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Libérame

Los ochenta

Era un momento en el país donde escaseaba el trabajo, su padre Roberto era electricista y trabajaba a domicilio, su madre Alma trabajaba en el hogar y hacía ropa para vender. Julia, de apenas seis años comenzó primer grado con todo el entusiasmo de un niño, las colitas atadas por su madre bien fuerte, le faltaba un diente pero ella sonrió para la foto junto a su hermanita Gina que no soltaba el chupete, detrás un Ford falcón amarillo donde antes solían irse de vacaciones a las sierras y la cúpula era una pijamada de diversiones en viaje. La inocencia y la picardía de contar cuentos de terror, jugar con peluches y hacer chistes y rimas graciosas. La foto selló muchos momentos hermosos en familia, Julia era la primera hija y la primera nieta, la cual la convertía en la más cuidada, por lo que desarrolló en su niñez una personalidad introvertida y tímida, Gina en cambio era audaz y desafiante, por lo que el vínculo entre ellas siempre fue fuerte, a pesar de las peleas de niños o los celos. Julia siempre se enojaba con Gina por usar sus monedas de colección, o sus juguetes, compartir le resultaba algo difícil.

La sociedad no ayudaba y no ayuda de hecho en los pueblos pequeños, el entusiasmo de Julia se vería frenado por una horda de niños revolucionados, el grupo de la escuela era algo clasista, se diferenciaban entre los ricos y los pobres. La niña no llevaba ropa de marca ni mucho menos esos lápices flúor o los borradores con perfume y formitas. Se dividió y Julia quedó muda. Claro, del lado de los pobres. No entendía mucho de qué se trataba o porqué, también era una niña que le costaba expresar sus emociones o hacer esas preguntas. Manifestar sus frustraciones al ser excluida le era imposible por su forma de ser, solo callaba.

Dani era su amiga desde el jardín de infantes, la única con la que podía contar y jugar. Compartían mucho tiempo haciendo tareas, dibujos, viendo dibujos animados que en ese momento estaban obsesionadas con sailor moon y los caballeros del zodiaco. Julia amaba a los halcones galácticos.

La mamá de Dani era una mujer muy buena, les cocinaba y les daba la leche, les preparaba las pijamadas y las apañaba si hacían alguna daniñada. A Daniela las compañeras del colegio le hablaban y la hacían participe, a Julia no. Pasando los años y siendo excluida, donde veinticinco centavos de austral le tenía que alcanzar para la cantina, por más esfuerzos que hiciera por encajar, no lo lograba. No sabía que había mal en ella, se sentía diferente, ni pobre ni rica, solo diferente de sus pares.

Un día, ya casi con diez años de edad, en su afán de caer bien, invito a sus compañeras a una pijamada en su casa. Organizó todo lo que iban a cenar, los colchones en la cocina para ver películas de terror y contarse secretos. La que se dormía primero era a la que iban a pintar así que ya tenía preparado el maquillaje. Era una etapa donde apenas asomaba la pre adolescencia, ya sabían algunas cosas de los "grandes". Ya habían escuchado malas palabras y en secreto las decían.

Habían asistido varias compañeras, Julia se sentía bien por ser la anfitriona y brindar su casa, vio como oportunidad para amigarse con sus compañeras y la incluyan en su grupo.

Luego de la noche larga de películas y cuentos, de haber pintado la primera que se fue a dormir, se durmieron todas, menos Julia y Dani que se quedaron en un colchón abajo de la mesa cuchicheando sobre lo que hacían los grandes. Curiosamente, Dani propone - *Querés que juguemos a que éramos novios? " Julia asintió y Dani se levantó la remera y Julia también y se apoyaron una sobre la otra mirándose con cara rara.

" ¿Esto hacen los novios? ¡Qué asco! Y se rieron en complicidad preguntándose que más harían. Ya sabían que había más, pero no hablaban de eso.

