Es temprano en la mañana y suena mi despertador, mis ojos están abiertos hace exactamente 10 minuto con 23 segundos... Sí, los he contado. Siempre lo hago. Es parte de mi rutina para saber cuánto pierdo de dormir.
Apago el despertador y me siento en la cama, a mi derecha duerme mi esposo tranquilamente. Gonzalo hoy decidió trabajar desde casa por lo tanto no se levantará hasta dentro de un buen rato. Yo no tengo esa suerte... Lo observo por un momento, su respiración constante, su pecho sube y baja al ritmo. Me detengo en su rostro, sé que esos ojos cerrados pueden leerme como un libro cuando me miran, fue lo primero que me enamoró de él, sus ojos color miel... me transmitieron calidez desde el primer momento. Con el tiempo descubrí que también podían ser fríos como un témpano, de hecho en general son así, fríos, distantes, indiferentes...
¡Basta! Se hace tarde...
Me doy una ducha ligera, comienza a sentirse el calor primaveral y elijo un vestido suelto para usar hoy. Por supuesto que elijo uno gris, no me atrevo a usar colores vibrantes. No es que mi cuerpo esté mal, solo el paso de los años y la falta de ejercicio, pero no me veo tan mal, simplemente creo que otras mujer lucen más que yo.
Miro el reflejo en el espejo y me veo... apagada, sin luz, como en stad by...
Pero ¿Qué diablos me pasa hoy? ¿Por qué cuestiono todo? ¡Basta Ana, detente ya!
Han pasado 30 minutos desde que me levanté. Me preparo el desayuno nutritivo de todos mis días: café negro con tostadas. Como rápidamente y miro el reloj, tengo 15 minutos para salir y caminar hasta la estación de tren, el tiempo justo y medido, siempre.
Mientras viajo en el tren que me lleva directo al infierno que es mi trabajo recuerdo por qué me desperté antes hoy. Tuve un sueño muy inusual, erótico, fogoso con un hombre que no es mi marido. Tampoco fue alguien cercano o conocido y eso me intrigó, porque hasta mis sueños son monótonos.
Este hombre era tierno y cariñoso pero a la vez voráz. No recuerdo muy bien su rostro pero tenía en mi cuerpo la sensación de que me había dado una vuelta entera por la galaxia. Jamás me he sentido así, físicamente, con nadie, ni siquiera con Gonzalo.
Nuestra intimidad es reducida, generalmente en la misma posición, él logra su orgasmo, me ayuda a alcanzar el mío y luego media vuelta y a dormir. La pasión es hoy un recuerdo lejano de nuestra juventud. No es que seamos tan viejos, estamos entrando en nuestros treinta, pero llevamos tantos años juntos que la chispa y la picardía fueron quedando en el camino.
Nos conocimos en el secundario, solo tenemos un año de diferencia, yo era una joven alegre, llena de proyectos y siempre veía el lado bueno de las cosas. Gonzalo era más bien serio, calculaba absolutamente todo, le gustaba divertirse pero jamás lo vi salirse de sus límites. Supongo que con el tiempo me fui adaptando a su forma de ser y me convertí en su reflejo. Con él inicié mi vida sexual por lo tanto mi experiencia es muy limitada. Ambos fuimos adaptándonos, le pusimos la palabra amor para justificar las concesiones. Nos casamos al salir de la escuela y lo apoyé para que terminara su tecnicatura en sistemas, mientras yo trabajaba en una tienda a tiempo completo. Cuando él consiguió trabajo fue mi turno de estudiar, terminé en tiempo récord el curso de administración de empresas y logré conseguir trabajo en una firma chica pero estable, no me quejo, gano lo que es justo, pero mi superior es un idiota y hace que sienta todos los días que voy al infierno. En fin, así entre Gonzalo y yo, hemos formado esta pequeña familia.
Al sonar el silbido del tren he vuelto a la realidad... Tengo que bajar en la estación. He perdido la noción del tiempo, todo por un tonto sueño con un hombre misterioso que es solo producto de mi tonta imaginación.
Camino rápidamente hasta la oficina y en la puerta me encuentro de frente con el idiota de Pablo, el gerente de la firma, mi jefe.
__ Buenos días, señor. __ Digo con respeto aunque esté vomitando por dentro.
__ Buenos días señora D'angel__ Responde en tono frío y distante.
Se mueve a la derecha para que pueda entrar y mira su reloj controlando que llegue puntual. Aún faltan 3 minutos para mi hora de entrada así es que... 'en tu cara, patán'. Río dentro mío.
