Prólogo .
Una hermosa chica de cabellos largos y negros corre por las calles de California; vestido blanco y una rosa roja en mano.El amor la espera al pie de una Iglesia.
El sol aún resplandece entre las nubes, la tibia brisa de verano deja volar la tela fina y delicada que cae por las piernas esbeltas de aquella mujer. Con el corazón latente y los nervios en la punta de sus dedos, da un suspiro al mirar la grandeza de aquel bello lugar.
Con el teléfono en la mano se pone de pie en la escalinata de aquella fachada, esperando a su amado llegar. Los minutos pasan, y pronto las horas agobian, mientras el sol ahora cae poco a poco mezclado entre nubes bicolor.
Decide hacer esa llamada, intuyendo como el corazón se le partiría en pedazos... sabiendo que esa voz amada jamás contestaría sus gritos silenciosos de amor. Las campanas de la Iglesia a sus pies suenan, así como su pecho estalla de pena.
Con el último ápice de esperanza corre a la gran puerta de madera oscura, abriéndola rogando que en aquel altar la espere sonriente el muchacho. Sus ojos ven la alfombra roja que corre entre las bancas llenas de personas, al pie de un escalón de mármol blanco una mujer ya mayor abraza a un hombre de cabellos castaños, mientras que un muchacho posa de pie inmóvil a un lado. Parece observarla detalladamente, mientras los cientos de rostros ajenos se fijan en ella, sus ojos buscan a ese que tanto ama; pero no está... Solo un murmullo incipiente que le aprieta las sienes se oye.
Cierra los ojos creyendo estar en un terrible sueño, mientras su rosa roja cae al suelo deshojando sus hermosos pétalos a la nada misma. El corazón oprimido, y la oscuridad sucumben sobre ella, mientras sus pestañas cubren la escena del apuesto joven, que aún la mira en medio de voces que hacen la nada interminable.
Susurrando entre sus labios algo, con el cuerpo tenso, se siente apagar poco a poco dejándose caer cansada. El agobio le ha ganado al amor entre la oscuridad silvante.
Su cuerpo golpea al fin del piso de mármol mismo en golpe seco, da un gemido sintiendo dolor, aunque aún es menor de lo que siente su pecho punzante.
– Despierta, despierta mujer.
... •• Capítulo I••...
Shesid Lizzi.
No soy el hijo perfecto, eso lo sé. Aunque nada me cuesta dejar ese preciado lugar a mi hermano Micael. Al otro lado de los azulejos verde seco del baño del hotel, en una cama king una rubia de infarto me espera. La hija de algún don nadie que quiere ascender a costa de la carne de su hija menor. Y para qué negarme a los placeres de la vida, una pequeña ayuda no le vendría mal al viejo gusano. Después de todo, mi padre y mi tío Pietro sabrán ubicarlo en su palmera tan pronto como tire la primera piedra. Eso será bueno de ver, sin duda alguna.
Por años mi hermano y yo hemos pasado muy por lo alto el hecho de que así como ambos abran la boca, así una bala de visita a cualquiera le termina los minutos… y ya sabemos el por qué.
La borrachera de anoche me ha dejado una jaqueca tremenda, sinceramente no recuerdo si ella era Fiorella, Ana, Diana. ¡Realmente no lo sé! Son las diez de la mañana, y el vapor de la ducha me relaja.
Fuera el tono penetrante e insoportable de mi móvil me desconcentra, y sé perfectamente quien es. Mi bella y adorada madre. Ella y mi padre han decidido hacer el acto que me parece más errado y patético de la vida completa, después de la idea de matrimonio, claro está. La cosa más sin sentido, renovación de votos de amor 💘. Admito sí, mi madre y mi padre han tenido la dicha de tener un matrimonio bello, eso lo he visto desde que nací, pero vamos… renovación ¿De qué? Si se llevan de maravilla, tienen piel y han compartido sábanas más años que la injusticia, no hay mejor confirmación de un buen amor que eso. O bueno, eso es lo que pienso. No hay nada mejor para confirmar amor que ver a la persona que quieres prepararte un café con los cabellos revueltos en un chungo mal hecho y unas pantuflas de Hello Kitty, mientras tú andas sin camisa y con ojos dormidos por la cocina. Esa es la promesa válida.
¡Claro! eso no me ha ocurrido, y a éstas alturas esperanzas de que algo así suceda conmigo, pues ya no hay.
Cerrando el agua caliente, tomé la bata color azul marino del perchero mirando el móvil que aún no para de cantar.
¡Dios dame Laa paz que en ti habita!
– Dime mamá, buen día. —ella siempre suena gruñona cuando le respondo.
