas era un trabajo complicado y frágil.

Primero que nada, la más importante de ellas era la Casa Real Helios.

Naturalmente, eran la Casa más poderosa del reino, motivo por el cual reinaban desde hace más de 10 generaciones. La pureza de su maná difícilmente tenía comparación, ganándose así un inmenso poder y potencial. Portaban la magia de la Luz, lo que les daba una imagen todavía más angelical y positiva al público, así que eran perfectos para el puesto.

Controlaban con mano firme a las otras casas, incluso si solo eran máximo 4 personas. Tal era su poder mágico que ni las 4 casas juntas podrían derrotarlos, pues era una tradición que los herederos al trono tomaran como pareja al hechicero o hechicera más poderoso de la época para fortalecer su posición... aunque claro, siempre existían las y los consortes reales, diseminando su poder de aquí por allá, y desgraciadamente habían muchos asesinatos de la familia real entre sí mismos por el trono. No era extraño de alguna historia sobre asesinatos entre hermanos y primos.

Pero era por esa misma razón que Evelyne había sido elegida para ser la próxima Reina, contrario a sus deseos. Su maná había sido clasificado como "casi perfecto", pues su único fallo era su incapacidad de controlar su magia por su intenso trauma.

Por su parte, la segunda Casa más poderosa, naturalmente era la suya: la Casa Zenith.

Señores de las Tierras del Norte, la Espada y Escudo del Reino, Protectores del Abismo... La Casa Zenith era una poderosa y orgullosa fuerza que en tiempos antiguos estaba codo a codo con la Familia Real y que, según algunos pergaminos e historiadores, incluso los superaba, llegando a ser Reyes y Reinas en algunos retratos históricos. Sin embargo, hubo un momento en la historia en el que cayeron de su pedestal, perdiendo poder mágico y por tanto, perdiendo derecho de la corona. Pero esos detalles se perdieron en la Gran Guerra del Abismo, y ahora solo eran leyendas perdidas, consideradas incluso blasfemia.

El papel de la Casa Zenith, como su título lo indicaba, era el de proteger el reino con su increíble poder militar. No solo contaba con la mayor cantidad de hechiceros bajo su protección y por tanto a su mando, sino también fuertes ejércitos que hace siglos protegían el reino del Abismo y hoy en día protegían la frontera contra tribus bárbaras al noroeste y oeste de la nación.

El Abismo era un tema un tanto oscuro y extraño. Hace mil años, era el mayor enemigo de la humanidad. Era una enorme rajada en la tierra, en el corazón del Bosque Helado, de donde salían monstruos y demonios que mataban todo ser vivo a su paso. Su origen solo tiene de explicación la ira de un dios, pero nada más. Hoy en día estaba inactivo, sin embargo de vez en cuando algún demonio o criatura extraña aparecía al norte y se creaban incursiones de caza para matar al demonio. Era el único tiempo en el que todos parecían estar de acuerdo en algo.

Sin embargo, todo eso se convirtió en simples cuentos de terror para los niños cuando se iban a dormir y "un monstruo Zenith vendrá por ti" si no se portaban bien. La mala fama para su familia estaba fuertemente arraigada a la gente del pueblo, y no ayudaba en nada que su magia característica fuera la magia de la Oscuridad. La misma con la que Evelyne había aprisionado a Mona del cuello.

En los tiempos actuales, los únicos demonios eran los Zenith. El verdadero problema era que mi familia se había tomado muy en serio el papel en alguna generación, porque en la actual, todos eran unos monstruos.

—Supongo que haré honor a mi Casa... —Murmuré en mi baño, levantando la mano para ver salir los hilos de sombras de mis dedos. —Es una cosa extraña esto de la magia...

Luego estaban las demás familias: la Casa Hylian, también apodados los Emisarios de Dios. La razón de ese apodo era debido a su magia curativa. Según la historia, su miembro fundador, la Dama Hylian, salvó de las garras de la muerte al Rey Helios de su época, ganándose un lugar eterno dentro de las Casas del Reino y también era dueña de la mayoría de hospitales del reino. Era la familia más grande de las Cinco, casi con 30 miembros esparcidos por todos lados. Solía ser amigable con la casa Zenith, pero los problemas de roces con la Familia Real los había obligado a elegir un bando... el resultado era evidente.

