Blanco.
Eso fue lo primero en lo que pudo pensar cuando abrió los ojos. El color del techo, era de un extraño color blanco. Lo cual no era normal en ese lugar, desde que tenía 14 años nunca había vuelto a ver un techo blanco.
¿Por qué veía un techo blanco?
Soltó un leve gemido cuando por inercia quiso mover su mano derecha, lo había acompañado con una especie de siseo de dolor. Cubrió sus ojos con el brazo izquierdo. Por lo que notó, su mano derecha estaba quemada y en realidad dolía bastante.
Recordó poco a poco todo lo que había pasado, aunque no es como si pudiera olvidar la desesperación que pasaron. Se mordió los labios tratando de analizar que había sucedido luego de que se desmayara. Ya que no estaba restringida ni atada, supuso que no los habían capturado, o al menos a ella.
¿La habrían dado por muerta? ¿Los niños habían logrado escapar en medio del caos?
Sacudió levemente la cabeza en un intento de despertar por completo, aun sentía el sabor metálico en su boca, seguramente sangre seca, la prueba de haber usado un elemento contrario al suyo. Miró su ropa, estaba rota en algunos lados y aun manchada.
Entonces, si los habían ayudado... ¿La ayudaron y la dejaron ensangrentada?
Quiso maldecir.
¡¿Que mierda había pasado?!
Esas bestias no se metía en problemas, no eran territoriales, simplemente vivían su vida alejados de los demás, eran buenas bestias, ¡¿Quién en el mundo querría lastimarlos?!
Apretó los puños recordando a la maldita loca que arrancaba los ojos de los jaguares, la misma que quiso secuestrar a los niños. Apretó los dientes con fuerza, ignorando la punzada en su cabeza, lo último que recordaba era haberle gritado a Luis cuando lo vio saltar frente a ellos.
Su mana aún era caótico mientras el sello no se hubiera roto, y había usado toda la reserva de su energía interna para una lucha de cuerpo a cuerpo, pero fue demasiada carga para su cuerpo.
Eso no era lo que importaba en ese momento ¿Estaban los niños bien? ¿Estaban vivos? Se sentó ignorando la punzada en su cabeza y su brazo derecho, no tenía tiempo para eso, tenía que encontrar a los demás...
Se puso tensa al sentir a alguien en la puerta, sobresaltándose levemente ante la imagen de un lloroso Luis
— ¡Hermana! — Gritó el chico corriendo desde la puerta con lagrimas en sus ojos.
La chica lo miró, estirando su brazo izquierdo para evitar su abrazo, alcanzando a sujetarlo de la barbilla, podía ver las manos del chico a pocos centímetros de ella, pero ella tenía su atención puesta en la mujer de cabello verde que los veía desde la puerta. La chica de cabello y ojos verdes, la veía fijamente con sorpresa en su mirada, más bien veía fijamente sus ojos.
Era molesto.
— ¿Qué pasó? — Preguntó ignorándola mientras dirigía su mirada al chico — ¿Dónde están los demás?
Luis se separó, masajeando su mandíbula magullada.
— ¡Estamos a salvo! — Gritó alzando los brazos.
La chica ladeo la cabeza un poco incrédula ante sus palabras.
— Les daré espacio — Dijo la chica dejando la habitación.
No pasó mucho tiempo luego de haber cerrado la puerta para que Karina escuchara un grito y luego un gemido de dolor que supuso era de Luis.
-.-.-.-.-.-.-.-
Después de unos minutos que le parecieron horas, se había calmado. Había golpeado a Luis, también se había bañado y limpiado la sangre de la boca, se había cambiando con una extraña ropa que un mayordomo rubio le había entregado, mientras le pedía que luego de cambiarse lo siguiera para desayunar con su maestro.
Después de cambiarse se puso una chaqueta con capucha limpia para luego seguirlo, era incomodo cuando las personas se le quedaban viendo a la cara confundidos, también era incomodo repetir constantemente que no estaba ciega, por lo que era preferible tapar sus ojos con el gorro de la chaqueta.
Quiso maldecir de nuevo.
Ese estúpido Luis.
¿Dónde tenía la cabeza para aceptar/ofrecer un trato de esa magnitud?
— Joven Maestro Abel — La voz del mayordomo rubio la saco de su ensoñación y miró hacía la puerta a la que habían llegado — La joven hermana del joven Luis está aquí.
