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La Mano Del Rey

U N O |Blanco|

La cuerda de mi arco se tensó y la punta de la flecha rogó dar ya en un objetivo. No la hice esperar más, la flecha surcó en el aire, lista para acabar con la vida de mi objetivo pero el ciervo levantó sus orejas y corrió antes de que mi flecha le atravesará el corazón.

Maldije mentalmente, ahí iba mi comida de hoy y probablemente de toda la semana.

¿Qué había asustado al ciervo? Yo había sido lo más sigilosa posible.

Caminé para recuperar mi flecha y escuché algunas ramas quebrándose lejos de mi; tensé de nuevo mi arco junto a la flecha que hace un momento había perdido.

Otro ciervo asomó su cara y de nuevo la flecha volvió a surcar en el aire. Está vez si que había dado en el blanco.

—Demonios—Corrí y acorté los 3 metros que me separaban del hombre al que había derribado.—¿Qué rayos estabas haciendo aquí?

Sabía que estaba mal pero saqué rápido la flecha de su pierna y rompí mi manga desgastada de mi blusa para hacerle un torniquete improvisado, la sangre se detuvo un momento, fue hasta entonces que me concentré en el hombre.

Pertenecía a una familia rica, no había duda, tenía ropa de aquella cara que solo esa gente podía permitirse y cargaba consigo un arco también junto a un carcaj lleno de flechas doradas.

¿Cuánto dinero podía conseguir con una de sus flechas?

Sus ojos azules atraparon los míos, ví dolor en su mirada, mi culpa seguramente.

—¿Por que se te permite cazar con tan mala puntería?—No despegó su mirada de mi y yo no titubeé.

—Fuiste tú el que se atravesó y espantaste mi comida de 1 semana.

El me miró con confusión.

—¿Tu comida de 1 semana?

Me levanté y le ofrecí mi mano.

— ¿Puedes caminar? Te llevaré a mi casa si quieres, puedo limpiar tu herida, bajar el dolor y ayudarte a que sane rápido.

Él se levantó con esfuerzos, era más alto que yo pero mis años trabajando duro me habían echo resistente como para aguantar a medias que el se recargara en mi hombro. Soltó un quejido de dolor cuando dió el primer paso, acomodé bien el arco y flechas en mi espalda antes de casi forzar al hombre a caminar.

—Me atraviesas con una flecha pero no me das tu nombre, los modales no son lo tuyo ¿verdad?

A pesar de que estaba herido su voz era autoritaria, caminó prácticamente dando saltos mientras cruzábamos el bosque, no respondí tampoco aquella acusación, lo único que me llegaba en estos momentos a ese hombre era la herida de su pierna y temía que me encarcelaran por dispararle a un miembro de los ricos. Después de un rato caminando entre el bosque la pequeña choza a la que llamaba hogar se asomó en mi vista junto a otras pocas casas dispersadas alrededor que avisaban que el reino de Oesered empezaba ahí.

—¿Esa es tu casa?—Preguntó el pero yo volví a ignorarlo.

Mi casa estaba hecha de madera y piedra, tenía dos pisos eso la hacía ver un poco más grande que las demás, mi mamá era costurera, hacía cosas maravillosas con la piel que sobraba de los animales que yo cazaba, no fallaba si apostaba que algo de lo que traía puesto aquél niño fue confeccionado por las manos de mi madre.

Lo hice entrar por la puerta trasera tratando de no hacer ruido al pasar.

—¿Alina? ¿Eres tú, querida? Llegaste un poco antes de lo normal. ¿No había animales en el bosque?

Mi mamá gritó desde su taller, aunque la casa parecía grande por fuera la verdad es que era pequeña, como todas las de Oesered.

—Soy yo mamá, desgraciadamente no tuve suerte esta vez.—Grité de vuelta y apuré al hombre a subir las escaleras.—Iré a ducharme.

Ella ya no respondió pero tampoco se movió de donde estaba lo cual me alivió, traer un hombre a casa era de las últimas preocupaciones que quería darle a mi madre.

Trabé la puerta de mi cuarto y casi aventé al hombre que me acompañaba a mi cama. Él parecía divertido, pasó su mirada azúl por todo mi cuarto y después se asomó por mi ventana.

—Espérame aquí, traeré las cosas para curar tu herida.—Me dirigí a la puerta.—Trata de no hacer ruido, resulta que mi hermana está aquí a lado y es muy curiosa.

