NovelToon NovelToon

LA BELLA Y LA BESTIA.

CAPITULO 1

NARRADORA...

En un pequeño pueblo en Francia, habitaba gente muy trabajadora, la cual se esforzaba para no caer en la pobreza, aquel pueblo se llamaba Rocamadour se encontraba al este de la ciudad de Burdeos y al norte de la ciudad de Montauban. formaba parte de un valle abierto en la montaña calcárea del Causse por el río Alzou. En ese pueblo vivía una hermosa joven llamada Marieth Leroy, una joven bastante bella por lo que decía el pueblo, su piel era de un tono blanco como una muñeca, unos ojos verdes al igual que una esmeralda, junto con labios de un color similar a la de una fresa, y sin duda un cabello pelirrojo ondulado, todos los hombres quedaban fascinados por su belleza, como toda joven tenía aspiraciones, pero para su mala suerte su belleza y su vida eran totalmente distintas, su madre al darle luz falleció, su padre para que nunca olvidara la gran mujer que tenía como madre contaba historias de ella cada noche, por lo que Marieth al escucharlas todo el tiempo le quedaba un nudo en la garganta por el hecho de que nunca pudo conocerla.

Por lo que había escuchado, su madre era una campesina que le gustaba mucho la jardinería.

Su padre le contó que en una tarde de otoño se encontraba vendiendo flores y un él había llegado para comprarle una rosa, a lo que ella solo le quedaba una, pero al momento de que le había entregado la rosa, el hombre se la había devuelto para darle una cálida sonrisa diciendo "encajas con este bello lugar", y ella le respondió "tú encajarías muy bien aquí", con aquella frase fue suficiente para que ambos sintieran una conexión, ambos decidieron casarse a los cinco meses, esa química que ambos sentían era tan especial que al fallecer su esposa él debía ser fuerte por sus hijos, pero jamás decidió casarse con otra persona que no fuera su amada, por esa misma razón no le teme a la muerte, porque sabe que su amada sigue esperando su regreso.

El padre de Marieth, George Leroy, era un hombre muy trabajador, el cual por el paso de tiempo se volvería rico por medio que tenía buenas influencias, era un capitán de un gran barco el cual ayudaba a encontrar nuevas tierras, amaba el océano, ese era un oficio que el apreciaba tanto, pero el tiempo no perdonaba, y poco a poco su puesto bajo por medio de la edad, hasta que quedo en bancarrota.

Marieth tenía cuatro hermanos mayores a los que apreciaba demasiado, unas jóvenes, Rubí y Jade, ambas eran gemelas tenían veinte años, y a pesar de tener esa edad eran muy caprichosas, por medio de que su padre les daba hasta más no poder, su amor hacia ellas lo cegaban, creyendo que si nunca les hacía falta nada jamás sentirían la pena de perder a su madre, pero era todo lo opuesto, aquellas doncellas creían merecer todo, en cuanto se dieron cuenta que habían caído en la miseria no hubo más dolor que ese. Se caracterizaban por tener un cabello rubio acompañado de unos hermosos ojos azules, ambas se consideran una verdadera obra de arte, todas las noches buscaban esposo, alguien digno de ellas, pero nunca encontraban al indicado, al recibir la noticia de que habían quedado en bancarrota habían sido rechazas por todos los jóvenes del pueblo dando a entender que sin una fortuna no eras un buen partido.

También tenía dos hermanos varones.

Albert por su parte era el mayor del hogar, veintiséis años, frecuentemente se encontraba en el despacho de su padre, para cuando este ya no se hiciera cargo más, él tomaría su puesto, él iba a guiar a todos a conocer nuevas tierras, lamentablemente era un joven demasiado ambicioso, se dejaba guiar mucho por la ira, y al enterarse que habían quedado en bancarrota había culpado a su padre por no tener buenas influencias que lo ayudarán, que la razón por la cual le habían quitado todo era por no cederle su puesto a tiempo, que se había tardado de hacerlo, cabe decir que se iba a apostar a escondidas de su padre, lo hacía con el fin de ganar dinero para tratar de recuperar el honor de la familia, pero, en cambio, perdía por ser más ambicioso, debiendo aún más dinero. Al igual que sus hermanas tenía el cabello rubio rizado, piel blanca al igual que su hermana Marieth, ojos azules similares a los de su padre, frecuentemente usaba un sombrero para parecer moderno, nunca le había interesado conseguir esposa o algo por el estilo, se dedicaba más a trabajar.

Sebastián, por otro lado, era un joven muy motivado, con tan solo veinticuatro años, se dedicaba a escribir todo el tiempo, su sueño más grande era ser escritor, no se metía en el oficio de su padre, al contrario, apoyaba a su hermano a quedarse con el puesto, siempre permanecía callado la mayor parte del tiempo, con un poco de suerte llegaría a hacer conocido para que tuviera su propio libro. Al enterarse de la pobreza que habían quedado se dispuso a vender algunos libros suyos, pero lamentablemente eso no era suficiente, las deudas y los gastos de su hogar los consumían. Se caracterizaba también por tener ojos verdes como su madre, su tono de piel era más clara similar a la de su padre, era el más alto de todos, su cabello era un poco menos rubio, algo que lo destacaba en particular era su bella sonrisa que alegraba a su familia.

Cuando George quedo en bancarrota, se dispuso a conservar su único barco, para poder encontrar mejores tierras y así conservar su puesto, pero el problema era mucho más que eso solo que aún no lo sabía.

Con cincuenta años había dado casi toda su vida a ser marinero, ayudar a pescar a sus competidores, con el tiempo había sido el mejor de su generación haciendo tratos más allá. Actualmente, su cabello era blanco por medio a la vejez, siempre vestía formalmente, ya que para él la presentación lo era todo.

Al momento de saber de su situación sus hijos se dispusieron a trabajar para pagar los gastos de la casa.

Así que los hermanos de Marieth encontraron un trabajo como meseros, al menos hasta que encontraran algo mejor, las hermanas, en cambio, odiaban trabajar, el simple hecho de hacer era una vergüenza, y su padre nunca les había intentado quitar esa idea de la cabeza.

Marieth se dedicaba a hacer los deberes del hogar, tanto como por dentro como por fuera, la parte que le gustaba hacer más era el jardín, para poder mantener la casa de pie también trabajaba, al estar tanto tiempo en el jardín empezó a cosechar, tanto frutas como vegetales, incluso se dispuso a plantar flores de todo tipo, lo único que aún no podía plantar eran las rosas, pero todo lo demás si, así que empezó a vender todo lo que cosechaba para ganar algo de dinero, todo era muy complicado para ella, soportar a sus hermanas, ver a su hermano más vicioso, ver a su padre cada vez más angustiado y desesperado a tal punto de enfermar, para ella su belleza era lo de menos, no le importaba lo que los demás pensarán de ella, ni lo que creían, lo que de verdad le interesaba era poder mantener a su familia unida.

Marieth se encontraba cargando algunas calabazas para enviarlas a un puesto de verduras no muy lejos de ahí, ella lavaba las verduras entregaba la cosecha al lugar donde le dijeran, sin duda alguna era una joven muy trabajadora con tan solo dieciséis años de edad.

Mientras se dirigía hacia allí con su caja de calabaza en la mano, hasta que se percató que se encontraba Jeanne con unos libros en las manos, Jeanne era una joven de cabello rubio con ojos azules, algo que la caracterizaba mucho eran sus pecas, era hija del bibliotecario del pueblo, tenía dieciocho años, conoció a Marieth cuando pidió un libro que a ella le gustaba de niña, ambas compartían un amor hacia la lectura, y poco a poco se hicieron muy buenas amigas.

—¿Qué tal Jeanne?, parece que también te traen como mula—Dijo Marieth entre risas, a lo que bajo su caja de calabazas al suelo, y suspiraba cansada—Parece que llevas mi libro favorito ahí, no me digas que lo piensas regalar niña—Dijo Marieth, mientras le ayudaba con unos libros, algo que Jeanne respondió con un tono burlesco.

—Tranquila, no me voy a deshacer de tu libro, sabes que también me gusta mucho, te lo pensaba regalar por tu cumpleaños, pero viéndote ahora es mejor que lo tengas de una vez—Dijo para luego bostezar—Tú sabes que mi padre siempre le dan libros por otros sitios, sabes que siempre se deshace de estos libros que no son muy leídos, y por lo que dices, esta vez yo me ofrecí para ayudarlo con esto—Término para luego mirar a su amiga algo apenada.

—Una de las razones por la que te considero una amiga es tu generosidad, te agradezco que siempre me des estos libros—Dijo Marieth algo avergonzada, a lo que Jeanne respondió con una sonrisa en sus labios.

—No te preocupes, para eso están las amigas, solo son detalles, porque en su momento también has sido una muy buena amiga, sobre todo gentil—Le sonrió dándole una palmadita en la espalda.

—¿Y te has enterado que Hans te piensa pedir matrimonio?—

Hans era un hombre de veinte años, era pelinegro con ojos claros como los de un ciervo, era un joven bastante apuesto, todas las jóvenes quedaban encantadas con tan solo su presencia, él era hijo de un cazador que vendía los cadáveres de los animales a los carniceros, también podía darles la piel a los diseñadores para hacer diferentes atuendos, y con su reputación se había vuelto muy conocido, ganando suficiente dinero para ser conocido entre la gente, dando a entender que Hans provenía de una buena familia con buen aspecto económico, pero tenía la fama de mujeriego, de dejar a jóvenes embarazadas, se murmuraba que tenía una totalidad de quince hijos, pero nunca se supo con certeza si era verdad. Desde hace tiempo se había fijado en Marieth, su belleza había llamado por completo su atención, pero, en cambio, ella lo había rechazado demasiadas veces que él nunca se rindió de hacerla suya de cualquier modo.

—Por favor—Dijo Marieth devolviéndole los libros a  Jeanne—Él es un verdadero patán, realmente me repugna ese sujeto, es un mujeriego, se acuesta con cada mujer que se le cruza, y ahora desea estar conmigo porque lo he rechazado y hasta que no me tenga en su cama no va a dejarme tranquila—Lo decía en cierto modo de odio, la idea de estar con ese hombre la dejaba sin palabras, a lo que Jeanne respondió.

