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Rebeldía [Mpreg Libro 2]

Capítulo 1

Eve

—¡¿Por qué no puedo ir?! Es en la casa de Suzana, ya conocen a su familia.

—Te dijimos que no, Eve.

Chasqueé la lengua y me crucé de brazos. Odiaba que me tratasen como un niño, nunca podía ir a fiestas que no fueran de día como si tuviera cinco años aún. Resoplé haciendo que mi papá me mirara de nuevo.

—Eve, hijo, no tienes edad para ir a fiestas así. Además, ¿no dijiste que era fiesta de Boris? Es mucho mayor que tú y seguramente haya alcohol, sería una irresponsabilidad dejarte ir.

—¡Pero Suzana y Dylan van a estar ahí y tenemos la misma edad!

—Primero, no le grites así a tu padre. Segundo, nosotros no somos como sus padres, no queremos que vayas a esa fiesta, no tienes edad para hacerlo.

Volví a resoplar. Era injusto que me tuviera que quedar encerrado mientras mis amigos, de mí misma edad, estaban en una fiesta. Subí a mi habitación de mala gana y cerré de un portazo mientras marcaba el número de Dylan. Me puse el celular contra la oreja y esperé a que me respondiera, pero nada; seguramente no lo escuchaba o estaba distraído con la música. Solté un suspiro, me acerqué al espejo y observé mi reflejo. Hacía un rato que estaba preparado, pero mis padres no daban brazo a torcer. De repente, escuché que tocaban la puerta haciéndome sobresaltar.

—¿Qué?

—Déjame pasar, hijo...

Solté un suspiro, me levanté y abrí la puerta, mi papá me miró.

—¿Qué? —repetí.

—No estés enojado, hijo. Solo te estamos cuidando.

—Sí, papi, como digas —entorné los ojos—. Me voy a dormir, quiero salir temprano a ver a Suzana.

—¿Sí?

Asentí, él me miró unos segundos sin decir nada. Si no calculaba mal, se iban a dormir en una hora, tenía que fingir que me iba a dormir y esperar, podía salir en cuanto se encerraran en su cuarto.

—Bueno, descansa, mi pequeño —me tomó de las mejillas y me besó en la frente—. Y no pongas esa cara, tu padre y yo te queremos demasiado, por eso decidimos que no vayas.

—Sí, ya lo sé —dije de mala gana, estaba cansado de que me sobreprotegieran tanto—. Ya me voy a dormir.

Me saludó de nuevo y se apartó de la puerta para que pudiera cerrarla. Suspiré una vez que estuve encerrado de nuevo, apagué las luces, me metí en la cama y saqué mi celular para avisarle a Suzana que estaría en su casa pronto; no me perderé esa maldita fiesta. Dejé el aparato debajo de mi almohada, me arropé y esperé con la mirada clavada en la ventana. Agudicé el oído lo más que pude, necesitaba estar atento a cuando mis padres cerraran la puerta de su habitación, esa iba a ser mi señal. La espera se me hizo eterna hasta que escuché la puerta del cuarto principal cerrarse. Me levanté con cuidado, me cambié, me puse las zapatillas y guardé mi celular en el bolsillo. Después, me acerqué a la ventana, la abrí con sumo cuidado y me apoyé en el alfeizar de la ventana. Solté un pequeño suspiro y me impulsé para colgarme de la rama del árbol que estaba junto; por un segundo, recordé de todas las noches que esta misma rama me asustó cuando era un niño. Bajé tratando de hacer crujir la madera lo menos posible. Una vez en el suelo, eché un vistazo rápido a la casa como si pudiera ver a mis padres dentro, me acerqué a la pequeña cerca que dividía la calle de la propiedad y la salté para ir en dirección a la casa de Suzana. Metí las manos en los bolsillos de la campera, no era tan abrigada como se necesitaría en una noche de octubre, pero no era demasiado cómodo trepar en un árbol con tanta ropa.

Caminé las cinco cuadras que hay entre la casa de Suzana y la mía, me acerqué a la puerta y toqué. Podía escuchar la música alta que sonaba en el interior y las risas de algunos. Volví a tocar la puerta, puesto que no había recibido respuesta la primera vez, pero, al parecer, nadie me escuchaba. Decidí sacar mi celular y enviarle un mensaje a mi amiga, unos instantes después, la puerta se abrió dejándome ver su sonrisa.

—¡Te tardaste, Eve!

—Lo siento, ya sabes cómo son mis padres —dije entrando a la casa.

—¿Volviste a escaparte? —se rio—. Espero que les hayas dicho algo convincente.

