...SINOPSIS...
Maya, tras su trágica muerte, reencarna en la protagonista de la última novela que leyó: ¡una dark romance!; no obstante, lo interesante del asunto no es «ella» en sí o sus caóticos pretendientes; sino «Doce», un chico que murió unas horas antes y a causa del mismo incidente que ella. El cual, reencarnado en un esclavo, llega a su puerta diciendo que es la sexta vez que ha retrocedido el tiempo para salvar su maldito corazón y que, esta vez, deben seguir al pie de la letra lo que dice la novela para que tener por lo menos una oportunidad.
¿Oportunidad? ¿De qué o para qué? ¡¿Acaso debe seguir voluntariamente el caótico camino de la protagonista y cumplir con todos las demandas de su caótico harem?!
...…...
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...PARTE UNO: Inconforme...
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«Qué basura de historia», recitó Maya dentro de sus pensamientos, en tanto apagaba la luz y se dirigía a su cama para descansar. «¿Por qué sigo leyendo esto?».
Llevaba su nuevo móvil en la mano y, sus viejos hábitos en su pantalla.
Era la enésima novela que leía con la misma temática y, después de darle tantas vueltas, por fin andaba decidiendo que era hora de dejar ese estúpido vicio vacío.
¡Debía volver a la realidad!, a su vida.
Y dejar todo ese fetichismo que había acumulado.
Es decir, pasados trágicos, encuentros forzados, romances obsesivos, relaciones cuestionables, guionazos por doquier y finales repetitivos. ¡Debía dejar ese tipo de lecturas!
«Ya estoy harta del género», renegó un poco más.
Había consumido tantas historias de romance que ya había tocado fondo.
Necesitaba una novela menos predecible. Necesitaba una protagonista menos genérica. Una, que no se enamorara del primer tirano cruel que se encontrara, para luego querer cambiarlo a través del confiable guionazo. O una, que no se empoderara de manera vengativa y se convirtiera en una tóxica con su ex para luego caer en un amor medio forzado medio irreal con otro.
—¡Gracias al cielo no te seguí, Katrina! —gritó Maya al aire—. Comprar un nuevo lote de libros hubiera sido una pérdida de dinero.
Su mejor amiga era tan fan como ella del género y todavía más. Seguía y apoyaba a cada autor que le tocaba el corazón. Se releía sus novelas favoritas, enviaba comentarios llenos de admiración y compraba toda la mercancía que le podían ofrecer. Era un pan de azúcar; no obstante, también la principal responsable del sobreconsumo de Maya.
Katrina le recomendaba y recomendaba.
Un libro tras otro, y otro.
Tantos que podía nombrar uno a cuatro libros por cada letra del abecedario.
Por lo tanto, «Por favor, máteme, su majestad» de M. Larrana, sería el título de la última novela que Maya leería. Esa porquería erótica llena de delitos sería la novela que daría el punto final a su larga incursión al género.
Sería lo último y ¡diría adiós a todo aquello!
¡Adiós a los romances cliché! ¡A los Enemies to lovers! ¡A los Bad boys! ¡A las protagonistas únicas, diferentes y detergentes con Daddy Issues! ¡A las Mary Sue! ¡A las que no son como las demás,! ¡Adiós! ¡A todos a esos adinerados, estúpidos y sexis hombres obsesionados con quién sabe qué cosa de las protagonistas! ¡A las enfermedades terminales y chantajes emocionales! ¡A los triángulos amorosos! ¡A los mundos fantasía! ¡A las reencarnadas, transmigradas o invocadas! ¡A las emperradas vengativas, también adiós! ¡A las que las fueron dejadas por los tóxicos de su exnovio!
¡Y sobre todo, adiós a ese género de las cloacas que disfraza el maltrato emocional con amor!
¡Y...!
—¿Qué más he leído? —Maya estiró sus brazos y bostezó—. Creo que me faltaron las embarazadas y los fanfics... Pero creo que ya ha sido suficiente. Ya es tarde. —Se levantó de su escritorio, revisó que su puerta estuviera cerrada y la llave del gas apagada—. He leído demasiados refritos —se quejó un poco más al ver su estantería llena de libros de mundos de fantasía—. Creo que debería al yaoi... He consumido demasiado azúcar —quiso tomar otra alternativa, pero desistió.
