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Seduciendo Al Chico Nerd

Prefacio

Muchas chicas hemos crecido oyendo cuentos de hadas, clásicos y modernos, llenos de princesas esperando la llegada de su príncipe, mujeres envidiosas capaces de hacer de todo para conseguir lo que quieren, mujeres de noble y bondadoso corazón que caen víctimas de las peores infamias y hombres poderosos que se creen los dueños del mundo.

La mía es una de esas historias, por supuesto. Nací como una plebeya y el destino me convirtió en princesa. Y no, no estoy esperando a mi príncipe azul. Tampoco soy una joven inocente que anhela el amor verdadero, prefiero el placer de la caza y no hay hombre que se resista a mis encantos. Disfruto de los placeres de la vida y eso me basta. No dejo que mi corazón se involucre, esa es la regla número uno para divertirse. No me importa si se rompe algún corazón en el proceso, no soy cardióloga.

Ya lo ves, parece que, en esta historia, yo soy la arpía.

¿Habrá alguien que pueda detenerme?

Capítulo I: Lo más valioso

Diez minutos. Eso es lo que él lleva hablando de su maravilloso auto. Tiene un Mercedes-benz del año. Es lindo, pero nada que no haya visto antes. Papá tiene uno igual.

Cuando me dijo que el hijo de su socio quería conocerme, tuve dudas. Hasta que me enseñó su fotografía. El cabrón está bueno, pero claro, todavía no inventan cámaras fotográficas que retraten la estupidez. ¡Diez minutos hablando de un auto! No imaginé que hubiera gente que les pusiera nombre. “El destructor”. Casi me atoré con el cóctel cuando lo dijo. ¿Cuántos años tiene este tipo? ¿Cinco?

El garzón que nos trae la comida tiene un piercing en la ceja. Se le ve bien. Me muerdo el labio mirándolo. Él me guiña un ojo. Apuesto mi virginidad a que no tiene auto.

¿Y mi cita?

Bien, gracias, mostrándome fotos de los rines nuevos de su Destructor.

Soy una chica joven y llena de energía, que ha perdido diez minutos de su preciosa vida oyendo estupideces. No soy fea, no necesito que mi papi me consiga citas, esto es un favor para él. Soy de esas mujeres dotadas de belleza natural. Mi cabello rubio atrae las miradas de los hombres sin que haga nada al respecto, no puedo evitarlo. Y mis ojos aguamarina tampoco ayudan, mucho menos mi curvilíneo cuerpo. Es mi don, y mi maldición.

Aún si no tuviera nada de eso, el dinero de papi haría el resto.

Nada de eso le importa a este tipo.

—Oye, bombón. ¿A dónde iremos luego de comer? ¿Te gusta bailar? —le pregunto.

—Llevaré a Destructor al club, hoy se reúne con sus amigos.

¡Dios me libre!

Llevo mi mano hasta su pecho, recorriendo con mi dedo la hilera de botones de su costosa camisa. Subo hasta llegar a su boca, donde jugueteo con sus labios.

—¿No preferirías follarme dentro de Destructor? —pregunto con mi voz seductora, lenta y grave.

—Oh, Lucy. Eso se oye tan bueno. A Destructor le encantará.

Suficiente. Si sigo un segundo más junto a este tipo mi libido morirá.

Le sonrío, diciéndole que iré a quejarme porque mi comida tiene una mosca que está por quitarme el apetito.

—¿No le gustó la comida? —me pregunta el garzón del piercing, recibiendo mi tarjeta de crédito.

—No creo que este almuerzo satisfaga el hambre que tengo.

Además de en la ceja, tiene un piercing en la lengua.

—Sí, te tocó un tipo de lo más aburrido.

De hecho no me ha tocado, eso es lo aburrido.

—Es un idiota.

—Como restaurante, nuestra política es que ningún cliente se vaya de aquí insatisfecho —dice él, muy seguro de sí mismo.

¡Qué buen servicio!

—¿Ah, sí? Si te dieran a escoger entre un Mercedes-benz del año y pasar diez minutos con una chica como yo ¿Qué preferirías?