—Dije que iba a venir temprano en la mañana para saludarte. Creen que ahora estoy durmiendo en mi cuarto.

Suzana volvió a reírse, me tomó de la mano y me llevó hasta una mesa llena de bebidas, vasos y comida.

—¿Por qué empezaron tan temprano?

—Mi hermano lo quiso así. Dijo que de esa manera tendríamos más horas de fiesta.

—Esa es una buena idea —le sonreí.

—Sírvete algo y vamos con Dylan.

Asentí, agarré una botella de cerveza que estaba dentro de una cubeta de hielo y le hice una seña para que me llevara con nuestro amigo. Nos abrimos paso entre los amigos y conocidos de Boris hasta llegar al sofá donde estaba él hablando con Isabelle, la novia de Suzana. Me senté al lado de Dylan y lo empujé levemente con el hombro a modo de saludo, luego saludé con la mano a Isabelle, ella me sonrió. Abrí la cerveza y tomé un trago.

—¿Te escapaste verdad? —me preguntó Dylan.

—Tuve que hacerlo, ya sabes como son.

—Es que eres el bebé Eve.

Soltó una carcajada mientras yo chasqueaba la lengua. Gracias a mis padres mis amigos me molestan con eso de que soy un bebé. Tomé la botella entera de un trago, me levanté y volví a la mesa de antes para tomar otra. Mientras abría mi segunda cerveza, me percaté de la presencia de un chico, él levantó la mirada hacia mí y me sonrió. Le devolví la sonrisa un poco cohibido, quise hablarle, pero, en cuanto abrí la boca, otro chico se acercó a él y se lo llevó. Supuse que era su novio o lo llevaría con su pareja. Volví al sofá con mis amigos, o al menos con Dylan, ya que las chicas se habían ido a bailar con los demás invitados. Tomé un sorbo de la cerveza y miré a los que estaban bailando en el medio de la sala de estar.

Dylan y yo nos pasamos un rato en el sofá, acompañando nuestras bebidas con conversaciones y risas. Luego, cuando el alcohol comenzaba a hacerme efecto, decidimos ir a bailar con las chicas. Cada tanto, Dylan y yo buscábamos bebidas, nos sentábamos y, una vez que terminábamos, volvíamos a bailar.

—¡Eve! —escuché la voz de Boris y, antes de que me pudiera dar vuelta, sentí sus brazos rodearme desde atrás—. Me alegra verte acá.

—Seguramente me meta en problemas por ti —me solté de su agarré, me giré y lo abracé—. Me alegra haber podido venir.

Suzana, Boris y yo nos conocemos desde niños, era casi como mi hermano. Unos instantes después, nos separamos. Mientras él, Dylan y Suzana hablaban, decidí ir a buscar algo para tomar. Mientras me preparaba un trago, me percaté que el mismo chico de antes se encontraba cerca, hablando con una chica casi tan atractiva como él. Le di un trago a mi bebida haciendo una pequeña mueca al sentir el sabor fuerte del alcohol, pero volví a darle otro trago. De repente, me dirigió una mirada rápida y luego me sonrió. Sonreí también, aunque él ya no estuviera prestándome atención. Le di otro trago a mi bebida y volví al sillón en el que me encontraba con mis amigos. Me senté y los observé bailar en lo que terminaba mi bebida.

—Hola.

Sentí que se sentaban al lado mío, me giré encontrándome con el chico de antes, él me sonrió extendiéndome una botella de cerveza. Desconfié unos instantes de la botella, ya estaba abierta, pero, después de meditar unos segundos, la tomé devolviéndole la sonrisa como agradecimiento.

—¿No bailas?

—Ahora solo tengo ganas de beber.

—Espero que no te moleste tener un compañero.

—En absoluto —le sonreí—. Y ¿tú por qué no bailas?

—Estaba esperando a encontrar a alguien interesante.

—¿Crees que lo encontrarás?

—Ya lo hice —sonrió y me extendió la mano.

—No tan rápido —solté una pequeña risa—. Primero quiero terminarme la cerveza.

—Claro, me parece bien.

Una vez que terminamos, apenas pude dejar la botella vacía en el suelo, él me tomó de la mano y me llevó casi a tirones al grupo que estaba bailando. Me percaté de que no le había preguntado el nombre mientras conversábamos en el sofá, pero no me importó demasiado. Entre canción y canción, él iba a buscar más bebida para ambos, así que, pronto, comencé a sentirme mareado.

 

—Eve, despierta.

