...PERSONAJES:...
🌙Rachelle Anderson: 17 años, carismática, amable y astuta, no tolera que nadie le ponga el más mínimo problema a quienes ella aprecia y es una justiciera a morir.
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🌙Nataly Anderson: 18 años, hermana mayor de Rachelle, responsable, estricta, un poco mandona y se divierte cuando se lo propone.
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🌙Megan Powell: 15 años, hermanastra de Rachelle y Nataly (aunque ellas prefieren el termino "hermanas"), es alegre, divertida, graciosa, reina de las selfies y redes sociales. No duda en demostrale su amor a sus seres queridos, lo que, en ocasiones, les resulta fastidioso a sus hermanas.
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🌙Jenny Hewson: 16 años, mejor amiga de Rachelle, es alegre, divertida, responsable, tiende a ser hostil con las personas que no le agradan.
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🌙Alexa Foster: 17 años, mejor amiga de Rachelle, es divertida, olvidadiza, sabe cómo romper las reglas y no tiende a seguir ordenes salvo que se trate de Rachelle.
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🌙David Foster: 20 años, hermano mayor de Alexa y amigo de la familia Anderson-Powell desde hace años, la responsabilidad es su fuerte aunque en ocasiones se descomplica, es muy maduro pero la mayor parte del tiempo saca su niño interior.
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🌙Vivianne Ackerman: 18 años, divertida, carismática e inteligente, la valentía es algo que la describe muy bien y sabe defenderse ante cualquier situación.
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🌙Damond: Su edad es uno de los más misteriosos secretos sobre él, demonio secuaz del rey universal de las tinieblas desde su niñez, no tiene corazón y disfruta hacerle daño a cualquier ser viviente.
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🌙Christopher: Hijo del diablo, cuando desea algo se dispone a obtenerlo cueste lo que cueste y quién se interponga al instante se convierte en un rival al cuál liquidar.
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†PRÓLOGO†
Las campanas y trompetas comenzaron a sonar y todos en Merest se preparaban para lo que era una posible destrucción mundial.
— Mi reina, estudié a detalle las estrategias y a menos que ocurra un milagro podremos salir vivos de esto. — habló el soldado preocupado.
— Hay que luchar con todo lo que tengamos. — contestó la reina decidida.
— Zaigon tiene tropas que nos superan en número, demonios poderosos que ya han destruido las costas del sur y casi la mitad del reino vecino y ni sus más fuertes soldados han podido detenerlos. Es imposible ganar. — afirmó desesperado el joven de cabello rubio.
— Te equivocas, aún existe una solución. — contestó pensativa.
— ¿Qué tiene en mente, majestad?
— Khalixa predijo que esto pasaría, si hacemos exactamente lo que dicta la profecía existe la probabilidad de salvar el reino. — habló con seguridad. — ¿Estarías dispuesto a llevar a mi hija al planeta Tierra y cuidarla?
— Por supuesto, mi reina.
— Te agradezco. ¿Dónde está Avael?
— Preparando a la tercera tropa, majestad.
— Dile que lo necesito. — ordenó.
— Enseguida. — respondió y se dirigió al salón del trono.
De camino veía a los obreros llevando el ganado al refugio y a la cocineras y sus hijos llevando comida hacia este. Todo era un completo caos. Al llegar abrió el gran portón y caminó hacia el rey.
— Disculpe majestad, pero la reina solicita su presencia. — habló decentemente.
— De acuerdo. Dominik, estás a cargo mientras no estoy, prepara a todos. — ordenó con voz fuerte.
— Como ordene, majestad.
El fiel soldado y el rey se dirigieron a la sala familiar.
— Querida, ¿estás bien? ¿Cómo están las niñas? — preguntó un poco angustiado.
— Están bien, no te preocupes. Leonardo, déjanos a solas, por favor. — pidió cabizbaja y el soldado de ojos verdes se retiró sin decir nada.
— ¿Todo está bien? — preguntó el rey.
— ¿Recuerdas la profecía de Kalixha? — preguntó tristemente. El rey asintió temeroso. — Hay que hacerlo — dijo decidida.
— No. Me niego a enviar a una de mis hijas a un mundo el cuál no tenemos el suficiente conocimiento, no sabemos como interactúan esos seres ni si son agresivos ¿qué haremos si le hacen daño? Lo que queremos es que ella... — fue interrumpido.
— Estará bien, créeme. Leonardo conoce muy bien ese mundo y aceptó ir y cuidar a nuestra hija. — afirmó.