A la semana siguiente, Julia fue a la escuela muy entusiasmada con la esperanza de que todo haya cambiado. No estaba equivocada, solo que no para mejor. Dani, su mejor amiga le había contado a Georgia sobre qué hacían los novios y que ellas lo habían hecho. Julia nunca supo porqué Dani dejó de hablarle dejándola más sola de lo que estaba, encontrando una nueva amistad en Georgia, quien tenía una mirada burlona y amenazadora. Y ahí empieza lo peor. Si ya se sentía rara y diferente sus pares se lo harían sentir, un grupo de nenas bullies le tiraban lápices o cartucheras, papeles, le gritaban en el recreo, le escribían malas palabras con líquido borrador en el baño definiendola, según ellas con palabras muy hirientes tales como "tonta" "rara" "te odiamos" "cámbiate de escuela" "negra" "pobre" "nadie te quiere, date cuenta" "andate de acá" "sos fea y peluda" entre otras.

Alma no tuvo más remedio que cambiarla de escuela, porque según la directora eso siempre pasaba con los chicos. Claro, era normal en esa época el bullyng. A alguien había que tomar de punto.

La nueva escuela le devolvió a Julia algo de confianza en sí misma. Sin dejar atrás el sabor amargo que le dejó la traición de Dani. Pudo desarrollar en este nuevo lugar algunas habilidades por ejemplo la facilidad en el inglés y la lengua castellana. Se anotaba en cada concurso de poesía y se destacaba por leer en los acontecimientos del establecimiento. Si bien no hubo fiesta de 15, en los 2000 estuvo peor económicamente, ni moto ni torta, pero se hizo un festejo en el club, con algunos amigos de grado. Era diciembre, algunos se iban de vacaciones otros a visitar familiares y el problema es que para esa fecha Julia no tenía más que su madre y hermana para festejar. Cumplidos los 15, sin fiesta ni regalos, Julia pasaba las tardes en la galería de la entrada de la casa, usando un pequeño short y un top que le había comprado su mamá hacia un tiempo pero que gracias a que las bullies al pasar por allí le gritaban "gorda", dejaría de usarlo.

Leia y escuchaba música, no pensaba en chicos o en tener novios. Pero, Julia se dio cuenta que siempre pasaba un muchacho de ojos verdes, todos los días con una bolsa de supermercado, hasta que un día él la saludo. Al día siguiente a la misma hora, Julia estaba en la galería. Pronto, Carlos la invitaría a dar una vuelta en auto, a lo que ella contenta accedió porque le gustaba, era atento y lindo. Y claro, más grande que ella lo que le daba más seguridad.

A los 15 tuvo su primer beso y su primera relación sexual, la cual no disfrutó mucho, pero creyó que era normal. Las salidas con Carlos eran así, dar vueltas e ir a su casa. A Julia ya no le importaban las amigas. Tenía a alguien con quien estar y en quien confiar. Más de todo cuando sus padres se separaron, su mamá Alma y su hermana Gina se fueron a vivir a Córdoba, y su padre Roberto "la víctima" quedándose solo y llorando todos los días sin levantarse, jamás se preocupó por Julia. Si estaba bien, si iba a la escuela, si comía, o algo. Ignorada por él desde el principio, más que los compañeros de escuela, la verdadera exclusión siempre fue de su padre. Eso es algo de lo que se daría cuenta mucho tiempo después.

Una maestra especial

La sombra de ruptura parental asomó, la llegada a casa era hostil, se refugiaba en sus poesías encerrada en su habitación, sus dibujos y libros eran la vía de escape a los gritos y discusiones de ellos. La hermana, empezó a ser su mejor compañera de cuarto, compartían dibujos, juegos y música. Julia siempre tuvo debilidad por las bandas de rock y letras en inglés mientras que su hermana Gina por el cuarteto y la música local. Aún así, experimentaron su primer cigarrillo juntas, hazañas y secretos. Todo era mejor sin mamá y papá discutiendo. No había escuela de verano, tenían que arreglarse en el patio de la casa o de alguna amiga, cosa de que Gina al ser más sociable le era más fácil.