Luego estaba la Casa Demetrya, la Casa del Oro. Dueños de la mayor cantidad de tierras de sembradíos, eran la casa mas rica de todas y también una de las que más compartía sangre Real. Era la Casa más arrogante de todas.

Y finalmente, la Casa que más odiaba: la Casa Molten.

No solo había destituido vulgarmente a la anterior Casa Athienne hace un par de años al plantear una forma de gobierno más militarizada que académica como lo representaban los Athienne, jefes de dos de las más importantes escuelas para magos, sino que era la familia de Lady Arthrea. Los Molten eran conocidos también como los Artificieros, creadores de armas mágicas y no mágicas que podían equipar hasta al mago más mediocre para dar una fuerte pelea. Nadie estaba seguro de cuál era exactamente cómo hacían dichas armas, pero lo que si era conocido era el poder del control sobre los metales.

Mi tiempo en la bañera pronto acabó cuando escuché un golpeteo a la puerta, suspirando al tener que salir del baño y envolverme en una toalla, dejando pasar a Mona. Por fin traía un vestido lavado en las manos, mucho más presentable para un desayuno con mis monstruosos familiares.

Dejé que me ayudara a secarme, vestirme y arreglarme, lo que fue casi agradable ya que no se atrevió a hablar en ningún momento, pero era un poco triste verme al espejo y ver más moretones de los que podía contar en mi cuerpo. Muchos habían sido provocados por las "bromas" pesadas de mi segundo hermano Ceres al empujarme por las escaleras y los golpes dados por la ama de llaves por estar escapándome de mi habitación hacia la cocina por el hambre que tenía. Y las cicatrices que no desaparecerían con facilidad en mi abdomen, brazos y manos, tenían otro origen: las horrendas pruebas de herencia de los Zenith. Una vil tradición que acababa con la mayoría de los hijos por su brutalidad todo con tal de eliminar la debilidad de la familia.

Cuando por fin terminó Mona de vestirme, ningún moretón se veía gracias a las mangas y cuello largos, vestimentas comunes en el norte debido al frío, aunque yo casi no lo detectaba. Y, de cualquier manera, lucía fascinante gracias a esa etérea belleza blanca, cortada por mis ojos rojos.

De camino al comedor, volví a repasar los miembros restantes de mi familia: Mi padre, Lord Yurik Zenith. Debía recordar que no debía llamarlo padre, no mientras me considerara solo una carga y vergüenza para la familia. Luego estaban sus dos esposas: la Primera Dama Satine, madre de mi primer hermano Hansen; y su Consorte Leila, madre de mi segundo hermano Ceres. Mis medios hermanos tenían una pésima relación que llegaba a intentos de asesinatos entre ambos por la razón obvia de ser los herederos de la Casa. Para bien o para mal, yo era tan poca amenaza para ellos que solo era su juguete. Sería un desperdicio matarme si yo era su único entretenimiento.

Y finalmente yo, una niña cuya madre sin influencias murió al parto, dejándome totalmente sola en esa ridículamente enorme mansión llena de terrores. No sabía nada de mi madre más que su nombre, Luna; nombre que había heredado.

Por eso, la antigua Evelyne había recibido maltratos y abusos tanto de los sirvientes de la Casa como de su familia, pues era solo un cero a la izquierda en ese lugar.

La única razón por la que había sobrevivido tanto tiempo, era por su enorme pozo de maná.

Un usuario de la magia solía tener varios beneficios. La magia era como un nutriente de último recurso para el hechicero, que podía sobrevivir mucho tiempo sin agua ni comida y vivir solo a base de su magia que le alimentaba; pero hacer eso podía eventualmente fatigar tu magia y acabarse, matándote en el acto al acumularse todo al instante. Pero la increíble cantidad de magia que Evelyne portaba había sido tanta que no solo no se había acabado su reserva, sino que el continuo uso de su magia había sido inconscientemente un entrenamiento para ella.