— Debe haber otra solución. Intentemos otra cosa. — sugirió con voz quebrada.
— ¡No hay tiempo! No tenemos de otra. — contestó desesperada. — Si queremos que esté bien eso es lo que hay que hacer. Además, Zaigon no descansará hasta vernos muertos y a nuestra hija haciendo el mal. — añadió con enojo. La reina se dirigió a la puerta del gran salón seguida por el rey, al otro lado del pasillo estaba el joven soldado esperando por sus ordenes.
— Leonardo, acompáñanos. — ordenó el rey y el chico obedeció, llegaron a una de las habitaciones reales, a cada lado de la gran puerta de mármol había un guardia. Entraron a la habitación y en esta habían siete guardias más y dos criadas al cuidado de las princesas, a un lado de la habitación había una pequeña cuna donde descansaban las dos mellizas, una con el cabello color oro, ojos celestes y tez clara mientras que la otra poseía unos bellos ojos grises, cabello oscuro y tez morena, ambas con un par de pequeñas alas aplumadas. La reina tomó en brazos a la pequeña de ojos grises y entonces le lanzó un hechizo, al instante las pequeñas alas de la princesa se fueron encogiendo al punto de no ser visibles.
— ¿Qué le hiciste? — preguntó el rey.
— Los habitantes de la Tierra son simples, no poseen ninguna habilidad especial o poder así que suprimí sus poderes para que lleve una vida plena y tranquila. — contestó la reina mirando con dulzura a la pequeña. — ¿Crystal, tienes el collar? — preguntó a una de las criadas, una joven de cabello castaño, ojos color vino y tez clara.
— Sí, majestad. — respondió la bella joven. De uno de los bolsillos de su delantal sacó un pequeño cofre negro con una luna de plata en medio, al lado de esta un sol de oro y estrellas de bronce incrustadas por todo el cofre, la reina lo abrió y sacó un collar de plata con un dije en forma de luna, en medio de esta había un pequeño círculo de color azul puro, la reina recitó unas palabras, de su mano salieron destellos azules que se dirigieron al dije y luego se lo puso a la pequeña.
— Asegúrate de que no se lo quite jamás, ahora, cada vez que lo vea con pureza recordará su esencia. — le dijo al soldado y en eso las puertas del salón se abrieron bruscamente.
— Madre, Padre, ya están aquí. — habló el joven primogénito real con voz temblorosa anunciando la llegada de la oscuridad. El rey tomó en brazos a la princesa de cabello de oro y todos los presentes en la habitación salieron de esta, las criadas se dirigieron al refugio y los reyes con las mellizas en brazos se dirigieron al jardín trasero seguidos por el príncipe, el soldado y los guardias. Más allá se veía llegar a la oscuridad destruyendo todo a su paso así que los reyes se apresuraron, llegaron a un túnel de árboles y siguieron por este hasta llegar a un marco de piedra con inscripciones de oro escritas en ella.
— Sé que ahora no entiendes porqué hacemos esto pero estoy segura de que algún día lo harás. — le dijo la reina en un llanto de enojo mientras la pequeña sonreía inocentemente.
— Te amamos, hija. — el rey habló y luego le besó la frente dulcemente. El príncipe se acercó, le plantó un tierno beso en la mejilla y se alejó, entonces, la reina extendió la princesa a los brazos del joven soldado.
— Cuídala bien, te lo imploro. — pidió la reina con voz quebrada.
— Lo haré con mi vida. — contestó el joven para luego entrar al portal y dirigirse a aquel mundo extraño....
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Antes que nada quiero resumir el contenido; será la primera parte de una trilogía llena de fantasía, acción, misterio, aventura y romance con una pizca de humor y un toque de sucesos paranormales, todo ambientado en un entorno moderno y uno que otro flashback al pasado.
También quiero destacar que si tienes sugerencias, elogios, entre otras, no dudes en mandarme un mensaje por inbox, tomaré todo en cuenta y dedicaré capitulos.
