Soy Rose Jackson tengo 21 años y soy hija de unos de los empresarios más influyentes de Estados Unidos, mis padres son multimillonarios pero hace muchos años cuando aún era una niña me comprometieron con uno de los hijos de los Smith, quienes son muy cercanos y han hecho negocios juntos. Para enriquecerse aún más y tener dinero por otra vida al menos me entregaron en matrimonio a una persona que me aterra y no me inspira confianza, Damon Smith.

Mis padres no me quisieron nunca, solo me concibieron para una misión muy diferente a la que debí cumplir a mí mayoría de edad.

Mis padres siempre desearon tener solo un niño o una niña, no querían más hijos y es comprensible porque trabajaban demasiado y no tenían tiempo de criar varios hijos.

Cinco años antes de que yo naciera fueron bendecidos con una niña que se llamaba Sophia, quien sería mí hermana mayor a quien amaban más que a su tan preciada fortuna pero desgraciadamente ella enfermó de leucemia a sus tres añitos dejando a mis padres devastados. Pagaron grandes sumas, contrataron los mejores médicos del mundo y viajaron con ella en búsqueda de un tratamiento que su frágil cuerpo resistiera y salvara su vida pero desgraciadamente ella no mejoró, por el contrario siguió empeorando.

Mis padres buscaron algún donante pero no había nadie compatible y el doctor de mí hermana les dijo que la única forma sería tener un nuevo hijo para que pudiera ser donante y así salvarla.

Ya a esas alturas mis padres estaban desesperados por su pequeña y al cabo de poco tiempo yo fui concebida pero antes de que naciera la salud de Sophia quien permanecía estable comenzó a empeorar rápidamente. Casualmente el día de mí nacimiento fue el día de su muerte.

Mientras crecí no lo hice con mis padres sino con las mejores niñeras que el dinero pudiera pagar, ellos trabajaban demasiado y les causaba dolor verme porque les recordaba a la hija que perdieron y haberme concebido sin razón.

Cuando el tiempo pasaba más sola estaba, mis padres ni en mis cumpleaños estaban presentes, tampoco podía tener amigos ni celebrar esa fecha porque era recordada como el fallecimiento de Sophia.

Intentaba ser la hija perfecta para así llamar su atención pero por más que tuviera las mejores notas yo no les interesaba, no tenían amor para mí.

Mí madre comenzó a estar presente en mí vida cuando tenía 8 años y yo estaba demasiado feliz con tan solo verla y con que me hablara mínimamente. Claro que todo formaba parte de un plan y no estaba conmigo por ser buena madre sino por un estúpido contrato que acabaría destrozando mí vida.

Algunas señoras comenzaron a visitarme para darme clases de etiqueta, buenos modales y varias cosas que a mí corta edad no podía comprender pero mí madre estaba presente en éstas horas y ya con eso era suficiente para hacerme feliz al menos un tiempo.

Yo siempre debía estar vestida adecuadamente, hablar con propiedad y respeto, jamás contradecir a mis padres ni alzar mí tono de voz, nunca reprochar nada, utilizar una buena postura al sentarme, caminar como una modelo de pasarela, perfectamente, cuidar mí dieta para no engordar ni un gramo de más, demasiadas reglas e imposiciones para una niña.

Con el transcurso de los meses y posteriormente los años las clases de etiqueta ya eran normales, demasiado molestas pero se habían convertido en una rutina.

No podía tener ninguna amistad, solo me dirigía a la escuela y regresaba a casa a retomar mis estrictas y absurdas clases.

Mí madre me hablaba acerca de lo que se esperaba de mí en un futuro y era hacerme cargo de su empresa y casarme. Mis sueños no eran esos, no sabía que quería ser en un futuro pero casarme no estaba en mis planes, definitivamente no. Si no podía tener una amistad mucho menos podría casarme.

A mis doce años pasaron muchas cosas en mí vida. Una niña menor que yo en el colegio donde estudiaba se desmayó en el baño y dejó de respirar, yo le practiqué RCP mientras gritaba pidiendo ayuda. Afortunadamente pude reanimarla y posteriormente una ambulancia llegó para trasladarla al centro de salud más cercano. Ese día supe que quería estudiar medicina y también hice un amigo que tenía unos tres años más que yo. Su nombre es Ángel y sus palabras fueron "cuando necesites lo que sea siempre estaré para ti, gracias a ti mí hermana está con vida y estaré por siempre agradecido"

En mí colegio fui reconocida y llamaron a mis padres para contarles lo sucedido pero ellos le restaron importancia. Al llegar a casa les conté lo sucedido muy orgullosa de mí misma y les dije que mí sueño era estudiar medicina pero solo se burlaron de mí "escúchame bien, estudiarás lo que te dijimos, una de nosotros no será un simple médico en un hospital de cuarta". Ni salvando una vida podría hacerlos sentir orgullosos, yo debía seguir las reglas y mis deseos no importaban en lo absoluto.