—Es que eres muy bella, y debes de entender que los hombres hacen lo que quieren lamentablemente, no tenemos opción, tienes suerte de que tu padre te deja elegir a quien tú desees, en cambio, mi padre ya me está buscando esposo—Dijo mientras soltaba un suspiro.

—Lamento oír eso—Respondió Marieth con cierto tono de tristeza—Espero que el esposo que elijan para ti sea de verdad un caballero, porque en estos tiempos hay muy pocos dispuestos a tratar a una mujer con respeto, verás que tu padre lo va a escoger bien—Dijo para tocar la mejilla de Jeanne, a lo que ella le regalo una sonrisa.

—Yo también espero eso de verdad, ¿Tú te miras con un esposo en el futuro?—Marieth le dio una sonrisa a Jeanne y negó con la cabeza.

—No deseo soportar un hombre en mi vida, juro que jamás me casaré, lo primero que más deseo es que mi familia deje de estar en la quiebra, les afecto tanto, y todos están por su lado, quiero tanto que todos estemos unidos—Dijo algo triste, a lo que Jeanne alzó sus brazos para abrazar a la joven, a lo que Marieth correspondió al instante.

—Verás que con el tiempo algo pasara que todos se unirán nuevamente, no te des por vencida, nadie merece verte así, es obvio que toda tu familia estaría así, esta gente solo se preocupa por la fortuna del otro, y no debería ser así, no siempre se trata de dinero, aparte toda tu familia trabaja, ¿no es así?—Dijo tratando de alegrar a aquella pelirroja, pero ella solo suspiro pesadamente.

—Mis hermanas son las únicas que no aportan nada a la casa, quieren volver a ser finas, pero, ¿Cómo esperan serlo si no aportan nada?—Dijo Marieth con cierto tono de furia, por el hecho de que sus hermanas siempre se quejaran día y noche, nunca trataban de cambiar algo al respecto, pensaban que de la noche a la mañana volvería a ser todo como antes cuando claramente no sucedería así. Jeanne miró con tristeza a su amiga, pudo notar que la más afectada por la situación era Marieth

—Puedo prestarte dinero, tal vez no cubra todos los gastos, pero al menos te ayudara un poco—Dijo Jeanne tratando de animar a su amiga, pero ella negó con la cabeza.

—No—Dijo mientras le tocaba el hombro dándole una sonrisa—Te agradezco que hagas esto por mí, pero mi padre jamás lo podría aceptar y yo tampoco lo haría, seguiré trabajando a como de lugar—

—Eres muy terca, ¿lo sabes verdad?—Respondió Jeanne con una sonrisa, sabía que Marieth era muy obstinada—Pero recuerda, si necesitas algo de dinero, solo dímelo, mi padre sabes que te aprecia mucho, él estaría encantado—Dijo, su mirada trataba de darle ánimos a su amiga, ella la ayudaría como fuese posible para darle motivación.

—Si, no te preocupes—Respondió Marieth dándole un abrazo.

—Por cierto—Dijo Jeanne—He escuchado que tu padre saldrá de viaje otra vez para encontrar una fortuna.

—Si—Dijo Marieth—Él dijo que iría hasta Marsella para ver a un conocido que lo ayudaría con este problema, es muy peligroso que vaya, y más porque está nevando allí, pero no tiene remedio, es muy necio ese hombre—Termino de decir Marieth a lo que Jeanne preguntó.

—¿Pero él no ira solo verdad?—

—No—Dijo Marieth, Albert ira con él, sabes que le interesa mucho quedarse con el puesto de mi padre, pero tendrá el puesto hasta que deje de ser tan vicioso apostando—No pudo evitar sentirse molesta la pelirroja, ya que si hermano no tenía remedio. Una y otra vez trataba de hacerlo entrar en razón pero todo era en vano, decía que lo dejaría cuando de verdad era mentira.

—¿Aún sigue así?—Dijo sorprendida Jeanne.

—No puedo creer que con su edad este así, entiendo que quiere ayudar, pero solo hace que deban aún más de lo que deben, ¿Qué pasaría si no llegaran a encontrar la solución?—Marieth solo la miro apretando los dientes para responder con un "no lo sé". No cabía duda de que Marieth también pensaba en dos respuestas, una negativa y una positiva, que con el tiempo vería en que lado de la moneda le tocará, tal vez sea de la suerte, o talvez la de la mala suerte, o ambas, eso la tenía muy angustiada, sin duda alguna estaba nerviosa.

Después de unos minutos ambas se despidieron para que Marieth pudiera entregar su entrega, a lo que en medio camino Jeanne recordó que tenía que darle a su amiga los libros que iba a desechar, pero se dio cuenta que Marieth ya se había alejado lo suficiente, a lo que pensó que mañana se los daría sin falta alguna.

Después de hacer lo pendiente, Marieth regreso a su casa para observar que su padre y hermano se encontraban empacando sus cosas para el viaje,

—¿Van a viajar mucho?, ¿Cuándo van a regresar?, ¿No necesitan algo?—Pregunto Marieth rápidamente para que su viaje fuese sin ningún inconveniente, su padre la observo con una sonrisa, para tocar su mejilla con algo de delicadeza.

—Estaremos bien, no te angusties, verás que cuando vuelva traeré conmigo la mejor de las sorpresas, además sé que pronto será tu cumpleaños, no debería de desaparecer para esa ocasión—Marieth solo le devolvió la sonrisa.

—Tienes razón, porque me enojaría mucho si estuvieras aquí, te quiero puntual padre—Le advirtió Marieth con la voz entrecortada, a lo que su hermano Albert le dio un abrazo—Yo lo cuidaré, no te preocupes, estaremos aquí sanos y salvos—Marieth simplemente suspiro pesadamente, sus hermanos siempre le decían que era muy paranoica para su edad.

—Está bien, también cuídate mucho—Recalco Marieth, no porque si hermano fuese un vicioso significaba que no lo amaba, lo quería con todas sus fuerzas, después de todo él siempre estuvo a lado desde que era pequeña.

—Lo haré hermanita—Contestó Albert para soltarla y seguir acomodando sus cosas.

George miró a Sebastián tocándole el hombro.

—Cuídalas por favor, también cuídate mucho hijo—Dijo, a lo que Sebastián asintió—Si padre, lo haré, también cuídate—Dijo, para darle un abrazo.

A lo que Rubí y Jade bajaron rápido al escuchar de que su padre ya iba a retirarse.

—Papi, por favor, ¿Nos podrías traer algo de ropa?, cada día me siento más pobre—Dijo Rubí, para después darle un abrazo.

—Si papi, por favor, ya no soporto usar estos vestidos viejos—Terminó de decir Jade algo deprimido. Sus hermanos solo se miraban entre sí, no aguantaban a las gemelas, eran muy caprichosas y vanidosas.

—Está bien, tranquilas, díganme, ¿Qué es lo que ocupan exactamente?, tengo entendido que debe de ser más que vestidos—Dijo George para que luego Rubí y Jade rápidamente habían escrito en un sobre todo lo que necesitaban, incluso habían afirmado que eso era la mitad para no sonar tan necesitadas—¿Y tú Marieth?, ¿Qué es lo que quieres?, no puedo irme contento si saber que es lo que deseas—Marieth simplemente miro a su padre bajando la mirada.

—Pues, a mí me gustaría una rosa, no logro que

crezcan en el jardín, así que espero y me la puedas conseguir, es lo único que pido, si no puedes está bien, y también quiero otra cosa—

—¿Qué otra cosa, querida?—Dijo su padre algo ansioso. —Tu regreso, y el de mi hermano—Termino de decir Marieth, a lo que su padre le regalo una sonrisa, él simplemente asintió—Claro que si corazón—Dijo para darle un abrazo, a lo que Albert interrumpió.

—Lamento molestar pero, es hora de irnos, se nos va a hacer tarde padre, hay que darnos prisa—Dijo Albert mientras abría la puerta esperando a su padre. Marieth miró a su padre, y él le deposito un beso en su frente—Te quiero mi amor, volveré pronto—Dijo para después despedirse de sus hijas y de su hijo, para más posteriormente marcharse.

Un día de viaje les tomo para llegar a su destino, después de llegar a Marsella, suspiro para bajar del carruaje junto con su hijo.

—¿No es increíble padre?—Dijo Albert mientras la brisa de aquel lugar era satisfactoria, la nieve sí que le daba el toque perfecto —Si hijo—Respondió George—Es hermoso este lugar, pero no hay tiempo que perder, tenemos que ir hacia La casa roja—

La casa roja era un negocio el cual tenía una muy buena fama de ser de buena calidad, ya que se dedicaban al comercio, usaban barcos para pescar, para ir a conocer nuevos tipos de sitios—Tiene razón padre, hay que darnos prisa—Dijo Albert para sugerir que fueran en carroza para llegar más rápido, no querían perder más tiempo, estaba nevando demasiado, pronto se haría una tormenta.

Al llegar a La casa roja, George se dio cuenta que su antiguo compañero Alexandre estaba afuera, era el momento adecuado para solicitar su ayuda, al momento de que lo vio le dio un fuerte apretón de manos y después de una charla natural entre ambos le contó su situación.

—¿Entonces creen qué nos puedan echar la mano?, la verdad se los agradecería mucho—Dijo George algo animado, pero para su sorpresa Alexandre había soltado una pequeña risa a lo que su risa se había borrado a mostrar una expresión confundida—La verdad nos encantaría poder ayudarte, pero no creo que nos pagues todo el dinero que te vamos a prestar en un año, sé que se te va a olvidar, ya estás algo viejo, esto no es personal pero ya no eres hombre de hace treinta años.

—¿Cómo puedes decir eso?—Dijo George golpeando el escritorio con su mano—Yo siempre he estado para ti, cuando más me necesitabas, ahí estaba, siempre cuando ocupaste un amigo ahí estaba para ti, no me vengas con que no soy un hombre de palabra—Terminó de decir George algo decepcionado, para luego observar como Alexandre se levantaba de su asiento para luego llamar a sus hombres.

—No lo volveré a repetir—Dijo Alexandre en un tono serio—Quiero que salgas de aquí, y te desaparezcas, aquí tú no eres bienvenido, estás puertas están cerradas para ti—Pero…—Fue interrumpido George por Alexandre que sostenía un cigarro.

—Vete ya, no quisiera que te saquemos nosotros mismos, lo digo más que nada por tu edad—Prendido su cigarrillo para mirarlos con desagrado.