Bueno, eso es todo, espero que disfruten Alas Negras: La Profecía. Y recuerda, no todo es como lo ven tus ojos. 💙
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†CAPÍTULO 1†
Diecisiete de febrero, un día totalmente normal como cualquier otro, recién habían iniciado las clases y aún no me acostumbraba al ritmo de la escuela. El despertador sonó a las 5:55 am como era de costumbre, me puse de pie, salí de mi habitación y fui a la de mi madre, Karen Griffin, directora y fundadora de una cadena de ropa que ha comenzado a adquirir fama en los últimos años: Griffin's Studios. Ella le pidió el divorcio a mi padre después de encontrarlo por tercera vez en un prostíbulo. Él intentó defenderse con la excusa de que la relación ya no era lo mismo, que la llama se había apagado por culpa de mi madre ya que lo había descuidado por su trabajo. No la culpo, ahora es independiente, creo que fue lo mejor para los dos; él es arquitecto y ella toda una ejecutiva. En fin, cinco años después conoció a Jonny Powell con quien se casaría un año después, al año siguiente nació Danny, dos años después Violet y luego de otros dos años nació Isabelle (lo sé, no perdieron el tiempo). Se le veía cansada, pues últimamente había estado diseñando los trajes para una feria de moda importante en Nueva York. Luego fui a la habitación de mis hermanos menores Danny, Violet e Isabelle, también estaban dormidos.
Baje a la cocina para ver que podría desayunar, abrí el refrigerador y me quede un tiempo mirando que podría comer pero mi mirada se perdió y anduve así un por un rato hasta que unos pasos provenientes de las escaleras me hicieron reaccionar, cerré el refrigerador y en eso escucho una voz que conozco perfectamente, Megan.
— ¿Quién está ahí? — su voz se oía adormilada y a la vez asustada.
— Megan, soy yo; no te asustes. — al decir eso ella terminó de bajar las escaleras y su rostro irradiaba alivio.
Megan es la más asustadiza entre Nataly, ella, y yo, lo cual es raro ya que ella es la más espontánea y risueña.
— ¿Qué haces aquí? — me dijo ella mientras rascaba su ojo derecho.
— ¿No es obvio? Busco algo para desayunar. — le dije un tanto seca, me pongo mal humor cuando no duermo bien.
— Alguien se levanto de mal humor hoy, ¿No es así? — me dijo Megan con sorna, yo solo la ignoré y comencé a subir las escaleras. — Veo que sí. — añadió.
En todo el mundo solo tengo dos amigas, Jenny y Alexa, ellas son como otras hermanas para mí. Las conocí en mi fiesta de seis años, ellas eran nuevas en el vecindario así que quise invitarlas a dicha organización, después de comer pastel salimos a jugar al patio trasero y fue tanta la diversión que tuvimos esa tarde, que cada día sin falta nos reuníamos en el patio trasero, nos volvimos demasiado unidas y a los siete años nos prometimos ser mejores amigas por siempre, definitivamente invitarlas a mi fiesta fue una de las mejores decisiones que he tomado.
Subí a la segunda planta y entré a mi habitación para luego agarrar mi toalla, entré al baño y me duche, salí, me apresuré en alistarme, lo que implica ropa, cabello y un poco de maquillaje.
Mis hermanas y yo ya estábamos listas así que comenzamos a desayunar cereal, cortesía de Nataly, algo rápido para el poco tiempo que teníamos. Luego arreglamos las habitaciones e hicimos los deberes que teníamos que hacer antes de irnos a la escuela. Ya estando listas nos encaminamos a la escuela, no sin antes dejarle el desayuno de mi madre, mis hermanos y de Jonny en el horno. Llegamos y todo es lo típico: Nataly se reúne con sus amigos, Megan igual y no puede faltar mencionar que ella es una de las populares de la escuela, y yo me reuní con Jenny y Alexa. Caminamos hacia nuestros casilleros con varias miradas clavadas en nosotras, y uno que otro chico se nos quedó mirando embobado, no es por presumir pero las chicas y yo estamos muy bien físicamente.
Abrí mi casillero y miré el horario de asignaturas, luego empaqué los libros correspondientes a las clases de las 3 horas antes de descanso: (historia, matemáticas y lenguas) y cuando estaba apunto de cerrar mi casillero...
~Estaba en el campus de la escuela pero solo estaba yo, había neblina y no alcanzaba a ver casi nada, no sentía frío pero mi cuerpo me temblaba, anduve el la misma posición por un tiempo indefinido hasta que siento que alguien toca mi hombro, al girarme me topo con un chico de cabello blanco como la nieve, ojos azules, piel pálida y con una belleza sobrehumana, me quede pasmada mirándolo a los ojos mientras el hacia lo mismo y se iba acercando a mí, cuando me di cuenta de que estaba a tan solo unos centímetros, me puse un poco nerviosa y retrocedí unos pasos.