Alma su mamá en una crisis y harta del maltrato, tomó todas sus cosas y las puso en bolsas. "La que quiera venir conmigo, que venga". Más responsabilidad sobre su cabeza pero no tanta como la que trajo la decisión de quedarse, porque su padre, victimizado, era de quién todos debían ocuparse incluso su hija. La hija consolaba al papá abandonado. Escuchando porquerías acerca de su madre a quien había maltratado toda la vida. ¿Y quién se ocupaba de Julia ? ¿Quién la consolaba en su angustia? ¿Quién la escuchaba llorar por extrañar a su madre y a la misma vez odiándola por dejarla sola?. Por supuesto que Carlos ocupaba ese lugar. Se ocupo de que continúe sus estudios y le propuso vivir juntos. Todo era mejor que vivir con su padre lo que no le pareció una mala idea, claro que está decisión no fue a conciencia, más bien desde el enamoramiento.

La convivencia iba bien, el padre en la casa, la madre en Córdoba capital con su hermana, pasaron dos años y Julia estaba en el último año de secundaria, cuando fue a visitar a su mamá.

Su padre, Roberto, había vendido la casa familiar para volver con su mamá a Córdoba, parecía que se habían reconciliado. Fué en esa visita donde una llamada lo cambió todo. La madre de Carlos había acusado falsamente a Julia de agredirla y su hijo sin hacer preguntas ni mediar en la situación, llevó todas las pertenencias de su novia a la casa de un tío de ella.

El tío, hermano de su padre hizo la llamada. "Vino el Carlos a traer las cosas de la piba porque parece que antes de irse a Córdoba discutió con la madre y el tuvo que llevarla al hospital porque le subió la presión a la vieja" "Tengo todas las cosas acá, cuando venga le armo una habitación".

Julia volvió de córdoba, tenía que terminar la escuela y rendir dos exámenes internacionales en el instituto donde estaba estudiando y trabajando. No pidió explicaciones, a pesar de su dolor por otro abandono, no volvió a la casa donde convivían. Se acercaba la primavera, la melancolía y la soledad eran parte de ella.

Fue en esa soledad donde la amistad con Brigitte , la profesora del instituto, se hizo más fuerte. Encontró contención y un lugar donde ser, desarrollar su capacidad, aprender y enseñar. La adolescente ya tenía 18 años, había perdido uno en las idas y venidas de sus padres.

Pero en el aula, ella estaba en su hogar, Brigitte traía el mate y hablaban, pasaban tanto tiempo juntas que Julia solo volvía a la casa de su tío para dormir. Se levantaba muy temprano para que Brigitte la pase a buscar e ir a desayunar juntas. Se acercaban los exámenes, más tiempo en el pupitre con el mate cebado al lado. Sin presión, tenía la capacidad. Sin embargo, había que dedicarle tiempo para que la calificación sea la mejor.

Era una tarde calurosa, Brigitte la pasó a buscar como todos los días para seguir hasta la noche. Estaban diferentes, Julia no podía mirarla a los ojos sin pensar lo hermosa que era. Observaba cada movimiento, cada palabra, la sonrisa que la obnubilaba. ¿Qué me está pasando?, se preguntó con una confusión no tan confusa, pero si bastante negadora y cruel.

Otros sentimientos iban apareciendo como el mal humor. Le hacía mal verla. Le hacía mal la suavidad con la que era tratada. La ponía de mal humor sentir su aliento cálido, de esos labios llenos de vida. Miraba un punto fijo para no distraerse en su rostro. No quería posar un segundo más sus ojos en esa mujer de unos cuarenta y tantos.

El temor más grande es que Brigitte se diera cuenta. Y por supuesto, al tener experiencia en algunas cosas, ya lo sabía.

Lo que no sabían aún era quién iba a tomar la iniciativa de hablar de sus sentimientos, eran dos mujeres que sentían atracción por la otra y en esa situación todo estaba en contra, Brigitte estaba casada hacía varios años. Lidiaba con una infidelidad y mucha insatisfacción, a veces se la notaba distraída y triste, aunque siempre negaba estarlo, Julia se percataba que algo no estaba bien. Hasta que la encontró llorando y le contó. El divorcio no lo tenía en mente, él mandato del matrimonio era fuerte y no era una posibilidad para ella aunque quisiera. Julia nunca puso en duda que eso sucedería, aceptó su vida y nunca la cuestionó, por más que le doliera verla triste, pronto Brigitte encontraría en Julia la contención que necesitaba a pesar de ser mucho menor.

