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SOLAMENTE MÍA

PRÓLOGO

Emmeline Victoria, la princesa del Reino del Norte, gobernaba sobre un pueblo asolado por la escasez y las incursiones constantes de reinos vecinos. La tierra estaba marcada por la desolación: campos yermos, aldeas en ruinas y un palacio real que parecía luchar por mantener su esplendor pasado.

Por otro lado, en los dominios del rey Hansel, la situación era muy diferente. Su reino, ubicado en las escarpadas montañas al sur, era una fortaleza imponente rodeada de paisajes agrestes. Las murallas de su fortaleza, construidas con rocas talladas con precisión, parecían desafiar a cualquier intruso que se atreviera a desafiar su poder.

Cuando el rey Giuseppe decidió buscar ayuda del temido rey Hansel, se adentró en territorios aún más oscuros. Hansel, conocido por su brutalidad y astucia en la batalla, era un hombre cuyo nombre evocaba temor en los corazones de todos los que lo conocían.

La reunión entre Giuseppe y Hansel se llevó a cabo en el Gran Salón del palacio real del Norte. Las paredes de piedra del salón estaban adornadas con estandartes desgastados y tapices que contaban historias de batallas pasadas. El aire estaba cargado de tensión mientras Giuseppe hacía su petición al rey Hansel, cuyos ojos fríos escrutaban cada palabra con atención.

Hansel, sentado en su trono de piedra tallada, escuchó atentamente la solicitud de Giuseppe. Su presencia imponente llenaba la sala, su mirada penetrante revelaba la ferocidad que se escondía detrás de su apariencia tranquila.

Finalmente, Hansel hizo su demanda: la mano de la princesa Emmeline a cambio de su protección. La habitación cayó en un silencio sepulcral mientras Giuseppe asimilaba la petición del rey vecino. La princesa Emmeline, joven e inocente, se convirtió de repente en una pieza clave en el tablero de ajedrez político que se estaba jugando.

Emmeline, sin saber el destino que le aguardaba, aguardaba paciente junto a su madre, Isabela, en una antecámara adyacente. La incertidumbre pesaba sobre ella mientras esperaba noticias del encuentro entre su padre y el rey Hansel. No tenía idea de las exigencias que Hansel tenía para su padre ni de cómo cambiaría su vida en tan solo unos días.

A medida que se acercaba el día de la boda, el Reino del Norte se sumía en la incertidumbre. Los rumores sobre el trato entre Giuseppe y Hansel se extendían como un reguero de pólvora entre la gente, alimentando el miedo y la desconfianza.

En las calles, la tensión era palpable. Los habitantes del Reino del Norte susurraban entre ellos, temerosos del futuro incierto que les esperaba. Algunos miraban con recelo hacia el palacio real, preguntándose qué influencia tendría el nuevo rey sobre sus vidas.

Mientras tanto, en la fortaleza de Hansel, los preparativos para la boda estaban en marcha. Los sirvientes corrían de un lado a otro, asegurándose de que cada detalle estuviera perfecto para la llegada de la princesa Emmeline.

Dentro de su habitación, Emmeline se sentía atrapada entre el deber y el miedo. Por un lado, sabía que su matrimonio con Hansel era necesario para proteger a su pueblo. Por otro lado, no podía evitar sentir un temor creciente ante el hombre que pronto sería su esposo.

Emmeline se prometió a sí misma que haría todo lo posible por su pueblo. A pesar de sus miedos, estaba decidida a enfrentar su destino con valentía y determinación.

CAPITULO 1

EMMELINE.

EMMELINE.

Me observo en el espejo por quinta vez. El maquillaje es más denso de lo que acostumbro, como si pudiera ocultar el miedo y la incertidumbre que me embargan. Hoy, en contra de mi voluntad, seré la novia del rey Hansel, segundo del Este. Cada vez que pienso en ello, siento un nudo en el estómago y un temblor recorre mi cuerpo.

Mi madre ajusta con brusquedad el corsé, como si pudiera comprimir mis temores y ansiedades junto con mi cuerpo. Me pide que sonría, pero mi rostro se siente rígido, incapaz de expresar alegría ante lo que se avecina. ¿Cómo podría sonreír cuando mi corazón está lleno de temor y desesperación?

El carruaje avanza hacia la iglesia, llevándome hacia un destino que no he elegido. Miro por la ventana, pero mi mente está en otro lugar. Me pregunto cómo sería vivir una vida sin las ataduras de mi linaje, sin la pesada responsabilidad que recae sobre mis hombros. ¿Podría ser feliz en un mundo donde no estoy atada por deberes y expectativas?