— ¿Tan nerviosa te pongo? — aquel chico con extremada belleza me miro con picardía pero a la vez con cariño.
— ¿Quién eres? — me atreví a preguntarle.
— Soy Sieral. — me guiñó el ojo y me miró coqueto.
— Y, ¿qué quieres? — ya estaba poniéndome muy nerviosa y a la vez molesta.
— Es fácil. — se acercó a mí y me tomó de la cintura. — Te quiero a ti. — susurró.
Una corriente eléctrica recorrió todo mi cuello y columna vertebral.
— ¿P-por qué? — tartamudeo.
— Tranquila querida, no puedo responder eso por ahora, debo irme.
— No, espera. — quería saber más de él, pero sólo me evadió.
— Volveré por ti. — susurra para luego plantarme un beso en la mejilla y desvanecerse en una nube negra al igual que el resto del paisaje~
Ahí desperté de lo que al parecer era otras de las estúpidas visiones que tengo desde que era niña, pero esta vez fue raro, por lo general cuando tengo esas visiones el tiempo pasa normalmente, en cambio ahora todo estaba igual, todos estaban en la misma posición y al parecer Jen ni Alex se dieron cuenta, como si el tiempo se hubiera detenido (Jenny, Alexa, Nataly, Megan y mi madre son las únicas que saben sobre lo de mis visiones), entramos a clases y como siempre la maestra de biología ya había llegado, Jen se sienta delante de mí junto con Jack un chico el cuál detesta, Alex se sienta atrás mío junto con una chica nueva y yo me siento sola desde que mi compañera de asiento fue expulsada.
— Chicas, hace un rato tuve una visión. — dije con la mirada perdida.
— ¿Visión? — preguntó Jack, al parecer escuchó, reaccioné y miré a las chicas.
— Ahm... Ficción, es que hace unos días vi una película de esa categoría y estaba muy buena. — le sonreí.
— Oh, genial! ¿Cómo se llama? — preguntó sonriendo.
— Ahm, se llama... — la mentira iba bien hasta que se le ocurrió preguntar eso, Jenny me interrumpió.
— Se llama no es de tu incumbencia, consíguete una vida. — respondió de mala gana y Alexa soltó una carcajada.
— Eres odiosa. — respondió Jack.
— Y tú un metiche. — Contraatacó Jenny. Jack se puso sus cascos y se puso a escribir algo en una libreta.
— ¿Qué viste en la visión? — me preguntó Alex susurrando para que ningún otro curioso también llegara a escuchar por accidente.
— Estaba sola en el campus, había mucha neblina, luego un chico muy guapo apareció de la nada, me dijo que se llamaba Sieral y que volverá por mí. — dije un poco distraída.
— ¿Has visto a ese chico alguna vez? — me preguntó Jenny mientras Alex prestaba atención, ambas se veían interesadas y a la vez preocupadas.
— No, jamas lo he visto — le susurré. En eso la maestra nos anuncia que la clase ya inició así que todos nos quedamos en silencio pero sinceramente no presté atención a la clase, casi siempre que tengo visiones me pongo un poco torpe, no se sabe exactamente porqué tengo visiones pero siempre me ha parecido algo normal. Me siento extraña, el chico de mi visión, no sé por qué pero siento que lo conozco, de algún lado, haberlo visto en un sueño o posiblemente en la calle con una mirada mirada breve que tal vez haya olvidado pero su imagen quedó grabada en mi subconsciente y ahora se refleja en visiones... No lo sé, jamás había sentido esta sensación, es demasiado extraña... No sé que pensar.
Las clases trascurrieron lentas y aburridas además de estresantes gracias a los "rebeldes del salón" por así decirlo, mantuvieron haciendo lo que hacen a diario: tirar bolas de papel, gritar, en pocas palabras fastidiando a todos, después de esas tres eternas horas de desesperación al fin salimos a descanso. Jen, Alex y yo salimos en camino a los casilleros para guardar las cosas mientras comíamos y nos dirigimos a la cafetería, en el camino nos encontramos Nat y Megan. Al llegar noté estaba medio vacía lo que me sorprendió porque normalmente no cabe ni un alfiler, pedimos nuestra comida y el resto del tiempo mantuvimos hablando cosas sin importancia hasta que vimos a los "populares" por así decirlo, en ese grupo están las que los demás consideran las más lindas y están los deportistas. La verdad me parece algo muy estúpido dividir a los estudiantes en grupos categóricos, eso lo único que provoca es el aislamiento de los que no pertenecen a ninguno de estos grupos, supongo que por eso tantos chicos y chicas se suicidan o se vuelven homicidas, por que al no tener una voz de autoridad lo único que se puede hacer es intentar adaptarse y sobrevivir, sin importar si se está en total desacuerdo con ello, y si no lo logran solo buscan un escape, aunque sea un destino trágico.