La magia era como un músculo que no se podía ver para un hechicero: se entrenaba, practicaba, y en cuanto más lo usaras sin llegar a matarte a ti mismo, comenzaba a crecer cuando descansabas. Así, Evelyne había hecho crecer sin querer su magia, estirando de a poco sus límites desde que había nacido. Eso era lo que la había hecho tan especial. Una sobreviviente. Y su padre había adquirido un interés en ella al inicio, pero al tener traumas tan intensos por lo que había pasado sin el apoyo de nadie, no pudo controlar su magia y perdió el poco amor que pudo haber recibido de ese hombre. Pero la única y pequeña muestra que tuvo, sirvió para hacerla adicta de inmediato, sellando su destino como marioneta llena de promesas sin cumplir.

Fue hasta que un día su magia explotó en su ceremonia de mayoría de edad cuando su magia fue reconocida, al matar a una dama que superó sus límites de aguante al burlarse de ella de todos sus puntos débiles.

No era una imagen muy bonita para recordar.

Y justo ahora, estaba caminando hacia el lugar donde estaban reunidas todas las razones de sus traumas, voluntariamente. Y con hambre, a pesar de que su magia la mantenía viva justo ahora.

Al llegar al comedor, las puertas dobles le parecieron enormes y aterradoras. Tragué saliva, nerviosa de lo que venía adelante. Iba a entrar a la guardia de los leones... pero ya no era solo un conejo asustadizo. Ahora era una mujer diferente dentro de ese cuerpo, y si todo salía de acuerdo a sus planes, en el futuro no sería una leona la que entraría en ese lugar... sino una gigantesca dragona.

Capítulo 3

—No hace falta decir que si te atreves a buscar ayuda, tú y los involucrados no verán un mañana, ¿cierto? —Susurré a mi sirvienta detrás, volteando a verla discretamente por un momento. La vi tragar saliva, pero asintió sin palabra alguna.— Y lleva algo para la digestión para mí habitación cuando regreses. Un té o pastillas.

Me dedicó una reverencia a pesar de las miles de dudas que ví que pasaron por su rostro, pero se alejó rápidamente. Incluso si la había asustado casi a muerte apenas despertar, debía estar en guardia. Bien podía pasar que me daba veneno y no algo para el terrible dolor de estómago que sabía me daría en el desayuno.

Las puertas al comedor se abrieron justo después, y contra todos mis instintos que aún gritaban por alejarse de ese lugar, entré esta vez sin encogerme de miedo ante las miradas fastidiadas de todos. Era la última en llegar, aunque eso no era nuevo. Discretamente, me senté al lado de mi hermano Hansen, pero perfectamente alejada de él gracias a que la mesa era grande y los sirvientes habían puesto mi plato alejado a propósito.

—Ya era hora. La única vez que te mandan a llamar para el desayuno familiar y nos haces esperar. Niña insolente. —La Primera Dama Satine, o como debería llamarla, Madre Satine, me echó una mirada cargada de odio y luego me ignoró por completo, haciendo un movimiento de la mano para indicar a los sirvientes a ambos lados del comedor para que comenzarán a servir el desayuno. Yo estaba famélica, pero sospechaba que la comida que me darían no sería ni siquiera digerible.

—Me sorprende que sigas viva. —El tono burlón de Ceres hizo mi cuerpo reaccionar, haciéndome levantar la vista hacia él sin querer.— Hacer enojar así a un Ursa...

Su cabello rojo era igual al de su madre, pero la diferencia más notable entre ambos era que mientras la mujer tenía ojos verdes, Ceres los tenía rojos, brillantes y llenos de malicia y locura. Él era el que más le ocasionaba problemas en el pasado; él era la principal razón por la que su cuerpo estaba lleno de moretones, cortadas, mordidas y cicatrices. Le gustaba literalmente echarla a los perros con la excusa de que la estaba enseñando a defenderse. Pero estaba segura que lanzar a tu pequeña hermana a enfrentarse a un Ursa –una bestia mitad humana, mitad oso– enfurecido, no era precisamente sinónimo de aprendizaje.