—¿Cómo le pueden decir eso a mi padre?, siempre ha sido un buen hombre, ¡Malditos desgraciados!, lo van a lamentar infelices—Dijo Albert completamente molesto por como humillaba a su padre. A lo que Alexandre se acercó a Albert.

—He dicho se larguen o los saco yo mismo—Les advirtió Alexandre.

—Quiero ver que lo intentes infeliz—Dijo Albert mientras apretaba sus puños lo que fue tomado por el hombro. —Hijo, no importa, vámonos, no pasa nada, lo vamos a poder resolver—Dijo George tratando de calmar a su hijo.—Hazle caso a tu papi, niño—Dijo Alexandre entre burlas, a lo que Albert mostraba un gesto de furia, sin más que decir se fueron del lugar agobiados.

Albert estaba completamente molesto, estaba teniendo una crisis, no podía creer lo que estaba pasando, se sentía tan infeliz en ese momento, hasta que todo lo que pensaba se aclaró al oír la voz de su padre—Hijo, tienes que calmarte, no es el fin del mundo, sé que estás molesto y te entiendo, yo igual, pero tienes que entender que eso ya no está en nuestras manos—

—¡NO!—Respondió Albert completamente en llamas.

—Papá no puedo creer que seas tan cobarde, ¿Por qué no le dijiste que si no te ayudaba ibas a decir que él es un fraude?—

Siguió Albert mientras caminaba alrededor.

—Eres un maldito cobarde—

—Eso me haría igual que él, así que a mí parecer no lo vale, lo único que haríamos es perjudicar a él y a su familia, no quiero eso en mi conciencia, así que entiende ya mi situación, no soportaré más tus berrinches, tendré que vender el barco para al menos salvar la casa—Dijo George tocando su cabello algo decepcionado.

—Eres un poco hombre, debiste de decirle eso para que nos ayudara, no puedo creer que seas mi padre, mi padre no debería de ser un cobarde—Dijo Albert mientras golpeaba la pared—

—¡Basta!—Dijo cansado George de que su hijo estuviese fuera de control. Albert bajo la cabeza y se dio la vuelta.

—Me voy de aquí, no soporto verte ahora—

Después de terminar su frase se retiró sin más que decir, su padre trato de hacerlo entrar en razón pero fue en vano, no escuchó en lo absoluto, se fue a buscarlo por todas partes pero solo se había perdido entre el bosque, para su mala suerte empezaba a nevar cada vez más, no podía considerar esto, no logro hacer el negocio con Alexandre, su hijo había desaparecido de la nada, no pudo conseguir las cosas que les había prometido a sus hijos, y ni una rosa para su pequeña que siempre hacía todo por ellos, había defraudado Amelia, su esposa.

"M**i querida amelia, te extraño tanto, me hubiera gustado que te quedarás un poco más con nosotros hubieras subido el ánimo de todos, eras una mujer excepcional, eres y seguirás siendo el amor de mi vida, aun que ya no estés aquí, seguiré siempre guardando tu recuerdo en mi corazón", no pudo evitar derramar unas lagrimas al decir eso, su esposa lo era todo y lamentablemente se había ido, añoraba verla una vez más, aunque fuera solo por un segundo.

Decepcionado, siguió caminando para ver si conseguía al menos ver a una persona, la nievel empezaba con más fuerza, no cabía duda de que estaba agotado, mientras daba más pasos se percató de que había un caballo lastimado, se dio cuenta que sus patas estaban algo lastimadas, trato de ayudar al caballo, lo levantó aunque esté pesaba demasiado, el caballo como pudo empezó a dar lentos pasos.

George empezó a caminar, a lo que había visto una sombra enorme, al percatarse de lo que era abrió los ojos como platos, era un castillo de verdad, totalmente negro, podía escuchar murmuro extraños, pero no tenía opción, tenía que refugiarse, también tenía que ayudar al pobre caballo, entró con titubeos, al entrar la reja del castillo se cerró ferozmente por el aire que daba, George apresuró al caballo para entrar dentro, cuando llegaron ahí, pudo contemplar que había oro por todas partes, habían diferentes cofres de oro, al abrirlos se dio cuenta que estaban vestidos, joyas, diamantes de todo tipo y más oro puro, todo lo que había en esos cofres era lo que sus hijos deseaban tanto, no quería regresar con las manos vacías, no tenía el valor para hacerlo, como pudo empezó a llevarse todos los objeto de valor, tenía que hacerlo, no podía volver con las manos vacías, tenía que demostrarle a Albert que no era un cobarde, aunque eso afectará sus principios tenía que demostrar que era capaz de hacerlo por ellos.

Mientras tomaba todo se percató que el caballo ya podía caminar normal, sus patas tenían vendajes, no le tomó importancia, era perfecto, así podía llevarse los cofres más rápido, se montó al caballo y salió del castillo, pero noto que en una pared se hallaba cientos de flores, incluidas la rosa que su hija tanto deseaba, bajo de su caballo y la tomó de un solo movimiento.

Ya había tomado todo, se disponía a irse sin más que hacer, pero al querer subirse al caballo noto un gran sombra que estaba arriba de una enorme roca cubierta de plantas le dio escalofríos de únicamente verla, de pronto sintió algo entre sus pies y se percató que las plantas lo agarraban por todas partes hasta ponerlo contra la pared y pudo observar como la sombra poco a poco se acercaba a él.

—Vaya—Sé escuchó de esa tenebrosa sombra—Parece que las personas no pueden ser más ambiciosos, entras a mi casa sin mi permiso, te llevas todo lo que se te pone encima, y ahora, arrancas una de mis rosas favoritas—Dio una pequeña pausa mientras continuaba con un tono ofendido—Pero que insolente—Termino para después soltar un suspiro.

—Perdón, no era mi intención, es que…—Fue interrumpido por aquel hombre.

—Ahórrate tus disculpas, robaste, eso no quita nada, podrás darme un sermón pero nunca quitará el hecho de que eres un cobarde—George se sintió decepcionado de escuchar esas palabras de nuevo.

—¿Quién se merece que robes esa flor?—Preguntó mientras caminaba alrededor—Para mi hija, la menor, Marieth, ella es una buena chica, solo la quería hacerla sentir feliz después de causarle tantas desgracias—Dijo, mientras lo decía en un tono decepcionado, a lo que escucho una pequeña risa de parte del individuo para después escucharlo

—Escucha, porque solamente te lo diré una vez—Dijo sin darle importancia a lo que había dicho—Te daré un día para que te despidas de toda tu familia, y si no llegas a regresar dentro de un día, mataré a cada uno de ellos, y te mataré a ti, pero para que de verdad duela, mataré al final a esa buena chica que tanto dices querer, pero que te quede claro, esto no es una amenaza, es una advertencia—

—Sé lo suplico—Dijo George mientras era liberado por las plantas

—Te estoy dando la oportunidad de despedirte, no seas malagradecido conmigo, mi única oferta es esta—

—De acuerdo—Acepto George sin remedio alguno.

—Puedes observar al caballo que llevas contigo—George solo asintió temeroso—Ese caballo te llevará devuelta aquí, en el momento en que te subas te llevará aquí sin dudarlo, y cuidado si intentas bajar, porque yo llegaré de inmediato con tu familia y no dudaré en matarlos a cada uno de ellos, mañana el corcel hará todo lo demás, llegarás aquí, y te mataré, ¿Está claro?—

Dijo para después dar nuevamente un suspiro, a lo que George bajaba las cosas que había tomado y escucho una risa de parte del individuo—No, adelante, ya llévatelo, ¿Para qué lo devuelves?, no hará ninguna diferencia, fuera de aquí, ya no tienes nada que hacer aquí, ya te dije todo, ya es cosa tuya si no vuelves—George se había montado al caballo rápidamente y salió corriendo como si no hubiese un mañana, y era verdad, ya no habría otra mañana para él, seguía perdido por la nieve a lo que de lejos se percató que había unas luces, era Albert, quien tenía a varios hombres, su hijo bajó del caballo y corrió a abrazar a su padre—Padre, perdóname, jamás debí de dejarte solo, fui un desconsiderado, merezco lo peor y aún más—Decía Albert con lágrimas en sus ojos.

—No importa hijo, tranquilo, me alegra verte bien, sano y salvo, eso es lo que me importa—Dijo George devolviéndole el abrazo.

Todos los hombres que había traído Albert ayudaron a George a meterlo a un carruaje, el caballo que había encontrado él, también lo ayudaron aunque estaba en buen estado. Albert estaba sorprendido de los cofres que había traído su padre—¿Dónde encontró eso?—Pregunto Albert mientras le daba una cobija a su padre en el carruaje.

—Es una larga historia, tendremos que volver para que te lo cuente mejor a detalles, esto es algo que se los tengo que contar a los cinco—Albert solamente asintió, ya no quería molestar a su padre más, tenía ansias de saber la historia, pero presentía algo malo, no sabía por qué pero sabía que no era nada bueno ver a su padre con unos cofres de oro puro.

Después de un viaje largo, llegaron a su destino, al entrar a casa, todos los hijos de George lo abrazaron sin dudarlo, pero George no tenía buenas noticias. Les había comentado lo ocurrido, no había perdido ni un exclusivo detalle que se le haya olvidado, todos se llevaron una sorpresa, todo sonaba ilógico, pero su padre nunca les había mentido.

—¿Todo esto por una simple rosa?—Dijo Sebastián mientras tocaba su frente nervioso.

—Eso suena ridículo, nada de eso existe—Dijo Rubí mientras agarraba su sombrero y se lo ponía en la cabeza—Es imposible—Termino de decir.

—Yo tampoco lo creí, pero cuando vi todo el oro, no cabía duda de que esto era muy real—Dijo mientras señalaba el oro.

—¿Nos lo vas a dejar?—Preguntó Jade quién podía presenciar todo ese brillante oro, a lo que Albert golpeó la mesa haciendo que todos voltearon de inmediato.

—Por un segundo, aunque sea uno, podrías dejar de pensar en dinero, tú no trabajas, ni siquiera puedes mover ni una simple escoba, así que al menos deja de pedir—Pidió Albert totalmente molesto.

—No sé por qué me gritas a mí—Recalco Jade—Yo no soy la persona que quería esa rosa—Terminó para voltear a mirar a Marieth.

