El día es tormentoso, el cielo que se alcanza a ver por los ventanales de la iglesia está nublado con nubes grises y turbulentas, tal como está el estado de ánimo de Christian durante lo largo del velorio, sus ojos negros están vacíos viendo de frente el ataúd de su amada.
Christian se disocia de la realidad y regresa por sus recuerdos a horas atrás, una noche de lluvia tormentosa y los relámpagos que caían a su alrededor, aún en su cabeza puede oír el ruido de los cientos de gotas acompañadas de los gritos de ella antes que se marchara de su casa cerrando la puerta con un fuerte portazo.
El sonido del fuerte portazo hace a Christian regresar a la realidad, justamente cuando el padre está dando una plegaria para implorar a la Diosa luna por el alma de esa loba; Christian se tensa rápido, pero prontamente se da cuenta de que su madre sutilmente ha puesto su mano encima de la suya para darle consuelo.
Pero ni esa expresión cálida de afecto es capaz de sacar a Christian de su desconsuelo y él aún puede ver la puerta de su casa, preguntándose si todo hubiese sido distinto, si hubiera corrido tras ella, si no se hubiese quedado de pie viéndola marchar.
Christian es apenas capaz de salir de sus pensamientos cuando siente que pierde el tacto de su madre, todo porque su padre les ha visto, la mujer se endereza y pone los brazos rectos a su costado mientras él pierde en la frialdad de la madera de aquella banca.
Por más que lo intente, Christian no es capaz de salir de su cabeza, trata de poner su atención en las flores de enfrente, en el ruido que hacen las respiraciones de la mayoría de los presentes que llenan por completo las bancas del interior de la iglesia, en las vagas palabras del padre que son transportadas por el viento para nunca jamás volver.
Él no es capaz de articular una sola palabra, apenas pudo gruñir un par de veces antes que sus labios se sellaran en una fina línea, su rostro inexpresivo y su semblante sombrío hace juego con los nubarrones negros en el cielo que se alcanzan a ver por los ventanales a su costado.
Y por un instante desvía su atención del frente para ver el infinito cielo negruzco, pareciera que a mediodía es de noche, todas estas horas se han sentido como una noche eterna para él. Por el rabillo del ojo ve que su padre, un hombre robusto y alto de ojos negros, se coloca de pie, camina hacia el podio hasta ponerse a lado del padre y dar unas palabras tan vagas que igual son robadas por el viento yéndose lejos de sus oídos.
Palabras vacías, dice su padre, no es necesario oírlo para saberlo, únicamente lo hace por pura presencia política; Christian mira de frente a su padre, pero su atención está puesta en aquel viento que corretea la hierba en el alrededor afuera de la iglesia, en la brisa fría que perturba la paz de las copas de los árboles de su entorno.
Los alfas no deben llorar, le dice la voz de su padre en su cabeza, la voz de miles de recuerdos de su infancia; Christian se mantiene con la cabeza alzada y la vista al frente, siendo el heredero perfecto de la manada más prestigiosa de la nación, imponente con su presencia y respetable imagen pero un hombre destrozado por dentro.
No puede dar ningún atisbo de su dolor, él necesita ser fuerte y quedarse serio viendo hacia el frente, pero si atención está puesta en lo obscuro que es el día afuera y en la motocicleta negra que se acaba de estacionar debajo de aquel árbol, en esta monta un sujeto, es fácil de reconocer que es un alfa por su complexión y su físico tan escultural.
Christian pierde su toque serio e inexpresivo cuando entrecierra los ojos y le lanza una mirada recelosa, pero ese episodio no dura mucho porque su padre parado desde el podio le llama la atención con una sutileza aterradora. El control que somete sobre él es tan fuerte que Christian vuelve la mirada y su atención al frente para acabar de oír por primera vez las palabras del padre.
— Que la Diosa Luna...— Su voz se pierde entre el silencio, entre el ruido del barullo de los miles de vientos.
Christian se disocia de nuevo de la realidad, pero de repente siente un escalofrío y por inercia regresa disimuladamente su atención a la ventana viendo que el sujeto ha desaparecido, él no es capaz de rastrear su olor por la humedad en el ambiente y los tantísimos olores de todos los presentes reunidos en el velorio, con solamente el olor de su padre tan dominante es capaz de extinguir la mayoría de los olores recesivos.
