—A dónde iremos ahora, amor?— El hombre a mi lado, que resulta ser nada más ni nada menos que mi esposo se removió en su asiento apartándose un poco de mi y soltando nuestras antes entrelazadas manos.—Sucede algo cariño?— Nuevamente volví a preguntarle preocupada de que algo estuviera molestándole.
—No— Negó con la cabeza mientras colocaba un semblante frío que nunca antes había visto en él.
Desde la boda él ha estado comportándose extraño, en especial durante todo el vuelo hacia Rusia, su país natal, estuvo hablando por teléfono lo que no nos dejó tiempo para hablar sobre cómo sería mi vida de ahora en adelante, lejos de mi familia, de mi madre para ser más precisos. No me había apartado de ella desde lo que pasó con papá; siempre pensé que viviría junto a mis padres y cuidaría de ellos siempre, pero hace dos años mi padre enfermó y falleció y como su única hija, soy la heredera de toda su fortuna, en especial de los reconocidos viñedos que poseemos. Después de eso, pensé que ni mi madre ni yo nos recompondríamos pero, no fue hasta que Andrey Volkov llegó a mi vida. Un muy perdido Ruso que fue a dar conmigo para pedirme indicaciones mientras paseaba por las calles de Milán.
Sumergida en aquel día en el que quedé cautivada por la sonrisa contagiosa de Andrey, no me percaté en que el auto había cruzado las rejas de una gran mansión. El auto se acercó a la gran casa y aparcó frente a la ostentosa entrada. Antes de bajarme, cerré bien mi abrigo, ya eran las 2am por lo que el frío viento ruso debería estar más que helado. Andrey bajó del auto y lo vi dar la vuelta, pensé que lo hacía para abrirme la puerta como lo había hecho tantas veces antes, pero solo se detuvo a hablar con el chófer y luego adentrarse en la mansión. El chófer se apresuró en abrirme la puerta por lo que aproveché para salir con algo de prisa y adentrarme también en la casa.
Cuando cruce el umbral quedé asombrada por el alto techo adornado por candelabros y el largo recibidor hasta las escaleras dobles dónde estaban dos mujeres una mucho más mayor que la otra vestidas de negro al pie de la escalera cada una.
—Bienvenida señora Volkova— No sé si podré acostumbrarme algún día a que me digan así. —Soy Agatha la ama de llaves y ella es Anika, será su sirvienta personal. Si necesita algo solo pídaselo— La mujer mayor habló tratando de articular bien las palabras a pesar de su marcado acento. Algo en su mirada me estaba dejando muy en claro de que yo no era mucho de su agrado.
—Mucho gusto— Intrigada seguí explorando todo el lugar con la vista —¿Pueden guiarme a la habitación de mi esposo?— Agatha soltó una sonrisita que me dejó confundida y se marchó. Anika tímidamente comenzó a subir las escaleras por lo que la seguí.
—Hace mucho que trabajas aquí?— Preferí ignorar el comportamiento del ama de llaves y mejor tratar de romper el hielo entre Anika y yo. Si ella iba a trabajar para mí será mejor que rompamos el hielo entre nosotras.
—No mi señora— La chica seguía caminando cabizbaja por lo que apresuré mi paso para quedar a la par.
—Te ves muy joven, ¿Cómo es que terminaste trabajando en esta casa?— Podría jurar que no tenía más de 16 años
—Mi padre es el chófer del señor Volkov. Vivimos en la casa de empleados en la mansión— Eso tiene más sentido. Además, seguía llamándome la atención que su acento al hablar no era tan marcado como el de Agatha.
—Hablas muy bonito, Anika— La chica se sonrojo un poco y se detuvo frente a una gran puerta blanca con detalles dorados.
—El señor Volkov le gusta que sus empleados sean bien educados. Además, desde que supe que vendría traté de perfeccionar mi forma de hablar para complacerla mi señora— Así que Andrey también se preocupa por sus empleados. No podría haberme casado con alguien más amoroso.
