⚠️ Atención ⚠️
La finalidad de esta novela es ENTRETENIMIENTO, no se busca ROMANTIZAR relaciones tóxicas ni hacer ver mal a las mujeres. Si no te gusta esta clase de novelas, te invito a que no la leas y guardes tus comentarios de odio. Gracias.
Hana sentía su estómago explotar; tenía náuseas y un horrible dolor en el mismo, como si el agua que había tomado a sorbitos le hubiera hecho el mismo efecto que un purgante.
Ella había soñado con casarse, lo hizo muchas veces; caminando tomada del brazo de su padre con un hermoso vestido blanco que pareciera como el de una princesa; en una caminata nerviosa y lenta mientras la llevaba con el hombre que amaría por el resto de sus días. Un matrimonio por decisión propia, no obligado. Que su prometido la amara con la misma intensidad que ella a él.
Pero eso no era así, se estaba casando en unas circunstancias que nunca imaginó. Sus padres siempre le habían dado la libertad de hacer lo que quisiera, nunca la obligaron a nada, así que cuando le dijeron lo del matrimonio con la misma ligereza que una pluma pudo haberse negado, claro que pudo; pero ver la desesperación en sus ojos no la ayudó a negarse. Hubiera querido que su prometido hubiera pasado por lo mismo, sin embargo, las cosas no eran así. Él aún no había llegado de su viaje cuando sus padres le dijeron la situación y con un estruendoso grito se negó.
Cuando él y Hana estuvieron sentados uno frente al otro en su fiesta de bienvenida, pudo ver el odio que desprendían sus ojos, ya que la mujer de cabellera color chocolate le estaba quitando la libertad; así que, esa misma noche se embriagó hasta que no sabía ni su propio nombre y terminó teniendo relaciones sexuales con Hana.
Otra cosa que ella podía agregar a la lista de errores en su boda era eso, que estaba vestida de blanco cuando ya no era virgen, ya que su mismo prometido le había quitado la virginidad aquella noche.
Hana no podía culpar del todo a su prometido, ya que ella sí se encontraba sobria y no se negó ni al comienzo ni a la mitad. Aquella aventura le había costado el poco margen de decisión que le quedaba a él, ya que después de un mes de negativas, Hana llegó con tres pruebas de embarazo, afirmando que el hijo que esperaba era de él, la boda se ejecutó a las dos semanas.
Ahora, Hana se miraba en el espejo, sosteniendo el ramo de flores de plástico que aparentaban ser de verdad; acomodándose el velo de novia, algo prestado, se alisó el vestido blanco que parecía bata en vez de vestido, algo rentado; trató de acomodarse los tacones que le quedaban apretados, eran de su suegra, algo que guardaba desde que se había casado y que era una talla más pequeña, por último, tomó la peineta que se acomodó en el peinado, algo azul.
Las lágrimas se amontonaron en sus ojos, pero si las dejaba caer, se le correría el maquillaje. Su padre la tomó del brazo,la miró y le susurró una palabra; “perdón”. Ambos caminaron al altar con la marcha nupcial sonando de fondo; al lado del juez, se encontraba su prometido, Kang JungSun, un hombre prepotente, egocéntrico, egoísta y todo un Don Juan Tenorio, sus ojos destilaban desprecio y su cuerpo estaba tenso, odiando cada momento de aquella boda.
Hubo sonrisas falsas, besos llenos de odio y abrazos de desprecio; Hana no pudo evitar las lágrimas cuando estuvo sola junto a él, todo, mientras recibía maldiciones y blasfemias. Ella no podía comprender por qué la tachaba de culpable, si la idea no había sido suya y no era algo que deseara. Su cabeza dio vueltas entre los sentimientos que tenía guardados por él y los nuevos que comenzaba a sentir.
La luna de miel no había sido para nada dulce, ambos durmiendo en la misma cama con un espacio entre ellos que parecía de dos metros, dándose la espalda y deseando no estar en ese lugar.
Kim Hana… no, ahora era Kang Hana, estaba en la disyuntiva si decidir ser como su ahora esposo, ignorar la situación y seguir como siempre o dedicarse a una vida de ama de casa. Pudo haber elegido la primera en esa noche de insomnio, pero no era la clase de mujeres que gusta de estar con otros hombres, su primer beso había sido cuando tenía 18 años y se había sentido culpable por ello, perdió la virginidad a la edad de 23 años y quedó embarazada para después casarse de blanco siendo completamente lo contrario al blanco.