Me acomodo en mi escritorio sabiendo exactamente todo lo que ocurrirá durante la jornada: ordenar archivos, clasificar carpetas por orden de prioridad, enviar emails a ciertos clientes, solicitar citas importantes para el jefe y el jefe de jefes (a quien por cierto aún no conozco personalmente), almorzar un sándwich, volver al trabajo y encontrarme con el idiota de Pablo, quien seguramente tendrá alguna queja de mi trabajo como siempre, solucionarlo, terminar de ordenar archivos justo a tiempo para que llegue la hora de salida. Volver a la estación caminando, sin mirar las vidrieras del camino ya que sé que ni en mil años usaría esa ropa alegre y colorida que no va para nada con mi personalidad. Tomar el tren de regreso, preparar la cena, comer junto a Gonzalo que seguramente estará viendo algún programa o documental en la televisión que no puede ser interrumpido, lavar los platos y limpiar la casa, poner la lavadora de ropa, tenderla. A esa altura mi esposo seguramente ya se fue a la cama y lo más probable es que cuando yo llegue a la habitación él este profundamente dormido. Revisar las redes sociales solo para descubrir que mis amigas llevan una vida completamente diferente a la mía, quizás por eso estoy tan alejada de ellas, y finalmente dormir.
Esta es la única vida que conozco, mi rutina se repite una y otra vez sin nada emocionante en el medio.
Cuando me harto de ver la felicidad ajena me dispongo a dormir pero algo me inquieta repentinamente... ¿Volverá a aparecer en mis sueños ese hombre tierno y salvaje que me llevó a recorrer la galaxia? Espero que sí, por lo menos en mis sueños puedo permitirme salir de la monotonía y disfrutar de la vida, aún cuando es solo mi imaginación.
"Oh, sí, sigue así... un poco más abajo, por favor no te detengas... oh, oh, oh aaaahhh" La alarma del despertador me ha sacado del éxtasis, ¡Dios mío fue tan real! Estoy sudada, siento mi cuerpo ardiendo, mi respiración sigue acelerada y mis uñas apretan fuertemente las sábanas. ¿Realmente fue un sueño? Miro a mi derecha solo para confirmar que el escándalo fue solo en mi cabeza y que Gonzalo aún duerme. Sin embargo él no está en la cama. Debe haber salido temprano al trabajo.
Me relajo un poco, tengo que volver a la calma. Por primera vez en años me despierta la alarma y no me encuentra contando segundos desperdiciados de sueño. En mi boca se dibuja una enorme sonrisa al sentir un pequeño espasmo de lo que fue el orgasmo más espectacular que jamás tuve. ¿Realmente fue un sueño?, vuelvo a preguntar incrédula no sabía que la imaginación se materializara tan bien, al detalle. Bajé mi mano hasta ni ropa interior solo para descubrir que estaba completamente mojada. El hombre misterioso realmente sabe cómo satisfacer por completo a una mujer. Lástima que solo exista en lo onírico.
¿Acaso me atrevería a dejar a Gonzalo si el hombre misterioso fuera real? Pfff, qué tonterías se cruzan por mi cabeza. Me río a carcajadas, como hacía años no reía.
Esta mañana me siento realmente feliz y alegre, aún cuando se me ha hecho tarde para salir y sé que no alcanzaré a tomar mi "nutritivo desayuno". Me ducho con cuidado, pasando la esponja por aquellos lugares donde imaginariamente estuvieron sus manos y su boca... Oh, su boca...
Al salir de la ducha, abro mi armario y solo veo ropa aburrida, "Pareciera que tengo 60 años", pienso con tristeza, sin embargo no voy a dejar que nada opaque mi alegría, no cuando llevo años sin experimentar algo tan fuerte.
Me decido por una blusa ligera, es color manteca, muy delicada, decido combinarla con una falda ajustada en tono baige oscuro. Esa ropa la tengo solo para ocasiones especiales. Pero hoy es una ocasión más que especial: me siento liberada. Recojo mi cabello largo en una cola de caballo dejando algunos pequeños mechones casuales. Me maquillo suavemente, un poco de rubor un brillo en los labios y máscara en mis pestañas, había olvidado lo largas y curvadas que son.
