...ISABELLA...
Es un día agradable o por lo menos para mí lo es. Hoy se cumplen dos años desde que vencí al maldito cáncer que trató de acabar con mi vida, gracias a Dios todo se mantuvo bajo control y seguí un tratamiento a tiempo.
Soy Isabella Lawrence, hija de un millonario que se dedica a los negocios del bajo mundo. Mi madre murió cuando tenía tan solo 7 años y eh tenido que mantenerme bajo las estrictas reglas de papá.
Tomo mi cabello en una coleta, veo la pantalla del celular y ¡Ya es hora de que salga a encontrarme con mi mejor amiga con la cual acordé salir hoy a un restaurante!
Me apresuro a abrir la puerta pero me quedo con una cara de póker al tener a un alto y atractivo hombre justo delante de mí, estaba a punto de tocar el timbre de la mansión. Veo a los dos guardaespaldas que tiene a sus espaldas.
— Buenos días, soy Isabella ¿en qué lo puedo ayudar?
— Isabella puedes irte, yo atiendo al señor— Asiento girando a ver un poco a mi padre que parece nervioso por la presencia del hombre— Pase Sr. Leonardi.
Lo mejor es que continúe con mi camino. Hace bastante tiempo me alejé de los negocios de mi padre y no me interesa ya nada que tenga que ver con esos "negocios chuecos".
...DONATO...
— ¿Sorprendido por mi visita, Oliver?
— Algo así, siéntate— Mantengo mi postura, me quedo parado viéndolo.
— Vine por mi dinero.
— Te seré sincero; eh tratado de recuperar el dinero que me diste pero aún no eh podido reunir todos esos millones. ¿Me puedes dar un tiempo más?
— ¿Tiempo?— Giro haciendo como si pienso— Vaya, quieres tiempo.
Mis hombres lo golpean poniendo su rostro sobre la mesa.
— No lo creo. Quiero mi dinero ahora, ya te dí 3 meses Oliver, te advertí con quién te metias. ¿Acaso no me lo quieres pagar?
— No es eso solo que...— Enredo mis dedos en su cabello— Perdóname, pero no puedo pagarte esa gran cantidad.
— Debiste pensarlo cuando me pediste esos billones cabron— Le muestro una parte de mi pistola— Quiero en este puto momento el puto dinero o tu cabeza será la que recibirá las consecuencias.
— No por favor, hagamos un trato, solo escúchame.
— Te escucho.
— Te entrego a mi hija...— Fruncí el ceño. Aunque su tono es agitada entiendo lo que dice— Te ofrezco a mi hija pero no me mates.
— Que maldito eres cabron— Rio pasando mi lengua por mis labios— ¿Me entregarás a tu hija con tal de no recibir un balazo? Eres una escoria en este mundo.
— Haz con ella lo que quieras pero quita la pistola de mi cabeza. Te lo pido, por favor.
...ISABELLA...
…
— Claro que Justin me gusta pero no me siento con el suficiente valor para decírselo. Como sea, debo entrar a casa, gracias por traerme preciosa.
— Soy tu amiga y quiero tu bien. Entra porque conociendo a tu padre no quiero que se moleste contigo por mi causa.
Rio al verla desesperada. Son las 8 de la noche y de seguro recibiré un regaño de mi padre por estar 12 horas fuera de casa. Cruzando mis dedos llego a la antesala viendo al mismo hombre de esta mañana, al amigo de mi padre sentado a lado de mi padre que tiene una marca roja en su rostro.
— Hasta que llegas, Isabella.
— Hay una explicación...
— Ya no importa— ¿A sí?
— Iré a darme un baño, con permiso...
— Isabella te quiero presentar a un amigo, supongo que te acuerdas que es el de esta mañana— Asiento— Donato ella es Isabella, mi hija.
El hombre se levanta solo para tomar mi mano donde deja la huella de un beso que me deja tonta sin reaccionar.