Ella sabía que los dos eran distintos, peor que el agua y el aceite, pero no podía hacer nada por ello, tendría que conformarse con lo que tenía y esperar a que los estudios de su esposo rindieran frutos en la compañía de sus padres.
Esposo, ahora la palabra sonaba tan hueca en su cabeza, si bien, había vivido enamorada de JungSun, nunca se imaginó dicha situación, ahora compartían una cama y ella esperaba un hijo de él.
A la mañana siguiente, después de conciliar el sueño y ser despertada por su alarma, colocada justo antes de que su esposo fuera a trabajar para preparar el desayuno como toda una ama de casa, se dio cuenta de que él ya se había ido.
Lo esperó despierta en la noche, con la comida servida, justo como su madre le había dicho, lo esperó despierta y él, nunca llegó.
Ese fue su primer día de casa, luego su semana, después el mes y después medio año. Nunca estaba con su esposo, su vientre crecía y él nunca se hacía presente, pero si se hacía presente el perfume de distintas personas en su ropa cuando la lavaba.
Su embarazo avanzaba y la única persona que cuidaba de ella era su mejor amiga de años, Min-ha.
Fue cuando Hana comprendió que su sueño de ser una princesa para su esposo era eso, un sueño que no podría cumplir pues ahora estaba atada para el resto de su vida, JungSun se llevaría lo mejor de su juventud y así como solo iba medio año y parecía que llevaba desempeñando las mismas actividades desde hace años, pues había envejecido, como si su esposo se estuviera robando su vida, ya que él se veía exactamente igual.
Y así, Hana odio el día en el que su corazón comenzó a almacenar sentimientos de cariño por su esposo, a pesar de todas las cosas que pasaban.
Las cosquillas en mi rostro y la humedad en mi nariz me fue despertando poco a poco; las manitas regordetas de mi bebé estaban encima de mi cara mientras que con su pequeña boca intentaba morderme la nariz, reí ante la húmeda y cosquilluda sensación. Abracé a mi bebé mientras me sentaba en la cama, un pequeño rayo de luz pasaba por un lugar en la ventana que la cortina no alcanzaba a cubrir.
Busqué con mis pies las pantuflas que había dejado en la noche al lado de la cama y tras ponerlas en mis pies me levanté del colchón aún con mi bebé en brazos y baje las escaleras con lentitud. Lo dejé en el sillón de la sala, coloqué sus caricaturas favoritas y después de eso me dirigí a la cocina para preparar el desayuno, había escuchado la regadera del baño de la habitación, por lo que era una clara señal de que JungSun no se había ido y me tocaba hacerle el desayuno. El día de hoy era su día de descanso. En el caso de mi padre, sus días libres los pasaba conmigo y mi madre, jugaba conmigo y me regalaba cosas, a mi madre la llevaba a cenar por las noches y le daba arreglos de flores.
JungSun nunca haría eso, sus días de descanso los pasaba fuera, nunca estaba en casa.
Mientras freía unas verduras lo escuché bajar por las escaleras y gritarme cuando ya se había sentado en la mesa del comedor.
—¡Apúrate con el desayuno que no tengo tu tiempo!
Mi madre siempre decía que a los hombres se les conquistaba llegando primero a su estómago, y aunque me pasaba las horas en la cocina cuando era una adolescente, sentía que mi comida nunca era buena, no sabía si JungSun pensaba en algo acerca de mi comida, pues las veces en las que comía aquí siempre era comida que él me ordenaba comprar.
Otra cosa que mi madre siempre decía: “Una buena esposa nunca reprocha nada”
Terminé de servir en un plato su comida y en otro la mía, lleve ambos platos a la mesa, colocando el suyo frente a él y el mío al otro extremo de la mesa junto a MinKi, nuestro hijo.
Pero tan pronto como me senté, él se levantó y por la puerta abierta de la cocina pude ver cómo tiraba la comida en su plato, sentí como si alguien me hubiera apretado el estómago, después regresó y aventó el plato frente a mí.
—Ni eso sabes hacer bien.
—¡Sun malo! —gritó MinKi al ver que JungSun se alejaba— Amá no llola.
Solo al escuchar a mi bebé fue cuando ví la lágrima que había bajado hasta la mesa.
—Una buena esposa no replica —susurré.
Había pasado el tiempo suficiente para poder decir que me había acostumbrado, pero era mentira, nunca me acostumbraría a esos desplantes, al hecho de que parecía madre soltera en vez de una mujer casada.