Escuché decir como si fuera del fondo de una piscina. Abrí los ojos con pesadez, pero los volví a cerrar en cuanto noté la luz.

—¡Eve! —una punzada atravesó mi cabeza al escuchar que elevaban la voz—. Despierta de una vez.

—Quiero dormir...

—Entonces, vístete al menos, que estás en mi puta cama.

¿Vestirme? ¿Cuándo me desvestí? Solté un suspiro fastidiado por las molestias y la resaca. Tomé las mantas y me tapé hasta la cabeza. Escuché que hablaban, pero no a mí, así que ignoré aquellas voces.

—¡Eve!

—¡Deja de gritar! —me senté bruscamente en la cama y abrí los ojos con dificultad—. ¡Ya estoy despierto! —solté un suspiro pesado.

—Vístete, bebé Eve.

Me pasé la mano por el rostro, luego parpadeé un par de veces hasta que logré acostumbrarme a la luz. En la habitación estaban Dylan y Suzana. Los miré alternativamente con ganas de matarlos; ambos sabían que lo que más odiaba era que me griten cuando tenía resaca.

—¿Por qué me despiertan?

—Porque te embriagaste, viniste con alguien y ahora estás desnudo en mi cama, Eve. ¿Al menos te acuerdas con quien te acostaste?

Intenté recordar, pero el dolor de cabeza bloqueaba mis recuerdos, así que opté por negar con la cabeza. Suzana soltó un pequeño suspiro y me tiró mi camiseta. La miré, me hizo una seña con la mano y, luego, salió del cuarto seguida de cerca por Dylan. Me masajeé suavemente la sien intentando calmar un poco el dolor de cabeza. Me levanté sintiéndome un poco mareado, me vestí y salí del cuarto para dirigirme al baño. Me lavé la cara un par de veces, me enjuagué la boca y recé porque no me haya quedado olor al alcohol. Salí y me dirigí a la cocina, dónde se encontraban mis amigos a excepción de Boris. Me senté en la mesa junto a Dylan, pronto, Suzana me alcanzó una taza de café y un blíster de aspirinas.

—¿En qué momento te fuiste, Eve? —preguntó Dylan—. Nadie te vio.

—No sé, no me acuerdo ahora —tomé otro sorbo y miré a Suzana—. Lamento que haya sido tu cama.

—Me debes sábanas nuevas.

—Yo diría que te debe una cama entera, yo tampoco me quiero acostar ahora ahí —comentó Isabelle con una sonrisita burlona—. Por cierto, ¿con quién te fuiste?

Me encogí de hombros, no tenía ganas de pensar con el dolor de cabeza que tenía. Tampoco era como si me importara con quien haya terminado en la cama, estabaseguro que no volveré a verlo, o verla. Me terminé el café mientras mis amigos hablaban, luego me tomé una aspirina y me levanté de la mesa, quería volver acasa, dormir un poco más y evitar el interrogatorio de mis amigos sobre lapersona con la que me acosté.

Capítulo 2

Dragan

Cuando me desperté, me percaté de la presencia de un chico, lo observé dormir unos instantes. No recuerdo del todo bien cómo terminé en la cama con él, pero sí recuerdo que bailamos gran parte de la noche. Me pasé los dedos por el cabello y me levanté mirando a mi alrededor en busca de mi ropa. Mientras me vestía, inspeccioné el cuarto, parecía el de una chica, seguramente era el de la hermana del dueño de casa. Cuando estuve listo, salí del cuarto y busqué el baño. Luego de abrir las otras dos habitaciones, encontré el baño, me metí y me miré en el espejo, abrí la canilla, mojé mis manos y las pasé por mi cabello para aplacarlo un poco. Me enjuagué la boca, me lavé la cara y volví a salir al pasillo. Bajé las escaleras encontrándome con, imaginaba, era el dueño de casa. Si no mal recuerdo, mi amigo me dijo que era Boris, un compañero que había tenido una vez en algún curso.

—Hola —sonrió—. No sabía que te quedaste.

—Me quedé dormido en uno de los cuartos de arriba.

—No hay problema —volvió a sonreír—. ¿Ya te vas? ¿No te gustaría desayunar algo antes?

Negué rápidamente con la cabeza.

—Gracias, pero ya tengo que irme.