—Jamás mencione que tenías la culpa, solo te llame inútil—Recalco Albert dando una sonrisa satisfactoria.

—Pues parece que me lanzas toda la culpa a mí.

—Aquí nadie tiene la culpa—Dijo Sebastián tratando de calmar a sus hermanos.

—Por favor, dejen de pelear, nadie tiene la culpa más que yo—Dijo George quién tosía por la terrible nieve que lo había hecho enfermar.

—Padre, no es tu culpa, tienes que descansar, mañana verás que todo se resolverá—Dijo Sebastián dándole un té para que pudiese tranquilizarlo.

—Hijo, ya no hay un mañana para mí, solo sé que mi amor por ustedes es infinito, cuídense unos a otros.

—Padre—Decía Albert entre murmullos.

Marieth se encontraba destrozada, no quería perder a su padre, ella no quería quedarse sola, su padre era todo para ella, decidida salió corriendo tomando una carta y empezó a escribir, ya había tomado una decisión que definiría su futuro.

A la mañana siguiente George se levantó algo débil de su cuerpo, se dispuso a ponerse su traje de capitán, quería llevarlo puesto antes de morir, se despidió de sus cuatro hijos, pero faltaba una. Marieth, busco tanto en su habitación como el jardín, pero para su sorpresa no estaba en ninguna de las dos.

—¿Dónde se encuentra Marieth?—Pregunto George algo desconcertado.

—Tal vez está triste, ya que por su culpa te vas a morir, es muy cobarde al no dar la cara—Dijo Rubí mientras se ajustaba su moño del cuello.

—Nadie tiene la culpa, podrías dejar de repetir eso—Pidió Sebastián mientras la tomaba del hombro.

George entró nuevamente a su habitación y no se había percatado que en su cama había una nota, él la tomó mientras sus hijos entraban también a la habitación.

Padre

Lamento haber sido la persona que mató a mi madre, no quiero llevar también en la conciencia tu muerte, eres lo mejor que me ha pasado en la vida, a pesar de que mis hermanas no sean las mejores, no las cambiaría por nadie, dile a mis hermanos que los amo por ser tan trabajadores, y dile a mi amiga Jeanne que su amistad lo es todo para mí, me iré al castillo, no quiero que estés triste, quiero que estés feliz, ya que estarás bien, yo sé que podrán recuperar nuestra fortuna, porque tienes a tus demás hijos que te quieren y apoyan, me hubiera gustado haber ido a París contigo, Te amo papá con todo mi ser.

Al terminar de leer la carta, George se quedó congelado, sus lágrimas caían por sus mejillas, Albert tomó la nota y empezó a leerla—No puede ser—Dijo mientras se tiraba de rodillas—George salió corriendo hacia la puerta y se dio cuenta que el corcel que lo iba a llevar hacía allá tampoco estaba, solo pudo gritar su nombre mientras caía de rodillas en el piso, su hija, la más considera iba a morir por un error de él. No había duda que su corazón se había roto por completo.

CAPITULO 2

Marieth se encontraba montada en el corcel que la llevaría hacía su destino, solo que su ánimo se encontraba decaído al abandonar a su padre, a sus hermanos, y a su única amiga de verdad. Su corazón no soportaba haberlos dejado, pero no tenía otra opción, era por el bien de su padre.

El tiempo pasaba, el corcel iba a todo galope, Marieth tenía que sostenerse fuerte, el caballo iba tan rápido que parecía que iba a volar en cualquier momento, su corazón se aceleraba a tal punto de imaginarse a ese monstruo que le había contado su padre, dejó de pensar en eso al sentir un rasguño en su mejilla y como su cabello empezaba a enredarse entre los arbustos enormes, poco después se dispersó una terrible niebla que ya no le permitía ver más allá.

Todo en su mente se puso en blanco cuando la niebla pudo dejar contemplar el Castillo a lo lejos, era enorme por lo que podía ver, lo que estaba a punto de pasar definiría su vida por completo, se congeló al darse cuenta que su corcel se había detenido al fin, bajo del caballo lentamente como si tuviese todo el tiempo del mundo, cada paso que daba su corazón palpitaba cada vez más rápido, incluso podía escuchar los latidos de su corazón, las manos le sudaban por el miedo y sus piernas le temblaban por el pánico, había demasiada niebla que no le permitía ver con detalle el Castillo, únicamente podía ver que era totalmente negro.

Daba pasos muy lentos, no quería llegar rápido, pero al escuchar ruidos entre los arbustos se apresuró en entrar. Al entrar se percató que estaba completamente oscuro, apenas podía diferenciar algunas cosas, decidió buscar de algún modo una vela, pero la oscuridad desapareció cuando unas velas se encendieron de la nada, a lo que ella pegó un pequeño grito, y suspiro pesadamente, odiaba sentirse tan indefensa.

Decidió mirar alrededor, en la entrada se encontraba más adelante una mesa enorme, la que contenía bocadillos, pavo, carne, vino, puré, queso cortados en cuadros. Todo le hacía agua en la boca,"Se ve delicioso", pensó ella, pareciera como si hubiesen servido un gran banquete para toda una reunión, se acercó a la mesa cuidadosamente para tocarla y sentir la madera, la mesa era de muy buena calidad, y lo sabía con esa actitud, ya que su hermano Albert le había enseñado carpintería para que aprendiera a ser independiente, de solo haber tenido ese recuerdo tuvo un nudo en la garganta, los echaba de menos.

Decidió seguir explorando más el sitio, al caminar alrededor había chocado con un objeto muy duro, haciendo una expresión de dolor, al bajar su mirada se percató que se había golpeado con un cofre hecho de oro puro, era igual al que su padre había tomado, "¿Qué habrá ahí?", preguntó, pero sabía que estaba mal revisar las cosas sin permiso, y sobre todo cuando son de personas que no conoces, negó con su cabeza para no caer en la tentación, giro un poco cerrando un ojo pero manteniendo el otro abierto para seguir observando el cofre, dudo por unos segundos, su curiosidad era aún más fuerte que ella, así que decidió abrirlo con algo de nervios, al haberlo abierto, se dio cuenta que contenía diamantes enormes, su brillo era espectacular, encontró vestidos con una seda demasiada moderna, joyas de diferentes tamaños, "Este cofre vale más de lo que yo gano en un año", creyó ella, no podía creer que alguien podía darse tantos lujos.

Unos pasos hizo que su concentración en el cofre desapareciera, no volteo, decidió dar la espalda por un momento, pudo sentir como había alguien detrás suyo, lo sabía con esa actitud, ya que una sombra podía reflejar a ese individuo.

Hubo un silencio eterno para ella, pero, ese silencio se había acabado cuando se escuchó un suspiro de parte de aquel individuo—¿Otro ladrón más?—Pregunto él—¿Acaso no trabajan?—Dijo el individuo quien lo decía en un tono ofendido, ella solo se congeló, la voz de esa persona se escuchaba algo molesta, estaba aún de espaldas, no sabía quién se encontraba detrás de ella

—No soy una ladrona—Respondió al fin con cierto tono de miedo, estaba a punto de darse la vuelta, pero escucho un golpe que causó que siguiera de espaldas.

—No te atrevas a mirarme, no quiero que me mires—Dijo aquel individuo como si Marieth estuviese a punto de cometer un pecado.

Ella asintió aún de espaldas, sus lágrimas empezaron a brotar de sus ojos, tenía miedo, pero no podía irse y dejar a su padre en ese lugar—Tampoco deseo berrinches—Dijo el individuo—¿Qué es lo que quieres?, ¿Por qué estás aquí?—Preguntó mientras soltaba un fuerte suspiro lleno de molestia.

—Mi nombre es Marieth y…—Fue interrumpida.

—No te pregunte tu nombre, te pregunte qué ¿Por qué estás aquí?—Marieth empezaba a temblar, aquel hombre pareciera que perdía el control muy rápido, la ponía nerviosa.

—Estoy aquí por mi padre, usted lo amenazó con matarlo si no venía aquí, estoy dispuesta a tomar el lugar de mi padre—Hubo un momento de silencio, el individuo solo soltó una pequeña risa.

—¿Estás segura de esto?—Pregunto él—A tu padre lo pensaba matar rápido por viejo, pero a ti te pienso matar lentamente porque eres joven y aguantas más, ¿Segura que quieres pasar estos días sufriendo y agonizando de dolor por un viejo que me robo?—

Marieth solo apretó sus puños—Él no es un ladrón—Respondió molesta—Él solo quería hacernos felices como fuera…—

—No estás respondiendo a mi pregunta—Dijo el individuo sin prestarle atención por lo que había dicho—¿Estás dispuesta o no?—Preguntó para después soltar nuevamente un suspiro.

—Si—Contestó en seco mientras sudaba por el miedo.

—Créeme, no porque seas mujer seré gentil contigo o tendré compasión, no comerás en el tiempo que estés aquí, estarás en una celda en la cual te puede aparecer cualquier cosa, te preguntaré por última vez, ¿Estás segura de que estás dispuesta a ocupar el lugar de tu padre?—

Marieth recapacito, sufriría mucho, tenía mucho que vivir, quería cumplir sus sueños, pero estaba dispuesta a aceptarlo con tal de salvar a su padre, ella solo asintió, a lo que escucho un golpe nuevamente.

—¡Quiero que contestes!—Aquel grito se escuchó por todo el Castillo.

—Sí, estoy dispuesta—Afirmó Marieth mientras apretaba sus puños con fuerza, su elección había sido tomada.

—Bien—Contestó el individuo quien se acercaba a Marieth por detrás—Estarás aquí el tiempo en que me cansé de ti, no te trataré como una dama, me da exactamente igual si intentas escapar, si lo haces matare a toda tu familia sin pensarlo dos veces, no creas que iré a perseguirte o algo por el estilo—

La joven únicamente escuchaba como si se tratase de un juego al que le ponen reglas—No me gusta el ruido, así que no hables si no te lo pido, no te muevas si no te lo ordenó y no respires si no me gusta—"Mejor di que no te gusta nada"—Pensó Marieth mientras sus manos apretaban su vestido—Yo no tengo la intención de hacerte miserable, pero si estoy dispuesto de que pagues los pecados de tu padre—Dijo mientras la joven tocaba su cabello para poder mantener la calma, pero sintió como su cabello era tocado por aquel individuo, a lo que su respiración se empezó a acelerar.