Las TaTU y sus letras estaban de moda, la historia de dos adolescentes enamoradas escapando, se sentía identificada. ¿Me enamoré de una mujer? ¿Es posible eso? Eran preguntas que surgían, que no tenían respuestas inmediatas, la imaginaba por las noches abrazándola, el fantasma del rechazo aparecía como una película de terror. Marginada en la escuela por pobre, dejada de lado por su mejor amiga vaya a saber porqué, más el ensañamiento de sus pares por su forma de ser, no era una posibilidad que Brigitte la rechace también. Eso la destruiría más. Por lo que se conformaba solo con pasar tiempo con ella. Hacerse cargo de sus sentimientos y tragarselos como un bocado de la comida más pesada difícil de digerir. El nudo en la garganta al llegar a la escuela y verla, tan bella, con esa sonrisa que le daba vida, se perdía poco a poco en ella, sin querer que pase el tiempo para hundirse en el más profundo amor que le provocaba su presencia.

Camino a la casa de su tío más preguntas surgían, ¿le digo? ¿No le digo? ¿Cómo se lo digo? ¿Cómo reaccionará? E imaginaba miles de reacciones en su rostro. Necesitaba que ella lo sepa, pero ¿cómo?. No se sentía Capaz de abordar esa conversación. Ni tampoco la respuesta que ella tenía en su cabeza.

Primer amor

Que lindo era pasar tiempo con Briggite y a la misma vez ese sentimiento raro y que no lograba definir. La quería, si. Era recíproco, también. El verano avanzaba con furia y la graduación estaba en puerta. Le jugaban los nervios de quién iba a estar en ese momento tan importante que después de tantas tormentas había logrado llegar. El uniforme que tenían para presentarse en el acto académico era una camisa blanca con un Jean y zapatos negros. Julia al revés del universo escogió una pollera larga de Jean, con unos zuecos blancos que combinaban con su camisa. No tenía muchas espectativas sobre la presencia de su familia puesto que estaban en córdoba capital, aunque su padre hizo acto de presencia como una obligación que duró sólo para la foto. No fue algo importante porque él jamás había participado de los logros de su hija.

Y Julia en el escenario con su mirada en el libreto, seria, pensando en que leer en voz alta era todo un desafío frente a la escuela. La timidez le jugaba en contra, pero ahí, sería y casi con la voz temblorosa, comenzó. Se sintió más cómoda ante el micrófono y se dijo a sí misma 'lo estoy haciendo bien', tomó confianza y siguió. Los aplausos al finalizar le alegraron el momento. La directora la felicitó por haber leído de una forma "impecable". Agridulce era la sensación. Que lindo hubiera sido que su familia estuviera presente para compartir ese acto. Sin darse cuenta y sin saber, Julia no estaba sola. Briggite estaba entre la multitud, solo que no la había visto. Terminado el acto se vieron y se abrazaron con fuerza, se sacaron fotos que aún conserva con nostalgia.

-No sabía que estabas acá! Exclamó Julia sorprendida.

-No quería que te distraigas, estuviste muy bien, te felicito mi vida. Y se volvieron a abrazar.

La recién recibida no podía quitarle los ojos de ese rouge rosa y de esa sonrisa perfecta, ni dejar de sentir el perfume que dejó en su camisa en ese abrazo. Sólo quería besarla.

Pasó el fin de semana, el lunes se reencontraron como siempre en el instituto para terminar las tareas de fin de año y los exámenes de Cambridge. Julia, llevaba una falda negra, con una remerita desteñida porque no tenía otra que ponerse y eso le dio bronca. Tenía todo para lavar. Mufó y dijo, *ya fue *. Quería estar linda para ella.