Me acerqué a uno de los percheros, busqué mi abrigo y me lo puse. Me giré nuevamente al dueño de casa, lo saludé con la mano y salí. Apenas pisé la calle, el viento frío golpeó mi mejilla. Subí el cierre de mi campera y eché a andar mientras metía las manos en los bolsillos. Pensé unos instantes en la fiesta y en el chico que había conocido. ¿Cómo habíamos terminado en la cama? Entre trago y trago, en medio de un baile, se me lanzó y me besó. Lo próximo fue un poco frenético y confuso. Mientras nos besábamos, terminamos en ese cuarto. Solté un suspiro observando el vaho que salía de mi boca. Sentí una pequeña puntada en la sien producto de las pocas horas de sueño y los pocos rayos de luz que comenzaban a aparecer. Saqué el celular y miré la hora, aún tenía tiempo.

Llegué a mi casa un rato después, mi padre me miró desde el sofá con su café en la mano, pero no me dirigió la palabra. Le hice un gesto con la cabeza a modo de saludo y fui directamente a mi cuarto a encerrarme. Me saqué el abrigo y lo tiré arriba de la cama, seguramente lo usaría en cuanto anocheciera de nuevo. Fui al closet, busqué ropa limpia y fui al baño. Dejé las prendas sobre el cesto de la ropa sucia, me desvestí, abrí la ducha y me metí bajo el agua. Cerré los ojos relajándome lo más que podía antes de tener que ir a trabajar.

Una vez listo, salí de la ducha, me sequé y me vestí. Tomé la toalla para secarme el cabello mientras me posicionaba frente al espejo. Cuando terminé, observé mi reflejo, no me veía tan cansado como me sentía, seguramente podía pasar el día sin mayor problema. Me peiné rápidamente, até mi cabello en una colita y volví a mi cuarto. Tenía casi una hora para descansar. De repente, escuché mi celular sonar, tanteé en la cama mientras buscaba con la mirada en la mesa de luz. Recordé que no lo había sacado del bolsillo de mi abrigo, metí las manos hasta que conseguí el aparato en uno de los bolsillos. Miré la pantalla, tenía una llamada perdida de Sevag. Le devolví el llamado, me coloqué el celular contra la oreja al tiempo que me acostaba y esperé. Era un poco raro que Sevag estuviera despierto tan temprano, seguramente tenía clases en pocas horas.

—¿Dónde estabas?

—En la ducha.

—No hablo de ahora, idiota. Se suponía que ibas a venir anoche.

—Tuve trabajo.

—Oh, ¿en serio? No creí que trabajaras en una fiesta. Dragan, no soy tan tonto como crees, vi las fotos que subió Oliver.

Chasqueé la lengua, se suponía que no iba a subir nada hasta dentro de unos días. Parece que disfruta metiéndome en problemas cada vez que puede.

—Está bien, lo siento, te lo compensaré, lo prometo —escuché un suspiro por su parte.

—¿Seguro? ¿No me vas a dejar plantado de nuevo?

—Si vas a estar quejándote a cada rato, seguramente sí.

—Eres un idiota, Dragan.

—Me hartaste.

Solté un bufido y corté la llamada. Unos instantes después, el aparato volvió a sonar, pero decidí ignorarlo. Seguramente se le pasaría el enojo en la noche, cuando llegue a su casa con un ramo de rosas que no me habrá costado más de diez kuna. Seguramente después terminemos en la cama y todo arreglado. Puse las manos debajo de mi cabeza y cerré los ojos unos instantes, me ardían un poco por el cansancio. Solté un suspiro e intenté descansar un poco. Me esperaba un día largo de trabajo y de aguantar a Sevag.

 

Mientras Sevag se acomodaba en la cama, me levanté, tomé mi ropa y me vestí. Me acerqué al tocador, solté mi cabello de la goma, lo alisé y acomodé con los dedos, volví a atarlo. Miré la ventana, ya había oscurecido, debía volver.

—¿Te vas?

—Tengo trabajo mañana, Sevag.

—Quédate, no quiero pasar la noche solo de nuevo.

—No.

—Pero, Dragan an...

—Te dije que no y punto.

Guardé mis cosas, agarré mi abrigo y salí sin siquiera despedirme. Lo escuché llamarme, pero lo ignoré completamente y salí. Emprendí camino hacia mi casa. Me puse la capucha de mi abrigo cuando empecé a sentir que caía una ligera llovizna; seguramente pronto comenzaría a nevar. Cuando llegué a mi casa, mi padre y mi hermano se encontraban en la sala mirando televisión. Fui directamente a la cocina y busqué lo que hubiera sobrado de la cena en la nevera.

—No quedó nada, enano —escuché decir a Marko de repente—. Deberías llegar antes.

—¿Te importa a qué hora llegue?

—Un poco —chasqueé la lengua—. Casi no nos vemos, Dragan, me gustaría cenar una noche con mi hermanito.