—Responde—Dijo el individuo quien se acercaba al oído de Marieth mientras tomaba su hombro—¿Harás cualquier cosa que yo te ordene?—Marieth solo miraba al piso para poder concentrarse y dejar de pensar en el profundo miedo que sentía, ¿Qué le haría ese sujeto?, pensaba ella

—Responde—Repitió el individuo mientras apretaba el hombro de Marieth, pero no obtuvo respuesta de ella—Quiero que respondas—Ordenó él, sabía que la chica era una cobarde, solo intentaba asustarla para que ella se fuese de allí, no tenía la intención de torturar a alguien que no le había hecho nada, espero impaciente la respuesta de Marieth.

—¿Planeas contestar?, mi paciencia tiene límite—Él ya sabía la respuesta de Marieth, solo quería ahuyentar a la joven, pero lo que contestó lo dejo completamente sorprendido

—Estoy dispuesta a hacer cualquier cosa por mi padre—Dijo Marieth decidida apretando sus ojos con fuerza a lo que cayó desmayada, a lo que el individuo la tomó antes de que ella tocara el suelo. No se esperaba esa respuesta, ¿Acaso la obligaron?, suponía él, ¿Tal vez está chiflada? O ¿Tal vez no tenga a donde ir?, pero se dio cuenta que la respuesta era más que evidente, sin duda era una joven bastante valiente a lo que no pudo evitar tocar su rostro con suavidad, sus dedos tocando su mandíbula y mejillas.

"Es interesante", murmuro mientras apreciaba el rostro de la joven.

.....

Mientras tanto, George se encontraba en su cama pensando en cómo había fallado tanto en alcanzar sus objetivos, no sabía cómo lograría recuperar a su hija, de únicamente pensar las cosas que le pasaría empezaba a llorar abrazando una muñeca entre sus manos.

Sally, así le había puesto Marieth, la muñeca tenía cabello pelirrojo como ella, por esa razón se la obsequiaron, los recuerdos se le venían a la mente, pero algo los interrumpió, su hijo Sebastián había entrado a su cuarto.

—Disculpa padre—Dijo mientras cerraba la puerta cuidadosamente.

—No hay problema hijo, me da gusto verte—Dijo mientras le daba una sonrisa, pero por el rostro de George era lo opuesto, sus ojos antes cansados estaban hinchados por tantas lágrimas derramadas.

—Vine a ver si necesitas algo, porque ayer habíamos preparado una tarta para tu regreso, es de chocolate, tu favorita—Dijo mientras se sentaba a su lado.

—Gracias hijo, pero no tengo mucho apetito ahora, no tengo ganas de nada—Dijo George mientras soltaba una risa—Marieth no quería que me fuera, pero fui un soberbio, y ahora ella está pagando por mis pecados, soy una persona terrible, ¿Qué clase de padre soy?—

Sebastián solo abrazo a su padre—Eres el mejor, simplemente eres una persona que cometió un error, no te castigues por lo que le ocurrió a Marieth, ella tomó su decisión, sabe que vales mucho, y por eso lo hizo, ella es muy inteligente y fuerte, verás que estará bien—Dijo tratando de animar a su padre.

—No hijo—Respondió George—Sé que mi hija es fuerte e inteligente, pero no creo que escape de ese monstruo, si lo hubieses visto, sabrías de lo que hablo, necesitamos rescatarla—

—¿Pero cómo?—Pregunto Sebastián quien lo miraba confundido.

—Hay que contratar a un cazador, tal vez ellos puedan rescatarla—Dijo George mientras se levantaba de la cama, la idea lo había iluminado.

—Pero no conocemos ninguno—Dijo el joven, no quería que su padre se ilusionara de y después se decepcionará, a lo se había levantado de la cama tratando de evitar que su padre hiciera una barbaridad.

—Nosotros no, pero Jeanne si—Contestó mientras se ponía su abrigo para salir.

—¿Por qué ella sabría?—

—¿Recuerdas a Hans?—Preguntó George quién tomaba su sombrero.

—Si—Respondió Sebastián—Es el hombre que quería casarse con Marieth—

—Exacto—Dijo George—Es el hijo del mejor cazador del pueblo, incluso Hans desea ser igual de bueno que su padre—

—¿A qué quiere llegar padre?—Preguntó Sebastián, no le gustaba a donde iba la situación.

—Recuperaré a Marieth—Dijo George mientras se disponía a irse a lo que sintió como un brazo lo tomaba, era Albert quien lo miraba firme, había entrando sin ser notado.

—Padre acabo de escuchar, y estoy de acuerdo contigo, pero te tengo una pregunta, ¿Cómo planeas conseguir dinero para pagarle al padre de Hans?—

Dijo Albert mientras tomaba los hombros de su padre, George se detuvo a pensar, tenía razón, ¿Cómo haría para conseguir a su amada hija?, a lo que respondió una joven quien se ponía bálsamo en sus labios, una joven rubia la cual sonreía.

—Fácil, Hans siempre ha querido casarse con Marieth, si le decimos que si rescata a nuestra hermana se casara con ella aceptara sin dudarlo, y si nos ponemos a pensar, si ambos se casan nuestro estado económico mejorará también, dos en uno—Dijo Jade mientras sus ojos se iluminaban, ya podía imaginarse siendo millonaria con ayuda de su hermana hasta que su imaginación se detuvo al escuchar a Sebastián.

—Eso es ridículo, Marieth nunca aceptaría estar con él, no puedes prometer algo que no sabes si pasara—Él joven solo frunció el ceño, no podía creer lo que estaba escuchando, para él era como si Marieth saliera de una prisión para entrar a una peor, sabía cuánto ella soñaba por estar soltera hasta en sus últimos días, jamás querría eso, era ilógico lo que decía.

—Ridículo es lo que estás pensando—Contestó Jade mientras se acomodaba su vestido—Marieth obviamente se va a sentir atraída por su salvador, no seas imbécil, cualquier mujer se va a sentir atraída por alguien que la rescate—

Sebastián simplemente hizo una mueca de disgusto, sabía muy bien lo que planeaba su hermana, las intenciones de Jade evidentemente se trataban de dinero, ya sabía de Hans por el interés de Marieth. Sebastián no era un tonto y no dejaría que eso sucediera hasta que escucho algo que lo desconcertó.

—Yo deseo recuperar a mi hija, a como de lugar—Dijo George mientras todos sus hijos lo miraban atónitos a excepción de Jade quien sonreía maliciosamente—Sé bien que Marieth no desearía esto, pero prefiero esto a perderla, mañana por la tarde iré a hablar con el padre de Hans, el Señor Edmond, así les guste a todos o no—Sebastián al igual que Albert se negaban a escuchar eso.

—Pero padre…—Fue interrumpido Sebastián.

—Sin peros—Afirmó George—Voy a recuperar a su hermana—Dijo dándoles la espalda mientras apretaba los puños.

...

Marieth abrió sus ojos los cuales se cerraron al instante por la luz que entró por las cortinas y pudo notar como una sombra se iba rápidamente, no se sorprendió, ya que apenas se iba levantando, creyó que era su imaginación, hasta que recordó lo que había pasado, observo el techo algo nerviosa, el techo era rojizo demasiado notorio, miró a su alrededor aún en la cama, podía observar como la cama tenía sábanas alrededor transparentes lo suficiente para notar todo, se levantó para darse cuenta que ya no tenía su vestido verde de limpieza, solamente traía su corset, a lo que su rostro se sonrojó, rápidamente se envolvió entre las sábanas que la cubrían para poder levantarse, camino alrededor mientras observo que había un gran espejo de cuerpo completo al frente suyo, lo toco suavemente, pero en ese instante se escuchó el sonido de una campana, a lo que se asustó dejando caer la sabana entre sus manos, rápidamente la volvió a tomar para cubrirse, tenía que encontrar ropa para poder caminar con más libertad.

Decidió explorar ese cuarto, el cual era sumamente grande, "ese cuarto podía ser usado para convertirse en una casa incluso", pensaba ella, camino en busca de muebles para hallar algo de ropa, a lo que noto que había cinco muebles en total, uno azul celeste demasiado grande tenía una totalidad de seis cajones, en la parte de arriba del mueble tenía la figura de un león, estaba a punto de abrirlo a lo que volteo para observar otro mueble de color salmón, este era un poco más pequeño, solo se hallaba un cajón grande, pudo percatarse que este también tenía una figura en el centro, tenía un caballo dorado el cual era muy llamativo, siguió observando los demás muebles, el siguiente era verde esmeralda, el cual tenía cuatro cajones y un espejo sobre él, arriba del espejo se hallaba otra figura, la cual era un dragón, el cuarto mueble era de color gris opaco el cual tenía una totalidad de doce cajones y traía una figura de un lobo en la parte de arriba a la izquierda y por último el quinto mueble, era de color café, el cual era el más grande de todos y tenía demasiados cajones los cuales no podía saber con certeza, pero ella había calculado unos cincuenta, en la parte de arriba se encontraba el símbolo de un corazón envuelto.

No sabía por cuál empezaría a revisar, su presentimiento le decía que fuese por el mueble de color azul celeste, dio unos pasos apresurados para abrirlo, y en efecto, en ese mueble se hallaba la ropa, había demasiado que tomar, tanta que no supo que usar, hasta que se decidió por el primero que le llamara su atención, uso uno de color rojo manzana, el cual tenía un listón en su cintura para que se pudiese ajustar a ella, el listón era de encaje color verde, el vestido era de lo más sencillo, algo que Marieth le parecía perfecto, era delgado, pero no había zapatos en ese mueble, así que decidió ir al siguiente que era de color salmón, al abrirlo encontró los zapatos, se había asustado en ese instante, como es que todo lo que presentía era cierto, se preguntó, sin más que pensar decidió buscar unos zapatos y encontró los ideales, unos zapatos rojos con un poco de tacón, decidió observarse en el espejo de cuerpo completo, pudo notar que el vestido era hermoso, su cabello era el único problema, al ser ondulado le costaba mantenerlo agarrado, así que decidió ir al mueble verde el cual tenía un espejo mediano, empezó a buscar entre los cajones y miró que había diademas, broches, listones, todo para sujetarse el cabello, tomó un listón verde y amarro su cabello, ya estaba lista para bajar, pero se quedó quieta, había recordado ya su situación, no estaba en cualquier lugar, estaba en una prisión en la cual no tenía permitido hacer nada, pero no podía recordar con esa actitud que fue lo que paso, ni siquiera había pensado en porque estaba en ropa interior, o en porque se desmayó.