La chica se mordió la lengua de nuevo, casi maldiciendo al rubio por presentarla de esa forma, ella era mayor que Luis.
— Pasa.
Una voz que solo podía describir como perezosa, respondió dentro de la habitación, el mayordomo rubio abrió la puerta y luego se hizo a un lado para dejarla pasar. La chica entró con un poco de inquietud, pensando en como deshacer el trato que había hecho Luis.
— Buenos días — Dijo la chica con una inclinación respetuosa ante el hombre pelirrojo de ojos grises que estaba cómodamente sentado frente a una mesa — Mi nombre es Seina Zayago, le agradezco la ayuda que nos ha brindado.
Fue solo una fracción de segundo, pero la chica lo vio fruncir levemente el ceño al escuchar su nombre.
— ¿Tienes hambre?
— ¿Eh?
— ¿No quieres comer?
La chica miró al pelirrojo, que señalo la silla frente a la mesa, con diferente comida frente a ella, algo reacia a deber más favores sin saber el nombre de la otra parte, pero al mismo tiempo tampoco quería ser grosera.
También tenía hambre.
Se sentó con calma, mirando de reojo a los dos gatos de color negro que comían en la mesa, así como la pesada presencia que estaba flotando invisible al lado del pelirrojo.
— Adelante — Dijo el pelirrojo.
La chica asintió levemente con la cabeza.
— Gracias por la comida — Murmuro juntando sus manos y dando una leve inclinación.
El pelirrojo había inclinado levemente la cabeza.
— ¿De donde eres?
La castaña dio una falsa sonrisa amistosa. Ese chico, era peligroso. Estaba segura de que los dos gatos no eran normales, seguramente eran bestias, y la presencia a su lado parecía la de un ser supremo.
— Soy de una pequeña aldea en el Norte del país — Mintió manteniendo su sonrisa — De alguna manera terminé con los jaguares cuando empecé un viaje.
El pelirrojo se recargo sobre su mano izquierda, aún con la cabeza levemente ladeada.
— ¿Es eso así?
— Si, no tengo palabras para agradecerle lo que ha hecho por nosotros.
El pelirrojo no dijo nada mientras se servía en su plato, viéndola por unos segundos antes de empezar a comer. Supo por instinto que no le había creído una palabra, pero no había manera de que él supiera como llego ella a ese lugar... ¿O si?
Se sirvió de la ensalada, dejando la carne de lado, poniendo los platos cerca de los gatos, que miraban la comida con ojos brillosos.
— ¿Has hablado con Luis?
La chica, que tenía el tenedor en la mano, lo dejó sobre el plato mientras volvía a sonreírle al pelirrojo, que la veía con una leve sonrisa.
“¿Que pretende?”
No podía leerlo en absoluto.
— Me comentó algo — Le contesto observando su reacción — Aunque quisiera hablar al respecto del trato que tiene con él.
— ¿Tiene algún inconveniente con el trato?
La chica mantuvo su sonrisa cordial mientras maldecía por dentro. No había tenido mucho tiempo para planificar pero si para pensar, ¿Cómo fue que llegaron a ellos? ¿Por qué el hijo de un noble se interesaría por una bestia?
Ni siquiera sabía su rango o el nombre de la familia, no sabía a quién se enfrentaba.
"Ese estúpido Luis"
— Los niños son niños — Le aclaró con calma — Independientemente de su raza, no creo que deban ser obligados a servir como guardias, por más gratitud que se tenga hacía una persona.
El pelirrojo frunció el ceño.
— No accedí a eso — Le aclaró rápidamente — Solo le dije a Luis que le pediré un favor eventualmente, sobre los niños... Tampoco puedo dejarlos sin un hogar o sin un tutor, puede que sea un noble, pero no caería tan bajo como para desamparar a los plebeyos.
La chica se esforzó por mantener la sonrisa en su rostro cuando lo que quería era tirar la mesa con una patada. ¿Estaba ella pintada acaso?
— Puedo hacerme cargo de los niños — Le aclaró con calma.
El pelirrojo la miró con un poco de condescendencia.
— ¿Que edad tienes? Mas bien, ¿Tienes el dinero para pagar sus comidas? Tal vez empiecen a perseguirlos, ¿Puedes protegerlos? ¿Que les pasará si te vuelves a desmayar?