—Está bien —suspiré—. Creo que voy a pedir una pizza.

—Me invitas.

—Tú ya comiste.

—No seas egoísta, Dragan.

Hizo pucheros como si fuera un niño pequeño, entorné los ojos esbozando una pequeña sonrisa, pero desapareció cuando entró mi padre en la cocina. Desvié la mirada, salí de la cocina y fui a mi cuarto para pedir mi cena. Unos instantes después de colgar, escuché unos toques en la puerta, abrí encontrándome con Marko, me aparté para dejarlo pasar y cerré cuando estuvo dentro.

—Veo que siguen igual.

—Ya sabes cómo es, Marko —suspiré—. ¿Vas a comer conmigo?

—Nunca me niego a pizza, enano.

Sonreí ladinamente sentándome a su lado. Mi hermano y yo dejamos de ser tan unidos, pero, aun así, él siempre se preocupaba por mí aunque no tuviera que hacerlo. Mientras esperábamos, empezamos a hablar, él me contó sobre sus planes a futuro, sus estudios y su trabajo. Por mi parte, solo le comenté como iba mi trabajo y las pocas ganas que tenía de seguir estudiando. Estar entre libros nunca ha sido mi fuerte. Luego, mientras comíamos en la mesa del comedor, me contó lo mucho que se quejaba de mí nuestro padre. Cómo lo esperaba, él no estaba del todo contento conmigo, nunca lo ha estado realmente. Pronto cambiamos de tema a uno más grato para ambos. Después de comer, volví a mi cuarto para encerrarme. Me cambié la ropa y me acosté con el celular en la mano, en la pantalla vi varios mensajes de Sevag diciéndome cuanto me extrañaba y lo idiota que era por dejarlo solo. Decidí ignorarlo y meterme directamente en el chat de Oliver, primero para insultarlo por haberme delatado con mi novio, pero pronto me distraje cuando me dijo que conseguiría invitación para alguna otra fiesta.

—"Esta vez trae a Sevag, o empezará a sospechar que te acuestas con cualquiera".

—"No me importa que sospeche, si quiere que vuelva a su cama, tiene que dejar de joderme".

—"Tienes suerte, Dragan. ¿Recuerdas lo que pasó con mi última novia?".

—"Cuando eres atractivo puedes hacer lo que quieras".

Sonreí imaginando la cara que pondría al leer aquel mensaje. Solté una carcajada ante sus insultos. Miré la hora y suspiré, ya era la una de la mañana, debía levantarme temprano para ir a trabajar. Me despedí de Oliver, dejé mi celular en la mesa de luz y me acomodé en la cama.

Me desperté con el sonido de mi reloj despertador, lo apagué de un manotazo y me senté en la cama pasándome la mano por el rostro. Odiaba levantarme temprano, pero, si no quería que me echaran, tenía que hacerlo. Me levanté con pereza, tomé ropa y salí para meterme en el baño. Luego de ducharme, vestirme y alistarme, salí, volví a mi habitación para tomar mi celular, después me dirigí a la cocina. Mi padre y mi hermano se callaron automáticamente cuando me vieron. Marko me dedicó una sonrisa apuntando a una taza de café que, imaginaba, la habían hecho para mí, pero la rechacé con una pequeña mueca. No me sentaría con mi padre ni un instante. Me despedí de Marko y salí. Primero pasaría por la casa de Oliver y, luego, iríamos por un café.

Al salir, me percaté que, durante la noche, había nevado. Cuando llegué a la casa de mi amigo, toqué la puerta y esperé. Unos minutos después, salió como si apenas se hubiera levantado de la cama, solté una pequeña risa al verlo, él solo frunció ligeramente el ceño. Me dio un golpecito en el hombro y echó a caminar como un zombie, lo seguí molestándolo como siempre. Caminamos hasta la cafetería, hicimos el pedido de siempre y salimos a la vereda.

—¿Tienes que trabajar mañana? —asentí—. Qué pena, un conocido va a hacer una fiesta esta noche.

—¿Siempre conoces a alguien que va a hacer una fiesta?

Oliver sonrió.

—Es lo que tiene tener contactos en todos lados. Entonces, ¿vas a venir?

—Sí, claro —sonreí—. Paso a buscarte por tu casa cuando esté listo.

Mi amigo asintió. Después de unos minutos hablando, nos despedimos para ir a nuestros respectivos trabajos. Sentí mi celular vibrar en mi bolsillo mientras caminaba. Lo saqué y miré la pantalla, era Sevag. Solté un pequeño suspiro y contesté.