Suspiro pesadamente y se acomodó la ropa, vio la puerta la cual era de color rojo que le parecía un tanto grande, ya se estaba volviendo loca por el rojo, giro la perilla con algo de nervios, a lo que se asustó al escuchar la segunda campanada, presentía que tenía que bajar, sin más que hacer abrió la puerta decidida mientras tocaba sus manos nerviosa, su corazón latía demasiado rápido, cada latido representaba cada segundo que le quedaba.

...

George se recostó en su cama a reflexionar un poco, sabía que sería egoísta de su parte casar a su hija con un hombre el cual solo tomaba a las mujeres como objetos, solo cerros sus ojos, quería rescatarla, pero si la casaba con ese monstruo seguiría siendo una prisionera, a pensar que por dentro odiaba sentir ese sentimiento, una parte de él decía, "Al menos podré verla", un mundo en donde pierda a uno de sus hijos es como perder un pedazo de corazón. No lo soportaría, tenía que hacerlo, ya tenía planeado como hablarlo con Hans, George estaba muy confiado de que él aceptaría sin dudarlo, no perdería esa oportunidad, suspiro, decidió dormir aunque le pesará la conciencia, ya no quería reflexionar más en el asunto.

Mientras tanto en la última alcoba de la parte de arriba se encontraba Jade quién se miraba en el espejo mientras se ponía una mascarilla, su hermana Rubí ya se había acostado, es por eso que seguía despierta, tenía que planear todo para mañana, su hermana Marieth debía casarse con Hans, después de que logre salvarla debía casarse para agradecerle a Hans, y como era tan buena e ingenua hará que otra vez su fortuna suba y ella podrá ser nuevamente una Lady, todos los hombres volverán a llamar su atención, tenía que hacerlo, no soportaba estar en la pobreza, tomó su cepillo para acomodar su cabello antes de dormir, preparo su ropa de una vez para acompañar a su padre, no quería que cambiase de opinión enseguida, se recostó fatigada por la situación, cerró sus ojos esperando que ya fuese el día siguiente para acabar con su pesadilla.

...

Marieth bajaba por las grandes escaleras las cuales llevaban a distintivas habitaciones, pero algo que llamó su atención es que había un camino con listones dorados alrededor, "¿Será que me quiere enseñar el camino?", se preguntó a si misma en su mente, decidió seguir los listones, hasta que por fin terminó de bajar las escaleras para poder mirar hacia al frente, y noto que se hallaba la misma mesa en la cual inició todo, solo de recordar a esa persona se le hizo un nudo en la garganta.

—¿Qué te tomó tanto tiempo?—Dio un salto al escuchar esa voz, busco entre todos lados y pudo ver que el individuo estaba sentado de espaldas en una silla de color negra y dorado en los bordes, delante de él estaba una gran mesa donde Marieth anteriormente había visto los alimentos.

—Contéstame, ¿Por qué tardaste tanto?—Repitió él, Marieth sabía que tardar en contestar solamente lo haría enojar como antes.

—No encontraba que ponerme—Respondió casi en susurro.

—Bien—Contestó en seco mientras suspiraba—Toma asiento, pareces una estatua—Dijo, a lo que ella se sentó delante de él, la mesa era enorme, era difícil escuchar a la otra persona en esa distancia, pero como solamente eran dos y había un silencio eterno no sería del todo difícil escucharse entre sí.

Marieth miraba con atención su comida, era una tarta de chocolate y un café, ambos alimentos fueron servidos en utensilios de oro, a lo que sus ojos se no perdían detalle de lo que estaba a punto de consumir.

—Sabes—Dijo él para llamar la atención de la joven—Sé me hace extraño que uses esa ropa, es tarde para usarla, quiero decir—Se corrigió él—¿No me digas que te confundiste de luz?—Marieth se detuvo a pensar.

—Mire una luz en mi cuarto, ¿Acaso no era el sol?—Dijo ella con algo de nervios.

—No querida, no era el sol, quería que despertarás por eso me encargue de ponerte yo mismo una lámpara en el rostro y decidí mejor empezar a hacer algo para que cenaras, no sé cuando fue la última vez que comiste—

Ella bajo la mirada, ya era de noche, eso no era lo importante para ella, lo que de verdad importaba era saber el cómo se le pasó por la cabeza en quitarle sus prendas estando dormida.

—¿Por qué me quito mis prendas?—Dijo algo molesta a lo que se escuchó una risa de parte de él.

—¿Disculpa?, ¿Quién te crees para hablarme así?—No contesto Marieth, solo hizo un gesto de enfado, no podía ver su cara, ¿Acaso se había molestado?, o ¿Solo estaba siendo sarcástico?—Te dejaré algo en claro, tu misma me dijiste que yo te podía hacer lo que a mí se me apeteciera, no te quite tu vestido de sirvienta por gusto, lo hice porque supongo que por venir aquí quedó dañado, no creas que tampoco vi la gran cosa—Marieth estaba a punto de hablar pero él continuó.

—Agradece que estoy siendo amable contigo, porque si te pones a pensar, recuerda que tú eres una prisionera, no tengo por qué darte un trato especial, y algo también importante es que no tengo por qué darte explicaciones de lo que haga, ¿Te quedo claro querida?—

Marieth no le contestó, su sangre hervía de la furia pero tenía que tolerar eso, pero sabía que él tenía razón, él estaba siendo demasiado amable de cierto modo—No te escuchó querida, ¿Te quedo claro?—Pregunto nuevamente.

—Me quedo bastante claro—Respondió Marieth mientras apretaba las servilletas, no tenía apetito de nada, y a pesar de que le gustaran demasiado las tartas, no se las comería al ser hechas por él—Me voy a retirar—Dijo Marieth a lo que se levantó dándole la espalda, pero se detuvo al escuchar un fuerte golpe que causó que se quedará helada.

—¿Cómo te atreves a dejarme en la mesa?, te dignaste a llegar a la hora que tú querías, y aun así te vas, y me tome la molestia en prepararte incluso comida que ni siquiera te mereces—Dijo a lo que Marieth seguía de espaldas, no tenía ninguna intención de escuchar a ese sujeto, pero sintió como unos pasos se acercaban hacia ella.

—Tú, estás siendo demasiado altanera, no voy a permitir que seas así—Dijo cercas del oído de la chica, Marieth solo sintió como tomaban sus hombros, las manos de aquel hombre a pesar de llevar guantes eran demasiado frías—En tu vida no intentes mandarte sola, porque mientras estés aquí, tú me perteneces—Dijo, a lo que ella apretó su vestido con fuerzas, podía ser todo lo que él quisiera pero jamás le pertenecería a alguien y menos a alguien como él.

—No le pertenezco a nadie—Dijo Marieth mientras sentía como su corazón se salía, en cambio, se escuchó una risa de parte de él.

—Eso ya lo veremos—Dijo para tapar los ojos de Marieth y hacer que sus rostros estuvieran cerca del otro—Ya veremos quien tiene razón.

CAPITULO 3

Marieth no sabía que estaba pasando, sus ojos no le permitían verlo, solo tenía la respiración de aquel sujeto el cual la acercaba cada vez más, ella intentó apartarlo a lo que él se acercó a su oído para susurrarle—No me provoques altanera, y si me perteneces, todo lo que está aquí es de mi propiedad incluyéndose también a usted señorita altanerita—

Marieth se sintió nerviosa, nunca había estado tan cerca de un hombre, pero eso no la detuvo para darle un empujó para después volver a darle la espalda

—Permitiré eso por ahora—Aseguró él—Desde ahora habrá reglas para que intentes aprenderlas de memoria—Dijo mientras caminaba alrededor—No me gusta que me contesten como lo acabas de hacer con tu imprudente y linda boca—Siguió dando pasos mientras ella solo escuchaba algo molesta—Hay una campana que te hará saber el tiempo, la razón de tenerlas es para que no llegues tarde, la primera significa que te prepares para bajar a merendar, la segunda es una advertencia para que des prisa, si llegas a la tercera yo subiré a tu cuarto y te bajaré, así estés en ropa interior, me va a dar exactamente igual—Marieth se sorprendió al escuchar eso, ¿Y si se hubiese tardado más en buscar ropa?, ¿La hubiese traído en corsét?, ese sujeto sin duda era alguien atrevido y sin vergüenza.

—Así que te recomiendo que no llegues tarde—Dijo para luego tocar suavemente el cabello de la joven a lo que Marieth se quitó rápido, dando dos pasos adelante.

—Otra cosa, me molesta tu indiferencia, si no deseas ser tocada entonces vuelve con tu padre ladrón y dile que se haga hombre, ya que su hija es una malcriada que no sabe seguir órdenes—

Marieth estaba a punto de voltear pero él la detuvo sosteniendo su cabeza—Te dije que no me gusta que me miren, lamento si te parece una falta de respeto, pero siempre que nos veamos tienes que darme la espalda o bajar la mirada, o incluso cerrar esos ojos encantadores, que no se te vaya a olvidar—

Marieth simplemente creía que ese sujeto tal vez no le gustaba su apariencia o había tenido un incidente a lo que no pudo evitar preguntarle.

—¿Por qué no me deja verlo?, ¿Qué tiene de malo?—Pero no obtuvo respuesta alguna de él.

—Los muebles que están en tu habitación son especialmente para ti, hay un mueble en el cual puedes guardar las cosas que gustes, pero siempre y cuando sean tuyas, no toques mis cosas ni tampoco vayas a mi habitación, lo único que tienes permitido es tocar la puerta de mi cuarto si hay una emergencia o si algo se te olvido—

—Entiendo—Contestó Marieth, era demasiado lo que le decía, lo bueno que como era camarera nunca se le olvidaba las órdenes de sus clientes—¿Qué tipo de emergencia podría tener?—

—Pues—Tardó en contestar él.

—Por cualquier cosa, ¿Qué tal si provocas un incendio en tu cuarto por una vela que olvidaste apagar?—Ella no pudo evitar burlarse por el comentario.

—Lo digo en serio—Dijo molesto, dándole un pequeño empujón a la joven.

