Mi nombre es Anaís Ferrer. Soy de esas mujeres que dicen; A veces hay que seguir como si nada, como si nadie y como si nunca, el acto más valiente será pensar por ti misma.
Vivo con mi mamá, lamentablemente está muy enferma, la vida ha sido difícil para ella. Sufrió tantos maltratos de las manos de mi papá, que acabaron con ella física y emocionalmente. Gracias a Dios, está vida, y nos tenemos la una a la otra.
Trabajo en el rancho ‘Peyles’. Con el dinero que gano puedo alimentarnos, comprar los medicamentos, y pagar el alquiler. Mi mamá es lo único importante que tengo, y por ella cualquier sacrificio vale la pena.
Tengo una amiga incondicional, que siempre está cuando la necesito. Puede ser algo impredecible, pero de igual manera la adoro.
El rancho queda un poco retirado de mi casa, pero Carol pasa por mí todos los días, juntas en su moto, nos vamos a dicho lugar.
— Vamos amiga, tenemos mucho trabajo, recuerda que hoy es la boda de uno de los sobrinos de la señora.— me dijo apurada.
—Sí, vamos. Mi mamá amaneció muy débil, espero que esa dichosa boda termine temprano, para venir a cuidar de ella.
Me coloqué el casco protector, y me subí a la moto, ella empezó a conducir.
Llegamos al rancho, todo estaba quedando hermoso, empezaban a llegar los invitados. Nunca había visto tantas personas elegantes, mujeres muy glamurosas, muchos carros lujosos, y hombres muy guapos.
La Familia Peyles son muy adineradas. El vestido de novia es precioso, los arreglos florales, el bizcocho, y cada detalle es perfecto. Me gustaría tener una boda así, ¡pero joder!, solamente me queda soñar.
Horas después
Estaba muy cansada, ya era hora de irme a casa, de repente la señora clara se acercó a mí.
— Anais, no te puedes ir, debes esperar que acabe la celebración.— la miro, con ganas de reprochar, ¡pero caray! No lo puedo hacer.
— Señora, mi mamá está muy delicada, desde esta mañana no sé nada de ella. Por lo menos quiero saber cómo está. — le insisto.
— Lo siento mucho, pero te necesito aquí. Te voy a mandar con alguien para que sepas cómo está tu mamá, llévale de comer y vuelve de inmediato.— me ordenó.
La señora Clara, siempre ha sido muy buena conmigo, gracias a ella termine de estudiar, y conseguí una beca en la universidad. Tengo seis semestres de arquitectura, pero con la enfermedad de mi mamá no he podido seguir estudiando.
La señora llamó a uno de sus sobrinos, para que me lleves a la casa. Cuando pude ver a cuál de todos eligió, casi me da algo. ¡Ay no!, de todos, ¿por qué lo eligió a él? ¡Caray!. Lo veo negarse, pero al parecer ella lo convenció. Él se acercó, me miró de arriba abajo, y puso mala cara. Es un odioso prepotente, ¿pero quién se cree?
Toda la tarde lo he visto distanciado de todos, especialmente de las mujeres, y más de una detrás de él, a quienes rechaza con mal genio. Seguro gay, o quizás está casado.
David
¿No sé por qué mi tía les tienes tantas consideraciones a las servidumbres?. Me pidió que llevara a una de las empleadas a ver a su mamá. Me negué una y otra vez, pero terminó convenciéndome. Acepte por mi tía, es la madre que nunca tuve. Me acerqué a la mujer, solo quiero terminar con lo que me pidió mi tío.
— Oye, te puedes mover, no tengo todo tu tiempo, ¡joder! ¿Por qué acepté llevar a esta buena para nada?— dijo molesto.
— Perdón, señor, estaba buscando comida para mi mamá.
— ¿Comida? ¿Es que no tienes para comer en tu casa? Anda vamos, no me interesa lo que estaba haciendo.
Subí al auto, ella abre la puerta, y se montó en la parte de atrás. Menos mal no se le ocurrió ir de copiloto.
Empecé a conducir, ella me iba guiando, pero carajos, el camino era eterno. No soporté tantas guías. Sentí que mi sangre se calentó por la ira.
— ¿Falta mucho? ¿Dónde está la casa? Por Dios, ¿Es que nunca vamos a llegar? — pregunté alterado.
Ella no me contestó, pero pude notar un gesto de fastidio en su rostro. Parece que estaba cansada de escucharme hablar.— Llegamos a una pequeña casa.
— Es aquí, señor, se puede ir. Muchas gracias.— dijo al bajar del auto.