—Silencio. —Su padre habló, callando a todos en la mesa mientras los sirvientes nos ponían frente a cada uno nuestros platillos. No solíamos desayunar juntos, como dijo la Madre Satine, pero cuando ocurría una vez al mes, casi siempre era para anuncios generales de mi padre y comisión de algunos encargos para mis hermanos, quienes las tomaban siempre para ganarse su lugar como herederos. Esa vez no fue la excepción, y gracias a ello, pude recordar en que tiempo había reencarnado con exactitud.— Hansen, partirás mañana a la mina Douren. Han mandado un reporte de una serpiente gigantesca que ha estado alimentándose de nuestros cristales. Captúrala viva; ya tenemos al macho en los calabozos.

Lord Zenith no era un hombre de palabras cariñosas ni sentimentalismos para con sus hijos. No le preocupaba mucho la seguridad de estos, sino los resultados que dieran y cómo los generaban.

—Como ordenes, padre. —Volteé a ver a mi hermano Hansen, quién no mostraba expresión alguna como siempre.

Él, también similar a su madre, tenía el cabello negro y quijada dura, pero compartía como todos los ojos rojos de los Zenith. Hansen ya no solía molestarme tan seguido como lo hacía Ceres, pero recordaba las épocas cuando creí que era amable conmigo mandándome comida cuando estaba castigada en mi habitación tras fallar alguna prueba. Pensaba que era su buena voluntad, el trabajo de un hermano al cuidar de su hermana menor... pero descubrí pronto que esa comida era siempre una sorpresa no siempre buena.

Así como podía ser comida normal y saludable, también podía pasar que estuviera en mal estado, envenenada o simplemente era algo horrible como la mano recién cortada de un esclavo. Y como yo no solía recibir mucha comida a diario, tenía que aceptar todo incluso si lo que veía a veces me robaba el poco apetito que tenía. No comprendía sus razones, pero desde que había cumplido los 15 años, sus abusos se habían detenido casi por completo hasta transformarse en una fría indiferencia. Ahora, dos años después, simplemente no existía para él, lo que en parte me era benéfico y no, pues Ceres llenaba esa falta de abuso con el propio. Al no tener la edad suficiente para recibir misiones sobre el territorio, se llenaba de envidia y odio hacia Hansen, pero cuya frustración a no poder tocarlo, se redirigía a mí.

Pero ese día lo recordaba muy bien de la vida pasada de Evelyne, pues Ceres por fin había cumplido sus 15 años. Ese día fue su primer misión, y fue también la primer semana libre del abuso de sus hermanos en toda mi vida.

—Y tú, Ceres, te encargarás de los bárbaros que han estado atacando las murallas a la frontera. Después de la tercer advertencia, lo que viene es el castigo. —Ceres sonrió como el diablillo que era, emocionado por fin al tener su primer misión.

—No te decepcionaré, padre.

—Ya veremos. —El Lord hizo la señal para que sus platos fueran destapados y los sirvientes se acercaron a quitar las cubiertas de los platos al unísono, dando inicio formalmente al desayuno.

Mi anticipación a la decepción no fue en vano.

En los platos de todos los demás, un bistec con verduras bañados en una deliciosa crema de cebolla y perejil se veía grandioso. Debería ser una asombrosa comida si venía de uno de los mejores chefs del reino, pero mi ración... simplemente no había sido cocinada por él.

Por nadie, si a esas vamos.

Mi bistec apenas si estaba cocinado. Bañado aún en su propia sangre, la carne apenas y mostraba en la cubierta una señal de que había sido puesta al fuego por aproximadamente dos segundos en cada lado antes de ser emplatada. El interior del corte chorreaba sangre aún y esta había echado a perder la crema.

