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LOS COLORES DEL ARCOIRIS (Libro 1 Saga: Rotos)

I. INFIERNO

[Novela proyecto]

EN NOVELTOON

...(...)...

...EMILIANA ANDREWS:...

Sangre.

Cortes.

Dolor.

La sangre se desliza hasta el desagüe mientas, aún vestida, estaba sentada contra los azulejos de la ducha. No me importa estar empapada, solo quiero morir desangrada.

¿Mí vida? Mi vida en una mierda desde los ocho años.

Mi padre, mi mejor amigo y compañero, Owen Andrews, murió cuando tenía siete. Mi mamá se volvió a enamorar un año más tarde del monstruo que tengo por padrastro, Víctor Miller.

Desgraciado, abusador, repugnante y drogadicto. Recuerdo perfectamente la primera vez que me tocó... Me robo la inocencia una noche y de ahí todo se fue a la mierda. Toda mí vida se fue al infierno.

Salgo de la ducha y envuelvo mí herida, observo mis brazos, llenos de cicatrices algunas recientes y otras no tanto. Las mangas logran cubrir la mayoría de ellas.

Un enorme suéter negro con capucha y una yoger gris, ni me peino dejo mí cabello despeinado. Tomé una de las navajas que escondía bajo el lavado, la metí en la parte trasera de mí pantalón para que nadie la viera.

Agarre las cosas de la escuela, mí teléfono y audífonos. Baje las escaleras despacio, el olor a droga y marihuana impregnó mí nariz. Vi a mí madre tirada en el sofa, desmayada seguramente. Corrí hacia la puerta y salí, a salvo. Aunque llovía con fuerza iba a la escuela, no quería quedarme en esta puta casa...

« Es TÚ casa, Emiliana ». Repitió mí mente.

Desde que murió mí papá y ese monstruo habita en ella, está ya no es mi casa... Es un infierno.

Y aquí otro, la escuela.

—¡La capucha, Andrews!

Profesora de mierda. Si supiera que su esposo la engaña.

Me quito la capa de tela que me cubría la cabeza y sigo caminando por los pasillos llenos de estudiantes. Algunos pendejos y otros eran nerds. Yo no pertenecía a ninguno, no quería ser alguno de ellos.

Fui hasta mi respectivo salón. Clase de Matemáticas, odio las matemáticas. Me puse mis audífonos y mire hacia la ventana.

« Quizás haya algo más allá »

Puto subconsciente, intentaba encontrar una forma para que no terminara tirándome de un puente y yo me negaba a todo... Estaba deprimida, delgada y moribunda en vida...

Una etapa adolescente según los adultos. ¿No?

Tres golpes a mis cascos hicieron que me sobresalte. Levanté la mirada hacia mí profesora, quien me miraba con molestía.

—¿La música es más interesante? —preguntó.

—No, profesora. Estaba escuchando.

—Entonces —Señala la pizarra—. Resuelva el problema.

Extendió hacia mí la tiza, pero no era necesario. Mire el problema y deduje:

—10,5...

—¿Que? —me miro.

—La respuesta, profesora —apareció una triunfante sonrisa en mis labios al ver su asombro—. Pero eso usted lo sabe. ¿No?

—Bien —dijo tajante volviendo a su escritorio—. Presta más atención.

Sonreí dando un leve asentimiento de cabeza.

Odiar las matemáticas no quiere decir que no sepa sobre ellas. Soy lista, es como si tuviera una calculadora en la mente.

Las horas pasan sin nada interesante que hacer. El timbre de salida suena, hora de vagar por las calles hasta altas horas de la noche. No quería volver a casa pronto, aunque lloviera me quedaba en la calle caminando por ellas, sin rumbo alguno.

Entonces me quedo, nuevamente, viendo un edificio. En realidad era un tipo de club llamado « Infierno ». La curiosidad de saber que es siempre estaba en mí. Se escuchan gritos alentadores y música a todo volumen después. Me sorprende que nadie se haya quejado por eso.

Había carteles de neón en el frente y esquinas, iluminaban más que las farolas de la calle. Mientras pasaba por allí, la puerta lateral se abrió y un grupo de personas salieron, riendo. Distinguí la silueta de tres chicos y cuatro chicas.

Los chicos eran altos, increíblemente altos, uno de ellos parecía llegar a los metros. Parece que sintieron como los miraba, entonces se giraron hacia mí. Por la oscuridad y poca visibilidad de la calle no pude verlos bien.

Intimidada por su insistencia seguí mi camino hacia la nada de nada. Así terminé sentada en una colina junto a un puente, mirando hacia la carretera y los autos que pasaban.

Las luces me hacían acordar a la época navideña, cuando con mí papá y yo preparábamos todo para la llegada de las fiestas.

...(...)...

...TRECE AÑOS ATRÁS:...

Colgaba las luces navideñas mientras mí papá preparaba las luces. Era una de las cosas que más adoraba hacer con él, además de arreglar su viejo auto, era un cacharro, pero era hermoso.

Me levanto en sus brazos y me elevo para poner la estrella. Así lo hice, me dio un tierno beso en la mejilla.

—Quedo muy lindo, papi —le sonreí.

—¿Cómo no iba a quedar lindo si lo hizo una hermosa mariposa?

« Mariposa » Así siempre me llamaba. Me solía contar cómo me gustaban las mariposas cuando era bebé, que podría estar horas mirándolas sin problemas... Entonces así comenzó a decirme. Nada de princesa, yo era su mariposa.

—¡Ay papi! —lo abrace—. Hoy temprano hice galletas. ¿Quieres comer algunas conmigo?

—Mmhh... Está bien. Vamos.

Para mí, él era un héroe. Era un neurocirujano experto, salvaba personas y eso era algo increíble para mí.

Corrí al hornito y saque las galletas que había hecho para papá Noel y otras para él. Las dejé en la mesa para poder ir a buscar leche. Le serví en un vaso el blanco líquido.

—Mamá me ayudó a prepararlas —Me senté a su lado con mi propio vaso.

—Entonces. ¿Me puedo comer todas?

—¡No, papá! —le dije—. Algunas son para papá Noel.

—Que pena, están deliciosas, mí mariposa.

Beso mis mejillas y me abrazo. Era el lugar más seguro de mí vida.

—***Papá**. Te tengo que contar algo —baje la mirada—. Yo... Perdí al dragón de juguete. Perdón*.

—Mi vida, no te pongas triste, lo encontraremos.

Le llevo sobre su regazo, pellizcando mis cachetes.

—¿No te enojas?

—Jamás, vamos a encontrarlo. No te preocupes —sonrío con ternura—. Te amo, preciosa.

—Yo también, papi —lo abrace.

...(...)...

...ACTUALIDAD:...

Se fue... Murió y no pude decirle lo mucho que lo amaba. ¡Ese maldito accidente!

Había ido a trabajar, como todas las mañana, aunque unas horas más temprano de lo normal, no pude despedirme ya que seguía dormida. No pude decirle que se llevará sus galletas como todos los días.

Y a esta mariposa, un horrible cuervo, le arranco las alas. Dejándola en el suelo, herida y sin vida.

Las gotas de agua caían sobre mi, corrían por mi rostro mezclándose con mis saladas lágrimas de tristeza. Todo había perdido el rumbo, ya no sentía nada más que pena y enojo.

¿Por qué mí madre no pudo cuidarme? ¿Por qué permitió que todo cambiará así? ¿Por qué ese monstruo?

Me levanté del suelo, tenía que volver a casa, ya eran las ocho y media, no podía pasar la noche a la intemperie. Cómo zombie caminé hasta mí casa, la casa de mi padre que legalmente me pertenecía. Pero ahora era como si fuera el lugar más terrorífico del mundo.

Trepe por el árbol pegado a la ventana de mi habitación. Abrí la ventana con mucho cuidado, evitando hacer ruido, me metí dentro. Vi la puerta, estaba sin seguro.

—¡EMILIANA!

« ¡MIERDA! ¡CIERRA LA PUERTA, RÁPIDO! »

Corrí hasta ella justo cuando el estaba enfrente. Era mucho más grande que yo, forcejeamos. Yo intentaba cerrarla y él entrar.

—¡VETE! —grite desesperada—. ¡DÉJAME EN PAZ!

—¡DÉJAME ENTRAR, MALDITA ZORRA!

No iba a hacerle las cosas fáciles.

Logro empujar con fuerza y hacerme retroceder varios pasos, hasta chocar con mí mesita de luz. Tenía que mostrar seguridad, que no sentía miedo, pero era lo único que tenía en mí.

Me miró de arriba abajo cínicamente. Como una puta hiena a su presa. Era obvio lo que pasaba por su asquerosa cabeza.