El chico sonríe, entrecerrando los ojos.

—Mi turno termina ahora.

...〜🍓〜...

—Lucy, estoy en la biblioteca. No olvidaste que hoy trabajaríamos en nuestra investigación ¿Cierto?

—No, Libi, claro que no. El tráfico está horroroso, llegaré pronto.

En cuanto corto la llamada, me doy la vuelta y conduzco hacia la universidad a toda velocidad. Intento pensar en algunas ideas para que Libi no se enfade conmigo. En los dos años que llevamos en la universidad estudiando Artes visuales, sus notas han sido excelentes, no puedo dejar que se arruinen por mi culpa. El arte es su vida y, hasta el momento, creo que la mía también.

La encuentro en un rincón del segundo piso. Es fácil dar con ella porque es pelirroja. Y tiene unos ojos verdes de ensueño. Es mi amor platónico.

—Libi, ya sé de qué hacer nuestra investigación: “El cuerpo humano como expresión del arte”. ¿Qué te parece? Es brillante ¿no?. Además de guapa, soy una genia.

Ella ríe y mi idea le encanta. Vamos a la sección de arte por información. Subida en una escalera, revisa libros llenos de polvo. Viste unos jeans gastados y una blusa descolorida. Todo su atuendo no vale lo que uno de mis labiales.

—Podríamos ir al centro comercial luego. Habrá que vestirse bien para la presentación —le digo.

—Mi trabajo de medio tiempo apenas me alcanza para el alquiler del departamento y estoy ahorrando para un auto. Es difícil llevar tantos materiales en el transporte público.

—Yo invito. Así tu ropa vieja no desentona con la mía.

También podría regalarle un auto y ayudarla con su alquiler perfectamente.

—O yo podría prestarte de mi ropa vieja para recordar viejos tiempos.

Pero ella ni siquiera me acepta un par de zapatos. Y quiere recordar los viejos tiempos. Parece ser que sólo yo he cambiado, ella sigue siendo la misma de entonces, la misma que conocí a los cinco años en el orfanato. A mí me adoptaron, Libi permaneció allí, esperando como esperan las princesas. Nadie llegó por ella.

—Además, lo que yo necesito no se encuentra en un centro comercial —agrega.

Claro que no. Si allí se pudiera conseguir amor, todo sería más fácil.

Luego de toda una tarde de investigación, tenemos los tópicos que abordaremos: cuerpos pintados, tatuajes, piercings, expansiones y modificaciones corporales. Es un tema fascinante, pienso mientras veo a un hombre con el rostro lleno de agujas.

—¿Alguna vez has besado a un chico con piercing en la lengua? —le pregunto.

Ella me da una mirada cansina. Con suerte ha besado a algún chico.

—Yo besé a uno hoy. Me hacía cosquillas en el paladar.

—¡Lucy, qué asco!

—Estaba rico. Deberías probar.

Me mira de mala gana.

Nos vamos cuando están cerrando. La llevo en mi auto hasta su departamento. Ahora tendré que cruzar la mitad de la ciudad para llegar al exclusivo barrio donde está mi mansión. Mientras espero en el semáforo, me golpean la ventanilla. Es una niña, me ofrece unos dulces.

Tienen azúcar refinada, preservantes artificiales y colorantes cancerígenos. Esto me mataría más rápido que follar con desconocidos.

Ella me sonríe. Le falta un diente. A pocos autos, una mujer ofrece dulces a los conductores también. Tiene el cabello del mismo color que la niña y también le falta un diente, observo cuando se me acerca. Ni en un millón de años compraría de esos dulces.

Le doy una tarjeta de presentación.

—Vaya mañana a esta dirección. No es necesario que lleve un currículo, en las empresas Sterling siempre están buscando personas con ganas de trabajar. Diga que Lucy la recomendó.

La luz del semáforo cambia y acelero, dejando atrás a esa madre y a su hija. Probablemente no tengan mucho más que lo que llevan puesto, pero se tienen la una a la otra y a eso no hay riqueza que se le compare.

Por el espejo retrovisor veo a la mujer abrazando a su hija. Le da un beso en la cabeza.