Levanté la vista e inmediatamente me topé con la sonrisa burlona de Ceres, siendo evidente su espera a una reacción de terror mía por la sangre que me enseñaba. La vieja Evelyne no solía soportar la visión de sangre... pero yo sí, y en vez de gritar y hacer un desastre como en mi vida pasada que me había costado mi última oportunidad de participar en un desayuno mensual, solo le regresé la mirada con frialdad.

No sería intimidada de nuevo. Si esa casa solo podía ser regida por la ley del más fuerte, iba a romper la balanza.

Corté la carne con gracia, exprimiendo así todavía más sangre del centro hasta que manchó el resto del plato y la sostuve a mitad de camino entre el plato y mi boca, volviendo a levantar la mirada a mi medio hermano. Su sonrisa fue desapareciendo poco a poco al darse cuenta primero que no había gritado, y segundo al percatarse de lo que estaba haciendo. No me creía capaz, y eso ayudó a que fuera mucho más satisfactorio el gesto de sorpresa en su rostro cuando me llevé la carne semicruda a la boca, mordiéndola, masticando y aún derramando por la comisura de mis labios la sangre. Me limpié como una buena señorita con mi servilleta, luchando por no hacer ningún gesto de asco mientras masticaba aquella atrocidad en mi boca y aún peor me la tragaba.

—¿Pero qué demonios...? —Ceres levantó la voz, llamando la atención de los demás y todos giraron a verme. Pero antes de que pudieran decirme algo, hablé primero.

—Parece ser que en esta casa no respetan a la familia Zenith, ¿un bistec crudo? Aún puedo ver la sangre en él. —Dejé los cubiertos caer en el plato, y empujé este hacia un lado. Tenía el estómago revuelto por ese pedazo que había comido.

—¿Y qué hay de malo, hermanita? Según recuerdo, tus gustos siempre han tenido un termino más... sangriento. —Atribuyó Ceres de inmediato, pero la confusión se le veía en la cara. Nunca antes había alzado la voz.

Apreté los puños. Sería difícil llevarle la contraria, teniendo el favor de mi padre y su madre a un lado.

—Entonces parece ser que te has confundido en algo, querido hermano. Mi estómago jamás ha soportado la carne cruda que tan amablemente le has comentado al chef que me prepare. —Escupí todo el veneno en mis palabras, y la mayor confusión que le causó, la usé de inmediato para seguir hablando.— Si tan fácil resulta cambiar la opinión del chef respecto a nuestros gustos, me preocupa que un día pueda suceder que incluso le suceda a mi hermano Hansen, o a nuestro padre. O peor aún, que tenga veneno un día al cambiar tan fácil sus opiniones solo con una... sugerencia que le hagan.

Eso llamó la atención de todos. ¿Veneno en el plato del amo de esta casa? ¿Y con esa evidente propuesta de que podía provenir de Ceres? Si fuera una familia normal, eso sería totalmente impensable, pero ese lugar donde la misma historia hablaba de asesinatos entre hermanos, de padres a hijos y viceversa, eso era un riesgo latente. Y fue lo suficiente para ejercer presión al Lord Yurik para no tomar bandos con facilidad. Ceres terminó acorralado y mi padre me observó por primera vez con una intensa frialdad. Todos se quedaron un momento en silencio, hasta que habló mi padre en tono serio.

—¿Es así, Ceres? —Preguntó apenas pasando una mirada fría a Ceres.

—¿Qué? Yo no--

—¡Ceres jamás--! —Madame Leila intervino inmediatamente, pero fue un error de ella hacerlo. Incluso si tenía poder en la casa, no era la más favorecida por Yurik.

—Silencio. —Ordenó con voz firme y alta, con un tono de alerta para esos dos. Ambos acusados se callaron en el acto, sin recibir una segunda mirada ni opinión al respecto.