—Estás cada día más hermosa —soltó con esa asquerosa voz—. ¿Hace cuanto que no nos divertimos?

« Cuando tenía doce años fue la última »

Mire la puerta, seguía abierta podía intentar escapar. Intenté correr hacia ella, pero no llegue muy lejos. Tomo mi cabello y me tiró hacia atrás provocando que caiga al suelo.

Se tiró encima mío, me sacudí para todos lados intentando zafar de sus asquerosas manos que se metían bajo mi suéter.

Las náuseas se apoderaron de mí. ¡JODER, QUERÍA QUE ME SOLTARA!

—¡DÉJAME! —grite—. ¡No me toques! ¡MAMÁ, POR FAVOR!

¿Mamá?

¿Por qué la llamaba? ¿Por qué pedía su auxilio? Debía estar tirada en su cama, con tantas drogas encima que no podía ni moverse.

Sentí su cachetazo en mi mejilla, tan fuerte que me mareo. Rompió mi suéter con una fuerza increíble, tanto así que me levanto y me tiró al piso nuevamente.

—La navaja, Emiliana.

« ¿¡Papá!? »  Era su voz. La voz de mi padre.

La navaja. Claro. Deslice mi mano debajo de mí cuerpo hasta llegar a ella. No le di tiempo, oportunidad de hacer algo más, le clave la navaja en su muslo izquierdo.

Soltó un fuerte grito.

Se retorció aún más cuando la quite de su pierna. Lo empuje y me levanté.

—¡Hijo de puta! —le grite—. ¡BASTARDO!

—¡AH!

Escuché el grito de mí madre, quien miraba la escena desde el marco de mi puerta. La mire, no espere nada más, ninguna reacción de su parte. Corrí lo más rápido que pude, salí de esa casa con la navaja ensangrentada en mi mano. Me aleje de la casa donde mí padre y yo jugábamos a los dragones.

La lluvia caía sobre mí mientras corría con todas mis fuerzas. Cruce las calles sin mirar los semáforos, sin darles importancia. No me detuve a pesar de los bocinazos e insultos de los molestos conductores a quienes les interrumpí el paso.

Llegué al puente sobre la transitada carretera. Subí la colina hasta llegar a la cima, a cien metros de altura sobre varios autos. Tantas veces había venido aquí para terminar con mi vida y jamás tenía la valentía suficiente.

« Lánzate, Emiliana »

Eran como dos voces en mí mente, una que me alentaba a seguir adelante y otra que no veía la hora para acabar. Actualmente la última estaba ganando.

Aprieto las gruesas barandas que separan los límites del puente. Cerré los ojos con las lágrimas aún cayendo por mis mejillas.

—No tienes nada —susurre para mis adentros—. No tienes a nadie.

La mente se me puso en blanco. No pensaba en nada mientras cruzaba una pierna hacia el otro lado y luego la otra. Mis manos eran el fino hilo entre la vida y la muerte.

Soltaba mis dedos uno a uno dispuesta a tirarme, fue cuando sentí dos fuertes brazos envolver mi cintura y tirarme hacia atrás. Mi piernas se deslizaron por el hierro y sentí mí cuerpo caer contra algo con textura extraña... Era cuero, quizá.

Estaba pegada a alguien que me envolvía en sus brazos, sentía su respiración agitada en la espalda.

Volví a llorar. Estaba tan cerca, estaba a punto de lograrlo.

—¿¡QUE MIERDA ESTABAS HACIENDO!?

« ¡Maldito Bastardo! »

Logro —no se cómo— levantarse y llevarme con él. Me sacudí en sus brazos, pero apretaba más su agarre y parecía no querer soltarme.

Me apretó contra él, susurraba un apenas audible « Ssshh », y eso solo lograba enfurecerme más.

—¡Ya déjame! —Luche contra su agarre intentando soltarme—. ¡Déjame!

—Solo si te calmas. ¿De acuerdo?

—¡Calmarme las pelotas! ¡QUE ME SUELTES! —grité enfurecida.

—La vida es difícil. ¿No? —preguntó—. ¿Eh?

—Te importa ¡UNA MIERDA MI PUTA VIDA!

Se que quizás estaba siendo muy agresiva, pero no me aguantaba.

Su agarre era firme, fuerte y no temblaba. Debía ser un hombre bastante grande.

Decidí intentar calmarme, relaje mis músculos y mi cuerpo. Es cuando aflojó sus brazos, bajando mi cuerpo. Dejo que mis pies toquen el suelo sin soltarme del todo.

—Ya estoy —dije—. ¿Puedes dejarme? Por favor.

—¿No te vas a lanzar por el puente? —preguntó.

—Lo prometo.

—Esta bien —asintió—. Te voy a soltar poco a poco.

Así lo hizo, su agarre abandono mi cuerpo y el frío me pegó de lleno. Cerré los ojos y seque las lágrimas que corrían por mi rostro.

Me gire hacia mí “salvador”.

« Santo Dios, es una montaña »

Literalmente lograba redoblar mi tamaño y altura. Era una torre de casi dos metros de músculos y tatuajes. Rubio y una intimidante mirada gris. Tenía pinta de ser esos típicos chicos Bad Boys, motoqueros. Esos a los que la vida les chupa tres huevos.

Lo empuje con furia, aunque fue en vano, no se movió ni un milímetro. Pero no me iba a dejar intimidar. Yo no era así... Al menos ya no.

—¿¡Por qué te metiste!? —le reclamé—. ¿Alguien pidió tú ayuda acaso?

—Yo hago lo que quiero, linda.

—Al fin tenía las putas agallas para tirarme y tu... —volví a empujarlo—, tenías que venir a jugar ser el héroe. ¿Eh?

—Pues anda... Tírate —señalo el puente—. No te detendré. Hazlo.

—¿Eres bipolar?

—Casi.

Me dirigió una sonrisa de lado por unos segundos antes de prestarle atención a mí suéter hecho trizas y mi mejilla morada. Su expresión egocéntrica cambio a una mueca de preocupación.

No pregunto nada solo se quitó su chaqueta de cuero y me la colocó sobre los hombros.

« ¿Era una jodida broma? »

—¿Estás bien?

—¿Te importa? —rebate desafiante.

—No preguntaría sino. ¿No crees? —touche, este tipo parecía tener cerebro.

Lo mire y él a mí, parecía esperar realmente una respuesta de parte mía.

—Acabo de intentar suicidarme —remarque mientras encogía mis hombros—. Fuera de eso estoy completamente bien y psicológicamente capaz para seguir con mi vida.

—Lindo sarcasmo.

—Gracias —me cubrí más con la chamarra.

El frío se empezaba a sentir con mayor intensidad. No quería demostrarlo, aún menos delante de él.

—¿Te llevo a tu casa?

—¡NO! —negué con desespero.

—¿Que fue lo que te paso? —preguntó acercándose.

—N-nada.

Retrocedí asustada. Si, me asustan los hombres, me repugnaba el simple hecho de saber que compartía aire con ellos.

Él comprendió eso y se mantuvo a una buena distancia. No quería seguir aquí, tenía que irme a dónde sea pero ya.

Empecé a quitarme la chaqueta pero levanto su mano deteniendo mí movimiento.

—No. Quédate con ella —dijo—. Hace frío.

Se acercó tan rápido que no me dio tiempo a reaccionar. Tomo el tirador y la cerro. No me contuve para mirarlo, sus grises ojos estaba puesto es mí y los míos en él.

—Te pido perdón en nombre de todos los hombres —suspiro—. No todos somos iguales.

Sentí una lágrima caer por mi mejilla nuevamente y el nudo en mí garganta no me dejaba hablar. Solo me aleje y me fui dejándolo ahí solo.

Caminé despacio sin apuro, el viento chocaba contra mi rostro, me puse la capucha y apreté la enorme chaqueta de cuero contra mi cuerpo.

Llegué a mí casa, las luces estaban apagadas y no se escuchaba nada. Caminé hasta el costado y me trepe nuevamente por el árbol hasta mí habitación. Antes espié por la ventana si había alguien en mi cuarto.

« Nadie a la vista »

Abrí la ventana y entre despacio, sin hacer ruido. Corrí a la puerta para lograr cerrarla, la tranque con una mesita de luz. Luego corrí a la cama, tomé una almohada y una manta para meterme en el baño. Me encerré ahí.

Me pegue en la pared, deslice mí espalda contra la misma llorando. Estaba cansada, exhausta de esta maldita vida que pesa sobre mis hombros.

—Dame fuerzas, papá —susurre—. Porque las necesito.

Sabía que no debía dormir. Me quedé despierta mirando la puerta como si fuera la aterradora entrada al infierno, la puerta por la que en cualquier momento podría entrar ese maldito demonio.