Ana es la "líder", es bastante linda pero utiliza eso para sus malas intenciones, ella se les adelantó al resto y se apresuró a hablarnos.
— Hola. — saludó ella con su típica sonrisa de superioridad.
— ¿Qué quieres Ana? — pregunté sin ganas y con mi mirada fijada en mi comida. Siempre es lo mismo; nos insulta, nosotras a ella y a sus dos clones (así bautizamos a sus "amigas") y luego se van.
— ¿Qué no es obvio? Hacerles la vida miserable. — me respondió.
— ¿Igual que la tuya? — pregunté aún con mi tono de desinterés y seriedad. La verdad no tenía muchas ganas de discutir ya que cuando me hacen enojar exploto y soy capaz de apuñalar a alguien con un tenedor, así que por el momento solo quiero calmarme y evitar que me castiguen. Los demás y hasta yo esperábamos que ella hiciera algo pero no lo hizo, solo se fue furiosa seguida de los demás miembros de grupo a excepción de Jaqueline, la novia de Mason.
— Hola, chicas. — saludó sonriente.
— Hola. — saludamos todas casi al unísono y muy amablemente. Jaqueline es muy amigable y responsable, es la consejera escolar y administradora del periódico de la escuela, además de haber sido la capitana del equipo de porristas hace un año. Pensándolo bien, no sé qué hace con un patan sin futuro como Mason.
— Disculpen a Ana, ella a veces se toma muy enserio su papel.
— A veces, o sea, siempre. — dijo Nataly, todas reímos.
— Sí, tienes mucha razón. — admitió Jaqueline.
— Jacky, ya vámonos. — era Ana hablando desde la entrada de la cafetería.
— Lo siento chicas, me te tengo que ir, hablamos luego.
Después de un tiempo sonó el timbre para volver a entrar a clases y eso hicimos las cinco pero antes fuimos a los casilleros para recoger los libros y cuadernos de las otras tres horas, ya estando en el salón nos sentamos en nuestros asientos mientras el maestro de matemáticas entraba al salón, parecía el mismísimo demonio en persona, por lo general el es serio o amargado pero hoy se le notaba la furia en sus facciones. Se sentó con fuerza en la silla de su escritorio y decidió hablar.
— Abran sus libros en la página 37. — ordenó de mala gana con voz grave y gruñona. [Por algo lo profesores de matemáticas tienen fama de gruñones] pensé.
Hicimos lo que nos dijo y comenzamos la clase. Sólo apuntaba lo que el profesor escribía en la pizarra pero no presté atención, mi cabeza estaba en otro lugar, seguía pensando en aquella visión extraña que tuve hace un rato, jamás había tenido una parecida, además, nunca he visto a ese chico a excepción de esa visión. Me preguntaba a que se refirió con que él me quiere a mí y con que volverá por mí; no lo entiendo, todo esto daba vueltas y vueltas en mi cabeza y como consecuencia una terrible migraña apareció en ella. La clase terminó y luego empezó la de lenguas, seguía sin prestar atención, no podía concentrarme debido a ese asunto. Una vez terminaron las clases Jenny, Alex y yo nos encontramos con Megan y con Nataly y nos encaminamos a casa.
Al llegar nos despedimos de Valery y de Samantay entramos. Me sorprendí al ver que no había nadie en casa, mi madre por lo general cuando van a salir, nos llama. Puse mi maleta en la mesa y me fije en una nota que estaba colocada en el servilletero con un sujetapapeles, la leí y decía:
¡Vamos a tener casa sola por dos días! Por dentro me emocionaba mucho, pero quería ver si las chicas pensaban lo mismo que yo y al parecer sí porque comenzaron a bailar y a cantar algo que por sus risas no les alcance a comprender, no resistí más y también me uní al baile, bailamos como locas mientras ellas cantaban la misma frase de hace un rato la cual aún no entendía. Lo decían tan gracioso debido a sus risas en ese momento, no dude ni un segundo en soltar una carcajada.
— ¿De que te ríes? — preguntó Mary riendo.