Lo miré asentir, no esperé otra respuesta salí disparada a buscar las cosas. En la pequeña sala que teníamos había lo que mamá llamaba "Salva vidas" Antes de que papá muriera él era de los pocos doctores que había en Oesered para los que no podían acudir a un médico de esos que atendían solo a los ricos.

Aparté el recuerdo antes de que doliera más y tomé varias cosas de el estante.

—¿Paso algo?—Mamá apareció por la puerta de su pequeño taller con un vestido hermoso en sus manos y lo puso en su hombro para acercarse preocupada a mí—¿Te lastimaste Ali?

—Una rama de un árbol me lastimó un poco el pie cuando corría para tratar de alcanzar a un ciervo—Acomodé las cosas en mis brazos—Fue un rasguño pero quiero que sane rápido.

Evité su mirada y casi corrí escaleras arriba, sabía que mamá iba a querer ver el "rasguño" pero antes de que ella replicara yo ya estaba encerrada de nuevo con el hombre de ojos azules.

Puse las cosas que había traído sobre una pequeña mesita y le indiqué con la mirada a él que se sentará en la cama.

Dejó de curiosear entre mi estante con pocos libros para acercarse a mi y sentarse en el borde de la cama. Yo le quité el torniquete improvisado y me puse manos a la obra, agradecí en ese momento que aprendí demasiadas cosas sobre medicina antes de que mi papá muriera, limpié, curé y protegí la herida con agilidad

—Me llamo Nahel.

Lo miré un momento pero me arrepentí cuando su mirada azul volvió a atraparme. Regresé la mirada a su pierna, ya casi terminaba.

—Alina.—Respondí cortante mientras terminaba de vendar.— Podrás caminar con esto, estoy segura de que ya no va a dolerte por lo menos el día de hoy. Si quieres puedes regresar mañana, te cambiaré la venda.

Me dirigí a la puerta de mi cuarto y la abrí con intenciones claras.

Él levantó una ceja.

—¿Me estás corriendo?

Me crucé de brazos.

—¿Esperas alguna otra cosa? ¿Quieres que te pague o algo así? Vamos, no puedo pagar ni lo que voy a comer hoy, además curé tu herida.

Nahel se levantó de la cama, apoyó su pie herido en los tablones de madera y lo probó, como si se tratara de un juguete nuevo. Supongo que no le dolió por qué ví como abrió un poco los ojos.

Antes no lo había notado tanto por qué estaba encorvado a causa del dolor pero ahora que podía pararse bien se notaba la evidente diferencia de tamaño, más alto, más fornido.

Pasó su mano por su cabello negro y caminó a la puerta, lo acompañé detrás rogando por qué mamá o Kath no lo vieran, por suerte mi misión resultó un éxito.

—Regresaré mañana entonces—Su sonrisa era sincera aunque no la entendí por completo. ¿De verdad le estaba sonriendo a la chica que lo había atravesado con una flecha?

—Perfecto, te esperaré— Titubeé recordando su nombre.—Nahel.

Él se perdió de nuevo en el bosque fue entonces que respiré aliviada, no miento, estaba muy asustada, si Nahel me pedía dinero o algo así definitivamente estaba acabada, estaba terminando de pagar aún el medicamento de mi hermana como para agregarme otra deuda.

Entré a casa y subí al cuarto de Kath, ella estaba dormida, viéndola ahí indefensa me rompió el corazón. Ya había perdido a papá, no quiero perderla a ella también.

Supongo que mamá y yo nos hacíamos día a día la idea de que Kath no viviría mucho tiempo con nosotros, no por qué nos faltara fe, Kath tenía Angina de pecho y no teníamos dinero para pagar su tratamiento.

—Hola nena—Mi voz salió melosa, Kath había despertado mientras yo estaba ahí por quién sabe cuánto tiempo viéndola—¿Cómo estás? ¿Quieres que te traiga un poco de comer?

Habíamos estado controlando a Kath muchos años gracias a papá pero cuando el murió, el mundo de las tres se nos vino abajo.

Su pequeña voz hizo eco en mi corazón.

—Ali, ¿Ya regresó papá? Soñé que nos dejaba solas.

El corazón me palpitó rápido, acorté la distancia que nos separaba aún y la envolví en mis brazos.

—No mi niña, papá ya no va a regresar.