–¡El móvil ha sonado como quince veces, ya estaba por mandar tu hermano para verte Shesid! ¡No me tengas así! — la preocupación se oye en sus palabras.
– Lo siento — no alcanzo a seguir la charla, cuando su voz algo enojada que intenta ser suavizada forzosamenteme hace sonreír. Mi madre tiene ese poder siempre.–¡ Sólo cállate, quería decirte que el fin de semana es la ceremonia, te quiero aquí sin peros! Y sin ninguna novia de esas...— Musitó y cortando la llamada con un breve beso al tubo.
Al otro lado de la puerta la rubia de infarto no da ni señales de vida. Probablemente espera que la despierte con un desayuno y atenciones especiales, pero ese no es en absoluto mi manejo, y más teniendo en consideraciones el tipo de favores que me solicitó anoche.
Me siento casi en el compromiso de dejar un pago en la mesa de noche, como si me hubiera brindado un servicio, cuando sabemos bien; quién usó a quién aquí.
Termino de cerrar la cremallera del pantalón de vestir, mientras el olor a colonia barata se desprende de toda la habitación, deslizo mis dedos por el bolsillo de mi saco y enciendo un cigarro cuando la rubia abre sus ojos azules como platos.
–¿Te vas cariño? —Sus ojos van directo al fajo de dinero en la mesa de noche—¿Acaso creés que soy una…? — La observo ponerse de pie mientras doy un jalón a mi cigarro, cubriéndose histérica con la sábana de satén y algo de pudor que se deja ver en ella. El cuerpo le brilla con un dejo de perla a contra luz.
– Nena, favor con favor se paga, no estás en alturas como para reclamar qué creo yo que tú eres.—Simplemente me fui de la habitación, esa sería una más; en la lista de zorras hipócritas.
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Lo último que vi de la rubia es un poco de brillo, que lanzó anoche sobre el tapiz negro de mi coche. Y sí, valdrá bastante quitar eso de mi butaca. Unas acciones más no vienen mal al negocio, y ya la semana próxima ese señor que usó a la chica...ni existirá, pero aún sí su riqueza; que será ya del patrimonio Lizzi -Rossi.
Después de un rato el campo de tiro de mi tío me espera, como cada viernes por la mañana esta es mi cita con él. El sol refleja su esplendor por las ventanillas del auto, enciendo la radio en mi estación favorita, melódico, las calles están concurridas, pero aun así me gusta esta pequeña ciudad.
Es un clima es totalmente perfecto, una pequeña brisa de verano reconforta todo lo demás.
La tía Diana y Alex siempre me esperan con una pequeña taza de café, él siempre dice que las noches no me pegan bien, y cada viernes hace galletas para recibirme. Él es un tanto… peculiar, pero es el mejor primo y amigo que he tenido en la vida. Él es mi Alex.
–¡Hasta que te dignas, papá te ha estado esperando impaciente Shes! —El perfecto de cabello ondulado y negro me mira sonriente y radiante, mientras sostiene una charola de galletas de doble chocolate—He de suponer que la rubia de Ámbar no te soltaba, bueno… después de lo de anoche... —Se dio la vuelta por la mesa del centro y dejó lo que sostenía, vino hacia a mí, y apretando mis mejillas con ambas manos comenzó a inspeccionar mi cuerpo milímetro a milímetro. He de confesar que por esto me he liberado de varias grandes.
– Mi entera culpa Alex de mi corazón —Me sonrió, mientras pruebo una de sus delicias de chocolate, respira hondo, sus ojos de lobo como los de su madre se clavan en mi cuello.
–¿Eres imbécil o Ámbar una vampiro?
–¿Así se llamaba?—Sólo oírme y un pequeño golpe fue a parar a mi cabeza.
– ¡Ven conmigo!—Lo miro a arrastrarse por los pasillos tirando de mi mano, después de murmurar cuanta cosa se le ocurre, me clava los ojos orrojándome sobre una silla de tapiz rojo intenso en su habitación. Corriendo al cajón de en medio de una enorme cómoda y trajo con él una pequeña brocha, de esas que son suaves.
– Perdón.—lanzo por lo bajo, observando las muecas que Alex hace al ver el morado en mi cuello.
– ¡Esto amerita más que esa simple palabra de casanova simplón, anoche me dejaste sólo! —la voz se le acelera cuando se enfada— En un antro que no es de mi gusto, y te fuiste con esa… esa… traidora que…
– Basta Alexandre Rossi. — Mordiéndose los labios comienza a pasar por mi cuello una crema color carne tan suave que hace casi cosquillas.
–Si papá te ve esto, comenzará a indagar que hice yo anoche… —masculla.
–¿Y qué hiciste anoche? —hablo tratando de encender un cigarro que quita de mis manos y arroja al cesto de basura.