—¿Qué?

—¿Así le hablas a tu novio? —escuché un suspiro por su parte—. ¿Vas a venir después del trabajo? Pensé que podríamos hacer otra cosa.

—¿Qué? Sabes que no cuento con tanto dinero.

—Lo sé, amor, pero tengo un amigo que nos puede dejar pasar en un restaurante.

—¿Te estás viendo con otras personas? —me detuve a medio camino con el ceño levemente fruncido.

—¿Celoso? —soltó una risita haciéndome enfadar un poco—. Es solo un amigo, nada más.

—Como digas, de todas maneras, no puedo ir, voy a salir con Oliver.

—¿De nuevo, Dragan? Nunca pasas tiempo conmigo.

—¿Me estás controlando? No tengo por qué pedirte permiso.

Colguéla llamada reanudando mi camino. Cada vez me hartaba más tener que lidiar conél, pero me convenía que viviera solo para escapar de mi casa un rato, al menoshasta que empezaba a hablar de planes a futuro que no me atraían en absoluto. Toméotro sorbo de café para intentar apalear el frío que hacía. Entré al negociodónde trabajaba y me dirigí directamente al cuarto de empleados. Tomé el últimosorbo de café, tiré el vaso y me saqué el abrigo para colgarlo en el perchero.Escuché que la puerta que llevaba al fondo del negocio se abría dejándome ver aMilan. Sonreí inmediatamente, miré mi celular, faltaba un poco para empezarnuestro turno, pero era tiempo suficiente. Me acerqué a él y lo tomé de lacintura cerrando la puerta tras su espalda.

Capítulo 3

Eve

Bostecé mientras miraba al profesor explicar no tenía idea qué; normalmente me aburría muchísimo en clases y era inevitable que me diera sueño a media explicación. Desvié la mirada a la ventana y observé la nieve que se había acumulado en el patio. Sentí frío automáticamente, aunque en el aula hacía, por lo menos, veinte grados gracias a la calefacción. Por suerte, no pasó mucho hasta que el timbre sonó marcando el final de las clases. Guardé mis cosas rápidamente, me puse mi abrigo y salí al pasillo a esperar a Suzana, Isabelle y Dylan; siempre nos encontrábamos frente a mi aula.

—Hola, bebé Eve —entorné los ojos automáticamente cuando escuché a Suzana—. ¿Qué tal tus clases?

—Aburridas, como siempre. ¿Las tuyas?

—Iguales. Me gustaría poder tener alguna clase con Isa, o contigo y Dylan.

—Me alegra que Dylan y yo seamos tu última opción —soltó una risa.

—Sabes que los quiero, pero mi novia es mi novia y no quiero estar tanto tiempo separada de ella.

—Parece que sigues viendo esas películas románticas que se vuelven pegajosas de lo acaramelados que son los protas —la voz de Dylan sonó a las espaldas de Suzana, ella volteó a mirarlo.

—No te atrevas a meterte con mis películas.

Dylan y yo soltamos una pequeña risa, nos encantaba molestarla con eso. Incluso había momentos en los que su novia se unía a nosotros. Nos quedamos en silencio unos instantes observando a nuestros compañeros pasar.

—Cuéntanos, Eve, ¿tus padres descubrieron que te escapaste? —preguntó Dylan para hacer tiempo mientras esperábamos a Isabelle.

—No, creyeron que me había levantado temprano por primera vez en mi vida.

—Lograste que no te descubrieran, bebé Eve —dijo Suzana pellizcándome la mejilla como hacía mi tía Ivana—. Eres un buen mentiroso.

—Lo soy. Y deja de decirme "bebé" —solté un pequeño bufido cruzándome de brazos—. Mejor márcale a tu novia para que se apure.

—Tienes razón, debería hacerlo.

Soltó mi mejilla, sacó su celular, se recostó contra la pared a mi lado y le escribió a Isa. Mientras, Dylan me mostraba el nuevo manga que se había comprado. No entendía mucho de lo que me hablaba, nunca había sido muy aficionado al anime, pero para pasar el rato hasta que llegara Isa, era suficiente.

—Malas noticias, chicos —ambos desviamos la mirada hacia ella—. Isa tiene que quedarse a estudiar en la biblioteca —nos miró—. Vamos, hoy no vamos a contar con su presencia.

—Me alegra que sea así, verlas tan acarameladas me da dolor de estómago.

—¡Cállate, bebé Eve! Al menos nosotras no pensamos solamente en acostarnos camas ajenas.