Me reí sarcásticamente. ¿Qué manera de hablar tiene está mujer? Está molesta, y quién debería estar enojado soy.
— Hagas lo que tengo que hacer, y la espero. No sé volver solo al rancho, usted viene conmigo. Algo me decía que no viniera, mira con que usted me sale.— se acercó a mí.
— Si envés de estar haciendo preguntas y reclamando se hubiera fijado en el camino, ahora no tendría problema para regresar. Le recomiendo irse, de lo contrario se perderá la boda. No me iré con usted, es mi última palabra.
Me dejo ahí cómo un imbécil, decidí irme, veremos cómo regresa al rancho, esa mal educada.
Anais
Han pasado dos horas, y ese insípido no ha llegado, seguro salió a comprar algo. Veo la señora clara acercarse a mí, preocupada.
— Anais ¿Pero dónde está David? La boda ya va a empezar y su hermano pregunta por él.
— No sé, señora.
Parece que invocamos al mismo demonio, él, con el rostro rojo y evidentemente molesto, se acercó a nosotras.
— Aquí esta sirvienta estúpida, estás despedida, no quiero volver a ver tu cara.— dijo casi queriéndome golpear. ¡Qué desdicha! Ahora me quedé sin empleo.
— ¿Qué pasa, hijo? ¿Por qué le hablas así a Anais?, no tienes ningún derecho.— le reprochó la señora Clara.
— Que te lo explique ella, por su culpa me perdí de regreso hasta aquí. No la quiero ver en esta propiedad, oh no sabes de lo que soy capaz.— expresó con ira.
— Señora, su sobrino es un mal educado, preferí volver sola antes que seguir escuchando todos sus reclamos.— me miró y respiró profundo.
— Tranquilo, David, ve con tus primos, te están esperando.— se retiró, pero no conforme. Antes de irse me dedicó una mirada amenazante.
— Anais, no te preocupes, sé perfectamente que dependen de este trabajo, él únicamente pasará el fin de semana aquí. Trata de no encontrarte con él, ahora sigue con tu trabajo.
— ¡Muchas gracias, señora!
Dios, espero no encontrarme nuevamente con ese insípido. ¡Cuánto me alegro de que se extravió!, tuve que soportar en silencio todos sus reclamos.
Seguí con mis quehaceres, ayudando a las empleadas de la cocina, aquí ese señor no me va a encontrar.
Pasaron las horas, Carol y yo nos fuimos a nuestros hogares, por fuerte no lo volví a ver. Al llegar a mi casa, me duché y me puse un piyama, estaba muy agotada. Me tiré en la cama y recordando el ajetreo del día, me quedé dormida inmediatamente.
Al día mi mamá me despertó, juro que no me quiero levantar, siento que me duele todo el cuerpo, pero bueno, el deber me llama. Mi amiga como todos los días pasó a buscarme. Llegamos al rancho y no lo podía creer, al parecer la celebración continúa, todos los invitados estaban ahí. Maldición, espero no toparme con él.
__
David
Me alegro mucho ver tan feliz a mi primo, se casó con una buena mujer, espero también casarme con el amor de vida. Estoy sentado debajo de un árbol, la brisa es muy relajante. Veo a Robert acercarse a mí, con dos tragos de whisky, ¡joder!, si empiezo a tomar con lo estresado que estoy, puedo perder el control.
— Oye David ¿Dónde está la mujer cita que te dejo votado?— preguntó con una sonrisa.
— Esa estúpida ya no trabaja aquí, la despedí ayer delante de mi tía, espero no volver a verla más.
— No había razón para dejarla sin empleo.
— No la conoces, es muy altanera, que se busque otro trabajo.— digo sin remordimiento.
Fue como lo imaginé, un trago condujo a otro y así a varios más. El día avanzó sin inconvenientes.
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Anais
Por fin se acabó la fiesta, pensé que estás personas jamás se iban a ir. Me volví a quedar turno extra, la señora clara necesitaba que la ayudará a organizar un poco. No sé cómo voy a regresar a mi casa está noche, Carol se fue por cuestiones personales.
— Anais, te estaba buscando, organiza las habitaciones de arriba.— me ordenó la señora clara.
— ¡Ok, señora!
— Sé que debes estar cansada, tomate el día de mañana para que descanses.
— Muchas gracias.
Subí a las habitaciones, estas personas son muy desordenadas. Analizado en como voy a llegar a casa, limpié rápidamente varias habitaciones. Estaba organizando la última, esta tenía un olor a perfume exquisito, encima de la cama había una camisa que olía divino, ¡ay Dios!, era el mismo perfume que traía ese hombre. Jamás lo olvidaría, su fragancia masculina inundó mis fosas nasales.