“¡Este hijo de puta!”
Aunque lo que el pelirrojo vio solo fue una sonrisa que trataba desesperadamente de mantener.
— ¿Entonces debo suponer que seremos un acto de caridad y nos dará comida y protección de la nada?
El pelirrojo le dio una sonrisa que le hizo sentir como si la fueran a estafar.
— No exactamente — Le aclaro recargándose en su asiento — Luis me hará un favor eventualmente, quisiera saber que es lo que usted tiene para ofrecer, después de todo, estoy pagando la comida y el hospedaje de los niños.
Quiso darse un golpe al darse cuenta que había caído en su trampa.
— Es usted muy amable.
— Es solo mi deber como noble.
"Mi deber como noble un cuerno" Pensó con fastidio aún manteniendo su sonrisa.
— Respecto a lo que puedo ofrecer, a excepción de una semana cada dos meses, puedo ofrecer diferentes servicios — Contestó con calma — Puedo elaborar pociones, curar heridas y servir como guardia si es necesario.
El maldito ataque ocurrió justo cuando ella no podía manejar mana, por eso fue que no pudo matar a la psicópata que arrancaba los ojos, pero también sabía que si los perseguían, serían vulnerables durante esa semana al mes.
— ¿Qué pasa en esa semana?
— No es relevante en este momento.
— ¿Como sé que no me pondrá en peligro?
— Le avisaré con anticipación.
El pelirrojo mantuvo su sonrisa.
— ¿Tendré que comprar los ingredientes para las pociones?
La chica movió levemente su mano en círculos y apareció una pequeña botella, luego la lanzó hacía el ser invisible junto al pelirrojo.
— No será necesario.
El pelirrojo le sonrió levemente, viendo la botella girar suspendida en el aire.
— No me presenté, ¿Cierto? Soy el primer maestro de la familia del Marquesado de June, Abel June — Miró a los gatos y al espacio donde flotaba la botella — Presentense.
Los dos gatos la miraron, pero sin tomar forma humana.
— Somos Ann y Manuel Hedwitt — Dijo la que parecía mayor con una voz infantil.
Al lado del pelirrojo, un dragón blanco de ojos rojos la miraba fijamente.
— Yo soy un dragón.
La chica sonrió, tragándose la carcajada que quiso soltar hacía la obviedad de esa frase. Solo podía suponer que el dragón era un niño que aún no había elegido su nombre.
Ese mundo era realmente extraño.
— Es un placer conocerlos.
El pelirrojo la miró fijamente de nuevo.
— ¿Puedes quitarte la capucha, no se a quien le hablo?
La chica asintió levemente.
La capucha bajo y dejó entrever su cabello castaño claro, así como sus ojos aguamarina deslavados, con unas retinas de un color entre azul y verde, pero no negro.
— Mi nombre es Seina Zayago, es un placer conocerlo.
El pelirrojo volvió a inclinar la cabeza sobre una de sus manos mientras sonreía.
— Es un placer conocerla, señorita Zayago.
Su desayuno (obligado) la había dejado con más dudas que repuestas.
¿Que pretendía realmente ese pelirrojo?
¿Por qué bestias gatos e incluso un dragón lo seguían? ¿Que quería con los jaguares?
Pero más importante, ¡¿Por qué la obligó a comer?!
El recuerdo de su voz condescendiente diciendo que si no comía se anularía su trato la hizo apretar los dientes. Ella ya estaba comiendo, ¡Pero era muy temprano para comer tanta carne!
Según le informó después, estaban en la capital del país para un asunto de la nobleza a la que no le dio importancia, y su territorio estaba en el cálido sur, cerca de una humeda selva que contenía un peligroso pantano, ¿La estaba probando o por qué le dijo esa información?
Cuando llegó a ese lugar todo era desconocido y un tanto peligroso, acabó quedándose con los jaguares por qué era el lugar que más le recordaba a su hogar, pero bien podía admitir que ver jaguares viviendo en una aldea algo montañosa había sido desconcertante.
Tampoco podía juzgar, no era de su incumbencia, parecía algo lógico que ellos vivieran en un lugar así si los nobles los habían echado de sus territorios.
Era un tanto molesto, la clasificación entre nobles, plebeyos, magos y bestias, o incluso las ninfas y las hadas.