—No fue la primera vez y siempre me prestas tu cuarto porque sabes que en el mío no puedo.

—Dejen de pelear, niños —dijo Dylan—. Vamos, necesito un café.

Lo miramos y asentimos obedientemente. Mientras él comenzaba a caminar, me giré hacia Suzana recibiendo una sonrisa cómplice; ambos sabíamos perfectamente que a Dylan le molestaba que peleáramos de esa manera. Lo seguimos comenzando una discusión nueva, única y exclusivamente para sacarlo de sus casillas. Cuando comenzó a bufar como un toro, decidimos detenernos entre risas para dejarlo en paz un rato al menos hasta que llegáramos a la cafetería. Al salir del edificio, subí el cierre de mi abrigo intentando de protegerme del frío que hacía. Al entrar a la cafetería, fuimos directamente a la mesa que ocupábamos siempre; estaba en una esquina, alejada de las demás. Me senté de lado de la pared, Dylan a mi lado y Suzana frente a nosotros.

Después de pedir, nos pusimos a hablar de banalidades y cosas respectivas a las clases. Suzana no dejaba de quejarse de lo mucho que le estaba costando estudiar esos días. Dylan, como de costumbre, se ofreció para ayudarla, pero los tres sabíamos de antemano que terminaría haciéndole la tarea. Cuando nos trajeron los cafés, los tres nos quedamos callados unos instantes, mientras entrábamos en calor.

—Casi lo olvido —dijo Suzana de repente buscando en su mochila—. Me han dado esto para ti, Eve.

Sacó una hoja de cuaderno doblada a la mitad y me la extendió por entre los jarritos de café.

—Es de una chica de mi clase, me pidió que te la entregara.

—Eres todo un galán, Eve, no dejas de conseguir admiradores —me codeó Dylan soltando una risita.

—¿Acaba de hablar tu envidia?

Tomé la nota y la miré. No sabía quién era la chica, o al menos no por su nombre. Leí un par de veces la escueta carta, era como las que escribía en primario. Volví a doblarla a la mitad y la dejé sobre la mesa.

—¿Tienes fotos de ella?

Suzana negó con la cabeza, pero sacó su celular y buscó unos segundos, luego lo giró para que pudiera ver la pantalla. Tomé el aparato y le di una ojeada, era el Instagram de una chica. No se veía mal realmente, no era exactamente el tipo de chica que me gustaba, pero podía pasar un rato con ella. Luego de buscar su perfil en mi propio Instagram, le devolví el celular.

—¿Le hablarás?

—Tal vez.

Me encogí de hombros, bloqueé el celular y lo guardé de nuevo; seguramente solo la vería para pasar una noche con ella. Nos quedamos en silencio unos instantes, dándole uno que otro sorbo a nuestros cafés y comiendo lo que habíamos pedido para acompañarlos. Luego, Dylan y Suzana comenzaron a hablar sobre la fiesta de Boris, yo simplemente me dediqué a revolver mi café sin mucho interés.

—Eve —me llamó Suzana. Levanté la mirada hacia ella—. ¿Recordaste con quién te acostaste en la fiesta?

—Ni siquiera lo pensé.

—¡Deberías hacerlo, idiota!

—No es como que me importe saber quién es, Su —suspiré.

—¿Y si tienes que buscarlo?

—No lo haré, Dylan, no necesito buscarlo.

De repente, una imagen apareció en mi mente, era de un chico con el cabello largo platinado. Me quedé unos instantes en silencio intentando recordar algo más, pero no lo logré, nada más aparecía.

—Recordé algo —dije captando su atención—. ¿Recuerdan si bailé o estuve con un chico de cabello largo platinado?

Ambos se miraron unos instantes y volvieron a mirarme. Dylan hizo un gesto con la mano como invitándome a seguir hablando, pero negué con la cabeza. Tal vez después recordaré algo más de él y esperaba que fuera un chico lindo. Solté un pequeño suspiro, tomé lo que me quedaba de café y me uní a la conversación que habían comenzado mis amigos, aunque no totalmente. De repente no podía dejar de pensar en el chico de la fiesta, después de ese pequeño flash, quería terminar de recordarlo; quería recordar la cara con la que había pasado la noche.

Después de un par de horas en la cafetería, salimos. En la puerta nos despedimos de Dylan y emprendimos camino hasta nuestras respectivas casas. Nuevamente estaba ausente de la conversación con Suzana, me era inevitable seguir intentando recordar. Cuando mi amiga se despidió, me di cuenta de lo distraído que había estado durante todo el camino. La saludé con la mano antes de que cerrase la puerta y seguí camino a mi casa.