No necesito ni siquiera pensarlo, yo daría absolutamente todo lo que tengo por estar en el lugar de esa niña.

...**********************************************************...

Las aventuras de Lucy han comenzado, espero que se diviertan 😁

¡Gracias por leer!

Capítulo II: Aplicando justicia

Miro la gran mesa del comedor, con sillas para doce personas y sólo un puesto para el desayuno.

—Comeré con Libi en la cafetería de la universidad —le aviso a Doris, mi nana.

—Pero supongo que no tendrán alimentos saludables. Llévate estas galletitas integrales. Hice unas con chispas de chocolate para Libi.

Mi Doris es la mejor. Tiene alrededor de cincuenta años, cabello castaño y una sonrisa dulce que reserva sólo para mí. Me ha cuidado desde los trece años, soportando lo peor de mi adolescencia y siempre está cuando la necesito.

—¿Qué le pone Doris a estas galletas que le quedan tan buenas? —pregunta Libi, poniendo los ojos en blanco.

—Marihuana.

Ella se atora, empieza a toser y veo volar migajas de galleta sobre la mesa. Me río a carcajadas. Tras unas palmadas en la espalda ella se recompone y seguimos nuestro desayuno.

—Ese chico no deja de mirarte —dice ella, señalándolo con un movimiento de ojos.

Es un tipo sentado a unas mesas de nosotras, bebiendo café.

—Está bueno ¿Cierto? Debería conocerlo —le digo.

—Creo que es un patán, tiene cara de patán. De seguro sólo quiere divertirse.

Ella y su detector de patanes.

—Podría ser mi alma gemela —insinúo.

Antes de salir de la cafetería, le doy una última mirada al bombón de café.

A media mañana vamos al taller de pintura. Libi es buena pintando, a mí los colores no se me dan bien, yo soy más de dibujar.

—Muy bien, Arenquett. Buen manejo de la luz —felicita el maestro a Libi.

Es un tipo alto, con buen perfil. Y unos ojos de azul profundo en los que te podrías ahogar. No le doy más de cuarenta años.

—¿Qué rayos es eso, Sterling? Una cara bonita no basta para aprobar el curso —me dice a mí.

—Qué pena —mascullo cuando se aleja.

Libi me da un codazo para que me calle.

Es guapo, pero un idiota. La belleza jamás ha sido excluyente con el talento o la inteligencia.

—Esto demuestra que tu juicio sobre las caras son sólo prejuicios —le digo a Libi durante el almuerzo—. Ese profesor no tiene cara de patán, pero lo es. Jamás he usado mi cara o mi cuerpo para aprobar un curso. Podría haberlo hecho, pero tengo mi dignidad ¿Qué mierda le pasa? A veces los hombres me dan asco.

—Ve el lado positivo, al menos dijo que eras linda.

—No necesito que me digan lo que ya sé.

Libi rueda los ojos y me río. Ella también es linda y nadie duda de su talento. Es el karma de ser rubia.

Por el pasillo veo al bombón de café, con una bandeja. Se sienta con un amigo a una mesa de nosotras, cada vez más cerca. Desde su posición puede verme perfectamente. Y sí que lo hace. Lo atrapo viéndome con total descaro. Me sonríe y le sonrío de vuelta.

Meta para lo que queda del día: averiguar quién es.

...〜🍓〜...

—Su nombre es Daniel Herrera, de la facultad de arquitectura. Tiene veintitrés años. Está en segundo, se atrasó por problemas familiares —dice Joany, mi informante.

No estoy muy segura de qué estudia, nunca lo he visto en ninguna de nuestras clases, pero siempre está en el campus.

Es capaz de hacer cualquier cosa por dinero.

—¿Qué más?

Nuestra relación no pasa de un mero intercambio de información por dinero. No es mi tipo y tiene un tic muy molesto.

—Tiene un perro.

—Eso no me interesa ¿Tiene novia?

—N-No… no ti… —se interrumpe con una sacudida de su cabeza e inhala, sonando como si rebuznara—. No… tiene —termina de decir.