– ¡Aquí no!... Me fui con él, nene.— continúa concentrando los ojos en aquel morado.
–¿Otra vez?, ¿Es en serio?, Alexandre ten dignidad.
Me clava los ojos nuevamente, haciendo un mohín indescriptible que siempre hace cuando no sabe qué decir y pone más crema rara sobre la pequeña brocha.
–¡No jodas Shes, ambos sabemos que dejaste dinero a la rubia, y que yo vuelvo a verlo cuando me llama! —alejándose de mí lo miro traer con él un spray que huele a fresas.—Cierra los ojos. Odias el fijador lo sé, pero ese morado nene, si tocas el maquillaje apenas, se verá de inmediato.
–No quiero verte con él Alex, ese tipo.
–Dejaré de verlo cuando tú tomes a una mujer en serio.—contrapone agitando el dichoso envase blanco.
–La única mujer que yo…
–Ella ya no está nene. Ven —De nuevo me lanza hacia afuera de la habitación acomodando mis cabellos. Se ha puesto un saco gris que abotona con cuidado...caminando por pasillos salimos por el sendero que llega al campo de tiro.
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–¿Te está sucediendo algo últimamente querido? —El tío siempre se preocupa por mí, eso y es que también es el chismoso de mi padre. No puede saber por nada del mundo que Alex; que yo...
–¡ En absoluto, sólo me quedé un poco dormido! —cambiemos de tema — Mamá me ha llamado, el fin de semana es...
— Dirás mañana niño, mañana es la boda, gracias a eso tu tía ha estado chillando. En la noche llegan los demás, estas invitado a la cena si quieres —Habla después de dar el quinto tiro al blanco que está a lo lejos, volví la vista a Alex, que está tan concentrado que da miedo. Aunque no lo parezca, él podría dejar un hoyo en tu frente sin tener un ápice de misericordia corriendo en esas venas.
–Tienes razón —Hablé cargando el arma, me puse los tapones y divisé la cabeza del buen Don, y sí, lo odio. Terminé mi ira recogida y miré como mi tío saca del bolsillo una pequeña caja de pana.
— Mañana se lo das tú a tú padre, Ángela me lo especificó detalladamente.
–¡Qué fastidiosa!
– Sólo quiere asegurarse de que estés ahí. Lo sabes. No seas irresponsable e irrespetuoso.
... ...
... ••Capítulo II••...
Narrador.
La Iglesia.
La misma mañana, al otro lado de la ciudad. Unas horas antes.
Una hermosa chica de cabellos negros besa en los labios al hambre que ama, ha desafiado todo pronóstico, esperando valiente a su amor. De vestido carmín y labios suaves, ella se posa en el banco de un pequeño jardín frente a la fachada que mañana en la mañana la verá unida a él.
– Al fin mañana ya estaremos juntos nena — Habla el tipo en un tono algo frío. Algo difícil de notar por la morena enamorada que acaricia el dorso de su mano con brillo en los ojos de hilos dorados.
–¿Dónde iremos a parar después de ésta locura?; no han parado de llamarme.
– Primero lo primero reina mía — El tipo de cabellos avellana le sonríe, posando un beso en los labios rojizos.
Un almuerzo lleno esplendor, en el restaurante más costoso. Bistec con ensaladas mixtas, la comida preferida de la dama y un buen espumante, cosa que se note el dinero que se cae de los bolsillos, y en medio un brindis casi penoso para el tipo. Una joya de veinticuatro quilates, con un diamante incrustado, en el detalle de una pequeña mariposa hecha a mano.
–Si me disculpas amor, ya regreso.—Poniéndose de pie, acomoda su fino traje y sé en marcha al cuarto de baño, después de ver a la mujer admirando la joya, sonríe en satisfacción. A los lejos había divisado al queridísimo Shesid, nada más y nada menos que con Alex y Pietro. Camina sigiloso, y antes de llegar al baño quiere que la mesa del nombrado lo note .Deja sus ojos en Shesid entrando al fin al baño. Lanza un suspiro mirando el mármol frente al espejo con una terrible y mal formada sonrisa cínica; cuando ve pasar a Shesid .
–¡Querido Shesid, que gran gusto verte por aquí… verlos!—haba orgulloso de sí mismo, y clavando las pupilas en el otro saca un sobre color negro, lo deja sobre el mármol y se marcha sin más— Es mejor darte unas pocas palabras, me esperan. Te espero ahí — sonríe saliendo del sitio como gran señor, mientras la ira del otro se acumula en sus puños.