— Es que no se si están diciendo algo en inglés o en mandarín. — solté otra carcajada cuando termine de hablar.
— Eres mala, ¿Sabes? — me dijo Nelly haciendo puchero.
— ¡Vamos chicas! Hay que aprovechar cada segundo. — sugirió Meg muy animada para luego tomarnos de la mano a Nat y a mi y jalarnos hasta el sofá. Me senté y Nataly habló.
— Entonces, ¿Qué hacemos? — me preguntó entusiasmada.
— No lo sé, ¿Qué propones tú, Mary? — dije.
— ¡Noche de chicas! — dijo casi gritando.
— ¡Sí! — gritó Nelly animada.
— Aunque, sería aburrido tener una noche de chicas sólo nosotras tres, ¿Por qué no llamamos a Valery, a Samanta y a sus amigas? — sugerí alegremente.
— Pero, llamemos a mamá para pedirle permiso, ¿Sí? — Mary y yo asentimos mientras ella marcaba el número de mamá, ella se alejo un poco de nosotras ya que estaba, pasaron unos dos minutos hasta que Nel llegó.
— ¿Qué dijo? — pregunté.
— Que sí. — contestó sonriente.
— Bien llamemos a las chicas. — dicho eso, tomé mi teléfono al igual que las chicas, marque rápidamente el número de samanta, le conté todo y me dijo que sí podía venir al igual que val.
Paso alrededor de una hora, Mary, Nelly y yo ya teníamos todo listo para la noche de chicas.
— Chicas, ¿Ya llamaron a sus amigas? — pregunté mirando el reloj de mi teléfono.
— Sí, ¿Y tú? — me respondió Mary, mientras Nelly asentía con la cabeza y en ese momento sonó el timbre.
— Yo abro. — les dije mientras me dirigía a la puerta para abrir, cuando lo hice vi que las chicas ya habían llegado.
Éramos 10 chicas solas en una casa.
— Bien, ¿Qué haremos primero? — Preguntó.
— Lo primordial es la comida. — dijo.
Mary, Nelly y yo nos miramos, ¿Cómo se supone que se hace una pijamada sin comida?
— No me digan que no hay. — dijo.
— No. — respondí.
— Hay que ir a comprar. — sugirió.
— ¿Quién irá? — preguntó.
— Yo voy. — dij.
— Yo igual.
— Chicas, pero no tenemos dinero. — les susurré.
papas, ¡las papas son vida! — dijo Sarah con emoción
— Ya cálmate. — le dijo Nataly y reímos. — Chicas, tengan mucho cuidado. — nos recomendó.
— Claro. — dijo Haley.
— Eso haremos. — dije para luego cerrar la puerta.
Íbamos caminando y conociéndonos y son muy divertidas. Mantuvimos riéndonos y haciendo el ridículo, nos estábamos llevando muy bien a pesar de la diferencia de edad.
Desperté con un terrible dolor de cabeza. La pijamada se resumió en la típica guerra de almohadas, Sarah, Victoria y Nataly comiendo hasta más no poder, ver películas de terror y después Megan no pudo dormir, considero que la pijamada fue un éxito.
Mire el reloj y eran las 6:43 am, faltaban 27 minutos para que iniciaran las clases, me puse de pie rápidamente y desperté a las chicas. Ninguna nos preocupamos por bañarnos, sólo nos vestimos, las amigas de Megan y Nataly empacaron ropa anoche al igual que Alex y Jen y ya estando listas salimos como alma que lleva el diablo.
Al llegar a la escuela vimos que aún habían alumnos afuera lo que personalmente me tranquilizó un poco, Nataly y Megan se fueron hacia sus salones con sus amigas mientras Alex, Jen y yo nos dirigimos casi trotando hacia nuestro salón, entramos y nos sentamos cada una en nuestros asientos para que luego el maestro de matemáticas atravesara el marco de la puerta. .
La clase transcurrió lenta, demasiado diría yo, y mi dolor de cabeza no me dejaba concentrar, además de que hacía que la clase me pareciera más eterna. Después de lo que a mi me parecieron 2 horas sonó el timbre de cambio de clase. La profesora de biología ingresó al salón y prosiguió a comenzar su clase.
Me recosté a la ventana mientras veía a través de ella, el viento rozaba delicadamente las copas de los árboles y el cielo estaba totalmente cubierto por nubes grises, me perdí en ese hermoso y frío paisaje, pero algo lo arruinó, al lado de un árbol divisé algo muy extraño, tenía la silueta de una persona con una manta negra que le cubría todo su cuerpo y no permitía ver su rostro.