Escuché sus pequeños sollozos, había pasado medio año desde la muerte de papá, parecía que aún podía verlo caminar en la casa, escucharlo reír junto a Kath, verlo correr junto a mi en el bosque...

—¿Qué te parece si preparamos un pastel? Conseguí los ingredientes exactos para hacerlo.

Kath tranquilizó su llanto y me miró con sus ojitos cafés aún mojados, limpié sus mejillas pálidas, la ayudé a levantarse y la llevé en mis brazos hasta la cocina.

Yo sabía desde siempre que daría todo por mi hermana.

D O S |Azul|

Le di un beso en la mejilla a mi hermana y a mi madre antes de salir y correr al bosque.

Oesered era un reino muy caótico, si me lo preguntan a mi yo culpaba totalmente a los gobernantes.

Aquí solo había dos formas de sobrevivir y llevar una vida tranquila: Pertenecer a una familia rica o trabajar para una familia rica.

Y para mí desgracia, yo no tenía ninguna de esas opciones.

Había aprendido a cazar a los 10 años, y hasta ahora era una forma en que yo junto a mi madre y mi hermana sobrevivíamos. No era suficiente, lo sabía, pero no tenía muchas opciones; mamá confeccionaba ropa, le pagaban muy poco y yo cazaba nuestra comida. Era justo.

Normalmente no encontraba muchos animales en el bosque, por más que me adentraba parecía que ellos más se escondían aunque sin mentir la mayor razón por la que pasaba mis días en el bosque era para tratar de olvidar el dolor que me causaba la perdida de mi papá.

Las tres lo llevábamos muy mal, parecía que el tiempo solo estaba empeorando nuestra herida en lugar de sanarla.No había muchas personas en el bosque así era mi refugio estaba fuera de las miradas de dolor de mi madre o los llantos de Kath que solo me hacían romperme más.

Acomodé mi abrigo, empezaba a hacer frío el invierno estaba cerca y para mi familia eso no no pintaba nada bien, el hambre que sufría Oesered en invierno era peor que la de cualquier otra época del año y resulta que sin papá todo indicaba que sufriríamos más de lo normal.

Un crujido de algunas ramas agudizó mis sentidos y en menos de un minuto yo ya tenía arco y flechas listos para lanzar.

— Porfavor no me dispares de nuevo—Nahel subió sus brazos en señal de paz y yo bajé mi arco.—Buenos reflejos.

Hice una mueca y aparté algunos mechones castaños que me estorbaban en la cara mientras daba la vuelta para alejarme de él, según yo, ya no le debía nada a ese hombre, ayer lo había arreglado todo con él. ¿O acaso venía a su cambio de vendas? Cuando el pensamiento me inundó detuve mis pasos en seco, el me seguía y chocó conmigo cuando me detuve, fruncí el ceño cuando lo enfrenté cara a cara pero él se carcajeó.

—Eres muy malhumorada—Dijo cuando su risa por fin había acabado—Desde que te conozco solo e visto muecas en tu cara.

—Tampoco es como que me conozcas de hace años ¿sabes? ¿Vienes a que cambie tus vendas? Puedes tocar la puerta de mi casa más tarde—Volví a voltearme y caminé tratando de alejarme de él y su mirada azul.—Si me disculpas, tengo que tratar de cazar algo para comer.

Eso último lo dije un poco alto por qué mi plan de alejarme estaba funcionando hasta que lo sentí detrás mío de nuevo.

—Te acompaño.

El tono de su voz me pareció más una orden que una petición, yo negué con la cabeza tan solo escucharlo, seguí caminando, esquivando ramas de algunos arbustos.

—No necesito compañía—Demandé sin voltear a verlo.—Ya puedes irte.

—No lo creo, me estás corriendo de nuevo, en todos mis años de vida tu rompiste el récord de cuántas veces me corren.

Está vez fue mi turno de reír, fue una risa en voz baja, ojalá se acostumbré por qué si sigue apareciendo por aquí sin avisar tendré que correrlo más veces al día de lo que puedo contar.

Un conejo blanco apareció en mi campo visual, de nuevo preparé mi arco de manera rápida, detrás de mi Nahel se inclinó a mi lado sin hacer ruido y llevó su mirada azul al pequeñín, centré mi objetivo y atravesé al pobre conejo de un movimiento.

—Tienes buena puntería, no entiendo por qué pasó esto entonces—Dijo señalando su pierna y caminando aún detrás de mí.