Sacudió la cabeza, pensar en todo eso ya le daba dolor de cabeza, sobre todo por qué no sabía que era lo que el pelirrojo quería de ellos.
Lo mejor que podía hacer por el momento era entrenar para estar preparada. Sus pasos siguieron las indicaciones precisas que le dio uno de la gatos y en poco tiempo llego al campo de entrenamiento. Se quedó pasmada un segundo en la puerta.
Era jodidamente grande.
Era algo lógico ¿no?, ya que esa era la residencia de un noble y tenía que estar a la altura de las expectativas, pero definitivamente era grande, muy grande, más grande que su casa antes de llegar a ese lugar.
Por alguna razón se sintió mal.
Sacudió la cabeza, tratando de mantenerse concentrada en entrenar y no pensando en el tamaño de la casa. El tamaño no era importante...
— ¡Hermana!
El grito de Luis la enfoco un poco en el presente, caminando hacía el con paso lento.
Junto a él había un chico de cabello negro y ojos cafés rasgados. Sonrió cuando lo único que quería era preguntar en qué demonios se había metido.
No había visto a ningún "asiático" desde que había llegado a ese lugar.
— ¿Estás mejor? — Preguntó Luis cuando llegó hasta ella.
Luis tenía 16 años (un año más joven que ella), además de un cabello rubio mezclado con negro, todos los jaguares tenían ese color de cabello junto con ojos dorados.
Él siempre fue un entusiasta y muy seguido lo encontraba durmiendo en algún árbol afuera de la aldea. En esos momentos era un poco incómodo, ya que aunque aún le sonreía, no tenía ese brillo juguetón en sus ojos que antes le había resultado molesto.
— ¿El joven maestro Abel te dijo algo?
La chica negó con la cabeza, sin querer darle más problemas. Aunque ella estuviera con los jaguares, lo cierto era que era humana, y después de que todos los adultos fueran asesinados, Luis era el mayor de todos, y era quién tenía la responsabilidad de tomar el mandato de la tribu.
— Está bien.
Luis sonrió de forma entusiasta, como si la castaña le hubiera dado el visto bueno a su trato (desigual) con el noble.
— ¡Oh! cierto — Dijo volteando hacía el moreno, parecía recordar apenas que iba con él — Él es quien nos rescató.
El hombre dio una leve inclinación.
— Soy Yoon Seong-jin, es un placer conocerla.
La chica asintió, dando una inclinación también.
— Igualmente, soy Zayago Seina.
El chico de cabello negro la miró desconcertado unos segundos, para luego asentir.
— Hermana, te presentaste al revés — Le dijo Luis mirándola confundido — Yoon, su nombre es Seina — Le aclaró.
La chica tuvo el impulso de golpearlo una vez más, sintió que su sonrisa temblaba levemente ante la frase del chico.
— Lo sé — Le aclaró el chico asintiendo cortésmente hacía ella — Es una forma de presentación, mi apellido es Yoon.
Luis lo miró con duda.
— ¿Entonces tú nombre es Seong-Jin?
— Si.
— ¿Por qué dejaste que te dijera Yoon entonces?
Seina puso su mano sobre el hombro del chico.
— Te tienes que familiarizar un poco más para ser tan informal — Le dijo con una sonrisa — Las costumbres de humanos y bestias difieren bastante.
— Ah cierto... Entonces yo soy Jaguar Luis — Dijo el chico sonriendo — Si me presento así sabrán que soy un Jaguar.
La sonrisa de la castaña volvió a temblar levemente. ¡Sabrían que es un Jaguar solo viendo su color de cabello y ojos!
— Seguro — Contestó Yoon con una sonrisa igual de forzada de la castaña.
Ambos tuvieron que repetirse una y otra vez que el chico era inocente y que había pasado por un trauma para evitar decir lo que querían en esos momentos.
Luis era algo tonto sin duda.
— Mejor comencemos — Se apresuro a decir Seina sujetando a Luis de la camisa — Entrenemos un poco.
Yoon ignoró deliberadamente el rostro en pánico de Luis mientras se dirigía a dónde estaban las figuras de paja para practicar con la espada.
-.-.-.-.-.-
Abel miró el fuego en la chimenea.