— Isabella él es Donato Leonardi...tu prometido.
...ISABELLA...
Retiro mi mano de la del hombre.
— ¿Prometido? No estoy entendiendo y la verdad no quiero hacerlo.
— Él es Donato Leonardi un amigo con el que eh hecho negocios...
— ¡Sé quién carajos es éste hombre, sé que es un desconocido y por tal motivo no puedo aceptar ningún estúpido compromiso! ¡Ni siquiera sé quién es!
— Isabella vamos a tu habitación, necesitamos hablar con tranquilidad y calma...
— ¡Tranquilidad y calma nada papá! Tú no me vas a tocar, pensé que en verdad me amabas, ¿qué clase de monstruo eres? ¿Acaso me estás vendiendo?
— Verás mi amor...
— La boda será mañana y ya está dicho— Con los ojos bien abiertos miro al hombre que acaba de hablar— Será algo sencillo, solo se tratará de firmar, no quiero más discusiones así que me retiro. Estaré pasando aquí por el medio día. Con esto nuestras deudas quedarán en el olvido, Oliver— Me da un guiño apenas al mirarme— Buenas noches— Guarda un celular en el pantalón y junto con sus guardaespaldas desaparece por las puertas de la mansión.
— Isabella...
— Tú...cállate, no te quiero escuchar, a partir de esta noche dejaste de ser mi padre, eres solo un desconocido para mí. Ni los animales son capaces de vender a sus hijos como tú lo estás haciendo conmigo.
Corro hacia mi pieza con las mejillas empapadas pero no me importa nada, solo quiero pensar que no escuché nada hace un momento, que no me casaré con un hombre que apenas conocí esta mañana.
...°°°...
Hace unas horas al despertar había creído que solo tuve una pesadilla pero volví a la realidad ahora que bajo las escaleras y veo al hombre de ayer en la antesala con un abogado al parecer, y claro, mi padre está a su lado. Con miedo me acerco.
— Aquí está la chica, abogado.
— Bien Srta. Lawrence, firme estos papeles.
— No firmaré nada.
— Isa...
— ¡No firmaré nada!
— Señorita, ¿me hará el favor de firmar ahora?— Aunque el hombre lo diga calmado su mirada es amenazadora. Veo que uno de sus guardaespaldas apunta la cabeza de mi padre— ¿Por favor?
Tomo el bolígrafo, mientras firmo veo como mis lágrimas mojan partes de los documentos.
— A partir de ahora quedan legalmente casados.
— Muchas gracias por el buen servicio abogado. Tú, lleva a mi esposa al auto.
— ¿Cómo?
Él me mira— Eres mi esposa, ya eres mía. No hay un porqué para que no vivamos juntos o sí? Nos espera una luna de miel mi amor— Acaricia mi cabello— Será un buen momento para que nos conozcamos "profundamente".
...°°°...
El sonido de la puerta abrirse terminan de acelerar mis latidos pero aquí lo espero en la cama, con ropa interior y sin ganas de poner resistencia que de nada me servirá. Ya es de noche y hace mucho frío pero aún sigo de esta manera. Cierra la puerta viéndome desde una distancia no tan lejos.
— Estoy lista— Me aferro de las sábanas— Para cumplir con mi deber.
Se calla y al no decir algo supongo que es para ver qué haré. Desabrocho mi brasier dejándolo caer con mis manos pero su mirada no baja, sigue en mis ojos.
— ¿Y piensas que tú deber es quitarte la ropa? No haré algo que no quieras— Se quita el saco abrigandome con el mismo— Soy Donato, no tu esposo. Llámame Donato, no señor. Odio ver a una mujer llorar así que secate esas lágrimas, eres muy hermosa para llorar. Tu padre me debía mucho dinero, no te conocía hasta ayer y me pareció algo interesante el aceptar comprarte. Lo siento si se escucha mal, sé que no eres una mercancía para estar en venta pero si lo hice, si hago esto es para cuidarte. ¿Me creés?— Niego— Entiendo. Haremos algo, si te sientes agusta podemos dormir en habitaciones separadas, haz de estar cansada así que duerme, mañana hablamos. Por cierto, ¿te puedo decir Bella, no?— Asiento con una sonrisa de labios cerrados— Entonces...buenas noches Bella.