En el mismo año que descubrí la vocación que no podría ser una mujer comenzó a frecuentar la mansión de mis padres y a mostrar interés en mí. Le comentaba a mí madre que era maravillosa, inteligente, refinada y educada. Las dos sonreían orgullosas pero aquella mujer me daba mala espina. No sabía que ese sentimiento era mí intuición desarrollándose, indicándome un inminente peligro.

A mis catorce años vino la misma mujer con su familia a una cena en la mansión. Ella venía impecablemente vestida y su esposo igual, sus dos hijos los acompañaban, el primero al que vi fue John, tenía en ese entonces unos 17 años y me sonrió educadamente. Luego vi al hijo mayor de los Smith quien tenía 22 años y me dió miedo, era una persona seria e intimidante.

John fue muy amable conmigo y conversamos de algunos temas bajo la supervisión de nuestros padres obviamente, él era divertido, amable y me hacía sentir cómoda en su presencia mientras que su hermano Damon me ponía muy nerviosa, su presencia me aterraba, tenía un aura fría y su manera de mirarme fijamente sin emoción me resultaba aterradora.

Cómo era de esperarse ellos no vinieron por un tiempo mientras que su madre seguía frecuentando nuestra mansión e incomodandome. Cada vez estaba más asustada, algo me ocultaban pero no sabía que era

Mí madre cada vez era más exigente conmigo, cada vez más me controlaba pero creía aún inocentemente que solo me protegía, que me quería y deseaba pasar más tiempo conmigo.

Aveces hablábamos y me decía cosas acerca del matrimonio, algo que no me interesaba pero aún así la escuchaba con atención. No debía tener novio hasta mi mayoría de edad como mínimo o hasta acabar mis estudios y debía llegar pura al matrimonio. Me lo repitió infinidad de veces y hasta me hizo prometer que solo le entregaría mi virginidad a mi esposo.

Solo me había gustado John, él era exactamente mi tipo de chico, dulce, encantador, buen sentido del humor, poca diferencia de edad conmigo, en pocas palabras perfecto. Buscaba fotos suyas en internet y lo imaginaba como mi caballero de reluciente armadura. En mi inocente mente lo amaba y creía que en un futuro muy lejano podríamos ser aunque sea amigos.

Mis días transcurrían entre lecciones para ser una mujer perfecta y las charlas cada vez más seguidas de como ser buena esposa y de guardarme para la noche de bodas. Era la chica perfecta, jamás contradije ni utilice vocabulario indebido, tampoco desobedeci a mis padres, tampoco a quienes me enseñaban esas lecciones que tanto odiaba. En mis estudios era ejemplar, absolutamente perfecta, buenas notas, ningún problema con mis compañeros ni peleas, nada de nada.

Lamentablemente todo cambiaría para mí. Me gradué de la preparatoria con honores, las mejores notas de todo el colegio, promedio más alto pero mis padres solo se portaron indiferentes. Sonrieron delante del público cuando me entregaron el diploma y dijeron cuan orgullosos estaban de mi y nos retiramos. No tenía permitido asistir al tan esperado baile de graduación que todas las chicas esperaban y en lugar de eso lo único que mis padres mencionaron fue "Solo hiciste lo que debías, no esperes una felicitación por eso". Mis ojos se llenaron de lágrimas y me encerré en mi habitación como cada día

Comencé la universidad. Podría haber estudiado cualquier carrera que quisiera porque era demasiado inteligente pero debí hacer lo que mis padres quisieron, aunque gracias al dinero que guardaba mes a mes en mi cuenta pagué para también estudiar medicina, lo cual era mi sueño.

Hice las dos carreras en simultáneo, fue un poco difícil pero lo lograría. Pasaba mi día entre libros y clases pero funcionaba para mí, y cuando no estudiaba tenía esas benditas lecciones para ser una dama ejemplar y a futuro una esposa modelo.

Nadie sabía que estudiaba, debía tener notas perfectas porque sino mis padres se enterarían y todo sería peor. Soñaba con ser una gran doctora y poder vivir bajo mis propias reglas pero aún mis padres tenían planes para mí.

La familia Smith siguió visitandonos aunque su hijo mayor tan escalofriante no había asistido a las reuniones, mejor para mí porque me ponía nerviosa. Su madre siempre me preguntaba si tenía novio o si alguien me interesaba pero siempre respondía negativamente a lo que ella decía "perfecto" y miraba a mis padres quienes sonreían complacidos.