Me puse nerviosa, quería salir de ahí inmediatamente. Estaba a punto de salir cuando una presencia imponente, estaba frente a mí, me miró con unos ojos intimidantes. Qué cruel es mi destino, todo el día evitándolo y ahora lo tengo en frente.
— ¡Mira nada más, a quién tenemos aquí!— dijo con una voz de ebrio.
Intenté salir, pero me empujó hacia adentro.
— Parece que no fui muy claro, ayer te di una oportunidad.— miró con tanta rabia, que me hizo temblar.
— Señor, le pido que me dejé salir, por favor.— le supliqué con miedo.
Lo veo cerrar la puerta con seguro y los latidos de mi corazón se aceleran, mis piernas temblaban y una sensación en el estómago que dejó petrificada. Se volteó a verme con una mirada malvada.
— Si no me dejas salir, voy a gritar. — le dije acercándome a él.
— Hazlo, vamos, grita.
Trate de forcejear con él, pero fue inútil, me lanzó a la cama, y sonrió. Note que su mirada cambio, ya no me miraba con rabia, ahora en su rostro había una mirada de deseo.
— Déjeme salir, por favor.— le pedí llena de temor, ¿Qué demonios quería este hombre?
— Y si no quiero, ¿qué pasa?
— Es usted un cobarde, le pido que me deje salir, imbécil.— le digo en un tono molesto.
Todo lo que puedo decir de él, es poco, me agarró por el cabello, obligándome a mirarlo a los ojos, me volvió a tirar en la cama.
— Tú no me dices que hacer, no eres nadie. No eres nada. Eres una poca cosa, y mirándote bien, eres bella, lástima que sea una pobre diabla mal educada.
— Señor, estás ebrio, no sabes lo que dices, suéltame, déjeme ir.
Él, me jaló nuevamente con fuerza por el cabello, me miró a los ojos fijamente. Me miró los labios al hablar y se mordió el labio inferior. Intentó besarme, pero no lo permití, hizo aún más fuerte en su agarré y me besó a la fuerza, mientras me tocaba las piernas.
— Maldito enfermo.— le grité.
— Si no te callas, te vas a arrepentir, ahora disfruta, porque jamás vas a volver a tener un hombre de mi nivel dispuesto a tener sexo contigo, pobre diabla.
Escuchar esas palabras me hicieron sentir poca cosa. Él, se abrió la cremallera de su pantalón, y continuó sujetándome con fuerza.
Intenté escapar de sus garras y con más agresividad me sujetó. Sentía su respiración agitada. Me desgarró la ropa mientras me insultó. ¡Maldición!, estoy a punto de ser violada por este imbécil. Me tenía sujetada a él, su olor y sudor inundan todo mi cuerpo.
Estaba esperando que pasara lo inevitable, de pronto siento que él estaba perdiendo fuerza, se estaba quedando dormido el muy pendejo. ¡Joder, sí!, se quedó dormido en muy imbécil.
Me quedé ahí, con él encima de mí, inmóvil. Mi mente empezó a generar todos tipos de pensamientos malvados. Todas esas palabras ofensivas y la forma de tratarme, me llevaron a maquinar un plan, para vengarme de él y hacer que se arrepienta de haberse metido conmigo.
Anais, con mucho cuidado y detenimiento, logró quitarse de encima a David. Sigilosamente, terminó de quitarle la ropa, dejándolo completamente desnudo. Ella también se despojó de toda sus prendas, quedando desnuda. Por su mente solo pasaban pensamientos perversos. — Este imbécil se va a arrepentir de haberme tratado como una basura.— pensó la joven y continuó con su plan. Sin hacer ruido, le quitó el seguro a la puerta y volvió a la cama. Cuidadosamente, para no despertarlo, empleó fuerza, y se colocó debajo de él. Respiró con pereza, y pidió a Dios que su objetivo salga bien. No había vuelta atrás, empezó a gritar; Auxilio. Ayuda por favor. Ayuda, ayúdenme por favor.
Para suerte de Anais, la señora Clara iba pasando por el pasillo, y la escuchó gritar. Entró inmediatamente a la habitación. Al ver la escena antes sus ojos, se puso la mano en el pecho, y con mucho pesar, dijo; — ¡Dios mío! ¿Qué pasó aquí? ¿Qué te hizo ese patán? Ven, levántate.