—Claro—A lo que ella soltó nuevamente una risa. En cambio, él soltó un suspiro.

—Bien, solo trata de tomarte esto en serio, porque yo no soy tu amigo ni deseo serlo—

—Eso lo sé desde que llegue aquí—Dijo Marieth mientras miraba el techo.

—Te dije también que desde que llegaste aquí que no soporto que hables cuando no te lo pido—Aseguró él—La ropa que está en tu cuarto es especialmente para ti, todo está a tu talla, me asegure de eso—A lo que Marieth pudo escuchar como se acomodaba en la mesa.

—Termina de cenar—Ella simplemente volvió a la mesa mientras cerraba sus ojos con fuerza—¿Se supone que está es una prisión no?—Pregunto ella, pero no obtuvo respuesta de él—Usted dijo que no sería tan amable conmigo, usted también dijo que no me daría de comer ni nada por el estilo, también dijo que yo estaría en una celda sucia y que me podría aparecer cualquier cosa, también dijo que...—Fue interrumpida al escuchar como golpeaba la mesa que sostenía un vino a lo que se rompió por el golpe derramando el suelo.—Tú sí que no buscas golpes—Dijo molesto a lo que se levantó y ella enseguida bajo la mirada, no quería mirarlo—Bueno, al menos haces caso en eso—Dijo mientras se acercaba poco a poco a ella, se dispuso a ponerse detrás de ella tocando la silla con suavidad.

—Entonces deseas que te trate mal, supongo yo—

—No deseo eso pero...—Fue interrumpida nuevamente por él.

—Aún no termino—Dijo mientras tapaba su dedo tocando los labios de la joven para que dejará de hablar—Si no deseas ser tratada como te lo estoy sugiriendo, pues entonces te trataré como una rata—Susurró con desprecio mientras miraba el cabello pelirrojo de la joven.

—Prefiero ser tratada como una rata antes de convivir con usted—Contestó apartando el dedo que cubria su boca, hasta que inesperadamente fue sujetada por el cuello.

—Como yo decida tratarte es asunto mío, mientras que a ti solo te queda obedecer sin queja—

Marieth había cerrado sus ojos, ¿Este hombre iba a ser capaz de golpearla?, pensaba ella, no quería ser tratada como una princesa, solo de pensar en pasar tiempo con ese sujeto aterrador le daba escalofríos, lágrimas brotaban de sus ojos, pero su cuello no estaba sujetado con fuerza, pero de solo pensar en ser lastimada le causaba horror.

—Retírate, por esta vez te la voy a pasar, pero para el día siguiente quiero una conducta más dócil—Dijo mientras soltaba su cuello lentamente, ella abrió sus ojos con algo de miedo, su corazón palpitaba como loco, a lo que no pudo evitar respirar agitada, a lo que sintió como era tocada por el hombro—¿Te asusté verdad?, si no quieres esa experiencia de nuevo te sugiero ser más dócil para la siguiente vez—Marieth únicamente agacho su cabeza se había desmayado por el miedo.

¿Cuántas veces planeaba desmayarse?, Se preguntó él, le resultaba algo molesto que la joven tuviese un carácter tan fuerte, pero tuvo dudas de lo que quería de verdad, tal vez la joven no quería ser tratada como una princesa, ella estaba dispuesta a ser tratada como una prisionera, él la levantó entre sus brazos, y subió las escaleras para después llegar a la habitación de la dama, la recostó suavemente mientras buscaba entre el armario de color azul una prenda para cambiarla a algo más cómodo, hasta que se decidió por un camisón de color blanco con algo de encaje en la parte de abajo, se dirigió hacía ella, tocó su cabello suavemente para después quitarle el listón que lo sujetaba, quitó lentamente el vestido rojo para posteriormente ver su piel pálida, dejó el vestido en el armario, regreso para más tarde quitarle el corset a la dama, pero dio un suspiro pesado al tener que pensar en desabrochar el corset, sin más que pensar se dispuso a quitárselo, cuando por fin terminó dejó el corset en una silla que estaba a lado de la ventana para que cuando despertara se lo pusiera al instante, volvió hacia la joven para darse cuanta que su cuerpo era simplemente perfecto, tenía una belleza única, "Qué ofensa más grande dejar a una joven tan llena de vida en este lugar", pensó él, no podía creer que la hubiesen dejado ahí.

Miró hacía el camisón y decidió ponérselo antes que la joven despertará y se pusiera histérica de nuevo.

A la mañana siguiente George se levantó temprano para ir en busca del padre de Hans, pero no esperaba que alguien lo quisiera acompañar.

—Padre, yo iré contigo, extraño a mi hermana demasiado, trato de ser fuerte pero no puedo estar sin mi hermanita—George abrazo a su hija Jade quién trataba de sonar triste por su hermana; sin embargo, George no pudo notar la hipocresía de su hija—Claro hija, tú tuviste una idea brillante, es obvio que vendrás conmigo—Dijo George mientras se acomodaba su sombrero.

—También iré contigo padre—Dijo Albert quien pidió un carruaje para que su padre no se cansará, sabía muy bien que estaba delicado, tantas sorpresas que se había llevado lo habían dejado muy deprimido, tenía que encontrar a su hermana, no podía dejar que Marieth estuviera lastimada, y que su padre se llegara a enfermar, sabía lo que trataba Jade pero no le dio importancia, ya que lo principal era recuperar a su hermana—Gracias hijo, me pone feliz saber que cuento contigo—Dijo George mientras se subía a la carreta.

—Hasta el fin padre—Termino de decir Albert para sugerir marcharse de una vez, mientras más rápido mejor les llegaría a sonreír la suerte.

Mientras Jade pensaba en cómo lograría recuperar su fortuna, tenía que ser inteligente, no podía permitir que la oportunidad se le escapara de las manos, tenía que ser muy astuta, así que se le ocurrió la idea más brillante de todas o al menos eso es lo que pensaba ella.

Marieth despertó bruscamente al recordar lo que había sucedido ayer, ¿Era ayer?, suponía ella, se levantó deprisa y extendió las cortinas para darse cuenta que era de mañana, pudo percatarse que las ventanas tenían candado, tal vez ese sujeto supuso que se iba a suicidar y por eso las cerró, Marieth se dirigió al baño para lavarse la cara y hacer sus necesidades, después de eso no se había dado cuenta que llevaba puesto un camisón, puso una mueca de disgusto

—Ese sujeto— Dijo con algo de molestia.

—Ese hombre sin duda no conoce la palabra respeto, lo pide y no lo da—Susurró la joven con cierta molestia en su voz.

Siguió quejándose de él un rato hasta que escucho la primera campanada, decidió usar un vestido verde completamente de lentejuelas, y unos zapatos con algo de tacón con un pequeño moño en la parte de al frente, sujeto nuevamente su cabello con un listón, con el mismo color que el día anterior.

Fue al mueble de color verde para darse cuenta que contenía pinturas para maquillarse, pero ella se opuso a la idea, "No estoy aquí para verme bonita", pensó indignada, abrió su puerta para después respirar profundamente, decidió bajar de una vez, se percató que el sujeto ya se encontraba sentado, como era de esperarse se encontraba de espaldas, ella simplemente tomó asiento, observo su comida para contemplar que era una tarta de queso, con algo de crema arriba, sin contar que también llevaba fresas cortadas alrededor, y en una taza de porcelana muy bien decorada podía oler el aroma a café, se moría de hambre, hace un día que no probaba bocado, pero no quiso verse como un animal, tomó un cubierto el cual estaba hecho de oro al igual que los demás cubiertos como había notado anteriormente, y se dispuso a comer la tarta lentamente, la ponía algo incómoda, ya que el sujeto no mencionaba ninguna palabra, era como si estuviese comiendo sola, la única señal de vida que daba él hombre era que de vez en cuando tomaba un trago de su vino, pero eso era todo, ella no quería acabar de comer jamás, de solo pensar en cruzar alguna palabra con el sujeto la ponía nerviosa, nuevamente él agarró su copa de vino y tomo un sorbo, ella observó como la parte de arriba de su ropa era de color negra, usaba guantes de igual color, ella se quiso asomar un poco más para ver la cara esta vez pero era imposible, ya que la silla que usaba era grande, lo suficiente para no poder verlo, al momento de que se quiso asomar noto que aquel sujeto tenía un cubierto en las manos el cual podía reflejarla un poco, a lo que se acomodó en su silla un tanto agobiada.

—Buena vista—Dijo él mientras bajaba el cubierto—Ni los buenos días das, ¿Qué clase de modales te dan?, bueno, que puedo esperar, si tu padre es un ladrón—Dijo para darle un sorbo a su vino.

La joven apretó los dientes con fuerza, otra vez esos comentarios que la hacían enloquecer.

—¿Acaso buscas pelea?—Preguntó ella mientras se levantaba bruscamente de la mesa.

—Para nada, solo te recuerdo que ayer te dije que fueras más dócil—

La joven abrió sus ojos un tanto molesta.

—¿Dócil?, prefiero ser golpeada por ti antes de ser dócil—Dijo Marieth mientras golpeaba la mesa enojada—Tú pareces tenerlo todo, no sé que ganas insultado a gente que no tiene tus mismas circunstancias—Dijo Marieth a lo que el individuo se levantó y ella enseguida le dio la espalda.

—¿Mismas circunstancias dices?, por favor, ¿Tú que sabes de mí?, ¿No me digas que eres psíquica?—Ella no respondió, únicamente se dedicaba a escucharlo.

—Créeme altanera, la vida solamente está hecha para hacer sufrir a la gente, ya que las personas solo están interesadas en lo básico, amor, dinero y felicidad, teniendo esas tres ya eres alguien afortunado, pero, ¿Qué crees?, el amor cuando lo tienes no lo sabes cuidar, en el caso del dinero siempre querrán más a pesar de estar económicamente bien, quieren más y más, y la felicidad nunca llega si no tienes esas dos, en el caso de tu padre, perdió el amor y el dinero, su felicidad son únicamente sus hijos, pero al darse cuenta que tú ya no estas es como perder en parte la felicidad—

Ella estaba estupefacta, no le respondió, sus labios temblaban de confusión.

—¿Cómo sabes que mi padre perdió el amor?—

Él la miro arqueando la ceja mientras se acercaba a ella.