« No duermas, no te duermas »

...(...)...

No dormí nada esa noche, solo me quedé sentada en un rincón como una estatua, sin moverme ni emitir un solo ruido.

Escuché el sonido de la puerta abrirse y luego cerrarse. Mire por la pequeña ventana, Víctor se iba solo. Decidí bajar y fui a la sala, vi a mí mamá sentada en la sala. No podía hablar con ella, parecía no estar en la tierra. Solo me fui a la escuela.

Abrí mí mochila y vi la chaqueta del chico de ayer. Justo en ese momento vi el puente.

« Bájate y ve hacia allí »

—¡Parada, por favor! —Me levanté y me acerque a la puerta.

—Señorita hay un timbre.

—Perdone —me disculpe.

Freno el vehículo y pude bajar. Caminé hacia el, acercándome nuevamente al barandal, mire hacia abajo. ¿Acaso no había momento en el día que no pasaran autos? Suspire y mire hacia delante, parecía no tener final este camino.

Pensaba en mí vida, llegue a la misma conclusión: ¡UNA REVERENDA MIERDA!

Entonces sentí una mano en mí hombro, con un movimiento giro mí cuerpo y rápidamente, sin poder reaccionar, me subió a su hombro.

—¡AY! —exclamé sorprendida.

Se alejo del puente a grandes pasos, yo me sacudía hacia todos lados intentado que me soltara.

« Su olor, su perfume »

Es el mismo idiota.

—Eres de esas que rompen sus promesas. ¿Eh? —preguntó

—¡No me iba a tirar! —golpee su espalda a puño cerrado—. ¡YA! ¡BÁJAME ENORME ORANGUTÁN PREHISTÓRICO!

—Vaya insulto —dijo al mismo tiempo que soltó una carcajada.

Siguió caminando sin bajarme, las personas que pasaban caminando miraron la escena con sorpresa y diversión.

Paro a varios metros y me bajo, dejándome mareada junto a una moto. Se cruzó de brazos mientras me miraba acusador.

—¿Qué?

—¿Que de qué? —preguntó.

—No me mires así —me cruce de brazos—. Ya te dije que no iba a hacer nada.

Ladeo su cabeza enarcando una ceja.

—¿Entonces pensabas en mi y viniste?

—N-no —maldita sonrisa burlona—. ¿Por qué piensas eso?

—Mmhh...

—¿Mmmhhh? ¿Eso es una respuesta? —lo mire de arriba abajo.

—Mmhh...

—¡Ay! ¿Sabes que? ¡Vete a la mierda, chaparrón!

—¿Chaparrón? ¿Yo? —me señaló de arriba abajo—. Creo que entre los dos... No soy el que mide metro y medio.

—Metro cuarenta y ocho, para tu información.

—Metro noventa y siete —odio su tono egocéntrico—. No es por presumir pero...

—Tengo que ir a la escuela —dije dándole la espalda.

Caminé unos cuantos metros cruzando el puente. Escuché el ruido de un motor de moto acercarse. A mí lado aparece él sonriéndome.

—¿Que? —lo mire frustrada—. Ya dije que no me voy a lanzar.

—Llegarás tarde a la escuela. Ven, sube.

—¿Estás loco? Apenas te conozco.

—Oh. Claro. ¡Que modales los míos! —extendió su mano en mí dirección—. Soy Savąs, un placer.

—Emiliana —respondí dándole un apretón de manos—. Ahora me voy.

—Deja que te lleve.

—No. Voy caminando, estoy bien.

—Bien, entonces te voy a escoltar hasta allá. Vamos, chaparrita.

Negué con la cabeza riendo. Seguí caminando y, efectivamente me acompaño.

No hablamos nada mientras caminamos, solo me seguía en su moto durante más de diez minutos. Llego el punto en el que tenía que detenerme.

Tuve que masajear mis piernas de arriba abajo, cansada, seguramente de tanto caminar.

—Uf. No debí bajar del bus —solte un bufido exhausta.

—Sip. No debiste hacerlo.

—¡Eres un jodido! ¿Lo sabes? —le dirigí una mirada molesta.

—Y tu eres adorable cuando te enojas —comentó con un hilo de ternura—. ¿Lo sabes?

—¿Por qué me sigues? ¡Juro que voy a gritar acosador!

Miro hacia atrás y hacia delante, hacia los lados, verificando efectivamente que la calle estaba vacía.

—Creo que puedo correr ese riesgo —dijo encogiéndose de hombros—. Anda sube... ¿O quieres llegar tarde?

—Uf.

Observo el espacio que nos rodeaba golpeando mí pie contra el asfalto. Entonces me extendió su casco.

—Anda —me animo.

—No pienses que voy a agradecerte —le quite el casco a lo bruto—. ¿Y tu?

—No importa.

—¿Y si nos caemos? —preguntó, creando un estúpido escenario—. ¿Que tal si te lastimas? ¡No podré vivir con eso!

—No me pasara nada. He manejado miles de veces con o sin casco, rápido o lento —arqueo las cejas, pícaro—... Suave o violento.

Volvió su voz más provocativa y ronca, pero ya había comprendido que era un completo burlón e idiota.

Alce los ojos al cielo.

—Esta bien —se echo a reír con ganas—. Súbete.

Encendió su poderoso motor, era como el rugido de un león, aunque quizás exageraba un poco.

Mire con miedo la imponente máquina.

—¿Que?

—Jamás subí a una moto —admití con vergüenza.

—Que pena —soltó con sarcasmo—. Justo hoy se me ocurrió no conducir mi Lamborghini. Que mal. ¿Verdad?

—Eres un idiota.

Con muchas dudas y miedo, subí a la imponente moto. Me agarre de la parte trasera para evitar caerme.

—Abrázame fuerte o vas a caerte —advirtio, sin mirarme.

—¿Que? Claro que no —me negué rotundamente—. No voy a abrazarte jamás.

—Okey. Como quiera la chaparrita.

Piso el acelerador a fondo provocando que casi me caiga logré abrazarlo para no terminar en el suelo.

Sentí una leves convulsiones de su parte... Se estaba riendo.

—¿No que no?

—¡Idiota! ¡Pude haberme caído! —le reclamé dándole un fuerte golpe en su espalda—. Mejor me voy camina...

No llegue a formular mis palabras cuando arranco con todo la moto. Me aferre a su cintura, tenía mucho miedo. Entonces sentí la brisa golpeando mi rostro, diferente a cuando iba caminando.

Me aleje un poco y abrí los ojos, la velocidad era increíble y como se veía el mundo así aún más.

—¿Te gusta? —preguntó.

—Si.

—De nada.

Son varios minutos en moto ni me imagino si hubiera caminado. Llegó justo a tiempo a la entrada de la escuela, llamando toda la atención por la imponente Hayabusa en la que estoy.

Bajo lentamente y me quito el casco. Le sonrío a este idiota.

—Gracias por traerme, Savąs —le entrego el casco.

—De nada —puso el casco frente suyo apoyando sus brazos en el—. ¿Necesitas que transporte para regresar a casa?

—No, estaré bien.

—Bien, Emiliana —sonrío—. Hasta pronto.

—No habrá ningún ha...

Arranca nuevamente y se va. Algo me dice que no será la última vez que nos veamos.

II. CAMPEÓN.

Contenido de fuerte de abuso al inicio, si eres sensible a este tipo de escena, por favor lee a partir de "Terminé en el reformatorio..."

...(...)...

...SAVĄS GIAMBRUNO:...

« —Los monstruos existen. Lo sé y muy bien... Mí padre era uno — »

Toda mí vida fue un infierno. Todo

Tenía cinco años. Vi como mí padre golpeaba y violaba a mí mamá, ella solo nos defendía a mí hermana y a mí, recibía todo el peso sobre su cuerpo. A mí padre no le importaba que viéramos eso, jamás le importamos siquiera.

Tenía seis años. Mí madre se fue, un día se fue a la tienda por ordenes de mí padre y jamás volvió, supongo que se canso de los maltratos que recibía por parte de él, pero. ¿Por qué no nos llevo con ella?. Todo empeoró a partir de ese día. Mí padre me golpeaba con una gruesa y pesada cadena en la espalda, también me encerraba en una jaula donde a veces no comía y aguantaba todo eso por mí hermanita. Pero un día todas las razones de vivir, se esfumaron.

Tenía ocho años. Me tocó ver cómo mí padre golpeaba, violaba y mataba a mí hermanita de apenas seis años y medio. Recuerdo como mis manos sangraban mientras las golpeaba contra los barrotes de la jaula gritando que la soltara.

—¡DÉJALA! —grite, con desespero—. ¡POR FAVOR, PAPÁ. DÉJALA!.