...
...
Me espanté al ver que me miraba fijamente sin hacer ningún movimiento, me sentía hipnotizada y a la vez asustada, no me podía mover, mi cuerpo no respondía a lo que le ordenaba, mis ojos estaban abiertos como platos, sentía mi cuerpo frío como el hielo y me costaba respirar.
— Señorita Anderson, ¿Se siente bien? — me preguntó la maestra haciéndome reaccionar, ella me miraba con asombro al igual que todos en el salón incluyendo a mis amigas.
— Rachelle, estás pálida. — me dijo Jenny preocupada.
— ¿Estás bien? — me preguntó Alex con el mismo tono de preocupación que Jenny.
— Sí, si lo estoy, no se preocupen. — me sorprendí al notar que mi voz era ronca y apagada.
— No, no lo estás. — negó Alex.
— Señorita, por favor, vaya a la enfermería y pida que le hagan un chequeo. — me ordenó la maestra.
No dije nada ya que no me pareció mala idea ir a la enfermería, en realidad me sentía mal. Les pedí a las chicas que guardaran mis cosas mientras yo volvía. Salí del salón algo débil y me dirigí a la enfermería, de vez en cuando tuve que apoyarme en algo ya que me daban mareos, los pasillos estaban totalmente desiertos. Vi a lo lejos la puerta de la enfermería y no sé por qué pero me sentí aliviada; camine lo más rápido que pude pero no alcance a llegar, sentí un gran vacío en mi pecho al ver el mismo ser en un lado oscuro cerca de los casilleros, de nuevo me miraba fijamente sin hacer ningún movimiento, quise caminar más pero no pude porque caí al suelo y todo se puso negro, lo último que sentí fue mi cuerpo helado y unas manos delgadas y huesudas sostenerme.
Desperté en lo que parecía ser la enfermería, estaba en una camilla y una luz blanca que provenía de una linterna grande en el techo de la habitación me segaba, comencé a recordar qué fue lo que pasó, cuando vi a ese ser, las chicas preocupadas por mí, cuando caminaba por los pasillos solitarios, los mareos, cuando me desmayé, y, cuando sentí esas manos huesudas sostenerme. Todo daba vueltas en mi cabeza, me sentía débil pero mucho mejor que antes. No entiendo porque me sorprendí tanto si toda mi vida me han pasado cosas así, sobrenaturales y sin explicación, la verdad no lo entiendo. Mis pensamientos fueron interrumpidos por la enfermera de tercera edad.
— Veo que ya despertaste. — se dirigió a mí y agarró un termómetro de la mesita de al lado. — ¿Cómo te sientes? — me preguntó mientras ponía el termómetro en mi boca.
— Un poco mareada. — respondí acomodándome en la camilla. — ¿Cómo llegué aquí? — pregunté.
— ¿Qué es lo que recuerdas? — me preguntó mientras tomaba una libreta y un bolígrafo. Le expliqué todo obviamente omitiendo la parte de aquel ser.
— Estaba en clase cuando de repente empece a sentirme mareada, la maestra me ordeno que viniera y eso hice, cuando estaba apunto de llegar me desmayé. — Fue lo único que se me ocurrió y no creí que ella me creyera pero al parecer así fue.
— Estás algo débil. Tus amigas me contaron que anoche tuvieron una pijamada, y es muy común que las chicas cuándo no están muy bien alimentadas, presenten mareos; debido al desgaste, el dormirse a deshora, y las galgerías. A eso hay que agregarle la tensión de la escuela, lo cuál causó que te sintieras peor. — aseguró.
— Ya veo.
— Por favor, nena. Cuídate. — pidió. — Eres jóven y deberías llevar un ritmo de vida saludable.
— Eso haré. — dije.
— De acuerdo. — habló y empezó a escribir en la libreta que había tomado.
— ¿Me puede decir cómo llegué aquí? Por favor. — pedí.
— El joven Brennan te trajo cuando estabas inconciente. — me contó.
— ¿Michael, Michael Brennan? — pregunté incrédula.
— Así es. — corroboró. Me quedé pensativa, el chico que me había hecho la vida imposible desde mi primer día en esta escuela me ayudó, lo conozco bien, probablemente hubiera pasado por mi lado y ni se inmutaría, me dejaría ahí tendida en el suelo, y eso sería mucho más creíble.
— Está bien, muchas gracias. — le dije amablemente.
