Durante 7 años una serie de crímenes ocurren en los lugares más dispares del país. Metódicamente varios hombres son asesinados cada año. La policía tiene identificadas a las culpables. Magnolia. Jazmín y Miosotis. Las tres Flores de la Muerte. Tres jóvenes de diverso origen, unidas por una increíble saña y maldad, asesinan impunemente sin ningún tipo de remordimientos. Un veterano policía toma las riendas del caso y ésta vez parece ser el indicado para dar fin a la pesadilla de brutales crímenes. Un cuento en tiempos diferentes y sorpresivo desenlace.
Una historia policial sin concesiones, directa, lineal, oscura.
Policial, Suspenso, Urbano, Contemporáneo, Cuento
+16
Todos los personajes, lugares y acontecimientos descritos en ésta obra son de la exclusiva imaginación del Autor, no tienen relación indirecta, ni directa con personas, lugares y sucesos en cualquier área geográfica en un momento determinado. Edrapecor
Lectura de Entretenimiento. Prohibida la reproducción y comercialización parcial o total de éste documento sin el permiso escrito del Autor y/o Editor
El Comisario Evaristo Gutiérrez despertó. Sus 22 años de servicio en Homicidios le recordaban que todavía faltaban 8 años para su jubilación. Un recuerdo no muy agradable para el frio de un domingo a finales del otoño, en que debería estar durmiendo a las 6 y media de la mañana.
El ring de su teléfono y el que nadie lo estrellará contra la pared, indicaba que también tenía 16 años de divorciado y vivía completamente solo.
Dime—dijo a su segundo, el Inspector José Rodríguez.
Básico hasta en el apellido.
Dime—repitió ronco todavía de los mil y un cigarrillos del día anterior.
Gutiérrez. Volvieron a atacar.—explicó desaforadamente la voz desde el otro lado del teléfono
¿Otra vez?—contestó el Comisario, entendiendo perfectamente a quienes se refería su subalterno.
Sí. Lamentablemente fue uno de los nuestros.
Maldita sea.--Gutiérrez se despertó totalmente ante la noticia, incorporándose en la cama.
Hoy no voy a fumar.
Como pudo se lanzó una franela, una gabardina encima y casi se fue en zapatillas de dormir.
Ufff. --Dijo el hombre devolviéndose en la puerta, para terminar de vestirse. Un blue jean. ¡Como si todavía fuera un muchacho¡ Una camisa militar.
Uno de los nuestros—dijo para nadie saliendo a la fría mañana.
Encendió su coche asignado. Un abollado Peugeot 408 Turbo Diesel Sedan Blanco.
¿En dónde es?.—preguntó por radio.
Sabía que de alguna forma invariablemente Rodríguez estaría del otro lado.
Av. Cuatricentenario con paseo Orinoco. Fueron ellas. Continuo la voz, tomando el tono policial
Pero es que hace muy poco del último—explicó para sí mismo, no queriendo aceptar la realidad.
--Magnolia sale muy nítida en la cámara de seguridad de la farmacia
--Ok. Déjame llegar...
15 minutos después el Comisario estacionó el Peugeot. Aunque era domingo y muy temprano, varios curiosos eran espectadores de la escena. Motocicletas y coches policiales estaban con sus luces giratorias.
Vio estacionado el Dodge Dart Turbo Diesel Azul y Blanco de la Policía Municipal. Todavía tenía las luces giratorias encendidas y las dos puertas delanteras totalmente abiertas. Por una salió el policía. La otra de seguro la abrieron las asesinas.
El Comisario maldijo por lo bajo. Hasta la saciedad les había dicho que en caso de verlas, así fuese de lejos, pidieran refuerzos, hicieran un cerco, y sobre todo no se acercaran.
Evidentemente el agente no hizo caso. Otro idiota queriendo ser el ganador del trofeo, creyendo que podía con tres chicas. Ahora era parte de la estadística.
Se acercó y levantó la sábana de plástico. Miró con un gesto de contrariedad.
Un novato. Un muchacho. Un Policía Municipal.