...DONATO...
...°°°...
Tiro los papeles sobre mi cama. Vuelvo a ponerme el anillo, si para mí no es fácil asimilar lo que sucede no me imagino como será para esa chica.
Bella, mi esposa...
— Señor; el desayuno está listo.
Abotono mi camisa, escalón por escalón bajo acercándome cada vez más a Isabella que se me adelantó sentándose en la mesa que ya está servida.
Por la lejura y el extremo en el que nos encontramos no sé si se sienta incómoda si rompo el silencio.
— ¿Cuál fué la cantidad que mi padre te debía? Digo, no tengo precio pero tampoco valgo millones, ¿cuáles son tus intenciones?
— Creí habertelo dicho ayer. Mis intenciones no son malas, aunque seas mi esposa te respeto y trato de mantener una distancia contigo brindandote el merecido espacio.
— Sé como se maneja este mundo, sé que no soy perfecta pero lo siento; no confío en tí. Mi madre y la vida me enseñaron que nadie es bueno, incluso, mi padre lo hizo.
— ¿Me estás diciendo indirectamente que harás de todo para escaparte?
— Estoy diciendo que no me engañarás con esa sonrisa de buen hombre; me librare de tus garras.
— Te daré un consejo; calla y come. Te alistaras porque saldremos. Por cierto— Levanto su mentón— Por más rebelde y salvaje que aparentes ser, ya eres mía Bella. Conozco a muchas mujeres que han pasado por tu caso; han sido encerradas pero al final hasta hijos han tenido. Te confieso que lazos de sangre me unen con esas mujeres. Cambia esa cara porque no soy el lobo que te comerá. Mi detestable infancia me enseñó a respetar a una mujer, sería incapaz de hacerte daño...de violarte, o golpearte.
— No te puedo creer.
— ¿Necesitas que te lo prometa?— Se queda fija en mis ojos, guardando silencio— En memoria de Vayola y Jasin, mis padres; juro que no te lastimaré. Porque por más rebelde y arisca que seas, eres una dama y mereces respeto.
Aparto mi mano girando para salir del comedor.
— ¿Donde vas?
— Donde vamos; te llevaré a conocer a unas mujeres que te agradarán, y que han pasado por lo mismo que tú.
...BELLA...
...°°°...
Una sirvienta abre ambas puertas de una sola entrada, Donato me señala que camine delante y eso hago. No tengo la más mínima idea del lugar donde estamos, de quién es el dueño de esta gran mansión.
Nuestra llegada en la antesala me hace ver a cuatro mujeres sentadas conversando, una rubia nos alcanza a ver.
— Esto es una sorpresa, no frecuentas visitarme Donato.
— Tampoco exageres, Vayola.
— ¿Y ésta belleza quién es?
— ¿Recuerdes que ayer te dije acerca de un asunto importante?— Asiente— Y que tenía una deuda pendiente— Vuelve a agitar su cabeza— Ella es Isabella, el asunto que tenía ayer. Isabella es mi esposa.
La rubia frunce el ceño.
— ¿Qué?— Una pelinegra se levanta.
— Bella; ellas son Jane, Amelia y Vayola, mis hermanas. Qué tal Zafira, no te había visto. Bella, ella es Zafira cuñada de Jane y Vayola...
— Vaya, Vaya— Con la copa en mano Zafira mirada detalladamente mi rostro— Hace años no te veía, Bella.
— ¿Me perdí de algo? ¿Se conocen?
— Digamos que a Zafira le debo horas de desesperación por estar encerrada en un baño. Me alegra verte de nuevo, Zafira.
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