—¡Cállate, bastardo! —me gritó, mientras penetraba sin piedad el cuerpo ya inerte de mi hermana.

Ella ya no se movía, estaba bajo un charco de sangre. Junto a otro hombre quien también le había robado la inocencia, tiró de sus pies y se la llevaron. Pude ver por las sombras como sacaban lo que parecían ser serruchos y empezaron a cortar el cuerpo de ella.

Me tiré al frío piso de metal, mire el techo de la jaula sin reacción, sin capacidad para razonar.

Tenía diez años. Se descuido una vez… Se descuido solo unos pequeños segundos y acabe con su vida. Me estaba golpeando nuevamente con la cadena, yo no mostraba debilidad ni sufrimiento, ya no sabía que era eso. Vi un pedazo de cristal de la botella, guiado por un impulso lo tome.

Justo en ese momento me levanto le clave el cristal en el cuello. Se que quizás suene a un psicópata pero el ver cómo iba perdiendo la vida me hizo feliz, jamás me había sentido tan bien. Terminó en el piso desangrándose.

A los minutos, no se cómo, llego la policía. Horrorizados me miraron, me había vuelto a meter a la jaula dispuesto a morir allí.

Termine en el reformatorio, ya que el hecho de haber matado a mí padre y confesar que lo había disfrutado, asustó a los psicólogos y decidieron que eso era lo mejor.

Allí estuve hasta los doce años cuando Lorenzo me adoptó. Pero no salí solo, conocí a dos chicos cuando entre Aidan y Peter, quienes se volvieron mis amigos y hermanos. También tenían sus problemas.

Al salir desaparecimos y empezamos nuestra vida. Boxeando en peleas clandestinas.

...(...)...

...TRECE AÑOS DESPUÉS:...

Golpe tras golpe mí oponente perdía el equilibrio, sobre el cuadrilátero no tenía compasión, era ganar o ganar. Terminó cayendo al piso y el referee se acerco a él.

—¡SAVĄS, SAVĄS! —gritaban los espectadores con euforia.

Mire hacia el palco unos metros sobre las gradas dónde estaban los espectadores. Lorenzo Giambruno, mí padre adoptivo, me miraba desde la cima de su poder.

« —Pelearas para mí... Y ganarás — »

Eso me decía mientras me entrenaba para esto. Cuando inicie la escuela me di cuenta que era bastante más grande que otros niños de mí edad, más fuerte... Y soportaba más dolor.

—¡El ganador! —el referee tomo mí brazo y lo levanto en el aire—. ¡SAVĄS GIAMBRUNO!.

—¡SI!.

El dinero de las apuestas empezaban a repartirse. Era un campeón, jamás había perdido una sola pelea ante nadie, ni siquiera aunque sea más grande que yo.

Yo no era precisamente normal: media 1.97, era una masa de músculos debido al duro entrenamiento al que me sometía todos los días y mí aguante ante el dolor muchas decían que era sobrehumano, para ellos yo era invencible.

Baje del cuadrilátero y me fui a las duchas. Me di un baño, me vestí y subí al palco. Al entrar Lorenzo está sentado en su sillón detrás de su escritorio, manejaba un aura de supremacía increíble.

—Fue una buena pelea, muchacho —me dijo Arturo, uno de sus socios—. Felicidades.

—Gracias.

Respondí cortante acercándome a la heladera, saque una botella de cerveza y la abrí. Me senté en el sofá bebiendo.

—Ganamos una buena cantidad de dinero, Savąs —Lorenzo tomo la palabra—. Siempre haces maravillas.

—Todos apuestan a mí favor. Todos ganan porque yo lo hago —lo mire, seriamente—. ¿Que ganas tu?.

—No solamente eres tu, hijo —apoyó su espalda en el respaldo de su sillón—. Tenemos a Aidan y Peter. Son buenos también.

—Son muy buenos —contesto Arturo—. Quiero comprarte a uno de ellos. Pagaré una buena suma.

Mire a Lorenzo en ese momento, sabe que estoy en contra de que venda a mis amigos.

Conocí a Aidan y Peter en un reformatorio, tuve muchos problemas de control de ira en mí niñez entonces le recomendaron a Lorenzo enviarme allá y lo hizo. Ahí estaban ellos, tenían los mismo problemas que yo.

Aidan. Él es mí mejor amigo y como mí hermano. Su madre era un prostituta y se quedó embarazada de un cliente, lo tuvo hasta los cinco años de los cuales permitía que sus “amantes”  también se aprovecharán de él. Luego su madre lo abandonó en un orfanato y por problemas de conducta termino allí.

Peter. Es un gran amigo, aunque no tengo tan buena relación con él como con Aidan nos llevamos muy bien. Su padre era un alcohólico y su madre una drogadicta, lo encerraban en su habitación sin comer por días, hasta que una vecina lo encontró vagando por las calles solo y golpeado. También fue al orfanato y por golpear a un niño hasta dejarlo inconsciente termino, también, en el reformatorio.

Traduciendo eso... Giambruno nos adoptó a todos. En fin, Lorenzo también me observo en ese momento.

—Son mis campeones, Arturo —respondió él—. Sabes que no vendo a nadie.

—Pero si tienes a semejante bestia —me miro con una sonrisa—. ¿Que te cuesta...?

—Ya dijo que no —tome la palabra al mismo tiempo que me ponía de pie—. Quiero hablar con Lorenzo a solas.

—Claro, dejaré a padre e hijo solos —diciendo esto se marcha.

Cierra la puerta detrás de él, y yo me siento dónde estaba él. Dejo la botella de cerveza sobre la madera del escritorio.

—Se de lo que quieres hablar —Se acomoda en su sillón—. Aún no es tiempo.

—¿Y cuando es tiempo? —cuestione con enojo—. Han pasado dieciséis años y aún nada... Quiero...

—Se que quieres venganza y la obtendrás, pero no ahora.

—Entonces. ¿¡CUANDO!? —Me levanté—. Me prometiste que me ayudarías con eso.

Eso mismo hizo, al encontrarme solo en la carrera hace ya tantos años me llevo a su enorme mansión.

« —¿Puedes ayudarme a vengarme? — »

« —Puedo — »

Esas fueron exactamente nuestras palabras y luego no nos separamos, me volví su gallo de pelea. Cuando noto que era considerablemente más grande que los demás niños, se le enciendo la lámpara y yo no me negué a volverme fuerte.

...(...)...

No llegamos a nada con esa conversación « No estás listo ».

Bajo al club donde se celebran las peleas clandestinas, me senté junto a mis mejores amigos, mis hermanos. Bebía una botella de cerveza, mirando su cuello como si tuviera todas las respuestas.

Aidan, Peter, Emily, Sheila, Johanna y Meave me esperaban junto a la barra. Llegué hasta ellos soltando un bufido.

—¿Discutieron de nuevo? —cuestionó Aidan, mirando hacia el palco—. ¿O que pasó allí arriba?.

—Te ves tenso, Savąs —Emily acaricio mí brazo lentamente—. ¿Que paso?

—No, no paso nada —suspire, pesadamente—. Lo mismo de siempre.

—Creo que necesitas descargarte —me sonrío, ladino—. ¿Una carreritas?.

Lo miro sonriendo, me conoce muy bien.

—Si, corramos —dice Peter, tomando su chaqueta—. Quizás seas el campeón en las peleas, Savąs. Pero en las carreras te vamos a ganar...

—Okeey... Muchachos —tomo las llaves de mí auto—. Enseñen lo que tienen.

Nos levantamos y salimos del club, subimos a nuestros respectivos autos acelerando al tope. A los diez minutos llegamos al SECTOR 7.

Así le decimos a unas calles cerca de un muelle de carga, están básicamente abandonados y usamos como pistas para estás dichas carreras. Si, lo sé. Me gusta lo ilegal y peligroso, pero busco la muerte y espero encontrarla haciendo lo que más me gusta.

Después de dejar los autos estacionados caminamos entre la multitud de personas y entre cientos de autos. La música suena y suena en todos lados por los bafles. Algunos beben, otros bailan y otros fuman.

Llegamos con Darell, él encargado de estas carreras.

—¡Desaparecidos! —nos saludo al vernos—. Me estaba preguntando cuando volverían.

—Demasiadas cosas que hacer, amigo —le di un apretón de manos—. ¿Que me dices? ¿Hay lugar para nosotros?.

—Esperen que reviso —miro una hoja de papel y luego a nosotros sonriendo—. ¡Claro que si! Siempre hay lugar para ustedes. Corren después de esta.