—Tú te atravesaste.—Acusé sacando la flecha del conejo.

—Yo iba pasando.

—Eso es atravesarse.

Tomé al conejo de las orejas y lo llevé conmigo, no era fan de la carne de conejo así que a este le sacaría algunas monedas en el mercado.

—¿Te vas?—Preguntó cuando se dió cuenta de que estaba tratando de salir del bosque.

—¿Porqué? ¿Me necesitas para algo?

Me tomó del brazo para detenerme y yo volteé a verlo, de nuevo sus ojos azules me atraparon, me sentía pequeña delante de él, me sacaba fácilmente unos 30 centímetros.

—¿A qué hora puedo ir a verte para las vendas?

Me safé despacio de su agarre.

—¿Te duele? Puedes ir a la hora que quieras.

Despegué mi mirada de la suya para caminar de nuevo, mi casa ya se podía ver desde aquí.

No esperé respuesta de Nahel pero sentí su mirada hasta que desaparecí por la puerta de mi casa.

Kath estaba en la cocina con mamá y me vieron entrar.

Dejé mis cosas a un lado de la puerta junto al enorme conejo. Estaba orgullosa de mi presa.

Kath lo miró con miedo pero después regresó su mirada a mamá quien parecía más preocupada de lo normal.

—Alina, llegaste, ven aquí.—Mamá me señaló con su mano un banco junto a mi hermana, esto no me gustaba nada, mamá había usado mi nombre completo y eso indicaba desde ya malas noticias.—Tengo algo muy importante que contarte.

—Adelante—La animé.

—La boutique—Empezó, yo asimilé despacio, era la tienda que nos abastecía de medicamentos para mí hermana—Los dueños de la boutique son de la familia Parisi y resulta que les debemos mucho.

Mi mamá volteó a ver a Kath quien solo agachó su cabeza, sus rizos castaños cayeron formando una pequeña cortina en su cara, yo la abracé.

—Puedo ir a verlos, veré a Luca, le pediré más tiempo.

—Ya lo hice, Ali, el padre de Luca, Elio me dió solo una opción para perdonar nuestra deuda.—Mi mamá me miró a los ojos mientras tomaba en sus manos las mías. A diferencia de mi los ojos de mi mamá eran color verde claro aunque si los veías en la luz parecían casi un color miel.—Tienes que casarte con Luca.

Empujé atrás mi silla y me puse de pie.

—No, mamá, además Luca...

—Luca está de acuerdo.—Interrumpió mi mamá.

—Imposible—Dije andando a la puerta trasera, tomé el conejo que hace unos momentos había cazado y lo llevé conmigo al mercado, 10 monedas de plata por el conejo y el viejo Matt me las pagó sin rechistar, yo mataba a los animales sin hacerlos sangrar tanto eso aumentaba el valor. Después de que guardé las monedas en mi bolso me dirigí a la boutique, Luca no me podía hacer esto, él, era el único de los ricos que me agradaba, no era prepotente como todos los suyos y había sido mi amigo desde que fui a pedir medicamentos para Kath.

Las calles de Oesered eran angostas, el mercado estaba plagado de comerciantes que te vendían todo tipo de artilugios y cosas extrañas que nadie compraba por qué; eran muy caras y no había mucho dinero.

Recorrí, evitando chocar con la gente, las calles que me conducían a la boutique, empezaban a asomarse ya las casas de los ricos y un poco más allá se alzaba en lo alto el enorme castillos de los reyes, nunca los había visto a pesar de que la pasaban de viaje.

Las calles dejaron de estar concurridas en cuanto entré a la zona de los afortunados.

La boutique apareció delante de mí y corrí a ella pero antes de entrar dos guardias reales me detuvieron, no se nos permitía caminar por aquí sin autorización de algún rico es por eso que los guardias vigilaban cada casa, cada local de ellos.

—¡Luca!—Grité cuando los guardias empezaron a empujarme para sacarme.—¡Luca soy Alina!

Los empujones se detuvieron cuando una voz los obligó, la mirada café de mi amigo cayó en la mía, él se veía igual o peor que yo, cuando los guardias me dejaron pasar corrí y lo abracé, sus brazos cálidos me recibieron en seguida.

—Dime que no es cierto—Le dije con la cara escondida en su pecho.

—Mi padre acaba de decírmelo— Confesó con pena—Siento que las cosas sean así Ali, sabes...