Cuando salía con mi hijo al parque, veía las familias, felices, riendo, jugando y disfrutando de su amor.
Y me preguntaba el porque no pude haber tenido algo así, es cuando deseaba regresar el tiempo y pedir la fuerza suficiente para encarar a mis padres y negarme, pero no era así.
Después de darle de comer a MinKi, lo dejé nuevamente en el sillón junto a sus juguetes. Hice los deberes de la casa, entre ellas la comida que, aunque nunca viniera a comer, siempre hacía para dos personas en lugar de una. Cuando terminé y Vi a mi bebé dormir, tome la decisión, me cambié la ropa que llevaba por un pantalón deportivo y una camiseta holgada, amarré mi cabello en una coleta baja y comencé a hacer abdominales.
Mi autoestima había bajado desde el día en el que comencé a subir de peso por el embarazo y me convertí en una mujer delgada sin forma, ver a todas esas mujeres de la alta sociedad (a la cual también pertenecía) con sus perfectos cuerpos y sus radiantes sonrisas me hicieron sentir miserable, y comencé con el entrenamiento, por mi mente pasa eso, de que tal vez, eso mismo alejaba a JungSun de mi. Si bien yo sabía que uno debía de preocuparse por sí mismo y no lo que dijeran los demás, no podía evitarlo.
Tampoco era algo que hacía al cien por ciento por mi esposo, ya que una vez escuché de parte de una persona unas palabras muy sabias. No importa si eres "fea" o "hermosa" físicamente, un hombre te va a engañar sin importar si eres la mismísima Megan Fox.
Me había dejado guiar mucho tiempo por los consejos de mamá, era lo que guiaba mi vida y ahora… bajo mi propio matrimonio, no sabía si lo que hacía estaba bien.
Cuando había terminado de aquellos ejercicios, el teléfono de la casa había sonado, así que corrí hacia él antes de que el tono terminara. Mi madre, con su típica voz aguda, me estaba advirtiendo de que estaría conmigo en unos minutos. Había terminado la llamada y corrí a recoger el tapete en el que había estado acostada para los ejercicios, mi madre era una controladora del orden. Fue cuando escuché la puerta ser abierta y los alaridos de felicidad de mi bebé al escuchar a su abuela.
Yo amo a mi madre, no iba a negarlo, pero había días en los que no quería verla y recibir sus sermones.
—¿Por qué estás vestida de esa manera? —dijo, con un tono de indignación mientras su rostro expresaba desagrado.
—Estaba haciendo ejercicio —dije, sin avergonzarme de mi aspecto un poco desaliñado.
—Eso es bueno, corazón. Ya estabas subida de peso y es bueno mantenerse joven y bella para el esposo.
Estaba en desacuerdo con ello, yo no había subido de peso, era normal que mi cuerpo no fuera perfecto después de un embarazo, así como tampoco estaba de acuerdo con el hecho de mantenerse bella para el marido.
—Bueno, estaría de acuerdo sí Jungsun se dignara a aparecer en la casa de vez en cuando —solté con rencor.
—Él es el hombre, puede hacer lo que quiera.
Suspiré ante su comentario, ahí íbamos de nuevo con el discurso de: “Él es hombre”.
—Bueno, soy su esposa y merezco respeto, sin embargo no se digna a aparecer, tira mi comida al cesto de basura, me avienta el plato y ni siquiera pregunta por mi hijo, además de que se revuelva con cualquier zorra que se encuentra. —Solté con desprecio, enojo, muchas emociones encontradas y no podía decirle a nadie lo que sentía.
—¡Hana! —exclamó—. Esas no son maneras de hablar.
—Pero tampoco puede hacerme eso. ¿No te das cuenta de lo que te digo? Me engaña, ignora a su hijo y me tacha de inútil.
—Tú estás haciendo mal las cosas.
Aquello fue indignante y humillante, mi propia madre me decía que no cumplía mi papel de esposa y que todo aquello era mi culpa.
—¿Papá nunca te engañó?
—No, yo soy una excelente esposa —dijo con orgullo.
—Yo me esfuerzo.
—No lo suficiente para mantenerlo contigo.
—¡Yo no me quería casar!
—¡Te embarazaste!
—¡Fue un error! —exploté— todo esto es un maldito error, no quería casarme, no con él, no obligada —estaba agitada, si me veía mal desde antes de que llegara mi madre, ahora me veía peor—. ¿Por qué no pueden entender que esto es idea de ustedes? No fue mía. Yo no pedí casarme, yo no lo quería, y ahora me culpas por no poder mantener a mi esposo a mi lado cuando él me odiaba desde un principio y deseaba esto tanto como yo.