Anika abrió la puerta develando una hermosa habitación, que aunque tenía toques modernos seguía manteniendo una característica antigua y victoriana. Habían varios sofás color beige y en el centro una enorme cama con barrotes a los lados. Unas muy gruesas cortinas con estampado florar cubrían las ventanas y en el frente había una televisión pegada a la pared sobre la chimenea.
—Desea que prepare su cama mi señora?
—Por favor llámame Paula— Le dije brindándole una gentil sonrisa.
—No podría— No se de dónde puede sacar tanta timidez.
—Entonces, por favor olvídate del "Mi", si te hace sentir mejor solo dime Señora— Ella asintió más aliviada —Y no te preocupes, iré a ducharme mientras espero que Andrey venga.
Ella levantó su cabeza y me observó algo confusa.
—¿Qué sucede? ¿Por qué tienes esa cara?
—El señor Volkov ya está en su habitación señora, no creo que venga aquí hoy— Está vez la confundida era yo.
—¿Cómo que en su habitación? ¿Qué está no es la habitación de los dos?— Se supone que hoy es nuestra primera noche de bodas, ¿por qué no está aquí?
—No lo sé, señora. El señor ordenó que prepararan esta habitación para usted.
—¿Y la de él?— Pregunté algo alterada por lo que estaba escuchando. ¿Por qué Andrey no me había hablado nada sobre esto? ¿Es esto una especie de tradición rusa que desconozco?
—Es la que está del otro lado de la casa— Incluso me dio la habitación más apartada a la suya. ¿Esto es una especie de juego?
Ignore a Anika y empecé a caminar de prisa por la casa. Sí, estaba un poco perdida debido a la gran cantidad de puertas pero no me importaba, giré la perilla de una de ellas y esta no se abrió, se encontraba cerrada con llave. Estaba casi por perder mis estribos cuando me giré hacía Anika y le pedí que me dijera dónde estaba la habitación de Andrey. Ella dudosa señaló una de las puertas, puerta que literalmente se encontraba en el mismo lugar que la mía solo que del lado opuesto de la casa.
Le hice una seña para que aguardará y no me siguiera. Giré la perilla de la puerta y está por fortuna no tenía seguro. Al entrar, un tonificado rubio cenizo se encontraba de espaldas despojándose de su camisa. Su perfume estaba impregnado por toda la habitación. Muy despacio cerré la puerta pero de todas formas capté su atención lo que lo hizo girarse de inmediato
—¿Qué haces aquí, Paula?— Ignorándome me dio la espalda y continuó desvistiéndose. Me acerqué, pegándome a su espalda y abrazándolo mientras deslizaba mis manos por su abdomen.
—En verdad te estás haciendo de rogar— Le dije dejando un camino de besos por toda su espalda. Él sostuvo mi mano y se giró bruscamente mientras me observaba.
—Quiero que te vayas— Fruncí mi seño tratando de descifrar que era todo esto.
—Ya déjate de juegos Andrey, es nuestra noche de bodas— Apretó mi muñeca muy fuerte lo que me hizo quejar por el dolor. Su mirada estaba completamente oscura, esos hermosos ojos azules que antes me gritaban amor ahora estaban convertidos en desconocidos por la oscuridad que reflejaban.
—Auch! Andrey, ¿Qué te pasa?— Aún manteniendo su apretado agarre en mi muñeca se dirigió a la puerta y me empujó hacía fuera.
—No quiero que vuelva aparecer en mi habitación!— Dijo dirigiendo todas esas palabras a la muy asustada Anika que estaba detrás de mí asintiendo nerviosa mientras Andrey cerraba de un portazo.
—No logro entenderlo— ¿Qué demonios le sucede? él nunca me había tratado así, ¿a dónde ha quedado el Andrey del que me enamoré?
Me pasé toda la santa noche dando vueltas en mi habitación, tratando de entender que le había pasado a mi esposo, mi muñeca me picaba donde ahora estaban unas marcas rojas debido al agarré de él.
Antes, el mismo me había insistido en que aguardáramos hasta casarnos para poder estar juntos y yo acepté contenta, estaba completamente enamorada de él y nunca había tenido tantas ganas de entregarme a un hombre por primera vez como con él pero, no entiendo que ocurrió. Él me había dicho que estaba muy ansioso de que llegara nuestra luna de miel. ¿A caso hice algo para enojarlo?