Los ojos de Shesid se fijan en sobre que el bastardo le entregó. Al pensarlo en la mañana con un par de balas en la frente; le pareció que lo había atraído al sitio. Refunfuñando abre el papel satinado, sólo para encontrarse con una noticia que le rompería el corazón no a él, si no a Alex. Sin más, con la ira subida hasta los ojos, guarda la tarjeta en el bolsillo interno de su traje y regresa a la mesa. Después de ver cuál cínico podía ser el tipo. Se quedó observando como almorzaba con la bella mujer que lo acompañaba. Aunque no podía mirar muy bien el rostro de la dama.
Sin saber como tomar el tema para no dañar a Alex, no pudo soportar mucho más que casi una hora, se pone de pie, agradeciendo que Alex estuviese de espaldas a la feliz pareja, que se encontraba a tan sólo unos metros.
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Después de haber regresado a la mesa, el hombre siguió con la cita y la mujer bella. La llevó a un hotel, hizo lo que todo hombre querría hacer con una mujer como ella.
– Te amo, mi querido —La voz de ella suena tan dulce, tan tranquila. Podría calmar a cualquiera bajo ese tono angelical. El de cabellos avellana le sonríe, mientras talla con sus dedos la cintura estrecha de la mujer, que reluce bajo el cálido caer de las aguas en aquel cuarto de baño.
......................
Al día siguiente:
Las horas pasaron. Al despertar ella estaba sola, a su lado una pequeña nota en la mesa de noche, junto a una rosa.
“Te espero en …. A medio día, te amo.”
Se lavó los cabellos, se perfumó la piel. Aquel vestido blanco que su amor eligió le queda perfecto a sus hermosas curvas naturales, tararea un par de canciones colocando sus zapatos combinados. Tomando la rosa entre sus manos sale echándose a correr por los pasillos, sin notar detrás un apresurado Shesid que corre al mismo sitio que ella, el ascensor. Sube frenéticamente, sin saber que el muchacho huye de una rubia que le persigue feroz, otra que no es Ámbar, por supuesto. Sin prestarle la mínima atención observa ansiosamente la puerta de metal que ha comenzado cerrarse cuando escucha unos zapatos correr y alguien rechistar de enojo.
—¡Maldita sea!
No se alarmó, ella se dirige al fin al sueño de su vida, casarse con el hombre que más ama en la vida. Negando y sonriendo como tonta se da cuenta de que lo dejó todo por él, respirando el aire veraniego da un suspiro y sale al fin por la puerta de aquel hotel.
Mira algo atontada como un idiota sale escarbando el suelo en un auto negro, y allí se da cuenta, debe llegar de algún modo, puesto que la Iglesia está al otro lado de la ciudad.
Estirando sus manos al aire coge un taxi, y casi canta la dirección envuelta en un paño de felicidad total. Su cuerpo no sale de la enorme ensoñación.
– ¿Se dirige a la boda señorita? —Menciona el amable conductor, una sonrisa plena se ve por el espejo retrovisor. Ella supuso que el hombre rondaría unos cincuenta y tantos, por el pelo cano, y las pocas arrugas incipientes en los ojos. La edad parecida a la de su padre. Imagina cómo la debe de estar buscándola con desespero. Mientras ella hace la locura más grande de su vida.
– ¡Así es! — sus ojos se iluminan en un destello dorado increíble , y se queda mirando como en una de las esquinas el semáforo da en verde para cruzar. El conductor miró hacia la derecha y comenzó a avanzar con algo de lentitud para cruzar la avenida.
– Lo siento, el coche ya está cansado… no funciona bien ya, imagino que la novia se pondrá celosa al ver tal belleza entrar a esa iglesia — El hombre alega, como si tuviese que disculparse por la lentitud de la fila de autos, sonriendo al decir las últimas palabras de la frase que ella no entiende registra el hombre con su coche a medio andar. No vale más que parpadear cuando un golpe se siente contra la parte delantera del auto, haciendo que el hombre suelte un insulto al instante —¡Hijo de puta, me ha chocado y se ha dado a la fuga! — los ojos de ella miraran a lo lejos, mientras un auto negro desaparece al instante del lugar.
–Yo lo siento pero… — Habla lanzando un par de dólares en asiento trasero del auto, para otra vez salir corriendo en la misma dirección de aquél carro que se dio a la fuga. Ya es casi medio día. Su amor la estaría esperando.
Comenzó a correr con toda la fuerza de sus piernas, está a medio camino de su felicidad. Las calles le parecen eternas, pero al doblar una esquina más, allí estará piensa fugazmente.
Cae al piso, cuando su zapato color crema se encuentra una roca, aun así oponiéndose de pie y continúa un poco más con sus esperanzas llenándole el corazón hasta que al fin llega.
Aunque es raro la conmueve, la Iglesia está repleta de globos color rosa fuera. Y una alfombra se extiende por debajo de la enorme puerta.
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