—¡Soy tu madre y me respetas! —dijo con enojo, su ceño estaba fruncido y podía ver sus mejillas rosadas por el creciente enojo de recriminarle las cosas.
—¡Y yo soy tu hija y no obtuve respeto! ¡Ni de ti, ni de nadie!
—Esto es necesario para la familia y la empresa.
—¡Su empresa!— la señalé— ¿Te preguntaste alguna vez si yo lo deseaba? Si deseaba dirigir la empresa o algo… ¡No! Ahora me dices que hacer y qué no hacer, me recriminas por no ser una ama de casa ejemplar y perfecta. ¡Pero eres una controladora junto a mi padre! Pusieron sus ojos de cachorrito y ahora tengo que vivir tres años de infierno. Me he aguantado las lágrimas, los dolores, los desprecios, pero si vienes a decirme que todo es mi culpa es mi momento de decirte que esto no hubiera pasado si no se te hubiera ocurrido gastar todo el jodido dinero en ropa de diseñadores y en estúpidas fiestas para tus horribles amigas. Si no hubieras querido gastar todo el dinero que tenía mi padre para tus estúpidos caprichos —podía sentir mi cara arder por el enojo, después de años está era la primera vez que me revelaba y decía lo que pensaba—. ¡Así que todo es tu puta culpa!
Dicen que cuando vives mucho tiempo con una persona empiezas a aprender sus mañas, sus hábitos, su manera de hablar y hasta que físicamente te comienzas a parecer. Pues yo no era una persona que dijera palabrotas, pero JungSun sí, así que podía decir que fue un hábito que agarré de tanto escucharlo decirme las mismas palabras.
La cara de enojo de mi madre podía ser pintada y enmarcada como un cuadro de horror, pues, con mi niño en brazos, la cara roja como un tomate y el impulso del enojo, me golpeo la cara tan fuerte que me había tirado al suelo.
Nunca me habían golpeado, al menos ella no, podía decir que JungSun nunca se atrevía a levantarme la mano; podía gritar, golpear la mesa o la pared y aventarme las cosas sin el afán de lastimarme físicamente. Así que el golpe de mi madre me había dolido horrores, el anillo que portaba en el dedo anular me había rasgado la piel ligeramente, así que un hilillo de sangre salía de mi mejilla izquierda.
Las lágrimas escurren de mis ojos y vi a mi bebé llorar, así que, sin importarme el dolor de la cara, la sangre que escurría por mi nariz y mi mano derecha que recibió el impacto al caer, tomé a mi bebé y lo arrullo para que se logrará calmar.
—¡Quiero que te vayas de mi casa! —le dije con enojo, no sabía cómo se veía mi cara, aparte de cansada y ojerosa, tal vez podía estar la marca de la mano de ella, no lo sé, pero esperaba que se pudiera deducir mi enojo.
—Hana…
—Tu también me enseñaste que nadie tiene derecho a interferir en mi matrimonio, que nadie, repito ¡Nadie! Tiene derecho de meterse en ello, eso te incluye a ti, así que, te pido que te vayas y que no regreses a menos que sea con invitación.
Ella, con cierto arrepentimiento en su rostro, tomó su bolso, se calzó sus zapatos y se marchó.
Las lágrimas siguieron corriendo por mis mejillas, mi bebé se había calmado y con su manita, acarició mi mejilla.
—Ami no llola.
—Mamá no llora —susurré y besé su frente.
MinKi era lo único que me daba fuerzas de continuar.
El restaurante estaba lleno de personas, todas metidas en sus propios asuntos y hablando desde trivialidades hasta asuntos muy importantes, como lo eran JungSun y Min-ha. Ambos estaban sentados uno frente al otro, mirándose a los ojos, casi en una pelea de miradas, buscando quien sería el primero en ganar, o así era hasta que el mesero llegó y depositó los platos con comida enfrente de sus respectivos dueños, fue cuando la mirada de Min-ha se dirigió a su propio plato, para comerse con la mirada a su hamburguesa doble con papas.
-Creo que deberías dejar de comer esa clase de cosas -soltó JungSun para después recibir una mirada de enojo por parte de Min-ha.
-Tienes razón, así como tu deberías dejar de coger con la primera mujer que se cruce en el camino, no deberías de seguir haciéndole daño a Hana. -Dijo, mostrando un desinterés en la plática mientras agarraba su hamburguesa con ambas manos.