—Gracias, Darell

Llevamos nuestros autos a la línea de salida, conectamos las radios para hablar entre nosotros mientras conducimos. Ya sentados en nuestros asientos esperamos la orden de salida. Nos miramos entre nosotros con una sonrisa.

—¿Están listos para perder? —pregunte, encendiendo el radio.

—Psshh... Vamos a ver quien come polvo —soltó Peter con tono socarrón.

—¡Voy a ganar yo! —comentó Aidan

—Si, si —dije, con evidente sarcasmo—. Sigan soñando que no cuesta nada.

Aparece una chica rubia delante de nosotros, alza su brazo con un pañuelo blanco « Tres, dos, uno... ». Baja su brazo y los tres aceleramos.

Corremos por las calles, Aidan gana la delantera primero. Llegamos a una de las carreteras principales dónde hay una buena cantidad de autos. Vamos haciendo zigzag entre ellos.

—El que choca primero invita la cerveza —soltó Aidan, con una carcajada.

—Vas a perder de nuevo, amigo mío —respondí a su estúpido comentario.

—Ambos van a perder —rebato Peter.

Giramos en una peligrosa curva, en pleno semáforo en verdad y los tres salimos intactos. Estábamos acercándonos de nuevo a SECTOR 7, pero mí atención se vio llamada por alguien. Una chica estaba en el famoso puente. Raro que haya alguien ahí, viendo cómo llovía.

Vi como cruzaba hacia el otro, directo al vacío. Quería ignorarla y seguir, pero algo en mi no lo permitió. Frene de golpe frente e la colina.

—¿Savąs? ¿Que paso? —preguntó Aidan.

—Ustedes continúen —dije y baje del auto.

Subí a toda velocidad hacia el puente. Creí que no llegaría a tiempo y se tiraría pero lo hice, la agarre de la cintura y la tiré hacia el lado seguro.

Caímos al suelo, la sujete con fuerza aún no la iba a soltar para evitar que intentara saltar de nuevo.

—¿¡QUE MIERDA ESTABAS HACIENDO!? —pregunte con furia.

« ¡PUTA MADRE! »

Ella lloraba con amargura. Estaba mal, muy mal. Me levanté del suelo, todo embarrado, llevándola conmigo. Empezó a sacudirse hacia todos lados intentado hacer que la suelte.

—Sshh... Calma —musite en su oído.

Ella parecía no escuchar o no querer hacerme caso. Se volvió aún más violenta y estaba desesperada porque la suelte. Sentí pena por ella.

—¡Ya déjame! —peleó contra mí para lograr soltarse, pero solo la pegue más a mí—. ¡Déjame!

—Solo si te calmas. ¿De acuerdo?

—¡Calmarme las pelotas! ¡QUE ME SUELTES! —gritó enfurecida.

—La vida es difícil. ¿No? —pregunte intentando razonar—. ¿Eh?

—Te importa ¡UNA MIERDA MI PUTA VIDA! —llora pegada a mí.

Ella seguía sacudiéndose hacia todos lados. Insistía en no dejarse ayudar dejé que llore, que se descargue y si era necesaria que me golpeara.

Estuvo así unos minutos hasta que su cuerpo se relajo, dejó de pelear. La baje lentamente al suelo.

—Ya estoy —dijo inhalando y exhalando—. ¿Puedes dejarme? Por favor.

—¿No te vas a lanzar por el puente? —pregunte precavido.

—Lo prometo.

—Esta bien —asentí soltando su cuerpo—. Te voy a soltar poco a poco.

Al dejarla libre secó las lágrimas que tenía cayendo por su cara. Sus ojos eran grandes ya de por si, pero estaban hinchados.

Me miró de arriba abajo, seguramente intimidada debido a mi altura y tamaño, además ella era pequeña, bajita y delgada. Recobro su compostura y me empujo. Tenía ganas de reír por su intento de ataque.

—¿¡Por qué te metiste!? —me gritó—. ¿Alguien pidió tú ayuda acaso?

—Yo hago lo que quiero, linda —le sonreí con soberbia.

—Al fin tenía las putas agallas para tirarme y tu... —me empujo de nuevo—, tenías que venir a jugar ser el héroe. ¿Eh?

« Quería suicidarse »

Sentí un fuerte nudo en el estómago al pensarlo. ¿Que le habría pasado para desear eso?

—Pues anda... Tírate —señale la carretera—. No te detendré. Hazlo.

—¿Eres bipolar?

—Casi —le dije con una sonrisa.

Nos miramos fijamente, tenía hermosos ojos miel. Desvié mis ojos al enorme moretón que tenía en su mejilla y, también, su suéter estaba roto de arriba abajo.

No quise preguntar nada, tuve el impulso de quitarme mi chaqueta y ponerla sobre sus hombros. Me miró sorprendida por mí acto.

—¿Estás bien?  —pregunte, sabiendo ya la respuesta.

—¿Te importa? —respondió con agresividad.

—No preguntaría sino. ¿No crees? —use lo obvio para poder obtener algo.

Nuevamente quedó en silencio, algo le estaba doliendo, no era algo físico sino emocional. Estaba rota, desgarrada, me vi en ella en cierta forma.

Finalmente decidió hablar.

—Acabo de intentar suicidarme —recordó el escenario anterior, encogiéndose de hombros—. Fuera de eso estoy completamente bien y psicológicamente capaz para seguir con mi vida.

—Lindo sarcasmo.

—Gracias.

Se cubrió más con mí chaqueta, hacia mucho frío además estaba muy mojada por la lluvia que aun insistía en caer.

—¿Te llevo a tu casa? —le pregunté.

—¡NO! —negó, tan rápidamente que me sorprendió.

—¿Que fue lo que te paso? —pregunte sospechando, mientras daba un paso hacia ella.

—N-nada.

Se alejo más de mi, asustada y nerviosa. No había que ser un genio para darse cuenta de que un hombre la había lastimado y mucho.

Otra vez silencio. Miro hacia atrás y los lados. Me miró y empezo a quitarle la chaqueta.

—No. Quédate con ella —la detuve en el acto—. Hace frío.

Sin darle tiempo a reaccionar fui hasta ella y tome el cierre de la chaqueta, el cual subí. Nos miramos unos segundos.

« ¿Quien fue el desgraciado que le hizo daño? »

—Te pido perdón en nombre de todos los hombres —suspiro—. No todos somos iguales.

Divisé una lágrima cayendo por su mejilla, di justo en el clavo. Sus ojos no mostraban ninguna luz como los de las demás chicas. Eran apagados.

« ¡MALDITOS ENFERMOS! »

No dijo nada más, solo se alejo. La mire mientras caminaba estando pendiente a que no volviera a lograr su cruel cometido.

Rápidamente a mí cabeza vino mí hermanita... ¿Estaría sufriendo algún tipo de abuso por parte de su padre o alguna persona cercana a ella?

El golpe me dejaba más que claro que sí. Que no estaba bien y que era muy probable que necesitase ayuda.

Subí a mí auto de nuevo dejando el puente atrás una vez que arranque. Mire mi reloj, había estado media hora con esa chica... Parecieron segundos nada más. Pensaba en ella mientras conducía hacia el SECTOR 7, en esa pequeña lágrima que resbalaba de su mejilla. Tan frágil e indefensa.

Llegué donde los demás. Estaban todos hablando parecían preocupados.

—¡Ey! —los llame una vez que estacione—. ¿Me extrañaron?

—¡Savąs! —Aidan se acercó a mí—. ¿Que pasó allá? Jamás renuncias a una carrera.

—Nada, no se preocupen.

—Te ves angustiado, Savąs —observo Sheila.

—Tranquilos —reste importancia al asunto—. Estoy cansado, voy a casa —mire a Sheila y Emily—. ¿Las llevo chicas?

—Claro, gracias Savąs —dijo Sheila.

...(...)...

Me quedé sentado en mí cama, mirando hacia la ventana el reloj marcaban casi las dos de la madrugada. Estaba transtornado.

« ¿Estaría bien? ¿Donde estaba ahora? »

Esa chica rondaba por mi mente. Hace una hora y media que pienso en ella. ¿Y si estaba vagando por la noche a estas horas? Era muy peligroso hacerlo, cualquier cosa podría pasarle en la calle. ¿Donde dormiría?

Sabía que esa noche —al igual que muchas otras— no iba a poder dormir, me levanté y me abrigué para salir. Tome las llaves de mí auto y salí.

Me asegure que mi Hayabusa este bien resguardada y luego subí a mi vehículo. Arranque alejándome del complejo de apartamentos donde vivía.

Mí celular sonó indicándome la caída de una llamada. Vi quien marcaba a esta hora... Lorenzo Giambruno. Suspire y atendí.

📱 « Aquí estoy »

📲 « ¿Fuiste a las carreras, Savąs? »

Joder. ¿Quien le fue con el chisme?