Las cosas se estaban moviendo de maneras que no esperaba, y no sabía que dirección tomar con cada cambio que había tomado esa historia.
El leyó ese libro, y cuando despertó, por un tiempo pensó que estaba atrapado en un libro. Rápidamente se dio cuenta de que ese no era el caso, pero no sabía dónde estaba.
Lo último que recordaba era que había ido a trabajar con normalidad, hubo en temblor y luego todo se puso negro. Cuando abrió los ojos de nuevo estaba en ese cuerpo.
Si bien le gustaron los lujos, todas las responsabilidades eran bastante aterradoras. La sucesión (a la que renunció por su paz mental) no era el único problemas al que se enfrentaba. Sabía que el país sería destruido en una guerra en pocos meses, pero el libro era tan aburrido que nunca leyó el final, tampoco sabían por qué lo habían destruido.
Así que se movió con lo poco que recordaba para tratar de proteger su nuevo hogar, después de todo, ¿Quién quiere morir de nuevo tan pronto sin disfrutar los lujos de una posición noble?
Su intención era reunir información y luego dársela a su "padre" o algún príncipe y dejar que ellos hicieran el trabajo sucio, pero todo había cambiado lentamente.
Primero conoció a los gatos cuando intentaba escabullirse de su práctica de espada, luego se encontró a un dragón tonto y herido en el pantano, a un chico "asiático" a las afueras de la selva (nada normal) que su familia debía custodiar.
Mientras empezaba a viajar con este grupo ruidoso y poco confiable se encontró con una Orestíades cuya montaña había sido destruida.
Aquello que dormía bajó la tierra, que aún no averiguaba que era, se movía de forma errática según la ninfa y ahora una chica misteriosa había aparecido con los Jaguares.
Ciertamente sus ojos eran extraños, pero el mayordomo Jhon ya le había dicho que no era ciega, pero tampoco era fácil de tratar. Ella espero, tratando sin éxito de evitar las trampas que él le iba poniendo para tener un poco más de control sobre ella. Aún así nunca le indicó cuáles eran sus habilidades.
Tampoco quería a los Jaguares, pero no podía dejar a niños vagando solos sin rumbo fijo.
Exprimiendo lo poco que recordaba de la novela, su país sería atacado por aire, tierra y mar. Si querían llegar a la capital tenían que cruzar por su territorio, que según el libro, era la primera zona en ser destruida. Podían ser "guardianes" de la selva, su guardia consistía en vigilar el muro alrededor.
Si quería vivir un poco más de manera tranquila, debía asegurarse de que se reforzarán las guardias terrestres y marítimas, lo cual no era fácil de lograr en medio de una sucesión al trono bastante controvertida. Estaba en la capital para jugar su deber de noble y dejarle toda la carga a sus compañeros y vecinos de territorio cuando Yoon llegó junto con Karina, un grupo de Jaguares y una mujer inconsciente.
Según la historia de Karina, el mismo grupo que destruyó la montaña había atacado a los Jaguares. La Maga Negra coleccionista de ojos había aparecido destruyendo todo con su viento oscuro, robando la vida de los Jaguares de forma bastante sádica, dejando que los más pequeños mirarán con desesperación como sus padres lentamente se ahogaban cuando quedaban sin oxígeno al no poder escapar del muro de aire que los rodeaba. Su fuerza superior no significaba nada si no podían romper la barrera de viento.
No contenta con eso, había arrancado sus ojos frente a sus hijos.
Los niños asustados corrieron hacía la castaña de ojos raros, que los cubrió lo mejor que pudo mientras le gritaba a Luis que corrieran a un lugar seguro.
No sabía cómo se las había ingeniado para usar un elemento contrario al suyo, que según Karina era el agua, y escupido fuego de su boca.
Pero no fue suficiente.
Ni el agua, ni el fuego, ni la aglomeración de mana pudo contra el viento oscuro, y la chica terminó mordiendo el polvo.
Fue la combinación de espada y fuego de Yoon y Karina lo que había detenido a la Maga Negra, pero no la vencieron, en realidad no le hicieron ningún rasguño.
Una ninfa de fuego y un maestro de la espada apenas pudieron detenerla el tiempo suficiente como para escapar.
Cada día, tenía más preguntas que respuestas.