No es de extrañar que el padre que dirige la misa trate de mantenerse disimuladamente lejos del patriarca, se ve que las manos le tiemblan cuando sostiene la biblia y Christian con su madre son los únicos que son capaces de mirarlo fijamente a los ojos mientras el resto de los presentes apesta a temor influenciado por esas auras tan aterradoras y dominantes que pertenecen a Christian y a sus padres.
Christian mira fijamente a su padre, muchos han dicho que son como dos gotas de agua, serios e inexpresivos, pero al menos su padre sigue teniendo la compañía de su madre y él está solo rodeado de un mar de gente que le teme, aun así él se mantiene firme.
La misa ya va casi a terminar, Christian lo sabe porque la gente se alborota con sus respiraciones, las figuras borrosas atrás de él, a su lado del padre cada vez parecen más lejanas a su atención e incluso cuando sus ojos ven esos iris negros de su padre él es capaz de perderse de vuelta en sus recuerdos.
Más relámpagos y más lluvia, el clima es de acuerdo al estado de ánimo de Christian y las nubes lloran por él la pérdida de su pez, aquella vez llovió tanto que todo el frente de su casa se inundó y un gran lago se formó, lloró tanto que los ríos se desbordaron y la ciudad entera colapsó, ese día fue el último que él lloró. Solo tenía cinco años.
Christian regresa de vuelta al velorio y ve por el rabillo del ojo los nubarrones negros del cielo, aún no llueve, siente el dolor en él, pero la lluvia se retiene como su llanto atorado en su pecho y teniendo un gran nudo en la garganta.
En la lejanía su padre dice algo para los presentes, pero el viento frío tormentoso se roba sus palabras. Un segundo escalofrío paraliza a Christian y él disimuladamente desvía su mirada a su antebrazo, aprovecha la oportunidad de que su padre le da sus condolencias a los padres de ex-prometida para ver los vellos de su piel
erizarse de prisa.
Hay gente parada a los lados de todas las bancas llenas de la misa, todo está a reventar a excepción de la puerta y eso que es un velorio privado, aun así hay tanta gente, Christian lo sabe porque aún en su dolor es capaz de oír los ruidos de las pisadas y de cada respiración que le rodea a excepción de las palabras que salgan de las bocas ajenas, eso se pierde y se aleja.
Christian siente un calor extraño en el brazo, así que observa con más atención y ve que un sutil rayo del sol le está dando en el antebrazo.
En su disociación y la pérdida, él puede fruncir el ceño, sintiéndose por primera vez en mucho tiempo realmente confundido, pero ese sentir no le dura mucho tiempo, cuando las puertas de la iglesia se abren de par en par, la luz del sol del día entra a la iglesia iluminando el interior y eso llama la atención de todos presentes sentados en las bancas de la iglesia inclusive Christian no se resiste a voltear a ver a quien ha desafiado su pronóstico climático.
Los rayos del sol han venido acompañado por detrás a aquel sujeto, la iglesia pasa de estar a obscuras para de repente estar tan iluminada por el sol que hace sentir cegado a Christian quien entrecierra los ojos y por un instante cree ver una mirada plateada extrañamente familiar.
Es fugaz y vaga porque el padre de iglesia se resuena la garganta sumamente nervioso a causa de que el sumo patriarca lo voltea a ver con firmeza para que continúe la misa tras estrepitosa y llamativa interrupción, Christian también voltea la mirada al frente tras ese llamado de atención y se queda el resto de la misa viendo como el cielo en el entorno lentamente con el transcurso de los minutos se va volviendo día poniéndole fin a la noche eterna de Christian.
Media hora más tarde, Christian solamente ha sido capaz de entretener a su cabeza de la pérdida de la realidad al pensar en aquel alfa desconocido y grosero, vagamente es capaz de recordar ese cabello blanco y lacio, esa mirada plateada y ropa negra de cuero, aspecto indigno de un velorio tan prestigioso, por más que le moleste él no ha podido sacarlo de su cabeza.
Pero pese a que Christian ha evitado disociarse de la realidad como las últimas horas, se mantiene tan profundamente ensimismado que no es capaz de darse cuenta de que ha arrojado un poco de feromonas en respuesta de hostilidad a este nuevo individuo, lo que causa una oleada de reacción en casi todos los presentes del velorio e incluso en el padre que estornuda luego se ahoga en una tos tan fuerte que termina interrumpiendo el final de la misa.