—Señora— Anika salió del armario con una somnolienta cara.
—Gracias por ordenar mis cosas, Anika. Ya vete a dormir— Ya debían ser alrededor de las 6 de la mañana por lo que le pedí que fuera a descansar. La estuve reteniendo toda la noche debido a mi enojo. Creo que después de todo descargué mi frustración en la pobre muchacha.
Tan pronto escuchó mis palabras salió de la habitación de prisa. Supongo que querría aprovechar cada segundo que tuviera para dormir y no la culpo. Caminé hasta mi armario y este estaba perfectamente organizado por secciones y colores.
—Si que es eficiente— Aún tenía puesta mi ropa con la que llegué a la casa. Es mi primer día como la señora de este lugar, debería verme impecable para dar una buena impresión.
Observé cada una de mis prendas hasta dar con la indicada. Tal vez si invito a Andrey a desayunar podamos hablar sobre lo que ocurrió anoche. Descolgué un vestido azul marino con pequeñas flores amarillas y mangas hasta los codos, este era perfecto para el clima que, aunque el sol ya estaba afuera se sentía bastante frío debido a que el invierno ya estaba por comenzar.
Dejé el vestido en mi cama y entré al baño a darme una ducha. Estuve pensando en todo lo que había ocurrido mientras el agua caliente relajaba mi tenso cuerpo por el viaje. Algo debió pasarle a Andrey, él nunca ha sido así de brusco, si algo está molestándolo tengo que saber para poder ayudarlo.
Cerré la llave y envolví mi cuerpo con una toalla. Me acerqué al espejo del baño donde una muy ojerosa Paula se reflejó.
—Mira como estás, Paula. No llevas ni veinticuatro horas casada y ya estás hecha un desastre— Reí para misma y salí para cambiarme y arreglar mi húmedo cabello.
Al cabo de unos treinta minutos ya estaba lista. La verdad si me di prisa por temor a que Andrey se despertara antes de que pudiera tener todo listo.
Bajé las escaleras casi dando saltitos, había elegido unos zapatos bajitos a juego con el vestido para después poder salir cómodamente a ver el lugar. Cuando entré a la cocina todos los empleados ahí presentes parecieron congelarse ante mi presencia.
—Hola, buen día a todos— Les dije levantando mi mano para saludarlos.
—Se...señora Volkova usted no debería estar aquí— Una muy enfadada Agatha se acercó a mi.
—Solo vine porque quiero preparar el desayuno para Andrey, prometo que no estorbare— Se cruzó de brazos y empezó a reírse descaradamente en mi cara.
—El señor Volkov no come nada que no haya sido preparado por un chef— Está vez aproximó muy cerca a la mía su petulante cara —Aunque usted es su esposa, ya debería saberlo, ¿no?— ¿Qué se ha creído esta mujer? ¿cree que puede estar riéndose en mi cara así nada más?
—No puedo perder el tiempo, permiso— Intenté esquivarla para adentrarme a la cocina pero ella siguió interponiéndose.
—Señora Volkova, déjeme recordarle su lugar en esta casa por si aún lo de anoche no se lo ha dejado en claro— ¿Lo de anoche? ¿ella lo sabe? ¿Vio como Andrey me sacó de su habitación? o ¿Anika le contó todo? —En esta casa usted no es más que una simple visita sin importancia. La única que tiene el derecho de hacer alguna cosa aquí soy yo. Yo dirijo este lugar, ¿le quedó claro?
—¿Cómo se atreve una empleada como tú a hablarle así a la esposa de su jefe? Ahora yo soy la dueña de esta casa, la señora Volkova y si no te gusta mi presencia aquí, entonces lárgate.
—Usted...— Ella estaba a punto de decir algo cuando su mirada se clavó detrás de mí.
—¿Qué? ¿ahora te has quedado sin nada que decir, bruja?— Así es, ahora ya sabes con quién te estás metiendo.
—Señor Volkov— Mis ojos se agrandaron mientras me giraba lentamente encontrándome con Andrey aún en pijamas detrás de mi.
