Soy Sam, hoy les contaré mi historia, pero antes les diré un poco sobre mi persona. Nací en una familia de 4 hermanas, mis padres siempre fueron amorosos, aunque papá además era sobreprotector por el hecho de ser mujeres.
Ya desde niña amaba a los animales y siempre decía que cuando fuera grande sería médico veterinario, papá siempre me decía que esa carrera era para hombres, así que seguía buscando convencerlo mientras crecía. Yo era la 2 en línea, mis hermanas se llaman Mariana (mayor que yo 2 años), luego de mi están Eugenia (3 años menor que yo) y Cristina (5 años menor que yo). Papá nos procuro siempre mil cuidados y mamá nos enseñó desde pequeñas las labores de casa, desde el aseo hasta cocinar, pasando por labores como bordado y costura. Sin embargo nos decían que podíamos elegir carrera profesional para nuestro futuro. Nuestra niñez era dentro de un círculo social bastante estrecho pues la escuela primaria y secundaria era exclusiva y los grupos pequeños. Así que crecimos en un círculo amistoso bastante cerrado, amigas con las cuales ir al club a nadar después de hacer tareas en las tardes de verano. Soñando con un día conocer al "príncipe azul" con el cual formar una familia unida y amorosa como la de mis padres. Leyendo novelas rosas, ilusionada de la vida.
Mis hermanas eran hermosas comparándome con ellas, papá siempre me decía que yo era la más llamativa aunque no tan hermosa como mis 3 hermanas, que no debería hacer tanto deporte (amaba nadar y también salía a correr por la colonia todas las tardes). Así. que yo siempre estaba cuidando a mis hermanas de ojos indiscretos, lo hacía porque me nacía hacerlo, mi instinto protector hacia ellas era enorme. Físicamente soy de cuerpo atlético, 1.70 de alto, castaña clara, ojos marrón, cara redonda. Lo que yo llamo una chica común y corriente.
Mis hermanas destacan por sus ojos color miel, su cabello más cobrizo o negro, sus caras ovaladas y sus cuerpos más delicados.
Aún con las diferencias físicas, el amor fraternal y paternal siempre era palpable a dónde íbamos en familia. Pero ya estaba en preparatoria y había logrado convencer a papá de dejarme volar sola para ser veterinaria. No sabía en ese momento que mi vida daría un giro de 180 grados.
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Tenía 17 años, iba a la preparatoria, tenía examen de biología y debía aprobar para poder ingresar a la facultad de veterinaria. Así que salí de la casa y aprisa camine por la calle en esa tarde soleada. Escuché música que salía de algún edificio pero no me fijé de cuál, realmente iba concentrada en el exámen que tenía por delante.
Quizá debería haber prestado más atención mientras caminaba, eso me hubiera ahorrado muchos sinsabores posteriores (pero hace tiempo aprendí que "el hubiera" no existe). Así que no ví la sombra que surgió tras mi espalda al pasar por el dintel de una casa, ni las manos que de manera brusca me hablaban a su interior para golpearme y abusar de mi...
Cuando recupere del todo la conciencia me di cuenta que había sido violada por alguien que consideraba amigo, sus compañeros le estaban recriminando el acto y yo como pude me arregle la ropa y salí rápidamente de ahí.
No recuerdo cómo llegué a la preparatoria, alcance la clase de biología y presente mi examen, Mario uno de mis compañeros y amigo no dejaba de mirarme y me preguntó:
Mario: ¿Que paso contigo Sam?, ¿porqué llegaste tarde hoy?
Me agarró del brazo y vio mi mueca de dolor, me quito el cabello de la cara y notó marcas en mi cuello, mejillas y mis ojos llorosos. Yo no dije nada, solo contenía mis lágrimas pero él insistió:
Mario: ¿qué te pasó?, ¿te caiste o te atropellaron?, dime por favor, sino como puedo ayudarte.
Habíamos salido al patio central de la escuela y me senté a la sombra de un mango. El cuerpo comenzó a dolerme dónde cada golpe y patada había dado con mi humanidad. Su risa burlona, sus manos desnudándome, el olor fétido del colchón dónde me tumbó, el dolor mientras me violaba inundaron mi cerebro y mirando a Mario solo atiné a decirle:
Sam: Mario llévame a casa, me siento muy mal.