Sus palabras se quedaron en el aire, yo lo comprendí en silencio, también lo estaba obligando a él pero sus palabras me tranquilizaron, platicar con él me dió paz hasta que llegamos a un acuerdo y yo me resigné, aceptaría, después de todo Kath seguía ocupando medicamentos y siendo esposa de Luca podría tratar la enfermedad de mi hermana e incluso curarla. Luca me prometió ser cuidadoso, yo sabía que él estaba enamorado de otra chica, tiempo atrás él mismo me lo había contado pero Elio, su padre nunca aprobó su relación y lo había emparejado conmigo 1 por mis deudas y 2 por qué Elio quería impedir a toda costa la relación de Luca.

—Por mi hermana—Susurré a nadie en específico saliendo de la boutique y dirigiéndome a casa.

Kathya estará bien.

T R E S |Rojo|

No visité el bosque el día siguiente, y tampoco la semana restante, resulta que tampoco había visto a Nahel, prefirió quedarse con sus médicos a que yo siguiera removiendo las cosas en su herida, no me importó eso me daba un suspiro de alivio después de todo. Por lo menos ya no cargaba con ese peso.

Pero siendo esposa de Luca podría pagar todas las deudas de mi familia.

Estábamos comprometidos pero se había planeado que nuestra boda pasaría después del anuncio de la corona del principe Sebestyen, se haría una fiesta grande en las que todas las casas de los ricos estaba invitadas claramente, solo la élite podía ver a su odiosa familia real.

Aproveché el tiempo con Luca para aprender más sobre medicina él era un sabelotodo en eso y yo era más de medicina tradicional y herbolarea, era lo único que podíamos permitirnos y con lo que se curaban los nuestros.

A este punto ya me había resignado, Luca era buen hombre pero ambos sabíamos que no íbamos a llegar a más, su corazón tenía ya una dueña mientras yo lo veía como un hermano mayor.

La boutique tenía prácticamente el tamaño de toda mi casa, el el primer piso todo estaba lleno de estantes con frascos de medicamentos y en el segundo piso había una biblioteca grande, ahí era dónde se había quedado mi semana desde que nos enteramos del compromiso.

—Ali—Me llamó Luca, yo interrumpí lo que estaba leyendo y bajé las escaleras.—Llegó una carta del palacio.

—¿Algo interesante?—Pregunté solo para mostrarle interés a Luca no a aquel dichoso papel.

—Algo muy interesante—Mi amigo me miró. A pesar de nuestra situación no podían llamar a Luca "mi prometido"—La reina va a organizar una fiesta de té para presentar a su nuera. Eso significa que tendrás que ir, sola.

Puntualizó la última palabra casi con miedo.

—¿Cuándo es esa cosa?—Pregunté buscando la respuesta en sus ojos.

—Esta tarde—Respondió como si nada.

—Luca, no es gracioso.

—No estoy bromeando, Ali.

Me tomó de la mano y me sacó de la boutique detrás de el local estaba su enorme casa, la mansión de los Parisi.

A mí parecer esa casa era bastante grande para que solo la habitará Luca y sus padres, mi propia casa cabía unas 4 veces ahí.

Subió conmigo las escaleras de caracol que adornaban aquella mansión y me llevó a un cuarto que yo supuse le pertenecía a su madre por qué estaba lleno de vestidos y ropa cara como la que mamá confeccionaba.

Luca sacó un vestido rojo demasiado bonito y me lo ofreció, eligió también unas zapatillas para ofrecerme las también.

—Puedes usar eso ya que aún no se termina de confeccionar ropa para ti, pruébatelo, si no te queda le pediré a la costurera de mi madre que lo adapte a ti.

—Odio usar vestidos

—Puedes cambiarte en mi habitación—Dijo ignorándome con una sonrisa y señaló una puerta.

Arrastré mis botas negras por el piso perfectamente pulido hasta la habitación de Luca, el cuarto era grande y tenía una ventana desde la que podía ver el castillo, agradable vista pero no sé comparaba a mi cuarto.

Me metí a regaña dientes a él vestido, era muy bonito, no lo negaba pero de verdad odiaba los vestidos, no me dejaban moverme bien, estorbaban horrible y me daba demasiada calor con ellos. ¿Quién había inventado estas cosas para las mujeres? El maldito vestido me quedaba como guante aunque tuve problemas para abrochar el cordón de la espalda no tenía otra queja al respecto, se sentía ligero a diferencia de los pocos que había usado en mi vida.