Y únicamente Christian se da cuenta cuando ya tiene la mirada extrañada de su madre y la atención tan perturbadora de su padre rigiendo con autoridad sobre él, ambos le miran y Christian siendo preso del inusual impulso de su lobo, se levanta de la banca en la primera fila y se marcha, ante algunos presentes pareciera un gesto de buena fe, puesto que hay omegas presentes en el velorio, pero para otros que se marcha minutos antes de que termine el velorio lo hace quedar como un alfa brutal y frío que es despiadado ante la muerte de su amada, todos tan alejados de la verdad.
Sorprendentemente, la madre de Christian solamente se pone de pie y se camina hacia su esposo, coloco una mano en el brazo de su esposo y excusa la repentina huida de Christian fuera de la iglesia con una sonrisa tan bien actuada que la tensión se aligera e incluso algunos presentes simpatizan con Christian.
Pero a él no le importa que hubiera pasado si su madre no le hubiera ayudado tan rápido o que ahora haya quedado como un alfa indiferente ante la muerte de alguien al que dijo amar, él solo pasa por en medio de las dos filas de bancas donde están sentados la mayoría de todos los presentes sin voltear a ver atrás, ni al ataúd de su amada ni a su padre.
Él nada más camina con la vista fija en la puerta de la iglesia, ya ha dicho todo lo que tenía que decir, así que las palabras del padre que apenas se recompone por reacción a sus feromonas y la agitación de las demás personas que se despiden de Azucena en unísono le entran por un oído luego le salen por el otro.
Ya no tiene que fingir más que está pendiente de lo que dicen, en verdad quiere estar sin nadie a su alrededor, así que abre la puerta justamente cuando pasa un viento frío tan recio que le desacomoda el cabello negro hacia un lado, pero los rayos solares que se cuelan entre los pocos nubarrones son cada vez más visibles iluminando su mañana.
Minutos más tarde, en el interior de la iglesia, el velorio culmina, las personas se acercan a darle las condolencias a sus padres y a su ex-suegros debido a que Christian se ha apartado sigilosamente de todos, a un punto ciego donde aún puede ver el interior de la iglesia, pero estar fuera de la vista de los comunes.
El aire melancólico y húmedo le sienta bien a Christian quien se recarga contra un árbol cercano al ventanal de la iglesia, en el interior él ve como todas las personas se acercan al ataúd abierto de Azucena para despedirse, pero él siente que no tiene las intenciones de moverse de ese sitio, sus pies parecen haberse arraigado a la tierra y se queda ahí sometido a la voluntad de su lobo que no desea verla por última vez.
Ve pasar a todos, a la mayoría quienes conoce ya sea por haber cruzado palabras con ellos y a quienes solamente han sido de vista, al final esto ha sido un velorio cerrado lejos de la prensa y el ojo público; algo más que la gente ordinaria llama la atención de Christian, él gruñe por instinto y entrecierra los ojos cuando ve que ese alfa de cabello blanco y largo hasta por debajo de sus ojos se pone enfrente del ataúd de Azucena, trae una rosa en la mano y Christian al verlo está a punto de liberar más feromonas, pero es interrumpido por un crujido de hojarasca que le hacen alertar.
— Christian...— Le llama una voz ajena que rompe la concentración del lobo y del
hombre que gira la cabeza para encontrar una mirada risueña color miel.— Aquí
estás.
— Daniella...— Susurra Christian con ese acento inglés notorio y la joven castaña de ojos miel se acerca despacio y cautelosa, obedeciendo a su instinto omega.— ¿Cómo están tus padres?
— ¿No deberías preguntarles por ti mismo?— Pese a que ha salido el sol, el viento es fuerte y el cabello castaño lacio de la joven se agita con el viento frío.
— Tu madre se parece tanto a ella, apenas soy capaz de mirarte a ti a los ojos.— Christian musita en pequeña confesión y se cruza de brazos regresando la mirada al ventanal de la iglesia.
— Sé que ha sido una noticia muy dura para todos, pero no quiero que estés solo, sabes que siempre contarás conmigo.— Daniella hace un vago gesto en un intento desesperado de abrazar a Christian, quien está viendo que el alfa desconocido con ropa de cuero negro ha desaparecido de la vista, pero ella se frena y se cruza de brazos posándolos por debajo de sus bustos cuando ve el desinterés en él.— Y espero que yo siempre pueda contar contigo pues te has convertido en alguien importante para mí, Christian.