Se incorporó y vio a su alrededor. Ya deberían estar lejos, o quizás entre los vecinos que contemplaban la escena. Casi por reflejos se acercó al grupo. Ninguna de las pocas chicas que a esa hora hacían trote correspondía con ellas. Igualmente vio hacia las lujosas casas de los alrededores. Sabía perfectamente que una de las que veía era una de ellas. Siempre lo hacían
La dependienta de la farmacia las vio. Les pareció conocidas, aunque ellas compraban normalmente en los pasillos y tenían varios días haciéndolo, siempre muy temprano en la mañana. Una parecía enferma. Tuvieron una conducta errática y llamaron la atención.
La dependienta llamó a la policía y estos despacharon una patrulla. El agente llegó, cuando ellas ya se marchaban. Apenas se les acercó, una se le lanzó, lo derribó, la otra lo sujetó y la otra... Bueno...ya usted lo vio. Lo degolló. Se llevaron el arma de reglamento. – explicó rápidamente Rodriguez parado junto a su superior.
El Comisario asintió. La puerta abierta del copiloto.
Nuestro muchacho en realidad no sabía quiénes eran ellas. Se acercó despreocupadamente, ellas ya estaban prevenidas. El no tuvo oportunidad. Se deslumbró por lo bonitas y quiso hacer una relación a través de la autoridad—dijo el hombre viendo a su alrededor.
Craso error—determinó Rodríguez, entendiendo
Se llevaron el arma como trofeo—Musitó el comisario y en igual tono le dijo casi al oído de su subordinado-- haz una redada. Detén todos los vehículos que circulen y con mucho cuidado identifica a todas las muchachas que anden por aquí…hazlo con extremo cuidado. Repitió.
El otro asintió casi imperceptiblemente
Caminaron al interior de la farmacia. La dependienta todavía estaba en shock. Lo había visto todo desde el mostrador, a través de la vidriera panorámica de la farmacia que enseñaba la avenida, el amplio y vacío estacionamiento.
La mujer con un gigantesco ataque de tensión alta, un manojo de nervios y tartamudeando, contó más o menos palabras más o menos lo dicho por su asistente.
Lo peor—dijo la mujer con las lágrimas corriendo por sus mejillas—es que son bonitas, son tranquilas, no pierden la compostura. No debí haber llamado. Ellas se hubieran ido y ese chico estuviera vivo. Siempre tenían mucho dinero en efectivo. Cuando pagaron la factura me pareció muy extraño. ….Es que son tan jóvenes. No sé por qué lo hice. Ya eran clientes habituales de aquí. Me siento tan culpable. Ustedes no están capacitados.
Gutiérrez asintió. En silencio salió a la escena. Ya la Fiat Ducato Turbo Diesel del forense llegaba y una reluciente grúa GMC Turbo Diesel se llevaba la radiopatrulla. En quince minutos nadie diría que un asesinato se había cometido en esa radiante mañana de domingo de Septiembre en un elegante suburbio de la ciudad.
Gutiérrez encendió su Peugeot. El papeleo, los inútiles interrogatorios a los transeúntes y la sensación de fracaso se lo dejaban a Rodríguez. Dio la vuelta y lentamente se desplazó por las calles circunvecinas. Su experiencia le decía que en alguna casa o apartamento abandonado, en venta o en alquiler; ellas pernoctaron tranquilamente y de incógnito. También podían tener secuestrado a un hombre que viviera solo . Ya lo habían hecho varias veces. De seguro tenían algún tiempo en el vecindario. Ya habían usado muchos disfraces. Chicas universitarias provenientes de provincia, Enfermeras, Obreras, oficinistas recién graduadas. Dos hermanas y una de ellas con una relación lésbica. Coberturas efectivas, normales, que tres chicas, inocentes, bellas, usaban para enmascarar lo que verdaderamente eran. Después desaparecían.
Vio el lote de residencias. Habían muchas casas con el letrero de venta. Todavía la gente emigraba en masa a España, India, Vietnam y USA.
Rodríguez. En la avenida Raúl Castro, verificame todas las casas que están en venta o abandonadas. Debe haber una a la que le quitaron el letrero. También si puedes. Averíguame si hay hombres viviendo solos por el sector. Es para el mes pasado. --Dijo estacionando con el motor encendido, viendo atentamente el sector...
¿Quién quita?. A lo mejor todavía están por aquí.
Rodríguez le solicitó el sector.