Comencé a vomitar, Mario busco a una compañera para que lo ayudara conmigo.
Entre los dos me subieron al auto de Mario y me llevaron a casa, Mario le llamo a un médico amigo y el vino a verme.
Me reviso y me dijo que había que hacer denuncia y llevarme al hospital.
doctor: Sam esto no está bien, tienes 3 costillas lesionadas, además de la violación, presentas dos mordidas en la espalda que hay que evitar que se infecte, debes denunciar.
Sam: No doctor, solo deme medicamento, instrucciones para cuidarme, tiempo de reposo y lo demás lo resolveré yo. Si denunció esto perderé el poder seguir estudiando y eso sí sería mi muerte. Esto lo resolveré de otra manera.
El médico salió de mi habitación y le pidió a Mario qué trajera unos medicamentos de la farmacia, Liz mi amiga entro a platicar conmigo:
Liz: Sam deberías denunciar a ese tipo, más si sabes quién es. Mira como te ha dejado.
Sam: No Liz, perdería mucho, mi futuro por culpa de un rufián, dame tiempo, lo resolveré. Solo convence a Mario de no hablar, ustedes son mis amigos y son novios yo sé que él aceptará guardar mi secreto si tú se lo pides. Me duele todo de verdad, pero más me duele no haber previsto lo que venía como me enseñaron. Te prometo que no se quedará así esto. ¿Me ayudas a bañarme? Necesito limpiarme de su marca.
Liz me acompaño al baño y me duche, prepare una ducha vaginal que trajo Mario y le entrego junto a los medicamentos y limpie mi interior. Sali de la regadera, Liz me dió un anticonceptivo que también trajo Mario y lo tome, más valía prevenir cualquier consecuencia, me dió otros medicamentos, me vendo las costillas, curo las mordidas y me puse una pijama. Volví a acostarme y cerré los ojos. Ellos se fueron dejándome sola.
No supe cuánto tiempo dormite, pero la pesadilla de lo vivido esa tarde me despertó, el dolor me invadió y me mire en el espejo frente a mi cama. Vi los moretones que aparecían en mi cara y en ese momento solo un pensamiento vino a mi mente mientras me observaba: "Jamás volverá nadie a ponerme una mano encima para agredirme, él que lo haga no se irá limpio, aprenderé a pelear".
Con ese pensamiento volví a la cama, tome más analgésico y me perdí en la inconsciencia.
El consultorio estaba limpio, el médico tras el escritorio observaba las radiografías que me había solicitado el día del incidente, han pasado 3 semanas desde entonces, lo veo serio y concentrado en ellas, el dolor aún lo siento un poco en el costillar cuando respiro profundo. Observo la placa sobre el escritorio "Dr. Alfonso Durán". Siento su mirada sobre mi y levanto la vista.
Sam: lo siento doctor, ese día no pregunté ni su nombre, gracias por atenderme, por la receta y las indicaciones que me envió con mi amigo Mario.
Dr. Durán: De nada, si eres amiga de Mario y Liz siempre me tendrás como amigo y médico, soy primo de Mario, ¿has pensado en denunciar? Quien te hizo eso no debería andar auto por ahí. Dejas expuestas a otras chicas.
Sam: No se preocupe doctor, no será así, yo arreglaré esto a mi manera.
Dr. Durán: Bien, yo como médico puedo decirte que tus costillas han soldado bien, no tenías fractura pero si lesión de reposo y sé por Liz que has sido muy disciplinada en seguirlas. También me dijo que eres nadadora y corredora, puedes volver a nadar pero a correr aún dos semanas sin esa actividad.
Sam: Doc, ¿puedo intentar una actividad nueva? ¿digamos karate o algún arte marcial?
El médico la miro sorprendido, esta chica no era fea, lo que le sucedió era imperdonable, ¿pero entrenar karate?
Dr. Durán: ¿cuál sería la finalidad de hacerlo? No digo que no puedas, pero no podrías entrar a torneos o algo así pronto.
Sam: La finalidad es estar más preparada, no me gusta el papel de víctima, así es como me siento ahora, así que necesito reconvertirme en alguien nuevamente segura de mi misma, es mi manera de lidiar con estas pesadillas que me persiguen cada noche.