¿Quién era la maga? ¿Quién era Seina Zayago? y sobre todo ¡¿Por qué seguía encontrándose con animales desamparados que necesitaban un hogar?! ¡¿Cómo le iba a explicar eso a su "padre?!
El solo quería viajar por el mundo tirando dinero, no quería más responsabilidades...
— ¿Joven maestro Abel?
El pelirrojo suspiro levemente mirando la puerta, donde un dudoso Luis asomó la cabeza.
— ¿Necesitas algo?
El chico negó con la cabeza rápidamente.
— Bueno... quería saber si puedo ver a mis hermanos.
El pelirrojo miró por la ventana, aún no era muy tarde después de todo. Los niños Jaguar no se podían quedar en la misma casa que ellos para no llamar la atención de los otros nobles. Luis fue diferente ya que había pasado su primera transformación y estaba más débil que los demás.
— Claro, puedes preguntarle a tú hermana si quiere ir con nosotros a la posada.
El chico asintió alegremente con la cabeza, para luego salir corriendo.
Ann y Manuel miraron al pelirrojo que solo se encogió de hombros.
Era un noble después de todo, y era más débil que los demás, por lo que la protección de un maestro de la espada y una chica que se había ofrecido a ser su guardia le vendría muy bien.
Luis era ajeno a todo ese pensamiento y estaba contento de que el Joven Maestro que lo ayudo lo llevará a él y a su hermana a ver al resto de su familia.
En su mente (y en la de algunos otros) Abel June era un noble que se tomaba en serio su papel y ayudaba a los demás como la buena persona que era.
Bueno, saben, Luis es algo ingenuo.
Yoon Seong-jin no era alguien que creyera en supersticiones, lo cuál era irónico si hablaba del lugar del que venía.
Él nació en un lugar llamado Corea.
Tuvo una vida fácil, era el segundo hijo de una familia promedio, su vida no era acomodada, pero nunca le falto nada. Su padre trabajaba para el gobierno en un puesto sencillo, su hermano mayor quería seguir los pasos de su padre, por lo que él se concentró en otras cosas.
Cuando aún era un niño, miró como los soldados escoltaban al emperador y los príncipes en su caravana por la ciudad.
Los maestros de artes marciales y maestros de espada se veían brillantes a sus jóvenes ojos. Corrió hacía sus padres, suplico y lucho para poder convertirse en un maestro de espada.
Las clases fueron difíciles, el correr hasta ganar la velocidad necesaria para la lucha, los saltos usando todos los músculos de las piernas, girar en el aire, mover los brazos en movimientos constantes hasta sentirlos entumecidos, cada que salía del entrenamiento sentía sus músculos hechos pedazos y se quedaba en el baño más tiempo del necesario.
Pero para él valía la pena, por la espada que había aprendido a amar, para dar honor a su familia, para cuidar de su país.
Tenía 17 años cuando su trabajo fue reconocido, y fue aceptado como aprendiz de un guardia de uno de los príncipes. Él era feliz, sus padres estaban orgullosos, sentía que nada podía salir mal.
Estaba equivocado.
Aunque él era un simple aprendiz, tampoco era idiota. Notó el nerviosismo del príncipe, del rey, como muchos guerreros partían hacía lugares desconocidos y nunca regresaban, como sus mayores iban desapareciendo cada vez con mayor frecuencia, sin una palabra o explicación, simplemente desaparecían.
Sabía que algo andaba mal, pero no sabía que. Tampoco podía decírselo a su familia, simplemente estaba alerta, esperando el momento de que la batalla estallara en su amado país, se propuso proteger a su príncipe y a su familia.
La batalla no fue como el creyó que sería, no tuvo oportunidad de proteger a nadie.
El infierno se desató en el cielo. Las llamas empezaron a caer con grandes rocas por todo su país, lo primero que destruyeron fue el palacio. El enorme edificio de color gris que expresaba la magnificencia de su país fue reducido a cenizas con todos dentro de él en menos de 10 minutos.
El agua de los ríos se evaporo, enviando olas de calor y vapor por todos lados, los cultivos y los bosques se incendiaron, las manadas de animales aplastaron hasta la muerte a las personas que intentaban escapar.
Cubrió a sus padres y sus hermanos, corriendo junto a ellos en un intento de llegar a un lugar que no estuviera cubierto de fuego o de animales enloquecidos, pero se separaron antes de que pudiera lograrlo. Su familia sucumbió ante una bola de fuego que cayó del cielo.