— Bien, no te molesto más. Por favor, descansa. — dijo con una amigable sonrisa y luego salió de la habitación, en eso vi a mis amigas entrar.
— Por los Dioses, ¿Qué te pasó? — me preguntó Alex preocupada.
— ¿Estás bien, Rache? — esta vez fue Jenny la que me preguntó.
— Sí, estoy bien, pues, me desmaye cuando venía para acá. — les respondí a ambas.
— Rache, ¿Porqué estabas tan pálida en clase? — me preguntó Jen.
Sabía que no me dejarían en paz hasta que se los dijera, además no me gusta ocultarles nada así que les conté todo.
— Por suerte no pasó nada más. — me dijo Jen.
— Lo sé. — bajé la mirada a mis manos. — Tuve mucho miedo.
— Tranquila, sabes que siempre estaremos contigo. — me consoló Alex mientras me abrazaba al igual que Jen.
— Gracias chicas, las quiero. — dije mientras las abrazaba. — Por cierto, ¿Cuánto tiempo llevo aquí? — pregunté al percatarme.
— Más seis horas, y si preguntas por tus hermanas ellas están en tu casa, nosotras nos ofrecimos a quedarnos contigo. — me respondió Jenny.
— ¿Qué? — pregunté un poco exaltada al oír eso.
— Si te sientes bien ya podemos irnos a casa. — me dijo Alex. Asentí y enseguida nos dirigimos a casa, cuando llegamos a mi casa me despedí de las chicas y entré.
— ¡Rachelle! — exclamó Meg, para luego correr hacia mí y abrazarme.
— ¿Ya estás mejor? — preguntó Nataly, mientras me abrazaba.
— Sí, ¿Se puede saber porque mis queridas hermanas me dejaron sola? — pregunté haciéndome la indignada.
— Teníamos que limpiar la casa, anoche dejamos un completo desastre. — me respondió Nataly.
— Está bien, voy a descansar un rato. — ellas asintieron y yo subí a mi habitación, cuando entré cerré la puerta con seguro, luego me dirigí a mi cama y me dejé caer en ella...
~Me encontraba en un bosque, yo estaba acostada al lado de un árbol, me levanté y miré a mi alrededor, todo parecía ser igual a cualquier lado donde viera. A lo lejos vi una luz, al parecer era de día aunque todo estaba bastante oscuro; caminé y caminé pero parecía estar siempre en el mismo lugar, decidí correr así que corrí y corrí pero sentía que no avanzaba, en ese momento comenzó a llover a cántaros, no me di por vencida, seguí corriendo hasta que vi que me acercaba a esa luz, después de unos dos minutos al fin salí de ese bosque, era un campo con bellas flores, caminé hasta donde alcanzaba a ver y llegué al borde de un acantilado, noté que más allá solo era neblina y no alcanzaba a ver nada más que eso, la lluvia golpeaba con fuerza mi piel, entonces, sentí una brisa helada tocar mi cuello y al girarme me topé con un hombre de piel gris, sí, gris, no tenía cabello, y tenía quemanda casi toda la parte derecha de su cara. A pesar de que estaba lloviendo él no tenía un solo rastro de agua en su ropa y era raro ya que yo estaba empapada.
Él sonrió maliciosamente y luego habló.
— ¡Rachelle! qué gusto verte, querida. — dijo aún sosteniendo esa sonrisa que me daba mala espina.
— ¿Quién eres? — pregunté secamente.
— Esa no es forma de saludar a la familia. — dijo con una pizca de molestia. — Además, me alegra mucho de verte.
— ¿Quién eres? — insistí firmemente.
— Rió. — Soy a quien debes entregarle tu poder. — respondió.
— Ni lo sueñes. — le dije con desprecio. Su sonrisa se borró, su rostro se tensó e irradiaba furia.
— Aunque no lo quieras lo tendrás que hacer. — dijo mientras caminaba hacia mi a paso lento.
— No me obligarás. — dije negando con la cabeza mientras que con cada paso que daba él yo retrocedía uno hasta que estaba al borde del acantilado, detuve el paso y miré hacia atrás, no tenía salida alguna, el hombre quedó frente a mí y me miró con odio.
— Eso lo veremos. — elevó su mano y a su vez me elevaba a mí, sentía que me estaba ahorcando e intentaba respirar pero no podía, luego me lanzó hacia la nada y sentí un vacío en mi pecho al ver que estaba cayendo. Todo se volvió negro...
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