— No quise hacerlo, señora. — dijo llorando. La señora la ayudó a quitárselo de encima. Muy indignada por lo que hizo su sobrino, agarró una jarra de agua fría y se la tiró.
— ¡Despierta! ¿Eso fue lo que te enseñe? Despierta, despierta David. — dijo con estruendo. Él, aún soñoliento, abrió los ojos. Sorprendido miró a las mujeres a su alrededor, luego se percató de que no tenía ropa.
— Tía ¿Qué pasa? ¿Por qué el escándalo? — Maldición, ¿qué demonios hice? No puede ser, lo único que recuerdo es que le pegue seguro a la puerta, y la agarré por el cabello. — pensó frustrado.— ¿Qué paso tía?_ volvió a preguntar, y miró Anais envuelta en una sábana.
— ¿Aún tienes el descaro de preguntar eso? Mira lo que acabas de hacerle a Anais. Nunca creí eso de ti. Vamos Anais te buscaré ropa.— dijo la señora Clara.
¡Victoria! Esa fue la palabra que exclamó Anais, para sí misma. Su plan estaba funcionando. La joven estaba decidida con hacer pagar a David, por la humillación. Todas las mujeres no son iguales, él no sabía de lo que era capaz esa mujer a la que llamó «pobre diabla».
Anais se quedó a dormir en el rancho, llorando amargas lágrimas. La señora Clara estaba atormentada por lo sucedido.
En la mañana, la señora clara se despertó temprano, o mejor dicho, casi no pudo dormir. Fue a la habitación en donde estaba Anais, le tocó la puerta, toc toc. — Anais, ¿podemos hablar? — preguntó.
Anais seguía con su teatro, y para darle más sabor a la escena, abrió la puerta, y abrazó a la señora llorando.
— Me quiero ir a mi casa, no soporto estar aquí, me siento sucia.— dijo con sollozos.
— ¿Estás segura? Debería hablar con David.
— No, señora, no quiero verlo.
— Está bien, pero antes déjame hablar con él.
La señora salió de la habitación, e inmediatamente una sonrisa de satisfacción apareció en el rostro de Anaís.
Señora clara entró a la habitación de David, quien aún dormía plácidamente. Ella le quitó la sábana y le dijo. — David, levántate, tenemos que hablar.
Él abrió los ojos adaptándose a la luz. Se pasó la mano por la cabeza.
— ¿Qué le hiciste Anais? Ella no ha dejado de llorar. Dime la verdad, por favor.
— Tía, lo siento, no recuerdo bien. Sé que la encuentre aquí en la habitación, la insulte, cerré la puerta, y la agarre por el cabello. Después no recuerdo nada más, estaba muy ebrio, perdón tía.
— Me decepciona. Hablas con ella, es una buena mujer. Seguro va a poner una denuncia, y no te permitiré que manches el buen apellido de la familia por una borrachera.
Anais se fue a su casa, no había vuelto a ver a su mamá y estaba sola. La señora Carmen, su madre al verla entrar, le preguntó. — Hija, ¿por qué no llegaste a dormir? Estaba preocupada, ¿Por qué tienes esa cara?
Anais se acercó a ella, la abrazó y la besó. — Tranquila mamá, todo está bien. Me quedé en el rancho, había mucho trabajo. ¿Sabes qué? Nuestras vidas van a cambiar. Pedro, mi papá, y todos los que nos han hecho daño, se van a arrepentir.— expresó llena de ira.
Horas más tarde
David, después de pensarlo mucho, y tratar de recordar lo que pasó, fue a casa de Anais para hablar con ella. Estaba frente a su casa pitando la bocina de su auto, pero nadie salió de dicho lugar. Tanto insistir, obtuvo resultado, ella salió muy molesta, se acercó a él, y lo miró de una manera desafortunadamente.
— ¿Qué quieres? Usted y yo no tenemos nada que hablar. Lo que le voy a decir, lo voy a hacer frente a un juez, y con un abogado. Lo voy a denunciar por violación. Todos van a saber lo poco hombre que es usted.
Él la miró con el ceño fruncido, y se cruzó de brazos. — Entre nosotros no pasó nada.
— Bien. Hablamos después.— dio la vuelta para entrar a su hogar, pero él la detuvo.
— Espera, espera, ¿Qué quieres? Te doy lo que me pidas. Además, no recuerdo nada, ¿Cómo puedes demostrar que entre nosotros paso algo? ¿Crees qué vas a ganar si vamos a juicio? ¿Qué cantidad de dinero quieres?— preguntó exasperado.
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