Miro satisfecha mi reflejo en el espejo y me sonrío. Me siento hermosa, poderosa, capaz de todo.
Cuando me subo al tren me siento tan radiante como el sol que atraviesa las ventanillas.
Sumergida en mis pensamientos no noto la mirada de un hombre que me observa con ojos voraces.
Me bajo en la estación correspondiente y comienzo a caminar sin prisa. Unos pasos me siguen de cerca pero no me doy cuenta.
De repente una niña pasa corriendo a toda velocidad a mi lado chocando con mi bolso que vuela por el aire y aterriza soltando algunos papeles. Me apresuro a agacharme para recogerlos cuando siento la mano de un hombre que me toca el hombro, al voltear y ver su rostro mi equilibrio se pierde por completo y caigo de lleno sobre mi trasero. Fue como si alguien me hubiese empujado, de hecho así fue: la sorpresa me empujó.
Aquel hombre arrodillado frente a mi, recogiendo mis cosas era exactamente igual al hombre misterioso de mis sueños ardientes. ¿Cómo era posible?
Al notar lo tonta que me veía desparramada por el piso como mis documentos, acepté su mano para incorporarme.
__ Lo siento mucho, no quise asustarla.__ Esa voz profunda me erizó la piel.
__ E...e... está bien, solo me tomó por sorpresa.__ Dije como una colegiala.__ Esa niña pasó como el viento.
__ Sí, pude ver que venía a toda velocidad. También noté que usted estaba distraída.
__ Oh, sí, puede ser__ Dije mientras acomodaba mi falda.
No puedo creer que sea idéntico. ¡Dios mio! Su voz, su rostro, no pude evitar recorrerlo inconcientemente con la mirada. ¿Será idéntico en todo? Me sonrojé de inmediato por mis pensamientos pecaminosos. "¿Que diablos te pasa Ana? Estás casada, no puedes coquetear como una niña con otros hombres".
__ Permítame presentarme. Mi nombre es Gabriel Prado.__ Extendió su mano mientras hablaba.
__ Yo soy Ana D'angel. Muchas gracias por su ayuda. __ al tomar su mano todo mi cuerpo tembló, una energía extraña me recorrió de la cabeza a los pies e inmediatamente mi boca se secó.
Gabriel sostuvo firmemente mi mano por unos segundos y sus ojos negros me miraron fijamente.
Sentí cosquillas por todo el cuerpo.
__ No fue nada. __ Respondió con misterio en la mirada. __ ¿Me permite acompañarla?
Miré mi reloj de pulsera e inmediatamente me apresuré a decir mientras me alejaba:
__ Ha sido muy amable en ayudarme Gabriel, de verdad le agradezco... Llego tarde a trabajar. __ Volví la vista al frente y caminé lo más rápido que pude sin parecer desesperada y correr... ¡Llevaba 15 minutos de retraso!
Como siempre en la entrada de la empresa estaba el odioso Pablo. Al verme venir con prisa chequeó la hora en su reloj y me miró con desaprobación.
__ Llega usted 15 minutos tarde, señora D'angel. Hoy deberá quedarse horas extras para reponer el tiempo perdido.
__ Lo siento, señor. Yo... yo tuve un contratiempo, no volverá a pasar. ¿Horas extras por 15 minutos de retraso? Creo que entendí mal.__ El muy patán disfrutaba castigándome. 'Horas' por 15 minutos.
__ Entendió perfectamente bien, D'angel. Usted sabe que en esta empresa es inaceptable la impuntualidad y eso se paga__ En su rostro se dibujó una sonrisa burlona. __ Hoy devolverá una hora por su tardanza.
__ Señor pero... Disculpe, jamás he llegado tarde me parece exe...
Pablo giró sobre sus talones y se pegó a mi rostro con el ceño fruncido.
__ ¿Desea que sean dos horas? ¿O tres?
__ Está bien señor. Haré lo que me pide. Permiso, voy a mi puesto de trabajo.
La furia me inundaba. ¡Mal nacido! 6 años trabajando para ellos con una conducta intachable y por una maldita vez que me retraso me castiga. Sabe perfectamente que el último tren pasa a las 18 y si no lo alcanzo deberé dormir en el andén. ¡Desgraciado!