—Andrey, amor..— Por más que estábamos uno frente al otro su mirada ni una sola vez se dirigió a mi.
—Quiero mi desayuno listo en cinco. Agatha dile al chófer que nos vamos en cuarenta y cinco minutos— Él estaba por irse así que lo sostuve del brazo tratando de detenerlo.
—¿Te gustaría que desayunemos juntos?— Retiró mi mano de un tirón y siguió caminando hacía el comedor sin decir nada. Supongo que eso es un sí de su parte.
Durante el desayuno ambos estábamos en silencio, no sabía cual sería el momento adecuado para hablar pero él ya estaba terminando su plato así que debía apresurarme.
—Veo que sigues de mal humor hoy también— Su tenedor chocó contra el plato. Él levantó su mirada y por primera vez en toda la mañana la dirigió a mi aunque sin pronunciar palabra, solo se quedó viéndome. —¿Qué?— Le pregunté ansiosa por la forma en la que me estaba mirando.
—¿Qué es lo que te sucede, Andrey?
—Quieres saber que me sucede, bien. Tu eres lo que me sucede. Tu eres el maldito problema— Dijo estrellando su plato contra la pared y luego marchándose.
Me quedé asustada mirando hacía donde segundos antes estaba Andrey sin poder pronunciar alguna palabra. Anika había aparecido en el lugar y se acercó para verificar si estaba bien.
—¿Señora, está bien?— Quería hablar pero mi lengua estaba completamente trabada y mi cuerpo estaba clavado a la silla.
—Le traeré algo de beber para que se calme— Solo cuando me encontré nuevamente sola pude reaccionar y me levanté de golpe.
—¿Pero que hice! ¿con quién demonios me casé?
—Che cosa sta succedendo? Non è così che immaginavo la mia vita matrimoniale— ¿Es así cómo serán mis días de ahora en adelante? ¿Andrey solo estaba fingiendo ser alguien diferente conmigo? Entonces, ¿por qué quiso casarse? no lo entiendo.
Mis ojos estaban llorosos lo que dificultaba que pudiera ver perfectamente todo a mi alrededor. Andrey se había ido supongo que a su trabajo, después de lo que hizo en el comedor no quería verlo, así que aproveché que se fue para explorar todo el lugar alrededor de la casa y ver si así lograba calmar esta angustia que estaba creciendo en mi pecho.
El terreno de la mansión era enorme, sellado por enormes arbustos bien podados que rodeaban todo el perímetro. Junto a la casa, había una piscina gigantesca, supongo que debe ser usada mucho por Andrey durante el verano. Recuerdo que en uno de nuestros paseos a Venecia me había contado de su fascinación por la natación. Seguí caminando y a lo lejos vi un establo. No puedo creer que él tenga caballos. Corrí seguida por Anika para llegar aún más rápido.
—Waoh, son hermosos— De reojo pude ver a Anika asentir ante mi comentario. Me acerqué a un hermoso caballo de color negro que estaba asomando su cabeza y lo acaricié. —Estás mejorando mi día hermoso— Dejé de acariciar el caballo y me alejé al ver volver a los trabajadores
A lo lejos pude ver una casa que, aunque no era tan grande como la mansión si era bastante bonita y se encontraba dentro del terreno de la mansión solo que un poco apartada.
—¿Y esa casa?— Le pregunté a Anika.
—Ahí es donde vivo señora Paula— Sonreí al escuchar que por fin había decidido decir mi nombre.
—Has traído contigo ese papel toda la mañana, ¿es algo importante?— Nerviosa me entregó la hoja.
—No sabía cómo darle esto, señora. Usted estaba muy triste, por lo que decidí esperar.
Miré la hoja con detenimiento, un título escrito muy en grande con letra negra fue lo primero que noté.
"Reglas de la mansión Volkov"
•Prohibido la entrada ya sea a la habitación u oficina del señor Volkov.
•Se necesita autorización del señor Volkov para dejar la mansión.
•Frente a amigos o invitados del señor Volkov debe ser lo más hospitalaria posible.
•No cambiará nada de la decoración de la casa.