—Hola, mi niño.

Escuché apenas entré.

—Hola, papi.

Contesté tirando la mochila en el sofá, caminé hasta la escalera con la intención de encerrarme en mi cuarto, pero escuché que mi padre me chistaba desde la mesa del comedor, lo miré recibiendo una sonrisa junto con una seña para que me acercara. Me acerqué para sentarme a su lado.

—¿Qué pasa?

—Quiero hablar contigo, mi pequeño —me pasó la mano por la mejilla—. Hace tiempo que no me cuentas nada, apenas me entero de cómo vas en la escuela.

—No tengo nada que contarte.

—¿Seguro? —asentí, soltó un suspiro—. ¿Ni siquiera me dirás si tienes novia?

—No, papi, no te lo contaré porque no tengo.

—¿Novio? —bufé—. Está bien, pequeño, no quiero molestarte, solo quiero estar seguro de que estás bien.

—Lo estoy, no tienes que preocuparte.

—Lo haré de todas maneras, eres mi hijo y estaré al pendiente de ti —tomó mi mano y me acarició los nudillos—. Sabes que puedes decirme lo que quieras, ¿no? Cualquier problema que tengas, estaré aquí para escucharte.

—¿Aunque haya robado un banco y asesinado brutalmente a una familia?

Mi padre soltó una risita y me apretó las mejillas con una mano como hacía cuando era pequeño.

—Te escucharía el día de la visita, listillo —volvió a reír, me dio un beso en la frente y se levantó—. Anda, ya eres libre hasta la hora de la cena, bebé.

—No me digas bebé —mascullé levantándome.

Nuevamente me dirigí a las escaleras, subí y me metí directamente en mi habitación para encerrarme. Me senté en el escritorio, abrí el cuaderno de bocetos tomando uno de los lápices que había dejado junto a este. Pasé las hojas una a una viendo lo que había garabateado antes, algunos eran de fotos con mis amigos, otros de Suzana e Isabelle y muchos otros eran de mis padres. Cuando llegué a una hoja libre, pensé unos instantes en qué era lo que quería dibujar. De repente, mi celular comenzó a sonar, lo saqué rápidamente y lo miré, en el grupo que teníamos los cuatro Suzana había enviado una foto con Isabelle. Decidí usar esa imagen para dibujar; seguramente se los termine regalando cuando lo termine.

Terminé el dibujo justo cuando papá Ilan me llamó para cenar. Fui directamente al comedor y me senté en el lugar de siempre. Escuché a mis padres hablar sobre el día y decirse cuanto se habían extrañado.

—¿Qué tal la escuela, Eve?

—Bien —me encogí de hombros—, aburrida como de costumbre.

—¿Saliste con tus amigos?

—Sí, papá —lo miré—. ¿Estas psicoanalizándome?

—Tal vez —sonrió—, pero como padre, quiero estar pendiente de lo que haces.

—Papá, ya no soy un niño —miré a ambos alternativamente—. Ya no deben tenerme tan vigilado, casi soy adulto.

Ambos se miraron y volvieron a mirarme; sentí, por un instante, que sabían que me había escapado y no había pasado la noche aquí.

—Eres nuestro bebé, Eve, no dejaremos de preocuparnos por tu bienestar.

—Papi, no soy un bebé.

—Vas a serlo siempre, hijo.

Solté un suspiro, volviendo mi atención a la cena, mientras, mis padres siguieron conversando, sobre todo de mí y lo que, supuestamente, no les contaba. Me pregunté por un instante si sabían algo, si sabían que me estuve escapando desde los catorce y que bebía en las fiestas de Boris. ¿Por qué no me castigaban si lo sabían? Decidí mantenerme al margen de la conversación. Luego de la cena, fui a encerrarme a mi cuarto. Volví a sentarme frente al escritorio, tomé mi celular, le saqué una foto al dibujo y se la mandé a Suzana prometiéndole que se lo daría mañana en la escuela. Bloqueé el aparato y lo dejé sobre el escritorio. Recorté el dibujo que había hecho, lo doblé a la mitad y lo metí en uno de mis cuadernos de la escuela. Cerré el cuaderno, volví a tomar mi celular y abrí el chat de Suzana para contestarle. No tardó en olvidarse del dibujo y comenzar a molestarme de nuevo con eso de que soy un bebé. Puse los ojos en blanco y no dudé en contestar a sus burlas, aunque pronto perdí el interés en seguirle el juego, así que opté por dejar el aparato, ponerme mi pijama y acostarme. 

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