Es cerca de la plaza Steve Jobs. --contestó distraídamente el Comisario. Veía las casas. Una que tuviese las ventanas abiertas. O cortinas muy cerradas. Las gentes salían a sus jardines. Se dirigían a sus iglesias de culto. Lavaban sus autos. Comenzó a Rodar lentamente. Se internó en una de las transversales. Luego viró a la izquierda. Era una Calle sin salida. Al final una casa daba fin a la calle y a la vereda. Tenía el jardín descuidado. Evidentemente estaba abandonada o algunos ancianos Vivían en ella
Esa es. Esa tiene que ser.
Rápido. Envíame al Swat. Localízame por el GPS. Sin Sirenas. Si pueden llegar en una panel sin identificación, mucho mejor. Ya. ¡Apúrate¡—dijo el comisario a Rodríguez. Mientras quitaba el seguro de su Beretta. …
La Policía les había colocado tres seudónimos. Magnolia, Jazmín y Miosotis. Habían comenzado su terrible accionar siete años atrás. Costó mucho tiempo y esfuerzos identificarlas, conectarlas con crímenes sin lógica, sin aparentes motivos. Diferentes investigadores habían fracasado estruendosamente en tratar de capturarlas. No caían en celadas, ni trampas, ni señuelos. Muchos veteranos policías decían que tenían pacto con el Diablo.
Habían comenzado su terrible accionar siete años atrás. Costó mucho tiempo y esfuerzos identificarlas, conectarlas con crímenes sin lógica, sin aparentes motivos. Diferentes investigadores habían fracasado estruendosamente en tratar de capturarlas. No caían en celadas, ni trampas, ni señuelos. Muchos veteranos policías decían que tenían pacto con el Diablo. La realidad es que tenían coeficientes de inteligencia muy altos, lo que las identificaba como violentas esquizofrénicas, paranoicas; dándose el lujo de adelantarse a toda planificación policial, pues no eran vanidosas, ni egocéntricas, no saliéndose de control a pesar de los insultos y descalificaciones de la policías para inducirlas a cometer un error.En la eficiencia de adolescentes entrenadas al máximo en inteligencia emocional para el crimen. Actuaban con pasmosa eficiencia en su maligna carrera delincuencial. Ya la orden era eliminarlas apenas estuvieran a tiro. Lógicamente ellas lo habían aprendido al escapar de peligrosas celadas, y tomaban más precauciones en sus arriesgadas operaciones. La esperanza de muchos jefes policiales es que terminaran matándose entre ellas mismas y poder dar fin a tan peligrosas mujeres
Sus orígenes eran muy diferentes. Magnolia nació, vivió y se educó en una urbanización de clase media alta.
Jazmín 
nació en el campo, hija de una muchacha inmigrante indocumentada, proveniente de Argentina y un tractorista temporal en las inmensas haciendas de maíz de los Chinos y Japoneses.
Miosotis
provenía de las urbanizaciones obreras, que el gobierno en las épocas de la oscuridad y la maldad, construyó para los marginales y habitantes de las miserables favelas de los cerros de la capital.
¿Cómo se conocieron? ¿Cómo congeniaron? El día en que las capturaran ellas lo dirían. Si es que eso llegase a suceder. Se suponían y casi todos estaban convencidos de ello, es que fue por Line, Tango, Twitter o Facebook o a lo mejor Skype, Telegram, Tinder,Instagram, WhatsApp . Aunque aparentemente no lo tenían. Sin embargo el Comisario estaba seguro que se conectaban con seudónimos falsos.
Magnolia se llamaba en realidad Krystal Johnson Fergusson.
Su padre era un alto ejecutivo de una empresa de extrema tecnología y su madre una famosa abogado. Rubia, con unos inmensos ojos azules, que a veces ocultaba con sencillos lentes de sol, fue educada en medio de ballet, pintura, defensa personal, clases personalizadas, hablaba inglés, francés. Su vestimenta, perfumes, y piezas de tocador eran Donna Karan Original. La llevaban al exclusivo colegio católico en una Dodge Gran Caravan Turbo Diesel únicamente para ella. Extrovertida, afable, flexible. La número uno en todo, perfeccionista e imposible de superar en cualquier competencia. Era muy bella y precoz. Todos los chicos andaban tras ella, le gustaban los hombres adultos. Era evidente que sus primeros contactos sexuales los experimentó a muy temprana edad…
Jazmín nació en un hospital rural. Rita Peralta era su verdadero nombre. Única hija, Sin padre conocido y madre trabajadora en las granjas de exportación. Era fuerte, bastante ruda, de unos fieros ojos negros y un pelo muy negro, que siempre aclaraba con tintes. Morena, desde pequeña mostraba un cuerpo macizo, bello, muy fuerte. El tosco ambiente la moldeó absolutamente. Sabía defenderse de las ansias de los hombres que no les importaba que edad pudiera tener una mujer, pues en esa zona eran muy escasas. Su educación era muy primitiva y rudimentaria, vivía en un constante silencio.