📱 « Así es. Si fui. ¿Por qué? »

📲 « Ya hablamos sobre eso, hijo. Tu... »

📱 « Lorenzo... No soy tu prisionero »

📲 « ¿Y si chocas? ¿Que? »

📱 « Si choco y muero, te consigues un mejor peleador. Y adivina que... El mundo está lleno de ellos y lo sabes »

No hubo retorno.

📱 « Escucha estoy haciendo algo ahora... No quiero pelear contigo. Nos vemos mañana o cuando sea. Cuídate, adiós »

Así colgué la llamada.

De verdad le tenía un gran respeto a Lorenzo pero a veces me sentía muy asfixiado por él. Entendía, lo quería perder dinero conmigo pero ya era demasiado.

Continúe mí recorrido buscando a la chica la cual siquiera sabía cómo se llamaba. Miraba por las calles buscándola, pero nada.

—¿Donde estas? —pregunte para mi mismo.

Una chica enana, de cabello castaño largo y una inmensa chaqueta de cuero. Era divertido pensar como le quedaba, para mí era perfecta pero a ella casi le llegaba a los talones.

Paso más o menos una hora y no la encontré. Decidí volver a mi casa. Solo me quedaba deseas que esté bien y nada malo le pase.

III. SEIS AÑOS MÁS

...(...)...

...EMILIANA ADREWS:...

« Tengo todavía su chaqueta »

Pensaba en eso mientras volvía a casa y sostenía la dicha prenda en mis brazos. Era de un cuero bastante bueno, parecía ser costosa y de buena marca.

Podría venderla. Esa idea desató una especie de conflicto entre las dos voces de mi cabeza.

V.1. « ¡Puedes venderla y juntar para comprar un pasaje lejos de aquí! »

V.2. « No le hagas caso »

V.1. « ¿Acaso prefieres que siga sufriendo? »

V.2. « ¡Fue quien la salvo! »

V.1« ¡NO, NO! Ella no quería ser salvada. ¡Se metió dónde no lo llamaban! »

Me estaban aturdiendo, no entendía aún que me pasaba. ¿Acaso sufría de esquizofrenia o simplemente me estaba volviendo loca?

Quizás la segunda más que nada. Mire nuevamente la chaqueta.

V.1 « No has revisado sus bolsillos, quizás tenga dinero »

V.2 « ¡Deja de alentarla a que robe! »

V.1 « ¿Que? ¡Él se la regalo! ¿O no? »

—¡Uy! ¡YA! —grite con fuerza.

Ambas se callaron, no escuché nada más. Mire hacia todos lados asegurándome que no haya nadie. Por suerte la calle por la que siempre volvía a casa casi siempre estaba vacia.

Me detuve unos segundos y revise sus bolsillos. Encontré algo duro parecía de plástico o algo parecido. Era una extraña tarjeta negra mate con un dragón dorado con pequeños diamantes azules con ojos, estaba perfectamente hecha, sobre el mismo estaba escrito con color escarlata «INFIERNO» La di vuelta y escrito también con escarlata se encontraban las letras « V.I.P »

« ¿No es el club donde pasas al ir al puente? »

Pregunto la voz mala, así le digo a la que insiste en que venda la chaqueta de Savąs. ¿Y si voy hoy allá?

Llegué a mí casa, nuevamente trepando por el árbol hasta mí ventana. Entre a mí habitación y rápidamente fui a mí armario, busque ropa oscura, tenía bastante ya que no me gustaban los colores.

Encontré un jeans negro ajustado, una camiseta blanca y unos bolsegos negros con plataforma. Listo.

—¿Por qué estoy haciendo esto —me pregunté a mi misma.

—¡Emiliana! —gritó Víctor.

—Mierda.

Corrí la mesita de luz para trabar la puerta. Pronto empujo la puerta, intentaba abrirla pero yo coloque varias cosas para que hicieran peso.

Empujaba una y otra vez, para estar recién herido tiene fuerza.

V.2 « Está loco »

V.1 « Deberías matarlo ahora »

Sacudí mi cabeza, no quería escucharlas ahora. Me hacían muy mal, vivían hablando una tras otra. Hablaban aún cuando estaba dormida.

—¡ABRE LA PUERTA! —gritaba al mismo tiempo que golpeaba la madera de la puerta—. ¡MALDITA PUTA!

—¡VETE DE AQUÍ! ¡DÉJAME EN PAZ!

—Sabía que estabas ahí —dijo—. Eres muy silenciosa para entrar, maldita mocosa —dió un golpe—. ¡AHORA ABRE!

Abrí uno de mis cajones y saque una navaja, las tenía por toda la habitación. Debajo del colchón, en la funda de mi almohada, en todos lados.

Me estaba volviendo loca y eso era seguro. Parece que se había cansado, nuevamente se fue de la casa y yo baje rápido a la sala donde mi mamá lloraba en el sofa.

« ¿Y ahora que mierda le pasó? »

Me acerque a ella, después de todo era mi madre y me preocupaba en cierta forma.

—Mamá... —la llame mientras me arrodillaba frente a ella—. ¿Estás bien?

—Emiliana... Creí que te habías ido.

—¿Cómo voy a irme, mamá? —dije—. Tu estás aquí, es nuestra casa.

—No me dejes, hija —me abrazo con fuerza—. No me dejes, mi amor.

—Mamá... —la rodee con mis brazos—. Jamás me iría sin ti. Pero está ese monstruo, mamá. Tenemos que echarlo de aquí.

—No podemos.

—¿Por qué no?

—Dijo que te vendería, amor —me miro fijamente—. Dijo que hombres te llevarían si hacia algo, sino tomaba esas cosas.

« Me vendería »

¿Cómo se atreve el muy infeliz a decir eso? ¿A obligar a mi madre a drogarse?

—No lo haré —dije segura—. Créeme que no podrá alejarme de ti jamás. ¿De acuerdo?

—Pero...

—Pero nada —negué—. Encontraré una forma para poder deshacernos de él.

La abrace una vez más. Ese maldito hijo de una gran puta.

Subí nuevamente a mí cuarto y me encerré. Saque la tarjeta de mi cajonera y le eche un mejor vistazo. Detrás de ella donde decía V.I.P había unas letras grabadas « SAVĄS G. »

—Es su nombre y seguramente la otra letra la inicial de su apellido —deduje—. Tengo que...

Fui al baño y saque la pequeña caja donde tenía guardada mis navajas. Otra pequeña dónde tenía algunos líquidos de tonos rojos escarlata. Iban a servir.

Tengo bastante experiencia en esto. Con sumo cuidado fui raspando la tarjeta, no sin antes tomarle una foto al formato y medir las letras, quite lo escrito con una asombrosa perfección. Tomé una pluma roja escarlata y empiezo a escribir siguiendo el estilo de la letra.

Pensé en como ponerle a la tarjeta y me decidí por « Eimmy A. » ¡Perfecto!

Cayó la noche, Víctor había llegado hace una hora más o menos. Trabe nuevamente la puerta y me fui al baño para cambiarme. Dejé mi cabello en hondas sobre mis hombros. Me maquille apenas, ya que no sabía como hacerlo.

Llego las diez de la noche y me escape nuevamente bajando por el árbol, que se había convertido en mí mejor amigo. No tenía vecinos cercanos así que nadie podría pensar que era una ladrona. Corrí alejándome de mi casa.

Una hora y media más tarde llegue a « INFIERNO » .

Había una larga fila de personas fuera y otra entrada que decía ACCESO V.I.P. Había dos enormes guardias y otro hombre que revisaba las entradas.

V.2 « ¿Segura de hacer esto, Emiliana? »

V.1 « Solo se vive una vez... ¡ADELANTE, CABALLERA! »

Definitivamente la voz mala me estaba cayendo cada vez mejor. Me acerque a la entrada los tres hombres me miraron desconcertados.

—¿Entrada? —exigieron.

Le extendí la misma, la observaron y alumbraron con una linterna verde. Me la volvieron a entregar y me dejaron entrar.

—Adelante —dijo.

Me guarde el suspiro de alivio hasta que estuve adentro. Me sentí aliviada y segura. Entonces me tope con muchas personas. Había música, alcohol, drogas y olor a... Si, sexo.

Algunas bailaban, otras inhalaban marihuana, otras bebían y otras hasta estaban manteniendo relaciones íntimas delante de todos.

V.1 « Por primer vez... Siento lo mismo que 2 »

V.2 « ¡JA! Dije que era una mala idea »

¿Donde carajos me metí? Seguí caminando hacia delante, esquivando a las personas.

—Hola, preciosa —dijo un hombre mirándome—. ¿Te interesa conocer a un verdadero hombre?