Él la miro y asintió, vislumbró una guerrera dentro de ella, lo que le había pasado no la iba a derrotar tan pronto.
Se despidió del médico y salió a la calle, los últimos días de verano aún calentaban la tarde, camino por la hermosa arboleda escuchando el tráfico de la calle, mientras pensaba que debía encontrar un gimnasio dónde la aceptarán para instruirse en karate. Eso combinado con la natación y el medio maratón diario la fortalecerían y llegado el momento ajustaría cuentas con su violador.
Recordó que debía investigar su nombre y datos generales para cuando llegara el momento de enfrentarlo.
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Carlos Zamarripa
Las drogas y el alcohol me tenían loco, pero me gustaban, así que todos los días me tomaba un six (6) de cerveza por lo menos y un par de carrucos de mariguana. Mis compañeros al parecer ya se estaban cansando de mi fiesta diaria, hacia tiempo había visto pasar diario una chica de unos 18 años, cabello largo castaño rojizo, delgada, ojos marrón que siempre iba metida en sus pensamientos, me gustó la chamaca, uno de mis compañeros me dijo que la había visto en la universidad cuando pidió informes de la carrera de veterinaria y que se llama Sam, así que durante varias semanas cuando pasaba le chistaba o chiflaba para ver si volteaba a verme y así entablar plática. Pero al parecer era algo engreída y altanera porque jamás volteo, hasta hace 3 semanas que decidí que sería mía a como diera lugar.
Así que cuando la ví pasar sumida en sus pensamientos y apretando sus libros, me escondí en el dintel de la puerta y cuando paso la jale desde atrás metiéndola a fuerzas a la casa, le di un golpe fuerte y la arroje en el colchón, grito y seguí golpeándola hasta que solo se oía un gemido, la desnude y al ver sus hermosas formas, sus glúteos redondos y firmes, no pude resistir más y la penetre con fuerza, le mordí la espalda hasta abrir la herida y disfrute con ella.
Cuando termine prendí un carruco de hierba y tome de mi cerveza, pero la miraba ahí indefensa en posición fetal y decidí que era hora de volver a jugar con ella, así que la voltee boca arriba y admire sus hermosos pechos mientras le abría las piernas para penetrarla con fuerza, ella no pudo resistirse, agarre sus caderas con fuerza y las levanté para penetrarla más y ella intento defenderse rasguñando mi rostro, así que le di un fuerte golpe en la cara.
Termine y me levanté, le di varias patadas por el rasguño que me dejó.
Entraron mis amigos y al ver la escena, me recriminaron y comenzaron a discutir conmigo. No me importo, ella se recuperó y aprovecho la discusión para medio vestirse y salir huyendo. Yo solo me rei a carcajadas mientras les decía a mis amigos que no se preocuparan que ella había gozado tanto como yo.
Hoy me han pedido que me vaya de aquí, ya no toleran que siga aquí, así que encontré un departamento cerca y me he mudado. Me gusta el rumbo y es posible que me encuentre a Sam de nuevo para volverla a disfrutar.
Sam termino estudios y comenzó a preparar su entrada a la universidad, aún tenía pesadillas por las noches y despertaba gritando, pero el ejercicio la ayudaba. Encontró que la universidad tenía un curso de karate y decidió inscribirse. Así que se concentro en el entrenamiento.
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El sensei era un hombre rudo, agresivo y no le importaba si era hombre o mujer bajo sus órdenes. No perdonaba errores.
Sam se había inscrito al curso hacia 2 meses, pero cada que el llegaba al dijo ya la encontraba ahí haciendo calentamiento, practicando movimientos y decidió hablar con ella, quería saber que había detrás de aquella motivación.
Sensei: Sam quiero hablar contigo
Sam: A la orden Sensei
Sensei: siempre que llegó te encuentro aquí entrenando, quiero saber tu motivación.
Sam lo miro extrañada y algo nerviosa dijo
Sam: Solo quiero aprender rápido y ser la mejor sensei, para eso debo practicar mucho
El sensei la observaba fijamente y le dijo con una media sonrisa
Sensei: No solo soy tu maestro, soy tu guía, si no confías en mí, no importará cuánto entrenes, la esencia del karate no entrara en tu espíritu, no la podrás abrazar.