En una de las tareas relevantes que Juli tenía, era el contacto con estudiantes del exterior mediante penpal donde intercambiaban cartas e información. Algo así como amigos por correspondencia en la computadora que ella sabía manejar muy bien a pesar de ser una de las primeras pc en esa época. Briggite si bien era la dueña, la tenía para hacer los trabajos prácticos y manejar el correo electrónico pero no estaba tan interiorizada en algunas actividades que Julia les proporcionaba a los más pequeños.

Al llegar, ofuscada por su atuendo, dejó su mochila en el pupitre. No estaban más que ellas dos para organizar todo. Era de mañana y le ofreció un café, tomo su taza y se sentó con un cuaderno mientras Briggite renegaba con la computadora.

No entiendo esto, me supera la tecnología! - exclamó resignada. Julia se acercó de atrás y puso su mano sobre la de ella y le indicó donde tenía que ir, otra vez ese perfume le nubló el pensamiento.

Sin decir una palabra, Briggite gira hacia Julia mirándola directo a los ojos, sonrojada y temblorosa ambas y le dijo con un nudo en la garganta, con los ojos humedecidos :- No puedo más.

Julia era una bola de emociones, le tomó la cara y Briggite a ella y comenzaron a besarse. Ahora frente a frente besándose y tocandose con una desesperación de una pasión ya insostenible, de todo el tiempo que habían guardado lo que les pasaba, lo estaban concretando. Era magia, era amor, eran ellas dos solas amándose una mañana con sabor a café y transpiración. Los pupitres se convirtieron en el sostén de dos mujeres haciendo el amor. Se sintió eterno. El escenario era para Julia algo irreal, algo increíble, lo que ella pensaba que era inalcanzable al fin, no estaba equivocada, estaba siendo amada y correspondida.

Llegó la noche, terminar las tareas ese día fue imposible, se convirtieron en dos adictas, una de la otra. La invitó a cenar pero la verdad es que ella prefería volver a la casa de su tío para bañarse y digerir todo lo que habían hecho. Llegó con una sonrisa que nunca había tenido, quería contárselo a todo el mundo y gritar a los cuatro vientos lo que había vivido. Sin embargo, con las circunstancias y el ojo crítico y el dedo que juzga, sólo se baño y se durmió mirando el techo recordando cada detalle y cada sensación que acababa de vivir.

¿Qué era lo que esperaba el día siguiente? La bocina del auto a las ocho en punto sonó y Julia que ya estaba levantada sin haber podido pegar un ojo, salió con su mochila y se subió. Se miraban y reían, Briggite sonrojada, ¿tomamos mate? Compré facturas.

Julia no entendía nada porque sólo la miraba. Miraba su mano en la palanca de cambios, miraba sus pies, las sandalias que llevaba puestas y esa camisa infernal que emanaba pecas y femeidad pura. No quería que se dé cuenta que cada detalle estaba siendo observado, pero la mirada de Briggite decía lo mismo. Al llegar, desayunaron mientras trataban de coordinar los quehaceres, algo pudieron hacer, llegaron algunos alumnos que estaban preparándose para rendir, entre ellos, Sebastian, quien rendiría con Julia el mismo nivel.

Como estaban en el mismo proceso, se ayudaron pero la presencia de la maestra la distraía. Quería concentrarse en su texto final, el que iba a presentar en la evaluación. Corrigió el de su compañero quien iba un poco atrasado, trajo los simuladores para practicar, luego parte del examen consistía en traducir una película entera y eso los ponía un poco nerviosos e inseguros. Tuvieron que elegir la que iban a traducir, no fue fácil. Tenían que estar los dos en la misma sintonía pero entre el atraso de Sebastian y las emociones de Julia después del día anterior, se complicaba coordinar. Ese día hicieron lo que pudieron hasta que Sebastian tuvo que irse, quedó en hacer algunas cosas en su casa y traerlas al día siguiente.

Quedaron las dos solas de nuevo. Ese espacio de soledad era justo lo que necesitaban para amarse otra vez. La agonía del día se convirtió en una furia para convertirse las dos en una. No corria el reloj, no importaba el examen que ya estaba casi encima. Lo único que había entre esas paredes era el universo mismo lleno de luz, calor, risas.. Y sexo.

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