—¿Que? —lo mire con ironía—. ¿A quien me vas a presentar entonces? Porque aquí no veo a ninguno.

Seguí mi camino dejándolo allí. Mire hacia cuatro fuertes luces que apuntaban a un mismo lugar en medio de todo este club. Fui hasta allí... ¡PUM! Era un puto ring de boxeo.

Lo mire fijamente. ¿Por qué había un...?

V.1 « ¿Y por qué mierda crees que hay uno, idiota? »

V.2 « ¡MALDICIÓN! ¡AQUI PELEAN! »

V.1 « NOOO. Seguramente hacen competiciones sobre quien da el mejor abrazo... » esta si que era sarcástica « ¡Y CLARO QUE AQUÍ PELEAN, IDIOTA! »

Lo mire anonadada. Luego hacia arriba, había un gran ventanal que daba hacia el ring. Otro misterio.

Entonces el sonido de una trompeta suena en todos lados. La gente se empieza a entusiasmar y se acercan al ring, yo me tiró hacia atrás alejándome.

Un hombre anciano y medio gordo se sube al cuadrilátero. Toma un micrófono y dice:

—¡BIENVENIDOS A INFIERNO! —grita y todos lo siguen—. ¡Hoy tenemos una gran pelea!

Si, definitivamente pelean.

No presto atención cuando menciona a uno de los luchadores. Un gigante moreno de más de dos metros, lleno de músculos. Levanto sus brazos en simbolo de pronta victoria.

Entonces nuevamente el referee toma la palabra.

—¡Y a nuestra izquierda: el indoloro, el incomparable, el campeón e INDESTRUCTIBLE... —señala al lado izquierdo—. ¡SAVĄS GIAMBRUNO!

Entonces subió al ring. Imponente, grande y fuerte, con esa mirada sin sentimientos que daba escalofríos a quien sea.

Llevaba el torso desnudo y solo un pantalón corto. Era perfectamente musculado, abdominales, pectorales y brazos. Fuertes y marcados por, seguramente, un duro entrenamiento. Estaba todo tatuado hasta la nuca. Jamás vi tanta tinta en una persona como en él. Sus manos están envueltas con vendas blancas.

—Este es el inicio de la guerra —declaró y los miro a ambos—... ¡Que él más fuerte sobreviva! —diciendo esto se hizo hacia atrás dejando a ambos contendientes libres.

Ambos peleadores chocan puños, se observan mientras dan vueltas sobre ducho cuadrilátero. El moreno es el primero en atacar. Lanzo un fuerte gancho, el cual Savąs evita magistrales.

Los golpes son fuertes, duros... No pelean para ganar sino para sobrevivir. Savąs recibe puñetazos y patadas increíbles pero el parece inmutarse a cualquier signo de dolor. Pelea asombrosamente bien.

Los segundos pasaban, estaban cabeza a cabeza cualquiera podría ganar.

Savąs le lanzó un buen puñetazo haciendo caer el gigante moreno. Todos gritaban por él. Fue cuando mirando al público me encontró... Sus ojos se clavaron en los míos. Frunció el ceño mirándome.

V.2 « Creo que no le gusta mucho que estés aquí »

V.1 « ¿En serio? Gracias por avisar »

Tan concentrado que estaba en mi que no vio venir el puñetazo que le lanzó el moreno. Me sobresalte al verlo caer al suelo y como su contendiente se lanzaba sobre él.

No podía llegaba a ver lo que ocurría en el piso debido a la cantidad de personas que estaban delante mio. Solo lograba ver los brazos del tipo subían y volvían a caer una y otra vez... Si seguís así lo iba a matar.

—Savąs... —musito con preocupación.

Pronto el tipo voló en el aire cuando Savąs lo pateo con fuerza y se levantó con la mejilla sangrando. Hizo lo mismo y se lanzó sobre él sin darle tiempo a nada.

Lo golpeaba como sino hubiera mañana, el moreno se quedaba quieto, ya no se defendía. Savąs, en cambio, no reaccionaba, estaba enceguecido golpeándolo.

—Lo va a matar...

No quería que fuera un asesino. Rápidamente esquive a todas las personas intentado llegar al ring. Todos gritaban y alentaban lo que estaba ocurriendo como si fuera lo más normal.

Le salpicaba sangre en la cara tenía que pararlo. Vi como un grupo de chicos del otro lado le gritaban.

—¡SAVĄS PARA! ¡PARA! —gritaban intentado pararlo.

Parecía que eran algunos amigos. Pero él no se detenía, parecía no poder hacerlo.

Corrí hasta poder llegar, el tipo estaba casi muerto. Ni siquiera pude notar si respiraba o no.

—¡SAVĄS DETENTE! ¡LO VAS A MATAR! —grité con fuerza.

Entonces paro. Me miró a mí y luego sus manos. Se quitó de encima del hombre que parecía muerto ahí bajo un charco de sangre. El referee subió a intentar anunciar su victoria pero él lo esquivo. 

Miro hacia arriba y yo seguí su mirada hacia un hombre que lo miraba fijamente. Luego el mismo le susurraba algo a otro a su lado.

Sentí una mano sujetando mi brazo y me gire hacia Savąs. Había llegado rápidamente hacía mí, tiró de mi caminando hacia una salida trasera.

—¡Savąs, espera! —dije.

—¿Cómo carajos entraste? —pregunto, enfurecido.

—Bueno... —le enseñe la tarjeta—. Encontré esto en tu chaqueta.

—¿Me robaste?

—No soy tan estúpida —fruncí el ceño—. Claro que no.

—¡SAVĄS!

Nos giramos hacia el mismo grupo de chicos que vi del otro lado del ring. Dos chicos y cuatro chicos llegaron hacia nosotros.

—¿Que fue lo que paso ahí? —preguntó el pelinegro.

—Nada, Aidan —le respondió Savąs.

« Pelinegro: Aidan »

Observaba a cada uno de ellos. Savąs era el único rubio. Tenía entendido que Aidan era el pelinegro, había otro muchacho castaño. Dos de las sexys chicas tenían el cabello negro con mechas rojas y otra amarillas, las otras dos eran castañas.

Todos me miraban de arriba abajo, deben estar preguntándose quién mierda soy yo.

—¿Y está quien es? —el castaño hablo señalándome.

—"Está" tiene nombre, idiota —dije.

—Por eso mismo pregunté, tonta —su voz se había vuelto un fastidio.

—Peter, basta —lo paro Savąs.

« Castaño: Peter »

Entonces Savąs se tenso, seguí a lo que miraba fijamente. Tres hombres de traje se acercaban a nosotros a paso firme.

Su apretón en mi brazo se hizo más fuerte. Lo mire, sabía que ahora su preocupación crecía.

—Savąs —lo llamo uno de ellos—. Lorenzo quiere hablar contigo... Ahora —sentenció.

Mire a Savąs, respiraba profundamente.

—Está bien, ella ya se va —dijo y miro a sus amigos—. ¿La pueden acompañar, chicos?

—Cla...

—No —negó el mismo hombre—. Ella viene con nosotros. Lorenzo también quiere verla.

Tragué saliva. Sus amigos de miraron entre ellos y luego a nosotros.

Los hombres se alejaron y mire a Savąs esperando algo de su parte. Por su parte, solo me miro apenado.

—No debiste haber venido, Emiliana —susurro—. No sabes dónde te has metido.

Camino siguiéndolos y yo fui detrás de él. Nos metimos a un ascensor, había un silencio muy incómodo, ni siquiera una respiración se oía.

Las puertas se abrieron en lo que era un palco, pero parecía ser más una oficina, dos sillones, una estantería llena de carpetas y un escritorio, todo mayormente negro. Savąs y yo salimos primero siendo seguimos por los tres guardaespaldas.

Detrás de la imponente mesa de madera, sentado en un elegante sillón, se encontraba un hombre de unos cuarenta y tantos. Rubio medio canoso, ojos esmeralda y de facciones marcadas. Mirada seria e intimidante... Un leve parecido a Savąs.

—¿Quien es él? —le pregunte en un susurro—. ¿Tu padre...?

—Mí jefe —contestó sin mirarme.

Nos detuvimos a un metro del escritorio, sobre el había un pequeño porta nombre de metal dónde decía Lorenzo Giambruno. Divisé a seis hombres más aparte de quienes nos escoltaron hasta aquí. Todos armados con una pistola.

¿Quien mierda era este tipo?

—Interesante pelea, muchacho —dijo finalmente después de largos segundos mirándonos.

—Lorenzo, puedo ex...

—Sshh —lo calló alzando un dedo—. Jamás habías perdido tanto el control, hijo. ¿Te molesto que te haya golpeado?