Sam se quebró un poco en su coraza y las lágrimas inundaron sus ojos.
Sam: Lo siento sensei, entreno para vengarme de alguien que maltrato y metió miedos en mi cabeza. Todas las noches tengo la misma pesadilla y eso no me deja vivir.
El sensei medito un momento su respuesta y le dijo
Sensei: Sam el karate que yo enseño te dice que tus movimientos deben fluir, ser suaves y fuertes como el agua de un río, enseño karate para que sepas defenderte, pero no para que busques venganza. Tu has visto aquí compañeros que caen, se lastiman al no hacer un movimiento correcto o querer demostrar superioridad. Así que si solo quieres vengarte de quién te lastimo, el karate no es el camino. Si quieres entrenar karate para encontrar tu equilibrio interior entonces eres bienvenida al dojo y te enseñaré todo lo que sé.
Sam asintió con la cabeza, las lágrimas la ahogaban pero entendío lo que su sensei le estaba diciendo.
Sam: hai sensei, quiero volver a tener equilibrio en mi vida.
sensei: Bien, el entrenamiento será duro, habrá días que quieras renunciar pero no te dejare. Te pondré de compañero de entrenamiento a Roberto, el es avanzado y será tu maestro también. Espero que estés preparada porque esto será intención.
Sam: Hai sensei (mientras se secaba las lágrimas y hacia una reverencia respetuosa a su maestro).
Sensei: Vamos, la clase comienza ahora. Roberto ven.
Un joven de unos 20 años, alto, moreno claro, delgado, con un cuerpo perfecto para su 1.80 de estatura, en su karategui blanco con su cinta negra que indicaba que era de grado avanzado se acercó a ellos. Sam miro sus hermosos ojos verdes que resaltaban en su tez morena y sintió mariposas en el estómago.
Roberto: A sus órdenes sensei.
Sensei: Ya conoces a Sam
Roberto: Hai sensei, tiene poco más de 2 meses con nosotros. Hola Sam
Sam inclinó la cabeza a modo de saludo, percibiendo la mirada penetrante de esos ojos verdes.
Sensei: quiero que comiences a entrenar con ella, enséñale todo lo que requiere para kumite (enfrentar a otro oponente) y cada kata (serie de movimientos específicos) explicásela para que entienda el porque de cada paso en ella.
Roberto: Hai sensei. ¿Comenzamos Sam?
Sam: Hai Roberto. (Se volteo hacia el sensei e inclinándose respetuosamente dijo) arigatõ sensei (gracias profesor).
Se encamino detrás de Roberto que ya iba al fondo del dojo dónde entrenarían. El sensei los observó irse y pensó que tenían mucho trabajo por delante, pues aunque Sam tenía cualidades no estaba seguro de que lo que atormentaba le permitiera absorber todas las bondades del Goyu Ryu.
Roberto miro a Sam detenidamente mientras la ponía a hacer 500 abdominales, le gustó que tenía buena condición, era una chica bonita aunque aún menor de edad, sabía que cumpliría 18 el próximo año, pues el había llenado su ficha de inscripción. Sus ojos marrones siempre lucían tristes y él se preguntaba que podría ser tan malo que hacía que ella tuviera ese mirar. También le llamo la atención que el sensei que era muy duro con todos la hubiera elegido para ser entrenada de manera especial. ¿Que había detrás de esa decisión del sensei? Esperaba descubrirlo con el tiempo. Se dirigió hacia ella al verla terminar.
Sam: todos los días después de calentamiento también deberás hacer 500 sentadillas, empezarás con unas 50 planchas para aumentar resistencia de ese cuerpo flaco (diciendo esto con una hermosa sonrisa que a Sam le cortó la respiración)
Sam: Hai chõkei (si hermano mayor). Pero no soy flaca, soy delgada es todo. Peso 60 kilos.
Roberto: jajajaja, cualquiera podría derribarte en un kumite hay que poner más músculo en esos huesos. Anda vamos a entrenar Imõto (pequeña hermana).
Sam sonrió y Roberto quedó deslumbrado, aún cuando esa sonrisa tenía un tinte de tristeza, era bellísima a sus ojos. Pero al ser menor de edad sabía que tendría que esperar y conocerla mejor para invitarla a salir a tomar una nieve.
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