Caminar hacia el altar se siente como avanzar hacia una trampa mortal. No he visto a mi prometido, el rey Hansel, pero su reputación me precede. Es imponente y temido, con ojos negros como la noche que parecen leer mi alma. Cuando pienso en él, siento un escalofrío recorrer mi espina dorsal. ¿Qué clase de hombre es capaz de inspirar tanto miedo y respeto a la vez?

El oficiante habla, pero sus palabras se desvanecen en mi mente. ¿Podría negarme en este momento? La idea me aterra, pero la sumisión me parece aún más insoportable. Siempre he sido una mujer obediente, pero ahora me encuentro cuestionando todas las decisiones que me han llevado hasta este momento.

Acepto con un sí titubeante, sintiendo el peso de mi decisión aplastándome. El beso del rey es frío, sin rastro de amor o ternura, solo un gesto vacío destinado a sellar nuestro destino. Cuando sus labios tocan los míos, siento una punzada de dolor en mi corazón. ¿Es este el precio que debo pagar por el bien de mi reino?

La celebración transcurre entre risas y música, pero yo me siento ajena a todo. Los invitados me felicitan, pero sus palabras suenan huecas en mis oídos. Solo puedo pensar en la jaula dorada en la que estoy atrapada. ¿Podría alguna vez escapar de este destino que se ha impuesto sobre mí?

Cuando llegamos al castillo, intento evitar la mirada del rey, pero sus ojos negros como la noche me persiguen. Me siento pequeña e insignificante a su lado, como si estuviera a punto de ser devorada por un depredador acechante. ¿Qué clase de hombre es capaz de inspirar tanto miedo y respeto a la vez?

En el trono, me siento como un pájaro atrapado en una jaula de oro, deseando volar libre. La gente se arremolina alrededor del rey, temerosa y respetuosa a la vez, como si estuvieran ante un dios en la Tierra. ¿Podría alguna vez ser libre de las expectativas y obligaciones que pesan sobre mis hombros?

Cuando por fin me suelta, un alivio momentáneo me invade, pero sé que no durará mucho. La noche está por venir, y con ella, el momento en que tendré que entregarme a un hombre cuyo corazón es tan oscuro como sus ojos. No quiero ser suya, pero el destino ha sido sellado y ahora debo enfrentar las consecuencias de un matrimonio forzado con un hombre que es imponente, temido y completamente desconocido para mí.

Mientras la celebración continúa a mi alrededor, me pierdo en mis pensamientos, buscando una salida de este laberinto de compromisos y deberes. Pero por ahora, estoy atrapada en un mundo que no elegí, esperando el momento en que pueda reclamar mi propia libertad.

REY HANSEL

CAPITULO 2

EMMELINE

Él ha entrado a la habitación ya hace un rato y en cuanto a mí, las doncellas me prepararon poniendo sobre mi cuerpo una prenda ligera de seda. Al ver mi reflejo me doy cuenta que mi cabello rubio cae hasta las caderas, es la primera vez que lo veo suelto. Los ojos azul claro combinan a la perfección con mi piel blanca como la leche, tengo la proporción exacta en cuando a medidas corporales, ni más ni menos y aún cuando las chicas antes de marcharme han elogiado mi figura, el hormigueo en el estómago se hace cada vez más intenso.

Mis entrañas están revueltas y me acurruco en el suelo. Bajo la seda transparente todo mi cuerpo esta expuesto. ¿Debería correr por los pasillos hasta encontrar una salida?

 -Majestad, el rey demanda su presencia- Diana, una de mis doncellas me habla desde el umbral de la puerta. Al verme acurrucada en el piso, corre hasta donde estoy y me ayuda a levantar- ¿Se encuentra bien majestad?

 Quiero gritarle que no, que posiblemente vomite el corazón por la boca, pero en cambio, asiento con la cabeza en repetidas ocasiones.

Camino con ella hacia la habitación principal en donde anuncia mi llegada, aumentando más los nervios que me quieren comer viva.

-Cierra la puerta- escucho su voz demandante ordenar a Diana que obedece de inmediato.

La habitación es amplia, la cama posee un gran tamaño además de cuatro pilares adornados con cortinas púrpuras. La luz es tenue pero logro divisarlo en una esquina. Su torso al descubierto es algo en lo que mis ojos se fijan de inmediato. Los más probable es que se ejercite con regularidad porque la piel se nota bastante tonificada.