—Mi Lord. —Madre Satine, a mi sorpresa, fue la que habló tras poner una mano en el hombro de Yurik. El hombre pareció ceder en su fastidio, rompiendo contacto visual para girar a verla.— Creo que esta niña carga un poco de razón, por más ignorante que sea. No sería la primera vez que he recibido galletas de almendras en mi plato de dulces y como bien sabrás, una sola galleta podría terminar mi vida en un santiamén. —Recordaba ese suceso del pasado. Y de hecho, era cierto. Leila había comprado en esa ocasión la caja de galletas y discretamente había puesto algunas en el plato de bocadillos de Satine. Aunque todos sabían quién era la culpable, no había logrado tocarla al defenderse tras un simple "ha sido una terrible confusión de bocadillos; deberíamos echar a las criadas que han intentado matar a la Primera Dama". En la ira que esto le generó a la señora de la casa, cinco sirvientas habían perdido tres dedos de cada mano y fueron echadas de la propiedad sin un solo centavo.

El recuerdo de aquello fue el peso extra que bastó para darle más importancia al asunto.

—Mh, es verdad que ya ha sucedido algo similar. —Yurik pareció reconsiderar entonces, y se apoyó en la silla para girarse a ver al mayordomo.— Hernon, parece ser que nuestra cocina tiene una predisposición a servir malos alimentos. Encárgate que--

—Milord. —Yurik volteó a verme, mucho más sorprendido que tuviera las agallas de hablarle directamente que de interrumpirlo. Pero no podía dejar que castigaran a toda la cocina por mi culpa. Debía proteger a esa gente o tendría muchos más enemigos de los que quería contar.— Me parece que el error no está en la cocina, sino en quienes les han entregado las órdenes. ¿No sería más pertinente corregir el problema de raíz?

Leila me volteó a ver con dagas en los ojos. Su magia pareció salir por la rabia y juraría que su cabello mostraba algunas llamas.

—Concuerdo con ello. Creo que es riesgoso seguir manteniendo a Lady Leila con el control sobre las comidas de la casa... Quiero decir, podría pasar algún accidente tarde o temprano... —Satine seguía apoyándome, pero sabía que no era por mi. Era porque así podía atacar más fácil a su rival de la casa, disminuyendo su poder aún más.

Pero Yurik no pareció agradarle que quisieran manipularlo tan abiertamente.

—¡Silencio! —Su voz volvió a retumbar, oscureciendo la sala por un momento. Si había algo que ese hombre odiaba, era que minimizaran su opinión.— Leila, te he cedido los derechos sobre el control de la comida y medicinas de la Casa, y veo que has fallado incluso en eso. A partir de hoy, esos privilegios regresan de nuevo bajo el control de Hernon. Es mi palabra final. Y esos cocineros, si vuelven a tener un solo error más, terminarán decapitados. ¿Entendido?

Fue respondido con silencio.

Mientras Leila estaba que ardía de furia, Yurik le dedicó una mirada de fastidio a Satine, quién solo pudo mantener su compostura en la mesa. Se había pasado de la raya al ser tan insistente. Al final, esa pequeña ficha de dominó que había tirado, hizo un mayor daño de lo que esperaba. Yo era la única que no había salido dañada de ninguna manera en esa pequeña trifulca.

—Con tu permiso, padre. —Me levanté de mi asiento, haciendo una reverencia a la cabeza de la mesa.— Ya que no hay alimento digerible para mí, me retiro a mi habitación. —Yurik solo asintió con la cabeza sin interesarle mi bienestar, atacando de nuevo su plato sin darle más importancia.— Y mayordomo Hernon. ¿Sería tan amable de mandar algún bocadillo a mi habitación más tarde?

El nombrado volteó a verme, y en cierta manera acorralado por la advertencia final de Yurik, solo hizo una reverencia en mi dirección.

—Que tengas buen provecho, padre. —Evité despedirme de los demás, pues todos tenían alguna maldición dibujada en sus rostros para mí, curiosamente menos Hansen.

Así, escapé del comedor, regresando a mi habitación a pasos apurados.

Download MangaToon APP on App Store and Google Play

novel PDF download
NovelToon
Step Into A Different WORLD!
Download MangaToon APP on App Store and Google Play