-No me vengas ahora con tu doble moral, eso no era lo que decías cuando eras la primera en venir a abrirme las piernas.
-Eso no volverá a pasar, fue un error y no permitiré que vuelva a suceder. -Su voz tenía guardado un sentimiento de tristeza y de culpa; dejó su hamburguesa sin morder en el plato y pasó a darle un gran trago a la botella de soju que se encontraba al lado.
-Bueno -volvió a hablar mientras veía a Min-ha tomar todo el alcohol- un error que hasta la fecha sigue sucediendo.
-¡No! -se apresuró a decir- no más. No volverá a suceder.
-Y estamos aquí por…
-Por que somos amigos, o al menos lo éramos, tu, Hana y yo éramos amigos y nuestros padres nos solían traer a este lugar con anterioridad.
-Estoy de acuerdo, éramos amigos, eso quedó en el pasado.
-Tu siempre dijiste que seríamos amigos, no se que pasó; no entiendo cómo fue que empezaste a odiar a Hana, si bien no se llevaban perfectamente, no la odiabas.
-Tienes razón, no lo hacía, pero desde la idea del matrimonio comencé a odiarla como si mi vida dependiera de ello, y luego se embarazó, todo fue planeado por ella, se aprovechó de ello.
-Ajá -dijo Min-ha con un tono de sarcasmo- la blanca paloma de Hana, la que esperaba casarse completamente virgen se aprovechó de tí, un playboy que le coquetea a todo lo que se mueve -soltó un bufido que quiso parecerse a una risa- lo dices como si la idea del matrimonio hubiera sido de Hana, por si no te has dado cuenta, ella sólo dijo que sí a sus controladores padres mientras que tu te negabas y le hacías la vida más pesada a ella.
-Lo dices como si ella fuera la mártir, yo también estoy padeciendo por ello, tengo mucho trabajo que hacer todos los días y además el regresar a esa casa mientras escucho a un bebé llorar -dijo con fastidio.
-Bueno, que no se te olvide que aunque no estuvieras casado, tendrías que trabajar, así que olvida ese tema como punto de excusa, el bebé es responsabilidad tuya también, es tú hijo -lo señaló- fue también tu culpa.
-Sí, como sea.
-Además, a mi parecer, sientes que la idea de casarse y embarazarse fue culpa de Hana, ella no se quería casar, mientras tú disfrutabas de tu libertad en los Estados Unidos ella estaba siendo obligada a entrenarse como perfecta esposa.
-Que ni eso le sirvió porque es una inútil, podrá ser bonita pero es una completa inútil que no sabe hacer nada.
-Hana es de carácter fuerte, conforme fue creciendo y se vio obligada a madurar antes de edad comenzó a tener un carácter muy fuerte, como una especie de protección contra todo y todos, así que si no te replica, es por que toma muy enserio los comentarios de su madre de que una buena esposa nunca dice nada, se queda callada porque ese es su lugar.
-Eso me gustaría, que replicara aunque sea sólo una vez en su vida, es tan sumisa que es inevitable no…
-¿¡La has golpeado!?
-¿Qué? No, tampoco hablamos de esa clase de cosas.
-Bueno, sinceramente no me sorprendería de ti, el hecho de que la golpearas solo se agregaría a la lista de cosas por las que eres un patán y el peor hombre del mundo.
-Mi padre nunca golpeó a mi madre, fui criado con eso.
-¿Tu padre humillaba a tu madre?
-No, jamás hizo eso.
-Pues deja de hacerlo con Hana, ella no merece más humillaciones de las que ya recibió.
-¿De qué hablas?
-No puedes seguir haciéndole daño a Hana -evadió la pregunta- no sabes cuanto está trabajando para que al menos se lleven bien y cuides de tu propio hijo.
-No me importa lo que haga ella ni él, me da igual.
-De verdad, no se ni como te soporto, algún día te arrepentirás de todo esto y te darás cuenta de lo que te estás perdiendo.
-Si, si, como digas.
Mientras Hana intentaba detener la hemorragia de su nariz, las lágrimas seguían escurriendo de sus ojos, su bebé gritaba de felicidad porque su caricatura favorita estaba en la televisión. Era el cuarto pañuelo lleno de sangre que tiraba al bote de la basura, aún tenía que limpiar el piso por las pocas gotas que habían caído en él, además de vendar su muñeca por el dolor de la caída.