•Esta completamente prohibido ir al área oeste de la mansión.
Y la lista solo continuaba con más ridiculeces
—Y esto, ¿es para toda la casa o solo para mí?— Anika no me contestó por lo que tomé su silencio como respuesta de que solo era para mí.
Está más que claro, Andrey no me considera su esposa y si así es como el quiere las cosas, por más que lo ame no voy a tolerar esto, le pediré la anulación de nuestro matrimonio.
—¿Qué hay en el área oeste de la mansión? ¿Por qué no puedo ir ahí?
—No...no lo sé señora— Es claro que no sacaré nada de Anika, si Andrey me está ocultando algo no le diría a ella.
Volvimos a la mansión debido al viento que estaba haciendo, no me haría nada bien permanecer tanto tiempo afuera.
—Le traeré un té— Me quedé sentada en la sala observando aún la lista de reglas en mi mano.
Me habré apresurado al aceptar casarme con Andrey. En este momento siento que es un completo desconocido. Ya ni siquiera estoy segura de que alguna de las cosas que me contó fueran verdad. Ya no puedo estar segura de que en verdad me ama, si es que alguna vez me amó.
—Aquí está su té, señora Paula— Tomé la taza y le di un sorbo. Mi cuerpo se calentó al instante en el que ese sabroso té de manzanilla tocó mis labios.
Cuando lo terminé estaba por irme a mi habitación cuando la puerta principal se abrió. Andrey entró riendo a carcajadas junto con alguien más. Un hombre de su misma estatura y complexión física, solo que este tenía el cabello negro y sus facciones eran más relajadas que las de Andrey, no se veía tan intimidante pero aún así lucia muy elegante.
Me levanté y fui a su encuentro, no podía darle chance de que me ignore y se encierre en su estudio.
—¿Qué significa esto, Andrey?— Le dije lanzándole su estúpida lista de reglas. —¿Quién te crees que soy? Un perro al que puedes estar dándole reglas. ¡SOY TU ESPOSA!— Ni siquiera me importaba que hubiera un desconocido junto a él, quería explicaciones.
—Diego, por favor toma asiento, resolveré esto y continuaremos nuestra conversación— Me tomó del brazo y me llevó hasta su habitación.
Pensé que estaba dispuesto a hablar pero justo segundos después de que entramos a la habitación me soltó tan bruscamente que caí al piso, lastimándome la mano por haber intentado apaciguar la caída con ella.
—¿Estás bien?— No le contesté, tan solo me recompuse aún sin levantarme del piso, mi mano me dolía bastante pero era un dolor soportable por lo que estuve segura de que no estaba rota. —Pensé que eras más inteligente, Paula. No debiste hacer eso. Lo único que espero de mi esposa es obediencia y educación— Empecé a reírme mientras me levantaba del suelo.
—¿Esposa? Si quieres todo eso, ¿por qué mejor no te compras un perro?— Furioso me tomó de los hombros y empezó a sacudirme. Mordí mi labio inferior tratando de no demostrar dolor alguno frente a él.
—Paula, no juegues con mi paciencia. Haz lo que dice la maldita lista y estaremos bien— ¿Enserio cree que podré vivir de esta manera? Siguiendo cada una de sus reglas sin decir nada.
—No, Andrey. Pediré la anulación de mi matrimonio ya sea que quieras o no y volveré a Italia.— Okey, tal vez no debí decirle eso, nuevamente me empujó haciéndome chocar contra una pequeña mesa en su cuarto y levantó su mano en señal de que iba a pegarme pero por fortuna se detuvo.
—NO VAS A DEJARME! NADIE PUEDE DEJARME SI NO LO PERMITO— Se alejó de mi dejándome con las piernas como gelatina debido al susto ya que por un momento creí que si iba a golpearme.
Ahora más que nunca tengo claro que debo salir de esta casa. Necesito encontrar la forma de volver con mi madre, nunca debí haberme marchado en primer lugar. El hombre que pensé me amaba con locura me había demostrado lo peligroso que podía ser y no quiero. No quiero seguir a su lado con el temor de que vuelva hacerme algo aún peor que esto.
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