Pero él estaba vivo.
Por alguna razón no murió por el fuego, ni el calor, ni los animales, ni siquiera murió por el hambre.
Solo, vagaba por las cenizas de lo que alguna vez fue su país, viendo a sus conciudadanos morir de hambre, por el fuego o el calor, o siendo atacados por algún animal. Pero él seguía vivo.
No tenía casa, ni familia, ni alguien a quien servir, solo vagaba por el fuego errante que había decidido consumir el mundo.
Luego despertó en una selva.
Aún no entendía que había pasado, había ido a dormir una noche y a la mañana siguiente se despertó en un lugar completamente diferente. Era un lugar húmedo y caluroso, con animales peligrosos con grandes garras que intentaron matarlo en más de una ocasión. Aún sin pretenderlo, aún sin su amada espada, los mató uno a uno mientras avanzaba por esa húmeda selva sin saber que pasaba, pensando que era un sueño y que posiblemente volvería a despertar en esa aldea destruida por el fuego.
Cuando, probablemente ya que había perdido el sentido del tiempo, tenía 24 años, llegó al borde de la selva, donde había un miro liso, que saltó sin ningún tipo de problema. No había nadie a su alrededor, así que siguió caminando.
Y entonces lo vio. Un chico con el cabello rojo como el fuego que cubrió el cielo, pero con los ojos del mismo color gris apacible de su palacio.
— ¿Quién eres? ¿Estás bien?
Bueno, en realidad no entendió una jodida palabra, no hablaba el mismo idioma. Fue frustrante, después de vagar por tanto tiempo que no pudiera entender lo que le decía la otra persona.
Fue hasta después, cuando aprendió el idioma del país, que se dio cuenta que él chico le había preguntado como estaba.
No tenía sentido.
Si te encuentras a un chico ensangrentado a las afueras del muro de la selva que se supone que debes custodiar no le preguntarías si está bien, deberías estar alerta para evitar que esta persona sospechosa te ataque.
Abel June era extraño, pero también era una buena persona (algunas veces).
Fue este joven maestro, de una jerarquía que no entendía, la que se encargó de que le enseñaran el idioma, lo alimentaran, le dio nueva ropa, una espada y sin proponérselo, también le dio un nuevo hogar.
Él, que había perdido todo lo que amaba alguna vez, ahora tenía un nuevo lugar al que pertenecer.
Pero era estúpidamente difícil servir a este joven maestro, aún más difícil que al príncipe heredero que había servido en el pasado. Eso era por qué este pelirrojo débil como un pollo no dejaba de meterse en problemas uno tras otro, acogiendo a todo tipo de personas sin pensarlo y luego meditando donde debería acomodarlos.
Era un idiota de buen corazón.
Lo más reciente fueron este grupo de jóvenes Jaguares, y aunque admitía que había sido parcialmente su culpa por llevarlos con él, no esperaba que realmente se hiciera cargo de ellos y les buscara un nuevo hogar.
Incluso Jhon que siempre se mantenía atento y sonriendo le había dado una mirada de enojo cuando se entero de esto, además de la chica de ojos raros/maga/elemental que también habían llevado y de la que no sabía el alcance de sus habilidades. Si fuera solo una maga no debería haber podido usar fuego, pero si fuera una elemental no podría haber usado la aglomeración de mana, y Karina había dicho que no era una ninfa o algún hada.
No tenía idea de que era esa chica de ojos raros.
Pero ella había accedido a actuar como la guardia de Abel, así que los estaba acompañando, permitiendo evaluarla lentamente.
Cuando llegaron a la posada a ver los niños tuvo un sentimiento indescriptible.
Primero le hizo gracia ver como empujaba a un noble para llegar a la habitación, pero verla abrazando a los Jaguares le hizo recordar lo que había perdido.
Aunque estuviera contento con la vida que tenía en ese momento, su familia, su país y su príncipe no regresarían.
— ¿Que estás viendo?
Escuchó la voz de Abel, que le sonreía ligeramente, antes de hacerle una señal con la cabeza de que deberían dejarlos solos. Yoon simplemente asintió caminando tras de él.
Aun si no tuviera una familia, estaba contento con su decisión de seguirlo.
Pertenecía a un nuevo lugar.
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