Después de verme un rato me metí al baño del cuarto de Luca, fue hasta que prendí la ducha que me pregunté si estaba tomándome muchas libertades en esa casa pero era la prometida de Luca eso me excluía de cualquier queja ¿no? Cuando cerré el grifo me quedé otro rato sentada en la tina y me repetí más veces que hacía todo esto por mi hermana, no supe cuánto más estuve ahí hasta que alguien tocó la puerta.

—Ali tienes 20 minutos para salir, tardarás otros 10 minutos en llegar al palacio, nuestro chofer te llevará.

—¿De verdad tengo que ir, Luca?

—Si, Ali, la reina solo invitó a las señoritas de las casas.

—Pero soy tu prometida, aún no pertenezco a la familia Parisi.

—Ya perteneces a nuestra familia, Ali, y sigues siendo una señorita, aún no contraemos matrimonio ni tenemos hijos.

—No quiero ir—Rogué

—Ya no lo sé, Ali, lo siento.

Escuché la puerta cerrarse y salí del baño envuelta en una toalla blanca, el vestido rojo estaba ahí esperándome en el borde de la cama, suspiré antes de ponermelo. Es por Kath, lo estoy haciendo por Kath. Una mujer entró casi en seguida, me ayudó a acordonar el vestido y secó mi cabello castaño dejandolo suelto, los rizos se me formaron en seguida, nuestro cabello era algo que habíamos adquirido Kath y yo de mamá.

Me metí en las zapatillas doradas, me puse mis guantes de cuero negro y antes de salir me ví al espejo, no me reconocía yo misma, eso me aterraba.

— Te ves increíble.—Luca me sonrió con calidez mientras me ayudaba a bajar las escaleras de caracol, el chofer de los Parisi ya estaba esperándome afuera.—¿Y los guantes?— Preguntó antes de que yo subiera al carruaje.

—Sabes que odio quitármelos.

—Se ven bien—Dijo encogiéndose de hombros.—Suerte.

Fue lo último que dijo antes de que aquella cosa de madera y metal se cerrará conmigo dentro. Jamás me había subido a uno de estos y no solía verlos mucho en las calles, estas cosas solo las usaban las familias como la de Luca o la de Nahel.

Nahel.

Me apunté una nota mental para preguntarle a Luca sobre aquel chico de ojos azules, durante toda esta semana me había olvidado completamente de él.

El cacharro al que llamaban carruaje de movía demasiado para mí gusto, la calle de piedra no ayudaba, eso solo me hacía brincar de un lado a otro dentro de esa cosa.

Pero para mí fortuna el palacio no estaba tan lejos y llegamos rápido.

El castillo se veía más grande ahora que lo tenía de frente, nunca me había parado a esta distancia de el, no se nos permitía caminar por aquí así que toda mi vida viví admirándolo desde lejos. Recuerdo que cuando era niña solía decirle a mi mamá que yo de grande sería una princesa en aquel castillo, mis padres solo sonreían y apoyaban mi sueño aunque ambos sabían que era imposible.

Salí apresurada de el cacharro elegante pero yo seguía admirando el palacio, era demasiado grande, blanco con adornos dorados y azules, tenía al frente un jardín enorme, bien cuidado, incluso sus árboles tenían cada hoja perfectamente bien podada.

—Señorita Parisi—Llamó alguien, no estaba acostumbrada a ese apellido, no era mío, aún—Señorita Parisi.— Volvió a llamar la voz y hasta entonces reaccioné.—Adelante señorita, la esperan adentro.

¿Me esperan? ¿Había llegado tarde? Seguí a un hombre, aunque me cueste admitirlo el castillo por dentro era hermoso, yo no sabía a dónde mirar, había tantas cosas, era tan grande.

—Por aquí

Señaló el mozo de nuevo mientras me conducía por un pasillo larguísimo.

Había varias pinturas a lo largo del Castillo, miembros de la realeza supongo por qué de vez en cuando había algunos hombres con coronas.

dos puertas enormes aparecieron frente a mi pero yo había estado tan concentrada viendo las paredes y el techo que no me di cuenta cuando llegamos ahí.

—Diviértase señorita

El hombre me dejó sola y las puertas se abrieron, el corazón me palpitó con fuerza, escondí mis manos atrás para ocultar mi nerviosismo.

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