—Procedo a decir que esta merienda ha terminado, te puedes retirar—Dijo, a lo que ella no comprendía el porqué se iba.

—No se vaya, por favor responda a mi pregunta—Suplicó la joven aún de mirando al suelo.

—Fin de la discusión—Dijo ignorando a la joven—Si te sirve como consuelo—Añadió él antes de retirarse.

—Puedes salir del Castillo a explorar los alrededores, no te alejes mucho y llega a tiempo antes de nuestro nuevo encuentro, tienes permitido ir a todo este terreno, pero no se te ocurra tratar de escapar porque te perderás, y para terminar solo tienes permitido salir del Castillo hasta las cinco en punto, más tarde no, y cuidado con romper alguna regla al salir, ya que eso dependerá de cuando volverás a ver la luz del sol, estás advertida—

Término para después marcharse sin dejar que la joven al menos opinara o preguntara algo al respecto.

Marieth nada más suspiro sentándose de golpe en la mesa, solo de pensar en hacer enojar a aquel hombre la ponía nerviosa, pero a su vez estaba aliviada, puesto que ahora sabia que él se retiraba antes que ella, término su merienda para después salir de ese Castillo, caminaba alrededor del jardín el cual contenía unas hermosas flores.

—Tulipanes—Opinó ella, apreciando la belleza de las flores, se acercó para poder contemplarlas, su aroma era exquisito, no pudo evitar sonreír.

Siempre que la joven olía o veía alguna flor no podía evitar pensar en la historia de su madre por lo que le contaba siempre su padre y hermanos, le hubiera encantado conocerla, saber sus gustos, tocar sus manos, poder sentir un abrazo de parte de ella, pero se quedó pensando en lo que había dicho aquel hombre, ¿Cómo era posible que él supiera quien era su madre?

Las dudas la dejaban inquieta, pero decidió dejar de suponer cosas, lo único que provocaba era sentirse aún más miserable de lo que se sentía. Miraba a su alrededor contemplando los enormes árboles que habitaban, el viento era tan refrescante que la joven cerro sus ojos por un segundo—Este lugar al menos de día es hermoso—Pronuncio ella quien decidió seguía caminado, se metió al bosque por su gran curiosidad de poder encontrar algo, y si pudo lograrlo, contemplo un árbol enorme con algunas manzanas que se veían completamente deliciosas, decidió tratar de escalarlo, era algo sencillo, ya que algunas ramas de ese árbol la impulsaban cada vez más arriba, tardo al menos unos quince minutos en escalar, por el hecho de que era grande y el vestido y tacones no ayudaban mucho a la joven, estaba a punto de tomar una manzana, pero se detuvo al poder apreciar la vista, los árboles, las flores, algunas montañas, y un pequeño rio sumamente limpio, si iba a quedarse en ese lugar para siempre trataría de al menos disfrutar algo de el.

—Es hermoso—Dijo mientras tomaba su manzana, bajo con cuidado del árbol, pero a pesar de hacerlo tan lento se atoró su vestido haciendo que se rompiera de abajo, causando que ella diera un suspiro—Demonios—Dijo para tratar de limpiarse el vestido el cual también había sido ensuciado por el tronco del árbol. Tenía que volver al Castillo a cambiarse de atuendo antes de que el hombre se diera cuenta como se encontraba su estado, pero para su mala suerte había sonado la primera campanada, noto que se había ido lejos del Castillo, así que decidió ir a toda marcha, la pregunta que sonaba en su cabeza era… ¿Cuánto tiempo había estado allí?

George y sus hijos por fin habían llegado a su destino. Los tres solo podían contemplar la casa con algo de asombro.

—Es hora padre—George miro a su hijo Albert quien tomaba su mano algo nervioso, era la primera vez que Albert se sentía así, pero no quería que su padre también se sintiera igual, solo podía darle una sonrisa de completa seguridad; en cambio, su hija Jade se imaginaba viviendo en ese lugar, atendida como de verdad se merecía.

—Vamos, hay que entrar de una vez en ese lugar, no hay que hacer esperar a nuestra pobre Marieth—

Dijo Jade quien jalaba a su padre.

—Tienes razón hija, no hay tiempo que perder, mientras más rápido mucho mejor, quien sabe como esté—Dijo George quien se dirigió a la casa tan enorme, la cual era de color rojo, no tenía rejas, pero parecía demasiado segura, pero sabía que era de esperar, era un cazador el que vivía en ese lugar, es por eso que la idea de pedir su ayuda le resulto mucho mejor. Dio un suspiro y miro a sus hijos, Albert le regalo una sonrisa cálida mientras seguía sosteniendo su mano, y Jade le sonrió para después asentir de que se diera prisa, sin más que pensar toco la puerta, espero, y lentamente la puerta se iba abriendo poco a poco, dejando ver a un hombre de la tercera edad.

—Buenos días, ¿Podrían decirme que se les ofrecen?—Dijo aquel señor mientras cerraba el libro que tenía entre las manos, su voz sonaba demasiado refinada, vestía un traje negro con un moño en su cuello de igual color.

—Buenos días—Respondió Albert—Pues hemos venido aquí para solicitar los servicios del mejor cazador de todos—Decía mientras trataba de lograr que los dejara pasar.

—De acuerdo, ¿Me podrían decir sus nombres por favor?—Pregunto mientras abría su libro sacando una bolígrafo.

—Mi nombre es George Leroy, mi hijo mayor es Albert, y Jade mi hija—

—De acuerdo—Contesto el hombre.

—Deme unos segundos, ya que a veces el Señor Edmond no desea ver a nadie, y menos cuando son sus días de descanso, así que disculpen la molestia—Dijo para después darles la espalda.

—No hay problema—Respondió Albert mientras veía como el hombre cerraba la puerta—Nos toca solo esperar, espero y no nos dejen aquí afuera—Dijo Albert mientras se acomodaba su sombrero.

—Yo espero que esté Hans aquí, porque al momento de que se dé cuenta de nuestro apellido sabrá que somos parientes de Marieth—Dijo Jade mientras se acomodaba el vestido.

—Si sabes que no somos los únicos con ese apellido, ¿Verdad?—Le respondió Albert quien rodaba los ojos, a veces la inteligencia de su hermana le sorprendía.

—Eso lo sé, lo que tú no sabes es que tal vez sea nuestra familia la única que él conozca con ese apellido, y también puede recordar a Marieth, se nota que no conoces nada del amor—Respondió mientras trataba de sonar inteligente pero Albert solo la miro decepcionado.

—Tienes razón, que tonto, como uno de los hombres más conocidos, quien siempre viaja, el cual nunca le hemos hablado hasta ahora, solo notara que somos los únicos con ese apellido, la verdad que necesitas volver a la escuela—Ambos hermanos solo se miraron con algo de molestia a lo que su padre intervino antes de que empezarán una discusión más grande.

—Basta, son familia, deben de dejar de discutir por todo, su hermana puede estar en peligro y pelean en este momento—Ambos bajaron la mirada.

—Lo siento padre—Dijo Albert algo apenado.

—Yo también lo siento—Termino de decir Jade.

—Son hermanos, el día que yo no esté los quiero ver juntos y apoyándose unos a los otros—Ambos asintieron, era algo que le pesaba George, él no siempre estaría para ellos, tenían que madurar y verse como lo que eran, hermanos, nada más ni nada menos, era decepcionante para George verlos así.

Toda la tensión se esfumó al ver como abrían la puerta, era el señor de nuevo.

—Disculpen la demora, pueden entrar—Dijo a lo que los tres se vieron, cada uno tenía su objetivo analizado y contemplado, era el momento más importante en sus vidas, sin más que pensar entraron.

...

Marieth se daba prisa para llegar, sí que se había alejado demasiado, los tacones no le ayudaban para nada, ya estaba preparada para hacer un testamento, se maldecía por haberse alejado tanto, no conocía el lugar, tenía que conocer de poco a poco, pero como siempre nunca pensó en las consecuencias, su corazón se aceleró cuando escucho el sonido de la segunda campanada, presentía que no iba a poder llegar, pero vio por fin el Castillo, únicamente lo había rodeado para tratar de entrar por su habitación, ya que si entraba por la puerta principal él ya estaría ahí en la mesa, así que decidió entrar por su habitación, era el único cuarto el cual ella tenía acceso sin problemas.

Miró la ventana, estaba demasiada arriba, su vista iba a todas direcciones hasta que observó un árbol que una de sus ramas estaba cerca de la ventana de su habitación, la que la haría llegar y entrar rápido.

—Esto tiene que ser una broma—Cerró sus ojos con algo de disgusto, camino hacia el árbol para empezar a escalarlo, este se veía más complicado, tal vez no era igual de grande que el anterior pero si le costaba un poco más, puesto que este no tenía tantas ramas que la impulsaban, hasta que por fin alcanzó la cima, y pudo contemplar su habitación, la cual tenía por suerte la ventana abierta.

"Parece que el mundo está de mi parte", pensó ella, pareciera que todo iba marchando bien, la rama que estaba más cerca de su habitación era la única manera en la que podía entrar, empezó a subirse en esta, se acercaba cada vez más, aunque tuviese miedo de caer no le importaba, su miedo hacia ese hombre era aún peor, se acercó aún más hasta que por fin llegó a la punta de la rama, trataba de alcanzar a entrar pero le quedaba aún lejos, su corazón se detuvo al escuchar la tercera campanada, sus manos empezaban a temblar, su estómago sintió un dolor horrible, tanto esperar en aquella rama frágil se rompió, un grito salió de parte de ella, mientras trataba de agarrarse entre las demás pocas ramas que habían, pero era inútil, todas estaban demasiado viejas y pequeñas para poder ayudar a la joven, Marieth cerró sus ojos para poder sentir el impacto, pero nunca sintió el suelo, en cambio, sintió unos brazos los cuales la sostenían, pudo sentir como le tapaban sus ojos, "guantes", pensó ella, su respiración era agitada, la habían bajado lentamente al suelo, se recostó en el piso aliviada.

—Te gusta manterlo interesante, ¿Verdad?—Ella ya sabía de quién se trataba, solo cerro sus ojos con fuerza para esperar el peor castigo de su vida.

Download MangaToon APP on App Store and Google Play

novel PDF download
NovelToon
Step Into A Different WORLD!
Download MangaToon APP on App Store and Google Play