—¿Alguna actividad extra académica?

—Juega en el equipo de básquetbol.

Deportista. Ya me estoy imaginando lo bien que debe verse sin ropa.

—Bien hecho, Joany. Nunca me defraudas. —Le deposito lo acordado desde mi teléfono.

—Gracias Lu-Lu…

Otro rebuzno.

—Lu-Lucy, eres un ángel.

En cuanto él se va se me acercan unas chicas.

—No deberías dejar que te vieran con ese esperpento, Lucy. Te harás mala fama —dice Rebeca, rubia natural como yo y perteneciente a una acaudalada familia de la ciudad. El arte es un pasatiempo para ella.

Pensé que ya tenía mala fama.

—Es un buen chico. Estaré con él mientras me sea de utilidad —le digo.

—No sé. Esos sonidos que hace son tan asquerosos. De seguro morirá virgen —se burla Matilde, rubia teñida, aparenta tener más dinero del que tiene en realidad.

Su padre es adicto al juego y se endeuda constantemente.

—No es virgen —le digo, sonriendo ladinamente.

Disfruto del horror en sus rostros estirados. Ellas son las asquerosas, con sus prejuicios superficiales. Prefiero mil veces hablar con Joany y sus rebuznos que con ellas.

—Lo mismo pasa con Libi —agrega Rebeca—. Es una chica tan insignificante. Gente como ella viene a la universidad sólo a conseguir un marido rico o a robar.

Soy una mujer tolerante, que respeta a todas las formas vivientes, pero esta perra está pidiendo a gritos que alguien le dé lo que se merece y sorda nunca he sido.

...〜🍓〜...

Camino por el estacionamiento luego de dejar la oficina del rector y oír su sermón sobre cómo deben comportarse las señoritas. Siempre es bueno conocer lugares nuevos, me digo, buscando el Audi A8 con matrícula terminada en 42. Ese Joany es una maravilla.

Unas bofetadas y algo de cabello menos no es suficiente para las personas como Rebeca, no señor, mucho menos para calmar la ira que siento. Encuentro su auto a un costado de los estacionamientos de los docentes, una ubicación privilegiada. El problema de la gente privilegiada es que olvidan cómo tratar a los demás. Yo intento no olvidarlo, cada persona debe tener lo que se merece.

Miro para todos lados y saco mis llaves. Hora de demostrar mi talento artístico. La justicia es muy placentera y la ejecuto con presición y destreza.

—Muy bonito —dice de repente un hombre tras de mí y me sobresalto.

Es el bombón de café. Intento cubrir lo que hice en el capó, pero es demasiado grande y él ya lo vio. Debería estar avergonzada.

¡¿Por qué Dios no me dio el don de la vergüenza?! ¡¿Por qué, señor, le das tan poca a algunas y tanta a otras?!

—Soy estudiante de arte —le digo, encogiéndome de hombros.

Es arte urbano.

—Me gusta el detalle de los vellos sobre los testículos —opina, tocándose el mentón.

Sí, eso hice. Con mis llaves dibujé un pene gigante y grotesco en la hermosa pintura del capó de esa perra, no me arrepiento, soy una sinvergüenza.

La sonrisa burlona del bombón me hace pensar que él también lo es.

—Y las gotas de semen le dan mucho dramatismo —agrega, como todo un crítico de arte.

Muerdo mi labio. De repente empezó a hacer mucho calor.

—Creo que tendrás que comprar mi silencio ¿No?

No sé si es su boca traviesa, la sonrisa torcida que me da, o la excitación por mi pequeño crimen, pero este tipo se ha vuelto irresistible.

—¿Tienes auto? —le pregunto.

—Sí, pero no dejaré que te le acerques.

—¿Tiene nombre?

—¿El auto? ¿Quién le pone nombre al auto?

Creo que la tarde terminará maravillosamente después de todo.

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Nadie se mete con la mejor amiga de Lucy 😈

**Parece que ya tiene un pretendiente ¿Qué pasará cuando conozca al chico nerd?

¿Le gustará más que el bombón de cafe**? 😏

¡Gracias por leer!

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