—No.

—Entonces. ¿Que? —dijo eso al mismo tiempo que se puso de pie.

En cuanto este se puso de pie, sus hombres avanzaron un paso. Yo sujeté el brazo de Savąs mientras él me escondía detrás de él.

A él tal Lorenzo pareció sorprendido por su repentina acción para protegerme. Alzo sus cejas y ladeo la cabeza mirándome.

—¿Quien es ella? —preguntó curioso—. Una... ¿Amiga?

—Es una conocida.

—¿Una conocida? ¿Eh? —sonrío, no sabía si era bueno o malo—. No te escondas, linda. No muerdo.

—Pero si matas —respondí sin pensar.

—Emiliana... —me reprendió Savąs.

—Mmhh... Tiene lengua.

Le hizo una señal a sus hombres, entonces tres de ellos sujetan a Savąs mientras uno me aleja de él acercándome a Lorenzo.

—¡Lorenzo! —gritó Savąs—. Dejala, no sabe nada...

—Ven aquí, muñeca —ignoró por completo sus palabras—. Acércate.

—Por favor —suplicó detrás nuestro.

Él saco un arma y me apunto, haciéndole un gesto a su “hijo” para que se calle colocando el cañón en sus labios. Cerré los ojos esperando el sonido del disparo.

Tenía el corazón a mil y cientos de pensamientos pasaban por mi cabeza... Mi mamá, iba a dejarla con ese monstruo.

—¿Cómo te llamas? —me preguntó—. Nombre completo.

—Si vas a matarme hazlo —lo mire con los ojos humedecidos—. Pero antes no pienso hace lo que se te dé la gana.

—Vaya carácter.

—¡Lorenzo por favor! —gritó Savąs—. Por favor...

—¿Por qué, muchacho? —desvío su mirada hacia él—. ¿Por qué no matarla?

—¡TRES AÑOS MÁS! —eso me dejó muy confundida—. ¡Pelearé por tres años más!

—Seis —contrapuso.

—Está bien —asintió cerrando sus ojos—. Peleare por seis años más. Por favor... No la mates.

—Bien —bajo su arma—. Tienes mucha suerte, linda.

Se dio vuelta yendo nuevamente a sentarse en su elegante sillón. La mano de Savąs tomo mí brazo y me tiro hacia él.

Lorenzo Giambruno nos miro sonriendo. Colocó su mentón sobre sus manos con soberanía.

—Ten mucho cuidado donde te metes la próxima porque... —miro a Savąs—. No habrá quien te salve si hay otra situación.

Tenía ganas de enviarlo a freír espárragos pero me contuve. Savąs tiro de mí sacándome de la oficina antes de que Giambruno cambiará de opinión.

Él estaba tenso a mi lado, furioso apretó su mano al rededor de mi brazo.

—Savąs me duele...

—¿Tienes idea de lo que acabas de hacerme? —preguntó con rabia—. ¿¡POR QUE MIERDA VINISTE AQUÍ!? ¿¡QUE QUERÍAS LOGRAR!?

—Lo siento... —me disculpe—. No sabía...

—¡TU NO SABES NADA! —golpeó la pared de metal.

Las puertas se abrieron y él me llevo hasta la salida diciéndome por última vez « —Olvídame y no vuelvas — ». Así cerro la puerta dejándome afuera.

No podía creer lo que había pasado, estuve apunto de morir. Si... ¡Momento!

« —Pelearé por seis años más — »

Ay Dios... ¿Que le he hecho?

Le había... ¿Arruinado la vida? Quizás estaba apunto de tener su tan ansiada libertad y yo lo condene por seis años más...

V.1 « Le arruinamos la vida »

V.2 « Les dije que era una mala idea »

Perdí a lo único que podría haber considerado como amigo y ahora estoy sola de nuevo.

...(...)...

« Tres semanas »

Casi un mes desde la última que vez que nos vimos en ese club. Aunque tuve muchas ganas de buscarlo me di cuenta de que solo lo metería en problemas.

Pronto entraría en vacaciones de verano nuevamente. Solo me quedaba nada para cumplir los dieciocho años. Pensaba en irme lejos y jamás volver, pero mi mamá está amenazada. Así que apenas cumpla años iré a denunciar a este desgraciado.

—Ya falta poco, Emiliana. Resiste —dije mirando el calendario.

Esperaba la tan ansiada fecha « 24 DE JULIO ». Solo quería que todo terminará de una puta vez.

Me dispuse a tomar mí mochila cuando note que en ella seguía la chaqueta de Savąs. Mí corazón se marchito al recordar que por mí se metió en problemas. Siempre haciéndole mal a todos...

—Eres una inútil —me dije a mi misma—. No puedes ni cuidar a tu madre.

Eso me hizo aún más mal. Me senté sobre la cama tomando la prenda entre mis manos, la olí instintivamente, seguía teniendo su perfume... Mi único casi amigo.

Sacudí mí cabeza y salir de mí casa rápidamente antes de que el desgraciado me viera. Caminé las típicas cinco calles de siempre hasta llegar a la parada de buses

El viaje se me hizo eterno hasta llegar a la escuela. Baje, caminaba cómo zombie para llegar a mi salón. Sentía un terrible peso en las piernas.

La clase de biología animal empezó ni nada que sea sobresaliente. Sabía bastante de ese tema ya que leo bastante. Mire hacia la ventana viendo los árboles que bailaban por la suave brisa.

El timbre de salida sonó marcando que todos debían retirarse, guarde mis cosas y camine hacia la salida. Cruce la puerta exterior dispuesta a irme cuando lo vi.

« Mierda de las mierdas »

Era Víctor, me miraba fijamente enfurecido, desvíe mi mirada hacia su mano izquierda dónde tenia la chaqueta de Savąs. La encontró, entro a mi baño y la encontró.

Entre su mano vi algo largo y filoso... Oh Dios mierda, también mis navajas.

V.1 « ¡CORRE EMILIANA! »

V.2 « Estoy de acuerdo. Alejáte ¡PERO YA! »

Mis pies se movieron por si solos, corrí sobre el césped del patio alejándome lo más rápido que podía. Sentía como podía seguirme y no había mucha gente en la calle. Era correr o morir seguramente.

—¡DETENTE! ¡TE VOY A ATRAPAR DE TODAS MANERAS! —gritaba a mis espaldas, con la voz agitada.

—¡YA DÉJAME EN PAZ! ¡AYUDA!

¿Cómo era posible que nadie me escuchará? ¿Tanta mala suerte tenía?

Iba a desfallecer en cualquier momento, estaba muy cansada y mi pecho dolía. Pero no podía detenerme, él estaba muy cerca mío y si me alcanzaba sería mi fin.

Corrí incontables cantidad de calles. Inconscientemente termine frente a INFIERNO otra vez. Me detuve frente al club mirándolo como si fuera la entrada a una pesadilla.

—¡EMILIANA! —gritó Víctor.

V.1 « ¡ENTRA AHORA! »

Prefiero morir por una bala que dejarme tocar por él.

Todo pareció transcurrir en cámara lenta. Corrí hacia la entrar y empuje la puerta. Está se abrió haciendo un estrepitoso ruido. Me encontré con Savąs y sus amigos entrenando sobre el ring. Me miraron desconcertados por mí presencia aquí.

Fue cuando todo se me volvió borroso y mis piernas no podían mantenerse en pie. Seguramente tenia la cara roja y gotas de transpiración caían por mi rostro... Me sentía morir.

—¿Emiliana? —la voz de Savąs provocó una sensación increíble de seguridad—. ¿Que hace...?

Lo mire estaba delante de mí. Su mirada era de molestia y preocupación al mismo tiempo... Debía preguntarse que estaba pasándome. Pero no pude responder.

¡BAM!

Me desplome. Sus brazos fueron rápidos y me sostuvieron antes de tocar el suelo.

—¡Emiliana! —gritó y se giro hacia sus amigos—. ¡Preparen el auto chicos! —me miro, tocando mi mejilla—. Mírame, Chaparrita, mírame. ¿Que paso?

—En-encontró... Tu... Chaqueta.

Todo se puso negro. No sentí ni escuché nada más.

...(...)...

—Doctor... O... Drews... A cirujía —parecía una bocina o algo así.

Pocos sonidos iba recibiendo eran como entrecortados ecos y un (Pip-pip-pip) ¿Donde estaba?

V.1 « ¿Cuánto tiempo estuviste durmiendo? »

V.2 « ¿Te sientes mejor? »

Los ojos me pasaban mientras intentaba abrirlos, las luces blancas de un techo igual de blancos me enceguecian. Apenas pude mover mi boca dije lo primero que se me cruzó por la cabeza.

—Savąs... —susurre.

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