-Quítate todo lo que traes puesto- dice desde el extremo y mi corazón frena de golpe.

-Disculpe?

-Ya escuchaste. Quiero verte desnuda- esta vez el tono de su voz denota molestia- Deseo observar sin tardanza lo que ahora me pertenece.

Su sola declaración obligan a mi corazón a latir de nuevo esta vez con más fuerza, tanta que casi puedo escuchar mi propio palpitar.

Mi manos tiemblan pero obedezco sin chistar quitando los botones de la diminuta bata que por supuesto es lo único que llevo puesto. Se desliza hasta caer sobre mis pies. Ver como su mirada me escrudiña de arriba abajo es realmente incómodo. Me siento como una esclava siendo vendida al mejor postor.

-Date la vuelta- obedezco de nuevo temblorosa. Escucho sus pasos acercarse pero estoy demasiado asustada para voltear a verlo así que me limito a cerrar con fuerza los ojos.

-¿Haz estado antes con algún hombre?- tengo 20 años. Creo que su pregunta está de más pero igualmente respondo.

-No, majestad- mi voz suena más aguda de lo normal.

Sus dedos se arrastran por mi espalda de arriba abajo, su sólo toque eriza toda la zona. Acaricia mis hombros hasta tomar con sus manos mis pechos.

-Lo siento mucho Emmeline, pero no consigo ser gentil cuando se trata de poseer a una mujer- sus palabras en mi oído son algo que no logro entender- Túmbate en la cama.

La autoridad en su voz me obliga a obedecerlo de inmediato, por tercera vez. Poso mi espalda sobre la suave colcha de algodón. Cuando lo veo acercarse con los ojos oscurecidos, entiendo lo que sucederá. Todo mi cuerpo se tensa de inmediato al ver que comienza a quitarse el pantalón que lleva puesto y  su desnudez queda expuesta a mi vista. Mis mejillas comienzan arder y trago saliva al ver que su miembro posee un tamaño considerable.

Se posa entre mis piernas sin perder tiempo. Contengo todo el aire que puedo en mis pulmones. Cuando lo siento enterrarse por completo en mí, el grito de dolor que emito es suficiente fuerte para despertar el reino completo.

-Te lo dije. No puedo ser considerado- gruñe comenzando a mover sus caderas con fuerza- Trata de relajarte o si no será más doloroso.

Cubro mi boca con la mano ahogando los gritos y las lágrimas que comienzan inmediatamente a salir. ¿De esto se trata? ¿Por qué la gente desea tanto la intimidad cuando solamente produce agonía y dolor?

Sus movimientos son aún más salvajes y yo sólo rezo en mi mente para que termine pronto. Siento un calor por dentro y me doy cuenta que él se retira de inmediato.

-Es suficiente por esta noche- dice sin más y se cubre de nuevo su parte inferior dándome un último vistazo que lo hace fruncir el ceño con fuerza.

No puedo moverme cada parte de mi cuerpo protesta de inmediato. ¿Por qué las doncellas hablaban maravillas sobre esto si realmente solo sientes el dolor desgarrador que no te deja pensar en nada más?

Él se pone de pie en el umbral de la puerta y mira en mi dirección.

-Pronto te darás cuenta que es más fácil odiarme que llegar a amarme- cierra la puerta y estallo en un mar de lágrimas.

¿Estaré junto a este hombre el resto de mis días? La fama de cruel que tiene es realmente verdadera, no quiero vivir de esta forma. Sólo deseo una vida feliz, con un esposo normal que sea capaz de amarme por encima de todo lo demás.

-Oh mi dios!- la doncella entra y yo cierro las piernas de golpe ignorando el dolor que eso me provoca.

-¿Qué haces aquí?- pregunto entre sollozos acomodando con dificultad mi cuerpo de lado.

-El rey me ordenó que viniera a cuidarla- se escucha bastante nerviosa- Lo mejor será que venga a asearse majestad hay demasiada sangre sobre usted y las sábanas.

No me interesa, moverme es lo que menos quiero ahora, lo único que deseo es cerrar mis ojos y despertar de esta pesadilla. ¿Por qué tengo que vivir esto? Mis hermanas encontraron buenos príncipes, les dieron hogares admirables y yo... maldecir mi suerte ni siquiera es suficiente para sacar esta rabia que me carcome por dentro.

 "Pronto te darás cuenta que es más fácil odiarme..."

Sus palabras se repiten una y otra vez en mi mente. De eso no me queda la menor duda.

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PRINCESA EMMELINE

 

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