Debía ocupar su tiempo en cosas más productivas. Leer novelas románticas no le llevarían a nada. Necesitaba conseguirse otro pasatiempo más eficiente y productivo. O cambiar su tipo de lectura.
—Tal vez, debería leer el periódico... —bromeó Maya, en tanto apagaba las luces y se iba a la cama—. O clásicos... O, tal vez, mi tarea... —En ello, una notificación de su celular le indicó que alguien había respondido su comentario—. ¿Otro ardido? —se preguntó ignorando por completo que ella era la ardida—. ¡¿Qué?! ¡¿Cómo pudo gustarle ese final de mierda?! ¡No hubo ni un poco de imaginación! ¡Fue muy predecible y decepcionante! ¡La protagonista fue muy idiota, tonta y conformista! ¡Y...!
...«Maya, mi querida Maya. ¿Por qué te sientes tan inconforme?»....
No era la primera vez que Maya presentía que alguien la observaba, pero sí la primera que escuchaba algo como eso y con tal claridad.
«No puede ser», renegó y quiso mandar mil groserías; sin embargo, no se atrevió.
Hace unos días había escuchado que los espíritus malignos se fortalecían cuando se les prestaba atención y eso era lo menos que quería hacer. Por tanto, con paciencia y aparente tranquilidad, llevó su mano hacia la mesita de noche que tenía junto a la cama y buscó el rosario de su abuela con la ayuda de la luz de su celular.
Este era de plata pulida y brillaba cuando…
«¿Se ha ennegrecido?», tembló ante tal hecho y, sin ser corta ni perezosa, sacó la caja de emergencia que tenía en el primer cajón de su mesita y la desenvolvió.
Maya había hecho una compra de unos artilugios a unos monjes budistas por Air Express por si la cosa se ponía fea y, con la ello, había obtenido un Japa Mala de ciento ocho cuentas, un brazalete tibetano de latón y un buda de jade del tamaño de su pulgar. Todo para protegerse del mal. Pues, era muy cierto lo que pasa y, ¡ya estaba más que harta de ese maldito espectro!
¿Cuántos años ya eran desde que se la quería llevar? ¿Dos? ¿No debía cansarse ya? Siempre movía cosas y susurraba murmullos. ¡La molestaba y la acosaba! Por su culpa, su habitación estaba provista de todo tipo de objetos de protección espiritual. Tenía pergaminos rojos con extraños caracteres en todas dus paredes, líneas de sal bendecida en sus puertas y ventanas, tótems de protección y ¡hasta había aprendido mantras en idiomas muertos!
—Yo no estoy inconforme —masculló Maya por fin cuando se sintió más segura y el ambiente pesado se esfumó—. Vivo bien y soy capaz de cuidarme sola —dijo y entonces prendió sus luces y se fue por su laptop.
Se pondría a ver una película o serie hasta conseguir dormir. Tal vez, una de acción. O tal vez, algo de drama o comedia. «La rosa de Guadalupe», parecía una buena opción y nunca había pierde con sus historias. Lo absurdo le hacía reir. Así que, eso hizo. Se echó en su cama, su tapó con sus mantas y se dedicó a ver tres capítulos, pues ya lo tenía decidido…
En la mañana, iría a conseguir a alguien para que exorcizara al espectro de su vida, otra vez.
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...PARTE DOS: REZA...
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—Hey, Maya —llamó alguien desde la sala.
«¿Qué?, ¿ya es hora de despertar», quejó esta.
Maya no estaba dispuesta a salir de la cama. Ella vivía sola y ni siquiera su madre tenía una llave de emergencia para visitarla.
—¡Hey!, ¿por qué no quieres contestarme? —De nuevo, insistió aquella presencia copiando la voz de la hermana mayor de Maya—. Vamos, despierta.
«¿Despertar?». Maya no lo iba a hacer.
La ignoraría, se acurrucaría entre sus sábanas recién lavadas con agua bendita y contestaría desde el celular a los mensajes del trabajo para distraerse.
Los asuntos de su hermana muerta podían esperar.
—Hey, Maya, ¿crees en dios? —preguntó este espectro cambiando de estrategia—. ¿Crees en «él» de verdad?