Masticando mi rabia tiré el bolso sobre el escritorio y los papeles se desparramaron. Volví a maldecir, tan bien que había comenzado el día, era evidente que no tenía derecho a un poco de genuina felicidad... ¿Qué es esto? Una tarjeta negra asomó entre los papeles "Gabriel Prado. Servicio de Seguridad Privada", también podía leerse un email y un número de teléfono.
Otra vez volvió la alegría, recordé la sensación cuando Gabriel tomó mi mano y también recordé que era idéntico a mi hombre misterioso. ¿Será posible que alguien genere esto en mí a mi edad? Una voz interna me respondió "¿A tu edad? ¡Por Dios Santo acabas de cumplir 30! No eres una anciana"
Dejé escapar una risita y me decidí a sacar esos pensamientos de mi cabeza.
Era hora de cumplir con el deber o el bastardo de mi jefe me hará quedar toda la noche.
"Oh, sí, sigue así... un poco más abajo, por favor no te detengas... oh, oh, oh aaaahhh"
__ ¿Ana?
Gonzalo no salía de su asombro al ver a su mujer teniendo un sueño erótico. ¿Será con él? ¿Estaría bien si interviniera? De solo oírla gemir se había excitado mucho.
Pero también se sorprendió porque jamás la había oído gemir así mientras hacían el amor... Definitivamente no estaba soñando con él. Su excitación se fue por completo al darse cuenta de esto. Se levantó cuidadosamente para no perturbar el delicioso sueño de su esposa. Tomó una ducha rápida masticando bronca y se fue rápidamente a trabajar, sin desayuno y con muchas preguntas.
¿Acaso Ana lo estaba engañando y soñaba con su amante?
¿Por qué nunca fue tan efusiva con él?
¿Tan malo era el sexo que tenían?
Claro estaba que no eran una pareja de adolescentes y que siempre buscaban la comodidad pero él se sentía satisfecho y pensaba que Ana también lo estaba.
Era un error.
Evidentemente su dulce esposa podía tener sueños pervertidos y ardientes. ¿Serían un reflejo de la vida real o solo fantasías de mujer?
Todo eso daba vueltas por su cabeza mientras viajaba en el tren.
Era imposible que Ana tuviese un amante, su rutina era muy clara, se repetía todos los días paso a paso.
Tanto así que incluso él se había acoplado a ese ritual diario.
"No somos unos ancianos" pensó "pero llevamos 12 años juntos y nunca fuimos aventureros, ni siquiera en plena adolescencia". ¿Tendrá Ana la tan mencionada 'crisis de los 30' que les da a las mujeres? No, no podía ser. Ana era joven, sí, pero su personalidad era mucho más madura, más centrada.
Al principio, cuando se conocieron en la secundaria sí era más osada, vivía sonriendo y hacía reír a todo aquel que se acercaba. Le gustaba jugar bromas y era muy aventurera, quería conocer todo, tomar riesgos, divertirse. Ella siempre le vio el lado bueno a cada dificultad que tenían, incluso a veces parecía irracional pero en definitiva eso fue lo que más lo enamoró de ella.
Su sonrisa y la luz de sus ojos cuando sonreía fueron el elixir para que Gonzalo quisiera pasar cada vez más tiempo a su lado. No hubo otra alternativa, se enamoró perdidamente.
Era su lado positivo y su carácter desenvuelto lo que comenzó a exasperarlo, porque no podía seguirle el ritmo. Simplemente él tenía que calcular todo y sopesar los riesgos de una u otra acción. Ana se lanzaba sin medir las consecuencias y eso, en más de una ocasión, fue motivo de discusiones y peleas entre ellos.
Con el paso del tiempo Gonzalo pudo ver cómo Ana maduraba y dejaba de ser tan impulsiva, ya no hacía falta discutir porque ella entendió que todo se debía calcular para reducir al mínimo el margen de error. Si bien su mirada ya no tenían ese brillo de antes, él asumió que se debía al crecimiento. A sus ojos eran la pareja perfecta. Casi nunca discutían, tenían una vida sexual normal, como cualquier matrimonio, 1 o 2 veces a la semana, siempre y cuando no estuvieran cansados por el trabajo.
En ese momento Gonzalo reparó en que hacía cerca de un mes que no intimaban ¿Tanto?... Sí, casi un mes, lo recordaba por dos cosas: el documental que veía todas las noches sobre animales salvajes le dedicaba un mes a cada animal y el ultimo había iniciado justo el día que se suponía que debían hacer el amor y ya estaba a punto de terminar; lo segundo que se lo recordó fue el fuerte dolor de su entrepierna al bajar la excitación de la mañana, eso le pasaba generalmente cuando las relaciones sexuales eran muy espaciadas. Él no era partidario de provocar su propio alivio, le parecía algo vacío e infantil.