--Es que es así—explicaba la madre, a los que preguntaban por aquel eterno silencio. Su única preferencia parecía ser unos shorts de jeans y camisas de kaki o de cuadros. Le encantaban los sombreros. Dejó de estudiar e ingresó en los programas de entrenamiento para manejar los inmensos tractores John Deere en los campos. Era una pequeña que le encantaban los Mack, Hino, los Navistar. Ahí si se explayaba comentando las diferentes cajas de cambios y motorizaciones de los gigantescos camiones 6x4.
Miosotis era Susana Gálvez.

Era la tercera hija del cuarto marido de su madre. Era la única que tenía hermanos y hermanas. Era las más bonita de ese grupo, la de mejor cuerpo, la de la voz más femenina, la que mejor bailaba, la que le gustaba dormir más, la que fue una alumna promedio, la que veía todos los noticieros de farándula y religiosamente compraba el periódico, la que golpeó a más chicos en la primaria, la que primero aprendió a manejar motos, la que tenía una expresión corporal más agresiva, la que le gustaba leer novelas de terror, y las manos muy sueltas para golpear. En definitiva, la más peligrosa.
II
La Dodge Sprinter Turbo Diesel color negro brillante se estacionó estratégicamente. Cuando los agentes de Swat comenzaron a descender, hizo que todos los vecinos salieran a curiosear.
--Rápido—gritó Gutiérrez, con la automática en la mano, corriendo hacia la casa que no mostraba actividad alguna.-- ¡Maldita sea¡. Hemos perdido el efecto sorpresa.
Rodríguez corría tras su superior, seguido por el pelotón, quienes sin ninguna consideración tumbaron la puerta.
Si hay una familia aquí, el lío va a ser gordo—rumio el comisario. A lo mejor sería bueno, llevándolo más rápido a la jubilación.
Si están ahí adentro, no dejen que se les acerquen. Disparen a matar—ordenó a todos el Comisario. —Pero cuidado, pueden haber otras personas; dijo caminando con cuidado por la casa silenciosa y vacía.
Mientras el grupo de policías corrían a la casa. El chico salió curioso. Estaba viendo la escena desde el jardín de la primera casa, justamente la que hacia esquina con la avenida principal. Silenciosamente, igual que los otros vecinos veían el accionar de la policía al final de la calle. Vio pasar 4 motos Kawasaki 650 y dos Chevrolet Malibu Turbo Diesel sin identificación.
Ya no se puede vivir aquí—dijo a su vecina que estupefacta veía la escena.
Es verdad—asintió la otra, sin soltar la manguera con la que regaba el césped artificial. -- Debe ser por el policía que asesinaron enfrente de la farmacia.
Seguro que sí—afirmó suavemente el chico, introduciéndose en la casa, tan igual que muchos vecinos, que comenzarían a desayunar.
El chico se introdujo en la casa, dejando la puerta abierta, para que se escuchara la música de Aerosmith que de su interior salía.
--Debemos irnos – informó Jazmín a Magnolia y a Miosotis, quitándose la peluca.
--Ya estuviéramos lejos. Pero te encanta ver el circo—informó Magnolia, con una voz tranquila. Sin disgustos...
Ya me siento bien—dijo Miosotis.
Sí. Pero definitivamente necesitamos un sitio para que descanses. Debes decírselo…
Todas comenzaron a tararear “Jenny Have Gun”, mientras tranquilamente pasaron caminando junto a la Ford Econoline y recibieron un piropo de uno de los agentes que los vio irse…
Tres chicos Gays. Inocentes y frágiles. Tranquilos y serenos. Tratando inútilmente parecer femeninos. Esperaron 10 minutos en la parada y se marcharon en el tranvía suburbano.
--Sí. Ustedes tienen razón. Se lo diré.— susurró finalmente , mientras no dejaba ver el paisaje a través de la vista panorámica.
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