«¿En un dios?», ironizó en mente, a la vez que deslizaba los nombres de sus contactos sobre su pantalla buscando a quién llamar primero.
Ella no creía en algún dios, ni guardaba culto a ninguno de ellos. A veces dedicaba rezos, pero eso no eran más que parte de las supersticiones en las que creía.
Pues, Maya era así: Exageradamente supersticiosa.
Ella creía en lo oculto y las supercherías que tenía en toda su habitación, pertenecientes a más de una religión y devoción, solo eran parte de su miedo a lo desconocido.
Por ende:
—Tal vez, en «eso» estoy fallando... —se comentó así misma dándose cuenta del posible «por qué» aún el espectro la seguía—. Tal vez, debía rezar a un solo...
Entonces, sin que pudiera completar sus palabras, sintió un leve temblorcillo que sacudió su cama.
...«Regla cinco: Mientras más reces y creas en mí, más "poder" tendré»....
—¡Mier...! —quiso lanzar una grosería, pero se tapó la boca.
¿Acaso el espectro había evolucionado a un demonio? ¿Quería su alma o algo así? ¿Qué era eso de "Regla cinco"? ¿Por qué no se cansaba? ¡Ya estaba harta! ¿Acaso no se detendría hasta llevársela?
Maya apretó los dientes, frustrada.
Entonces, tomó el Japa Mala que tenía debajo de su almohada y, tal y como, lo había visto en un tutorial de youtube, comenzó a rezar desde la cima del cordón. Pasó las cuentas entre el dedo pulgar y el dedo corazón, repitiendo un mantra, una vez y por cada cuenta. Sin embargo, antes de que pudiera completarlas, una llamada cayó a su móvil.
«¿Quién puede ser en este momento?», se distrajo.
Dio un reojo y vio un número desconocido en su pantalla y, por supuesto, lo ignoró y siguió repitiendo el mantra. Pero, de nuevo, su celular sonó y comenzó a fallar.
Daba pantallazos blancos y luego...
La llamada se contestó sola.
...«Ven, déjame llevarte»...
Entonces, Maya despertó.
La alarma de su despertador clavaba las siete de la mañana, y un dolor de cabeza le taladraba los oídos.
¿Otra vez?, ¡otra pesadilla!
¡Todo era culpa de «Doce»! Si tan solo, este no tuviera el maldito impulso de acaparar todo tipo de objetos extravagantes solo porque «sí», ella hubiera podido conciliar el sueño, protegida por un atrapa sueños de tamaño ¡jumbo!
—De nada sirvió este —dijo viendo el pequeñísimo que había comprado—. Da igual, volveré a dormir.
Maya tenía pereza.
Había tenido un terrible sueño, pero... ¡era domingo!, y no tenía ninguna tarea por hacer. En la tarde, ya sería el momento perfecto para buscar algún exorcista. Debía cubrirse con sus sábanas de la luz mañanera y… ¿por qué su celular vibraba tanto? ¿Quién le estaba escribiendo tantos mensajes?
«Solo puede ser Doce», supuso Maya a regañadientes y tanteó por toda su cama para buscar su celular. «Siempre se aparece cuando pienso en él y me da trabajo, y más trabajo».
—¡No puede ser! —resopló molesta, porque de igual forma que, en sus pesadillas, este le mandaba mensajes para que trabajara—. ¿Por qué domingo en la mañana? —enojó aún más.
El horario laboral de Maya era variado por lo informal del asunto.
Ella hacía ciertos delivery's que rayaban mucho la moral y la legalidad. Tenía unos amigos variopintos que facilitaban trabajos universitarios, exámenes pasados de todo tipo de carreras y… documentos falsos. No eran gente mala, solo eran unos veinteañeros con ganas de ganar dinero fácil; los cuales, tenían una impresora de última generación a mano y clientela leal.
—De seguro arrestaron a alguien, otra vez —preocupó Maya al ver la explicación que le daba Doce en los mensajes, mientras se cepillaba los dientes.
A lo que apresuró el paso y, antes de que el maldito espectro se diera cuenta de sus planes, salió de su embrujada habitación.
No quería problemas en su camino.
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