Al parecer a Ana también le había afectado la abstinencia ya que le provocaba sueños raros.
De todas maneras era una tontería pensar que su esposa le era infiel. Ana no era ese tipo de mujer y hasta sintió culpa por tener esos pensamientos sobre ella. Se lo había demostrado a lo largo se su vida: era leal, compañera, comprensiva y lo amaba.
Pudo despejar su cabeza cuando bajó del tren y compró un café con pan en el carrito de la esquina. Eso era lo que necesitaba, algo caliente en el estómago y todas sus dudas se esfumaron.
Luego de una tranquila jornada retomó el regreso a casa. Como siempre llegaría media hora antes que Ana. Debido a lo que ocurrió por la mañana, Gonzalo sintió que era el momento de reavivar la llama del deseo. En el camino compró varias cosas para cocinar una deliciosa y tentadora cena a su amada esposa.
Cerca del horario estipulado chequeó que la mesa estuviera servida, que no faltara nada, sacó la carne del horno para que reposara y reabsorviera los jugos, en 10 minutos llegaría ella... Seguramente se sorprendería y se pondría feliz.
30 minutos después la carne ya se había enfriado y Gonzalo ansioso enviaba mensajes de texto a Ana sin recibir respuesta. La llamó varias veces sin resultados y maldijo a la operadora de la línea. Si la habían demorado en el trabajo perdería el último tren y no podría regresar hasta el día siguiente. Pero si así fuera ¿Por qué no lo llamó o envió un mensaje?
Sin más rodeos Gonzalo decidió llamar a la empresa. Debía encontrar alguna explicación lógica para que su mujer no se hubiera comunicado.
Al marcar el número vaciló un momento... ¿Y si Ana en realidad estaba con alguien más? Con otro hombre... No, no, imposible.
Del otro lado del teléfono sonó la música usual de espera de la empresa. Después de seguir varios pasos logró marcar el número del área donde trabajaba Ana. Luego de 5 eternos y exasperantes minutos la voz de una señorita amable respondió:
__ Departamento de administración ¿en qué puedo ayudarle?
Gonzalo se aclaró la garganta.
__ Si, quisiera comunicarme con la señora Ana D'angel, por favor. Soy su esposo.
__ Momento, por favor, enseguida lo comunico.
__ Muy amable.
La música de espera volvió a sonar y Gonzalo juró que si pasaba otro minuto más buscaría a quien programaba los teléfonos empresariales y le daría una paliza por poner una melodía tan molesta.
Al cabo de un momento la misma señorita le informó:
__ Su llamada ha sido transferida. Que tenga buenas noches.
__¿Hola? __ la voz se Ana sonaba cansada.
__ ¡Querida por fin logro localizarte!__ dijo Gonzalo presionando el puente de su nariz para controlarse. Había sospechado de ella en vano.
__ Ah mí amor discúlpame, mí teléfono murió, dejé el cargador en casa y... __ bajando mucho el tono de voz dijo__ el idiota de mi jefe no me permitió hacer ninguna llamada desde aquí. Aún cuando le dije que te preocuparías. Lo siento.
__ Está bien, cariño. Ahora me siento más tranquilo de que nada malo haya pasado. ¿Por qué tuviste que quedarte?
__Uf, es una larga historia que te contaré en casa. Pero tuve un pequeño retraso y me castigaron con una hora extra por ello __ suspiró agotada__ Voy a hacer mi mejor esfuerzo para alcanzar el último tren de las 18. No quiero quedarme en la estación sola.
__ Está bien mi cielo, no te entretengo más. Termina tu trabajo así puedes volver a casa. Y si pierdes el tren por favor llama desde la estación. Aún sirven esos aparatos llamados teléfonos públicos __ Gonzalo intentó bromear para distender la tensión.
__Prometido. Te amo. Adiós.
__Adios, cuidate mucho.
Se sintió aliviado al saber que su esposa seguía en el trabajo y no lo estaba engañando.
Metió la carne al horno y tomó el control de la televisión.
Sin darse cuenta se quedó profundamente dormido en el sofá.
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