— Lo único que podía unirnos antes es que yo era tu cuñado y podías verme como un hermano mayor al estar comprometido con ella.— Susurra Christian con la mirada pérdida en el ventanal antes de que el viento agite las copas del árbol que están por debajo y arroje el rocío una vez más sobre ellos.— Pero ahora no deberías ni siquiera acercarte a mí, las paredes escuchan y hablan, eso no es conveniente para ti.
— Esto ha sido muy doloroso para ambos, eres lo último que me queda de ella, aún tienes
su olor.— Susurra Daniella con los ojos de color miel lleno de tristeza y las lágrimas surcando de sus ojos, pero Christian se mantiene serio e indiferente.— ¿Al menos podrías darme un abrazo de despedida?
— Lo siento, pero no, a tu prometido no le gustará que portes el olor de otro alfa, por muy que huela aún como tu hermana también.— Susurra Christian dejándose mojar por el rocío atrapado en las copas de los árboles mientras Daniella se cruza de brazos con una expresión de profundo dolor, ojos rojos y labios apretados.— Ahora que los términos entre nuestras familias acabaron, el prestigio de tu casta ahora posa en tus hombros, Daniella. Sé fuerte.
— Sabes fuiste el último que vio a mi hermana con vida, la última vez que yo la vi fue hace tres días así que al enterarme me dolió muchísimo, ya que me alejé de ella por tu culpa...—Destaca Daniella con voz ahogada reteniendo el llanto y viendo fijamente a los ojos a Christian quien gira a verla, su cabello castaño lacio se agita con el viento frío y húmedo mientras sus lágrimas resbalan de sus mejillas.— Me dije en consuelo que ella vivirá en ti, en el amor y el tiempo que te dio para que sanaras, pero perderlos hoy a los dos es muy doloroso y un gran golpe para mí.
Daniella solloza, se cubre la cara con las manos y se da media vuelta alejándose de Christian, que la ve marchar hacia la entrada de la iglesia, de donde sale su alfa prometido y destinado, quien la atrapa en sus brazos.
Christian traga saliva y siente el peso de la culpa, atorarse en su garganta como una piedra, pero no va atrás de ella, él no camina atrás de nadie, así que termina solamente apretando la mandíbula y alejándose de su escondite entre la maleza y la vegetación que rodea la iglesia volviendo a estar solo.
— Hueles como ella.— Una voz le ataca de repente haciendo a Christian girar la cabeza para ver a ese alfa desconocido peliblanco mirarle fijamente con una mirada llena de bravura.— ¿Por qué?
— No tengo por qué responder tus preguntas.— Dice Christian con cortesía siguiendo sus pasos elegantes de un joven culto y fríamente calculador.
— ¡Claro que sí! — Gruñe el tipo peliblanco apretando las manos con fuerzas haciendo a Christian tragar saliva, ya que es un poco intimidante, pero se mantiene firme ante el reto que le lanza esa familiar mirada plateada.— ¡Ella era mi destinada!
— ¿Qué?— Pregunta Christian estupefacto aún con voz en un susurro y él suelta sus feromonas causando que el ambiente se ponga hostil y agresivo entre los alfas cuando el tipo peliblanco le corresponde provocando una oleada de calor en ellos.— Ella era mi destinada también.
Un frío despiadado y una tensión filosa los atraviesa a ambos, Christian ve mejor a ese alfa, ahora que lo tiene de frente su aspecto es más descuidado que de motociclista rebelde, por supuesto que trae una chaqueta de cuero sobre esos anchos hombros, pero ese cabello blanco cae hasta por debajo de sus hombros y la única manera en que puede ver esos iris plateadas es cuando el viento frenético agita esos mechones blancos tan largos y lacios.
Christian se da cuenta de que ese alfa es de la misma altura que él, es por alguna extraña razón familiar, pero ese cabello revuelto y desarreglado, esa pinta de chico rebelde, esa tez morena y esa complexión alta de brazos fuertes no le hacen recordar nada, de haberlo visto antes no olvidaría tan inigualable ser de pecho grande y largas piernas.
Christian se aclara la garganta entre la fricción del momento, por supuesto que lo piensa así porque es evidente que ese es un alfa puro y dominante como él, aunque se siente extraño por estar mirando a un hombre de más.
Casi pareciera haberlo devorado con la mirada con un hambre extraña e insaciable que le hacen liberar unas feromonas que sus términos son indescifrables para ellos, pero por el momento tan punzante y tajante, el alfa peliblanco no reacciona bien, sino que frunce la nariz con desagrado y agita la cabeza de malhumor porque ha sentido las feromonas extrañas y eso le ha dejado entrar en calor.
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