Eran las 4 de la tarde, el tiempo se había pasado rápido desde que despertó, la limpieza, el desayuno, el ejercicio y la pelea con su madre le había hecho perder toda la energía que le quedaba; no había comido aún pero se sentía libre al saber que su esposo llegaría tarde y que podría darle una papilla a su hijo.
Sin embargo, la puerta de la casa se abrió y escuchó el grito de su hijo llamando a su padre.
-¡Unsun! ¡Unsun!
JungSun frunció el ceño al escuchar a su hijo decirle su nombre en vez de lo que hacen todos los hijos, decirle papá; pero antes de siquiera poder regañar a su hijo, escuchó un estridente ruido proveniente de la cocina, así que caminó hasta la entrada, en donde pudo ver a Hana y dos vasos hechos añicos en el suelo, así como dos gotas de sangre.
-Vaya que eres torpe ¿no te fijas en lo que estás haciendo? —regañó mientras se acercaba a ella.
—No creí que llegarías hasta más tarde -mencionó Hana, su voz siendo apagada por el pañuelo que sostenía en su nariz y dándose la vuelta para que no la viera.
-Me dio por regresar temprano ¿acaso esperabas a alguien?
-No, para nada.
Esa había sido la plática más extensa que habían tenido desde que se casaron, por lo que después de esas últimas palabras ninguno supo qué más decir, así que JungSun salió de la cocina para acercarse a su hijo, pero al prestar atención en el suelo, al lado de uno de los sofás, pudo ver más gotas de sangre; examinó a su hijo, dándose cuenta de que él parecía estar bien y que la única persona que podría dejar ese desastre era su torpe esposa.
Regresó a la cocina, y sin que Hana se diera cuenta de su presencia, observó cómo desechaba otro pañuelo y esperaba un poco a que la sangre no hiciera su aparición, pareció ser así y se dio la vuelta, dejando ver el rasguño en su rostro y la zona amoratada en su mejilla, fuerte evidencia de que no se había caído, sino que alguien la había golpeado.
-¿Quién te golpeó? -dijo, espantando a Hana, quien se giró a verlo con un rostro lleno de sorpresa.
-Bueno, mi mamá estuvo aquí, le levanté la voz. le dije cosas que no me correspondía decirle y… resultó en esto, me quejo mucho -rió sin ganas- no es nada.
Se podría decir que no era nada, su padre le había pegado peor de lo que hizo su madre, pero en lo que se refería a su progenitora, era la primera vez, demasiado fuerte para ser la primera vez.
JungSun sintió una punzada de lástima, sus padres nunca le había pegado, al menos no de manera sería, ya que los zapes y pellizcos eran en una especie de juego; así que el ver a Hana con la mejilla amoratada y la nariz sangrante se le hacía demasiado pesado para que se le tomara como un “nada”.
-¿No quieres que te lleve al hospital? -El tono de su voz parecía indiferente, más de lo que sentía en ese momento.
-No, gracias. He pasado por peores cosas, sólo le pondré una venda a mi muñeca y me pondré algo en la cara para que se desinflame ,
Aquello sí había dejado un sentimiento de amargura en JungSun, el decir que había pasado por cosas peores era mucho qué decir, si su madre le había roto la nariz con una bofetada no se imaginaba que podría ser peor.
-No he cocinado -dijo con nerviosismo-. esto me tomó mucho tiempo… ¿quieres que pida algo?
-No, yo lo pido ¿Quieres pizza?
Hana asintió con un toque de nerviosismo. Esa había sido su conversación más larga desde su matrimonio, regularmente siempre se reducía a unas cuantas palabras para después cada quien, regresar a lo suyo. Ella vio como JungSun salía de la cocina, y después de perderlo de vista, caminó al congelador para sacar una bolsa de verduras congeladas y colocarla en su rostro, sintiendo un alivio para la zona que comenzaba a inflamarse.
En cuanto a JungSun, no es que se haya compadecido de Hana como por arte de magia, pero al verla en ese estado, no pudo no recordar las palabras de Min-ha.
“No puedes seguir haciéndole daño a Hana.No sabes cuanto está trabajando para que al menos se lleven bien y cuides de tu propio hijo.”
Se comprometió a esforzarse, no a que su relación mejorará al punto de ser un verdadero matrimonio, pero dejaría de descargar todo su odio y furia contra ella cuando no tenía la culpa de la economía del país y mucho menos de su estado de calentura cuando estaba borracho, aunque él sabía que esa era una culpa compartida.
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